Globalización, comercio internacional, proteccionismo y aduanas

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1 Globalización, comercio internacional, proteccionismo y aduanas Jesús Villagrasa Profesor de Metafísica en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, Roma L a globalización integra las economías mundiales y flexibiliza e incrementa los movimientos internacionales de mercancías, capitales y personas. Facilitada por unos medios de transporte y comunicación cada vez más baratos y rápidos, la globalización parece una consecuencia natural del capitalismo que busca la expansión de los mercados consumidores y la producción a gran escala. El libre mercado incrementa la riqueza de aquellos países que logran incorporarse al comercio mundial de manufacturas y servicios. En 24 países en vías de desarrollo entre ellos, China, India y México donde viven millones de personas, la tasa de crecimiento económico anual, que era del 1% en los años 60, ha pasado al 5% en los años 90, han aumentado los salarios, la esperanza de vida y la escolarización, aunque no todos los habitantes de esos países se han beneficiado por igual. Los detractores de la globalización, sin negar los logros del libre mercado, la acusan, entre otras cosas, del aumento de las desigualdades, del imperio de las multinacionales sobre los Estados, de la explotación incontrolada de los recursos naturales y de la deslocalización de la producción que emigra, precisamente, a aquellos países que no respetan los derechos laborales o el medio ambiente. En los países excluidos del mercado unos millones de personas, sobre todo del África subsahariana la globalización no funciona, la proporción del comercio internacional en el PIB se ha estancado o disminuido y la pobreza ha aumentado. Con los mercados globalizados, la competencia es cada vez mayor y los Estados sienten la tentación del proteccionismo. En la Unión Europea esta tentación es muy sentida. Por eso, el 24 de octubre de 2005, víspera de la Cumbre de los jefes de gobierno de los 25 países en la UE, en Hampton Court Palace, el Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, declaró que Europa no tiene futuro si no encara el desafío de la globalización o si sucumbe a las demandas de proteccionismo. El primer ministro danés, Anders Fogh Rasmussen, defendió una Europa con una economía Ecclesia, XX, n. 4, pp

2 472 Jesús Villagrasa abierta y competitiva, que rechaza el proteccionismo, porque proteger industrias no competitivas no salvará empleos a largo plazo. La historia de las tres últimas oleadas de integración económica mundial parece desaconsejar las medidas proteccionistas. En la primera oleada, de 1870 a la Primera Guerra Mundial, las mejoras en el transporte y la reducción del proteccionismo comercial impulsaron los flujos de mercancías, capitales y personas. Casi el 10% de la población mundial abandonó su país de origen en busca de trabajo y prosperidad. Sesenta millones de europeos emigraron a América. Un número semejante de trabajadores de China e India emigró hacia otros países del Sur. La renta per capita global creció a un ritmo sin precedentes. Hace un siglo la globalización parecía tan imparable como hoy. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial frenaron el proceso. En el periodo de entreguerras, aunque progresó la tecnología y bajaron los precios del transporte, las políticas cambiaron hacia el nacionalismo y el proteccionismo, y los tres grandes flujos colapsaron. Como resultado, a finales de los años 40 la proporción del comercio internacional dentro del PIB mundial había vuelto a los niveles de En la segunda oleada, a partir de 1950, los países ricos se integraron. Los intercambios comerciales restaurados mediante acuerdos multilaterales entre Europa, Norteamérica y Japón favorecieron su crecimiento. No se restablecieron, sin embargo, los flujos de capitales y personas. La mayor parte de los países en vías de desarrollo se limitaba a exportar materias primas a cambio de productos manufacturados y quedaba al margen de los flujos de inversiones, en parte por sus políticas proteccionistas. La tercera oleada, a partir de 1980, fue impulsada por los avances en los transportes y en las telecomunicaciones, por la mayor apertura de los países en desarrollo al comercio e inversión extranjeros y por la progresiva liberalización de los movimientos de capital. El flujo de capitales financieros permite inversiones productivas en países económicamente retrasados, con condiciones de vida, protección social y costos de trabajo bajos, pero con mano de obra preparada y sistemas político-institucionales suficientemente estables. Las empresas multinacionales hacen enormes inversiones en países emergentes y controlan buena parte del comercio internacional. La novedad de esta tercera oleada consiste en que, por primera vez, los países de baja renta pueden aprovechar su abundante mano de obra para acceder a los mercados mundiales de productos manufacturados y de servicios. Ya no sólo exportan materias primas; sus productos fabricados con bajos costos laborales compiten con los países ricos. Cada país concentra su producción

