Intervención de Federico Gutiérrez-Solana en los Desayuno de Europa Press - 14 de julio de 2011.

Transcripción

1 Intervención de Federico Gutiérrez-Solana en los Desayuno de Europa Press - 14 de julio de I Buenos días. Deseo agradecer a la agencia Europa Press la organización de este acto informativo. Es una cita que, para las universidades, supone una gran oportunidad de trasladar a la sociedad española algunas cuestiones sustanciales para nuestro presente y futuro y que, pensamos, deben ser mejor conocidas para poder analizarlas y valorarlas adecuadamente. Quiero decir, antes de entrar en materia, que muchos de los problemas que nos estamos planteando como sociedad, aunque han podido ser agravados por una coyuntura de crisis singularmente prolongada, son también problemas de otras sociedades europeas e incluso de países culturalmente muy cercanos a nosotros, como son los iberoamericanos, con los que compartimos espacios y redes universitarias. Esos problemas proceden todos de una misma raíz, que es el hecho de que hoy tenemos que vivir en una economía globalizada cuyo principal capital es el conocimiento. Ninguna sociedad puede vivir aislada del ritmo del resto del mundo; nadie puede tampoco vivir de espaldas al fenómeno de la competitividad que, para vincularla al desarrollo y a la cohesión social, debe asociarse al conocimiento. Naturalmente, puede haber una competitividad fuerte sobre la base de una sociedad no solidaria o no ambientalmente sostenible. Pero esa no puede ser nuestra solución. Nosotros hemos de concentrarnos en construir un modelo socieconómico que responda a imperativos de ética social y de ética de la sostenibilidad. Y ese, como recuerda el documento Europa 2020, sólo puede ser un modelo basado en el conocimiento y la capacidad innovadora que garantice el crecimiento 1

2 inteligente, sostenible e integrador y así, nuestra autonomía como sociedad. Desde la Agenda de Lisboa, la Unión Europea ha venido invocando numerosas mejoras e inversiones para las mismas a fin de potenciar nuestra competitividad. Pero no hemos apostado lo suficiente y los resultados no son satisfactorios. Es decir, sin haber llegado a alcanzar como pretendíamos a las sociedades avanzadas, ya se nos acercan otras nuevas que surgen como emergentes en Asia e Iberoamérica vienen a competir en el terreno previsto, el del conocimiento. Estamos ante un problema europeo, que en España requiere, para su solución, un esfuerzo muy importante en educación, en investigación y en transferencia del conocimiento. Ese esfuerzo precisa de la implicación de tres protagonistas: el primero, las universidades, que concentran la capacidad de la educación superior y el mayor potencial investigador, cuyos resultados son el origen de la capacidad innovadora; el segundo, las empresas, que son agentes clave en la transferencia del conocimiento y en todas las líneas de formación y de investigación inducidas por su actividad; y finalmente, las administraciones públicas, que tienen que aportar no solo la financiación adecuada a los objetivos que se proclaman, sino además el marco social normativo y tributario que sea favorable a la Sociedad del Conocimiento. Por eso, como CRUE, hemos querido que estuviéramos hoy aquí en esta mesa todas las partes. Hemos de agradecer a los presentes el hacerse copartícipes de este mensaje sobre la necesidad del esfuerzo compartido. El mensaje de la universidad española ante esta situación es muy claro: tenemos capacidad para educar mejor, investigar más y transferir mucho conocimiento a la sociedad. Pero aprovechar esta capacidad requiere dos cosas: compromiso de todos y planificación racional. Compromiso que ha de expresarse en una participación intensa de la 2

3 sociedad en torno al valor del conocimiento. Planificación que tiene que articularse en un trabajo conjunto a partir de una apuesta colectiva sostenida en el tiempo. En consecuencia, las universidades no salimos a pedir, sino a ofrecer; no venimos a ponderar lo nuestro, sino a describir el reto que tenemos todos, a señalar el horizonte que está ahí y que no se va a marchar, que es. A decir que gestionar bien el conocimiento, generarlo, transmitirlo y extraer rendimiento de sus resultados a través de la innovación, no es una cuestión exclusivamente universitaria. Es una cuestión social, cultural y de país. Y si pensamos en el reto, al observar el efecto que han tenido estos tres años de crisis económica sobre nuestro potencial para ser protagonistas de un nuevo modelo internacionalmente competitivo, los motivos de preocupación no escasean. Se están rompiendo importantes tendencias positivas anteriores. La inversión en I+D+i está cayendo por vez primera en 15 años a causa de la contracción empresarial: en el año 2009 las empresas redujeron su inversión en ello un 6,5%, lo que de nuevo ha sucedido en Paralelamente, los recortes presupuestarios en educación han sido, en 2011, de casi el 5%. Por este camino, no lograremos ni equiparar nuestro nivel de inversión en I+D+i y educación con otros países de la OCDE, ni mejorar nuestra capacidad para convertir el conocimiento en desarrollo. Hay por tanto dos brechas que tenemos que superar: la brecha del compromiso inversor en conocimiento, y la brecha del fomento de la cultura innovadora, basada en la relación Universidad-Empresa promocionada por las Administraciones. Porque superarlas supone la oportunidad de aprovechar nuestras capacidades como 9º país científico del mundo y así mejorar nuestra posición comparativa en innovación y en competitividad. 3

