Tmisma empresa o en una misma causa. Sin embargo, para que haya

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1 TRABAJO EN EQUIPO TRABAJO EN EQUIPO rabajar en equipo es coordinar e integrar esfuerzos entre varias personas que se necesitan entre sí para lograr un resultado; es embarcarnos en una Tmisma empresa o en una misma causa. Sin embargo, para que haya trabajo en equipo no es suficiente con que nos identifiquemos con los objetivos, las metas y las normas acordadas; es preciso, además, que compartamos unos valores éticos mínimos. De hecho, el trabajo en equipo no es posible sin solidaridad, vocación de servicio, igualdad, autonomía, respeto, responsabilidad, participación, diálogo y concertación; mucho menos sin autodesarrollo. Para el trabajo en equipo el autodesarrollo es indispensable porque a partir de él cada uno de nosotros persevera en el logro y la consolidación de las cualidades que se requieren para que haya comunicación, creatividad, confianza y sinceridad en el equipo del que formemos parte. Con el trabajo en equipo se alcanzan mejores y más óptimos resultados, y el aprendizaje individual se vuelve colectivo e institucional. Se facilita así la búsqueda conjunta de soluciones y la superación mancomunada de los obstáculos. Todos los hombres son sabios: unos antes, otros después, dice un proverbio chino. Esto significa que con el trabajo en equipo todos disponemos de oportunidades para aportar nuestros conocimientos y experiencias, y para enriquecernos con la ayuda de los demás. El intercambio de ideas, opiniones, maneras de ver y de sentir nos permite adquirir una visión más amplia del mundo y reconocer los diversos ángulos y matices de las cosas. El trabajo en equipo fomenta la creatividad, la motivación y el liderazgo colectivo. En él la responsabilidad individual se vuelve colectiva. Es por ello que trabajando en equipo obtenemos mayores niveles de productividad y mejoramos la prestación del servicio. O trabajamos todos juntos, o nada funciona. Éste, como lo muestra la experiencia, debe ser todos los días uno de los lemas principales en las entidades distritales, tanto al interior de cada una de ellas, como hacia fuera, es decir, en sus relaciones con las demás, pues, vistas en conjunto, en sus mutuas relaciones e interdependencias, las entidades no están separadas, sino que forman parte de una unidad: la que les confiere el hecho de pertenecer a la Administración Distrital y servir a un mismo proyecto de ciudad. Para trabajar en equipo los servidores públicos del Distrito debemos preocuparnos por combatir nuestro orgullo y egoísmo, por ser humildes en el aprendizaje y pacientes y comprensivos en la enseñanza, por desarrollar habilidades de liderazgo personal y colectivo, y por valorar la diversidad de las personas. Igualmente, debemos fortalecer nuestras competencias conversacionales y de comunicación, aprender a resolver conflictos, compartir responsabilidades, integrarnos con los otros y respetar las normas acordadas en cada equipo. En cuanto a las relaciones interpersonales, debemos preocuparnos por conocer, respetar, valorar y apoyar a nuestros compañeros, pues el trabajo en equipo es también una escuela de convivencia y un espacio propicio para el desarrollo personal y colectivo.

2 SOLIDARIDAD SOLIDARIDAD Como valor ético que entraña un proyecto de perfeccionamiento humano, la solidaridad surge del reconocimiento de que los seres humanos estamos hechos todos de la misma sustancia, tal como lo expresó el poeta Walt Whitman: Y todo cuanto es mío también es tuyo, porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca. Si estamos hechos de la misma sustancia, y, por consiguiente, nada de lo humano nos es ajeno, entonces todos los seres humanos estamos en condiciones de comprender el dolor, la pena y la desventura de los demás; estamos capacitados para asumir las justas y razonables necesidades de los otros como propias. En este sentido, ser solidarios es reconocer en cada quien su dignidad humana, su valor intrínseco como persona. Una de las más bellas compensaciones de la vida es que ningún hombre puede tratar sinceramente de ayudar a otro sin ayudarse a sí mismo, dijo Emerson. Esto significa que, al ser solidarios, nos afirmamos y refinamos como humanos, que crecemos en humanidad y hacemos algo por nosotros mismos. La solidaridad parte de otra premisa: nuestro desarrollo como personas no es posible sin la presencia, el apoyo, el abrigo, el afecto y la ayuda de los demás. Pero, sin asociarse a otros valores, la solidaridad estrecha, de cuerpo o de secta, puede ser funesta, portadora de violencias, injusticias e iniquidades. La solidaridad de secta, de nacionalidad o de etnia discrimina, explota o persigue a otros, a los más débiles y desprotegidos, y a los que son diferentes a nosotros. La solidaridad sólo es plena si se manifiesta con equidad, justicia y respeto. Así entendida, la solidaridad es un antídoto contra la indiferencia, el egoísmo, la avaricia, la competencia y el mezquino lucro individualista. La solidaridad suele también ser entendida de otras maneras: Como unirse a otros y cooperar con ellos para la realización de una actividad. Desde esta perspectiva, es una conducta indispensable para el logro de objetivos