LAS VOCES DE LA ALIANZA

Transcripción

1 LAS VOCES DE LA ALIANZA Voy a cantar en nombre de mi amigo, un canto de amor a su viña: Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó y plantó buenas cepas; construyó en medio una torre y cavó un lagar. Y esperó que diera uvas, pero sólo agrazones dio. Qué más podía hacer por mi viña que yo no haya hecho? Por qué esperando que diera uvas, dio agrazones? La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, son los hombres de Judá su plantío preferido. Esperó de ellos derecho, y ahí tienen: asesinatos; esperó de ellos justicia, y ahí tienen: lamentos. (ISAÍAS 5, 1-2, 4.7) Los Profetas Desde antiguo, Israel se sintió buscado, querido y elegido por Dios. Dios había comprometido su vida con el pueblo. Esto, que desde las tradiciones antiguas y desde los primeros fenómenos literarios, debía ser una gran exigencia, pues implicaba un compromiso entre Dios y su pueblo, se constituyó para los israelitas en un factor de seguridad y autosuficiencia: Dios nunca nos abandonará, somos su pueblo y no puede, por tanto, apartarse de nosotros. Por eso fue necesario que surgieran hombres valientes, que recordaran a Israel, que la Promesa no era un privilegio, sino una vocación; que señalaran que esa viña de Dios, que era el pueblo, no sólo no estaba dando buen fruto, sino que estaba produciendo maldad y muerte, y que eso no era lo que Dios quería ni lo que esperaba. Esos hombres fueron los profetas, voces vivas de Yahvé, voces de la Alianza. 1

2 Los Profetas: los que se dejaron seducir por Dios Desde la época de David se sabe de la existencia de profetas en Israel. Sin embargo, Israel siempre entendió a Moisés como el primero y el más grande de todos los profetas. Comúnmente, hemos considerado a los profetas como personas dotadas de una especial capacidad para predecir el futuro. Sin embargo, nunca en Israel los profetas fueron adivinos. Por el contrario, todo tipo de adivinación estaba expresamente prohibido en Israel. Quiénes eran entonces los profetas? Los profetas eran personas que tenían las siguientes características: Eran fieles yahvistas, defensores de la pureza de la fe en Yahvé. Como verdaderos fieles yahvistas, que eran, vivían al estilo de Yahvé; lo que quiere decir que su mismo estilo de vida era una transparencia de la forma de vivir de Dios. Lo más impactante de los profetas no eran, por tanto, sus palabras, sino su manera de vivir. Eran hombres de Dios y hombres del pueblo. Si algo caracterizaba a los profetas era su inmenso amor por Yahvé, por quien estaban dispuestos a sufrir y padecer con tal de permanecer fieles a Él, y su profundo amor por su pueblo, al cual deseaban acompañar en la fidelidad a Yahvé. Por eso no hablaban para adular a los poderosos sino para mostrarle al pueblo, les costara lo que les costara, el camino de la verdad. Por su experiencia intensa de fe, eran las únicas personas, que podían anunciar al pueblo, cuál era la voluntad de Yahvé. Para Israel, la voluntad de Dios no estaba escrita en ningún libro. Sólo mucho tiempo después (hacia el año 450 A.C.), Israel comenzaría a entender los códigos escritos y los libros con los relatos de los patriarcas y con las narraciones del éxodo, como voluntad de Dios, como palabra verdadera de Dios. En la época de los grandes profetas, lo que era Ley, lo que era voluntad de Yahvé, era el comportamiento de esos hombres, que vivían como Yahvé. Por todo lo anterior, la vida de los profetas se suele resumir en tres aspectos: hombres que ANUNCIABAN la palabra de Dios, la voluntad de Yahvé, hombres que DENUNCIABAN las injusticias e infidelidades del pueblo y hombres que PRACTICABAN fielmente la fe que transmitían con sus palabras. En síntesis, los profetas eran personas con una gran experiencia de fe y, por ende, vivían de acuerdo al Dios que sentían. Por eso su manera de vivir era normativa para el pueblo. Los profetas más importantes vivieron entre los siglos IX y V A.C. mientras existió la monarquía. Destruida la monarquía por las invasiones asiria y babilónica, el profetismo fue lentamente desapareciendo. Siendo la voz autorizada de Yahvé en medio del pueblo, los profetas fueron valorados por 2

