Dignidad humana y doctrina social cristiana

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1 Dignidad humana y doctrina social cristiana Adolfo J. Castañeda, STL Director de Programas Educativos Vida Humana Internacional Sección hispana de Human Life International 45 SW 71 Avenue Miami, FL USA adolfo@vidahumana.org (305) Vida Humana Internacional Derechos Reservados

2 1. Introducción a la doctrina social de la Iglesia La enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica La doctrina social de la Iglesia se encuentra resumida y sistematizada en el Catecismo de la Iglesia Católica, que fue promulgado por el Papa Juan Pablo II en Por ello, queremos presentar dicha doctrina siguiendo el Catecismo en éste y los siguientes capítulos. Siguiendo la tradición catequética, el Catecismo se divide en cuatro partes: 1- Las verdades de la fe contenidas en El Credo de los Apóstoles. 2- La doctrina de los siete Sacramentos. 3- La vida en Cristo y los Diez Mandamientos. 4- La enseñanza sobre la oración del Padrenuestro. Concretamente, la doctrina social de la Iglesia se encuentra en la tercera parte del Catecismo, la cual trata sobre la moral, la vida en Cristo. Esa parte del Catecismo, como todas las demás, consta de dos grandes secciones, una que trata los aspectos generales del tema en cuestión, y la otra los aspectos particulares. Así, la primera sección de esta tercera parte trata temas como la dignidad de la persona humana, la libertad, la ley moral en general, la conciencia y otros. El tema que nos interesa aquí de esa primera sección es ΑLa comunidad humana (números ). Este tema a su vez se divide en varios subtemas que trataremos en capítulos separados. La segunda sección de esta tercera parte concretiza la moral cristiana en torno a los Diez Mandamientos. Los Mandamientos que tienen que ver con la doctrina social son el séptimo (ΑNo robarás, números ) y el décimo (ΑNo codiciarás los bienes de tu prójimo, números ). El tratado del Catecismo sobre el séptimo mandamiento también se divide en varios subtemas que trataremos en capítulos separados. Aunque el tratado sobre el décimo mandamiento tiene sus divisiones, éstas no están tan demarcadas temáticamente como las del séptimo mandamiento. Por tanto, lo hemos unido al último tema del tratado sobre el séptimo mandamiento para formar un solo y último capítulo. De manera que, según lo que hemos señalado, nuestra presentación sobre la doctrina social de la Iglesia siguiendo el Catecismo la haremos por medio de los siguientes capítulos: 1- Introducción a la doctrina social de la Iglesia (este capítulo). 2- La persona y la sociedad. 3- La conversión y la sociedad. 4- La autoridad política. 5- El bien común. 6- Qué es la justicia social? 7- La justicia social y el respeto de la persona humana. 8- La justicia social y la igualdad y las diferencias entre los hombres. 9- La justicia social y la solidaridad humana. 10- El destino universal de los bienes y la propiedad privada. 11- El respeto de las personas y de sus bienes. 12- La actividad económica y la justicia social. 13- Justicia y solidaridad entre las naciones. 14- Del corazón surgen la justicia social y el amor a los pobres. El fundamento de la doctrina social de la Iglesia: la dignidad del hombre Como en todas las demás doctrinas cristianas hay que comenzar por el fundamento. El fundamento último (el más importante) de toda la moral cristiana es Dios mismo, en cuya imagen y semejanza la persona Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 2

3 humana ha sido creada. El fundamento inmediato es la dignidad de la persona humana 1. Esta dignidad humana tiene dos modalidades: la dignidad intrínseca y la dignidad adquirida 2. Veamos un poco qué significa cada una. La dignidad intrínseca del hombre significa que éste tiene un valor intrínseco y absoluto. Ese valor lo posee por el mero hecho de ser persona y no por la posesión de alguna cualidad o condición particular. En cuanto a la fe, la dignidad humana se funda en el hecho de que el hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios, son objeto de la salvación de Cristo y han sido llamados por Él a la vida eterna 3. En cuanto a la razón, la dignidad intrínseca de la persona humana se funda en el hecho de que el ser humano está dotado de un alma inmortal que está unida sustancialmente, no accidentalmente, a su cuerpo, razón por la cual el hombre debe ser tratado como un fin en sí mismo y no como mero medio para otros fines 4. La dignidad adquirida se refiere al valor que el hombre adquiere al desarrollarse como persona por medio de una vida moral, de una vida virtuosa. Como veremos un poco más abajo, la vida moral consiste en el modo de ser y vivir por medio del cual la persona humana respeta y promueve su propia dignidad personal y la de los demás, y con ello logra asemejarse cada día más a Dios y llegar a Él que es su meta suprema. Cuando encontramos a una persona que toca el piano de forma excelente, decimos que es un buen pianista. Cuando encontramos a otra persona que se desempeña también de forma excelente impartiendo enseñanza, decimos que es un buen maestro. Pero cuando encontramos a una persona que hace el bien de forma habitual, es decir, una persona moral, decimos que es una buena persona. La vida moral nos desarrolla como personas y no simplemente en ésta o aquella de nuestras dimensiones personales. Estos dos aspectos de la dignidad humana son muy importantes para la doctrina social cristiana (y para el resto de la moral). Ello se debe a que esos dos aspectos corresponden, respectivamente, a la persona como fin de la vida social (dignidad intrínseca) y a la persona como sujeto de la vida social (dignidad adquirida). Al primer aspecto corresponde la justicia fundamental que se le debe a toda persona por el mero hecho de ser persona; el segundo corresponde a la responsabilidad que la persona tiene de ser artífice o protagonista de su propio desarrollo y de ayudar a los demás a conseguirlo. En el caso de la doctrina social de la Iglesia, el fundamento más próximo es esa dignidad humana desde su aspecto social. La persona humana ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. Ahora bien, Dios es comunitario (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Por consiguiente, la persona humana es un ser comunitario o social --el aspecto social es intrínseco a su ser. La persona humana no tiene simplemente relaciones sociales, la personas humana es relación. La persona humana ha sido creada por Dios para vivir en comunidad. Es más, la persona humana refleja mejor su ser-imagen-de-dios comunitariamente 5. El Catecismo define la vida moral cristiana como la vocación (el llamado) que la persona humana recibe de Dios a manifestar la imagen de su Creador y a transformarse en imagen de Cristo para así alcanzar su fin último que es Dios mismo. El haber sido creada a imagen de Dios significa que la persona humana es capaz de reflejar a Dios de una manera que el resto del mundo material no es capaz de hacerlo. Nos 1 Cf. Catecismo, números Cf. William E. May, An Introduction to Moral Theology (Huntington, Indiana, USA: Our Sunday Visitor Publishing Division, 1991), El Concilio Vaticano II se refiere a la dignidad intrínseca del hombre en la Declaración Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 7 de diciembre de 1965, número 3 y a la dignidad adquirida en la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 7 de diciembre de 1965, número 16. En adelante, citaremos de estos documentos, respectivamente, por medio de las abreviaturas DH y GS, seguidas de los números correspondientes. 3 Cf. Génesis 1:27; Juan 3:16. 4 Estos argumentos los desarrollo en otra parte, cf. mis artículos sobre la dignidad humana publicados en el Boletín Electrónico de Vida Humana Internacional, vol. 5, números 1, 2 y 4 --accesibles en nuestra página web y concretamente en 5 Cf. GS 12. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 3