comunes. También como adhesión a una causa. Por ejemplo, cuando se comparten ideas, propuestas, intereses y necesidades con otros, y se los apoya para defenderlos o hacerlos realidad. En estos dos enfoques la solidaridad es apreciada, ante todo, por su utilidad práctica. En la Administración Distrital la solidaridad ha sido asumida como un valor fundamental para la convivencia, ya que supone tener sentido de las otras y de los otros, y reconocer que el Estado y la sociedad tienen el compromiso de superar la adversidad, privilegiando a las personas más pobres y vulnerables, de modo que se garantice para ellas unas condiciones dignas de vida y la realización de sus derechos. La solidaridad es un valor fundamental para crear un mundo justo e igualitario; asimismo, para llevar una buena vida en comunidad. Como servidores del Distrito, es preciso que fomentemos actitudes personales de solidaridad, no sólo al interior de las entidades, es decir, con nuestros compañeros de trabajo, sino además, y en primer lugar, con los ciudadanos de la capital y del país, y en especial con los más desprotegidos. Como representantes del Estado, podemos ayudar a tomar decisiones que contribuyan a eliminar las discriminaciones, remediar las desigualdades y garantizar la justicia social y la realización de los Derechos Humanos. Por lo demás, nuestra conciencia de lo colectivo y comunitario debe ser mucho más aguda, más acusada que la de cualquier otra persona, en tanto que hemos asumido la responsabilidad de administrar lo público, es decir, lo que es de todos y para todos.

3 EFECTIVIDAD EFECTIVIDAD La efectividad es la conjunción de la eficacia y la eficiencia. Por eficacia entendemos la capacidad de lograr un fin y los objetivos o efectos que se esperan; por eficiencia, la capacidad de lograr un fin con un buen empleo de los medios y los recursos disponibles. Ser efectivo es, entonces, lograr los objetivos deseados con un buen uso de los recursos disponibles. Podremos ser eficaces sin ser eficientes, o a la inversa, pero en ningún caso seremos efectivos sin ser eficientes y eficaces al mismo tiempo. La efectividad supone decisión, orden, claridad, agilidad, seguridad y disciplina, pero, ante todo, trabajar con productividad y calidad todos los días. Sin embargo, la calidad y la productividad no son sólo asuntos administrativos y económicos. La Administración Pública no es simplemente una empresa o una maquinaria administrativa: es el lugar donde se gestiona lo público, se dirimen conflictos de intereses y se busca satisfacer las necesidades y los anhelos supremos de la ciudadanía. Por ello la Administración Pública no existe para sí misma, ni la efectividad de las entidades y las empresas que la conforman se limita al buen funcionamiento de éstas según modelos basados sólo en la eficiencia, la economía y la rentabilidad. La calidad y productividad de las entidades públicas depende de hasta qué punto sirven bien a los ciudadanos, de cuánto y cómo logran mejorar sus condiciones de vida, ofrecerles acceso a las ventajas del progreso y generar espacios para que participen en las decisiones colectivas; de hasta dónde llegan en la institución de mecanismos para que los ciudadanos puedan controlar la gestión pública y para que controviertan, concierten y solucionen de manera justa y pacífica sus conflictos; y, en general, de si garantizan y protegen sus derechos y facilitan el cumplimiento de sus deberes. Así pues, el criterio fundamental para evaluar la efectividad de la Administración Pública es el bienestar de los ciudadanos y la realización de sus derechos como personas. El mejor gobierno es el que hace felices a los hombres, se dice desde épocas antiguas. Esto significa que el ciudadano siempre debe ser el centro, el acontecimiento y el fin de la gestión pública. Significa también que, sólo si logramos cumplir las finalidades del Estado, hacer realidad los derechos humanos y alcanzar los objetivos de desarrollo económico y social para la ciudad concertados con las comunidades, podemos hablar de efectividad en la Administración Distrital. Esto, desde luego, supone ser coherentes con dos principios: uno, que la Administración Pública debe estar al servicio de los ciudadanos, y no al contrario; y dos, que el desarrollo debe estar centrado en las personas y no en las cosas. Para ser efectivos, los servidores públicos del Distrito debemos tener claridad sobre los fines del Estado y reconocer que estamos para hacerlos realidad y, además, para construir, junto con los ciudadanos de la capital, una ciudad más humana. Debemos saber, por consiguiente, qué queremos y para dónde vamos, articular nuestra visión personal con la del Distrito, asimilar la misión y la visión de nuestras entidades, tener claras las prioridades, administrar bien los recursos, trabajar en equipo, procurar el mejoramiento continuo y ser justos, oportunos y diligentes. Modificar la calidad del día que vivimos: tal es la más excelsa de las artes, escribió Henri Thoreau. Así él llamaba nuestra atención sobre lo siguiente: la actividad productiva implica un estado de actividad interior, un buen uso de nuestras facultades personales y un esfuerzo consciente no mecánico por elevar y hacer digna la vida hasta en sus menores detalles.

