I Parte: La música al servicio de la liturgia

Transcripción

1 NUESTRO CANTO DE ALABANZA I Parte: La música al servicio de la liturgia Cuando nos reunimos a celebrar momentos importantes con nuestra familia o comunidad, la música suele ser parte de la celebración. Cantar Cumpleaños feliz o Las Mañanitas antes de soplar las velas del bizcocho o Aguinaldos o villancicos navideños en el vecindario forman parte de muchas tradiciones familiares. Las bodas suelen fomentar la participación de los invitados en el canto y baile. Incluso los conciertos del Cuatro de Julio frecuentemente logran que el público se ponga de pie, cante y aplauda canciones que celebran la libertad. De la misma manera, la música es esencial a nuestras celebraciones litúrgicas. Cuando nos reunimos para recordar los acontecimientos principales en los que se nos reveló la presencia de Dios, entonamos los cantos de nuestra fe. Como dice el salmista: Entonen al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas (Salmo 98). La música hace brotar la belleza del talento que Dios nos dio para cantar (Cantemos al señor: la música en el culto divino [CS], 1). Cantamos porque la música tiene el poder de transportarnos al otro mundo. La música puede expresar el cenit y la profundidad de la condición humana de maneras que el habla no puede por sí sola. Es la voz del corazón elevado a Dios. En la liturgia, la música cumple una función ministerial, es decir, sirve de diversas maneras a la liturgia y a la gente que se ha reunido para celebrarla. La música nos une. Quienes nos reunimos para celebrar la liturgia, venimos de una gran diversidad de culturas, orígenes étnicos y experiencias de vida. Se nos llama a cada uno a ofrecer nuestro canto individual para formar una asamblea que rinde culto, el cuerpo de Cristo unido a su Cabeza (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1140). Con la música, mediante la unión de las voces, se llega a una más profunda unión de corazones (Papa Pío XII, Musicam Sacram Sobre la música en la sagrada liturgia [MS], 5). Renunciamos a nuestras preferencias individuales respecto al tono, el ritmo, la instrumentación, el estilo y la letra y nos unimos a la oración de la Iglesia. La unión de nuestras voces nos ayuda a establecer lazos afectivos, nos convertimos en una voz que alaba y da gracias a Dios y nos abre al poder transformador de la liturgia. La música en el culto es una expresión de nuestra fe y sentido de comunidad. El diálogo musical, los salmos, los cantos y los himnos que entonamos en la liturgia nos brindan un medio para expresar nuestra fe y esperanza en la Resurrección. Estas expresiones musicales ayudan a definir y apoyar la finalidad de cada acción en la liturgia, nos permiten responder al llamado de Dios y nos ayudan a transformarnos en el cuerpo de Cristo. Nuestras proclamaciones públicas expresadas en canto dan testimonio de nuestra fe y de nuestro compromiso de vivir los valores del Evangelio. Esta expresión común y cantada de la fe en las celebraciones litúrgicas fortalece nuestra fe cuando es débil y nos conduce a la voz divina inspirada de la Iglesia en oración (CS, 5). La música hace posible que las palabras de la liturgia nos hablen más profundamente. Nos cuesta imaginar cómo sería recitar el Cumpleaños feliz o el himno nacional. La melodía se convierte en parte del mensaje. La música tiene la habilidad de expresar el significado de un texto mucho más intensamente que al solo recitarlo. Podemos imaginar cuánto se perdería al recitar el Cumpleaños feliz. La música y sus cautivadoras melodías, ritmos y estilos pueden interpretar un texto y llevarnos a un grado de comprensión y participación al que las palabras por sí solas no podrían aspirar. Quizás el mejor ejemplo es la diferencia que sentimos cuando cantamos el Gloria a Dios, el antiguo himno de alabanza, en vez de tan solo recitar las palabras. La música tiene el poder adicional de hacer que los textos sean memorables. Esta cualidad nos ayuda a poder llevar los textos con nosotros para rezarlos en nuestro hogar y lugar de trabajo. La música expresa un significado que trasciende las palabras. Las melodías tienen la habilidad de comunicar toda la gama de emociones con el fluir de las notas. La música puede llenarnos de júbilo o reconfortarnos. Puede expresar nuestra alegría, nuestra tristeza y nuestra sed de Dios. El Papa Pío XII, citando a San Agustín, dice que con la música, desde la belleza de lo sagrado, el espíritu se eleva más fácilmente a lo invisible (MS, 5). La música define el tono de la fiesta o el tiempo. Nada nos llama más la atención del cambio de tiempo litúrgico ni hace que nos concentremos en una determinada fiesta del año litúrgico que una selección musical apropiada. El canto de Oh Ven, Oh Ven Emmanuel en el Adviento, Vamos Todos a Belén en

