Sistemas de Información Geográfica (S.I.G.)

Transcripción

1 H2 Carlos Martín Cantarína Sistemas de Información Geográfica (S.I.G.) Los SIG son bases de datos computerizadas obtenidas por la digitalización de información cartográfica (es decir, con una componente espacial). Esta información puede combinarse de varias maneras para mostrar la disposición espacial de diferentes características ambientales. De acuerdo con ello, los SIG resultan muy útiles en ocasiones para modelizar las dimensiones espaciales de determinados tipos de impactos. Se les ha empleado profusamente, por ejemplo, para la determinación de impactos paisajísticos, o para tratar los impactos de proyectos que afectan a un espacio geográfico más o menos amplio y heterogéneo, como planeamiento territorial, vías de comunicación, grandes presas, etc. El principal problema es la cantidad de información previa que precisan. Por otro lado, determinados aspectos dinámicos del funcionamiento del paisaje pueden no quedar debidamente reflejados. También deben destacarse la dificultades que plantea de cara a la comunicación de resultados al público no especialista. Métodos experimentales En determinadas ocasiones resulta apropiado el uso de microcosmos o mesocosmos, es decir, porciones del ecosistema aisladas del entorno y controladas experimentalmente (o bien reproducciones realistas en laboratorio, a pequeña escala, de dichos ecosistemas) que se someten a las acciones que se intentan evaluar (vertido de contaminantes, introducción de una especie exótica, etc.). Por supuesto, en cada caso se determinará el grado en que los resultados obtenidos mediante la manipulación de tales micro- o mesocosmos pueden ser extrapolados al mundo real. Los fenómenos ligados a niveles de escala en especial pueden fácilmente dificultar su aplicabilidad a sistemas más complejos. No obstante, permiten en cualquier caso una aproximación más realista desde el punto de vista de la lexicología ambiental que la administración directa de una sustancia a una población de animales de laboratorio. Así, se usa para derivar valores LD50 más útiles que los tradicionalmente obtenidos. Por esta razón, tiende a imponerse la obligación de realizar experimentos de micro- o mesocosmos antes de autorizar la comercialización de un plaguicida o sustancia potencialmente peligrosa para el ambiente. 3) VALORACIÓN DE IMPACTOS La valoración de impactos debe basarse en criterios ético-sociales y científicos del tipo de los expuestos en el capítulo 4.4. Tal valoración, por supuesto, puede limitarse a ser de tipo cualitativo (lo cual no quiere decir necesariamente arbitraria, por supuesto), pero con frecuencia se ha sentido ante ello una cierta insatisfacción científica. Aparentemente, la ciencia, (también cuando trabaja en EIA), ha mostrado siempre una abierta desconfianza hacia aquello que no puede ser expresado numéricamente, lo cual no siempre se debe a una obsesión psicológica por los números, sino también

2 El estudio de impacto ambiental 113 a la necesidad de hacer balances de lo positivo y lo negativo y de poder comparar de alguna forma diferentes alternativas complejas. Por este motivo se ha recurrido desde los inicios de la EIA al uso de índices mediante los cuales pueda atribuirse un valor numérico (por ejemplo, en una escala de O a 10), bien al grado de afección al elemento ambiental (suponiendo que no pueda derivarse de otra forma), bien a la importancia del impacto. La atribución de estos índices debería, lógicamente, basarse en unos baremos previamente establecidos sobre criterios lo más objetivos posible. El problema es que no siempre, y a pesar de toda la inventiva y esfuerzos derrochados, se consigue encontrar tales criterios objetivos que consigan superar la «subjetividad» de las valoraciones cualitativas. El uso de índices, por supuesto, puede transformar metodologías como las matrices, listas de chequeo, mapas cruzados o las mismas discusiones de expertos en metodologías valorativas de impactos. Recuérdese que, por ejemplo, la matriz de Leopold distingue entre la cuantificación de la magnitud del efecto y la valoración del mismo. Dentro de esta categoría se incluyen también las llamadas «funciones de transformación», que ligan la magnitud del cambio con su valoración (ver ejemplos en GÓMEZ OREA, 1992; CONESA, 1993; BISSET, 1988). Como en el caso de cualquier otro tipo de baremación ambiental, el aspecto esencial es el grado de objetividad (o justificabilidad) de las funciones diseñadas. Por supuesto, este tipo de funciones puede utilizarse igualmente para atribuir un índice de calidad ambiental a un elemento ambiental determinado (por ejemplo, en CONESA, 1993). En la FIGU- RA 4.6, se ofrecen dos ejemplos de tales funciones de transformación. FIGURA 4.6: Ejemplos de funciones de transformación. En el eje de ordenadas se representa el índice de impacto (o de Calidad Ambiental) mientras que en el de abcisas se representa la magnitud de la variable ambiental considerada (o su variación, si se trata de índice de impacto). Los diferentes índices obtenidos pueden luego integrarse mediante polinomios o algoritmos adecuados de forma que a cada elemento se le da una mayor o menor importancia en el cómputo global. El uso de índice nace del deseo de obtener valoraciones numéricas, fácilmente comparables, de los diferentes impactos de un proyecto, lo cual, a veces, puede tener una utilidad considerable. No obstante, como hemos dicho, su lado débil suele ser la arbitrariedad de muchas de las atribuciones. Debe destacarse especialmente esta limi-