3 Globalización, comercio internacional, proteccionismo y aduanas 473 en los sectores cuyos costos son relativamente bajos y se procura en el mercado mundial aquellos productos de que carece y cuya producción le resultaría cara. De esta manera, la proporción de productos manufacturados en las exportaciones de países en desarrollo pasó del 25% en 1980 (el resto eran minerales o productos agrícolas) al 80% en Entre los países que más se han beneficiado de este proceso están Brasil, China, India, México y Hungría. En los años noventa los intercambios crecieron por la incorporación al mercado de países en desarrollo. Las negociaciones de la Ronda de Uruguay ( ), con la presencia de muchos de estos países, afrontaron por primera vez, aunque con resultados sólo parciales, la cuestión del comercio de los productos agrícolas y textiles, hasta entonces excluidos de la disciplina del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). De todas formas, los países en desarrollo siguen penalizados con la conservación en los países desarrollados de restricciones a la importación de dichos productos. Además, la exportación de materias primas se suele realizar en condiciones poco favorables a los productores, con excepción de los países exportadores de energéticos que son capaces de imponer precios limitando la oferta. El aumento en los precios de materias primas verificado en el 2004 sólo se explica por la fuerte demanda china que vive momentos de gran expansión económica. Dejando aparte esta disfunción de las tasas y aranceles a favor de los países desarrollados y prescindiendo de los monopolios, en principio, la demanda y la oferta encuentran un equilibrio en el libre intercambio de mercancías, en términos de cantidad y precios. Durante los últimos decenios se pensó que también podía alcanzarse un equilibrio estable en los intercambios internacionales de moneda y de instrumentos financieros. Pero la expansión del crédito no tiene un límite en los mecanismos del mercado y si al crecimiento del crédito y de la moneda no se asocia un desarrollo productivo de bienes se generan presiones inflacionistas desestabilizadoras. La espiral inflacionista sólo es interrumpida por crisis que producen efectos deflacionistas e inestabilidad social, pues comportan la pérdida de los ahorros acumulados, desocupación y reducción de la producción. Desde la crisis mexicana de (el tequilazo) y sus efectos a escala mundial, las autoridades monetarias de los principales países colaboran para prevenir las crisis y limitar sus consecuencias, económica y políticamente devastadoras. En la crisis argentina del 2001, México, Chile y Brasil no han sufrido el golpe inmediato que experimentaron durante el tequilazo. Así pues, tras la antigua e ingenua confianza en la capacidad del

4 474 Jesús Villagrasa mercado para lograr el equilibrio financiero, la economía mundial ha entrado en una fase de reflexión: la política de una completa libertad de los flujos financieros está siendo revisada. La libre iniciativa en la actividad industrial y financiera es indispensable para el progreso económico a escala nacional e internacional. Pero no es suficiente para un desarrollo equilibrado y justo. Debe ser regulada y dirigida a través de políticas que, respetando la libre iniciativa, corrijan sus desviaciones y carencias. En particular, la política debe buscar las condiciones para que los beneficios derivados de los intercambios comerciales y financieros alcancen al mayor número de países rezagados y a todas las personas de esos países. El mercado, por sí mismo, no asegura la mejor distribución de los beneficios, ni la justicia social, ni el acceso a los bienes fundamentales de la alimentación y la salud. Los Estados pueden colaborar a esa distribución a través de sabias políticas fiscales que no ahoguen el dinamismo del mercado. La intervención estatal debe ser discreta, propulsora, correctiva; no sofocadora de la actividad económica. Para que el libre mercado, según las teorías del siglo XIX, traiga bienestar para todos a través de la búsqueda de la utilidad del individuo y el beneficio de la empresa se requiere que, mediante la competencia, se afirmen sólo los bienes de mejor calidad y menor costo, y que privilegios o formas de corrupción no interfieran con las fuerzas del mercado. Además de garantizar esta sana competencia, el Estado puede intervenir para estimular la actividad productiva en fases de generalizada debilidad cíclica, moderar la actividad en fases de sobrecalentamiento e inflación, promover procesos de crecimiento, garantizar la disponibilidad de bienes e infraestructuras públicas y favorecer u orientar las elecciones de los empresarios y de los obreros con políticas adecuadas de amplia visión. Para lograr estos objetivos y, más en general, el bien común, los Estados cuentan con una serie de servicios necesarios: el sistema jurídico y administrativo, los servicios de administración pública y de orden público, las infraestructuras, las aduanas... * * * El servicio de aduanas es definido por el Diccionario de la Real Academia Española como oficina pública, establecida generalmente en las costas y fronteras, para registrar, en el tráfico internacional, los géneros y mercaderías que se importan o exportan, y cobrar los derechos que adeudan. Desde su origen, la aduana ha tenido como misión principal la recaudación de los impuestos que gravan sobre el comercio exterior. Sin embargo, el