4 AUTODESARROLLO El autodesarrollo es, ante todo, un acto de toma de conciencia de que formamos parte de un proceso complejo, dinámico, maravilloso y sorprendente al que llamamos vida. Conciencia de que, como humanos, no estamos absolutamente determinados por los instintos, las costumbres, los caprichos, las órdenes ni las modas, y de que podemos llegar a ser libres y autónomos, con capacidad para construir, orientar y definir el sentido de nuestras vidas. Conciencia, además, de que nuestra primera responsabilidad en el mundo es con nosotros mismos, pues nuestra vida, siendo indelegable, no puede ser vivida por otra persona; y de que el producto de todos nuestros esfuerzos es nuestra propia personalidad, ya que nuestra principal misión es dar nacimiento a nosotros mismos, llegar a ser lo que somos potencialmente como humanos. Así entendido, el autodesarrollo es conocimiento y valoración de uno mismo; por consiguiente, comprensión y uso de nuestro poder personal para crear, inventar y determinar nuestro propio mundo, sin ilusiones de omnipotencia, pero confiando en nuestras posibilidades. Es una manera de comprender que sólo aquí y ahora, en este tiempo y lugar, con sus conflictos y dificultades, es donde cada uno de nosotros debe encontrar la arcilla indispensable para modelar su propio proyecto de vida. Sin embargo, autodesarrollo no es egocentrismo; es también asumir que somos seres en relación, individuos irremplazables, entidades únicas, originales y merecedoras de toda consideración, es cierto, pero al mismo tiempo seres que necesitamos de nuestros semejantes para poder llevar una buena vida y perfeccionarnos. Por último, el autodesarrollo implica reconocer que no hay caminos prefigurados para alcanzar nuestra plenitud personal, que, en el esfuerzo por despertar todas nuestras potencialidades, las más creadoras, sanas y auténticas, no hay ruta señalada de antemano: cada quien debe someter a prueba sus caminos, y buscar y ensayar hasta encontrar el suyo. En resumen: autodesarrollo es asumir la responsabilidad de liderar nuestra propia vida con base en los más altos valores humanos. AUTODESARROLLO En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte; es el escultor y el mármol, el médico y el paciente. Erich Fromm Nada aprende mejor el hombre que lo que aprende por sí mismo; lo que le exige un esfuerzo personal de búsqueda y de asimilación. Jorge Luis Borges Los servidores públicos somos, ante todo, personas que soñamos, sufrimos, amamos y deseamos. Entre nuestros sueños seguramente figura el deseo de hacernos cada vez más humanos, y esto implica, desde luego, entrar en nuestro propio terreno y aprender allí a conocernos a nosotros mismos, como propuso Eckhart. Implica, además, asumir que cada uno de nosotros, enfrentado a su propia conciencia, alerta a lo que piensa, dice y hace, actuando con pasión y disciplina, y tratándose con merecido afecto lo cual no significa complacencia con los errores, vicios o equivocaciones; que cada uno de nosotros es el único que puede darle un sentido enriquecedor a su propia vida. El autodesarrollo, en nuestra condición de servidores públicos, supone cultivar el espíritu crítico, el aprendizaje continuo y la comprensión de que nada cambia si yo no cambio; no tanto porque, al cambiar yo, cambie de forma automática el mundo, sino porque, de quedarnos todos a la espera de que sean los demás quienes cambien, las posibilidades de transformar nuestro entorno serán siempre nulas.

