El Dios de nuestra fe

Transcripción

1 El Dios de nuestra fe Hermilo Eduardo Pretto * Siempre es un desafío hablar de Dios porque es inmenso el peligro de imaginarlo a nuestra imagen y semejanza. El filósofo y escritor francés Voltaire cierta vez escribió que, después que Dios había creado al ser humano a su imagen y semejanza, el propio ser humano respondió, creando a Dios a su propia imagen y semejanza. No hay como negar, en efecto, que, por detrás de la cáustica ironía, la frase esconde algo de verdadero. Ante todo, la experiencia de Dios está vinculada vitalmente con las experiencias humanas. Por esta razón, la infinita riqueza de la imagen divina revela, en cada situación, algo que responde a la situación vivida por las personas, en términos de realización o de frustración, de paz o de sufrimiento. Esta es la condición de la vitalidad y de la autenticidad de la experiencia de Dios. Y también es la garantía de una respuesta personal a los deseos humanos más profundos. Es aquí que la experiencia de Dios asume la forma de encuentro. Pero además de este aspecto, que revela el lado gratificante de la experiencia de Dios, también es necesario destacar otro, revelador de la pequeñez humana. Todo ser humano, en verdad, de una forma o de otra, anda buscando justificaciones sublimes para lo que planea y realiza. Lo que fue proyectado y realizado sin Dios ahora busca su respaldo. Cuando esto acontece, en vez de un Dios de gracia y justicia se está hablando de las proyecciones humanas, de los deseos raramente confesados. Para toda persona que se alimenta en la fe, * * Hermilo Eduardo Pretto nasceu em 28/01/1945 e faleceu em 25/01/2004. Presbítero e membro da Congregação dos Missionários de São Carlos (escalabrinianos), obteve mestrado em filosofia (Roma, Universidade Gregoriana) e em teologia dogmática (Univ. Católica de Friburgo, Suíça). Lecionou no ITESP, em São Paulo-SP, durante 25 anos, deu cursos no Instituto de Teologia para Leigos da Diocese de Santo André-SP e na Pontifícia Universidade Católica de Campinas. Além de vários artigos sobre epistemologia, teologia da graça e vida religiosa, publicados principalmente na revista Vida Pastoral (Ed. Paulus), escreveu: Em busca de vida nova (Ed. Paulinas, 1997) e A teologia tem algo a dizer a respeito do ser humano? (Ed. Paulus, 2003). Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VII, n

2 siempre es una situación incómoda obrar y reaccionar en flagrante oposición con la imagen de Dios tal como está testimoniada por las Escrituras Sagradas. Tales Escrituras dan testimonio, como dato de fe, de que la realidad de Dios es infinitamente superior a todo aquello que la imaginación humana pueda proyectar, aún en sus momentos de mayor elevación. Por otro lado, también hay que reconocer que no le está permitido al ser humano creer en cualquier divinidad. No es posible imaginar a Dios vinculado al estrangulamiento de la vida. El Dios del testimonio bíblico es aquel que tomó partido en favor de su pueblo esclavo, que estableció una Alianza con este pueblo porque lo quiere abierto a la humanidad y cuyo rostro más verdadero fue revelado por el Hijo, que se hizo carne en Jesús de Nazaret. Por consiguiente, es fundamental darse cuenta de que es necesario ver la realidad divina en términos de proximidad y comunión. Cabe, ahora, preguntar: En verdad, qué puede decirse a respecto de este Dios? Como primera observación, me parece posible decir que él es la referencia mayor y definitiva del ser humano. Es famosa la sorprendente afirmación de san Agustín en la apertura de las Confesiones: Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. Las personas que hicieron una auténtica experiencia de Dios saben cómo esto es verdad! No es mera casualidad que la cuestión sobre Dios surja justamente cuando el ser humano busca el sentido último de su vida, cuando hace las experiencias más profundas y significativas, cuando se sitúa en el límite entre el sentido y el absurdo. Todos los pueblos, por lo que podemos saber, hicieron algún tipo de experiencia religiosa. Así mismo, las formas, muchas veces impregnadas por la magia y por la superstición, en la tentativa de tornar propicia la divinidad, dan testimonio de la dimensión esencialmente religiosa del ser humano. La cuestión, en verdad, es mucho más compleja de cuanto pueda parecer a simple vista. Y esto en razón de que las experiencias humanas son generalmente confusas y llenas de contradicciones. Siempre hay una mezcla de verdades, de medias verdades y de falsedades. La religión refleja la complejidad del propio ser humano. Muchas veces, en la historia de la humanidad lo que se llegó a definir fue una pluralidad de dioses y diosas, casi siempre en conflicto entre sí, buscando el dominio sobre el mundo. Y cuanto más falsa fuera una divinidad, más justificaba toda especie de maldad. Idolatría e injusticia siempre andan de manos juntas. Por este hecho es posible tener una Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VII, n