4 referimos al hecho de que la persona humana está dotada de las capacidades de conocer y de amar 6. Estas capacidades la hacen responsable de sus actos y al mismo tiempo constituyen un llamado de Dios a comportarse de tal manera que su principal valor a manifestar sea el amor. ΑDios es amor 7 y quiere por tanto que la persona humana, imagen suya, refleje en su ser y en su actuar la manera de ser de Dios. La imagen de Dios en el ser humano es un don, pero también es una tarea, un proyecto a realizar. Ahora bien, hemos señalado que la persona humana es un ser comunitario, precisamente por haber sido creada a imagen de Dios. Por consiguiente, la doctrina social de la Iglesia se funda en la vocación que tienen la persona humana y la comunidad humana de manifestar la imagen de Dios y de transformarse en imagen de Cristo. Es por ello que el Catecismo dice: La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen del Hijo Único del Padre. Esta vocación reviste una forma personal, puesto que cada uno es llamado a entrar en la bienaventuranza divina; pero concierne también al conjunto de la comunidad humana 8. Con este fundamento procederemos a presentar desglosadamente la doctrina social de la Iglesia en los siguientes capítulos. Pero antes se impone la necesidad de aclarar algunos puntos muy importantes y luego dar un brevísimo resumen de la evolución de la doctrina social de la Iglesia a través de la historia. La autoridad de la Iglesia para enseñar en materia social El Magisterio de la Iglesia Católica, el cual está compuesto por el Papa y los obispos en comunión con él, no tiene una competencia específica sobre los asuntos sociales, económicos y políticos. Sin embargo, es el único que tiene la autoridad, dada por Jesucristo, para interpretar y enseñar auténticamente la Palabra de Dios, tanto en la Biblia como en la Tradición 9. Ahora bien, la Palabra de Dios, incluye la dimensión moral de toda la vida humana, que incluye a su vez la vida social, política y económica. Ello se debe a que esa dimensión moral está inscrita por Dios en la misma naturaleza humana y en sus manifestaciones --es lo que se llama la ley moral natural. Nada ni nadie escapa a la vida moral debido a que, como hemos visto, ésta consiste en la manifestación de la imagen de Dios en la persona humana y en su vida en orden a alcanzar su meta suprema que es Dios mismo. Esa manifestación, que es el amor a Dios y al prójimo en el respeto y la promoción de la dignidad humana, lógicamente debe darse en todas las personas humanas y en todos los aspectos de la vida humana, incluyendo la vida social. La Iglesia expresa su juicio moral, en materia económica y social, cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas 10. Es precisamente en ese aspecto moral de las cuestiones sociales que la misión de la Iglesia se distingue de la política. ΑEn el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce una misión distinta de la que ejercen las autoridades políticas: ella se ocupa de los aspectos temporales del bien común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último. Se esfuerza por inspirar las actitudes justas en el uso de los bienes terrenos y en las relaciones socioeconómicas 11. La vida moral, que consiste concretamente en el cumplimiento de los mandamientos de Dios, es necesaria para la salvación, que es el objeto de la Palabra de Dios y de la misión de Cristo que la Iglesia debe continuar. Ningún fiel querrá negar que corresponda al Magisterio de la Iglesia el interpretar también la ley moral natural. Es, en efecto incontrovertible --como tantas veces han declarado Nuestros predecesores-- que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los Apóstoles su autoridad divina y al enviarlos a enseñar a todas las gentes sus mandamientos, los constituía en custodios y en intérpretes auténticos de toda ley moral, es 6 Ibíd. 7 1 Juan 4:8, Catecismo, número Ibíd., número Ibíd., número Aquí el Catecismo cita a GS Ibíd. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 4

5 decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural, expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse 12. Por consiguiente, el Magisterio de la Iglesia Católica tiene la autoridad divina para enseñar la dimensión moral de la vida social, política y económica. La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina 13. Aclaremos también otro punto muy importante. Cuando decimos que sólo el Magisterio de la Iglesia Católica tiene la autoridad para interpretar y enseñar auténticamente la Palabra de Dios (en la Biblia o en la Tradición), no estamos diciendo que nadie más pueda interpretar o enseñar la Palabra de Dios. Lo que estamos diciendo es que la autoridad suprema, aquí en la tierra, que nos asegura la interpretación y enseñanza correctas de la Palabra de Dios es el Magisterio de la Iglesia. Todos los demás cristianos pueden y deben, bajo la guía del Magisterio, interpretar y enseñar esa Palabra. Lejos de constituir un límite arbitrario para ese derecho y deber de todo cristiano, esa guía se convierte en una fuerza liberadora, por cuanto nos preserva del error y nos enseña positivamente toda la verdad salvífica, en todo su esplendor y belleza, que Cristo nos ha ordenado transmitir a todos los pueblos 14. De hecho, no corresponde a los pastores de la Iglesia intervernir directamente en la actividad política y en la organización de la vida social. Esta tarea forma parte de la vocación de los fieles laicos, que actúan por su propia iniciativa con sus conciudadanos. La acción social puede implicar una pluralidad de vías concretas. Deberá atender siempre al bien común y ajustarse al mensaje evangélico y a la enseñanza de la Iglesia. Pertenece a los fieles laicos animar, con su compromiso cristiano, las realidades y, en ellas, procurar ser testigos y operadores de paz y de justicia 15. La manera en que la Iglesia ejerce su misión de enseñar la doctrina social Cómo desempeña el Magisterio su función en relación a la doctrina social cristiana? La doctrina social de la Iglesia propone principios de reflexión, extrae criterios de juicio, da orientaciones para la acción 16. Los principios de reflexión se refieren a aquellas verdades sobre el hombre que la Iglesia saca de la revelación y de la recta razón para iluminar su juicio de las realidades temporales, por ejemplo, la dignidad de la persona humana. Los criterios de juicio se refieren a los principios valorativos que se derivan de los principios de reflexión con los cuales se evalúa la realidad social que se vive, por ejemplo, si el sistema social en cuestión respeta o no los derechos fundamentales que se derivan de la dignidad humana. Las orientaciones para la acción se refieren a las propuestas que la Iglesia hace para transformar la realidad social para que ésta esté en conformidad con la voluntad de Dios, por ejemplo, que el Estado permita la existencia de instituciones de libre iniciativa, como las asociaciones de obreros y patronos, para resolver las diferencias y los conflictos. En realidad, la razón más profunda por la cual la Iglesia, por medio de su Magisterio, tiene la autoridad para enseñar en materia de moral social es porque la Iglesia recibe del Evangelio la plena revelación de la verdad sobre el hombre. Cuando cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y les descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina 17. Al revelarnos a la persona humana, 12 Pablo VI, Encíclica Humanae vitae, sobre la transmisión de la vida humana, 25 de julio de 1968, número GS Cf. Mateo 28: Catecismo, número Ibíd., número Aquí el Catecismo cita a Juan Pablo II, Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, en ocasión del XX aniversario de la Populorum progressio, 30 de diciembre de 1987, número 47; cf. 42. En adelante, citaremos de este documento por medio de las siglas SRS, seguidas del número correspondiente. 17 Ibíd., número Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 5