5 SERVICIO SERVICIO El servicio es una actitud de vida; es dar para facilitar el cumplimiento de un proceso, resolver una necesidad, demanda o solicitud, o satisfacer una expectativa de alguien, de modo que tanto quien da como quien recibe puedan sentirse agradados. Hay los que dan con alegría y esta alegría es su recompensa, escribió Kahlil Gibrán. Servir supone una franca actitud de colaboración hacia los demás. Por ello la persona servicial lo es en todas partes, con acciones que, aunque parezcan insignificantes, contribuyen, sin embargo, a hacer más ligera y placentera la vida de los otros. La persona que practica una actitud sincera de servicio ha superado barreras personales y sociales que, por lo general, parecen infranqueables: el temor a convertirse en el hazlo todo en quien los demás descargarán todas o parte de sus obligaciones y se aprovecharán de su buena disposición; la pereza y la comodidad, ya que a veces se presta un servicio con el menor esfuerzo, con desgano y con el deseo de abandonarlo en la primera oportunidad; la vanidad, pues en no pocas ocasiones se es servicial para suscitar agradecimiento y admiración; el orgullo, porque solemos discriminar a las personas a partir de factores como su origen social; el servilismo, que conduce a exagerar en atenciones y cuidados a ciertas personas por su condición social, su posición laboral, su prestigio o su poder, para obtener de ellas contraprestaciones. La rectitud de intención será siempre la base para la realización de este valor. Servir es darse de corazón, con buen humor, cariño y comprensión; dar de nosotros mismos tan sinceramente como nos sea posible. Por eso se dice que sólo el que sirve con amor es retribuido con fidelidad. Al respecto, sugería Gabriela Mistral: Sé el que aparta la piedra del camino, la piedra de los corazones y las dificultades del problema. Servicio público es una acción permanente del Estado y de los servidores públicos, dirigida a garantizar los derechos de los ciudadanos y a facilitar el cumplimiento de sus deberes, con arreglo a normas y principios éticos acordados para asegurar que prime el interés público sobre el privado y que se realice la equidad, la justicia y el bienestar colectivo. Es por ello que la Administración Distrital cuenta con políticas, estrategias y programas dirigidos a garantizar un servicio de calidad para los habitantes de la capital. La prestación del servicio público exige que tengamos siempre en cuenta que, desde nuestra posición de servidores públicos, tenemos el encargo de administrar lo que es de todos y para todos. También que, con la prestación de un servicio de calidad, no estamos haciéndole ningún favor a nadie, sino garantizando la realización de los derechos de los ciudadanos y facilitando el cumplimiento de sus deberes. Además, un buen servicio demanda que cultivemos esa fuerza interna y esos sentimientos que nos inducen a tratar humanamente a los demás, es decir, como personas, y a actuar de tal manera que nuestros actos sean percibidos con satisfacción por parte de los ciudadanos, usuarios, proveedores y compañeros de trabajo, debido a la colaboración efectivamente prestada. Para que un servicio sea de calidad, se necesita no sólo de un quehacer efectivo y eficiente, cordial y amable, sino también que el servicio mismo se constituya en una forma de vida, en una pasión y un proyecto ético asumido sinceramente por quienes lo prestamos.

6 RESPONSABILIDAD Responsabilidad es hacernos cargo de las consecuencias de las palabras, de las decisiones, de los compromisos y, en general, de los actos libre y voluntariamente realizados por cada uno de nosotros, no sólo cuando sus resultados son buenos y gratificantes, sino también cuando los mismos son adversos o indeseables. Ser responsable, en este sentido, es dar respuesta de nuestros propios actos y enmendar nuestros errores cuando sea posible. Responsabilidad es hacer de la mejor manera lo que nos corresponde, con efectividad, calidad y compromiso, y sin perder de vista el beneficio colectivo. Implica asumir las consecuencias sociales de nuestros actos y responder por las decisiones que tomen los grupos de los que formamos parte. Responsabilidad es también la forma con la cual hacemos realidad nuestros objetivos, cuando sabemos priorizarlos y somos capaces de ponerle conciencia, entusiasmo, autodisciplina y diligencia a lo que hacemos, sin necesidad de ser supervisados. Responsabilidad es, además, ser diligentes y solidarios con aquéllos que nos han sido encomendados porque precisan de nuestra ayuda: los niños, los ancianos y los enfermos, por ejemplo. La responsabilidad genera confianza y tranquilidad entre las personas, pero, a fin de tomar decisiones y conducir nuestra vida de forma responsable, se necesita independencia de criterio, prudencia, serenidad y sensatez para pensar lo que vamos a hacer; y, sobre todo, se necesita tener claros nuestros principios y valores, pues es sabido que no podemos controlar y orientar la vida si no sabemos a cuáles valores responder. El hombre en todo momento es responsable. Su éxito no está en las estrellas, está dentro de sí mismo, escribió al respecto Frank Curtis Williams. La Administración Distrital tiene una responsabilidad que se deriva de los compromisos que el sector público tiene con la sociedad: la de hacer viable el Estado Social de Derecho consagrado en la Constitución Nacional. Esto sólo es posible garantizando los derechos de la sociedad y la inclusión política y social de millones de habitantes de la ciudad, es decir, ampliando y profundizando la democracia. El ejercicio de la responsabilidad por parte de los servidores públicos del Distrito supone el reconocimiento pleno y consciente de la dimensión social y de las repercusiones colectivas de nuestro trabajo. Igualmente, supone la apropiación de un proyecto ético que excluya la indiferencia respecto de los problemas que padecen los habitantes más pobres y vulnerables de la ciudad. Supone, además, autodisciplina, diligencia y efectividad en el cumplimiento de nuestras labores; responder por lo que hacemos, advertir nuestros errores y enmendarlos de forma oportuna.

