HOMILÍA XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO EL DIOS DE LA VIDA

Transcripción

1 HOMILÍA XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C 2016 EL DIOS DE LA VIDA I.- LAS LECTURAS * Segundo Libro de los Macabeos 7, El Rey del universo nos resucitará para una vida mejor. La certeza de la resurrección estimuló a los hermanos Macabeos a permanecer fieles a Dios hasta la muerte. *Salmo Responsorial 16. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor. *Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 2,16 3,5. El Señor es un Dios fiel y libertador del mal. El Señor nos dé fuerzas para realizar toda clase de palabras y de obras buenas. *Evangelio según San Lucas 20, Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, que premia con la vida a los que creen en Él.

2 II.- PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO Qué significa resucitar? La resurrección de todos nosotros tendrá lugar el último día, al final del mundo, por obra de la omnipotencia de Dios, quien restituirá la vida a nuestro cuerpo reuniéndolo con el alma, en virtud de la resurrección de Jesús. Esta es la explicación fundamental: porque Jesús resucitó nosotros resucitaremos; nosotros tenemos la esperanza en la resurrección porque Él nos abrió la puerta a esta resurrección. Y esta transformación, esta transfiguración de nuestro cuerpo se prepara en esta vida por la relación con Jesús, en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Nosotros, que en esta vida nos hemos alimentado con su Cuerpo y con su Sangre, resucitaremos como Él, con Él y por medio de Él. Como Jesús resucitó con su propio cuerpo, pero no volvió a una vida terrena, así nosotros resucitaremos con nuestros cuerpos que serán transfigurados en cuerpos gloriosos. Esto no es una mentira! Esto es verdad. Nosotros creemos que Jesús resucitó, que Jesús está vivo en este momento. Pero vosotros creéis que Jesús está vivo? Y si Jesús está vivo, pensáis que nos dejará morir y no nos resucitará? No! Él nos espera, y porque Él resucitó, la fuerza de su resurrección nos resucitará a todos nosotros. Un último elemento: ya en esta vida tenemos en nosotros una participación en la Resurrección de Cristo. Si es verdad que Jesús nos resucitará al final de los tiempos, es también verdad que, en cierto sentido, con Él ya hemos resucitado. La vida eterna comienza ya en este momento, comienza durante toda la vida, que está orientada hacia ese momento de la resurrección final. Y ya estamos resucitados, en efecto, mediante el Bautismo, estamos integrados en la muerte y resurrección de Cristo y participamos en la vida nueva, que es su vida. Por lo tanto, en la espera del último día, tenemos en nosotros mismos la semilla de resurrección, como anticipo de la resurrección plena que recibiremos en herencia.

3 Por ello también el cuerpo de cada uno de nosotros es resonancia de eternidad, por lo tanto, siempre se debe respetar; y, sobre todo, se ha de respetar y amar la vida de quienes sufren para que sientan la cercanía del Reino de Dios, de la condición de vida eterna hacia la cual caminamos. Este pensamiento nos da esperanza: estamos en camino hacia la resurrección. Ver a Jesús, encontrar a Jesús: esta es nuestra alegría! Estaremos todos juntos -no aquí en la plaza, en otro sitio- pero gozosos con Jesús. Este es nuestro destino! (Audiencia general; 4 de diciembre de 2013).

