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2 COLEGIO DE PSICÓLOGOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES CONSEJO DIRECTIVO Presidente Lic. Osvaldo Alvarez Vicepresidente Lic. Isabel Baccino Secretaria General Lic. Ana María Brigoni Tesorera Lic. María Gabriela Correia Secretaria de Actas Lic. María de las Nieves Ruiz Vocales Titulares Lic. Graciela Cichesi Lic. Juan Carlos Pinocci Lic. Liliana Ciocca Vocales Suplentes Lic. Tatiana Reitman Lic. Andrea V. Posadas Lic. Lic. Mónica Alonso Lic. Beatriz Kennel Lic. Lorena Dávila Lic. María Fernanda Gamallo Lic. Félix Chiaramonte TRIBUNAL DE DISCIPLINA Presidente Lic. Ricardo García Vicepresidente Lic. Alicia Gemma Geraghty Secretario de Actas Lic. José Huberman Vocal I Lic. Marcela Vera Vocal II Lic. Haydée Deluca Vo ca les Su plen tes Lic. Evelina Stefanuto Lic. Nora Groisman Lic. Gui ller mo Ama ral Lic. Elia Pena Lic. Liliana Muniagurria E N C U E N T R O S Año X - Nº 23 - Octubre de 2001 Dirección y Coordinación Editorial LIC. TATIANA REITMAN tatianareitman@ciudad.com.ar Comité de Lectura DISTRITO XV LIC. ISABEL BACCINO LIC. JUAN CARLOS PINOCCI Redacción y Administración Rivadavia er Piso 1642 San Isidro Telefax psi@canopus.com.ar Diagramación y fotocromos Josefa La Porta Telefax jotana@ciudad.com.ar Impresión y encuadernación Mariano Mas Perú Capital - Telefax /4 mmas@aplicacion2.com.ar Registro de la Propiedad Intelectual Nº EN ES TE NÚ ME RO... Editorial Un brindis por los diez años de ENCUENTROS - Lic. Tatiana Reitman... 1 Actualidad Homenaje a Jacques Lacan a cien años de su nacimiento Dos nacimientos, dos aniversarios - Dr. Alberto C. Cabral... 2 El significantado y el significasentido - Lic. Héctor Rupolo... 4 Lacan, herramienta insoslayable - Lic. Cecilia Brusau... 7 La "falta" de Jacques Lacan - Dr. Néstor A. Braunstein... 8 Jornadas de Nuestro Distrito VII Jornadas Sistémicas Pacientes crónicos, Cronicidad y Proceso de Cronificación - Dr. Jorge Daniel Moreno La persona en la terapia - Musia Auspitz y Diana Wang Recursos vivenciales en Psicoterapia Sistémica - Lic. Elba Degrossi El adolescente tardío y la violencia en la familia - Carlos María Díaz Usandivaras VIII Jornadas Psicoanalíticas Tiempo y discurso en la dirección de la cura - Isidoro Vegh La dimensión de la pastoral - Lic. Luisa Vilalte Tiempo y discurso en la dirección de la cura - Nélida Beatriz Gariglio.. 28 Tiempo y discurso en la dirección de la cura - José Zuberman Goce, discurso y entrada en análisis - Nora Silvestri Congresos X Congreso Argentino de Psicología - Rosario 2000 Vicisitudes del Psicólogo en la escuela - Graciela Cichesi...34 Posición frente a la angustia en la subjetividad de nuestra época - Tatiana Reitman Intercambios Lo inconsciente en lenguaje popular - Jorge Rodríguez Forense y Laboral Acerca de la Personalidad: De la causa al caso - Lics. Ana Lía Yahdjian y Silvia Jacobo Lo psicológico y lo jurídico: una relación posible? - María Lucrecia Rébori 48 Hacia una aproximación de la Psicología Laboral y los Recursos Humanos - Lic. Nora Ponzio Prevención Clínica de la Prevención: un campo de trabajo para el Psicólogo - Lics. Nora Corrales y Patricia Paluch Psicoanálisis y prevención del VIH-Sida Sexualidad y Muerte: el vacío estructural - María T. Fernández Una Experiencia - María Cristina López Frisia Clínica y Teoría Quiero nada, una forma extrema de sostener el deseo - Amalia Racciatti de Messuti La cuestión de la supervisión en una institución asistencial - Marité Ferrari 62 El desencadenante psicológico de la diabetes - Inés Beatriz Storti Las imágenes que ilustran esta edición de ENCUENTROS son obras o fragmentos de obras correspondientes al período Barroco. En la portada Criada con jarra de leche, de Jan Vermeer. ENCUENTROS ofre ce a los psi có lo gos y otros pro fe sio na les re la cio na dos con el mun do de la cul tu ra un es pa cio pa ra la ex po si ción del tra ba jo y la pro duc ción, que su po nen un apor te va lio so pa ra nues tra ta rea y la po si bi - li dad de man te ner abier to un de ba te en ri que ce dor en tre las dis tin tas co - rrien tes. En con se cuen cia, las no tas fir ma das no ne ce sa ria men te re pre - sen tan la opi nión de la di rec ción de la re vis ta, ni de las au to ri da des de la Ins ti tu ción. Se au to ri za la re pro duc ción to tal o par cial del ma te rial que se pu bli ca, con la con di ción de que se men cio ne cla ra men te su pro ce den cia.

3 E D ITORIAL U na co pa. La transparencia del cris tal y el agua casi se confunden. La dulzura del higo sumergido en ella invitan a gozarla. La frescura de las gotas. Esas go tas que se des li zan por la co pa a pun to de caer dan cuen ta de la transpiración producida por la diferencia entre el adentro y el afuera. Dos ma nos. Un en cuen tro. En cuen tro con el otro, con el di fe ren te. Es di fí cil sus traer se a la in vi ta ción. A lo que vi nien do del otro im pli ca una in vo ca ción a ese lu gar de en cuen tro, de po si bi li dad de te jer una tra ma, un pro ba ble entrecruzamiento e incluso la inevitabilidad de algún desencuentro que, no por ello, im pli que no po der es tar jun tos sin fun dir se, con fun dir se, en el otro. Ésa es la pro pues ta des de ha ce ya diez años. Diez años que, cree mos, me re cen el más dul ce de los brin dis. TATIANA REITMAN DIRECTORA ENCUENTROS 1

4 A C TUALIDAD A CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DE JACQUES LACAN Poco más de ochenta años pasaron entre el 13 de abril de 1901, día del nacimiento de Jacques Marie Emile Lacan, y el 10 de septiembre de 1981, día de su muerte. Años en los que desarrolló una obra que, como toda obra revolucionaria, enigmática y resistida en el inicio, va develando una sorprendente fecundidad a medida que pasa el tiempo y se puede ir advirtiendo de qué manera ha incidido e incide, no sólo en la práctica del Psicoanálisis sino también en el resto del mundo de la cultura. Es bajo estas incidencias que nos atañen a todos, que hemos invitado a varios psicoanalistas para que dieran testimonio de alguna de las marcas que en ellos dejara la obra de Jacques Lacan. 2 ENCUENTROS Por el Dr. Al ber to C. Ca bral S i para nosotros, analistas, resulta signi fi ca ti va la con me mo ra ción, es te año, del centenario del nacimiento de Jac ques La can, es en la me di da en que reconocemos a nuestra práctica atravesada por los efec tos de otro acon te ci mien to del que nos se pa ra una ci fra tam bién re don - da, aún cuan do más mo des ta : cin cuen ta años. Me re fie ro a lo que po de mos evo car co mo el na ci mien to o, si se quie re, el comienzo sistemático de su enseñanza. Es que aquel que co no ce mos co mo su Seminario I, corresponde en realidad al primer seminario que Lacan dictó, entre no viem bre de 1953 y ju lio de 1954, en el ámbito de la por entonces recientemente constituida Sociedad Francesa de Psicoanáli sis (S.F.P.). Pe ro en los dos años an te rio res (lo que nos re mon ta a 1951, es de cir, ha ce exactamente cincuenta años) Lacan, junto a un gru po de dis cí pu los y tam bién ba jo la forma de un seminario, había ya comenzado una lec tu ra crí ti ca de los tres gran des historiales freudianos: Dora, El Hombre de las Ra tas y El Hom bre de los Lo bos. Es por ello que en la con fe ren cia pro - nun cia da en ju lio de 1953, en la pri me ra reunión científica que siguió a la constitución de la S.F.P. (es ci sión de la So cie dad Psicoanalítica de París), Lacan podía decir: El retorno a los tex tos freu dia nos que son el objeto de mi enseñanza desde hace dos años, me ha da do una idea ca da vez más cer te ra de que no hay di men sión más to tal de la rea li dad hu ma na que la rea li za da por la ex pe rien cia freu dia na, y que no po - de mos de jar de re tor nar a las fuen tes y es - tu diar es tos tex tos en to dos los sen ti dos de la pa la bra *. Por su pues to que si evo ca mos es ta conferencia (que circuló en nuestro medio gra cias a una tra duc ción he cha por An to - nio Go di no Ca bas en 1977), no es so la - mente para introducir una precisión cronológica. Creo que también podemos encon trar en ella al me nos dos invariantes que ha brían de mar car a fue go el cur so ul - te rior de una en se ñan za que en esos mo - mentos daba sus primeros pasos. Una de ellas, ex plí ci ta en el pá rra fo que transcribimos, gira en torno a la propuesta de un retorno a Freud, cuyo sentido, precisa rá La can unos años más tar de (1955), no es otro que el de un re tor no al sentido de Freud. Retorno que, contrariamente a lo propuesto por una aproximación secuencialista a la enseñanza de Lacan, no parece li mi tar se a sus pri me ros tra mos. Por el con - trario, parece atravesar y hasta sostener toda la ex ten sión de su re co rri do. Se tra ta de un re tor no a los tex tos freu dia nos que irá afir - mando su potencial creativo (en oposición a una peregrinación reverencial), en el mis - mo movimiento en que se revela sostenido por la con vic ción de que a Freud no le per - tenece la última palabra en nuestra disciplina... si bien le co rres pon de el in men so mé - rito de haber pronunciado las primeras. Es por ello que en un tex to tan tem pra - nero como Intervención sobre la transferen cia (1951) es po si ble ya re gis trar, jun to al ho me na je a Freud, una cla ra to ma de dis tan - cia no só lo fren te a mu chas de sus ela bo ra - ciones, sino también respecto a su posición, como analista, en relación a Dora. Retorno, entonces, que podríamos suponer también sostenido en la convicción (y estamos parafra sean do aquí a un La can más tar dío) de que es po si ble, sí, pres cin dir de Freud... pero sólo después de haberse servido de él.