7 RESPETO RESPETO Respeto es tratar humanamente a las personas, reconocer que el otro es, desde el punto de vista de la especie, tan real y semejante a nosotros, y a la vez, si se lo considera como individuo, es decir, como una totalidad en sí mismo, tan diferente. Respeto es tratar de ponerse en el lugar del otro para comprenderlo desde adentro y adoptar por un momento su propia perspectiva. Significa además valorar a los otros como sujetos de derechos que no soólo merecen nuestro reconocimiento, sino que también deben ser protegidos y garantizados con nuestras acciones. El respeto se da cuando en la interacción se valoran las opiniones, las creencias, los estilos de vida y la autonomía de los demás. El respeto excluye el maltrato, la discriminación, la agresión, la humillación, la indiferencia y el desconocimiento de cualquier persona. CONTEXTO DISTRITAL El respeto en la Administración Distrital se relaciona estrechamente con tres principios: La solidaridad, la cual supone tener sentido de las otras y de los otros, y en especial de los habitantes de la ciudad en situación de pobreza y vulnerabilidad. La autonomía, que consiste en reconocer la dignidad de la condición humana para favorecer el ejercicio de la libertad y promover la autodeterminación individual y colectiva. La diversidad, con la cual se reconocen y se les asigna valor a las diferencias étnicas, de género, generacionales y culturales. El respeto está vinculado también, y de manera esencial, con el reconocimiento, la protección y la garantía de los derechos humanos, pues, sólo en la medida en que los realicemos, podemos hablar de respeto a la dignidad humana. El pluralismo y la tolerancia son las bases imprescindibles para que surja el respeto. No obstante, considerando que la tolerancia puede llegar a convertirse en indiferencia (dejar que otros hagan con tal de que a mí me dejen en paz), Adela Cortina propone un valor positivo que supera la tolerancia: el respeto activo. Consiste éste en el interés por comprender a otros y por ayudarles a llevar adelante sus planes de vida. En un mundo de desiguales dice la autora, en que unos son más fuertes que otros en determinados aspectos, sin un respeto activo es imposible que todos puedan desarrollar sus proyectos de vida porque los más débiles rara vez estarán en condiciones de hacerlo. El respeto activo concluye- desemboca en solidaridad. El respeto es también un compromiso profundo con la vida; es reconocer que somos parte de un maravilloso y complejo proceso natural que, de no ser cuidado, destruirá las condiciones indispensables para nuestra existencia en el planeta. La naturaleza no es tan sólo el escenario en el que discurren nuestras vidas: somos nosotros mismos. El respeto, pues, implica honrar la vida y la dignidad humana, y se basa, por consiguiente, en esta idea, expresada por Friedrich von Schiller: Nada en el mundo es insignificante. Como servidores públicos del Distrito, este valor se expresa en el trato humano a los ciudadanos y a nuestros compañeros de trabajo, y en el reconocimiento de sus derechos. En las entidades cada uno de nosotros debe y puede ayudar a crear un ambiente laboral en el que, con base en la diversidad, la pluralidad, la autonomía y la solidaridad, se impulsen y defiendan relaciones en las que prime el respeto por todas las personas, cualesquiera que sean sus creencias, su raza, su edad, su género, sus estilos de vida y su condición social.