2 Navidad, Tu Reinarás, el Domingo de Ramos o Este Es El Día en el tiempo de Pascua evoca una larga tradición. Estos cantos no solo expresan nuestra fe sino que la tonada también nos ayuda a sentir el espíritu del tiempo o solemnidad. Selección de la música para la liturgia Teniendo presentes los dones y cualidades de la música que mencionamos anteriormente, de qué manera se toman en nuestra parroquia las decisiones respecto a la selección de música litúrgica apropiada para una determinada ocasión? Para poder determinar la selección de música apropiada para un momento específico dentro de una determinada liturgia, los obispos de los Estados Unidos enumeran tres criterios para evaluar la selección. Cada pieza musical se juzga desde la perspectiva litúrgica, la pastoral y la musical. Ninguno de estos tres criterios puede estar aislado, sino que debe integrarse con los demás a la hora de tomar la decisión (CS, 126). I. El criterio litúrgico El criterio litúrgico se centra en el momento adecuado de la música en una liturgia, qué textos deben usarse, la estructura y el tipo de música que se usará y quién la cantará, es decir, el cantor, el coro, el sacerdote, la asamblea. Las normas que rigen estas decisiones se encuentran en la introducción de cada Rito. Las de la celebración de la misa están en la Ordenación General del Misal Romano [OGMR]. Cada selección se evalúa de modo que exprese nuestra fe y la intención de cada momento de la liturgia. Por ejemplo, las normas nos indican que la música que acompaña la distribución de la Sagrada Comunión debe comenzar cuando el sacerdote recibe el sacramento y continuar hasta que la última persona lo reciba. Nos dice que la finalidad de este canto es por la unión de voces... expresar la unión espiritual de quienes están comulgando, demostrar la alegría del corazón y poner de relieve el carácter comunitario de la procesión de los que van a recibir la Eucaristía [OGMR, 86]. Todas las liturgias son celebraciones ejercidas por el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros (cf. CSL, 7). Al criterio litúrgico le compete garantizar que el texto de la música que se usa en la liturgia exprese la naturaleza comunitaria de la liturgia y no solo una relación personal e individual con Dios. II. El criterio pastoral Las mejores decisiones musicales para una determinada liturgia se toman teniendo en cuenta la composición de la comunidad que rinde culto (cf. CS, 130). Este criterio está consciente de la cultura de un determinado pueblo y abarca los talentos, características y preferencias de cada cultura. También tiene en cuenta la edad y el idioma de los participantes así como los problemas económicos o sociales en los que puedan estar enfrascados. También se contempla la educación y el grado de formación en la fe de ese determinado grupo de fieles. Se tienen en cuenta todos estos factores pastorales para que podamos participar más plenamente de los misterios sagrados de modo que nuestra fe se fortalezca. III. El criterio musical El criterio musical se centra en la calidad del arreglo musical y pregunta: Es la música técnica, estética y expresivamente buena?. Estas decisiones no se basan en el estilo musical ya que hay piezas de buena calidad en todos los géneros y estilos. Este criterio se basa en la buena combinación del texto y la melodía. Los músicos intentan descubrir las joyas de la música sagrada del pasado pero también arreglos nuevos que cubran las necesidades cambiantes de la asamblea que rinde culto. Hemos visto que la música es un regalo que Dios nos dio y que cantar nos permite comunicarnos con Dios de una manera que es imposible por otras vías. Hemos estudiado el poder que tiene la música para unir el Cuerpo de Cristo con Cristo su Cabeza. El triple criterio que debe hacerse en cada selección musical de la liturgia nos guiará en la II Parte: Las formas de oración cantada, para reflexionar sobre qué partes de la liturgia deberíamos cantar. Nuestro canto de alabanza, #44221, I Parte de Federation of Diocesan Liturgical Commissions 415 Michigan Avenue, N.E., Suite 70, Washington DC correo electrónico: publications@fdlc.org; teléfono: ; fax Autora: Dra. Judy Bullock. Traducción: Marina A. Herrera, Ph.D. Arte: Jane Pitz. Permiso es otorgado para reimprimir dentro de la Arquidiócesis de Galveston-Houston conforme sea necesario. Comuníquese con la Oficina de Culto Divino para más información.