6 la revelación cristiana...nos conduce a una comprensión más profunda de las leyes de la vida social 18. Basada en esta verdad sobre el hombre, que consiste en su dignidad y en los derechos y deberes que de ella se derivan, la Iglesia enseña que un sistema socioeconómico justo exige que la persona humana sea considerada como el sujeto y el fin de la economía y la vida social, y no simplemente un medio subordinado a otro fin, como la producción o la colectividad. Más concretamente, la Iglesia se ha basado en este principio de no tratar al hombre como mero medio sino como fin en sí mismo, para rechazar los sistemas modernos que, de un extremo o del otro, han subordinado a la persona humana a la economía. Todo sistema según el cual las relaciones sociales deben estar determinadas enteramente por los factores económicos, resulta contrario a la naturaleza de la persona humana y de sus actos 19. Uno de los sistemas principales de la modernidad rechazados por la doctrina social es el que se conoce como capitalismo liberal, que luego examinaremos con mayor profundidad. Una teoría que hace del lucro la norma exclusiva y el fin último de la actividad económica es moralmente inaceptable. El apetito desordenado de dinero no deja de producir efectos perniciosos. Es una de las causas de los numerosos conflictos que perturban el orden social. Toda práctica que reduce a las personas a no ser más que medios con vistas al lucro esclaviza al hombre, conduce a la idolatría del dinero y contribuye a difundir el ateísmo. No podéis servir a Dios y al dinero 20. El otro sistema rechazado por la doctrina social cristiana es el colectivismo, ya sea el comunismo o el socialismo. Un sistema que sacrifica los derechos fundamentales de la persona y de los grupos en aras de la organización colectiva de la producción es contrario a la dignidad del hombre 21. Más adelante tendremos oportunidad de analizar más profundamente a este otro sistema. Evolución de la doctrina social de la Iglesia La doctrina social cristiana se ha ido desarrollando conforme la Iglesia ha ido respondiendo a los desafíos sociales que se le han presentado a través de la historia. La doctrina social de la Iglesia ha surgido pues del encuentro entre el Evangelio y la vida social, política y económica. La enseñanza social de la Iglesia contiene un cuerpo de doctrina que se articula a medida que la Iglesia interpreta los acontecimientos a lo largo de la historia, a la luz del conjunto de la palabra revelada por Cristo Jesús y con la asistencia del Espíritu Santo 22. Es importante señalar que esta doctrina social de la Iglesia está dirigida a todos los hombres, si bien los primeros destinatarios lógicamente son los católicos y demás cristianos. Ello se debe a que la doctrina social se enmarca dentro de la ley natural, la cual es la misma para todos. Por supuesto, la credibilidad de la doctrina social cristiana depende mucho de que los cristianos la pongan en práctica. Esta enseñanza resultará tanto más aceptable para los hombres de buena voluntad cuanto más inspire la conducta de los fieles 23. Aunque la Iglesia, en obediencia a Cristo, siempre ha predicado la justicia social, la sistematización y el desarrollo de esta doctrina se han elaborado más explícitamente en los últimos cien años de su historia, es decir, desde el siglo XIX, cuando la Iglesia tuvo que enfrentarse al surgimiento del marxismo y del capitalismo liberal. La doctrina social de la Iglesia se desarrolló en el siglo XIX, cuando se produce el encuentro entre el Evangelio y la sociedad industrial moderna, sus nuevas estructuras para la producción 18 GS Catecismo, número Cf. Juan Pablo II, Encíclica Centesimus annus sobre el centenario de la publicación de la Rerum novarum, 1 de mayo de 1991, número 24. En adelante, este documento de Juan Pablo II será citado por las siglas CA, seguidas del número correspondiente. 20 Ibíd., número Aquí el Catecismo cita a Mateo 6:24 y a Lucas 16:13 y también a GS Catecismo., número Ibíd., número Cf. SRS 1 y Ibíd. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 6

7 de bienes de consumo, su nueva concepción de la sociedad, del Estado y de la autoridad, sus nuevas formas de trabajo y de propiedad 24. Sin entrar en detalles, he aquí un elenco de los principales documentos del Magisterio de la Iglesia sobre este tema, que el Catecismo condensa y sistematiza: 1- Rerum novarum, la situación obrera, León XIII, Quadragesimo anno, XL aniversario de la Rerum novarum, Pío XI, Mensaje radial La solemnitá de Pío XII, 1941, L aniversario de la Rerum novarum. 4- Mater et Magistra, sobre el creciente desarrollo de la cuestión social, Juan XIII, Pacem in terris, sobre la paz entre las naciones, Juan XXIII, Gaudium et spes, La Iglesia en el mundo actual, Concilio Vaticano II, Populorum progressio, sobre el progreso de los pueblos, Pablo VI, Octogesima adveniens, LXXX aniversario de la Rerum novarum, Pablo VI, Laborem excercens, sobre el trabajo, Juan Pablo II, Solicitudo rei socialis, sobre la cuestión social, Juan Pablo II, Centesimus annus, Centenario de la Rerum novarum, Juan Pablo II, Ibíd., número Cf. CA 3. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 7

8 El hecho de que la doctrina social de la Iglesia se haya elaborado en ocasión de ciertas conyunturas históricas no quiere decir que no tenga un valor perenne. Ese valor lo tiene, con las debidas adaptaciones según los tiempos, porque en definitiva se trata de una doctrina moral que como tal tiene que ver con el Evangelio y con la la defensa y promoción que éste hace de la dignidad humana. El Evangelio de Jesús y la dignidad del hombre son perennes. El desarrollo de la doctrina social de la Iglesia en materia económica y social da testimonio del valor permanente de la enseñanza de la Iglesia, al mismo tiempo que del sentido verdadero de su Tradición siempre viva y activa 25. ************************************************** 2. La persona y la sociedad (Números , ) La persona humana necesita de la vida social Como señalamos en el capítulo anterior, la imagen de Dios debe reflejarse también en la comunidad humana, ya que la persona humana es un ser comunitario porque ha sido creada a imagen de Dios, quién es una comunidad de personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Fundándose en esta verdad, la Iglesia enseña que existe una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la fraternidad que Dios quiere que las personas humanas forjen entre ellas 26. De esa naturaleza comunitaria, surge el hecho de que la persona humana necesita de los demás, no sólo para suplir sus necesidades, sino también para desarrollarse como persona y para lograr objetivos que por sí sola no podría alcanzar. Por ejemplo, para construir una carretera se necesitan muchas personas: obreros, ingenieros, planificadores urbanos, etc. Luego, una vez construida, esa carretera suple las necesidades de transporte de innumerables personas, que de otra manera no podrían llevar a cabo otras actividades necesarias para la vida y el desarrollo. Todas las personas tienen la misma dignidad, porque todas han sido creadas a imagen de Dios. Sin embargo, las personas son distintas en cuanto a sus talentos 27. Es bueno que Dios las haya creado así, porque de esa manera se ayudan unas a otras a lograr el bien de cada uno y de todos 28. Incluso, por medio de la vida social, las personas responden a la vocación (el llamado) que Dios les ha hecho a reproducir la imagen de su Hijo. El Catecismo enseña que por el intercambio con otros, la reciprocidad de servicios y el diálogo con sus hermanos, el hombre desarrolla sus capacidades; así responde a su vocación 29. Qué es una sociedad? De todo ello se desprende el hecho de que una sociedad es un conjunto de personas relacionadas entre sí de manera orgánica y con un principio de unidad superior a cada una 30. Ello quiere decir que una sociedad no es simplemente un conglomerado de individuos, sino una comunidad de personas, cuya interrelación se basa en las relaciones interpersonales, así como en el intercambio de bienes y servicios --según los distintos talentos de cada uno. Además, ese carácter orgánico implica la necesidad de una autoridad para hacer más efectiva la unidad y el funcionamiento de las distintas actividades. Si en una ciudad, por ejemplo, no existieran unas leyes de tránsito y la policía para exigir su cumplimiento, reinaría el caos y el conflicto, nadie podría llegar a su 25 Ibíd. 26 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 7 de diciembre de 1965, número 24. En adelante, este documento será citado por las siglas GS, seguidas del número correspondiente. 27 Cf. Mateo 13:8; 25: Cf. Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:18-21, Catecismo, número 1879; Cf. GS Cf. Catecismo, número 1880.