5 Tan to es así que la do ble ver tien te de continuidad y discontinuidad que distingue la en se ñan za de La can en re la ción al conjunto de la reflexión freudiana, puede muy bien ser con si de ra da co mo un pro - ducto de este particular retorno. Continuidad en lo que se re fie re al pro yec to (compartido con Freud) de conceptualizar las premisas y las consecuencias, clínicas y teó ri cas, que se des pren den de la práctica basada en el dispositivo de la asociación libre-atención flotante (aquel en el cual Lacan veía la genuina innovación freudiana). Proyecto de conceptualización que en La can irá de la ma no de una re no - vación de las referencias lingüísticas, antropológicas, lógicas, filosóficas (por mencio nar só lo al gu nas), en las que Freud in - tentó apoyarse... sin que esta operación excluya una satisfacción marginal, fácilmente perceptible, en la exhibición de una pluralidad tal de respaldos bibliográficos y conceptuales, como para despertar toda la gama de respuestas narcisistas en sus lectores (desde la fascinación al odio), perturbadoras por igual de la posibilidad de cap tar lo esen cial de sus pro pues tas. Pero hablábamos también de discontinuidad. Es que ese mis mo im pul so for ma li - zador llevará a Lacan a consumar rupturas no siempre explícitas con ciertos desarrollos teó ri cos en los que Freud, co mo to do in no - vador, se muestra comprometido con el mismo horizonte ideológico respecto del cual sus elaboraciones constituyen un despegue. Lo impulsará, también, a acuñar herramientas conceptuales novedosas (la que él consideraba más significativa es la de objeto a), y a conformar, en un mismo movimiento, una terminología propia, uno de cuyos efectos será la incorporación de una dificultad adicional para quien intente conectarse apresuradamente con su enseñanza. Aho ra bien; la se gun da invariante que de cía mos pue de ya pal par se en la con - fe ren cia de 1953, se in si núa por de trás de ese inconformismo entusiasta que transmite su au tor fren te al sa ber ya ad qui ri do. Se tra ta de la di men sión de deseo que impulsa rá a su en se ñan za por el ca mi no de una formalización cada vez más precisa. Abriremos aquí un pequeño paréntesis. En uno de los ca pí tu los de mi li bro Cuestiones en Psicoanálisis he intentado explorar las articulaciones entre entusiasmo y deseo en la ela bo ra ción de La can. He des ta ca do, a la vez, las re so nan cias que al respecto pueden encontrarse en las reflexiones freudianas en torno al lugar metapsicológico de la ilusión y su necesario atravesa mien to en el de sa rro llo de la cu ra ana lí ti ca, así co mo en los tes - timonios que Freud nos ha brindado sobre su particular posición subjetiva. A los fi nes de nues tro co men ta rio ac tual nos bas ta rá con evo car, apretadamente, algunas referencias. Recordemos que en su Nota Italiana, La can (1974) ubi ca al entusiasmo como el afecto dominante en el sujeto que ha atravesado el fin de análisis. Parece apoyarse para ello en Kant, quien en al gu nos de sus tex tos ha ela bo ra do una dis tin ción precisa entre las nociones de entusiasmo y exaltación. Si des ta ca en es - ta última su articulación con la ilusión, re ser va rá en cam bio pa ra el en - tusiasmo una relación más estrecha con el deseo. Pa ra ser más pre ci - sos: con el de seo en tan to apun ta a una di men sión de real, por po co que re pa re mos en que el en tu sias mo es pre sen ta do por Kant co mo una de las manifestaciones de lo sublime, y se ar ti cu la en tan to tal con el campo de lo a-representacional y de lo inconmensurable. Es en el con tex to de es ta ela bo ra ción muy pre ci sa que Kant (1789) nos di rá que el en tu sias mo, al que se re fie re co mo un ver da - dero tensor del Wunsch (nuestro conocido deseo freudiano), constituye... una im pul sión que ope ra mu cho más fuer te y du ra de ra men - te que el es fuer zo por me dio de representaciones sensibles. Y es por eso que la caracterizará como aquella emoción sin el res pal do de la cual ninguna empresa importante puede emprenderse (pág.175)*. Pero retomemos ahora nuestra referencia al texto de Lacan de 1953, que no dudábamos en calificar de entusiasta y, en tan to tal, ha - bi ta do ya por la mar ca de esa se gun da invariante que reconocíamos en el cur so ul te rior de su en se ñan za. La can nos co men ta que du ran - te to do el día pre vio a la con fe ren cia se en - tre gó a una re lec tu ra del his to rial del Hom - bre de los Lo bos (ob je to de su se mi na rio del año an te rior) con la in ten ción de ha cer gi rar en tor no a él su ex po si ción. Y nos con fie sa: Lo que per ci bí en ese tex to for mi da ble, des - pués del tra ba jo y del pro gre so que he mos he cho jun tos es te año al re de dor del tex to del Hom bre de las Ra tas, me ha ce pen sar que lo que ha bía sacado el año pasado como principio, como ejemplo, como tipo de pensamiento característico dado por ese extraordinario trabajo era literalmente un mero approach, co mo di cen los in gle ses; di cho de otro mo do, un balbuceo. Y es justamente en esta aptitud para reducir los sal dos de sa ber ob te ni dos a la con di ción de un balbuceo provisorio que in ci ta a una mejor articulación, dónde podemos vislumbrar la incidencia (para decirlo ahora en los términos con que Freud evo ca a Goethe) de ese factor pulsionante, que no ad mi te afe - rrarse a ninguna de las situaciones establecidas, sino que, en las pa la bras del poeta, acicatea, indomeñable, siempre hacia delante. (*) Las pa la bras en ne - gri ta son del au tor de es - ta no ta. Ca bral, Al ber to C.: Cuestiones en psicoanáli sis. Cap. XI, págs Le tra vi va, Freud, S.: Más allá del prin ci pio del pla cer (1920). A.E., XVIII, pág. 42. Kant, M.: Crítica del jui cio. Co lec ción Aus - tral; Espasa-Calpe. Madrid, 1977, pág Lacan, J.: Intervención sobre la trans fe ren cia (1951). Escritos 1. Siglo XXI. Lo simbólico, lo imagi na rio y lo real (1953). Re vis ta Ar gen ti na de Psicología. Año VIII, Nº 22, La co sa freu dia na (1955). Es cri tos 1. Si glo XXI. México,1980, pág Nota italiana (1974). En Re vis ta Uno por uno, Bs. As., abril de ENCUENTROS 3

6 A C TUALIDAD A CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DE JACQUES LACAN In tro duc ción Por Héctor Rupolo Tanto Lacan como Freud nos enseñan a los psicoanalistas, que no debemos evadir nuestras responsabilidades frente a la teo ría y la prác ti ca ana lí ti ca, por ello es que acon se jan volver a definir cada vez nuestros conceptos. Hay uno de ellos que por su mar ca de ori gen, y por el tra ta mien - to que se le da ac tual men te, me ha mo vi do a es cri bir las si guien - tes lí neas: se tra ta del significante. Me he atre vi do a uti li zar dos neo lo gis mos que no son otra cosa que dos condensaciones el significantado y el significasen ti do. La pa la bra significantado es una condensación entre significante y significado, y el significasentido, es otra con den sa - ción en tre significante y sentido. La primera condensación, trata de expresar el significante tal cual lo to ma la cien cia, se acer ca a la de fi ni ción de la lin güís ti ca: el significante separado por una barra del significado se reúnen en el sig no. En lo que si gue va mos a ver qué con se cuen cias se pueden extraer de esta definición para la práctica analítica. La se gun da con den sa ción es la que nos com pe te a los psi coa - nalistas, y dice de la relación que establecemos entre el significante y los efec tos de sen ti do; en otras pa la bras, la re la ción in trín se - ca que tie ne el sig ni fi can te con el su je to, ya que los efec tos de sen ti do no son otra co sa que efec tos de su je to. Si nos pa re ce im por tan te es ta dis tin ción es por que de la ope - ra ción con uno u otro de pen de rá a nues tro en ten der lo que debe llamarse psicoanálisis y lo que no. De be mos ha cer una acla ra ción más an tes de co men zar con el de sa rro llo del tex to. Si bien lo que es cri bi mos, ade más de ser fru - to de nues tra ex pe rien cia es teó ri co, y por lo cual no pre ten de - mos de jar de la do to do el or den de las ra zo nes que lo im pli can, no po de mos de jar de men cio nar que pa ra que al guien ac ce da a lo que hemos denominado como significasentido, es de cir los efectos que produce el significante, es necesario pasar por un psicoa ná li sis. Es de cir, el ni vel de la ex pe rien cia de los efec tos del significante en el sujeto no puede ser sustituido por el acercamien to teó ri co. Es por ello que echa re mos ma no a la to po lo gía [1] la cual requiere también un nivel de experiencia insoslayable, tal como la formación del analista lo requiere. La prác ti ca del sig ni fi can ta do de la cien cia y la del sig ni fi ca sen ti do del psi coa ná li sis El significantado como ya lo adelantamos coin ci de con lo que fue de fi ni do por el fun da dor de la cien cia lin güís ti ca, Ferdinand de Saussure. Éste dice en las no tas to ma das de sus cla ses, que el sig ni - fi can te es la ima gen acús ti ca, que es tá se - pa ra da del con cep to por una ba rra y que ambos se incluyen en el signo lingüístico. De esta manera, el significante pasa a tener una relación, si bien diferencial, atada al significado, en otras palabras para la lingüística el orden del significado tiene un valor equivalente al del significante. Así, en Saussure el signo lingüístico, que no de be mos ol vi dar es el ob je to de la lingüística, tiene el siguiente escrito: s S Donde s minúscula es el significado y S mayúscula es el significante. En cambio la definición del significante para el psicoanálisis es otra: El significan te es lo que re pre sen ta a un su je to para otro significante. S 1 es lo que re pre sen ta a un S/ para otro S 2 Pero también: S 1 - > S 2 S/ 4 ENCUENTROS

7 Esta escritura, del significante psicoanalítico, dice que el S/ (el su je to) al es tar si - tua do por de ba jo de la ba rra de la sig ni fi - cación, no se confunde con el significante, sin em bar go es deu dor de es ta re la ción de un significante a otro, S1 a S2. Es ta fór - mu la tam bién pue de ser leí da de la si - guiente manera: el sujeto tiene una relación se gun da al sig ni fi can te, ya que al es - tar el su je to ubi ca do por de ba jo de la re - lación significante, primero es el significan te y lue go de vie ne el su je to. De un sig - nificante a otro es posible la emergencia del sujeto, debemos remarcar esto: sólo es posible. Ya veremos más ade lan te en qué ca so lo es y en cuál no. Pe ro sin avan zar mu cho más en las definiciones, son apreciables las diferen cias en tre lo que he - mos caracterizado como el significasentido el sig ni fi can te del psi coa ná li sis y el sig ni fi can ta do el sig ni fi can te de la ciencia lingüística. Éstas son principal men te las si - guientes: En la definición que rea li za la teo - ría lingüística no hay nin gu na men ción al su je - to [2]. En se gun do lu gar, para la lingüística, la relación entre significante y significado se reduce a una relación del mis mo va lor, ya que tan to uno co mo otro es tán in clui - dos en el sig no lin güís ti co. En la escritura correspondiente al psicoanálisis no figura el significado. Por qué tan to in te rés en mar car es tas diferencias? Podría deberse a un preciosismo teórico? Debemos responder a esto negativamen te, en ra zón de que en ten de mos que dependerá del concepto que utilicemos, la práctica que realizaremos. La práctica analítica implica necesariamente una correspondencia con la definición del significasentido, en cambio otras prácticas que no sean psicoanalíticas utilizan el significante que define la ciencia. Esto es así porque hay una relación dialéctica entre concepto y práctica. Esta relación se legitima por el establecimiento del con cep to tal co mo lo he mos de fi ni do, pe ro ade más, por la prác - ti ca a la que con lle va la es cu cha de un sig ni fi can te que im pli ca co - mo efec to de sen ti do al su je to. Cuál es la diferencia entre escuchar el significado en el signifi can te y es cu char el efec to de sen ti do, es de cir el su je to? Aquí es don de las aguas se di vi den. Por lo pron to, pa ra aque - llos que se si túan lo se pan o no en es cu char al significado en el significante, cumplen con la con di ción de igua lar a to dos los significantes, ya que cualquiera podría expresar un significado, ya que el sig ni fi can te se de fi ne pa ra la cien cia en una igualación con el significado en el sig no. Por el con tra rio, los psi coa na lis tas que es - cu cha mos el sig ni fi - cante que implica al su je to, re le va mos cier tas vías de ac ce so en nuestra práctica que ha cen a la di fe - ren cia en tre un sig - nificante y otro. En el psi coa ná li sis cuan do se tra ta del significante se escuchan exclusivamente las for ma cio nes del [3] inconciente. La otra diferencia que ya he mos men cio - nado se refiere al sujeto. Sería ridículo deducir que a la cien cia no le interesa el sujeto, sobre todo cuan do es ta cien cia es la lingüística. Si lo que estudia la ciencia lingüística es el significante y el significado, es importante la posición del sujeto. Pe ro el su je to al que se re fie re la cien - cia no es el del psi coa ná li sis, y es to es en cuan - to a la po si ción del mis mo. En es te sen ti do la ra di ca li dad que ya establecimos respecto a la igualación o no de todos los significantes vuel ve a ser ne ce sa ria, ya que a par tir de es ta ra di ca li dad es que podemos caracterizar diferentes posiciones y, lo que es más, diferentes sujetos. Un su je to se de fi ne por es tar an tes de la pa la bra, y el otro por es tar des pués. En el ca so de la lin güís ti ca el su je to es tá an tes de la pa la bra, es de cir que es aquel que ha bla, en el ca so del psi coa - ENCUENTROS 5