3 NUESTRO CANTO DE ALABANZA II Parte: Las formas de oración cantada Varios factores determinan la decisión respecto a qué partes de la misa deben cantarse. Algunos tiempos y fiestas del año litúrgico ameritan una celebración mayor, como la Pascua, la Navidad y sus respectivos tiempos. Durante estos tiempos tan importantes no solo cantamos más partes de la liturgia sino que también agregamos instrumentaciones y contrapuntos a las partes que cantamos habitualmente. Este principio recibe el nombre de solemnidad progresiva (Ordenación General de la Liturgia de las Horas, ). Otro aspecto de este principio tiene en cuenta el flujo y reflujo de cada celebración individual de la liturgia y la relativa importancia de cada parte (OGMR, 40). También se evalúa la composición de la asamblea para determinar qué partes se cantarán. Por ejemplo, si la asamblea consiste predominantemente de niños pequeños o si asiste poca gente o si el idioma o la cultura es un factor, quizás se necesite recurrir a la simplificación. Las partes de la misa que deberían cantarse, de ser posible, se dividen en cuatro categorías: I. Diálogos y aclamaciones A. Diálogos En la liturgia hay varios intercambios breves entre el sacerdote, el diácono, el lector, el cantor y el resto de la asamblea. Cantar estos diálogos (los saludos, las introducciones y conclusiones de las lecturas de la Sagrada Escritura y los diálogos dentro de la Plegaria eucarística) nos hace participar de manera activa y nos ayuda a que quienes cumplen una función ministerial se unan al resto de la asamblea (cf. OGMR, 34). B. Aclamaciones Las aclamaciones, frases o respuestas breves cantadas por toda la asamblea, están dentro de la liturgia para brindarle a la asamblea la oportunidad de dar su conformidad a lo que está sucediendo y reafirmar el contenido del texto de una determinada oración (cf. CS, 115). Se nos llama a cantar estas aclamaciones enérgicamente y con entusiasmo. La asamblea debe saber bien las aclamaciones de la liturgia para poder cantarlas espontáneamente sin recurrir a un cantoral o ayuda para la liturgia, incluso cuando no hay acompañamiento musical. Estas aclamaciones se cantan incluso en la misa diaria con una congregación pequeña. Las aclamaciones más importantes en la misa son: 1) La Aclamación antes del Evangelio Esperando con ansias la presencia de Cristo en la proclamación del Evangelio, nos ponemos de pie para cantar la Aclamación antes del Evangelio. Ésta es una aclamación pascual en la que aclamamos que el Señor Resucitado está presente y vive entre nosotros en Su Palabra. Esta aclamación está compuesta de un Aleluya, el cual algunas veces presenta el cantor o coro y luego repite el resto de la asamblea. Luego sigue un versículo breve de la Sagrada Escritura basado en el Evangelio del día o una determinada solemnidad y después se canta nuevamente el Aleluya. Durante la Cuaresma, se reemplaza al Aleluya con otra aclamación de alabanza. 2) El Santo, Santo, Santo o Sanctus Esta aclamación es una de las tres que se cantan dentro de la Plegaria eucarística de la misa. Esta aclamación se canta en respuesta al prefacio en el que el celebrante menciona las cosas por las cuales le damos gracias a Dios ese día. Unimos nuestras voces a las de los ángeles y santos y entonamos el canto de alabanza a Dios de los serafines en el libro de Isaías: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del Universo Al igual que todas las demás aclamaciones litúrgicas, ésta es un canto de toda la asamblea por lo que es necesario estar familiarizados con su arreglo musical. 3) La aclamación memorial En esta segunda aclamación dentro de la Plegaria eucarística recordamos las muchas cosas que Dios ha hecho y continúa haciendo por nosotros en Cristo. Recordamos con agradecimiento la vida, muerte, Resurrección y Ascensión de Cristo y esperamos con ansias su venida en toda la gloria. Proclamamos enérgicamente este misterio de nuestra fe en canto.

