Transcripción

1 Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe Versión estenográfica de la Homilía pronunciada por S. E. Mons. Juan Navarro Castellanos, Obispo de la Diócesis de Tuxpan, en la peregrinación a la Basílica de Guadalupe de dicha diócesis. 28 de mayo de 2015 María se encaminó presurosa a las montañas de Judea y visitó a su prima Isabel quien llena del Espíritu Santo, exclamó en voz alta: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre". Hermanos sacerdotes, religiosas, seminaristas, agentes laicos de pastoral, hermanos todos, particularmente peregrinos de la diócesis de Tuxpan, en la parte norte del estado de Veracruz, la zona llamada huasteca de ese estado y algunas comunidades de la zona norte del estado de Puebla; hermanos todos que nos acompañan y comparten con nosotros esta celebración eucarística, este encuentro especial con el Señor Jesús y con su madre que es nuestra madre, aquí en la Casa que ella solicitó para que unidos en la fe y en el amor, pudiéramos encontramos con ella y con su Hijo y también encontrarnos entre nosotros. Ponemos en las manos de María nuestras vidas, especialmente le encomendamos la paz, ese valor que se nos está escapando, que se nos está yendo de las manos y de la vida toda para que interceda ante su hijo y podamos recuperar esa unidad, ese respeto, esa fraternidad. Hemos venido en peregrinación a la casa de María de Guadalupe, la gran peregrina, que como escuchamos en el Evangelio, presurosa se dirigió a las montañas de Judea para auxiliar a su prima Isabel. Venimos a visitar a nuestra Madre del Cielo, que se dignó poner sus plantas en esta montaña del Tepeyac, en estas tierras allá en los inicios de nuestra patria mexicana. Ella se quedó definitivamente entre nosotros en su imagen bendita, como signo del amor misericordioso de Dios que no nos abandona, sino que nos ha querido acompañar de manera permanente, a través de la madre de su Hijo. Cuánta razón tuvieron los obispos latinoamericanos hace algunos años, cuando dijeron que la presencia femenina de María en la Iglesia genera un ambiente familiar que invita al amor fraterno y al respeto por la vida de todos. María es la presencia sacramental, decían los Obispos en Puebla 79. María es la presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios. Se trata de una realidad profundamente humana y espiritual, al mismo tiempo, que suscita

2 en los creyentes las plegarias de la ternura, del dolor y de la esperanza. María es nuestra madre, es madre de la Iglesia 1. Y vaya que si se percibe todo eso en esta bendita casa de nuestra Señora, esas plegarias a veces llenas de dolor, pero siempre llenas de ternura, de esperanza, de confianza en la madre y de confianza en su hijo Jesucristo. Estamos congregados en este santuario de nuestra Señora, en la casa de todos, porque hemos llegado a la casa de Santa María de Guadalupe nuestra Madre, como Ella misma se expresara en su presentación ante Juan Diego: "Sábelo, y ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del Verdadero Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el Dueño del cielo y el Dueño de la tierra". La misma Virgen hizo entonces una petición a través de Juan Diego: "Mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada, en donde les mostraré a mi Hijo, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto, lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación" 2. Basta ponernos frente al rostro de nuestra madre para recibir, para percibir esa mirada maternal, esa mirada compasiva. Por eso nos atrevemos ahora a hablarle en primera persona. Acudimos a ti, Madre querida, para encontramos con tu Hijo Jesús, como indicaste en Caná de Galilea, cuando acudieron a ti para solicitar tu apoyo. (Jn 2, 1-11). Estamos convencidos que tú nos conduces a Él, nos enseñas a invocarlo y nos motivas para que lo imitemos, porque la fe no se puede quedar aquí en el templo. Al irnos tenemos que proyectarla en nuestra familia, en nuestros ambientes de trabajo, en nuestra sociedad tan necesitada de ese valor fundamental para superar la violencia y otras actitudes de atropello. Tú misma nos has dado a tu hijo con todo el amor personal, en tu mirada compasiva, que percibimos en tu preciosa imagen, signo perenne de tu amor de Madre hacia los mexicanos, y hacia todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Tú nos das a Cristo tu Hijo, también, en tu auxilio, en la ayuda permanente que brindas a quienes vienen a invocarte aquí en tu casita del Tepeyac. En verdad tú eres nuestra Madre, eres auxilio de los cristianos, refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos. En el evangelio escuchamos que tu prima Isabel te llamó bendita entre las mujeres. Nosotros, tus hijos, Señora queremos alabarte también como ella, porque eres la Madre del verdadero Dios por quien se vive. Eres para nuestra raza y para cada uno de nosotros, una verdadera señal del cielo. Eres el signo inconfundible del amor misericordioso del Padre que nos ama desde la eternidad, como a hijos muy queridos pero, desde que pusiste tu pie en este 1 Puebla, Nican Mopohua, 26