3 idea de la razón por la que, en el testimonio bíblico, la lucha contra la idolatría no conoce tregua. Por atrás de la búsqueda de un Dios verdadero se esconde la preocupación, a veces hasta dramática, de proteger toda forma de dignidad humana. La frecuente confusión entre Dios y los ídolos también es consecuencia, principalmente, de la radical ambigüedad que marca la existencia humana en su peregrinar por los caminos de la historia. Como aquí la preocupación es la de dejar en destaque la afirmación soberana de la dignidad humana, porque este es el sentido de lo que definimos como historia de la salvación, es importante no olvidar que no hay excepciones posibles en términos de ambigüedad. Así, todo ser humano está constantemente tentado por la tendencia a la idolatría y a toda forma de manipulación. Sin una atenta vigilancia, tenderá a obrar en evidente contradicción con su profunda identidad, que refleja la imagen y semejanza divinas. Esto es válido para todos los pueblos y, por consiguiente, también para Israel. En efecto, no se puede olvidar que la grandeza y la profundidad de sus experiencias religiosas son expresiones del dinamismo de la gracia y no, propiamente, de eventuales méritos. Israel, que reconocemos como el pueblo de la primera Alianza, también tuvo una experiencia de Dios, encontrándolo en los caminos de sus peregrinaciones y de sus sufrimientos. Quien conoce de cerca la historia de este pueblo sabe cuántas veces y de cuántas formas, él claudicó ante la tentación de la idolatría justamente porque necesitaba legitimar su propia maldad. La idolatría se convierte en poderosa tentación cuando las personas, traicionando la propia conciencia, necesitan justificar el mal que practican o pretenden practicar. Los ídolos son productos de la conciencia traicionada de la humanidad. Es este dato que convierte la idolatría en un pecado de enorme gravedad. El Dios verdadero es siempre incómodo porque asegura fidelidad incondicional a la conciencia en términos de verdad y de justicia. A un Dios así, no le agrada quien opta por el mal traicionando la conciencia. En ese sentido, los ídolos tienden a ser siempre interesantes porque indican el camino del menor esfuerzo, aquel que el ser humano prefiere recorrer. Si consideramos la cuestión en términos cuantitativos, no es difícil percibir que la mayoría de personas prefiere la idolatría. Pocas, en verdad, son aquellas que adoran al Dios verdadero, aceptando solamente lo que sea camino de verdad y de justicia. Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VII, n

4 Aceptando que el Dios testimoniado por las Escrituras Sagradas, resultado de un largo y muchas veces penoso trabajo de purificación, sea de hecho el Dios verdadero, aquel que inspira y estimula al ser humano para buscar su auténtica grandeza, surge de inmediato una pregunta: qué rostro de este Dios Israel encontró en sus peregrinaciones? Cabe aquí, previamente, una observación: no se mira para las Escrituras Sagradas como para una fuente que podría demostrar verdades. Me parece más oportuno hablar en testimonio, porque en él el pueblo empeña la propia palabra y hasta acepta el riesgo de la muerte. Gana espacio, en la perspectiva de abordaje que está siendo seguida, la categoría del encuentro, inclusive porque ahí se manifiesta algo de extraordinaria relevancia en términos de significación. La experiencia humana sirve de soporte para lo que se vamos a reflexionar. De alguna forma, y esperando no simplificar en exceso la cuestión, se podría decir que el ídolo es fabricado, al paso que el Dios verdadero es encontrado. El ser humano puede proyectar el ídolo porque tiene muchos intereses en juego. Así, el ídolo resultará hecho a imagen de quien lo proyectó. Ya el Dios verdadero está más allá de toda imaginación. El encuentro con él nunca podrá ser programado porque él irrumpe en el interior de la historia humana, generando crisis y proponiendo alternativas radicales en términos de fidelidad a los caminos que conducen a la plenitud de la vida. Aquí no es posible ni prever ni imaginar. Se comprende, a partir de aquí, porque los enviados de Dios ejercen una función crítica junto al pueblo de Israel, ayudándolo a no ceder ante la idolatría. Y en nombre de la fidelidad a la misión tales enviados acaban por revelarse personas incómodas, sufriendo incomprensión, persecución y muerte. En efecto, la profecía y el martirio, frecuentemente, andan juntos. Tenemos aquí un proceso educativo que no será concluido mientras que el ser humano esté peregrinando en la historia, inmerso en situación de radical ambigüedad. No hay una situación, en la vida del ser humano, por mejor que sea, que pueda ser considerada definitiva. Naturalmente, a partir de tales reflexiones, se impone un cuestionamiento: cómo era el Dios que Israel encontró en sus caminos? Este Dios fue poco a poco revelándose como extraordinariamente próximo a punto de oír el clamor de los esclavos y de asumir personalmente el compromiso con la vida y la dignidad humanas. Este es, ciertamente, un elemento importante, porque revela una de las características más significativas de aquel que en la fe bíblica se denomina Dios de la revelación. Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VII, n