5 Globalización, comercio internacional, proteccionismo y aduanas 475 proceso de globalización, con el surgimiento de tratados comerciales y procesos de integración regional, con el crecimiento geométrico del comercio mundial y por tanto de la competencia ha comportado que las aduanas empiecen a jugar un papel cada vez más decisivo en la vida económica, en el intercambio comercial, en el crecimiento industrial, en fin, en el desarrollo de los países. Por ello, a la clásica función recaudadora de la aduana se ha añadido la de facilitar el comercio internacional, gracias a un servicio eficiente que agilice las operaciones de importación y exportación, simplifique los trámites y procesos aduaneros y resuelva los problemas que surgen de la aplicación de las normas, procedimientos y requerimientos del comercio internacional y de los tratados de libre comercio suscritos por el país. Para lograr este objetivo de la aduana moderna y mejorar la calidad de la gestión suele resultar útil la interacción y coordinación con el sector privado. Las aduanas de muchos países ya trabajan con el sector privado, ya que son los Agentes Aduanales quienes realizan la revisión y coordinación de los trámites de comercio exterior, y sirven como enlace entre empresarios y gobierno. El espíritu de colaboración entre el sector privado y el público sólo puede redundar en beneficio de la nación. Además de recaudar impuestos y facilitar el comercio internacional, la aduana no puede eludir su función de combatir la evasión tributaria, el contrabando de mercancías, el tráfico de drogas y las infracciones a la propiedad intelectual, delitos todos que en un contexto globalizado alcanzan nuevas formas y dimensiones. El mundo globalizado está experimentando un déficit de seguridad que plantea grandes retos. Las aduanas colaboran en la seguridad internacional, revisando que todas las exportaciones e importaciones cumplan con las normas orientadas a este fin. Así, por ejemplo, como consecuencia de los atentados del 11-S en Estados Unidos, los productores que quieran exportar bienes alimenticios o médicos a ese país, deben cumplir con una serie de medidas formuladas en la Ley del Bioterrorismo de la Food Drugs Administration. El establecimiento de tratados de libre comercio reduce la importancia de los aranceles aduaneros como fuente de ingresos tributarios. Sin embargo, el papel de la aduana en la promoción económica y en la lucha contra la delincuencia adquieren siempre mayor vigencia. Las nuevas competencias reclaman de las aduanas una mayor cooperación con otros organismos para evitar que se manejen precios sub-valuados en la importación de bienes de otros países, pues, además de ser una omisión en el pago de los im-