9 destino sin dificultad y peligro. Por último, el fin u objetivo principal de esa comunidad es Dios mismo, el bien sumo de toda persona. El bien inmediato es la persona misma, que, en ese sentido, es el principio, el sujeto y el fin de toda la sociedad y sus instituciones 31. Desde el momento en que la persona humana concreta es subordinada a un bien inferior, como el bienestar de unos pocos poderosos, desde ese momento se está atropellando la dignidad de la persona humana. Ahora bien, hay sociedades que corresponden más directamente a la naturaleza social de la persona humana, es decir, a la satisfacción de sus necesidades y al logro de sus aspiraciones. Dos ejemplos de esas sociedades son la familia y la ciudad. La persona humana necesita una familia para sobrevivir y desarrollarse como persona de forma más eficaz. La ciudad ha venido a ser también necesaria y más eficaz en cuanto a unir a las personas en convivencia y ayuda mutua. La participación de la persona humana en la vida social Para que el ser humano se desarrolle plenamente como persona en la sociedad es importante que se favorezca su participación en la vida económica, política y social. Al ser creada a imagen de Dios, la persona humana está dotada de la capacidad de conocer (pensar) y de relacionarse libremente con los demás 32. Su naturaleza humana le impulsa a ser protagonista en la vida social y a participar creativamente en ella, contribuyendo con los talentos y dones que Dios le ha dado. Para facilitar esa participación, es necesario que las personas puedan crear asociaciones e instituciones de libre iniciativa y no sólo contentarse con las que deben existir en el gobierno. Además de la familia y la ciudad, esas asociaciones e instituciones pueden ser para fines económicos, sociales, culturales, deportivos, políticos o de cualquier índole. Ejemplos de ellas son las empresas, los medios de comunicación, las asociaciones culturales, los partidos políticos, las organizaciones cívicas, las instituciones religiosas, las instituciones de derechos humanos y otras. El conjunto orgánico de estas asociaciones relacionadas entre sí, junto con la familia y los propios individuos, es lo que llamamos Αla sociedad civil. La sociedad civil es muy importante para el desarrollo y el mantenimiento de una sociedad democrática, ya que todas estas instituciones intermedias sirven de protección del individuo frente al Estado. La sociedad civil ayuda a garantizar los derechos de la persona humana, a que se le respete como es debido a su dignidad de persona, creada a imagen de Dios. Este respeto la afirma como persona, afirma su dignidad, su valor --que es una realidad ya dada. La participación en la sociedad civil se llama socialización. La socialización es lo que hace posible, o al menos facilita, el logro de los objetivos de las personas, que individualmente les sería muy difícil o imposible de alcanzar. Entre los logros más importantes de esta socialización están el desarrollo del sentido de iniciativa y responsabilidad de la persona humana. El proceso mismo de participación social hace que la persona humana se vuelva más consciente de sus deberes y más inclinada a realizarlos en libertad y creatividad, es decir, de amar a los demás como a sí misma siendo don para ellos, a imagen de Dios y de Cristo. Este proceso la desarrolla como persona, desarrolla su dignidad, su valor --realidad que es un proyecto a realizar. El principio de la subsidiaridad No se debe confundir la socialización, en la forma en que ha sido definida, con el socialismo. En el socialismo, el Estado es el que impone una falsa Αsocialización al apoderarse de todas las instituciones, eliminar las que no cree convenientes y negar la libre inciativa. El socialismo niega la sociedad civil. En otras palabras, el socialismo es una desviación de la verdadera socialización. La socialización, entonces, puede peligrar o desviarse. Si el Estado interviene demasiado, puede peligrar la libertad e iniciativa de las 31 Cf. GS, Cf. GS 12. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 9

10 personas. Por ello, la enseñanza social de la Iglesia ha desarrollado el principio de la subsidiaridad. Este principio significa que una estructura social superior (en el sentido de autoridad política) no debe interferir en la vida interna de una estructura social inferior en la consecución de los objetivos de esa estructura inferior, sino sólo para ayudarla cuando dicha estructura inferior no puede, por razones ajenas a su voluntad, lograr esos objetivos, y también para ayudarla a coordinar sus acciones con el resto de la sociedad para lograr mejor el bien común 33. Un ejemplo de la aplicación del principio de la subsidiaridad es el respeto que el Estado debe tener hacia el deber y el derecho que tienen los padres de ser los primeros y principales educadores de sus hijos. El Estado no debe nunca usurpar ese derecho-deber natural, porque la familia es anterior al Estado y el Estado está para servir a la familia y no al revés. El Estado puede y debe ayudar a la familia a lograr su objetivo educativo, por ejemplo, por medio de la educación pública o facilitando la educación privada. Pero dicha ayuda debe respetar los valores de los padres y la libertad de ellos de escoger la institución educativa de su preferencia (incluyendo la educación en el hogar). El Estado sólo debe intervenir cuando por graves razones (vg.r, grave enfermedad o incompetencia moral) los padres no pueden cumplir con ese objetivo. Incluso, en este último caso, el Estado debe permitir que las instituciones de la sociedad civil, con las debidas competencias morales y profesionales, intervenga para suplir esa ayuda. Otro ejemplo de la aplicación del principio de subsidiariedad se da en el ámbito económico. El Estado debe respetar y promover el derecho a la libertad económica, que es una extensión de la libertad humana, don que Dios le ha dado a la persona al crearla a su imagen. El derecho a la libertad económica y al ejercicio del espíritu empresarial tienen su justificación, origen y fundamento en el hecho de que la persona humana, al haber sido creada a imagen de Dios, está dotada de voluntad e intelecto, facultades que hacen posible la libertad, la inventiva y la creatividad. El rol del Estado ante la empresa privada, aplicando el principio de la subsidiaridad, es el de ayudar a garantizar los derechos de todos, empleados y patronos, pero no el de anular la iniciativa privada ni el de usurparle sus logros. Lamentablemente, en las sociedades totalitarias y colectivistas, el Estado se abroga todas las funciones que normalmente llevaría a cabo la sociedad civil, incluyendo el sistema de libre empresa. Ello contradice el orden natural, en el sentido de que atropella la naturaleza social de la persona humana, así como su libertad y su capacidad intelectual, que incluyen su capacidad de iniciativa y su creatividad. Por consiguiente, la negación de este derecho daña a la persona como persona, por cuanto va en contra de su propia naturaleza humana, creada a imagen de Dios. La negación de la libertad económica también tiene otras consecuencias negativas. Una de ellas es que entorpece grandemente la satisfacción de las necesidades materiales de las personas. Ello se debe a que en una sociedad totalitaria y colectivista la economía queda centralizada en manos del Estado, la empresa privada es anulada o al menos muy debilitada. El resultado de ello es que la producción de bienes y servicios disminuye grandemente, porque es muy difícil para el Estado por sí solo incentivar y planificar la producción de toda la población, ya que una sola entidad en un nivel político superior no es capaz de detectar las necesidades a nivel de la base ni desarrollar formas concretas de suplirlas. Además, no tiene todos los recursos humanos y materiales para hacerlo. Las personas concretas y las empresas que ellas establecen, por estar en contacto con el entorno social inmediato, son las que pueden llevar a cabo dicha producción con mucho más facilidad y eficacia. Por último, lo que más incentiva a una persona a producir es el saberse dueña o co-partícipe de los medios de producción, así como de lo que produce --al menos en el sentido de sentirse libre de adquirir lo que estime conveniente con el dinero que ha ganado honestamente. Y ello se da normalmente en los ámbitos donde se permite la existencia de la empresa privada. 33 Cf. CA 48, que se basa en en Pío XI, Encíclica Quadragesimo anno, sobre la restauración del orden social, 15 de mayo de 1931, números En adelante este documento de Pío XI, será citado por las siglas QA, seguidas del número correspondiente. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 10