8 A C TUALIDAD A CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DE JACQUES LACAN nálisis siempre es tá des pués de la mis ma, es necesario escuchar para que haya sujeto [4]. También podríamos tomar como diferencia que es identificable a un significante para la lingüística, un fonema, la palabra, pe ro no po dría ser iden ti fi ca ble el sig - ni fi can te con una fra se, o la car ta ro ba da del cuen to de Poe, que pa ra el psi coa ná li - sis sí lo es [5]. Pe ro si el cam po del sig ni fi ca sen ti do pue de ser tan vas to pa ra el psi coa ná li sis, dón de en con tra mos aque llo que lo de fi - ne, cuá les son sus lí mi tes, cuá les sus pa - rá me tros? Volvemos a repetir que el significante para el psicoanálisis tiene una sola vía, un so lo ca mi no por el cual apa re ce, y és te es el de las formaciones del inconciente en el ca so de la neu ro sis y la per ver sión; y el de las formaciones elementales [6] en el ca so de las psicosis. No hay otra ma ne ra de ac ce der al sig - nificante que representa a un sujeto para otro significante. No es posible encontrar con certeza en el dis cur so co rrien te aque llo que es del or - den del significante psicoanalítico si no estamos en presencia de un tropiezo como los de un sue ño, un sín to ma, un ac to fa - lli do, un lap sus lin guae, un chis te, etc. Aho ra bien, pa ra dar cuen ta de la re la - ción que se es ta ble ce en tre es tos dos sig ni - ficantes y el sujeto necesitamos de otro con cep to: el de de man da. Da do que pa ra extendernos en la relación entre significante y demanda precisaríamos del apoyo de la topología, y esto extendería demasiado esta nota de homenaje, no vamos a desarrollarlo en el presente texto. En cambio, resumiremos las diferencias que hemos encontrado entre el significante de la ciencia significantado, y el significante del psicoanálisis significasentido : 1. Al significante lingüístico se lo puede encontrar en todo signo. 2. Es to equi va le a de cir que en to do de cir, para la ciencia lingüística siempre es posible determinar un nivel significante. 3. El significante de la ciencia no necesita de otro pa ra ser de fi ni do, pues ésa es la condición del escrito científico: que el significante se pueda significar a sí mismo. 4. La re la ción en tre el sig ni fi can te y el su je to no es cam po de in - te rés pa ra la cien cia. Si a la cien cia le lle ga ra a in te re sar el su - je to, és te se ría el del enun cia do. Si bien en la lin güís ti ca hay una definición del sujeto de la enunciación, éste no equivale al sujeto del psicoanálisis. 5. El significante del psicoanálisis se define por su relación a otro significante. 6. No coincide el significante del psicoanálisis con el de la ciencia, ya que para el psicoanálisis sólo es posible identificar a un significante en una formación del inconsciente. 7. De esta relación entre dos significantes que hay que precisar topológicamente, surge como efecto el sujeto. 8. El sujeto del psicoanálisis siempre lo encontraremos después del significante. 9. El sujeto para el psicoanálisis no está siempre presente, tiene una vida efímera. Así como emerge, al momento desaparece. 1 - La to po lo gía es una mo der na ra ma de las ma te má ti cas. Se la sue le lla mar la geo - me tría del cau cho. Es to es por que de las fi gu ras que se es tu dian en la to po lo gía no in te re san ni las di men sio nes de la fi gu ra ni la for ma. Sin em bar go, en La can la to po lo gía to ma el ses go de ser una ex pe rien cia que pue de asu mir la fun ción de adies trar a los ana lis tas pa ra la prác ti ca ana lí ti ca, la cual se de sa rro lla en un es - pa cio al cual no es po si ble ac ce der di rec ta men te por me dio de la in tui ción. 2 - Po dría mos de cir: co mo le co rres pon de a una cien cia, ya que la lin güís ti ca es una cien cia y co mo tal no da cuen ta del su je to. 3 - Lo que de be ser acla ra do es que no só lo se es cu cha el sig ni fi can te en un psi coa ná - li sis, tam bién es ne ce sa rio dar le un lu gar a la rea li dad se xual, pe ro esa es ha ri na de otro cos tal, y exi gi ría otras pre ci sio nes que no com pren den el pre sen te tra ba jo. 4 - Tiene sus razones el hecho de subrayar la importancia de la radicalidad de la de fi ni ción del su je to an tes o des pués. Hay áreas de la lin güís ti ca, por ejem plo cuan do se es tu dia el su je to de la enun cia ción, den tro de las cua les po dría coin - ci dir la de fi ni ción del su je to con el del psi coa ná li sis, pe ro en lo que no pue de coin ci dir es que es to sea pa ra toda la lingüística. 5 - Nos re fe ri mos al es cri to de La can de no mi na do Se mi na rio so bre la car ta ro ba - da, que se en cuen tra en los Es cri tos y to ma co mo re fe ren cia el cuen to de Ed - gard Allan Poe. 6 - De bi do a las com pli ca cio nes in he ren tes a la re la ción del sig ni fi can te con la es - truc tu ra de las psi co sis, es que no nos ex ten de mos res pec to a las for ma cio nes ele men ta les. 6 ENCUENTROS

9 P a ra los que nos ins cri bi mos en la prác - tica analítica, Lacan es una herramienta in sos la ya ble. Lo es en tan to que permitió re-inventar el psicoanálisis, es decir volver a los fundamentos freudianos, volver a la lógica de lo inconsciente introduciendo para ello las categorías pertinentes que permiten situarlo, dándole giros, vueltas y caminos insospechados. En es te sen ti do, y des de el ini cio de su enseñanza, propone una desregulación de la práctica clínica. Las sesiones son de tiem po va ria ble y no de 50 mi nu tos co mo se en ten día has ta ese mo men to. Ya no hay patrones ni estándares a seguir (cantidad de sesiones por semana, el didáctico por ejem plo). Lo que im pli ca que no hay guías predeterminadas que iluminen la ruta para el ana lis ta. Se li be ra al aná li sis de una técnica que reproduce la neurosis: la obsesionalización. Esto genera una transformación del dis po si ti vo, que pa sa de la co mo - di dad de cier tos pre cep tos de la Igle sia analítica, a una lógica diferente que introdu ce en el cen tro al su je to del in cons cien - te, al su je to que se pue de ubi car en la dis - con ti nui dad del dis cur so. De allí la im por - tancia dada a la diferenciación entre el yo (moi) y el su je to, ya que en eso ra di ca lo específico de la incidencia del psicoanálisis en contraposición con otras terapéuticas. Cualquier psicoterapia, al igual que el análisis, da importancia a la palabra del paciente. Pero, mientras la primera incide directamente sobre la palabra o sobre el he cho que lo trae a la con sul ta, el psi coa - nálisis lacaniano va más allá, incidiendo so bre lo que no qui so de cir pe ro di jo, so - bre lo que apa re ce co mo enun cia ción, so - bre el de cir del su je to. Aque llo que co ti - dianamente se desperdicia, se deja de lado, o se ubi ca en el pla no de la equi vo ca - ción, es el ma te rial con el que se tra ba ja en un aná li sis (sue ños, lap sus, chis tes, etc. que son llamados formaciones del inconscien te pa ra aquel que pue da leer los). Es por es to que la úni ca re gla que sos tie ne una di rec ción de la cu ra que se ins cri ba en la pers pec ti va del re tor no a Freud, es la de la aso cia ción li bre. En tan to que va cia do de pre jui cios y ubi ca do en el lu gar de la docta ignorancia, el analista se deja conducir por el sa ber que pro du ce el ana li zan te con su libre discurso, libertad determinada por la ló gi ca in cons cien te. Es a par tir de la es can sión de ese dis cur so co mo apa - recerán los efectos subjetivos que es el pun to de mi ra de un ana lis ta. Por Cecilia Brusau Di cho de otra ma ne ra, en la en tra da la re gla es la de la aso cia - ción li bre, ya que por in ter me dio de ella se pue de de ter mi nar su posición como sujeto. Indica en su deriva las palabras en las que sus padecimientos están detenidos, petrificados, indicando el nivel operatorio, sin que ello implique dar sentido a lo insoportable de la ex-sis ten cia. Lacan demostró en diversos registros y de diferentes modos lógi cos có mo es ine xo ra ble so por tar se en el afue ra en el que con sis - ti mos. Es el más allá el que nos fun da co mo su je tos a lo in cons - ciente, lo que nos hace y para siempre faltantes. Introdujo entonces el ca mi no de la fal ta, los ro deos pa ra sim bo li zar la fal ta. De - mos tró que no ha ce fal ta ta par la, que no es tam po co un de fec to que hay que pa de cer co mo un des ti no trá gi co. Que en to do ca so pue de en con trar se el mar gen don de ubi car la cau sa. Ahí, jus to al cos ta do es tá la cau sa, pe ro ya no del ho rror y del es pan to, si no la cau sa del chis te, de la ri sa, del equí vo co. Es de cir que más allá nos po de mos sal var co mo su je tos, más allá del pa dre, más allá de los idea les, de las iden ti fi ca cio nes, más allá de las pér di das... y es por es ta ra zón que apos tó a la me tá fo ra co mo for ma de sos te ner el va - cío cen tral que ca da quien con lle va. Eso ya an ti ci pa cuál es la sa - li da que quie re dar al go ce del su je to, es de cir aque llo que co mo punto inamovible se presenta conmocionando. Cada quien deberá elegir el camino mediante el cual trabajará con su go ce, es de cir có mo le ha rá fren te a él. El go ce, qué ha - cer con esa in sis ten cia? Por que si La can qui so trans mi tir una sa - li da nue va pa ra el go ce di fe ren te del que pro po ne la Igle sia o el po der, dis tin ta de la del per ver so, de la del fan tas ma del neu ró ti - co, o de la in va sión del psi có ti co, es pa ra pro mo ver la ex co mu - nión que su po ne sub su mir se al de seo. Pe ro pa ra pe car en el sen - ti do de ir más allá del pa dre, se im po ne una vuel ta por el aná li - sis. Por eso, la pra xis ana lí ti ca se de di ca a par tir de es tos con cep - tos, sin lu gar a du das a la ex plo ra ción del go ce que hay en el fan - tas ma, es de cir a in ci dir so bre lo que apa re ce en el cur so de un análisis como un punto inercial y de exceso de sufrimiento, para reconducirlo, reencausarlo hacia el movimiento del deseo. Rectificar entonces lo inamovible del goce, que petrifica al sujeto, para hacerlo condescender al deslizamiento del deseo, es la propuesta que inventa el psicoanálisis. ENCUENTROS 7