8 PROBIDAD PROBIDAD Probidad es la cualidad que define a una persona íntegra y recta, a alguien que cumple con sus deberes sin fraudes, engaños ni trampas. Ser probo es ser transparente, auténtico, de buena fe. En este sentido, la probidad expresa respeto por uno mismo y por los demás, y guarda estrecha relación con la honestidad, la veracidad y la franqueza. Ser honesto es una forma de sembrar confianza en uno mismo y en aquéllos con quienes estamos en contacto. Cuando alguien es honesto, no oculta nada, actúa con base en la verdad, y esto transmite tranquilidad. La probidad es también una cualidad aplicable a la persona honrada que respeta lo que no le pertenece. Como la probidad está asociada a la honestidad, la verdad y el respeto, entre personas probas cualquier proyecto humano es más fácil de realizar porque la confianza colectiva que transmiten se transforma en una fuerza de gran valor. De ese modo, la probidad fortalece la amistad y la vida en comunidad. Si no quieres que nadie se entere, no lo hagas, dice un proverbio chino; y esto es algo a lo que se atienen siempre las personas honradas y honestas, a quienes el hecho de ser transparentes en sus acciones les produce satisfacción y tranquilidad. En el ejercicio de lo público y en la administración y el manejo de los recursos colectivos, la probidad es un valor imprescindible que debe estar acompañado por la transparencia, fortaleciendo los mecanismos de rendición de cuentas, veedurías y control ciudadano para garantizar la mayor cercanía de quienes habitan la ciudad a las acciones y los resultados de la gestión del Estado. De hecho, es preciso que en la Administración Distrital se actúe siempre a sabiendas de que el Estado y los recursos que él maneja son de todos y para todos, y de que los ciudadanos no deben ser ajenos a las definiciones sobre el manejo de lo que les pertenece; por el contrario, éste debe ser claro y transparente a la luz pública y estar siempre en consonancia con las finalidades que los mismos ciudadanos, de modo directo o a través de otros modos de participación, le hayan señalado. Para realizar el valor de la probidad los servidores públicos del Distrito debemos adoptar unos mínimos principios éticos compartidos que nos permitan autorregular nuestra conducta, actuar con honestidad y transparencia (no por miedo, sino por convicción), y generar confianza en los ciudadanos y en nuestros compañeros de trabajo. Por otra parte, cada uno de nosotros puede y debe contribuir a crear en las entidades un ambiente laboral que nos permita ser francos y sinceros, expresar sin temor lo que sentimos o pensamos, y relacionarnos sin manipulaciones de ninguna índole. La probidad debe manifestarse también en el manejo honrado y efectivo de los recursos públicos, incluido el tiempo, así como en el respeto y fortalecimiento de los mecanismos de control ciudadano y en la entrega de información veraz para que la sociedad pueda ver y evaluar con claridad nuestras actuaciones.

9 r PARTICIPACIÓN PARTICIPACIÓN Participar es intervenir en algún asunto. Significa también "tomar parte", convertirse uno mismo en parte de una organización. Se puede entender además como compartir algo con alguien. La participación es un acto social, colectivo por excelencia, porque se requiere un escenario compuesto por otras personas para poder intervenir, cooperar, coadyuvar, aportar y contribuir. Cuando participamos en algo, estamos dándole importancia a la situación específica de la que formamos parte, aportando nuestras capacidades y mostrando interés por ayudar a alcanzar un objetivo u obtener un resultado. Aunque a veces confundimos los dos términos, participar no es lo mismo que pertenecer. Pertenecer es integrarse, fusionarse, incorporarse a alguna organización o colectivo, por lo general de una manera pasiva, incondicional y acrítica. La participación, por el contrario, supone voluntad para conseguir los objetivos o los resultados planteados, y, por consiguiente, autonomía y espíritu crítico. En las sociedades actuales, dada su complejidad y extensión, no es posible participar en todos los acontecimientos. No obstante, además de la participación política en partidos y movimientos, hay otras instancias y otros ámbitos de la vida social en los que podemos participar: el barrio, el conjunto residencial, la escuela, la empresa, las asociaciones de vecinos, los grupos culturales, los comités de convivencia, las Juntas Administradoras Locales, las veedurías, las ONG's, etc. Cuando dejamos de participar en las decisiones que nos afectan, les damos carta blanca a quienes toman las decisiones para que actúen en nuestro nombre. Lo cierto, además, es que, cuando participamos, estamos ejercitando derechos como la libertad de pensamiento, de conciencia, de opinión, de expresión, de reunión y de asociación, así como el derecho fundamental a participar en el gobierno de nuestro país. Participar es reconocer nuestra inevitable condición social y el deber que nos asiste de ayudar a construir formas de convivencia y de organización social que garanticen el bienestar individual y colectivo. La Administración Distrital tiene como principio central la participación ciudadana y la ampliación de la democracia. Para ello se ha propuesto involucrar la participación de ciudadanos y ciudadanas en la toma de decisiones públicas y promover el fortalecimiento de las organizaciones sociales, de tal modo que se propicie, como elementos constitutivos del Estado Social de Derecho, el ejercicio de los derechos, la concertación y el control social a la gestión pública. Haz lo mejor del día, convierte tus buenas intenciones en hechos, propone Grenvile Klesser. Si los servidores públicos del Distrito queremos ser partícipes en la construcción y el progreso de nuestra ciudad, debemos emprender la tarea de convertir las buenas intenciones en hechos, participando e impulsando la participación de nuestros conciudadanos en la toma de decisiones y promoviendo el fortalecimiento de las organizaciones sociales. Para ello es preciso que les proporcionemos a los ciudadanos la información no reservada por ley para que participen en la toma de decisiones que los afecten en el ámbito local, distrital y regional, y para que ejerzan un control efectivo sobre políticas, planes, programas y proyectos distritales y locales. Se precisa, además, que respetemos, garanticemos, fortalezcamos y apoyemos los espacios institucionales de participación ciudadana. Al interior de las entidades la participación también debe ser efectiva. Para ello se debe crear relaciones laborales más fluidas y horizontales, y promover el respeto mutuo y el trabajo en equipo.

