Dinamismo de la vida psíquica humana

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1 CONGRESSO TOMISTA INTERNAZIONALE L UMANESIMO CRISTIANO NEL III MILLENNIO: PROSPETTIVA DI TOMMASO D AQUINO ROMA, settembre 2003 Pontificia Accademia di San Tommaso Società Internazionale Tommaso d Aquino Dinamismo de la vida psíquica humana Lic. María Teresa Sierra González México D.F. (México) La finalidad de esta ponencia es exponer someramente el pensamiento de Santo Tomás acerca de el dinamismo que existe en las potencias psíquicas del hombre, esto nos permitirá comprender un poco más desde el punto de vista filosófico la conducta humana, entendiendo la mutua relación que ejercen entre sí el conocimiento y el apetito en su doble ámbito sensible y espiritual. Es propio del sabio ordenar, dice el Aquinate. El orden es la adecuada disposición de las partes en el todo, por lo que para que podamos tener orden en nuestra actividad humana es muy útil que podamos comprender cómo se relacionan entre sí nuestras potencias psíquicas, así como la jerarquía que debe existir entre ellas. Hoy existe un gran interés académico por estudiar las relaciones entre la inteligencia y las emociones, y resulta muy interesante descubrir cómo Santo Tomás ha estudiado cuidadosamente esta cuestión. Estudiar únicamente la relación de la inteligencia con las emociones nos presentaría una visión parcial de lo que es una realidad compleja, por lo que se ha considerado necesario presentar una visión sintética pero completa del dinamismo de la vida psíquica que por tanto incluye también al conocimiento sensible y a la voluntad, no exclusivamente inteligencia y apetito sensible. Sería insensato negar la importancia de la relación entre la inteligencia y las emociones, de su recto ordenamiento depende con mucho la capacidad de la persona para orientar éticamente su vida, lo han visto perfectamente muchos pensadores a lo largo de la historia de la humanidad. Copyright 2003 INSTITUTO UNIVERSITARIO VIRTUAL SANTO TOMÁS Fundación Balmesiana Universitat Abat Oliba CEU

2 M. T. SIERRA GONZÁLEZ, Dinamismo de la vida psíquica humana Iniciaremos, el desarrollo del tema con las relaciones entre la inteligencia y la voluntad. Dinamismo de las facultades espirituales. Antes de adentrarnos en nuestro tema, es conveniente recordar que el proceso de la vida psíquica inicia con el conocimiento sensible. Como es bien sabido en el pensamiento tomista nada hay en la inteligencia que no haya pasado antes por los sentidos, de acuerdo con el Filósofo de Estagira. El entendimiento posible requiere para pasar de la potencia al acto del fantasma, que siendo de orden sensible es actualizado por el entendimiento agente, que lo despoja de las características de la materia, haciéndolo inteligible. El objeto común de la inteligencia es el ser y el objeto propio directo de la inteligencia humana es la quidditas de la realidad material, que conoce de manera abstracta y universal. La inteligencia humana puede también conocer lo espiritual: a sí misma por reflexión, a los seres espirituales por analogía, a partir de lo sensible, y al singular lo conoce por reflexión sobre el fantasma. Ahora estamos en condiciones de iniciar el tema que nos ocupa. Al preguntarse si mueve al entendimiento a la voluntad 1, responde Santo Tomás de la siguiente manera. Es un principio que todo lo que se mueve es movido por otro, las potencias del alma pueden estar en potencia para cosas diferentes de dos maneras: 1. en cuanto a su ejercicio o uso del acto, es decir, en cuanto a hacer o no hacer, 2. en cuanto a su especificación o determinación del acto, es decir, en cuanto a hacer esto o aquello. El ejercicio o uso procede del sujeto quien obra o no obra, en cambio, el movimiento que corresponde a la determinación, procede del objeto que especifica el acto. La moción del sujeto o agente requiere un fin, porque todo agente obra por un fin. El objeto de la voluntad es el bien en común, que tiene razón de fin, y desde él la voluntad mueve a las otras potencias del alma a sus actos, pues las usamos cuando queremos por que los fines y perfecciones de todas las otras 1. S Th. I-II, q. 9, a. 1. p. 2