10 A C TUALIDAD A CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DE JACQUES LACAN La falta de Jacques Lacan Por el Dr. Néstor A. Braunstein C o mo Jac ques La can ( ) vi vió ochen ta años, coin ci den el año en que se ce le bra su cen te na rio y el año en que se con me mo ran los vein te años de su au sen cia fí - si ca, de su de sa pa ri ción en lo real. Es un buen mo men to pa ra evaluar su aportación en lo simbólico y para preguntarse por su imagen en la cultura contemporánea. Empecemos por decir que Lacan fue un psicoanalista francés que rea li zó una par ti cu lar lec tu ra de la obra de Freud ( ), una lectura centrada en la práctica del psicoanálisis como una acción ejercida por medio del lenguaje, actuando sobre el lenguaje de un sujeto que sufre y por eso consulta al psicoanalista. Oponiéndose a las lec tu ras pre via men te rea li za das de la obra del fun da dor del psicoanálisis, lecturas fundadas en conceptos de la biología (instintos, mente, maduración), de la psicología (yo, sí mismo, desarrollo) y de la sociología (normas de comportamiento, roles, adaptación), Lacan desarrolló una aproximación a Freud que podríamos llamar, sin irreverencia, como lenguajera, demostrando que todo aquello de lo que se tra ta en un aná li sis tie ne re la ción con el len gua je, con la palabra y con lo que queda excluido de la palabra, particularmente, con el go ce del cuer po en ten di do co mo cuer po pal pi tan te y orientado hacia estados de excitación y satisfacción. El goce está siempre limitado, sepultado por las barreras de la represión y por prohibi cio nes que ha cen que la vi da hu ma na se trans for me en una se rie de re nun cias a lo que el cuer po po dría an he lar. El go ce re nun cia do se transforma en deseos que quedan siempre insatisfechos y van dejan do, en las mu je res y en los hom bres, un sal do de ma les tar que se manifiesta de mil maneras en la cultura. No es és te el mo men to de ex pli car o de di vul gar los con cep - tos de la teo ría y de la prác ti ca la ca nia nas y me nos aún de des ple - gar las continuidades y las diferencias entre su enseñanza y la obra de Freud. La pre gun ta que co rres pon de ha cer, una pre gun - ta en la que ve ni mos tra ba jan do des de ha ce mu chos años, es la pregunta que Lacan mismo enseñó a formular acerca del deseo de Freud, pero esta vez devolviéndole el interrogante por su propio de seo, por el de seo de La can. Acla re mos: có mo es que Freud lle gó a la con clu sión de trans - for mar se en un psi coa na lis ta y a trans mi tir a otros es ta idea al go es - trafalaria hay que reconocerlo de dedicar la vida al oficio de escuchar el malestar, el sufrimiento, las extravagancias y la locura de los de más? Más aún, có mo pu do te ner la idea inau di ta e in só li ta de in ven tar a un ser neu tral que aco ge con igual be ne plá ci to lo que se le quie ra de cir, in clu yen do el amor y el odio, la ver dad y la men ti ra, la bon dad y la cruel dad, lo agra da ble y lo es pan to so? Por - que tenemos que reconocerlo razón tenía Lacan al decir que el principal invento de Freud era el psicoanalista, alguien que después de ana li zar se (co mo tu vo que ha cer lo él mis mo y, se gún se ha de - mostrado, no solo) se propone como apto para dirigirse a otros y decirles que está en condiciones de repetir con ellos esa experiencia car ga da por lo ge ne ral de an gus tia, de do lor y de de cep ción que es la de ahondar intrépidamente, sin hipócri tas con ce sio nes, en el al ma de al guien. La can se pre gun ta, pues, por el de seo de Freud. Nosotros nos preguntamos por el de seo de La can y tra ta mos de leer lo en lo que él es cri bió y di jo a lo lar go de ca si trein ta años de se mi na rios que, a pe sar de ser una en se ñan za oral, bien que mal, se han conservado. Empecemos por decir que el de seo ha si do de fi ni do por La can mis mo, al comienzo de su enseñanza, como una fal ta en ser. Es de cir, no se de sea lo que se tie ne si no lo que fal ta. El de seo es una fal - ta. Aceptémoslo y tomemos las varias acepciones de la palabra falta, incluyendo las mo ra les y las le ga les. Una fal ta es una con - travención, una transgresión, una inconsecuen cia, al go que con lle va an te uno mis mo o an te el otro la idea de una cul pa o, por lo menos, de una responsabilidad. Cada uno ha brá de res pon der por sus fal tas. Y la fal - ta es, cla ro, una au sen cia, al go que se ne ce - si ta, al go que no es tá don de de bie ra es tar, de la mis ma ma ne ra en que fal ta un di - pu ta do en la se sión, una es tam pi lla en la co lec ción, un li bro en la bi blio te ca o un psicoanalista en su consultorio (aunque esté físicamente presente). Y la fal ta de La can es la que em pie za cuando él, aquejado por la enfermedad, deja de transmitir su enseñanza, antes aún de la muer te del or ga nis mo. Los ana lis tas lacanianos, como antes los freudianos, debe mos vi vir sin La can, sin el es tí mu lo constante de una enseñanza que constantemente cambiaba y desafiaba a todo lo supuestamente conocido desde antes. Tam bién es la fal ta de La can la de haber heredado su enseñanza a albaceas infieles que retacean o deforman la publicación de sus se mi na rios, que ocul tan y des - truyen sus archivos, que desfiguran la historia para sostener la imagen idealizada de un san to o de un hé roe ta les co mo él nun - ca fue. O que in ten tan or ga ni zar de ma ne - ra sectaria instituciones en donde la centralización jerárquica va de la mano del tota li ta ris mo en las for mas y que aca ba afec - tando al contenido mismo de la doctrina. 8 ENCUENTROS

11 Tam bién esa fal ta de La can se ex tien de al pro ble ma de la for ma ción de los ana lis tas que, si no pue den so bre po ner se a las coer - ciones institucionales, menos podrán ser los gestores de la responsabilidad del sujeto que el psicoanálisis procura como su meta. Aclaremos, el psicoanálisis no es un procedimiento para el tratamiento de enfermedades ; es una intervención en busca del deseo inconsciente del sujeto. Sus obje ti vos no son mé di cos, son éti cos. Una éti ca sin gu lar es la que pre si de su ac ción y el llamado a la responsabilidad de cada uno no pue de es tar au sen te en su ma ne ra de encarar los asuntos humanos. Pre gun tar se por el de seo de La can, tra - du cir lo co mo la fal ta de La can, es ya un posicionamiento crítico y nada puede ser más vi tal pa ra un psi coa na lis ta que el re - chazo al dogmatismo. De igual manera, es necesario distinguir la crítica (necesaria) de la calumnia (espuria) pues, como escribió Frida Saal en un artículo clarividente e imprescindible (En Constancia del Psicoanálisis, México: Siglo 21), el lacanismo se debate en tre el dog ma tis mo y la ca lum nia. Muchos textos de Lacan podrían citarse aquí pa ra mos trar en qué con sis tía su deseo y cómo está relacionado con su histo ria per so nal sin caer en la fá cil ten ta ción de psicologizar o de buscar explicaciones supuestamente analíticas de su accionar y de su teoría. Este trabajo de investigación está apenas comenzando y para llevarlo a cabo es menester remover una gruesa capa de prejuicios. El propio Lacan criticó a Freud por haber escogido como biógrafo a un discípulo (Ernest Jones, ), de quien sa bía que no po dría es pe rar otra cosa que una hagiografía, la escritura de su vi da co mo si fue se la de un san to va - rón. La can no de sig nó a un bió gra fo ofi - cial y sus sucesores parecen más preocupados por bo rrar los do cu men tos que por ha cer que la ver dad apa rez ca. La bio gra fía que circula (Jacques Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, Buenos Aires: F.C.Económica), fue escrita por Elisabeth Roudinesco, hija de una amiga de Lacan. Esta autora exhibe una actitud francamente ambivalente, cargada de amor y de odio, ha cia el per so na je a quien in ves ti ga y al que mu chas ve ces re - tra ta car gan do las tin tas por me dio de una adjetivación sensacionalista y a menudo exagerada, cuando no injustificada y deliberadamente injusta. De todos modos, Elisabeth Roudinesco ha realizado un esfuerzo documental tan completo como le ha sido posible y no ha des cui da do nin gu na de las pis tas que pu die ra aportarle datos sobre este personaje complejo e intrigante. Su voluminosa biografía es criticable, sí, pero imprescindible para quien quiera acercarse al personaje de Lacan, el ana lis ta y el maes tro que mar có en for ma in de le - ble al psicoanálisis posterior a Dos grandes transgresiones sobresalen en la biografía de La can tal co mo re sul ta de la plu ma de su bió gra fa. La pri me ra es la de su po ner que La can es el au tor de un sis - tema de pensamiento (expresión que figura en el subtítu lo de la obra) cuan do, en rea li dad, La can se opu so siem - pre y ai ra da men te a to do in ten to de sis te ma que le pa - re cía, en sí mis mo, una abe rra ción. El pen sa mien to de La - can es voluntariamente fragmentario, disperso, dirigido a abrir cau ces y a pro vo car en quien lo es cu cha ba y en quien lo leía la ne ce si dad de dis cu tir y de de fi nir po si cio - nes di fe ren cia das. Sa bía muy bien lo que de cía y usa ba un es ti lo que pre fe ría di fí cil ( Sí, con us te des, aquí, el Gón - gora del psicoanálisis ) precisamente para que nadie creyese que lo había entendido y pudiese pasar a repetirlo de manera profesoral. El sistema no era su sistema (de transmitir), pues lo sistemático se presta fatalmente a la rumiación universitaria, algo de lo que Lacan abominaba. La otra fal ta de Rou di nes co es la de pre ten der de ri var un aspecto esencial de la teoría de Lacan, concretamente, el señala mien to de los efec tos de la de ca den cia de la fi gu ra pa ter na, co mo un efec to de la re la ción de La can con su pro pio pa dre (el señor Alfred Lacan), un negociante de vinagre carente de toda sensibilidad y de toda fineza intelectual. Este Alfred Lacan, personaje nulo desde donde se lo mire, estaba aplastado por el des po tis mo de su pro pio pa dre, Émi le La can, abue lo odiado por su nieto, el psicoanalista Jacques Lacan. Es absurdo pretender explicar una concepción, fundada en una inmensa experiencia clínica a partir de ciertos datos biográficos bien o mal recogidos. Téngase en cuenta este hecho: en la historia del psicoanálisis ningún psicoanalista ha analizado a tantos pacientes como Lacan; tenía un talento clínico excepcional y sus teorías no pro ce den de sus pre jui cios y de sus fan tas mas si no de una entrega apasionada a las posiciones subjetivas de su interlocutor. Él no estaba para enseñarle a los neuróticos y a los lo cos si no pa ra apren der de ellos. Aho ra bien, una vez que la teo ría exis te, es vá li do pre gun tar se si ella da cuen - ta, tam bién, del ca so de su au tor. O, me jor di cho, no se tra ta tam po co de apli car a La can la teo ría de La can, si - no de ver cómo está dada la circunstancia particular de La can con re la ción a la fi gu ra del pa dre. En ton ces se rá po si ble des cu brir, en los da tos de la bio gra fía, en los lap - sus que él co me tió, en las pre sun tas in fi den cias en que pudiese haber incurrido su propio psicoanalista (Rudolph Loe wens tein, ), en lo que pue de in fe - rir se de lo que su ce dió en los años que du ró su psi coa ná - li sis, en los sue ños que con tó, en la po si ción que re co no - cía haber tomado ante los asistentes de su seminario ( estoy ante ustedes en la posición del analizante ), indicios que permitan hacer conjeturas, nunca más que conjeturas, so bre el de seo, es de cir, la fal ta de La can. ENCUENTROS 9