4 4) La Doxología La Plegaria eucarística, la cual es proclamada por el sacerdote en nombre de todos, concluye con esta tercera aclamación en la que toda la asamblea da su conformidad a la oración. Los arreglos musicales son marcados y atractivos para que todos puedan expresar su fe en el poder transformador del Espíritu Santo y participar de esta oración de agradecimiento y alabanza. II. Antífonas y Salmos Los salmos ocupan un lugar especial dentro del culto cristiano porque son cantos de la Sagrada Escritura. Si bien fueron escritos para el culto y la oración del pueblo hebreo, los primeros cristianos continuaron usándolos. Los salmos son una fuente rica de oraciones cantadas. Calan hondo en nuestra experiencia de Dios y nos permiten expresar una amplia gama de emociones. El salmo principal de la misa es el que se canta durante la Liturgia de la Palabra después de la primera lectura. Cada liturgia cuenta con un salmo determinado de acuerdo a las lecturas o conmemoración del día. Algunos salmos pertenecen a un tiempo del año litúrgico y pueden usarse en lugar del salmo del día. En la forma responsorial normalmente un cantor o salmista entona los versículos y el resto de la asamblea canta un responsorio o antífona entre ellos. Los textos de los salmos también se pueden usar en el canto inicial, el canto durante la Preparación de las ofrendas y el canto que acompaña la distribución de la Sagrada Comunión. La salmodia también es apropiada para ocasiones especiales cuando se entona un canto de agradecimiento después del período de oración en silencio que sigue a la distribución de la Comunión. También se pueden usar salmos durante los momentos de la liturgia en que realizamos procesiones, como la procesión para recibir la Sagrada Comunión u observamos atentamente una procesión, cuando las ofrendas de pan y vino se llevan al altar. El cantor o coro puede entonar los versículos mientras que el resto de la asamblea canta un responsorio o antífona familiar. III. Estribillos y repuestas repetidas La letanía es otra forma de diálogo que se usa durante la liturgia en la cual la asamblea canta una repuesta breve después de cada invocación (generalmente entonada por el diácono o el cantor). Las letanías nos transportan a un estado de oración más profundo mediante la repetición de la misma respuesta, especialmente cuando el diálogo se vuelve rítmico y constante. Algunos ejemplos de letanías son Señor, ten piedad; Cristo, ten piedad del Kyrie en los ritos iniciales de la misa y la letanía cantada de Cordero de Dios durante la Fracción del Pan en el Rito de la Comunión. IV. Himnos y cantos Los himnos son arreglos musicales de textos poéticos que suelen cantarse de forma métrica. La melodía sirve no solo para investir al texto de belleza sino que también enriquece el texto y exalta su expresión. Los cristianos hemos compuesto himnos desde los primeros días de la Iglesia. De hecho, San Pablo citó algunas veces estos himnos en sus cartas a los primeros cristianos, como en Filipenses 2,6 11. Muchas veces se intercambia el término himno con el término canto, si bien canto puede indicar una estructura más variada. Los himnos han seguido ocupando un lugar especial, si bien limitado, en el culto cristiano. Por ejemplo: al Gloria, un antiguo himno de alabanza, se canta o se recita durante la misa los domingos excepto durante el Adviento y la Cuaresma y en algunas fiestas especiales de todo el año. Ciertos salmos, himnos o cantos apropiados también se pueden usar para comenzar la liturgia, durante la preparación de las ofrendas y para acompañar la distribución de la Sagrada Comunión. Si bien no hay textos específicos para esta música, el tiempo litúrgico, la fiesta o celebración sacramental y las instrucciones específicas que rigen cada parte de la misa brindan normas para tomar decisiones apropiadas. Ahora que hemos visto las diversas formas musicales que se usan en la celebración de la liturgia y la importancia de estas oraciones cantadas, la parte final de esta serie se centrará en las diferentes funciones musicales en la liturgia. Nuestro canto de alabanza, #44221, II Parte de Federation of Diocesan Liturgical Commissions 415 Michigan Avenue, N.E., Suite 70, Washington DC correo electrónico: publications@fdlc.org; teléfono: ; fax Autora: Dra. Judy Bullock. Traducción: Marina A. Herrera, Ph.D. Arte: Jane Pitz. Permiso es otorgado para reimprimir dentro de la Arquidiócesis de Galveston-Houston conforme sea necesario. Comuníquese con la Oficina de Culto Divino para más información.

