Revista Crítica de Reseñas de Libros Científicos y Académicos

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1 C r í t i c a B i b l i o g r a p h i c a Revista Crítica de Reseñas de Libros Científicos y Académicos COORDINACIÓN Olga Gugliotta EDICIÓN ISSN G LIBRO RESEÑADO Ignacio GARCÍA AGUILAR (ed.) Tras el canon. La poesía del Barroco tardío, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2009, 264 pp. ISBN AUTORÍA DE LA RESEÑA Sofía CANTALAPIEDRA DELGADO Universidad de Barcelona FECHA 21 enero 2010 &

2 C r í t i c a B i b l i o g r a p h i c a Revista Crítica de Reseñas de Libros Científicos y Académicos & Bajo el título Tras el canon. La poesía del Barroco tardío reza un volumen monográfico sobre la poesía española de finales del siglo XVII. La obra otorga prioridad a lo histórico frente a la particularidad estética, como apunta Ignacio García Aguilar editor del volumen en el Preámbulo del libro, bajo el título Canon como proceso. Un canon a la manera de Harold Bloom, es decir, atendiendo al funcionamiento de las particularidades históricas, condujo a la organización de un Coloquio Internacional en la Universidad de Córdoba en mayo del 2008 bajo el título que recoge el presente volumen. En él, el lector encontrará un amplio abanico de propuestas y estudios sobre la poesía española de la segunda mitad del siglo XVII, la menos estudiada. Se insiste, además, en el modo en que la poesía postbarroca se convirtió, a su vez, en bisagra de dos épocas en las que comienza a reajustarse el canon poético y a convivir con un nuevo siglo en el que se ilustran las primeras historias literarias académicas y normativas de la literatura española (p. 15). El lector se encontrará con un canon suspen- 2

3 dido entre dos siglos y dos formas de entender el ejercicio poético (p. 21). Tal es lo que recoge este libro, dividido en cuatro bloques, con un total de once artículos. El primer bloque, titulado Canon de autor: Quevedo y Góngora, está formado por dos artículos que se refieren a la pervivencia de las dos figuras poéticas más importantes de principios del siglo XVII en la poesía de su última mitad. Manuel Ángel Candelas, en el artículo El modelo de Quevedo, estudia cómo el poeta, jocoso por excelencia, fue más estimado y conocido post mortem que en vida, debido a que gran parte de su poesía apareció después de su fallecimiento en 1645; así, en el año 1648 se reúne buena parte de su poesía bajo el título El Parnaso Español, y en 1670 el resto de su obra poética en Parnaso español: Las tres musas últimas castellanas. Esto explica que la influencia de Quevedo se aplace a la segunda mitad del siglo respecto a su período de creación. En 1671 apareció por vez primera toda la poesía quevediana reunida en un mismo volumen: Parnaso, impreso por Foppens en Bruselas. Este hecho, el de la colección de poemas de un mismo autor en un solo volumen, es el objeto de estudio de Manuel Ángel Candelas, quien expone cómo algunos poetas contemporáneos e inmediatamente posteriores a Quevedo siguieron el mismo ejemplo a partir de Tal es el caso, por ejemplo, de Francisco de Trillo y su obra Neapolisea de 1650, o Jerónimo de Cáncer con sus Obras varias (1651), o López de Zárate en el mismo año, con un propósito claramente canonizador. También la poesía de Luis de Ulloa en Obras de Luis de Ulloa, Prosas y versos (1674) sigue el modelo quevediano, y finalmente José Pérez de Montoro, quien destaca posteriormente por la edición de sus poemas en el año 1736, cuarenta años después de su muerte. Todos ellos se caracterizan por la influencia del parnaseo quevediano como modelo canónico en la segunda mitad de siglo. El segundo estudio se titula Enrique Vaca de Alfaro y su Lira de Melpómene en el contexto de la polémica gongorina, y se debe a María José Osuna, quien muestra cómo tras la aparición en 1613 de los poemas mayores de Góngora el Polifemo y las Soledades muchos fueron los elogios y críticas que recibió el poeta cordobés, lo que hoy se conoce como la polémica gongorina, desde el mismo año de sus aparición hasta 1666, en el que se publica la Lira de Melpómene de Vaca de Alfaro, considerado el último participante en dicha polémica. En esta obra se encuentra, precisamente, un soneto titulado En elogio a D. Luis de Góngora, y un listado de autores que celebran con elogios a nuestro canoro Cisne del Betis (p. 43). Movido, seguramente, por su amistad con el poeta cordobés, Vaca de Alfaro ofrece una lista de los defensores de la poesía gongorina, como otras que se ofrecieron por aquellos años, pero con algunas diferencias, como por ejemplo la 3