12 J ORNADAS DE N UESTRO D ISTRITO VII JORNADAS S ISTÉMICAS Por el Dr. Jorge Daniel Moreno El significado de la palabra crónico proviene de la ciencia clásica. Se refiere al progreso propio de una enfermedad, ya sea en términos anatómicos o fisiológicos, y es independiente del observador o de cualquier contexto. Otro significado posible, que trataremos de desarrollar, se refiere al devenir de una enfermedad en los sucesivos contextos que va involucrando, en las interacciones que establece y en las particularidades de una dinámica de relaciones que paulatinamente van constituyendo un arquetipo más o menos definido de paciente. Decimos más o menos definido porque nos referimos a una suerte de metadiagnóstico, que cambia según la óptica del profesional e institución que lo asignan. El paciente del que hablamos puede o no tener alguna enfermedad crónica en el sentido clásico del término, es decir una patología que evolucione con un pronóstico de empeoramiento lento y progresivo, del tipo de la esquizofrenia o depresión grave, o un trastorno de per so na li dad gra ve, una adic ción. Si bien acep ta mos que en mu chos ca sos eso pue da ocu rrir no es ése nues tro fo co, no es ta mos interesados en la enfermedad crónica en su sentido médico sino en el contexto que se articula en su derredor. Es interesante observar cómo el ad je ti vo que ca li fi ca una en fer me dad lue go se vuel ca a una per - so na que ocu pa un es ta tus de pa cien te, y có mo con el tiem po, en muchos casos, ese calificativo se hace sustantivo y entonces se termina ha blan do de Cró ni co, más allá del diag nós ti co de ba se. Si distinguimos elementos, interacciones y contextos que se repiten y son comunes a muchos pacientes crónicos, podremos diferenciar un sistema con una identidad particular, que nosotros hemos de llamar Cronicidad. Pensamos que tal sistema no se define solamente sobre las variables propias de una patología sino que involucra otras, entre las cuales podríamos mencionar las sanitarias y de asistencia social, jurídicas y sociales propiamente dichas, cuando no policiales. Y si observamos el devenir de ese sis te ma, de ese in ter jue go de re la cio nes y con tex tos, ve re mos que la Cro ni ci dad se va cons ti tu yen do a lo lar go de un lap so tem - poral que podríamos llamar Proceso de cronificación. Des de nues tro pun to de vis ta se de no mi na cró ni co a un pa - ciente (en ocasiones también a una familia) que está transitando un devenir. Algunos casos se estabilizan en algún momento de ese tra yec to en tan to que otros si guen pro gre san do, con más in - teracciones, con más elementos involucrados, con una identidad más rígida que se reafirma a posteriori de las sucesivas crisis que ocu rren en su evo lu ción. Hablamos de crónico, cronicidad y proceso de cronificación, ha cien do par tí ci pes a los ope ra do res de sa lud y a los dis tin - tos niveles de asistencia social y jurídicos. A nuestro entender cada ins ti tu ción de sa lud men tal o de asis ten cia so cial tie ne un mar - co a par tir del cual de sig na a un pa cien te co mo Cró ni co. El pro - ble ma es que al ha cer lo se aje na de esa ro - tulación, transformándose en copartícipe de un in ter jue go don de los efec tos de las operaciones que realiza refuerzan no sólo una manera de significar, sino también de considerar y actuar. En este punto es interesante ver que en distintas instituciones un mis mo pa cien te pue de o no ser con si - derado dentro de la categoría de crónico, y por lo tan to abor da do de di fe ren te ma - nera. También es interesante observar que su evolución, (no animaríamos a decir que tan to la del pa cien te co mo la de los ope ra - do res, si ve mos los dos miem bros del in - ter jue go) es, las más de las ve ces, dis tin ta. Pensamos que el metadiagnóstico de Cró ni co, con el que se ca li fi ca a un pa - cien te o se sus tan ti va a una per so na (por - que por lo co mún el tér mi no no se re fie re a una enfermedad, patología o evolución si no a una per so na to da), se cons tru ye con la par ti ci pa ción de di ver sas ins tan cias, sien do en esa in te rac ción don de se va de - lineando su significado. A los die cio cho años una per so na tie ne un brote psicótico, se excita, no duerme, se con du ce de un mo do ex tra ño y ha bla con personas inexistentes. Es internada en un hospital psiquiátrico durante un mes y medio. Luego del alta sigue tratamiento psicofarmacológico y psicoterapéutico. Retoma sus actividades habituales. A los dos años el epi so dio se re pi te así co mo el abor da je. Al año y me dio por ter ce ra vez. El mé di co 10 ENCUENTROS

13 habla de una enfermedad que requerirá de tratamiento y medicación de por vida. Los padres de esta persona entienden que su hijo tiene un problema crónico y desde este mar co de re fe ren cia lo tra tan. No in sis - ten pa ra que es tu die. El pa dre, so cio ge - rente de una empresa naviera, comienza a dejarlo de lado en decisiones importantes, le da un trabajo intrascendente y burocráti co; sus her ma nos, tan to en la em pre sa co mo en la ca sa, co mien zan a dar le ór de - nes y desconsideran sus opiniones. La connotación pronóstica del diagnóstico generó un contexto donde los intercambios relacionales definen un dominio de coexistencia (Méndez, Caddou y Maturana, 1988). La dinámica interaccional co mien za a cons ti tuir se den tro de una categoría que incluye un diagnóstico y una probable evolución. Los relatos, teñidos del significado que rezuma este contex to, se ex tien den a la his to ria, siem pre tuvo problemas en el colegio ; al trabajo le costaba cumplir con las obligaciones ; a las relaciones sociales se pasaba la mayor par te del tiem po en la ca sa, no le in te - resaba salir, ni tener novia siquiera. Y tam bién se pro yec tan al fu tu ro: es me jor no darle responsabilidades, si se quiere que dar en la ca ma que se que de. Un pro ce so se ha pues to en mar cha. La Cronicidad se va constituyendo. Involucra ya a la fa mi lia y a los ope ra do res de sa lud, que han introducido una mirada diagnóstica y pronóstica sin haber evaluado y/o trabajado el impacto que podría provocar. La persona a la que hicimos referencia tuvo su cuarto episodio psicótico a los 27 años y es ta vez fue in ter na da por seis me - ses. El nú me ro de in ter na cio nes y el tiem - po de esta última hicieron que los antecedentes reafirmaran el pronóstico. Familia, pro fe sio na les, ins ti tu ción psi quiá tri ca don de se in ter nó y el pa cien te mis mo coincidieron en la manera de considerar el problema. A nuestro entender la enfermedad, patología o como quiera llamársela, en este caso esquizofrenia (diagnóstico que de ninguna manera discutimos), se integró a una dinámica de elementos que evolucionarán según sus propias variables. Des de nues tro pun to de vis ta la Cro - nicidad tiene una organización propia que la identifica y caracteriza. Un elemento es la fa mi lia del pa cien te, por lo co mún con una estructura y dinámica relacional rí gi da, que no de vie ne si no que se aís la y se hace cada vez menos permeable al entorno, con subsitemas enquis ta dos y po ca per pec ti va de cam bio en el tiem po. Son fa mi lias que parecieran vivir en un presente eterno, dentro de una mitología que pauta y organiza las relaciones (Ferreira, 1966; Selvini Palaz zo li y otros, 1975, 1988; Bo wen, 1978), con ri tua les de ac ción (Rappaport, 1971) frente a ciertas circunstancias. Cuando dice eso sabemos que no hay que contradecirlo, cuando reacciona así hay que au men tar le la me di ca ción, cuan do se eno ja no le res pon - do y así evi to la pe lea. Fa mi lias que por lo co mún ter mi nan aco - pla das a una ins tan cia sa ni ta ria y/o de asis ten cia so cial a la cual concurren cuando cualquier crisis las desborda (Cancrini, Colapinto, 1996). Instancias que comparten y reafirman con su ac cio nar un mar co de re fe ren cia que por lo co mún co lo rea el self del pa cien te (Ger gen, 1991) y dic ta el con tex to de sus in te rac cio - nes con el mun do, un mun do es tre cho y li mi ta do don de la per so - na se reconoce y actúa dentro de una categoría (Rebolloso, 1996). Distinguimos a la familia, los profesionales de la salud y las instituciones donde trabajan, las organizaciones de asistencia social, y podríamos incluir las jurídicas, policiales y algunas otras don de lle ga la red que se ex tien de en de rre dor del pa cien te. A su vez podríamos diferenciar el perfil asistencial de las distintas organizaciones sanitarias, su mitología, la política social, el espíritu jurídico, etcétera. Los elementos que participan en la constitución de la Cro ni ci dad pue den ser mu chos, pe ro lo im por tan te es la paulatina organización de las variables sobre las cuales los actores se nominan, en posiciones estereotipadas desde donde actúan, sien ten y per ci ben. Des de allí se va pre ci pi tan do un sig ni - ficado de la palabra Crónico, que, extrañamente, no tiene en cuenta los intercambios que lo constituyen. Los her ma nos de la per so na a la cual nos re fe ri mos, cuan do fallecieron los padres, iniciaron un juicio de insanía para así admi nis trar y cui dar sus bie nes. A to dos las de más ele men tos del sistema se agregó la instancia jurídica con una categorización legal que le qui tó sus de re chos cí vi cos. La ca sa pa ter na en la que siem pre vi vió fi nal men te fue ven di da y él re ca ló en un hos tal pa - ra enfermos mentales. En es te pun to que re mos acla rar que no es nues tra in ten ción tomar una posición crítica afín a la Antipsiquiatría y denostar todos estos elementos que a nuestro entender constituyen la Croni ci dad. En mu chos ca sos un hos tal es más que con ve nien te, un diagnóstico claro es necesario para instrumentar una estrategia terapéutica, los rituales y los mitos son a veces necesarios para evi tar un ex ce si vo gas to de ener gía, en mu chas oca sio nes la ins - tancia jurídica protege y la ayuda social no empobrece ni hace al paciente y/o a la familia mucho más dependientes. Tampoco una per so na y su fa mi lia son su je tos pa si vos que se van aco plan do a otros elementos y esa dinámica dicta su destino. Nuestro lenguaje aún tie ne to dos los atri bu tos de una ló gi ca cau sal y ex clu yen - te. Nos resulta difícil tratar de transmitir una complementariedad en un determinado nivel de observación, que de ninguna manera desvaloriza otros, como por ejemplo una estructura de personalidad, determinadas características familiares, un aparato psíquico que en algún punto se individualiza en sí mismo con distintos grados de autonomía. Nuestras ideas simplemente se refie ren a un ni vel de dis tin ción y no por ello des car tan otros. En nuestro ejemplo iniciamos la descripción del Proceso de cronificación con una persona y luego agregamos a su familia, ENCUENTROS 11

