CINCO ERRORES EN EL PROCESO DE ADAPTACION AL ESPACIO EUROPEO DE EDUCACION SUPERIOR 1

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1 A S S O C I A Ç Ã O P O R T U G U E S A D E S O C I O L O G I A E N C O N T R O CINCO ERRORES EN EL PROCESO DE ADAPTACION AL ESPACIO EUROPEO DE EDUCACION SUPERIOR 1 José Luis Veira Veira 2 Se han vertido numerosas interpretaciones y juicios acerca del proceso de implantación del llamado Plan Bolonia en la Universidad española. Todo el mundo es consciente de que dicho proceso requerirá cambios estructurales y culturales de cierto calado. Hasta la fecha la mayoría de los discursos dominantes se han circunscrito al ámbito pedagógico: necesidad de cambiar los métodos docentes y situar al alumnado como centro estratégico de toda la reforma. Esta preocupación por los aspectos pedagógicos que es legítima y no debe ignorarse- ha ocultado sin embargo otros discursos más centrados en la viabilidad de la reforma y en sus consecuencias sobre la eficacia y el rendimiento de la organización universitaria como tal. En primer lugar hay que decir que el Plan Bolonia es ante todo un plan de convergencia para facilitar la homologación de los títulos universitarios entre los distintos sistemas universitarios de los países miembro de la Unión Europea. Para ello se establecieron unos criterios mínimos basados en una unidad de cómputo que son los ECTS (European Credit Transfer System). Los ECTS son la medida que acredita las horas cursadas y trabajadas por el estudiante a lo largo de una titulación. Hasta aquí la convergencia podría hacerse sencillamente transformando los actuales créditos en créditos ECTS, de tal manera que sería relativamente fácil certificar y comprobar la validez de una titulación verificando la carga lectiva y el contenido de las materias entre las titulaciones de los países miembro. Pero la cuestión no se resuelve de forma tan sencilla porque los ECTS implican, por definición, una nueva filosofía pedagógica que afecta tanto a la metodología de la enseñanza como a los sistemas de evaluación y también a la verificación de la calidad del sistema. Es decir, estamos hablando de un sistema que requiere un cambio de mentalidad (tanto del profesor como del alumno) y un cambio estructural de los sistemas de control y supervisión. Es evidente que el mero discurso pedagógico es insuficiente para acometer un cambio estructural y cultural de esta magnitud. Se hace necesaria la aportación de otros enfoques. En este sentido me permito señalar, desde una perspectiva sociológica, cinco errores básicos cometidos en el proceso de adaptación y que de no subsanarse me temo que pondrá en serio peligro la consecución de la calidad docente e investigadora de nuestras universidades. 1 Texto abreviado da comunicação a apresentar em Leiria, no dia 23 de Outubro de Decano da Facultade de Socioloxía da Universidade da Coruña, España. Catedrático de Sociología. 1