11 Otra consecuencia negativa de la negación de la libertad económica es que está también niega, al menos parcialmente, el logro de sus aspiraciones más elevadas, como las culturales y religiosas. Esto último se debe al hecho de que, como veremos en el próximo capítulo, la persona humana, en su naturaleza, está jerarquizada de tal manera que sus facultades físicas están ordenadas hacia las espirituales, y si las primeras no han sido satisfechas, difícilmente lo serán adecuadamente las segundas. Cuando una persona está pasando hambre difícilmente podrá tener la energía para ocuparse de valores más elevados. El principio de subsidiaridad también se extiende en su aplicación a las relaciones internacionales. En este contexto entran en juego, por un lado, el derecho de las naciones a su soberanía y, por el otro, el respeto a los derechos y deberes humanos fundamentales, los cuales trascienden las culturas y las naciones, ya que éstos se fundan en la persona humana, que es anterior a la sociedad. Una entidad supranacional, como Naciones Unidas (ONU), o las naciones que son poderosas, no deben violar la soberanía de otras naciones débiles, ni mucho menos imponerle un dominio injusto y, a la hora de socorrerlas (lo cual es un deber humano y cristiano), de hacerlo siempre respetando su libertad y sus valores 34. En la actualidad existe la triste situación de que la propia ONU viola los derechos fundamentales de las personas al promover el aborto y otros males. Muchas veces la ONU y ciertos países poderosos quieren imponerles el control demográfico, por medio de la anticoncepción, la esterilización y el aborto, a los países en desarrollo, condicionando su ayuda económica a esos países a la aceptación de dicho control 35. Ello es una violación directa del derecho a la soberanía de esos países en desarrollo y peor aún de los derechos fundamentales de sus ciudadanos más inocentes e indefensos: los niños no nacidos. El gobierno humano debe reflejar el gobierno divino Siendo Dios el fin (meta principal) de la comunidad humana, ésta debe imitar la manera en que Dios gobierna el mundo. Y Dios gobierna el mundo delegando su autoridad e incluso su propia providencia en las personas humanas. Dios gobierna el mundo por medio de su providencia amorosa repartiendo sus dones como Él quiere para que las personas se organicen y se ayuden libremente unas a otras. Los Mandamientos de Dios, lejos de coaccionar esa libertad, la encauzan correctamente hacia el bien. Ahora bien, si Dios ha manifestado tanto respeto por la libertad humana en su gobierno del mundo, dentro de los límites del bien, lo menos que pueden hacer las autoridades humanas (cuya potestad ha sido otorgada por Dios) es imitar ese gobierno divino. Ello es parte del llamado que Dios nos hace de manifestar su imagen en el mundo. ****************************************************** 3. La conversión y la sociedad (Números , 1895, 1896) Necesidad de reconocer el orden de los valores Ya hemos visto en el capítulo anterior que la sociedad es indispensable para la realización de la vocación de la persona humana. Es decir, la comunidad humana no sólo es necesaria para satisfacer las necesidades y para lograr las legítimas aspiraciones de la persona, sino también para llevar a cabo la vocación (el llamado) que Dios le ha hecho, que consiste en manifestar la imagen de Dios en los demás y en ella misma. Pero ello implica que la persona y la sociedad respeten y promuevan los valores en su justo orden. Es decir, deben reconocer que existe una jerarquía u orden de importancia de los valores. Hay valores que son más importantes que otros. Ello se debe a que los valores se fundan en la persona humana misma y la persona humana es una unidad integrada de diferentes dimensiones que están jerarquizadas. 34 Cf. Juan XIII, Encíclia Pacem in terris, sobre la paz entre todos los pueblos, 11 de abril de 1963, números En adelante, citaremos de este documento por medio de las siglas PT, seguidas del número correspondiente. 35 Vida Humana Internacional tiene toda una sección en su página web < dedicada a la ONU, consulte: Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 11

12 Expliquemos esto un poco. La persona humana es un ser compuesto de alma y cuerpo. El cuerpo y el alma forman una unidad sustancial, no accidental. Ello significa que el alma y el cuerpo no son dos entidades independientes que se unen accidentalmente para formar la persona humana, sino que ambas son dimensiones intrínsecas de la persona humana. No hay persona humana si no están presentes las dos. A veces esta verdad se olvida, porque estamos muy influenciados por el pensamiento dualista de la filosofía pagana antigua. Pero la Biblia y la Iglesia enseñan que tanto el alma como el cuerpo han sido creados por Dios y llamados a la redención por Cristo. Recordemos que en el Credo confesamos nuestra fe en la resurrección del cuerpo. Ello tiene mucha importancia, porque si el cuerpo es parte intrínseca (no accidental) de la persona, entonces el cuerpo de alguna manera participa también de la imagen de Dios y por tanto de la dignidad de la persona humana. De ello se sigue que el cuerpo debe ser respetado y atendido correctamente. El cuerpo humano no puede ser tratado como el de los animales. El cuerpo humano tiene una importancia moral 36. Sin embargo, el alma es más importante que el cuerpo. La razón por la cual el alma es superior al cuerpo es porque el alma es el principio vital de éste y porque el cuerpo existe para que el alma se actualice, se manifieste. En el alma residen las facultades del intelecto y la voluntad. Por medio de ellas, la persona humana es capaz de conocer y amar, a imagen de Dios. Además, los valores del alma, que son espirituales, nunca se acaban. Sin embargo, esta superioridad del alma no quita la importancia y el valor del cuerpo. Después de todo, la persona humana realiza las actividades de conocer y amar, que la distinguen de los animales, en y por el cuerpo. Por ejemplo, una persona manifiesta su amor hacia los pobres sirviéndoles comida y cuidando a los que están enfermos. Esas actividades las realiza con toda su persona, con su alma y con su cuerpo. Un escultor manifiesta la belleza por medio de una escultura, la cual es una obra material. La vida corporal no es pues el valor más importante de la persona, la vida espiritual es superior. Sin embargo, la vida corporal es el valor más fundamental, porque es la base y condición de los demás valores 37. Por ello no debemos despreciar la vida corporal, sino defenderla. Esta jerarquía en las dimensiones corporales y espirituales de la persona implica una jerarquía en los valores, porque los valores están íntimamente relacionados con las dimensiones de la persona. Los valores de la verdad, el amor, el bien, la belleza, la libertad, la amistad, el respeto a los bienes de los demás, etc., surgen precisamente de las distintas dimensiones que componen a la persona humana: el alma, con todas sus facultades, y el cuerpo con todas las suyas. La persona humana está orientada a estos valores espirituales, comenzando desde su propia corporeidad. La sociedad como una realidad principalmente espiritual Si la persona humana es una unidad jerarquizada de dimensiones y de valores correspondientes y si la persona humana es el fundamento, sujeto y fin de la sociedad, entonces se sigue que la sociedad debe favorecer los valores en su justa jerarquía. Ello implica a su vez que la comunidad humana debe ser considerada como una realidad principalmente espiritual, puesto que la persona humana, desde su corporeidad está orientada a lo espiritual. La sociedad es indispensable para la realización de la vocación humana. Para alcanzar este objetivo es preciso que sea respetada la justa jerarquía de los valores que subordina las dimensiones materiales e instintivas del ser del hombre a las interiores y espirituales 38. Si la sociedad debe tender hacia los valores espirituales, entonces se sigue que sus instituciones deben también tender a los mismos, porque es evidente que el tejido social está compuesto de ellas. En consecuencia, la familia, la política, la economía, en fin, todas las instituciones sociales, deben tener los 36 Cf. GS Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre el aborto provocado, 18 de noviembre de 1974, número Cf. CA 36. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 12