10 CONCERTACIÓN CONCERTACIÓN Todos nos enfrentamos a diario, y en diferentes contextos de nuestra vida, a situaciones de desacuerdo y diferencia con los demás, dado que, como se dice, tantas cabezas, tantos pareceres. Sin embargo, el modo de abordar y resolver esas diferencias no es siempre el más adecuado y constructivo, bien porque negamos y eludimos las situaciones conflictivas, bien porque creemos tener siempre la razón y tratamos de imponer nuestros puntos de vista. El filósofo y psicoanalista Estanislao Zuleta propone valorar la diferencia no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento. La raíz de la concertación se encuentra precisamente en la existencia y la aceptación de las diferencias, los desacuerdos y la diversidad de intereses y opiniones. De no ser así, la concertación no tendría sentido, no haría falta. La concertación es un proceso comunicativo, de diálogo y no de imposición, en el que la búsqueda de un acuerdo entre las partes interesadas sólo es posible si se reconocen tanto las diferencias como las coincidencias o los intereses comunes de los involucrados. Aunque el resultado de la concertación no siempre es un acuerdo total, permite, en todo caso, descubrir lo que se tiene en común y desbrozar así vías de acción conjunta. Lo importante de concertar es que así logramos marcar una trayectoria exitosa hacia la consolidación de relaciones sanas y constructivas con los otros, abandonando las manifestaciones violentas y excluyentes, despóticas e intolerantes. La concertación se relaciona de modo directo con la comunicación, la cual, a su vez, involucra la participación, la razón, la sensatez, la serenidad, la paciencia, el desprendimiento, la humildad, la simpatía, el respeto y el humor. Para poder concertar debemos estar en la capacidad de escuchar y entender al otro desde su propia perspectiva, aceptar que el interlocutor no es alguien a quien debemos convencer, sino alguien con quien podemos dialogar, y poner los intereses de todos los afectados por encima de los intereses individualistas o grupales. La concertación, en suma, es una manera de enriquecer nuestra vida, engrandecer nuestro pensamiento, impulsar salidas creativas a las dificultades, las diferencias y los desacuerdos con los demás, y avanzar en la construcción de mejores y más gratas formas de convivencia. En las entidades también hay necesidad de concertar. De hecho, puede decirse que cada entidad es una red constituida por el flujo de las contribuciones que cada servidor público realiza, por las que recibe de otras entidades distritales, instituciones del Estado, personas u organizaciones privadas, y por las contribuciones que ella misma hace a otras organizaciones o personas. La Administración Distrital es el resultado cambiante de esta dinámica de relaciones, y esas relaciones no son siempre armónicas; por el contrario, suponen diferencias y desacuerdos que sólo podrán ser resueltos de forma favorable y beneficiosa para todos mediante un permanente proceso de concertación. Lo mismo puede decirse respecto de la relación entre la Administración Distrital y los ciudadanos: sin concertación con ellos y sus organizaciones, el objetivo de construir colectivamente una ciudad más humana no sería posible. Para hacer realidad la concertación los servidores públicos del Distrito debemos fortalecer las cualidades necesarias para mejorar las relaciones interpersonales, tanto con nuestros compañeros de trabajo como con los ciudadanos. Debemos, además, desarrollar habilidades de comunicación que nos dispongan al diálogo franco y desprevenido ( Para dialogar, preguntad primero; después escuchad, dijo Antonio Machado), a reconocer y comprender los puntos de vista y las emociones de los demás, a usar la razón, a responsabilizarnos de nuestras propias emociones y a no descalificar a los demás. Igualmente, debemos ser conscientes de que los otros, y en particular los otros con quienes tenemos diferencias, no son un estorbo, sino una condición y un desafío para nuestra evolución colectiva y personal; conscientes, además, del impacto social de nuestra actitud ante los conflictos, ya que ésta puede ser generadora de intolerancia y violencia, o, por el contrario, un gran estímulo para encontrar soluciones pacíficas y constructivas a nuestros problemas y desacuerdos.