2 José Luis Veira Veira Cinco errores en el proceso de adpatacion al espacio europeo de educacion superior Primer error. No haber acometido reformas estructurales previas a la implantación de las nuevas titulaciones adaptadas al EEES. Un objetivo concreto, como el de la calidad, no puede definirse adecuadamente sin plantearse antes si el modelo estructural (diseño estratégico) es el más idóneo o no para la consecución de dicho objetivo. Las soluciones o alternativas tecno-pedagógicas propuestas hasta la fecha no son suficientes por sí mismas. Es más, pueden ser contraproducentes porque tendrán que enfrentarse a estructuras y hábitos fuertemente arraigados (estructura normativa) que dificultan el cambio. Ni siquiera se ha planteado un plan de convergencia con las estructuras universitarias europeas de más éxito. Ya solo se habla de armonización, es decir que suene igual aunque sigamos siendo diferentes. Segundo error. Implantación de un sistema de garantía de la calidad sin un plan financiero previo y sin un cálculo de los recursos necesarios. Este error se ve agravado además por el hecho de que el sistema implantado está basado en un prolijo y complicado procedimiento de control que recuerda las prácticas tayloristas más rancias. La calidad cuesta dinero. Puede admitirse no obstante que son factibles ciertas mejoras sin realizar fuertes inversiones. Un caso típico es lograr una mayor implicación del profesorado en el proceso de cambio. No siempre es necesario ofertar incentivos estrictamente económicos para obtener la participación. La línea de investigación predominante en el área de los Recursos Humanos muestra desde hace tiempo que una política de empowerment de los empleados es la mejor solución para obtener buenos rendimientos. En el caso de la universidad se está practicando una política justamente en dirección contraria. Los profesores no son artífices de su calidad, sino que ésta ha de demostrarse cubriendo un sinfín de formularios que luego una oficina certificará o no su correcto cumplimiento. Se incurre en todos los errores propios del taylorismo de principios del siglo pasado: burocratización, supervisión estricta y meramente formal y despersonalización de las tareas. Esto último ya empieza a manifestarse en el mercado: algunas prestigiosas editoriales ofrecen a los profesores agobiados con la implantación de los ECTS, manuales, cuestionarios, tipos de exámenes y en fin todo tipo de recursos para salir del paso. El resultado es la pérdida de control del profesorado sobre su propio trabajo, lo cual termina siendo fuente de desmotivación y alienación. Se corre el riesgo de convertir la calidad en un concepto zombie, que vaga de boca en boca pero nunca llega a tomar cuerpo. Tercer error. No está clara la definición del nuevo rol del profesor. Es un docente? Es un investigador? Es ambas cosas a la vez? Es además de todo esto un gestor de la calidad? Se ha insistido, a mi juicio excesivamente, que en el Plan Bolonia el alumno es el centro de la reforma. En que lugar queda el profesorado? No ha sido la calidad del profesorado la opción estratégica más utilizada por las universidades más prestigiosas del mundo? La cuestión es importante porque de la definición que se haga del rol de profesor dependerá el sistema de selección. De momento el proceso de adaptación solo se ha ocupado de establecer políticas de control y evaluación del profesorado (la mayor parte de ellas muy discutibles y 2

3 ENCONTRO contestadas por los sindicatos). Debiera recordarse a este respecto la regla de oro que todo directivo de Recursos Humanos conoce: la gente no hace lo que se le manda sino aquello por lo que va a ser evaluado. El nuevo sistema de gestión de la calidad se centra en exigir del profesorado la realización de un sinfín de actividades por las que será evaluado en un sistema de puntos que deberá conseguir si hace cosas tales como asistir a cursillos de actualización pedagógica, cumplimentar encuestas, aplicar las TIC en sus clase (aunque no venga a cuento) etc. Este sistema de evaluación, además de ser engorroso y en la mayor parte de los casos suponer un coste elevado en tiempo que se sustrae al estudio ( dónde está el cómputo de horas que debe dedicar el profesorado a estudiar?) induce a comportamientos ritualistas propios de las organizaciones burocratizadas. El ritualismo se caracteriza por confundir los objetivos con los medios: la conducta del profesorado no se orienta a conseguir los objetivos de calidad sino a cumplir los medios que se establecen para su control, como son rellenar cuestionarios, realizar guías docentes formalizadas, asistir a cursos, ceñirse a criterios pedagógicos abstractos, etc. Para evitar el ritualismo, fuente de desmotivación e ineficiencia, se deberían arbitrar políticas de empowerment del profesorado y del personal administrativo. Podría por ejemplo confiarse más en la experiencia acumulada por el profesorado para que diseñara sus propias estrategias y se les dejara ensayar sus aciertos y errores. Herramientas como establecer círculos de calidad entre profesores de una misma materia podrían ser de gran interés. Se dirá que nada impide que esto se haga. Cierto, pero salvo que no hagamos otra cosa, no se puede implementar todas las herramientas indefinidamente. La economía de medios y recursos exige tomar opciones. En definitiva, lo que se propone aquí es sustituir un sistema de control de la calidad de corte taylorista por otro inspirado en la cultura profesional (que parte del supuesto nada irreal de que los profesores saben lo que tienen que hacer para mejorar sus resultados, y que si no lo hacen es porque existen barreras materiales e inmateriales que lo dificultan. La solución por tanto será identificar esas barreras y proceder a eliminarlas. Una cultura profesional, basada en el empowerment del profesorado, daría sin duda mejores resultados que una política de control y supervisión directos. Tenemos un ejemplo reciente: los Grupos de Investigación. Estos grupos se forman entre profesores e investigadores que, compartiendo similares objetivos y afinidades, deciden voluntariamente desarrollar líneas de investigación que ellos mismos plantean. Estas unidades o grupos de trabajo funcionan razonablemente bien y con un alto grado de eficacia. Creo que hoy en día son las unidades que mejor funcionan en nuestras universidades. La razón es sencilla: son grupos voluntarios, informales, basados en intereses comunes y sujetos no a una supervisión directa de sus actividades sino a una evaluación de sus resultados y rendimiento. Hace ya tiempo que Elton Mayo consideró que este tipo de grupos de trabajo informales son el factor más importante de incremento de la productividad. En definitiva, libertad de actuación, autonomía (empowerment), cultura profesional y control por resultados -y no por actividades o procesos- deberían ser los caminos a elegir. 3