4 Apostar por el modelo basado en conocimiento, pues, no es solo hacerlo por las universidades, sino por una nueva mentalidad colaborativa de universidades, empresas y administraciones. Esto es esencial, y si no apostamos decididamente seremos, como mucho, la playa de Europa aderezada por nuestro patrimonio cultural, histórico y natural. II Ante esta realidad, entonces, cuáles son nuestras tareas? Pues la primera, evidentemente, actuar sobre la mentalidad. Y ahí se exige no solo que las universidades salgamos al encuentro de la sociedad, a la que por otra parte pertenecemos y de la que somos un reflejo. Se exige el concurso de todos. También, de los medios de comunicación. No se puede tratar la sociedad del conocimiento como si fuera un espectáculo, desde el tremendismo de titulares tan contundentes como carentes de fundamento. Efímeros pero dañinos sobre algo que se presenta como ajeno, pero que es el futuro de todos. Es preciso que entre todos seamos capaces de transmitir que las universidades españolas ya no responden al tipo de prejuicios que eran corrientes hace unas décadas. Yo quiero hoy romper una lanza a favor de las universidades. Y lo haré en los tres aspectos fundamentales de nuestra actividad: la educación, la investigación y la transferencia de conocimiento. Comenzaré por la docencia. Las universidades españolas hemos venido realizando un esfuerzo enorme, no bien conocido y por ello no reconocido, para cambiar nuestro modelo de enseñanza. Lejos de acomodarnos, hemos modificado nuestra estructura de titulaciones hacia un esquema de tres ciclos para converger con Europa; hemos renovado los planes de estudio y los sistemas cotidianos 4

5 de relación profesor-alumno; hemos realizado cuantiosas inversiones para adaptar los espacios y los servicios a una educación más personalizada y de más calidad; hemos rediseñado los contenidos buscando más empleabilidad de los estudiantes y más contacto con el mundo profesional; estamos formando personas más capaces de desenvolverse en una nueva economía y en un espacio internacional. Todo esto es Bolonia, y no tres o cuatro titulares llamativos sobre conflictos puntuales. Ha sido una labor de una intensidad desconocida y con un nivel de compromiso global muy alto. No es, hasta este curso, cuando tenemos plenamente implantado el nuevo modelo. Por ello, las estadísticas que mostremos sobre el sistema universitario español, que lógicamente datan de años anteriores, no representan el valor del proceso de Bolonia sino, justamente, son el preludio, el prólogo y hasta la justificación de nuestra adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior. Bolonia está por descubrir en la práctica, por pulir y por aprovechar. Bolonia está delante, no detrás. Significa un compromiso de calidad y de nuevos métodos de funcionamiento. Y todavía tiene recorrido de ajuste y de mejora, que haremos mejor si lo hacemos entre todos, con compromiso y confianza. Queda, por ello, mucha tarea de desarrollo de este nuevo principio, que sitúa al estudiante y sus necesidades de futuro profesional en el centro del proceso educativo; que busca formar personas capaces de adaptarse a muy diversas situaciones y de ser protagonistas de un aprendizaje a lo largo de toda su vida. Y todo esto se ha hecho sin el nivel de inversión necesario para esta transformación; siendo insuficientes los recursos dedicados para la debida sostenibilidad de una educación que, siendo de más calidad, naturalmente es más costosa. Tenemos que ser conscientes de que el nuevo modelo pedagógico no sale gratis, sino que es una inversión de 5