3 114 Carlos Martín Cantarína tación, porque el uso de valoraciones numéricas puede dar una falsa impresión de objetividad y rigor técnico. En especial, el público no especialista (incluyendo a la propia administración) puede tener serias dificultades para comprender los cómputos realizados, por lo que, si se decide usar métodos de este tipo, hay que hacer un especial esfuerzo en explicarlos y en demostrar la honestidad de la valoración realizada. BISSET (1988) ha denunciado que en no pocas ocasiones el uso críptico de índices, funciones y cómputos se ha utilizado como forma de justificar, bajo la capa del rigor científico, proyectos inadmisibles desde el punto de vista ambiental. 4) LA VALORACIÓN DEL IMPACTO DE LAS DIFERENTES ALTERNATIVAS TÉCNICAMENTE VIABLES Un principio básico que debe tenerse en cuenta es que siempre es preferible diseñar el proyecto de forma que no cause impactos graves a tener que adoptar medidas correctoras para corregir los impactos esperables. Por tanto, si se han detectado impactos importantes en la alternativa propuesta, se deberá valorar antes que nada si alguna otra de las alternativas técnicamente posibles evita tales problemas. Por supuesto, se considerará si tales alternativas, aunque solucionen un impacto concreto, pueden originar daños sobre algún otro elemento ambiental. La valoración de impactos de cada alternativas tendrá también en cuenta la existencia de incertidumbres. En ocasiones, optar por una u otra alternativa puede ser una forma de evitar la incertidumbre (DE JONGH, 1988). La valoración del impacto de la alternativa «no-acción» En el capítulo referente a la Descripción del Proyecto, se indicaba la necesidad de justificar adecuadamente la necesidad o interés del proyecto. En realidad, esto es una primera aportación de información para valorar adecuadamente el posible impacto de no realizar el proyecto propuesto, lo cual, como también se dijo anteriormente, es una de las alternativas que debe ser considerada en toda EIA. En principio, podría suponerse que la alternativa de no-acción, es decir, dejar el lugar como estaba, es siempre técnicamente posible. No obstante, ello no es cierto en cualquier caso, o al menos según cómo se entienda lo de técnicamente viable. La acción puede venir impuesta por un mandato legal o incluso judicial, o por un programa o planificación ya aprobado. Por ejemplo, está establecido que todo núcleo urbano de más de habitantes debe contar con una estación depuradora de aguas residuales, por lo que su instalación se considera obligatoria en una localidad de tales características que aún no la posea. Debe entonces descartarse el análisis de la alternativa de no-acción, dado que, según la normativa vigente, no está permitida? Las Recomendaciones de la OFFICE OF NEPA OVERSIGHT (1997) consideran que aun en este caso la alternativa de no acción debe analizarse adecuadamente. Las razones no tienen que ver con posibles diferencias entre las normativas norteamericanas y las nuestras, sino con consideraciones de orden práctico para la efectividad