4 III.- SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA 1.- La resurrección de Jesús Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe. Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron (ICort.15,14. 20). La resurrección de Jesús es la respuesta del Padre a la muerte injusta de Jesús. Si Jesús no hubiera resucitado la muerte sería una cuestión o problema sin respuesta. La resurrección de Jesús es la respuesta del Padre a la obediencia de Jesús hasta la cruz: Dios lo escuchó en razón de su actitud reverente (Heb.5,7). H. Schlier escribe: No es un muerto cualquiera el que ha resucitado de entre los muertos. No es un muerto cualquiera el que ha desembocado en la resurrección. Es precisamente este hombre muerto en la cruz el que ha entrado en la vida, y es su muerte, la muerte de su amor obediente la que ha llegado a ser la muerte de la muerte. San Pablo manifiesta: La muerte ha sido devorada en la victoria. Dónde está muerte tu victoria? (ICort.15,55). La resurrección de Jesús es la intrusión del mundo de Dios, sin espacio ni tiempo, en el mundo de los hombres. Ciertamente la resurrección de Jesús difiere absolutamente de la resurrección de Lázaro ya que Cristo después de su resurrección no ha tomado su vida terrestre anterior, como el joven de Naím, Lázaro Cristo resucitado ha entrado en la eternidad que da el amor. Tal vez por esto, los apóstoles emplean diferentes palabras para decir su fe: resurrección, glorificación, exaltación. Al resucitar Jesús de entre los muertos, ha sido tomado en la gloria de Dios. La vida de Dios se ha mostrado en Él hasta el punto de que fue para Él como un verdadero nuevo nacimiento. Jesús ha nacido a la vida definitiva de Dios. Su resurrección no es un estado biológico sino que representaría la superación de la tiranía del bios, que es al mismo tiempo tiranía de la muerte; la resurrección de Jesús abriría la esfera que la biblia griega lama Zoe, es decir, la vida definitiva, donde el reino de la muerte es abolido. La vida del resucitado no se desarrolla más en el interior de la historia del bios, sino fuera y más alto, es Zoe, vida nueva, definitiva. (J.Ratzinger).

5 2.- Nosotros resucitaremos La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna en el cielo (Prefacio de Difuntos). La muerte no es el final del camino de nadie. La resurrección de Jesús es promesa sólida de nuestra propia resurrección. San Pablo lo expresó así: Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros (Rm.8,11). San Pablo y San Juan están de acuerdo en llamar a Jesucristo: el primogénito de entre muchos hermanos (Rm.8,29), Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron (ICort.15,20), el primogénito de entre los muertos (Col.1,18). Recordemos estas palabras del Papa Francisco: Como Jesús resucitó con su propio cuerpo, pero no volvió a una vida terrena, así nosotros resucitaremos con nuestros cuerpos que serán transfigurados en cuerpos gloriosos. Esto no es una mentira! Esto es verdad (Audiencia General; 4-XII-2013). 3.- Llevemos una vida de resucitados San Pablo asimila la vida cristiana y la vida sacramental al misterio de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, y emplea unas palabras que nos interpelan a todos por su profundidad: hemos muerto con Cristo ; hemos sido sepultados con Cristo ; hemos resucitado con Cristo. Por eso podemos afirmar sobrecogidos y agradecidos que hemos entrado en el misterio de Jesucristo gracias a su muerte y resurrección y en adelante este misterio se realiza en la vida del creyente por la fe y los sacramentos (cf. Rm.6,1-23). San Pablo nos exhorta a llevar una existencia propia de resucitados. Recordemos sus palabras: así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con

6 él (Col.3,1-4). Más aún, San Pablo nos invita a pensar y actuar de tal modo que se haga realidad en nosotros lo que él mismo vive: Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí (Gál.2,20). Por eso llega a decir: para mí, vivir es Cristo (Fil.1.21). De este modo, llegamos a identificarnos con Cristo muerto y resucitado actualmente, en lo que es posible al ser humano.. Toda nuestra vida cristiana consiste en identificarnos con el Señor porque la vida del cristiano es la vida de quien ha sido bautizado, inmerso, en la muerte y resurrección del Señor. Por eso hemos de estar siempre dispuestos a morir al pecado, al egoísmo, a la soberbia, al hombre viejo sometido al pecado. Hemos de resucitar al mismo tiempo a la vida de la gracia, del amor, al hombre nuevo, al Espíritu Santo que nos ha sido dado. Terminamos. Unidos en el Señor Unidos en el Señor. Cáceres. 31 de octubre de 2016 Florentino Muñoz Muñoz