14 J ORNADAS DE N UESTRO D ISTRITO VII JORNADAS S ISTÉMICAS M. Bo wen, (1978) Family Therapy in clinical prac ti ce. New York, Aronson. L. Cancrini, (1994) Viva Palermo Viva. Storia di un pro get to per la pre - venzione delle tossicodepen den ze. Ro ma. La Nuova Italia Scientifica. J. Colapinto, (1996) La dilución del proceso familiar en los servicios sociales: implicancias para el tratamiento de las familias negligentes. Revista Redes, Vol 1, N 2, A. Fe rrei ra, (1980) Family myths. En I. M. Co hen, Ed. (1966) Family structure, dynamics and the rapy. Psychia tric Re search Re - port N 20. Ame ri can Psy chia tric As so cia - tion. Mi tos fa mi lia - res. En G. Ba te son, A. Fe rrei ra, D. Jack son, Th. Lidz, J. Wea kland, L. Wyn ne, G. Zuk: Interacción familiar. Buenos Ai res, Ed. Bue nos Ai res, págs K. Ger gen, (1991) The saturated self. Dilemmas of identitiy in contemporany life. New York, Ba sic Books. H. Maturana, (1981) Au to poie sis, en Ze - leny, M., ed. Autopoiesis, a theory of li ving or - ganizations. New York, North Ho lland. C. Mén dez, F. Cad - dou, H. Ma tu ra na, (1988) The brin ging forth of pat ho logy. An es - say to be read aloud by two. Irish Jour nal of Psy cho logy, 9 (1) R. A. Rap pa port, (1971) Ri tual sanc tity and cy - bernetics. American Anthropologist, 73 (1), E. Rebolloso, (1996) Con duc ta co lec ti va en J. F. Morales, comp. Pers pec ti vas ac tua les en Psi co lo gía so - cial. Ma drid, Mc Graw Hill. M. Selvini Palazzoli, L. Boscolo, G. Cecchin, G. Prata, (1975) Paradosso e controparadosso. Milano, Feltrinelli. (1988) Paradoja y contraparadoja. Barcelona, Paidós. M. Selvini Palazzoli, S. Cirillo, M. Selvini, A. Sorren ti no, (1988) I giochi psicotici nella famiglia. Milano, Cortina. (1990) Los juegos psicóticos de la familia. Barcelona, Paidós. profesionales y clínicas psiquiátricas, una intervención judicial y un hostal para enfermos mentales. Podrían preguntarnos si hay una mínima cantidad de elementos que per mi tan ha blar de la exis ten cia de la Cro ni ci dad y cuá les son. Pues un sis te ma puede definirse de muchas maneras, pero en todas ellas su característica identificato ria ha ce pie en su or ga ni za ción. No im - portan tanto los elementos sino la manera en que se estructuran. Cuando hablamos de Cronicidad nos referimos a un sistema que no cam bia en su or ga ni za ción si no que se amplía, incluyendo elementos del en tor no. Que no se com ple ji za en el sen - tido de abrir nuevos canales de comunicación, nuevas estructuras, sino que refirma su iden ti dad una y otra vez. Un sis te ma de estas características se acerca mucho a lo que Maturana (1981) definió como autopoiesis, es decir, una organización más bien ce rra da des de el pun to de vis ta in for - macional (porque es independiente del entorno y de la información que recibe). Si entendemos la Cronicidad como un sis te ma que no se com ple ji za, en el sen ti do de generar niveles de organización diferentes, debemos aceptar que progresivamente aumenta su entropía, su desorganización. Por eso en tra en pe rió di cas cri sis y se abre al me dio. Los pro fe sio na les de la sa lud son los primeros invitados a participar, podríamos de cir que en ca da cri sis el sis te ma sa - le a bus car nue vos ele men tos, pe ro que ge - neralmente se acoplan y no producen cambios estructurales. A este devenir lo llamamos Proceso de Cronificación. Cuando se investigan los antecedentes de estos casos aparecen, secuencialmente, situaciones en las cua les se fue ron ado san do tra ta - mientos, profesiona les, ins ti tu cio - nes, que siem pre dis mi nu ye ron la intensidad del proble ma pe ro que nun ca in du je ron un cambio estructu ral si no por el contrario, se incluye ron y re fo ra za - ron una organización ya existente. El devenir del proceso es progresivo, con ca rri les que se tran si tan una y otra vez des de su pues tas cer te zas que no se po nen en duda, sin intercambios creativos que abran nuevos horizontes y posibilidades. Los intercambios comunicacionales en las diversas situaciones que se van suscitando no re crean a los ac to res si no que los con - fir man en sus pun tos de vis ta, sus mo dos de ver al otro y de con si de rar se a sí mis - mos. El Cró ni co se rea fir ma co mo tal en tan to que el pro fe sio nal que lo asis te rea - firma su pronóstico, en tanto las distintas instituciones confirman lo anterior y en esa ma triz unos y otros se an qui lo san. Probablemente uno terminará en algún tipo de comunidad psiquiátrica o será un marginado social y recibirá ayuda de las instituciones dedicadas a esos casos, y los otros aumentarán la estadística de casos so bre los que na da se pue de ha cer. Nuestra intención ha sido proponer una mi ra da que mues tre a los pa cien tes llamados Crónicos en tanto van interactuando en diversas situaciones y con diferentes instancias, adquiriendo nuevas dimensiones, modelando y siendo modelados en ese intejuego. Vista desde esta óptica la Cronicidad resulta de una construcción en la que intervienen profesionales e ins ti tu cio nes que, en tan to se con si - deren partícipes, siempre pueden intentar cam biar el cur so de su de ve nir. Ca da cri - sis del proceso es una posibilidad para el cam bio. Ca da vez que hay una aper tu ra producida por una crisis, y la participación de un nue vo ac tor, la or ga ni za ción de la Cro ni ci dad se po ne en du da. La fa mi lia que lle va por ter ce ra vez al pa cien te agu do a la institución psiquiátrica puede reafirmar la cer te za de un des ti no o abrir la po - sibilidad de otro, puede sentirse partícipe o expectadora pasiva, puede reafirmar un significado o recrearlo. Y los profesionales que lo tra tan pue den agre gar esa si tua ción a modo de un antecedente que confirma el pronóstico, abordarla de manera autóno ma, co mo si no tu vie ra un con tex to que la sig ni fi ca y de al gún mo do la pre de - termina, o considerarla parte de un proceso y elaborar un abordaje y estrategia que trate de modificarlo. 12 ENCUENTROS

15 La persona en la terapia Por Musia Auspitz y Diana Wang De los múl ti ples te mas po si bles a ser en - ca ra dos des pués de 13 años de tra ba - jo en conjunto, hemos decidido centrar nues tra ex po si ción en uno que nos es muy ca ro: la per so na en la te ra pia. To dos sa be mos que el jue go de la te ra - pia tra ta de per so nas que ha cen al go con otras personas. Lo que nosotras queremos enfatizar es que nuestras personas son el vehículo y también la herramienta. Para distintos enfoques teóricos, la objetividad es una condición esencial de la eficacia del trabajo. Es ésta una diferencia fundamental con nuestro abordaje. Se podría pensar que proponemos como condición esencial la subjetividad? Tampoco. Somos personas con nuestra historia, nuestra ideología, nuestras creencias, nues tro gé ne ro, nues tros gus tos y dis - gustos, circunstancias de vida, pertenencia a cierta esfera social, cultural y económica; todos aspectos que determinan, necesariamente, una cosmovisión Weltanschauung des de la cual ve mos y so mos vistos, pensamos y sentimos. Debemos tener cuidado que estas cosas no se disparen automáticamente, adjudicándoselas al otro, convirtiéndolas en dogma. Cuanto más conocemos y re-conocemos estos aspectos personales, presentes inevitablemente en todo acto terapéutico, nos será más posible recortarnos como personas en nuestro trabajo y respetar to dos es tos as pec tos en los pa cien tes y, por ende, reconocerlos como personas. La posición que proponemos nos permite enunciar opiniones más que verdades, estimula el diálogo y el crecimiento personal. So mos tan só lo, y na da me nos, que ex - pertos en relaciones personales, en superación de conflictos, en re-significación de conductas dolorosas y vemos a nuestros pacientes como sus propios dueños, personas ca pa ces de orien tar el rum bo de sus vi das. Sa be mos que es muy fá cil de de cir pe - ro di fí cil de ha cer sin un lar go y con cien - zudo proceso de entrenamiento. El propósito de no imponer al otro la propia ideología tiene, por supuesto, algunos límites. El abuso sexual, el maltrato, el abandono, la drogadicción, conductas que ha cen pe li grar la vi da o la sa lud pro pia y de los de más, la delincuencia, son nuestros límites. Nues tro en fo que, cen tra do en el res pe to por el otro y por no - so tros mis mos, no im pli ca la acep ta ción de to do. La supervisión es un lugar y un momento privilegiado para entrenar esta mirada. Esto se da a niveles múltiples. Si trabajamos con nuestras propias personas, estos niveles pueden incluir resignificaciones de aspectos de nuestra propia vida. El trabajo con las per so nas co rre el fo co de la aten ción de la su per vi sión de el ca - so a el te ra peu ta en ese ca so. El tra ba jo con lo que sa be, el tra - ba jo con lo que es tá dis pues to o no a ha cer el te ra peu ta con sus miedos ante situaciones específicas, el terapeuta y sus escotomas, el terapeuta y su vulnerabilidad. En el aco pla mien to en tre una per so na y una teo ría (cual quier teo ría), pue de dar se que la per so na que de cons tre ñi da por ella o, por otro la do, que per mi ta la li be ra ción de su crea ti vi dad. La creatividad reside en la optimización de las propias capacidades y potencialidades, lo cual admite la curiosidad, la inventiva y la sor pre sa. La sor pre sa an te uno mis mo. En ello re si de lo humanístico. El uso de la creatividad aventa el peligro de la rutina, el aburrimiento, la receta predeterminada. Carl Whitaker decía que si la te ra pia no era útil pa ra el te ra peu ta, du da ba de que le pu die ra ser útil al pa cien te. El ac to te ra péu ti co se rá más vi vo y, por en de, más útil pa ra el terapeuta, si está interesado, apasionado, inquieto, provocado, desafiado, entretenido. Los te mas esen cia les por los que tran si ta un pro ce so te ra péu - ti co, nos son co mu nes a to dos los se res hu ma nos: el amor, la so - le dad, el se xo, el di ne ro, la ve jez, el tra ba jo, la muer te. Aspectos tales como la comodidad y la creatividad le dan un tinte muy particular a la involucración personal que representa para todo terapeuta el encuentro con sus pacientes. Conceptos tan inciertos e indeterminados, tan subjetivos como intuición e improvisación, participan frecuentemente en nuestro ejercicio profesional. Cuando decimos intuición, no pensamos en ocurrencias que acaecen mágicamente, nos referimos a lo que sucede más allá del ra zo na mien to, a lo que se nos im po ne lue go de años de es tu dios, reflexiones y experiencias. Cuando se improvisa, no se prepara la improvisación. Sin embargo, hay un larguísimo camino previo de estudio, entrenamiento y experiancia, el que permite crear, de golpe... Algo nuevo. ENCUENTROS 13