4 El estudio de impacto ambiental 115 de la EIA. En efecto, el análisis de la alternativa de no acción constituye el elemento comparativo necesario para una evaluación cabal del impacto del proyecto propuesto. En realidad, la valoración de los impactos se hace siempre en primer lugar tomando como punto de referencia el estado actual y esperable de los elementos ambientales (McCOLD & SAULSBURY, 1998). Es un error considerar de antemano que la situación reflejada por la alternativa de no acción, es la situación carente de impactos. Como se señala en las mencionadas Recomendaciones de la OFFICE OF NEPA OVERSIGHT (1997), la alternativa de no acción presenta (puede presentar) impactos ambientales que deben ser adecuadamente valorados. Por un lado, puede suponerse que la no instalación del proyecto propuesto podría suponer un impacto sobre el medio socio-económico, y ciertamente puede ser así. Pero incluso desde el punto de vista más conservacionista esta alternativa puede no ser inocua. Esto es más evidente en los tipos de proyecto que persiguen un objetivo de protección ambiental o de mejora de algún aspecto ambiental relevante, como las mencionadas depuradoras de aguas residuales, o una repoblación forestal en un territorio fuertemente afectado por procesos erosivos. Aunque las otras alternativas posibles puedan presentar problemas, la no-acción, es decir, dejar que las cosas sigan como están, no es desde luego de antemano la más inocua ambientalmente. Otros casos pueden ser más complejos, como el que se expone a continuación. Ejemplo 1: La construcción de un área recreativo-turística en una zona de montaña puede despertar inquietudes por sus posibles repercusiones sobre los altos valores ecológicos del área. No obstante, puede ser, o así podría aducirse, una solución a un proceso de abandono de los núcleos rurales de la zona al crear nuevas posibilidades de riqueza para sus habitantes. Es muy posible que, como suele ser el caso en nuestras zonas de montaña mediterránea, la pervivencia de muchos de los mencionados valores ecológicos (fauna, vegetación, paisaje) dependa de que el ser humano continúe con sus formas tradicionales de manejo del medio. No ofrecer una posibilidad de ingresos adicionales a dichas comunidades rurales puede significar que el proceso de abandono continúe y, por tanto, que se ponga en peligro el mantenimiento de su riqueza natural. Como puede verse por este ejemplo, el análisis de la alternativa de no acción equivale a la toma en consideración de los actuales o previsibles procesos de cambio que se han debido tratar en el apartado de Inventario Ambiental, o, como se define en el Reglamento de la Ley española de Impacto, de la «situación ambiental actual y futura, con y sin la actuación derivada del proyecto objeto de la evaluación, para cada alternativa examinada». Téngase presente por tanto que, según lo dicho, la no acción no significa necesariamente que el ambiente se mantendrá en su estado actual. A veces puede significar todo lo contrario: no actuar podría equivaler a la degradación del medio y, por tanto, a un impacto negativo. Evaluar de forma explícita la alternativa de no acción puede ser útil además para resolver una elección cuando existen problemas de incertidumbre sobre la valoración de un impacto del proyecto. Al menos sitúa en su justo término las conse-

5 116 Carlos Martín Cantarína cuencias posibles de retrasar una decisión por falta de información científica concluyente. Por supuesto, las mismas consideraciones deben tenerse presentes en el caso de un ambiente de baja calidad ambiental cuyo estado de degradación puede deberse a causas que es previsible desaparezcan en un futuro próximo. La valoración de los previsibles impactos puede variar considerablemente en tales casos. Ejemplo 2: Se analiza la posible instalación de un tendido eléctrico de alta tensión en las inmediaciones de una zona húmeda litoral degradada. Como suele ser habitual en EsIA de tendidos eléctricos, la preocupación se focaliza en posibles afecciones a la fauna de aves (riesgo de choque o electrocución) y el impacto paisajístico. La zona actualmente se encuentra sometida a toda una serie de actividades que degradan de forma notable su posible calidad ambiental: vertido de basuras y escombros, paso de vehículos todoterreno, presencia de pequeñas industrias y talleres. Sin embargo, la principal razón de su baja calidad ambiental es la carencia de agua la mayor parte del año, como consecuencia de continuos drenajes por parte de los propietarios. La zona, a pesar de que mantiene un carácter evidente de zona húmeda, no figura como tal en el catálogo de humedales de la administración autónoma ni goza de ninguna otra protección legal, al parecer en parte como consecuencia de su visible estado de degradación y en parte por consideraciones de orden político por ser terrenos de propiedad privada. La opinión científica generalizada es que la zona evolucionaría hasta constituir un área de elevado interés ecológico con sólo permitir que la zona mantuviera una capa de agua permanente, tal como había sido el caso históricamente. Los grupos ciudadanos y conservacionistas llevan tiempo manifestándose por la necesidad de recuperación del área y han obtenido un cierto consenso al respecto por parte de la ciudadanía informada. El Inventario Ambiental pone de manifiesto que no existen especies de aves de relevancia, aunque se cuenta con testimonios de que han existido. El análisis paisajístico dictamina que la zona tiene una escasa calidad escénica como consecuencia ante todo de las abundantes muestras de intervención humana (escombros, vallados, instalaciones industriales muchas de ellas en ruinas, etc.). Por ello, tanto en un caso como en otro los impactos que el tendido causaría pueden estimarse como bajos. No obstante, en este ejemplo es un error no tener en cuenta las perspectivas de cambio. El estado de degradación se considera fácilmente reversible y tanto la presión pública como el actual convencimiento generalizado de que las zonas húmedas deben ser protegidas parecen abogar a favor de una regeneración de la zona. La adecuada valoración de los impactos causados por el tendido, por tanto, debería considerar hasta qué punto estas deseables perspectivas de regeneración se verían dificultadas por el proyecto analizado, y no limitarse a considerar las repercusiones sobre los elementos ambientales de la zona en su estado actual. 5) LA VALORACIÓN GLOBAL DE LOS IMPACTOS DE UN PROYECTO Hay a veces cierta confusión sobre la valoración global de los impactos. Que un proyecto presente más impactos positivos que negativos no quiere decir que sea, sin