3 Congresso Tomista Internazionale potencias, están incluidos en el objeto de la voluntad como bienes particulares, que son movidos por el bien universal. Por otra parte, el objeto mueve determinando al acto, como principio formal que especifica la acción. El primer principio formal que especifica la acción es el ente y lo verdadero universal que es objeto de conocimiento de la inteligencia, así, con este tipo de moción el entendimiento mueve a la voluntad, presentándole su objeto. Siendo la voluntad un apetito elícito no puede amar lo que la inteligencia no le ha presentado como un bien, aquí es donde inicia el proceso, pero, posteriormente, la voluntad mueve al entendimiento a su mismo acto, que es un bien para la inteligencia, y para la persona. Que la inteligencia mueve a la voluntad lo expresa Santo Tomás de la siguiente manera: La potencia apetitiva, en efecto, es potencia pasiva, que por naturaleza ha de ser movida por el objeto conocido. De donde tenemos que el objeto apetecible y conocido es motor no movido, mientras que el apetito es motor movido. 2 Lo apetecible no puede mover al apetito sino en cuanto es aprendido, por esto es que nadie ama lo que no conoce. Ahora bien, en la segunda respuesta del mismo artículo, especifica el Aquinate que el apetito intelectivo puede ser llevado a las cosas singulares por una razón universal, como odiar a los ladrones o amar la virtud, que no es conocida por los sentidos. Precisa también en el mismo lugar, que como dice el Filósofo, el juicio universal mueve mediante otro particular. En otro lugar 3 se plantea si la voluntad mueve al entendimiento, y trata también del movimiento de las otras potencias del alma. Explica aquí que hay dos maneras de causar el movimiento: el primero a modo de fin que en este caso es el bien conocido que es su objeto, y así mueve el entendimiento a la voluntad; y la segunda manera de causar el movimiento es a modo de causa eficiente y así mueve la voluntad al entendimiento y a todas las potencias del alma, porque hay una serie ordenada de potencias activas, y la que busca aquí el fin universal es la voluntad que tiende al bien en común, y los fines particulares son los bienes que buscan las potencias, cada una el que le es propio y conveniente, como por ejemplo, la inteligencia el conocimiento de la 2 S. Th., q. 80, a S. Th., q. 82, a. 4. p. 3

4 M. T. SIERRA GONZÁLEZ, Dinamismo de la vida psíquica humana verdad. Así la voluntad mueve a las potencias, excepto las vegetativas que no están sometidas a nuestro arbitrio. De tal manera que la inteligencia y la voluntad pueden fungir como motor y móvil, respectivamente en aspectos y momentos diversos. De todo ello se desprende la razón de por qué estas dos potencias se incluyen mutuamente en su actividad a saber: porque el entendimiento conoce que la voluntad quiere, y la voluntad quiere que el entendimiento conozca. Y a su vez, el bien está contenido en la verdad, en cuanto que es una verdad conocida, y la verdad está contenida en el bien, en cuanto que es un bien deseado 4 Si buscamos el inicio de este proceso de mutuos movimientos, nos responde el Aquinate que se encuentra siempre en el entendimiento como punto de arranque, ya que a todo movimiento del apetito es necesario que le preceda un conocimiento, 5 aunque no todo conocimiento precede a un apetito. La descripción de estas mutuas influencias se estudia también ampliamente, con lujo de detalles en la I-II, en el tratado de los actos humanos, y que no es posible incluir aquí por cuestión de espacio, baste como un ejemplo mencionar que el imperio se define como un acto de la razón que presupone un acto de la voluntad, en virtud del cual mueve mediante su imperio al ejercicio del acto. 6 Aún nos queda por analizar una cuestión muy interesante, que ha sido objeto de grandes disputas teológicas y filosóficas: si la voluntad es potencia más excelente que el entendimiento, y nos hace recordar la cuestión del intelectualismo y el voluntarismo. El Doctor Angélico lo resuelve de la siguiente manera: La superioridad de una cosa con relación a otra puede considerarse en dos aspectos: en sentido estricto de manera absoluta (simpliciter) o en sentido amplio o relativamente(secundum quid). Un cosa es el absoluto tal por lo que es en sí misma, y relativamente tal por comparación a otra. Pues bien, si el entendimiento y la voluntad se consideran en sí mismos, el entendimiento es más excelente, como se desprende de la mutua comparación de sus objetos. En efecto, el objeto de la inteligencia es más simple y absoluto que el de la voluntad, toda vez que el objeto del entendimiento es la razón misma de bien apetecible, y el de la voluntad, el bien apetecible cuyo concepto se encuentra en el entendimiento. Ahora bien, cuanto una cosa es más simple y abstracta, tanto más noble y elevada en sí misma. Por lo tanto, el objeto del entendimiento es más excelente que el de la voluntad. Y como la naturaleza de una potencia depende de la 4 S. Th., q. 82, a. 4, ad Idem, ad S. Th. I-II, q. 17, a. 1. p. 4