11 EQUIDAD EQUIDAD Si se atiende al origen de la palabra, equidad significa igual y consiste en dar a cada uno lo que le corresponde por sus méritos y condiciones. Así las cosas, la equidad supone no favorecer en el trato a uno perjudicando a otro. La equidad está estrechamente relacionada con la justicia, y ésta es la virtud por la cual se da a los demás lo que es debido de acuerdo con sus deberes y con sus derechos personales. Entendido como igualdad, este valor tiene varias acepciones: Igualdad de los ciudadanos ante la ley: aspecto este de suma importancia porque con ella se hizo tránsito de sociedades fundadas en privilegios a sociedades mucho más democráticas. Igualdad social: universalizada gracias al Estado Social de Derecho, el cual otorga a las personas el derecho de acceder a los bienes culturales, materiales y espirituales producto del trabajo colectivo, tales como seguridad social, empleo, educación, vivienda y salud, entre otros. Igualdad de los ciudadanos para participar en la toma de decisiones que los afecten: lo mismo que igualdad de oportunidades, mediante la cual los estados y las sociedades se comprometen a compensar desigualdades naturales, sociales y de nacimiento para que todos puedan acceder a ciertos beneficios y puestos de interés. La equidad se refiere también a las reglas para la distribución de los bienes y servicios provenientes del trabajo social, y de otros recursos como derechos, deberes, libertades y poderes, de modo que los individuos puedan participar en los beneficios del trabajo colectivo, en la toma de decisiones y en la dirección y administración de la comunidad. Las acepciones anteriores tienen su raíz en un concepto más profundo, que es éste: todas las personas son iguales en dignidad, por lo cual merecen igual consideración y respeto. La dignidad es la principal cualidad de la persona, que hace de ella un ser único e irrepetible, y, por consiguiente, inviolable y sagrado. Reconocer la dignidad de las personas es reconocer también que, como tales, están llamadas a ser el centro de cualquier proyecto de desarrollo político, económico y social. Es decir que el desarrollo debe ser de las personas, por las personas y para las personas. Pero ser iguales no significa ser idénticos; quiere decir que, más allá de cualquier diferencia racial, sexual, cultural o de otro tipo, todos compartimos la condición de humanos, por lo cual nadie es más humano que otro ni tiene más o menos derecho que otro a vivir humanamente. La equidad, pues, exige el reconocimiento de la dignidad y de los derechos de las personas; es por ello un valor que permite promover un desarrollo integrador que vincula desarrollo humano con crecimiento económico. La equidad en la Administración Distrital implica promover la igualdad de oportunidades mediante políticas progresivas de redistribución, dándoles prioridad a las poblaciones que están en mayores condiciones de pobreza y vulnerabilidad. Supone, además, empeñarnos en la idea de conseguir una mayor igualdad económica y social, dentro de un orden social en el que todos gocemos de oportunidades vitales y seamos tratados por igual. Para ello la Administración Distrital está obligada a respetar, promover, proteger y garantizar los derechos económicos, sociales y culturales de los ciudadanos, como el derecho a una vida digna, al trabajo, a la alimentación, a la salud y a la recreación, entre otros, y a no discriminar a nadie por ningún motivo de índole racial, sexual o cultural. Para realizar el valor de la equidad los servidores públicos del Distrito debemos tratar por igual a nuestros compañeros de trabajo y a los ciudadanos, fuere cual fuere su raza, sexo, edad o condición social. El rechazo a las diferencias ilegítimas entre las personas, y la reacción contra la arbitrariedad y la injusticia, deben incorporarse a nuestro acervo emocional, cultural e intelectual. Igualmente, debemos poner en funcionamiento y respetar los espacios que garanticen el cumplimiento de los derechos económicos, sociales y culturales de los ciudadanos; y, por supuesto, fortalecer nuestro sentido de justicia porque, como diría Víctor Hugo, es cosa fácil ser bueno, lo difícil es ser justo.