6 El estudio de impacto ambiental 117 más, ambientalmente admisible. Una simplista aplicación de las matrices de impacto ha conducido alguna vez a tan errónea afirmación. En la valoración de impactos, cada uno de éstos debe ser examinado por separado y, en general, no debe aceptarse un impacto negativo importante sea cual sea la calificación del resto de posibles impactos. Todo impacto negativo importante se destacará en las conclusiones de este capítulo. Si el problema no lo soluciona una de las alternativas técnicamente posibles, o éstas serían causa a su vez de otros daños al ambiente, el tema deberá ser discutido en el apartado «Propuesta de Medidas Correctoras». Tampoco se considerará solucionado el problema proponiendo, sin más, la alternativa que cause menos impactos negativos, o un mejor balance entre los efectos positivos y negativos. Si todas ellas ocasionan algún perjuicio ambiental significativo (aunque sean distintos), así se señalará en las conclusiones de este capítulo, a fin de que en el apartado siguiente se discuta para cada caso la posibilidad de adopción de oportunas medidas correctoras. Ejercicios Prácticos Objetivos: Obtener una primera ejercitación en la forma en que debe abordarse la Identificación y Valoración de impactos, sin entrar en materias técnicas propias de cada disciplina. Es decir, se intenta conseguir un conocimiento sobre la forma en que debe enfocarse y redactarse este apartado, independientemente de la validez técnica de las conclusiones. Material: Inventario Ambiental y Descripción del Proyecto, o resúmenes o partes de los mismos. Procedimiento: Identifiqúense y valórense los impactos previsibles que se derivarían de los CASOS A (instalación ganadera intensiva) y B (conducción de agua en terrenos forestales) (ver capítulos anteriores), así como de sus alternativas viables. Indicaciones: En general debería evaluarse primero el impacto de la alternativa propuesta, para después, si se detectan impactos relevantes, evaluar las alternativas que ofrezcan posibilidades de evitarlos. En el CASO B, un resultado posible (tómese como simple ejemplo ilustrativo) tras el análisis de la información proporcionada podría ser:

7 11 g Carlos Martín Cantarína 1) En el trazado propuesto no se encuentran formaciones vegetales de relevancia. La cubierta vegetal afectada es relativamente uniforme en cuanto a características botánicas. Se considera poco relevante, por tanto, el posible impacto sobre los valores botánicos. 2) Las pendientes de los terrenos atravesados son bastante llanas, por lo que no se producirán apenas desmontes. Se considera por tanto escaso el riesgo de erosión. El impacto paisajístico será poco relevante, debido a la escasa visibilidad del trazado según demuestra el análisis paisajístico, y en cualquier caso el efecto será sólo temporal y reversible. Dadas las características climáticas de la zona y las escasa pendientes, se estima que en un año, la vegetación habrá recolonizado las heridas del terreno. 3) Se ha detectado la presencia de un nido de águila perdicera en un cortado rocoso cuyo pie se sitúa a unos 100 m del trazado. La información sobre su ocupación, dada por el forestal de la zona, indica que el nido estaba ocupado con seguridad hace cuatro años, aunque se desconoce si en estos momentos la pareja sigue realizando la cría en este lugar. Un experto en la ecología de la especie consultado declara que, en caso de estar ocupado el nido, podría afirmarse con bastante seguridad que los trabajos de instalación de la conducción en la época de cría provocarían el fracaso reproductor de la pareja. A pesar de la incertidumbre, y dado el status de las poblaciones de águila perdicera en la zona y su calificación legal, se estima que el riesgo de afectar la reproducción de una posible pareja de esta especie es significativo y que debe actuarse como si la pareja efectivamente ocupara el nido. 4) Algunas de las alternativas de trazado expuestas con anterioridad evitarían el problema de la posible afección a las águilas, ya que transcurren a distancia suficiente del emplazamiento del supuesto nido. No obstante, todas ellas ocasionarían o bien mayores impactos paisajísticos, por atravesar terrenos de mayor pendiente, o bien impactos críticos sobre la vegetación al afectar a comunidades consideradas de alto valor. En este último caso, el impacto se considera irreversible e irrecuperable. Los impactos paisajísticos se consideran recuperables, aunque requerirían costosos programas de restauración paisajística. Así pues, todas las alternativas al trazado propuesto se consideran altamente impactantes sobre el medio CONSIDERACIÓN DE LOS RIESGOS En cierta forma, toda valoración de impactos es un análisis de riesgos, dado que difícilmente podrá darse una previsión de impacto como absolutamente cierta (es decir, según un modelo determinista de causalidad: ver capítulo 3.3.2). Así, las consecuencias del vertido de una sustancia contaminante a un río se calculan a partir de los datos que se dispone sobre la toxicidad de ese producto y de modelos sobre su dilución y transporte. Las estimas de toxicidad se expresan en forma probabilística, como, por ejemplo la LD50, o dosis de una sustancia que resulta letal para el 50 % de la población muestra. Dicho de otra forma, es la dosis con la que un individuo con-