16 J ORNADAS DE N UESTRO D ISTRITO VII JORNADAS S ISTÉMICAS Recursos vivenciales en Psicoterapia Sistémica Por Elba Degrossi La persona es lo que hace, no lo que dice Scott Fitzgerald El pre sen te tra ba jo es el re - sultado de mi experiencia en dos campos similares y di fe ren tes a la vez del que ha cer humano: la Psicoterapia y el Teatro. Considero que la psicoterapia es un ar te. Por qué es un ar te? Depende de la creatividad Ca da se sión (fun ción) es irre - petible. Aparecen siempre elementos inesperados en el campo de trabajo, que la tornan impredecible. Puede haber casos similares, pero jamás idénticos. Cada paciente y cada tratamiento es úni co. La diferencia fundamental entre Psicoterapia y Teatro es que en este último, el drama se expone, y en la Psicoterapia se tiene como objetivo solucionarlo. Los trabajos vivenciales constituyen una experiencia dentro de la sesión, constituyen una experiencia única entre paciente y terapeuta. No es algo contado después de sucedido, sino que se da en el aquí y el aho ra de la se sión. Uno de los axio mas de la Teo ría de la Co mu ni ca ción di ce que el lenguaje es, a la vez, analógico y digital. El lenguaje analógico no verbal, califica al lenguaje digital verbal. Qué ocurre entonces? Es di fí cil des men tir lo que lo no ver bal nos es tá mos tran do. An te ce den tes Los antecedentes de este tipo de trabajo terapéutico se encuentran en Minuchin, a tra vés de los cambios espaciales que in - troduce en las sesiones familiares. Por su par te, Peggy Papp creó la coreografía de parejas, denominando así a la imagen complementaria de sí misma que la pareja construye delante del terapeuta. La escuela gestáltica es rica en juegos y visualizaciones en psicoterapia individual y grupal, y el Psi co dra ma ha apor ta do ideas irreemplazables, a través del Yo auxiliar y la Inversión de Roles. Teo ría del Tea tro Des de el pun to de vis ta del Teatro, tomé el método de las Ac cio nes Fí si cas de Cons tan tin Sta nis lavsky, que apren dí en mi ex pe - riencia como actriz y directora teatral. Describiré a continuación las principales ideas del mismo, que considero son un apor te va lio so a la psicoterapia. Stanislavsky afirma que no existe la inmovilidad en el es ce na rio. Es de cir, aún quie to, el ac tor siem pre es tá en ac ti vi dad y su pre - sencia no nos es indiferente. Curiosamente, muchos años después, Vatzlawik dice en el axio ma nú me ro uno de Teoría de la Comunicación: No es posible no comunicar. Las emociones y sentimientos se generan a par tir de las ac cio nes y no son pre vias a las mis mas. Por ejem plo: un ac tor tie ne que ena mo rar se en la fic ción de una ac triz. Bus ca rá en ella qué co sas le atraen y pueden llevarlo a enamorarse. Por ejemplo, puede que sea determinado rasgo físico. Focalizará su atención en ese rasgo. De esta manera realizará acciones, que lo lle va rán a sen tir la emo ción de ena - morarse, lo más creíblemente posible. Se consideran las circunstancias, es de cir el con tex to en que las ac cio nes se ori - gi nan. De allí que en to do ejer ci cio que se proponga al paciente, esas circunstancias deben ser minuciosamente reproducidas. Se ha de particularizar la descripción. Esto significa que debemos ver lo particular y único de cada situación y cada persona. Tener siempre como meta un objetivo determinado. El terapeuta debe tener 14 ENCUENTROS

17 bien cla ro qué se pro po ne al sugerir determinado ejercicio. Se debe considerar el registro. Percibir las acciones del otro y re gis trar qué ge ne ran las mis mas en uno. Es to es im por - tan te no só lo en re la ción a la clínica, sino también al entrenamiento personal del terapeuta. En todo momento registrar qué sen ti mos con esa per so na durante la sesión. Ob ser var qué re gis tra el otro, si tie ne en cuen ta a los de más o los ig no ra. Cuál es su re gis tro del ejer ci cio y qué emo cio nes y sen sa cio nes ha despertado en él. Pa sos de la ejer ci ta ción vi ven cial Denomino vivencial a todo ejercicio psicoterapéutico en el que se trabaja con imágenes, dramatizaciones, diálogos imaginarios, ejercicios corporales, etc. y, en los en que, en general, tiene predominancia el len gua je no ver bal. Los pa sos en la pro pues ta son los si - guientes: Relajación: Con los ojos ce rra dos, se induce la relajación hasta donde, espontáneamente, sea posible. Consigna: Generalmente se trata de inducir una imagen determinada. Re fuer zo de la Con sig na: Siempre suavemente y sin forzar la situación, no per mi tir que el pa cien te sal ga de la con - sig na que se le ha da do. Abrir los ojos: Lentamente volver al lugar actual. Registro y Evaluación del ejercicio: En pri mer tér mi no lo ha rá el pa cien te y luego el terapeuta, señalando especialmente las discrepancias observadas. Ejem plo clí ni co Como se deduce de lo relatado hasta aquí, es extremadamente difícil explicar, sobre todo por escrito, este tipo de trabajo. En las Jornadas que realizamos el año pasado en el Co le gio de Psi có lo gos de San Isi dro, vimos diversos ejemplos. Aquí tomaré uno de los más sim ples pa ra ejem pli fi car. An drea (44) y Ro ber to (47) son una pa re ja que con sul ta, a raíz de que An drea desea separarse de su esposo. Hace 18 años que es tán ca sa dos y tie nen tres hi jos. Ambos son profesionales. Andrea es una profesional exitosa. Roberto nunca trabajó en su profesión, dedicándose al comercio. Este negocio se vino a pi que ha ce tres años. Ro ber to sien te que su esposa ha dejado de quererlo, porque es un fra ca sa do que no ga na di ne ro. Por su par te, An drea ha ce años que es pe ra que Roberto cambie. Am bos se sien ten mal, la si me tría en - tre ellos es exas pe ra da, sin acla rar se bien que está pasando. En una se sión pro pon go el si guien te ejercicio: coloco dos sillas enfrentadas a otras dos. An drea se sen ta rá en una de las sillas enfrentada a Roberto que se sentará enfrente de ella. Teoría de la Comunica ción, Watz la wik, Bea vin y Jack son. Edit. Tiempo Contemporáneo. El pro ce so de cam bio. Peggy Papp. Edit. Pai - dós. El dar se cuen ta. J. Stevens. Edit. Cua tro Vientos. Obras Com ple tas. C. Sta nis lavsky. Edit. Quetzal. Dialéctica del trabajo crea dor del ac tor, Raúl Se rra no. Pu bli ca ción, Bs. As., Lue go de la re la ja ción, con los ojos ce rra dos, ju ga rán los ro les de sus pro pios pa dres, ha blan do de la pa re ja de ellos (An drea y Ro - berto). Alternativamente, Andrea hablará de ellos como lo haría su ma dre y lue go co mo lo ha ría su pa dre. Ro ber to ha rá lo mis mo. Resumo lo más importante registrado durante el ejercicio. Ma dre de An drea: Ro ber to no es el hom bre que es pe ra ba pa ra vos, An dreí ta... pe ro... si te se pa rás de él... me mue ro. An drea agre ga du ran te el ejer ci co: Se mu rió igual, y yo no me se pa ré. Pa dre de An drea: Lo que ha cen o de jan de ha cer es co sa de ellos. Madre de Roberto: An drea tie ne ra zón. No pue de vi vir más con él. Padre de Roberto: Tienen que se guir jun tos. Tie ne tres hi jos. Con un po co de pa cien cia to do se va a arre glar. A tra vés de es te ejer ci cio que dó en evi den cia una re gla fa mi - liar que nun ca ha bía mos vis to: Las mu je res de ci den. Los hom - bres son pa si vos. Roberto quedó confirmado y Andrea se liberó de poder elegir qué ha cer, vien do qué que ría ella, y no lo que los man da tos fa mi - liares le ordenaban. Ésta es una pequeñísima muestra de la ejercitación vivencial dentro de la se sión. El mis mo ti po de tra ba jo lo uti li zo en el en tre - namiento de terapeutas sistémicos y en la supervisión de casos, especialmente de terapias que se encuentran trabadas, a fin de desempantanarlas. ENCUENTROS 15

18 J ORNADAS DE N UESTRO D ISTRITO VII JORNADAS S ISTÉMICAS Por Carlos María Díaz Usandivaras Fig. 1 La Adolescencia tardía o demorada es un fe nó me no que se ha he - cho har to fre cuen te en nues tros días, así co mo una de sus con se - cuen cias más gra ves y fre cuen tes: la violencia intergeneracional filio-parental, que hace necesaria ya su incorporación al cuadro nosológico de las disfunciones violentas en la familia. Sin dis cri mi nar el ori gen del pro ble ma ni su gra do de pa to lo gía o disfuncionalidad, algunas citas dan fe de su existencia real: Los hi jos re - tra san ca da vez más su sa li da del ho gar. Da tos de Es pa ña: la edad me dia de eman ci pa ción de los hi jos es ac tual men te de 28.5 años pa ra los va ro nes y 27.7 años pa ra las mu je res. El 70 % de los jó ve nes en eda des com pren di - das en tre die cio cho y vein ti nue ve años si gue vi vien do con sus pa dres. Castillo Ceballos, G. (1997). La ado les cen cia, la in ter fa se en tre la in fan cia y la adul tez, es un fe nó - meno bio-social. Está desencadenada y condicionada por lo biológico, pero indiscutiblemente modulada por lo social. Ella oscila entre un cambio brus co, só lo una bre ve tran si ción, en al gu nas cul tu ras la de la po bre - za y la mar gi na li dad, por ejem plo, has ta una ex ten sa, có mo da y acol cha - da moratoria en nuestra actual cultura burguesa. Desde lo individual, es una etapa compleja del desarrollo, por el carácter múltiple y asincrónico de sus cam bios. En al gu nos as pec tos el ado les cen te es un adul to y en otros to da vía un ni ño. Pe ro si lo ubi ca mos en su con tex to real y vi tal, él es miem bro de una fa mi lia, a su vez in ser ta en una so cie dad y una cul tu ra. Por es to sus cam bios al te ran sus re la cio nes fa mi lia res y so cia les y es, a su vez, afectado por estas relaciones. La adolescencia es en realidad una etapa difícil y fascinante del ciclo vital familiar. Adolesce toda la familia. Des de el pun to de vis ta so cial, la ado les cen cia ter mi na con la sa li da del hijo de la casa paterna, para vivir en forma autónoma. Así, este fenómeno que se inicia con una connotación predominantemente biológica, la pubertad, culmina con un fenómeno predominantemente social: la emancipación. Fenómeno social, a nivel macro, en forma directa por todas aquellas variables económicas y laborales que condicionan la independencia del joven haciendo posible el fin de la adolescencia. En forma indirecta, porque los dic ta dos y cons truc cio nes de la cul tu ra de fi nen o al me nos in flu - yen, en lo que es un jo ven, en lo que se es pe ra de él y en lo que de ben ser sus re la cio nes con la fa mi lia y la so cie dad, así co mo las de és tas con él. El pro ce so de ha cer se ma yor es el re sul ta do de las dos fun cio nes pa - rentales básicas: la crian za y la educación, o funciones nutritivas y normativas, que se han desarrollado desde su nacimiento. Dicho de otro modo, la interacción entre el impulso vital del niño adolescente o joven al crecimiento, y la acción parental, generan esa tensión dialéctica, a la que mu chas ve ces de fi ni mos co mo lucha generacional. Los hi - jos no cre cen so los, si no a tra vés de es ta in te rac ción. Desde el enfoque familiar, ecosistémico, entendemos a la familia como una totalidad o sistema, subdividido en dos subsistemas: el parental y el filial, con una clara diferenciación estructural en términos de je rar quía, po der y au to ri dad que, de una to tal asi me tría, al co mien zo, tien de a em - pa re jar se en la edad adul ta. El proceso de la adolescencia normal (fig. 1) podría describirse como iniciado a partir de cambios somáticos acelerados, que traen como correlato cambios emocionales, y sobre todo la irrupción de la sexualidad genital, con cambios en la identidad, incremento de los impulsos, muchos de ellos novedosos y de control imperfecto. La consecuencia social de lo biológico es la exogamia que proyecta al adolescente hacia el mundo exterior y lleva al descubrimiento de lo extra familiar. Su mundo interno y externo se enriquece porque también trae a su fa mi lia in for ma ción de ese mun - do. Allí des cu bre a sus pa res, nue vos pro ta go - nistas de sus vínculos. Este proceso de crecimiento o morfogénesis requiere sucesivos reacomodamientos de la familia a nuevas condiciones evolutivas, propias de su ciclo vital, y a la re ne go cia ción de nue vas re glas que re gu - 16 ENCUENTROS