13 valores espirituales de la persona humana como su fin principal. La sociedad humana... tiene que ser considerada, ante todo, como una realidad de orden principalmente espiritual: que impulse a los hombres, iluminados por la verdad, a comunicarse entre sí los más diversos conocimientos; a defender sus derechos y cumplir sus deberes; a desear los bienes del espíritu; a disfrutar en común del justo placer de la belleza en todas sus manifestaciones; a sentirse inclinados continuamente a compartir con los demás lo mejor de sí mismos; a asimilar con afán, en provecho propio, los bienes espirituales del prójimo. Todos estos valores informan y, al mismo tiempo, dirigen las manifestaciones de la cultura, de la economía, de la convivencia social, del progreso y del orden político, del ordenamiento jurídico y, finalmente, de cuantos elementos constituyen la expresión externa de la comunidad humana en su incesante desarrollo 39. El subvertir este orden constituiría un atropello contra la persona humana misma, puesto que, como ya hemos señalado, los valores espirituales se fundan en la persona humana, creada a imagen de Dios. Es por ello que los sistemas sociales que no respetan los valores espirituales devienen en injustos y generan estructuras de pecado, como los negocios del aborto y la pornografía, la corrupción gubernamental y la explotación institucionalizada de los pobres, entre otros. En última instancia lo que estos sistemas injustos acarrean es el tratar a la persona humana como un medio y no como un fin en sí misma, como un objeto o instrumento y no como un sujeto que merece respeto. Estas estructuras injustas hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana, conforme a los mandamientos del Legislador Divino 40. Prioridad de la conversión, de la gracia de Dios y del amor De todo ello se sigue que es necesario promover los valores espirituales y morales de la persona humana. Se necesita de una permanente conversión interior que genere los cambios sociales que a su vez fomenten el respeto y promoción de la dignidad humana. De manera que lo primordial es la conversión del corazón, pero ella a su vez debe llevar al cambio de estructuras, de injustas a justas, para que se promuevan la verdad, el amor, la justicia y la belleza, en fin, el bien de la persona y la gloria de Dios. La prioridad reconocida a la conversión del corazón no elimina en modo alguno, sino, al contrario, impone la obligación de introducir en las instituciones y condiciones de vida, cuando inducen al pecado, las mejoras convenientes para que aquéllas se conformen a las normas de la justicia y favorezcan el bien en lugar de oponerse a él 41. Ninguna de estas cosas se puede lograr sin la gracia de Dios. La gracia de Dios actúa misteriosamente en el corazón y la mente de las personas de buena voluntad, aunque no sean cristianas y no estén conscientes de ello 42. La gracia de Dios ilumina la mente para que conozca los verdaderos caminos que conducen al bien y también mueve la voluntad para que tenga la fuerza de llevar a cabo los proyectos que logren ese bien. Sin la ayuda de la gracia, los hombres no sabrían acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava 43. Los cristianos, especialmente los laicos, tienen el particular cometido de cooperar con la gracia de Dios para transformar las estructuras sociales en conformidad con el bien que Dios desea para la humanidad que Él ha creado. A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios 44. De manera que la vocación principal de los laicos no está dentro de los templos ayudando a los sacerdotes, aunque ello también es bueno y necesario, sino en la familia y en la sociedad, para transformarlas según la voluntad de Dios. Si el papel 39 PT Pío XII, discurso radial La solemnitá, en el L aniversario de la Rerum novarum, 1 junio Catecismo, número 1888; cf LG Cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, 21 de noviembre de 1964, número 16. En adelante, citaremos de este documento por medio de las siglas LG, seguidas del número correspondiente. 42 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, 21 de noviembre de 1964, número 16. En adelante, citaremos de este documento por medio de las siglas LG, seguidas del número correspondiente. 43 Catecismo, número 1889, aquí el Catecismo está citando a CA Cf. LG 31. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 13

14 de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este terreno, a los seglares corresponde, con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven 45. Ahora bien, los cristianos no imponen sus valores morales a los demás, primero porque deben actuar proponiendo (no imponiendo) lo que es auténticamente bueno para todos y segundo porque los valores morales fundamentales son comunes a todos los seres humanos, ya que Dios los creó a todos con esos valores que son inherentes a la naturaleza humana como tal. Por lo tanto, esos valores son defendibles apelando a la razón humana, que es común a todos, y no necesariamente o solamente a la revelación cristiana. Por ejemplo, la defensa de la vida humana ante el crimen del aborto no es un asunto puramente religioso, como algunos erróneamente creen, sino de derechos humanos. La vida humana se defiende con argumentos razonables y científicos: el hecho de que el no nacido es una persona humana, cuya vida debe ser respetada. Por ello, los políticos católicos, al oponerse al aborto, no les están imponiendo sus valores a los demás, sino al contrario, están ejerciendo su grave deber de defender los derechos de los ciudadanos más débiles e indefensos ante la imposición de la muerte por parte de los abortistas. Con su ejemplo, con la oración y con la participación pacífica y activa en la vida social, los cristianos contribuyen a la transformación de la sociedad y de la cultura. 45 PP 81. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 14

15 Nada de ello implica que los cristianos no deban evangelizar. Una cosa no quita la otra. Todo lo contrario. Los cristianos tienen el deber de evangelizar porque Cristo lo ha ordenado 46 y porque con mucha frecuencia los hombres, engañados por el Maligno, se envilecen con sus fantasías y convierten la verdad de Dios en mentira 47. Pero a la hora de trabajar para el cambio social en una sociedad secularizada, los cristianos comienzan por demostrar cómo sus valores coinciden plenamente con las legítimas aspiraciones de la sociedad. Es más, esta labor de servicio social de los cristianos puede preparar el camino para una eficaz evangelización, que consiste en llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar la misma humanidad 48. Cuando la gente vea cómo se aman los cristianos y que su Iglesia es una servidora de la humanidad, entonces con más facilidad se convertirán a Jesucristo. En fin de cuentas lo que hace posible el verdadero cambio social es el amor, la caridad. El amor a Dios y al prójimo es el mayor mandamiento social, porque promueve el respeto a los demás y a sus derechos. El amor exige que se practique la justicia y de hecho es el único que nos hace capaces de practicarla 49. El amor nos inspira a darnos a nosotros mismos a los demás. Sólo en esa entrega es que nos desarrollamos plenamente como personas, ya que el amor es el valor más elevado de la persona humana, porque Dios es amor 50 y la persona humana ha sido creada a Su imagen. El desarrollo más importante es el desarrollo moral y espiritual de la persona en el amor. Por ello Jesucristo dijo: Quien intente guardar su vida la perderá; y quien la pierda la conservará 51. Es decir, quien se repliega sobre sí mismo se estanca y se atrofia como persona. Pero quien se entrega por amor a los demás, se encuentra a sí mismo, se actualiza a sí mismo, se parece más a Dios y a Cristo, que nos dio el ejemplo máximo de amor al entregar su vida por todos. En realidad, no hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio 52. *************************************************** 4. La autoridad política (Números ) Necesidad de la autoridad política En el capítulo 2, donde tratamos el tema de la persona y la sociedad, hablamos de la importancia de la autoridad política. En este capítulo vamos a profundizar sobre este tema. La persona humana ha sido llamada por Dios a participar en la vida social para de ese modo contribuir al bien común. Ahora bien, para que las personas puedan participar ordenadamente en la vida social se necesita una autoridad que rija la sociedad, es decir, de una autoridad política. ΑUna sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes, investidos de legítima autoridad, que defiendan las instituciones y consagren, en la medida suficiente, su actividad y sus desvelos al provecho común del país 53. El Catecismo enseña que la autoridad es una cualidad en virtud de la cual personas o instituciones dan leyes y órdenes a los hombres y esperan la correspondiente obediencia 54. Origen divino de la autoridad política 46 Cf. Mateo 28: LG 16; cf. Romanos 1: Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, sobre la evangelización del mundo contemporáneo, 8 de diciembre de 1975, número 18. En adelante, citaremos de este documento por medio de las siglas EV, seguidas del número correspondiente. 49 Cf. Catecismo, número Juan 4:8, Lucas 17: Catecismo, número PT Catecismo, número Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 15