6 futuro, por la que se debe apostar. Y que lo que hemos cruzado en 2010 no era la línea de llegada, sino la línea de salida. No hemos estado corriendo en los Juegos Olímpicos: estábamos corriendo para poder participar en ellos, para clasificarnos y poder competir con los mejores. Nuestra inversión en educación superior supone hoy el 1,1% del PIB. Puede ser comparable con algunos países de nuestro entorno, pero aún estamos lejos de los valores referenciales (1,5%) a los que deberíamos llegar y, además, resulta insuficiente para nuestro estado y economía actual. Si además, persistimos en la senda de recortes, como el señalado 5% de media de las Comunidades Autónomas en inversión educativa, entonces iremos a la divergencia y no a la convergencia. Y no olvidemos que, en contraste, la inversión estadounidense en educación superior es el 3,1% de su PIB. Por tanto, pedimos que no se hagan juicios sumarios de la realidad universitaria actual, porque es una realidad en transición, que todavía padece algunas consecuencias del agotado modelo anterior, mientras todavía no hemos desplegado en todo su potencial el modelo que sustenta el Espacio Europeo de Educación Superior. Por el contrario, como sociedad debemos apostar por la excelencia y, por ello, dotar de recursos a una enseñanza basada en la calidad. Esto significa también, y somos los primeros en admitirlo, adecuar la gestión de las universidades, para ganar en eficiencia, flexibilidad y una mayor adaptabilidad a las necesidades y demandas sociales, para buscar la excelencia a través de la especialización. La excelencia, como objetivo en marcha a través de los proyectos de campus de excelencia internacional en España. Estos proyectos suponen, por primera vez, acuerdos conjuntos de las universidades entre sí y con agentes económicos, sociales e institucionales, para crear polos generadores y transmisores de conocimiento de alta calidad, internacionalmente competitivos. 6

7 Proyectos que representan compromisos muy intensos de atracción de talento, de formación de los alumnos con capacidades lingüísticas y procedimentales y de colaboración con el entorno social y territorial. Agregaciones institucionales que requieren cambios en la gobernanza, en la toma de decisiones coordinada y compartida, con un papel mucho más activo de la sociedad en la planificación de la excelencia en las universidades y en estos proyectos. Este conjunto de campus de excelencia no es un esfuerzo de solo algunos. Se trata de los proyectos seleccionados en dos convocatorias nacionales a las que han concurrido casi todas las universidades de España. La calidad, la ilusión y la capacidad de agregación mostrada por todos los proyectos ha sido la mejor prueba de que tenemos universidades vivas, con ideas, con deseos de cambio y con cartera de proyectos. Universidades capaces de ofrecer sus capacidades en acciones estratégicas, plenamente internacionalizadas, coordinadas con otros agentes y dedicadas al desarrollo de la sociedad. Al hablar de estos Campus ya hemos llevado al ámbito funcional, acompañando a la educación, la investigación y la transferencia del conocimiento. Y como este acto informativo trata de llegar a todos, permítanme un recuerdo a la Selección, la Roja, que hace un año y tres días logró lo que parecía un sueño utópico a base de hacer equipo: ser campeones del mundo Supongamos que queremos comparar la clasificación de la FIFA con las de la ciencia y de la innovación. En la FIFA somos, como país, los primeros, campeones del mundo. En la ciencia somos más o menos como Argentina en la lista FIFA: un equipo muy bueno, pero que puede hacerlo mejor. Y en el ranking de la innovación, o en el de la competitividad, sin embargo, somos como Bielorrusia es en el del fútbol. Un equipo discreto. Somos, pues, tomando la metáfora del fútbol, la 7

8 Argentina de la ciencia y la Bielorrusia de la innovación. Esto hay que repetirlo, porque sucede que las buenas noticias no son noticia, y que nuestros científicos hayan logrado la novena posición a nivel mundial, no suele ser noticia. Y es injusto que no lo sea, porque consiguen ese posicionamiento con una inversión mucho menor que la de otros países. Sí suele ser noticia, en cambio, el pobre resultado en competitividad pero, pongámoslo en su sitio, debe serlo asociado a la falta de cultura innovadora de país. Y de dónde viene, entonces, la evidente diferencia de nuestra economía con otras? Viene de la inversión en I+D+i. Nosotros no llegamos al 1,4% del PIB mientras Alemania o Estados Unidos invierten en el entorno del 2,8%, es decir, el doble. Alemania, referente europeo, es un país más competitivo porque es un país más innovador. Igual que lo es Francia, cuyo Presidente, además de avanzar cuantiosas inversiones en ciencia y universidades, ha reiterado que la crisis no se supera solo con controles en los gastos sino que hace falta crecimiento y, para ello, inversión. Nuestra capacidad de respuesta, por tanto, está siendo ahora sometida a prueba. Y el problema es la mentalidad. Somos buenos con la i mayúscula y no tan buenos con la i minúscula. Necesitamos más mentalidad innovadora, y un entorno mucho más favorable para la cooperación entre la universidad, que realiza dos terceras partes de la investigación en España, y la empresa, que es quien sabe guiar el conocimiento hacia los mercados. Solo así crecerá la inversión privada en I+D+i, que debe hacerlo, al menos, en un 70%, para que alcance el nivel de PIB medio de los países competitivos. No olvidemos que no hay un solo país competitivo/innovador con una inversión en I+D+i inferior al 1,7% de su PIB y nuestro déficit mayor con respecto a esta cifra está en el sumando de la parte privada. 8