5 Congresso Tomista Internazionale ordenación a su objeto, síguese que la inteligencia de suyo y en absoluto es más excelente y noble que la voluntad. 7 Ahora bien, - continúa el análisis- de manera relativa la voluntad es a veces más excelente que la inteligencia, y es cuando nos aplicamos al amor de los objetos más nobles. La razón es que la acción de entender consiste en que la formalidad conocida está de alguna manera en el cognoscente, a diferencia del acto de la voluntad que se perfecciona por el movimiento al objeto amado en sí mismo, por lo que Aristóteles decía que el bien y mal, objeto de la voluntad están en las cosas, en el ser real, mientras que lo verdadero y lo falso lógicos están en el entendimiento. Por lo tanto, cuando la realidad en que se encuentra el bien es superior ontológicamente al alma humana, y es amada por la voluntad, ésta es más noble que el entendimiento. Concluye Santo Tomás: Por esto, es preferible amar a Dios que conocerle; y viceversa: mejor conocer las cosas corporales que amarlas. No obstante, el entendimiento es en absoluto más noble que la voluntad 8 Al respecto del tema del intelectualismo y el voluntarismo, nos comenta el Dr. Victorino Rodríguez en su notas explicatorias a la I-II 9 : La cuestión del intelectualismo o voluntarismo interesa mucho a la ética, ya que con ello se privilegia una u otra concepción del bien y del tipo de actuación que transforma los actos en buenos y malos. Hasta el mismo Dios puede verse involucrado en el tema, pues no es igual que sea su razón o su voluntad las que señalen lo bueno o lo malo del universo. Santo Tomás no se inclina exclusivamente por la superioridad de una u otra facultad. Continuamente repite que ambas son imprescindibles para la constitución de lo humano y de lo moral. En estas cuestiones (6-21) comprobamos con facilidad un equilibrio bastante claro entre los actos del entendimiento y los actos de la voluntad para lograr un acto humano pleno. El P. Rodríguez piensa que el Santo se inclina por una moderada primacía del entendimiento, ya que la norma moral es obra de la razón, captada por un hábito racional, la sindéresis, y también el criterio subjetivo de moralidad, la conciencia, es obra de la razón. No minusvalora la voluntad el Aquinate, dice su comentarista, pues el acto últimamente determinante de la acción está definido por la voluntad, quien es sujeto de los actos respectivos de elección e intención, 7 S. Th., q. 82, a Idem. 9 Editorial B. A. C., 1997, p p. 5