16 Ahora bien, como también vimos en el capítulo 2, Dios delega en parte su gobierno del mundo a las personas humanas. Por consiguiente, la autoridad política viene de Dios, es una exigencia del orden moral que Él ha establecido, no es simplemente una invención humana. La Biblia dice: ΑSométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación 55. Elaborando el concepto de obediencia debido a la autoridad, el Catecismo enseña que este deber de obediencia impone a todos la obligación de dar a la autoridad los honores que le son debidos, y de rodear de respeto y, según su mérito, de gratitud y de benevolencia a las personas que la ejercen 56. La Biblia incluso ordena que se ore por los gobernantes. San Pablo dice: Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones y súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad 57. Fiel a esta enseñanza de la Palabra de Dios, la Iglesia incluye, entre sus oraciones más importantes en la celebración de la Eucaristía, una oración por los gobernantes. El Catecismo señala que la más antigua oración de la Iglesia por la autoridad política tiene como autor a San Clemente Romano 58, que fue el cuarto Papa que tuvo la Iglesia. San Clemente oraba de esta manera: Concédeles, Señor, la salud, la paz, la concordia, la estabilidad, para que ejerzan sin tropiezo la soberanía que tú les has entregado. Eres tú, Señor, rey celestial de los siglos, quien da a los hijos de los hombres gloria, honor y poder sobre las cosas de la tierra. Dirige, Señor, su consejo según lo que es bueno, según lo que es agradable a tus ojos, para que ejerciendo con piedad, en la paz y la mansedumbre, el poder que les has dado, te encuentren propicio 59. Diversidad de sistemas y límites de la autoridad política Ahora bien, la Iglesia no se adhiere a un sólo sistema de autoridad política, sino que deja a la libertad de los ciudadanos el determinar qué sistema político es más conveniente para ellos y para la consecución del bien común. Ello implica que, si bien la autoridad política viene de Dios, esa autoridad pasa por el legítimo acuerdo de los que son gobernados. En otras palabras, según la enseñanza de Dios que la Iglesia transmite, la autoridad no debe imponerse autoritariamente. De ahí que el Catecismo enseñe que la diversidad de los regímenes políticos es moralmente admisible con tal que promuevan el bien legítimo de la comunidad que los adopta 60. Esto último nos lleva al tema de los límites de la autoridad política. Para que sea legítima, la autoridad política debe servir al bien común, como se desprende de lo que ya se ha dicho. Ello es algo que se encuentra explícitamente en la enseñanza bíblica que ya citamos sobre la oración por los gobernantes:...para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad 61. La fuerza de la legítima autoridad política es pues una fuerza moral, no despótica. Es decir, su legitimidad se funda en la ley de Dios, que es una ley para el bien común. Por lo tanto, la autoridad política, enseña el Catecismo, no debe comportarse de manera despótica, sino actuar para el bien común como una fuerza moral, que se basa en la libertad y en la conciencia de la tarea y obligaciones que ha recibido 62. Santo Tomás de Aquino, uno de los sabios más grandes que ha tenido la Iglesia, enseñó lo siguiente: La 55 Romanos 13, 1-2; cf 1 Pedro 2, Catecismo, número Timoteo 2: Catecismo, número San Clemente Romano, Carta a los Corintios, 61: Catecismo, número Véase otra vez la fuente de la nota Catecismo, número El Catecismo está citando aquí a GS 74.

17 legislación humana sólo posee carácter de ley cuando se conforma a la justa razón; lo cual significa que su obligatoriedad procede de la ley eterna. En la medida en que ella se apartase de la razón, sería preciso declararla injusta, pues no verificaría la noción de ley; sería más bien una forma de violencia 63. Pero la autoridad política no sólo tiene el deber de buscar el bien común de la sociedad, también debe emplear medios moralmente lícitos para alcanzarlo. El principio de la ley natural y también de la Biblia de que nunca se debe hacer el mal para lograr el bien 64, no sólo aplica a todas las personas, sino también a la autoridad política y a cualquier autoridad. Al respecto, el Catecismo enseña que Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia 65. Ejemplos de leyes injustas son aquellas que permiten el aborto o la pornografía. Los cristianos y todos los hombres de buena voluntad no deben dejarse llevar por esas leyes e, incluso, tienen el deber, de forma pacífica y moral, de combatirlas. Hay ocasiones en que el cristiano o la persona de buena voluntad debe desobedecer directamente una ley injusta. Tal sería el caso en el que una ley abortista le intentara imponer a un médico la realización de un aborto. El médico no debe nunca provocar el aborto ni remitir su práctica a otro médico. En casos como ésos hay que seguir la enseñanza bíblica que dice: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres 66. La Iglesia, que es sabia, se ha dado cuenta de que una de las maneras más eficaces de mantener a la autoridad política dentro de sus justos límites es por medio del equilibrio de los poderes. Este sistema de orden político es el que existe en los Estados de derecho. En esos sistemas normalmente existen tres poderes independientes que se limitan unos a otros: el poder ejecutivo (el presidente), el poder legislativo (el parlamento o senado) y el poder judicial (los tribunales). Ninguno de ellos debe irse por encima de los otros dos, so pena de caer en un sistema autoritario. Todos ellos, al igual que el resto de los ciudadanos, deben regirse por la ley y no por la voluntad arbitraria de algunos sobre los demás. Ello es lo que significa un Estado de derecho, en el cual la autoridad política goza de legitimidad 67. ******************************************************* 5. El bien común (Números , ) Qué se entiende por el bien común? Como la persona humana es un ser social, el bien de cada cual está necesariamente relacionado con el de los demás. Ya hemos visto que las personas se necesitan unas a otras. No es bueno que el hombre esté solo, dice la primera página de la Biblia 68. Y uno de los escritos cristianos de mayor antigüedad recomienda encarecidamente lo siguiente: No viváis aislados, cerrados en vosotros mismos, como si estuvieseis ya justificados, sino reuníos para buscar juntos lo que constituye el interés común 69. Ya hemos visto que las personas se necesitan unas a otras para poder lograr lo que solas les sería muy difícil alcanzar, por no decir imposible. Las personas se unen en proyectos comunes, donde cada cual aporta su talento y sus recursos para el logro de un mismo fin. De esa manera, los ciudadanos construyen ciudades, puentes, carreteras, aeropuertos y otros medios materiales de gran importancia para la satisfacción de las necesidades humanas. También establecen juntos instituciones para la realización de fines importantes: sistemas educativos, empresas, asociaciones civiles, entre otras. El conjunto de esas condiciones es lo que llamamos el bien común. Utilizando la definición del Catecismo, podemos decir que el bien común es el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada 63 Sto. Tomás de Aquino, Suma Teológica, 1-2, 93, 3 ad Cf. Romanos 3:8. 65 Catecismo, número Hechos 5: Catecismo, número 1904; cf. CA Génesis 2: Epístola de Bernabé, 4: 10. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 17