5 NUESTRO CANTO DE ALABANZA III Parte: Funciones musicales en la liturgia La asamblea litúrgica reunida El Concilio Vaticano II restableció la importancia de la participación de toda la gente en la liturgia e indicó que se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos (Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sacrada liturgia, 30). La función musical de la asamblea es, por lo tanto, esencial a la celebración. Mediante un canto común que ayuda a unirnos, damos gracias y rendimos alabanza, presentamos intercesiones y ofrecemos oraciones a Dios que nos reúne en Cristo. El sacerdote El obispo o sacerdote preside y guía la asamblea en su celebración. La importancia de la participación del sacerdote en la liturgia, especialmente con su canto, no se puede enfatizar lo suficiente. Hay un énfasis renovado en la importancia de cantar los diálogos entre el sacerdote y el resto de la asamblea durante la liturgia. El sacerdote canta las oraciones presidenciales y diálogos de la liturgia según su habilidad, y también anima con su ejemplo a participar cantando al unirse al canto de la asamblea en la liturgia (CS, 19). Su participación es contagiosa y acerca a los demás al canto. En las partes cantadas de la misa que incluyen a toda la asamblea, el sacerdote participa plenamente pero no opaque con su voz el resto de la asamblea. La función musical del sacerdote en la liturgia se divide en cuatro categorías: el diálogo cantado con el resto de la asamblea; las oraciones presidenciales como la Oración colecta y la Plegaria eucarística; la proclamación del Evangelio en ocasiones más solemnes en misas sin diácono y cantar con el resto de la asamblea las aclamaciones, cantos e himnos de la liturgia excepto la Aclamación memorial y la Doxología (CS, 21). El diácono El diácono de la liturgia entabla un diálogo cantado con el resto de la asamblea, por ejemplo, en el Acto penitencial, el diálogo antes y después de la proclamación del Evangelio y la Oración de los fieles. También puede cantar el Evangelio en los tiempos y fiestas más importantes del año litúrgico. El diácono, mediante su ejemplo de participación activa en las partes cantadas de la misa, también brinda ánimo al resto de la asamblea para que se una al canto. El cantor La función del cantor se divide en tres categorías principales. La primera y principal es comunicar determinados textos musicales de la liturgia. El salmo responsorial es el más importante de ellos y puede ser cantado por un cantor especializado que recibe el nombre de salmista. Al igual que el lector, el cantor debe estar lleno de la Palabra de Dios y preparar el texto cantado de modo que las palabras cobren vida. Cuando proclama la Palabra de Dios en estos versículos de la Sagrada Escritura, el cantor también une a toda la asamblea en una respuesta cantada a esa Palabra. El cantor no solo aporta aptitudes vocales a su ministerio sino también la habilidad de fomentar la participación del resto de la asamblea en oración. En segundo lugar, el cantor entabla algunos diálogos cantados con el resto de la asamblea. El diálogo implica un intercambio de ida y vuelta entre el cantor y el resto de la asamblea: el cantor entona los versos y al resto de la asamblea le toca cantar el estribillo o responsorio. Este diálogo requiere que el cantor no solo entone su parte sino que escuche atentamente la respuesta del resto de la asamblea. Además del