3 lugar y comenzó la evangelización en este continente, tu amor ha sido para todos nosotros cercano y permanente. Efectivamente, hermanos todos, desde la llegada de la fe cristiana a este continente, nuestro buen Padre Dios quiso que tuviéramos a María, su Hija como la primera evangelizadora. Desde entonces, ella cumple solícita esta misión de manera permanente, invitándonos a que nosotros recibamos el mensaje salvador de su hijo, pero que lo transmitamos, lo llevemos allá en nuestras palabras, en nuestra vida toda, que lo encarnemos y lo proyectemos en nuestra familia y en nuestros ambientes. Nos afligen muchas cosas, madre, al igual que Juan Diego, a nosotros nos inquietan y nos afligen, nos preocupan muchos problemas, muchas inquietudes. Todos tenemos situaciones difíciles en las que estamos necesitados de tu ayuda. Pero tenemos también varios problemas comunes, no solo los problemas personales sino también problemas comunes en nuestra patria, en cada región en nuestra Diócesis misma de Tuxpan. Nos preocupan la inseguridad y la violencia, que parecen avanzar y acrecentarse, generando angustias, dolor y muerte. Nos preocupa la crisis económica que afecta, especialmente a los más pobres, concretamente a muchos niños, a muchos jóvenes que no ven un futuro de luz, de esperanza; a los ancianos que muchas veces están con hambre y solos, a los grupos indígenas, a familias que habitan en lugares apartados o en los cinturones de miseria en nuestras ciudades. Nos afligen y nos llenan de preocupación las enfermedades físicas, pero también muchas enfermedades espirituales; así como nuestras debilidades y pecados, el mal que contamina nuestra sociedad y no permite que vivamos con dignidad, que vivamos como hijos tuyos y hermanos unos de otros. Sabemos, Madre querida, que estamos en tu regazo, que nos tienes muy dentro en tu corazón, porque te dirigiste a Juan Diego y te diriges a nosotros con palabras de bondad, palabras consoladoras, palabras de misericordia, palabras alentadoras, como las que dirigiste a toda la humanidad, ahí en la casa de tu prima Isabel. En verdad nos hablaste a través de Juan Diego con palabras de madre, le dijiste: "Escucha, hijo mío el más pequeño, que no es nada lo que te espanta, lo que te aflige, que no se perturbe tu rostro, ni tu corazón; no temas la enfermedad ni cosa alguna de cuanto te aflige. En verdad soy yo tu Madre compasiva, tuya y de todos los hombres de esta tierra. Los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí. Les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias y

4 sus dolores". " No estoy aquí, yo, que soy tu madre? no estás bajo mi sombra y resguardo? 3 Madre, estamos pues contentos y esas palabras tuyas nos llenan de llenos de confianza; sentimos que estamos en tu casa, en la casa de nuestra madre, cobijados por tu amor maternal. Pero tenemos que regresar a nuestros ambientes, a nuestras comunidades, a nuestra realidad de todos los días, donde muchos hermanos viven situaciones complicadas. Estamos dispuestos a corresponder al amor de tu Hijo y a tu amor personal y hacer la parte que nos toca para transformar nuestras realidades; pero necesitamos tu ayuda, necesitamos que intercedas ante tu hijo para que las cosas vayan por un mejor rumbo. Qué debemos hacer madrecita querida? Queremos corresponder a tu amor, a tu consuelo, a tus favores: trataremos de ser verdaderos discípulos de tu Hijo y hermanos de todos y trabajar para generar espacios de solidaridad, de unidad, de verdadera fraternidad. Queremos vivir unidos en nuestras familias, en los ambientes de trabajo, en las nuestras comunidades parroquiales, en nuestra Diócesis de Tuxpan, en nuestros pueblos y ciudades y en la comunidad en la que cada uno viva. Regresamos a nuestras casas llenos de esperanza y dispuestos a asumir nuestro compromiso también como ciudadanos siendo responsables frente a nuestros deberes cívicos. Viene una jornada electoral en que debemos disponernos a participar con responsabilidad. Muchos tenemos votaciones en unos días y la invitación es a participar. Seamos responsables también en nuestras tareas diarias, analizando y discerniendo de cara a los acontecimientos y a la dura realidad que cada uno estamos viviendo, pero siempre dispuestos a buscar unidos el bien de todos. Madre, a Juan Diego le diste una misión, una tarea, porque urgía anunciar el Evangelio y buscabas también promoverlo como persona, hacerlo crecer individualmente y como miembro del pueblo mexicano que estaba naciendo. Le dijiste: "anda al palacio del Obispo de México, y le dirás que yo te envío, para que le descubras que mucho deseo que aquí me construya una casa, me erija en este llano mi templo". 4 Como a Juan Diego, a nosotros sacerdotes, religiosas y laicos, a todos, nos señalas tareas y nos invitas a servir a nuestros hermanos, a ser misioneros para que la Buena Nueva del Reino, la buena nueva del bien encarne en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en las familias, en las 3 Nican Mopohua, Nican Mopohua, 33

5 escuelas, en las estructuras también de la sociedad, para generar una cultura más solidaria, de mayor respeto, de justicia en la sociedad de hoy. Te pedimos que intercedas por nosotros ante tu Hijo, para que esta peregrinación aumente nuestro amor a ti y a nuestros hermanos. Que como tú, tengamos para los demás palabras de bondad, palabras que alienten, que iluminen, palabras que ofrezcan amor y levanten el ánimo de quienes caminan en la vida al lado de nosotros. Que así sea.