18 uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección 70. El Catecismo desarrolla este concepto del bien común explicando que éste comporta tres elementos esenciales 71. Veamos a continuación esos elementos. El respeto a la persona El primero de los elementos esenciales del bien común es el respeto a la persona. Ello es muy importante, porque uno de los errores sociales más perniciosos es creer que existe un antagonismo entre el bien común y el bien de la persona concreta, hasta el punto de subordinar la persona a la colectividad. Pero el Catecismo le sale al paso a esta errónea idea explicando que el bien común auténtico incluye el bien de cada persona que compone la sociedad. El bien común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: El orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas... y no al contrario 72. El Catecismo amplía esta importante aclaración enseñando que la autoridad política y la sociedad en general deben, por un lado, respetar los derechos fundamentales de las personas y, por el otro, permitir la realización de su vocación y de sus deberes. Si examinamos atentamente la definición del bien común que da el Catecismo, nos damos cuenta de que este respeto de los derechos de la persona y el permitir la realización de sus deberes (necesarios para la consecución de su vocación) fluyen de la propia definición del bien común. En efecto, si el bien común implica la existencia de condiciones sociales que faciliten o hagan posible la realización de la vocación de las personas, entonces de ello se sigue que los derechos y deberes de las personas deben ser respetados --de otra manera caemos en una contradicción. Por ello el Catecismo dice: En nombre del bien común, las autoridades están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana. La sociedad debe permitir a cada uno de sus miembros realizar su vocación 73. El Catecismo abunda aún más en este importante punto explicitando aquellos derechos fundamentales que más directamente tienen que ver con la realización de la vocación de la persona humana a manifestar la imagen de Dios, en la cual ha sido creada. Cuáles son esos derechos? Recordemos que el haber sido creada a imagen de Dios significa que la persona humana está dotada de inteligencia y voluntad. Estas facultades naturales hacen posible que la persona humana, salvando la distancia infinita entre criatura y Creador, refleje a Dios en su libertad y su creatividad. Por consiguiente, los derechos que corresponden más directamente con el ejercicio de la vocación humana son las libertades naturales de actuar y expresarse según la recta conciencia, la iniciativa económica y la práctica religiosa. El Catecismo lo expresa de la siguiente manera: En particular, el bien común reside en las condiciones de ejercicio de las libertades naturales que son indispensables para el desarrollo de la vocación humana: derecho a... actuar de acuerdo con la recta norma de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad, también en materia religiosa 74. Obsérvese que el Catecismo no tiene un concepto ilimitado de la libertad humana. La libertad humana no es un absoluto. La libertad humana está subordinada a la búsqueda de la verdad, la cual a su vez le indica el bien que debe hacer. Por ello el Catecismo aquí habla de la recta norma de la conciencia y de la justa libertad. No es éste el lugar para abundar sobre el tema de la libertad, el cual es objeto de estudio en la parte del Catecismo que trata los fundamentos de la moral 75. Pero podemos resumir este tema diciendo que el Catecismo enseña que la libertad no es libertinaje y al mismo tiempo añade que, sin embargo, hay que respetar la libertad de cada cual, dentro de los límites del bien común, en su deber de buscar la verdad y del bien. Es decir, a cada persona se le debe respetar su libertad y el ejercicio de ella en la búsqueda de la verdad y del bien. Por otro lado, cada persona tiene el sagrado deber de buscar la verdad 70 Catecismo, número 1906, el Catecismo cita aquí a GS 26; cf. GS Ibíd. 72 Ibíd., número, Aquí el Catecismo cita a GS Ibíd., número Ibíd. El Catecismo cita aquí a GS Cf. Catecismo, números Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 18

19 con sinceridad, sobre todo en materia religiosa, y, una vez encontrada, adherirse a ella. Pero como la verdad no debe ser impuesta, hay que dejar que cada persona busque y acepte libremente la verdad, sin detrimento del bien común y de los demás 76. Lamentablemente, las autoridades de los regímenes totalitarios coartan la justa libertad de los ciudadanos de forma arbitraria; mientras ellas mismas sí gozan de esas libertades. Son autoridades hipócritas. En ese sentido, actúan en contra del bien común, en vez de a su favor. Pero también hay sociedades democráticas que tienen graves fallas al no respetar los derechos de una minoría indefensa o desaventajada, en nombre de una mayoría que sí tiene voz y voto. Por ejemplo, hay sociedades que se proclaman democráticas, y hasta cierto punto lo son, porque le reconocen las libertades naturales a una mayoría de la población, pero que al mismo tiempo les niegan el derecho a la vida a los no nacidos por medio del aborto y en nombre de una falsa Αlibertad de decidir. Esas sociedades son parcialmente democráticas y parcialmente totalitarias. También se caracterizan por la hipocresía, porque se dicen Αlibres, pero no les reconocen los derechos a todos por igual. El bienestar social y el desarrollo del grupo El segundo elemento esencial del bien común es el bienestar social y el desarrollo del grupo. Este segundo elemento viene lógicamente a completar el primero. En efecto, si el bien común se refiriera solamente al bien de la persona individual, ya no sería el bien común. Es cierto que el Estado y la sociedad tienen deberes hacia cada persona, pero también es cierto que cada persona tiene deberes hacia el Estado y el resto de la sociedad. 76 Cf. Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 7 de diciembre de 1965, números 1-3, para una interesante ampliación del tema de la relación entre la libertad y el grave deber de buscar de la verdad y de adherirse a ella una vez encontrada. En adelante, citaremos de este documento utilizando las siglas DH, seguidas del número correspondiente. Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 19

20 Obsérvese que se trata no sólo del Αbienestar social, sino también del Αdesarrollo del grupo. Lo primero se refiere a la sociedad como receptora de los bienes que componen el bien común. Lo segundo se refiere a la sociedad como sujeto de ese bien. Es verdad que sólo las personas humanas individuales son sujetos. Sin embargo, la sociedad, entendida ésta como un entramado de personas y de instituciones que ellas crean, posee, por extensión, una subjetividad. Es en ese sentido que podemos decir que la sociedad es sujeto, y no simplemente objeto, del desarrollo. Es decir, la sociedad, incluyendo aquí a las personas e instituciones que la componen y al mismo Estado, tienen el deber de contribuir socialmente al bien común. Las mismas instituciones, tanto las de iniciativa privada como las del gobierno, se crean para facilitar la ejecución de los deberes sociales: transporte, educación, salud, y otros. El resumen de todos esos deberes es lo que llamamos desarrollo 77. Ahora bien, hay bienes en la sociedad que son más importantes que otros. Por ejemplo, un sistema de salud es más importante que un estadio deportivo. Ante esta diversidad de intereses se impone la necesidad, sobre todo cuando hay presupuestos limitados, de que el Estado decida qué interés de orden público va a favorecer más. En ese contexto es evidente que el Estado debe tener como su primera prioridad el favorecer las condiciones sociales necesarias para la vida. Ciertamente corresponde a la autoridad decidir, en nombre del bien común, entre los diversos intereses particulares; pero debe facilitar a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana: alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho de fundar una familia, etc 78. Observemos que el texto del Catecismo dice facilitar. Es decir, la autoridad política no puede por sí misma crear todas las condiciones necesarias para la vida humana. Ello es un esfuerzo que es deber de todos y de las instituciones de libre iniciativa. Sin embargo, es deber del Estado ayudar a coordinar estos esfuerzos y hacer un buen uso del erario público a la hora de priorizar las necesidades sociales. En ese sentido se precisa una colaboración honesta entre el sector público y el sector privado. La paz, la estabilidad y la seguridad El tercer elemento del bien común es la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo 79. El primer deber de la autoridad política es la seguridad, el orden público y la paz de los ciudadanos y las instituciones. Si estas cosas no están presentes difícilmente se podrá conseguir el bien común y mucho menos el desarrollo y la justicia. Ahora bien, la autoridad política debe asegurar el orden público por medios honestos. Es decir, no debe usar como pretexto de establecer la seguridad un uso excesivo de la fuerza ni violar la justa libertad y la privacidad de los ciudadanos por medio de un estado policíaco. Al contrario, corresponde al Estado defender y promover el bien común de la sociedad civil, de los ciudadanos y de las instituciones intermedias 80. Este deber de asegurar el orden público y la paz entre los ciudadanos contrasta muchas veces, lamentablemente, con un discurso revanchista que ciertos líderes políticos enarbolan, ya sea cuando hacen campaña o cuando ya se encuentran en el poder. Pero lo único que se logra con ello es dividir a la población, muchas veces fomentando el resentimiento de los pobres hacia los ricos. Así no se logra nada, los mismos pobres son los primeros en salir perjudicados. Los problemas sociales y económicos no se resuelven con el conflicto entre las clases. Al contrario, se comienzan a resolver con un proceso de reconciliación, por medio del cual las clases se acercan unas a otras: los aventajados abren su corazón y de verdad ayudan a los más desafortunados y estos últimos abandonan su sentimiento de auto-derrotismo y toman conciencia de su propia dignidad, conciencia que es la llave para la superación personal y colectiva. Algunos pensadores sociales han proclamado la errónea idea de que el conflicto entre las clases es el motor que mueve la historia. Si ello fuese verdad, (vergüenza debería de darnos como seres 77 Catecismo, número 1908; cf GS Ibíd. 79 Ibíd., número Ibíd., número Doctrina social Vida Humana Internacional Derechos Reservados 20