6 salmo responsorial, otros ejemplos de este diálogo cantado pueden incluir algunos arreglos del Gloria a Dios, de la letanía Cordero de Dios y del canto de la Comunión. Por último, el cantor le brinda a la asamblea la hospitalidad y confianza necesaria para garantizar la participación plena, consciente y activa de toda la gente. Esto puede incluir algunas instrucciones verbales y gestos, en especial para las oraciones en forma de diálogo. Algunas veces se puede necesitar el apoyo vocal de un micrófono pero éste no debe opacar la voz de la asamblea. Además de estos ministerios principales, el cantor algunas veces debe asumir otras responsabilidades afines, como darle la bienvenida a la asamblea, presentar la liturgia, ensayar piezas musicales nuevas y entonar las intenciones de la Oración de los fieles. El coro Con el énfasis renovado en la participación de toda la asamblea en las partes cantadas de la misa, muchos pensaron que ya no se necesitarían coros para la liturgia. Los últimos cuarenta años nos demostraron lo contrario. Las parroquias cuya asamblea canta con seguridad suelen contar con varios coros en las liturgias. Estos coros están compuestos de adultos, niños, personas mayores y jóvenes y usan uno o más estilos musicales con diversa instrumentación, como tradicional, contemporánea o aquella que refleja la rica herencia cultural y étnica de la Iglesia. La función del coro es polifacética. Lo primero y principal, el coro como parte de la asamblea que rinde culto apoya el canto de la asamblea. El coro puede entablar un diálogo con el resto de la asamblea, cantar los versículos de un salmo o canto mientras el resto de la asamblea canta solamente el responsorio o la antífona. En otras partes de la misa el coro puede realzar el canto de la asamblea incorporando armonizaciones y contrapuntos. Un himno, por ejemplo, puede tener un final majestuoso si se usa una melodía adicional llamada contrapunto ornamental en el último verso. El coro también puede alternar los versos de un canto o himno con el resto de la asamblea para brindarle la oportunidad de ampliar un arreglo musical. Además de su ministerio principal de apoyo, el coro también puede servir al resto de la asamblea cantando solo en determinados momentos de la liturgia. La gente suele sumirse en un espíritu de oración o apreciar los matices de un determinado tiempo litúrgico gracias a una selección coral apropiada en la preparación de las ofrendas o inmediatamente antes de la procesión de entrada. Instrumentistas Si bien el ministerio principal de los instrumentistas es dirigir el canto de la asamblea y acompañar los versículos del cantor y del coro, los instrumentistas también pueden usar su talento en otros momentos de la liturgia. Las selecciones instrumentales pueden definir el tono de la liturgia, establecer el tiempo litúrgico del año o brindar una atmósfera de oración y meditación. También pueden acompañar algunos ritos, como el rito de aspersión, o pueden poner de relieve el júbilo de los tiempos y solemnidades más importantes del año litúrgico. Ya sea dirigiendo el canto de la asamblea, acompañando al cantor o el coro o brindando selecciones instrumentales, estos músicos cumplen una función ministerial al servir a los fieles y su oración. Todas estas funciones musicales dentro de la liturgia brindan la oportunidad de usar la música, el regalo que hemos recibido de Dios, al servicio de la liturgia y fortalecer el cuerpo de Cristo para que seamos enviados a ser la presencia de Cristo en el mundo. Nuestro canto de alabanza, #44221, III Parte de Federation of Diocesan Liturgical Commissions 415 Michigan Avenue, N.E., Suite 70, Washington DC correo electrónico: publications@fdlc.org; teléfono: ; fax Autora: Dra. Judy Bullock. Traducción: Marina A. Herrera, Ph.D. Arte: Jane Pitz. Permiso es otorgado para reimprimir dentro de la Arquidiócesis de Galveston-Houston conforme sea necesario. Comuníquese con la Oficina de Culto Divino para más información.