9 El problema no es de buenos o malos científicos o empresarios, sino de inercias que no los ponen en comunicación en el nivel que hoy se necesita. En este sentido, los campus de excelencia internacional suponen también un cambio de cultura. Al especializarse sólo en algunas áreas estratégicas, favorecen la formación de clústeres empresariales en torno a ellas e implican a todas las instituciones en la promoción de los proyectos. Se trata de un efecto de tracción sobre el entorno económico y territorial para potenciar la competitividad internacional. La situación reclama una simbiosis universidad-empresa donde, respetando cada cual su esfera de autonomía, se establezcan estructuras de cooperación en las que cada parte pueda aportar lo que mejor sabe hacer. Otro acontecimiento reciente, que muestra compromiso y confianza en la buena dirección, ha sido el acuerdo entre las Cámaras de Comercio y la Conferencia de Rectores, en el que se contemplan diversas líneas estratégicas encaminadas a fomentar la transferencia del conocimiento y la cultura innovadora. Medidas como la conexión permanente entre la red de viveros para emprendedores de las Cámaras y los Parques científico-tecnológicos de las universidades, el acercamiento del profesorado universitario al sector productivo, la compatibilidad entre los programas de doctorado y los contratos de prácticas, el diseño de un máster en innovación o la creación del Observatorio de las demandas sociales y del sector productivo español para el acceso al empleo. Hablamos de un acontecimiento trascendente que debe dar, si todos lo aprovechamos e impulsamos, muy buenos frutos en los próximos tiempos, y que demuestra que todas las universidades estamos dispuestas y preparadas para asumir nuestra responsabilidad social en relación con los problemas de la economía y del empleo. También desde la CRUE hemos trabajado con el Ministerio 9

10 de Trabajo un documento con nuestras propuestas de acciones para el empleo que debe propiciar el fomento de programas conjuntos. La posición actual de España en el mundo científico es algo prácticamente heroico, y únicamente será sostenible si aprendemos a trabajar de otra manera y se incrementa mucho la cifra de investigadores y de doctores en el sector privado. Si no lo conseguimos, perderemos mucho talento, que otros aprovecharán y con el que sus empresas dominarán en los mercados. Hoy el mayor esfuerzo, por tanto, debe producirse en la creación de confianza mutua y de espacios de encuentro entre universidades y empresas. Las administraciones públicas tienen mucho que aportar en este aspecto, porque ellas ya tienen la experiencia del trato con las empresas y del ejercicio de las competencias educativas y científicas, y por ese motivo constituyen un catalizador legítimo y óptimo. Tienen que ser receptivas a esta gran prioridad de España y hacer que vayamos todos de la mano por una sociedad innovadora. Será bueno para la sociedad, bueno para cultivar el conocimiento, y bueno así, para los ciudadanos y su bienestar. III Y termino ya, resumiendo mi mensaje de este día. Nuestro desarrollo económico y social exige un nuevo modelo basado en el conocimiento. Las universidades estamos desarrollando esfuerzos relevantes al cambiar nuestros modos de enseñanza y nuestra oferta académica para ganar calidad; estamos impulsando proyectos de I+D+i internacionalmente competitivos, y estamos realizando una labor constante de acercamiento a los agentes económicos en búsqueda de iniciativas conjuntas y comunes, utilizando, por todo ello, mecanismos como los campus de excelencia. Sin embargo, no se ha completado 10

11 todavía un cambio de mentalidad, y esto amenaza al proceso de convergencia con países de nuestro entorno. Los fondos públicos están tensionados por la crisis fiscal, y muchos fondos privados están reducidos por la recesión. En este punto es donde hay que tomar la decisión de país, sabiendo lo que nos jugamos. Apostamos por el futuro o nos batimos en discreta retirada? Es una decisión que ha de tomar la sociedad española. A nosotros, desde las universidades, no nos corresponde suplantar esa voluntad, sino ilustrarla y estimularla con nuestros argumentos. Las universidades pueden desempeñar el papel más importante que hayan realizado nunca en la historia española. Además, están preparadas y concienciadas para ello. La condición necesaria para ello es un nuevo modo de trabajar entre todos: universidades, empresas y administración. La condición suficiente, llegar a comprender que sólo podemos competir con el talento que seamos capaces de concentrar. La España del Conocimiento es el reto de las presentes generaciones. Y las universidades hemos dado el paso al frente para asumir nuestra parte de la responsabilidad. Pero la tarea es de todos. Muchas gracias por su atención. 11