6 M. T. SIERRA GONZÁLEZ, Dinamismo de la vida psíquica humana decisivos para la moralidad, y además, en la cúspide de todas las virtudes se sitúa ese acto de la voluntad que se llama el amor de caridad, termina diciendo el P. Rodríguez. Podemos así concluir que si queremos comprender la conducta humana, es necesario considerar todos los elementos que la componen y su posible dinamismo, dada la complejidad de nuestro ser. Por último consideraremos cómo se relacionan las pasiones con las potencias superiores del hombre. Dinamismo de las potencias espirituales y las pasiones. Conviene iniciar recordando la naturaleza de la pasión, que es: el movimiento del apetito sensitivo despertado por la imaginación de un bien o de un mal. Aunque las pasiones son comunes a las bestias y los humanos, no es una comunión unívoca sino análoga, por la relación que guarda la pasión humana con sus facultades espirituales, al grado de que apetito irascible y concupiscible son sujeto propio de virtudes morales, como es sabido: la fortaleza y la templanza. Como mencionamos, el apetito sensible es subsecuente al conocimiento sensible, y se diversifica según las formalidades de los bienes particulares, bien sea bajo la razón de bien deleitable al sentido y conveniente a la naturaleza, o bien bajo la razón de bien difícil en cuanto que repele y combate lo que es perjudicial o lucha por conseguir ese bien. Se pregunta Santo Tomás si el apetito concupiscible e irascible obedece a la razón. Responde que en los animales el apetito sensitivo es movido por la estimativa, como cuando la oveja teme al lobo como a su enemigo. En el hombre, por su relación con la razón no se llama estimativa sino cogitativa o razón particular porque compara las representaciones individuales. En el hombre, la razón particular es movida por la razón universal, y añade Santo Tomás, que esto lo podemos constatar cada uno en sí mismo, pues recurriendo a consideraciones generales se mitiga o exacerba la ira, el temor y otras pasiones similares. p. 6

7 Congresso Tomista Internazionale así: En cuanto al movimiento del apetito sensible por la voluntad, lo explica Igualmente el apetito sensitivo se subordina a la voluntad en el orden de la ejecución, que se realiza mediante la fuerza motriz. En los animales, a la actividad concupiscible e irascible sigue inmediatamente el movimiento... en el hombre, en cambio, no se mueve inmediatamente a impulso del apetito irascible y concupiscible, sino que espera el mandato del apetito superior, que es la voluntad. Pues en todas las potencias ordenadas la una a la otra, la segunda no se mueve sino en virtud de la primera; por eso el apetito inferior no basta para mover hasta tanto que el superior lo consienta. 10 Todos podríamos plantear la pregunta por qué en ocasiones nuestras pasiones no obedecen prontamente a la voluntad? El reclamo Paulino: Veo el bien que quiero y hago el mal que no quiero. El Aquinate lo resuelve en la segunda objeción del mismo artículo, con la distinción que propone Aristóteles entre el gobierno despótico y el gobierno político. El alma domina al cuerpo con dominio despótico, si la inteligencia impera a las piernas que caminen, caminan, dominio despótico es el que se ejerce sobre quienes no tienen medio alguno para resistir el mandato. En cambio, el gobierno político y regio es el que se ejerce sobre quienes tienen cierta autonomía para resistir las órdenes. En cambio, el entendimiento o la razón se dice que imperan al apetito concupiscible e irascible con imperio político, porque el apetito sensitivo tiene cierta autonomía que le permite resistir el mandato de la razón. Pues el apetito sensitivo no sólo puede ser movido por la cogitativa, dirigida por la razón universal, sino también por la imaginación y los sentidos. De ahí que experimentemos la resistencia que el apetito concupiscible e irascible oponen a la razón, al sentir o imaginar algo deleitable que la razón prohíbe, o algo triste que la razón manda. Por tanto, la resistencia que el irascible y el concupiscible oponen a la razón no excluye el que la obedezcan. 11 En la I-II q. 17 a. 7 se pregunta el Doctor Angélico si se impera el acto del apetito sensitivo, y responde que un acto está sometido a nuestro imperio en la medida en que está en nuestra potestad, por lo que hay que examinar cómo está en nuestra potestad. Al ser el apetito sensitivo virtud de un órgano corporal, depende no solamente de la potencia del alma, también de la disposición del órgano. Lo que procede de parte de la potencia del alma sigue a una aprehensión, la aprehensión imaginativa de lo particular está regulada por la aprehensión de la razón que es de lo universal, igual que una virtud activa particular está regida por la virtud activa universal. 10 S. Th., q. 81, a Idem, ad. 2. p. 7