8 El estudio de impacto ambiental 119 creto tiene un 50% de probabilidades de morir. A partir de estimas como éstas y de las predicciones sobre la concentración que alcanzaría dicha sustancia en el medio pueden establecerse estimas de riesgo para la población de los organismos considerados (ver capítulo anterior). Una consecuencia del uso habitual de modelos probabilísticos es que las estimas realizadas representan en realidad una medida de tendencia central con una determinada probabilidad de ser ciertas. Por tanto, es imprescindible, en aras de un mínimo rigor científico, que toda estima numérica venga acompañada por su correspondiente intervalo de confianza. Sólo de esta forma puede verse el rango posible de valores que puede tomar dicha variable para un nivel de probabilidad determinado (normalmente fijado, como se ha dicho, en el 95 %). Ejemplo 1: Es frecuente en los EsIA encontrarse con predicciones como la siguiente: «la concentración esperada de la sustancia X, de acuerdo con la estima obtenida con el modelo GEOTOX, es de 0.03 ug/l». Como resulta evidente, nadie espera que la concentración de tal sustancia sea exactamente 0.03 pg/1. Si no se da una estima del intervalo de valores que puede tomar tal concentración, es imposible hacerse una idea del posible impacto de la actividad. No sería lo mismo que la concentración prevista fuera de pg/1. ± que 0.03 pg/1. ± En el primer caso, se estima que la concentración (en un 95 % de los casos) puede tomar valores entre y 0.031; en el segundo, la concentración final puede estar entre 0.02 y 0.04, lo cual puede tener repercusiones muy diferentes. En otras ocasiones también usamos una aproximación probabilística, aunque no pueda darse de forma cuantitativa. Por ejemplo, las repercusiones de la construcción de una carretera en las cercanías de una colonia reproductora de un ave protegida no pueden darse como seguras. Se estima como muy probable o poco, que las molestias del tráfico causen una disminución de la tasa de reproducción o el abandono de los nidos. Es de rigor entonces explicitar muy claramente lo que debe entenderse por «muy probable», «poco probable», etc. Por supuesto, tales casos pueden considerarse incluibles en la categoría de incertidumbres (ver capítulo 4.10). Esta aproximación probabilística a la evaluación de impactos se encuentra en la base de la Evaluación de Riesgos Ambientales (Environmental Risk Assessment), una de las formas posibles de enfocar la evaluación de impactos ambientales. No obstante, los requerimientos de cuantificación de efectos y de disponibilidad de modelos adecuados hace que hasta el momento haya tenido una aplicación mayor sobre todo en el caso de impactos producidos por dispersión de contaminantes químicos, en especial en el medio acuático. Un buen tratamiento general de los diversos aspectos de la Evaluación de Riesgos Ambientales puede encontrarse en RISK ASSESSMENT FORUM (1994) o en CALOW (1998). Sin embargo, en este apartado nos refiriremos, de forma restrictiva, a aquellos impactos cuya posibilidad de ocurrencia es escasa si todo funciona como está previsto, o, por decirlo de otra forma, que no son previsibles siempre que la instalación funcione de acuerdo con lo contemplado en el proyecto. Es decir, a los impactos resultantes de lo que podríamos considerar como accidentes, imprevistos o catástrofes.