19 len su funcionamiento. Cada transición es potencialmente una crisis evolutiva y es entendible que los cam bios im por tan tes y fre cuen tes de la ado les cen cia obli guen a la fa mi lia a un es ta do de asam blea per ma nen te, en la que se discuten y negocian pautas, reglas y condiciones, límites y libertades. Describimos a las relaciones entre personas y entre subsistemas, como simétricas competitivas o complementarias cooperativas. Por definición, las relaciones parento-filiales son complementarias pero, como señalamos, tienden progresivamente a hacerse simétricas, igualitarias. La complementariedad es la base de la autoridad, imprescindible pa ra la fun ción de educación o normativa, que promueve la socialización primaria. En la adolescencia, la lucha generacional se hace más tensa porque disminuye la complementariedad, y la ten den cia a la pa ri dad de fuer - zas exi ge a los pa dres el má xi mo de sus re cur - sos. En este contexto de descubrimientos y ad - quisiciones graduales de libertad por parte del hijo, al ir demostrando su responsabilidad para asumirla, así como de experiencia y flexibilización de los padres una verdadera re-culturación, promovida por el intercambio que genera el adolescente, se va gestando el proyecto de eman ci pa ción en sus dos áreas: se xual - /familiar y laboral /vocacional. El proyecto pertenece al futuro. El diccionario define el termino proyectar como lanzar o dirigir algo hacia adelante. El tiempo, por lo tanto, tiene mucha im - por tan cia en el pro yec to. La no ción del tiem po, la experiencia subjetiva del tiempo, tiene que ver con la espera, como fenómeno natural y cotidia - no. La es pe ra, la pos ter ga ción de un de seo, ge ne - ra frus tra ción. Freud, ha ce ya ca si un si glo, re la - cio nó la ma du rez del yo con la to le ran cia a la frustración. La tolerancia a la frustración se ad - quie re, se apren de, se en tre na, se edu ca. Sus pri - me ros maes tros son los pa dres, cuan do se ani man a administrar racionalmente la satisfacción de los de seos de los hi jos y a de cir que no, cuan do es necesario. Tolerar la frustración es dominar el tiempo, ocupándolo con alguna elaboración inte - ligente. La tolerancia a la frustración permite pen sar, que no es po co. Per mi te aho rrar, fun da - mento de la economía capitalista. Permite con - tro lar los im pul sos, cla ve de los más ele men ta les conceptos de adaptación social. (C. M. Díaz Usandivaras, 1996). La concreción de estos proyectos de los hijos llevará a los padres, finalmen te, a la eta pa del ni do va cío, cuan do la re - lación vuelve a ser diádica, exigiendo nuevas adaptaciones. Es entendible entonces que este rico proceso preñado de vicisitudes es tanto fuente de creatividad y diversidad, como de potenciales dificultades y problemas. So bre la Vio len cia Desde una definición interaccional y finalista, la violencia es una per ver - sión del po der, que con sis te en el uso de di ver sas cla ses de mal tra to o da - ño con la in ten ción de ejer cer coer ción so bre otro. Es una ma lig ni za ción de las lu chas na tu ra les por el po der en las tran sac cio nes hu ma nas. El po - der transformado en dominación mal habida. La violencia filioparental es una malignización de la lucha generacional natural. La ten den cia a la violencia es in na ta en el ser hu ma no, co mo re sa bios de su pa sa do ani mal. No se apren de tan to a ac tuar con violencia, se apren - de más a no ha cer lo, a tra vés del pro ce so de socialización primaria en la familia, función de educación o normativa, que es internalizada si se acompaña de una suficiente y satisfactoria función de crianza o de nutrición emocional. La violencia no tiene una explicación única, pero resulta fundamentalmente de un fracaso en el proceso de socialización familiar. Las funciones nutritivas y normativas de ben fun cio nar en un ade - cuado equilibrio. Sus desproporciones generan: en el sentido de Este equilibrio es también sensible a los cambios sociales y culturales que se dan en el tiem po. La con fi gu ra ción que pri vi le gia lo normativo era ca rac te rís ti ca de la épo ca vic to ria na, ha ce cien años, en la que la neurosis era la patología prevalente. La que privilegia a lo nutritivo en detrimento de lo normativo es característica de nuestra época y la violencia es también hoy nuestra patología prevalente. La cultura, entonces, afecta a la crianza y seguramente, define tanto a la patología como a las soluciones terapéuticas que, como tienen orígenes opuestos, son también contra rias, de tal mo do que lo que es te ra péu ti co pa ra una pue de ser ia tro gé - nico para la otra. El remedio para el neurótico aumenta la violencia. Ca be se ña lar, ade más, que la fun ción normativa es más di fí cil de cum plir. Es frus tran te y es tre san te. Por lo tan to más frá gil e in cons tan - te. Ante una situación de crisis cae más fácilmente. Resulta altamente vulnerable a creencias como mitos familiares, inseguridad parental, sentimientos de culpa, rechazo a la socialización autoritaria que se recibió cuando niño y, en general, a las construcciones sociales actuales sobre la educación, o el significado de la adolescencia y la juventud, que ENCUENTROS 17

20 J ORNADAS DE N UESTRO D ISTRITO VII JORNADAS S ISTÉMICAS exaltando la libertad y la igualdad exageradamente, pueden llevar al descontrol irresponsable y a la pérdida de las diferencias jerárquicas en las instituciones como la familia. Otro ti po de fac to res in flu yen tes son los pro pios de la estructura fami liar. La fun ción normativa requiere para su ejercicio una sólida alianza en la pareja parental que es a su vez el re sul ta do de una ade cua da pareja marital, de la exis ten cia de una cla ra frontera que delimite territorios y atri bu cio nes de los dos sub sis te mas parental y filial, así co mo de una autoridad ba sa da en el po der je rár qui co que da el pres ti gio, la res - ponsabilidad y el ejemplo. La alteración de estos parámetros estructurales hará difícil o imposible el ejercicio de funciones normativas adecuadas. Có mo se ges ta la ado les cen cia tar día Como toda detención o lentificación del desarrollo, y descontando los factores somáticos, el proceso depende de éxitos y fracasos a lo largo de toda la infancia y adolescencia. La cultura niñocéntrica que se desarrolló pa ra pro te ger al ni ño, en la pri me ra mi tad del si glo XX, ex ce dió sus fi - nes hasta la sobreprotección, lo cual subestima sus verdaderas capacidades y ba ja la au toes ti ma y la con fian za. Los pa dres en esa cul tu ra han de - sarrollado un profundo temor a equivocarse y a ser culpables de dañar a los hi jos. La evi ta ción de la frustración es en ton ces la re gla. Edu car a un niño sin frustración es irreal y ne fas to, pues el mun do en el que le to ca - rá vi vir no es tá exen to de ella. Apren der a con tro lar la frustración es co - mo apren der a con tro lar los es fín te res del cuer po. Quien no lo apren dió es un discapacitado social. Si fracasa el proceso de socialización a tra vés de una edu ca ción blan da en la que pre do mi nen las fun cio nes nutritivas sobre las normativas, el joven no ha internalizado suficientemente la ley, va le de cir que, en tre otras, pue de ca re cer de las re glas que de fi nen a la violencia como una solución no aceptable a las diferencias y desacuerdos. Sobre los factores familiares actuales, se destacan como mencioné, las dificultades estructurales. La relación intergeneracional se hace más conflictiva cuando se pierde la complementariedad necesaria para educar. El impulso a ganar terreno es legítimo y natural en el adolescente, en la lucha generacional. Lo que no es ni le gí ti mo ni na tu ral es la re - tirada cobarde de los progenitores, la deserción a su responsabilidad en esa lu cha. El de se qui li brio que se sue le atri buir a la agre sión del ado - les cen te es, ca si siem pre, el re sul ta do de la ab di ca ción de los adul tos. El no ani mar se a afron tar el es trés de de cir no cuan do se cree de bue na fe que es lo que co rres pon de. Po de mos re cu rrir a la des crip ción de Co la - pin to (1986) so bre dos ti pos de fa mi lias: las ineficientes, aque llas que por limitaciones parciales, creencias o inseguridades fracasan en su fun - ción, las más frecuentes, de características más benignas y mejor pronós ti co. Las otras son las victimarias, aque llas que por su es pe cial di ná - mica y conflictiva interna necesitan al paciente sintomático como una función estabilizadora que les permita su supervivencia, son menos frecuentes, pero naturalmente más malignas y difíciles de acceder al cambio terapéutico por su rigidez. La sobreprotección de los hijos coincide con una idealización de la ado les cen cia y la ju ven tud que in vi ta a que dar se en ella. Años atrás ser ni ño no era tan bue no. Los pri vi le gia dos eran los adul tos en cuan to a sus posibilidades de realización y libertad. Era mejor ser adulto y esto incitaba a crecer. La infancia y la adolescencia eran etapas imperfectas que cul mi na ban en la adul tez. Hoy el fo co es tá pues to en el ni ño. Él es el due ño del mar ke ting. En es tos días, un ban co lo cal ofre ce cré di tos a los pa dres pa ra com prar re ga los pa ra el día del ni ño. El po der de los ni - ños es cre cien te y abru ma dor, sin que por es to se los res pe te más y no se haya dejado de victimizarlos de mil maneras. Pero la adolescencia dejó de ser una eta pa im per fec ta, de tran si ción, un me dio pa ra lle gar a una adul tez más com ple ta y sa tis fac to ria, el fin o la culminación del proceso evolutivo. En nuestra cul tu ra, el me dio se con vir tió en fin. Fre cuen - te men te, en vez de ser el pa dre, adul to, el mo - de lo a imi tar por el hi jo ado les cen te, es a la in - ver sa. El pa dre adop ta es ti los, usos y cos tum - bres de aquél. Una suer te de efebolatría (A. De Mi guel, 1994). Pa ra qué en ton ces cre cer y ser adul to, si eso es du ro y es for za do? Im pli - ca casi los mismos derechos, menos prestigio y muchos más deberes. Planteado así, el adolescen te tar dío no es inep to ni in ca paz. Es real - mente un inteligente explotador de la situación que se le ofre ce, aun que a ve ces de ba to - mar el dis fraz de dé bil, frá gil o es pe cial. Esta interacción construye un adolescente con características mixtas de personaje mitológi co: es mi tad adul to pa ra los de re chos y mi - tad ni ño pa ra los de be res. Así, po bre si no va cío de va lo res, prin ci - pios, re glas y nor mas que pres cri ban el res pe to a los de más y el aban do no de la vio len cia co - mo solución de las diferencias. Alabado y respetado como a una vaca sagrada. Tratado como un adul to y no co mo un ni ño. Obe de ci da o acatada su voluntad casi omnipotente, se incrementa su poder equiparándose con el de sus padres, y luego superándolos. La incongruencia jerárquica está instalada. Resulta comprensible que la constitución de una relación antinatural, con una fuerte connotación de explotación y abuso, sea generadora de violencia y usará de ésta para perpetuarse. La relación podrá mantenerse en términos de simetría y ge - nerar una disfunción violenta filio-parental simétrica recíproca, generalmente con ambos progenitores. En otros casos, sobre todo cuando la con duc ta en tre los pro ge ni to res no es so - lidaria, se instala una disfunción violenta filio-parental complementaria, en la que el hi - jo asume claramente el rol de abusador, explota dor y vio len to; la ma dre el de víc ti ma que no se defiende ni reivindica derecho alguno, y el pa dre el del que mi ra pa ra otro la do y se de sen - tiende. A este nivel el cuadro adquiere caracterís ti cas de ri gi dez y se tor na gra ve pues el jo - ven, además de abortar su proceso evolutivo, sue le caer en el al co hol, las dro gas y la de lin - cuencia. 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