4 José Luis Veira Veira Cinco errores en el proceso de adpatacion al espacio europeo de educacion superior Cuarto error. Las directrices para adaptar los nuevos planes de estudio al EEES parten de un desconocimiento total de las actitudes y valores del alumnado español hacia el estudio. Para lograr un cambio participativo es imprescindible conocer primero cuáles son las motivaciones, creencias, valores y actitudes de los principales destinatarios del cambio: los/as estudiantes. Se supone, erróneamente, que la implantación de un sistema de créditos ECTS va a propiciar de forma automática un cambio de mentalidad en el alumnado. Sabemos que la acción social es orientada por creencias y valores en primer lugar y por restricciones contextuales en segundo lugar. Los créditos ECTS son solo una restricción contextual: algo a lo que el estudiante terminará acostumbrándose pero dejará intactas sus creencias de modo que su comportamiento será, en el mejor de los casos, fatalista y de adaptación. La indefinición del rol de estudiante ( trabajador a 40 horas semanales? Prepararse para acceder cuanto antes al mercado laboral? Formarse como ciudadano y profesional? ) no contribuye precisamente al cambio de mentalidad que se requiere. En este sentido no es de extrañar el enorme escepticismo que suscita entre el estudiantado el Plan de Bolonia, cuando no el rechazo explícito. El Plan de Bolonia suele presentarse como algo inevitable, al igual que la globalización, ante el cual solo cabe abrir el paraguas para protegerse. La sensación que tenemos cuando se habla entre colegas y con los estudiantes es de un escepticismo rayano en el pesimismo más absoluto. Los estudiantes preguntan si los nuevos planes son mejores que los antiguos, si van a salir mejor preparados para el mercado o para la vida. Con frecuencia las respuestas son ambiguas y confusas. Esta situación es producto de la improvisación con que se ha llevado en España todo el proceso de adaptación. Quinto error Valorar la aplicación de las nuevas tecnologías (las llamadas TIC) independientemente de su pertinencia. Con frecuencia se da más importancia al medio que al contenido. Es sorprendente comprobar que en los cuestionarios de evaluación del profesorado se puntúa positivamente si se emplean medios audiovisuales o informáticos, pero no se comprueba su pertinencia o eficacia. Estamos ante el mito de las nuevas tecnologías que de medio se han convertido en un fin en sí mismo. Últimamente circula en los medios académicos un chiste que ilustra muy bien el uso inapropiado de las nuevas tecnologías: un estudiante que lleva toda la mañana sentado en el aula asistiendo a las clases de las distintas materias, algo ya cansado, le pregunta al profesor que viene a dar la última clase de la jornada: profesor, Tiene vd. algo que decir o tiene un Power Point? Algunas empresas ya aconsejan a sus directivos exponer sus proyectos o ideas sin usar estos medios informáticos, porque de esta manera pueden calibrar mejor sus dotes de persuasión y sobre todo su originalidad. Para concluir: Aunque nos adaptemos de forma ritualista y retórica al EEES ello no nos garantiza el éxito, porque seguiremos arrastrando el lastre producido por los cinco errores señalados y que se pueden resumir en el hecho de que la reforma se está llevando a cabo de manera improvisada y sin acometer reformas estructurales estratégicas que permitan dar un impulso innovador a nuestras universidades. Así por 4

5 ENCONTRO ejemplo, la excesiva fragmentación de las universidades, derivada de unas necesidades políticas (que no académicas ni científicas) para atender a intereses localistas, debería dar paso a una reformulación de este minifundio académico. La búsqueda de la eficiencia, eliminando costes de transacción muy elevados debido a nuestra complejidad estructural y al sistema de toma de decisiones sería otro aspecto estructural a tener en cuenta. No menos importante debería ser la implantación de una nueva política universitaria que retomase con brío la autonomía, hoy tan menguada, y redujese la excesiva dependencia, a mi juicio, de las instancias políticas tanto nacionales como autonómicas. 5