Lectio Divina. Seminario Mayor de Cartago Octubre 9 de 2010

Transcripción

1 1 Seminario Mayor de Cartago Octubre 9 de 2010 Lectio Divina «La lectura de la Lectio Divina es ante todo una lectura orante; está en orden a la edificación de la piedad; no se trata de estudiar; el estudio informa, sólo la oración pone el corazón en contacto con Dios. Por eso, la lectura se fija en el texto mismo de la Palabra sin referirse a las notas explicativas que ofrecen las distintas ediciones de la Biblia. Esas notas no son la Palabra de Dios sino explicaciones de estudiosos. Leer lentamente, en el silencio de la soledad, el texto antes escogido. Ese texto se lee del comienzo al final. No hay que escoger pasajes según el gusto o del estado de ánimo del momento. No hay que desperdiciar la Palabra de Dios. La lectura continua de un libro es indispensable para descubrir los mil secretos del corazón de Dios». (R. MERCIER, Lectio Divina y Espiritualidad bíblica, Bogotá 1997, 83-84). Iniciemos invocando la presencia del Espíritu Santo para que nos ayude a obtener los mejores frutos de este encuentro con la Palabra de Dios. Cantemos: Espíritu Santo llénanos de ti// oh Señor llénanos de ti// Somos sólo un pueblo y uno es el señor// oh Señor llénanos de ti// Lléname de ti Señor, lléname de ti// oh Señor lléname de ti//

2 2 1. Lectio Abrir la Biblia, buscar el texto seleccionado y leerlo varias veces es nuestro primer contacto con la Palabra. Estamos frente a una persona: «Jesús, el Hijo de Dios», de cuyas palabras y obras nos da testimonio el texto sagrado. Texto Lc 17, Kai. evge,neto evn tw/ poreu,esqai eivj VIerousalh.m kai. auvto.j dih,rceto dia. me,son Samarei,aj kai. 12 Galilai,ajÅ Kai. eivsercome,nou auvtou/ ei;j tina kw,mhn avph,nthsan Îauvtw/ Ð de,ka leproi. a;ndrej( oi] e;sthsan po,rrwqen 13 kai. auvtoi. h=ran fwnh.n le,gontej\ VIhsou/ evpista,ta( evle,hson h`ma/jå 14 kai. ivdw.n ei=pen auvtoi/j\ poreuqe,ntej evpidei,xate eàutou.j toi/j ièreu/sinå kai. evge,neto evn tw/ u`pa,gein auvtou.j evkaqari,sqhsanå 15 ei-j de. evx auvtw/n( ivdw.n o[ti iva,qh( u`pe,streyen meta. fwnh/j mega,lhj doxa,zwn to.n qeo,n( 16 kai. e;pesen evpi. pro,swpon para. tou.j po,daj auvtou/ euvcaristw/n auvtw/ \ kai. auvto.j h=n Samari,thjÅ 17 avpokriqei.j de. o` VIhsou/j ei=pen\ ouvci. oi` de,ka evkaqari,sqhsanè oi` de. evnne,a pou/è 18 ouvc eu`re,qhsan u`postre,yantej dou/nai do,xan tw/ qew/ eiv mh. o` avllogenh.j ou-tojè 19 kai. ei=pen auvtw/ \ avnasta.j poreu,ou\ h` pi,stij sou se,swke,n seå 11 Y sucedió que mientras él iba hacia Jerusalén, pasó por en medio de Samaría y Galilea. 12 Y entrando a una aldea, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, quienes, a cierta distancia, se pararon. 13 Y levantaron la voz diciendo: «Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros». 14 Y mirando, dijo a ellos: «ponganse en camino, preséntense ustedes mismos a los sacerdotes». Y sucedió que mientras ellos iban, fueron limpiados. 15 Pero uno entre ellos, viendo que estaba curado, regresó con voz fuerte, glorificando a Dios. 16 Y cayó sobre el rostro junto a sus pies, agradeciéndole; Él 17 era un samaritano. Pero respondiendo Jesús dijo: «no eran diez los que fueron limpiados? Pero, dónde están los otros nueve? 18 No había ninguno que regresara para dar gloria a Dios sino este 19 extranjero?». Y dijo a él: «levántate, sigue tu camino; tú fe te ha salvado».