6 476 Jesús Villagrasa puestos, perjudica a los productores nacionales que no pueden resistir a estas formas de competencia desleal. También deben colaborar con los organismos de salud y control ambiental para regular aquellas mercancías que puedan estar sujetas a plagas o enfermedades en otros países. La presión de los importadores comerciales para tener un despacho más rápido y simple crea exigencias adicionales sobre los procedimientos tradicionales de aduanas. El costo y la complejidad de esos procedimientos pueden desincentivar el comercio. Los adelantos tecnológicos en el sector privado no siempre son emulados por las aduanas, aumentando la frustración de los clientes y exacerbando los cuellos de botella del comercio. Ahora que el comercio es una prioridad para la mayoría de los gobiernos, la aduana debe adaptarse a las tendencias de la globalización o arriesgarse a ser considerada un obstáculo para la competitividad. De todas formas, la agilización de los trámites aduaneros, depende de todas las partes involucradas. Los clientes deberían evitar acciones ilícitas: la presentación de facturas sub-valuadas, acciones de antidumping aparentando que el origen de sus mercancías es otro (mercancías chinas suelen enviarse a otros países para que las aduanas crean que son de Japón, Estados Unidos, etc., y evitar el pago de cuotas compensatorias). La colaboración de las partes permite evitar la multiplicación de esfuerzos y recursos. Por ejemplo, la mera digitalización de las facturas permite enviarlas por correo electrónico a los clientes, agentes aduanales, gobierno, etc., aprovechando la tecnología, reduciendo fotocopias y tiempo de solicitud y envío de documentos. * * * Aunque la globalización ha contribuido a reducir la pobreza, existe el fundado temor de que los países más pobres no puedan integrarse en un ambiente tan fuertemente competitivo y que otros países queden descolgados del proceso. En ningún caso parece que la solución sea el nacionalismo, el proteccionismo o el romanticismo anti-industrial de algunos críticos de la globalización. Es necesario buscar soluciones. En particular, cómo pueden los países pobres competir con manufacturas en los mercados de los países ricos? Qué se ha hecho y qué puede hacerse para quitar trabas a la circulación de mercancías, capitales y trabajadores dentro de la economía globalizada? En mi opinión en respuesta a las dos preguntas se necesitan principalmente dos cosas: que los países desarrollados reduzcan sus barreras y tasas de aranceles, sobre todo en el área agrícola y textil, y que los países en desarrollo mejoren el clima para la inversión y la educación de forma que las personas puedan ser competitivas.

7 Globalización, comercio internacional, proteccionismo y aduanas 477 Reducción de tasas. En las últimas dos décadas, el comercio internacional se ha visto favorecido con la reducción de barreras arancelarias en muchos países en desarrollo. La reducción más drástica ha tenido lugar en Asia del Sur, donde las tarifas medias han bajado del 65% al principio de los años 80 al 30% actual. En Latinoamérica y Asia del Este se ha pasado del 30% al 10%. Apertura de mercados. Deben darse oportunidades a las economías retrasadas para la exportación de sus productos agrícolas y manufacturados. Quedan todavía notables obstáculos que dependen de las políticas proteccionistas de los países desarrollados en los sectores agrícola y de manufacturas intensivas en mano de obra. Los países ricos defienden la apertura comercial, pero no siempre la practican donde les duele. Los aranceles medios en los países ricos son bajos, pero mantienen barreras precisamente en las áreas donde los países en desarrollo tienen una ventaja comparativa. Por eso las subvenciones agrícolas y la apertura a productos manufacturados son siempre materia conflictiva en las negociaciones comerciales. El proteccionismo comercial de los países ricos pesa sobre los países en desarrollo más que sus ayudas al desarrollo. A veces las barreras no son arancelarias, sino administrativas, como cuando los países ricos exigen que la producción en los países pobres respete una serie de exigencias medioambientales o laborales que los países ricos sólo han alcanzado en niveles más altos de desarrollo. Un mejor servicio de aduana podrá facilitar el comercio pero difícilmente podrá resolver estos problemas. Los gobiernos y la sociedad tiene ante sí un reto inmenso planteado por la globalización y los tratados de libre comercio: la educación de la población. Sin ella, otras medidas no se podrán implementar eficazmente. Las personas, si quieren ser competitivas y lo van a necesitar cada vez más deberán estar mejor preparadas para desempeñar una profesión. A la solución de los problemas reales debe abocarse el gobierno y el sector privado, en lugar de buscar proteccionismos y paternalismos a través de regulaciones no arancelarias y amparos a los Tratados Internacionales.