8 M. T. SIERRA GONZÁLEZ, Dinamismo de la vida psíquica humana Por consiguiente, desde esta parte, el acto del apetito sensitivo está sometido al imperio de la razón. Sin embargo, la cualidad y disposición del cuerpo no lo están y en este sentido, es imposible desde esta disposición corpórea que el apetito sensitivo esté totalmente sometido al imperio de la razón. Puede también suceder, explica el Aquinate, que el apetito sensible se excite por la aprehensión de la imaginación o los sentidos, este movimiento está al margen del imperio de la razón, quien hubiera podido evitarlo si lo hubiera previsto, y aquí nuevamente se ve que la autoridad de la razón es no despótica sino política, por el margen de autonomía que existe. Ya por último, se expondrá como resuelve Santo Tomás si mueve a la voluntad la pasión. Como sabemos, la voluntad se mueve por el bien aprehendido, pero que algo parezca bueno y conveniente depende de dos elementos: el objeto, y las disposiciones del sujeto. Lo conveniente se entiende como una relación entre estos dos elementos: objeto y sujeto, por esto es que cada uno juzga según su disposición, y ésta tiene mucho que ver con el apetito sensitivo....es claro que el hombre se inclina a una disposición determinada siguiendo la pasión del apetito sensitivo. Por eso, cuando el hombre está bajo una pasión, le parece conveniente una cosa que no le parecería tal si estuviera sin pasión; por ejemplo, al que está irritado le parece bien lo que le parece mal cuando está tranquilo. Y de este modo, por parte del objeto, el apetito sensitivo mueve a la voluntad 12 Qué tan fuerte pueda ser esta influencia de la pasión sobre la voluntad depende mucho de qué tanto lo permita la persona, quien tiene medios para moderar a la pasión como hemos visto, por ejemplo, la consideración intelectual de la conveniencia o inconveniencia de ese gobierno pasional, o incluso la distracción a la pasión por la consideración de otros bienes atractivos y convenientes. Por último más adelante 13, explica Santo Tomás dos formas en que puede mover la pasión a la voluntad: cuando la pasión es tan fuerte, que la razón dice- queda atada, hasta quedar el hombre sin uso de razón, por ejemplo, por una ira vehemente, con transmutación corporal, hasta comportarse el hombre como un animal irracional, que sigue al ímpetu de su pasión. O bien que la razón no sea totalmente cegada y gobernada por la pasión quedando la posibilidad de un juicio libre, donde la voluntad no queda sometida a la pasión. 12 S. Th., I-II q. 9, a S. Th., I-II, q. 10, a. 3. p. 8

9 Congresso Tomista Internazionale Como hay en el hombre dos naturalezas, la intelectual y la sensitiva, unas veces se muestra de un modo con toda el alma, porque la parte sensitiva se somete totalmente a la razón, como ocurre en los virtuosos, o, al contrario, la razón queda absorbida totalmente por la pasión, como ocurre con los dementes 14 De todo lo expuesto anteriormente podemos concluir interesantes aplicaciones tanto en el terreno educativo como psicoterapéutico, político, o cualquier ámbito humano, ya que lo contingente es un modo de ser de lo necesario, podemos decir, por ejemplo que: 1. La raíz de la libertad está en la inteligencia: nadie ama lo que no conoce, y amamos en la medida en que conocemos algo como bueno y conveniente para nosotros, por lo que la motivación eficaz inicia con presentar al bien de manera atractiva y conveniente para la persona. 2. Es necesario fortalecer a la voluntad a través de la práctica de las virtudes morales. Es mejor conocer a los seres inferiores que amarlos, y es mejor amar a los Seres superiores que conocerlos, especialmente la más excelsa de las virtudes para el hombre es la Caridad. 3. El apetito sensitivo es depositario de una gran fuerza psíquica, es bueno ontológicamente, constitutivo de nuestra naturaleza humana, por lo que es necesario aprovechar esta energía dirigiéndola mediante la consideración del bien atractivo y conveniente para la persona, es decir, enardecer el apetito sensitivo para querer el bien integral apasionadamente. 14 Idem, ad. 2. p. 9