5 Una comparación puede ayudarnos en la comprensión de lo que queremos decir. Los ídolos necesitan sacrificios para que puedan despertar de su sueño profundo e interesarse por los destinos de la humanidad. Dios, por el contrario, se anticipa y va más allá de todo lo que el ser humano pueda desear y pedir. Más tarde, el apóstol Pablo dirá, escribiendo a los romanos, que Dios manifestó su amor amándonos cuando todavía éramos pecadores, es decir, anteriormente a cualquier iniciativa que pudiera expresar algún propósito de conversión. Ésta llega después, como una respuesta al don incondicional de Dios. La conversión no es una condición, sino una consecuencia. En esta perspectiva, no hay nada que el ser humano pueda hacer para garantizar el don de Dios. La insistencia en el reconocimiento de que el Dios testimoniado por las Escrituras Sagradas no hace discriminación de personas deja en el aire una pregunta un tanto incómoda. Con frecuencia se afirma, en las propias Escrituras, en las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y en las reflexiones teológicas, que Dios hizo una Alianza con un pueblo: esto estaría indicando una situación de privilegio? A medida que el tiempo fue pasando y se fue profundizando la experiencia religiosa, nuevas características de Dios fueron siendo reveladas, porque él establece una Alianza, que es particular como hecho, pero que se abre a una perspectiva universal de salvación. Es importante resaltar que, en el testimonio de las Escrituras Sagradas, los atributos de Dios asumen las características de las más significativas experiencias humanas. Es posible observar aquí una diferencia esencial con referencia a la imagen divina explicitada por las especulaciones filosóficas. Ellas tienden a fijarse en atributos de eternidad, sin ninguna incidencia de aquello que el ser humano experimenta en el espacio y en el tiempo. Por lo que se refiere, específicamente, a la Alianza, se nota que tenemos la elección de un pueblo que no puede reivindicar cualquier mérito y que necesita aprender que su elección es para un servicio. Este es un aspecto que Israel tardó en comprender y, aún más, en aceptar. Como muchas veces ocurre en la experiencia humana, el don tiende, de forma casi espontánea, a hacerse privilegio, el servicio tiende a tornarse poder y la comunicación tiende a hacerse conservación. La Alianza significa el compromiso de Dios en asegurar vida plena a toda la humanidad. Una lectura atenta de las Escrituras Sagradas va mostrando que el tema de la vida penetra todos los testimonios hasta llegar a las explicitaciones de Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VII, n

6 Jesús, que define su venida como compromiso en hacer con que todos (mujeres y hombres) tengan vida y la tengan en plenitud. Hasta aquí se habló de Dios tomando como referencia casi exclusiva los testimonios del Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento traería alguna novedad en términos de revelación de Deus? Me parece difícil sustentar que, en referencia a esta cuestión, no haya ocurrido nada de nuevo. Ahora no quiero detenerme o alargarme, incluso porque en una meditación es mi intención reflexionar con más calma sobre la figura del Cordero de Dios, aplicada por Juan Bautista a Jesús. De todos modos, me parece posible decir que en el Dios revelado por Jesús no hay soledad porque él es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero lo que puede percibirse, por detrás de todo eso, es la presencia divina que viene como infinita misericordia para salvar lo que estaba perdido. Así, el Creador también es el Redentor. El hecho nuevo es que ahora, en la plenitud de los tiempos, ocurre la superación de los representantes, o intermediarios: Muchas veces y de muchas maneras, habló Dios antiguamente a nuestros padres, a través de los profetas. En estos días, que son los últimos, nos habló por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por el que también creó el universo (Hb 1,1-2). Proximidad y compasión son dos caras de este Dios. [Traducción de Carlos Mario Vásquez Gutiérrez] Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VII, n