3 3 2. Meditatio La meditatio nos permite conocer el texto ayudados por varios elementos que podemos usar: memorizarlo, analizarlo, comprender su estructura interna y la relación con otros textos de la misma Sagrada Escritura. Tratemos de comprender el texto, primero en su forma. He resaltado en color algunas de sus partes. Las partes en negro (la mayoría del texto) son narración del escritor sagrado (Lucas); las dos partes en azúl corresponden a las palabras de Jesús; y la parte en verde indica las palabras de los diez leprosos. Es decir que el texto es principalmente una narración donde los personajes centrales tienen la oportunidad de participar a través del diálogo. Miremos la parte más extensa de la narración (color negro): San Lucas inicia describiendo el itinerario de Jesús: «Y sucedió que mientras él iba hacia Jerusalén, pasó por en medio de Samaría y Galilea, y entrando en una aldea» (vv a). Lucas usa con frecuencia la expresión «subir a Jerusalén» no sólo porque la ciudad se encuentra ubicada en una montaña, sino también porque expresa un elemento teológico: «quien sube a Jerusalén es un peregrino, un creyente que va al encuentro de la morada donde habita Dios». Además el Salmo 122 afirma que en Jerusalén «están los tronos de justicia» (v.5). Quien peregrina a Jerusalén debe ser consciente que experimentará la realidad del juicio. Según el Evangelio de Lucas, Jesús ejerce su ministerio, primero en las poblaciones de Galilea. En 9,51 afirma: «Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén». Camino a Jerusalén Cito los pasajes donde se sigue el camino de Jesús hacia Jerusalén: 9,57: «Mientras iban caminando, uno le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas». 10,38: «Yendo ellos de camino, entró en un pueblo y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa...». 11,1: «Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos...». 11,37: «Mientras hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa». 11,53: «Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas».

4 4 13,1: «En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios». 13,10: «Estaba un sábado enseñando en una sinagoga». 13,22: «Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén». 13,31: «En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos, y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte...». 14,1: «Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando». 14,25: «Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo». 15,1: «Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle». 17,11: «Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea». 18,31: «Tomando consigo a los Doce, les dijo: «Mirad que subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron para el Hijo del hombre». 18,35: «Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna». 19,1: «Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad». 19,11: «Estando la gente escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues estaba él cerca de Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro». 19,28-29: «Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén. Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos». 19,36: «Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino...». 19,41: «Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella». Este itinerario de Jesús, camino a Jerusalén nos ayuda a reconstruir la última etapa del ejercicio de su ministerio. La referencia a Samaría (señalada como una prostituta por los judíos), al samaritano (calificado como hereje) y su identificación como «extranjero» (v.18), es un recordatorio del amor universal implícito en el ministerio misericordioso de Jesús. Trae a nuestra mente al que expulsaba demonios en nombre de Jesús sin pertenecer a su grupo (9,49-50). La parábola del buen samaritano en la que el extranjero es identificado como el «prójimo» real (10,25-37), y las críticas suscitadas porque Jesús acoge a publicanos y pecadores (15,1-2).

5 5 El pasaje de los diez leprosos no tiene paralelo en cuanto al número de curados pero sí en cuanto a la enfermedad y al testimonio que debían dar las autoridades oficiales sobre la posibilidad que un enfermo curado de lepra pudiera volver nuevamente a la vida social. Presento los paralelos: Mateo 8,1-4 Marcos 1,40-45 Lucas 5, Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. 2 En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme». 3 El extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante quedó limpio de su lepra. 4 Y Jesús le dice: «Mira, no se los digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio. 40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». 41 Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». 42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. 43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente: 44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». 45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia 12 Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». 13 El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra. 14 Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Los paralelos reportan la forma como Jesús cura al leproso, mientras en el caso de los diez, no se describe, simplemente se dice: «Y sucedió que mientras ellos iban, fueron limpiados» (v.14). La forma como sucede el milagro queda en el misterio. Otro aspecto que describe el evangelista es la iniciativa de los diez leprosos para venir al encuentro del Señor: «salieron a su encuentro diez hombres leprosos, quienes, a cierta distancia, se pararon» (v.12). Se acercan a Jesús pero guardan la distancia pues están enfermos. La forma de llamar la atención es «levantar la voz» (v.13). Al no poderlo detener físicamente pues son impuros, la voz servirá de instrumento para hacerlo entrar en la compasión. Jesús tampoco los toca (al menos el relato no lo dice), sólo los mira y les da una orden. Es decir, que el instrumento que usa