4 inclusión de dos nombres nuevos: Francisco Bernardo de Quirós y Jerónimo de Villegas. Éste último fue el que publicó en Bruselas, en el año 1659, las Obras de don Luis de Góngora, como consecuencia de la oscuridad que sufrió en España el mismo año de su aparición, a la vez que lleva a cabo una defensa del poeta. Es importante, pues, destacar cómo Góngora vuelve a ser reivindicado a finales del siglo XVII. Canon editorial y modelos de autor es el título del segundo bloque, compuesto por tres artículos. El primero de ellos, de Ignacio García, se titula Tras el Parnaso (1648): aproximación a los modelos editoriales de mediados del XVII ; el autor se centra en los nuevos modelos editoriales que se desarrollan en la década inmediatamente posterior a la recopilación de la poesía quevedesca, destacando la ampliación de un nuevo canon poético-editorial a mediados del siglo XVI, hasta la fecha que analiza, gracias a la ampliación de los modelos genéricos y temáticos que sufría la poesía entonces editada, y por lo tanto ofreciendo una gran heterogeneidad en los corpus poéticos de los Siglos de Oro. Tras analizar varios volúmenes de autores, Ignacio García aprecia que a mediados del siglo XVII comienzan a aparecer los vejámenes impresos en los poemarios individuales, que acaban por desplegar así su influencia, así como el reflejo de sus pautas de funcionamiento (p. 65), lo que comienza a manifestar una cierta conciencia de que la Academia, en tanto que proyección de una escritura individual ofrecida a los iguales, no se termina con un acto público, sino que se continúa en el poemario de autor (p. 68). Estos poemarios seguían dos estructuras, bien métrico-temáticas, bien temático-métricas. Inmaculada Osuna continúa con el estudio de la edición poética al centrarse en una topografía concreta en su artículo Poesía post-barroca y tipología editorial: producción y carreras literarias en Granada en la segunda mitad del siglo XVII, en el que demuestra cómo las publicaciones de este período se caracterizan, a su vez, por el gusto de la ciudadanía, es decir, era de tipo localista, y destacaba por la gran variedad poética. Subrayamos en este artículo los útiles y valiosos apéndices que ofrece la estudiosa. Pedro Ruiz cierra el segundo apartado con sus Modelos editoriales y perfiles de autor tras el canon áureo ( ), trabajo en el que estudia cómo la imprenta cobra protagonismo en esta segunda mitad de siglo, afianzando la imagen y obra del poeta, su creación literaria y su crédito autorial, todo ello con una gran variedad de modelos. El tercer apartado, titulado Diversidad y canon: Modalidades poéticas en la segunda mitad del XVII, lo conforman tres estudios. En Señas de identidad de la poesía hispanoamericana, Ángel Estévez brinda un recorrido por el desarrollo que tuvo el género lírico en Hispanoamérica, que resultó ser, en sus comienzos, imitación de la poesía española 4

5 tardía de la pluma de los colonos y, posteriormente, poco a poco, un modelo creativo, a su vez, de una poesía autóctona en la que sobresalen sor Juana Inés, Sigüenza y Góngora y Del Valle Caviedes. Caracterización genérica y referentes mítico-simbólicos en la poesía española del Barroco tardío es el título del estudio de Francisco Javier Escobar, en el que muestra cómo en esta segunda mitad de siglo la mitología se adapta a los diferentes tipos de géneros (epigramas, himnos, elegías, églogas, epístolas, villancicos o romances) y cómo, además, lo hace desde el conocimiento de la obra quevedesca y gongorina, y no tanto por el conocimiento de las fuentes clásicas, lo que ofrece, así, una gran variedad de géneros poéticos a los escritores de esta etapa. El último artículo de este apartado corresponde a Juan Manuel Daza, y se titula Algunas consideraciones sobre la poesía religiosa durante la segunda mitad del siglo XVII. El autor se centra en dos poetas: José Pérez de Montoro y Agustín de Salazar, cuyo género más representado en sus obras fue el villancico. Continuidad y canon: acercamientos a la poesía del XVIII es el título del cuarto y último apartado, formado por tres estudios. Françoise Étienvre abre el bloque bajo el título Fortuna editorial de la poesía del siglo XVII en la primera mitad del siglo XVIII, en el que analiza una serie de once poetas del siglo XVII en el mundo editorial de la primera mitad del siglo siguiente. Estos poetas son Bances Candamo, Eugenio Coloma, Hurtado de Mendoza, sor Juana Inés de la Cruz, Manuel de León Marchante, José Pérez de Montoro, Antonio Solís, José Tafalla, Luis, Ulloa, Pedro de la Vega y José Antonio Hebrea y Esmir. Varios de ellos no están considerados hoy en día poetas de primer orden. La autora muestra, de este modo, que no se produce una ruptura entre siglos: habría que estudiar los motivos por los cuales en la segunda mitad del siglo XVIII pasaron al olvido. Francisco J. Álvarez examina minuciosamente las Peripecias editoriales de Eugenio Gerardo Lobo, y Jaime Galbarro García, en su estudio dedicado a Gabriel Álvarez de Toledo y la dispositio textus de las obras póstumas poéticas (Madrid, 1744), lleva a cabo la misma labor, y muestra cómo Diego de Villarroel recuperó y editó la obra del poeta sevillano. El libro se cierra con un Anexo Listado de poesía impresa entre 1650 y 1700 que ofrece al investigador una gran documentación bibliográfica de gran interés. Tras el canon. La poesía del Barroco tardío es un libro fundamental dentro de los estudios de la lírica barroca, y permite a los investigadores establecer un marco genérico y amplio de la poesía, así como observar la continuidad del canon pasado el siglo XVII. 5