6 6 Jesús son los ojos y a través de la mira, acompañada de la orden (su voz) realizará la curación. Continúa el narrador describiendo la escena: quien regresa curado, nuevamente usa la voz para glorificar a Dios. Y a este gesto, une todo su cuerpo postrándose a los pies de Jesús (no ya a distancia sino junto a él). En cuanto a la petición de los diez hombres, a coro dicen: «Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros». El nombre Jesús significa «salvador», el cual tiene relación con el último verbo «tú fe te ha salvado» (v.19). En cuanto a «Maestro», Lucas usa el término epistatēs, no el arameo «Rabbí», aunque los dos signifiquen lo mismo, sin embargo, epistatēs tiene una connotación especial, expresa «el que en una cosa está por encima de otro». Los leprosos reconocen la supremacía de Jesús sobre sus discípulos y sobre la enfermedad. En la tercera parte del texto (resaltada con azul) Jesús interviene en dos ocasiones. En la primera, responde a la petición de los leprosos enviándolos a la autoridad judía quienes son los únicos que puede testificar que han sido curados y, por tanto, reincorporarsen a la comunidad. Según Lv 14,1-32, el leproso debía ir al sacerdote el día de su purificación, primero, para ser examinado por él y, segundo, si lo encontraba limpio, el sacerdote debía ofrecer el sacrificio de purificación por el curado. En la segunda intervención, Jesús hace una pregunta que expresa su desconsuelo: «no eran diez los que fueron limpiados? Pero, dónde están los otros nueve?» (v.17). Una respuesta hipotética puede ser: los otros nueve están siendo examinados por los sacerdotes y ofrecerán, junto con ellos, los sacrificios de purificación. Pero la narración da a entender que yendo de camino sucedió la curación, y es en ese momento que uno de ellos, no continúa su camino hacia los sacerdotes judíos, sino que regresa a Jesús, para glorificar a Dios (v.15). Una glorificación que el narrador interpreta como «acción de gracias» (v.16).

7 7 3. Oratio Permaneciendo la Palabra en nuestra mente, nos ilumina y va penetrando el corazón para amarla. Sugiero unos minutos de silencio para permitir que la Palabra confronte algunas realidades de nuestra vida personal. También sugiero algunos aspectos para la reflexión, que no remplazan nuestro esfuerzo de examinarnos a la luz de la Palabra. Jesús subía como peregrino a Jerusalén consciente de ser ese el lugar de su pasión y muerte. Veo mi vida como una peregrinación por este mundo, consciente también de mi pasión y muerte? Los leprosos salieron al encuentro de Jesús para pedirle sanación pero conservaron la distancia. Siento alguna persona de la comunidad que no se acerca a mí o lo hace con reservas? Me he esforzado por superar esa distancia y acoger a esta persona? Jesús atendió a la petición de los leprosos. Cuál es mi actitud frente a los enfermos, malolientes y mendigos? Ante estas personas siento escrúpulos? Quizás no sea necesario tocarlas, Jesús tampoco lo hizo, pero si los miró, les habló y los ayudó. El hombre curado regresó alabando a Dios a través de Jesús. Mi oración personal y diaria contiene expresiones de alabanza y adoración? Jesús se sintió un poco desconcertado pues, de los diez, sólo uno agradeció a Dios. Qué tan agradecido soy con Dios, con mis padres y todas aquellas personas que me ayudan? 4. Meditatio Escuchar la Palabra y practicarla es el proyecto de vida del cristiano. Terminemos este encuentro con la Palabra con dos acciones concretas. La primera un compromiso, apostolado o sacrificio como fruto de la oración. Segunda, con una oración comunitaria, a través de peticiones en voz alta, donde todos nos uniremos respondiendo: «Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros». Padre Luis Albeiro Tabares Parra