3 el pueblo, y su manera de vivir llegó a generar tradiciones orales, las cuales dieron origen a las escuelas proféticas, que tiempo después pondrían por escrito los aspectos fundamentales de la doctrina de cada profeta. Con todo, no siempre los profetas fueron bien vistos en Israel; de hecho, Jesús hablaría siglos después de "la Jerusalén que asesina a los profetas y apedrea a los que le son enviados" (crf. LUCAS 13,34). Elías fue perseguido, cruelmente por la reina Jezabel, pues ésta no creía en Yahvé, sino en Baal, dios de la naturaleza de origen cananeo. Amós fue rechazado y expulsado de la corte del reino del Norte, por denunciar, en nombre de Dios, el régimen de codicia y violencia, que allí imperaba. Jeremías pasó gran parte de su vida en una mazmorra por anunciar una y otra vez los peligros, que se cernían sobre Israel. Para estos hombres no era fácil el profetismo. Amaban a Dios con una gran intensidad, Él los había seducido y era su único amor. Pero no podían callar la Palabra de Dios, que tanto amaban y por eso tenían que anunciar una y otra vez la verdad de Yahvé. Esto les granjeó el odio, el rechazo y la persecución. Voz incómoda de Yahvé en medio de las injusticias. Voz de esperanza para los pobres y débiles. Voz viviente del Dios viviente..., eso fueron los profetas. El anuncio profético: Alianza y Fidelidad Muchos fueron los profetas, que hubo en Israel, durante el tiempo de la monarquía. Algunos de ellos, como ya habíamos dicho, formaron escuelas proféticas, las cuales, años después, pusieron por escrito las enseñanzas de los profetas. Tal fue el origen de los libros proféticos que están presentes en la Biblia. De otros profetas tenemos noticia por algunas narraciones de libros históricos como Jueces, 1 y 2 Samuel y 1 y 2 Reyes. A pesar de que el material profético sea tan amplio, su enseñanza se puede resumir en los siguientes puntos: Israel es el pueblo de la elección, porque pertenece totalmente a Yahvé, porque Dios eligió a su pueblo y esa elección se manifestó en el hecho de que el Señor sacó a Israel de la esclavitud y le dio una tierra fértil y libre. Los profetas parten siempre de las tradiciones del éxodo y de la liberación, para afirmar con ellas el amor entrañable de Dios por su pueblo y la forma como éste debe pertenecer única y exclusivamente a Yahvé. La actitud de Yahvé para con su pueblo ha sido siempre la de elegir. Desde el desierto Dios ha salido al encuentro de su pueblo para crearlo. Para los profetas, la creación no es producir de la nada, como lo dice la filosofía, sino posibilitar el surgimiento de un pueblo que viva "Santamente". Asumiendo las tradiciones de la Promesa y de la Creación, los profetas afirman que Israel debe ser un pueblo modelo de humanidad para todas las naciones, con la misión de vivir como vive Yahvé, construyendo la justicia, la liberación, la unidad, la hermandad y la defensa de los pobres y oprimidos. Israel es el pueblo de la Alianza. La concepción de la Alianza es quizá el contenido más 3

4 profundo de los profetas. Aunque los profetas no utilizan la palabra "Alianza" ("Berit" en hebreo), ellos dan los contenidos fundamentales de la Alianza. En principio hay que decir que para los profetas la alianza es algo más que un simple "PACTO". La concepción de la alianza como pacto es posterior a los profetas y corresponde a un período de decadencia en la literatura religiosa judía. Para los profetas la Alianza es una acción protectora, que Yahvé ejerce sobre Israel, moldeándolo como un pueblo según su corazón. Israel sentía que la acción de Yahvé sobre el pueblo era unificadora y constructora de una real hermandad. Lo opuesto a Yahvé era una codicia, que cuando llegaba al extremo, desataba violencia. La codicia es una tensión, que lleva al ser humano a acumular y a querer poseerlo todo. Los profetas entendían que Yahvé se ponía de parte de las víctimas de la codicia: los pobres, los huérfanos, los inmigrantes, las viudas. Los profetas vieron cómo, poco a poco, la codicia fue entrando en Israel. El punto máximo de la codicia fue la división del Reino, que acabó con la hermandad de las tribus. Para los profetas, el auténtico culto de Yahvé era la pertenencia a Él; pero pertenecer a Yahvé significaba vivir como Yahvé. Por eso, cuando los profetas veían que en Israel había injusticia, división, codicia, violencia, se daban cuenta que sólo se adoraba a Yahvé con los labios, pero no con el corazón. Lo típico de Yahvé era que producía hermandad. Lo típico de los ídolos era que producían violencia y codicia. Luego, si en Israel había maldad, era porque no se adoraba al Dios verdadero. El hombre es como el dios que adore: si adora a Yahvé, sólo puede ser justo y hermano de todos; si adora a los ídolos, sólo puede ser violento y codicioso. Según los profetas, los dioses extranjeros y los ídolos producen violencia. Ver maldades en Israel era ver infidelidad a Yahvé. Un pueblo, que amara a Dios, debía ser como Dios. Si en Israel había injusticias, asesinatos, lamentos, opresiones, era porque el pueblo se había olvidado del Dios verdadero. Los profetas siempre consideraron como abominación los dioses extranjeros con toda la violencia que generaban: prostitución sagrada, ritos de fecundidad, sacrificio de niños y otros ritos sangrientos. Todos estos contenidos proféticos educaron a Israel a lo largo de los siglos. Hacia el año 620 A.C., el rey Josías hizo una gran reforma religiosa y política, que quiso verter en estructuras sociales, toda la predicación profética. Por eso se redactó un código, que buscaba la justicia social y un comportamiento de Israel según la voluntad de Yahvé. Ese código es el libro del Deuteronomio, especialmente los capítulos 12 a 26. Pero la maldad no desapareció de Israel y pese a los anuncios de los profetas, la monarquía entró en decadencia, las reformas sociales fueron pocas e Israel cayó bajo el poder del imperio babilónico. Sin tierra, sin monarquía, sin libertad, ya no había condiciones para vivir la alianza. Al final sólo tres mensajes de esperanza permanecieron: La promesa de que habría un nuevo éxodo mediante el cual Israel no sólo volvería a 4

5 su tierra, sino que volvería a la fidelidad primera. Yahvé no se había olvidado de su pueblo, sólo lo había abandonado en un momento de ira y de dolor. La esperanza de un Ungido ("Mesías") de Yahvé que, como David, sería un rey según el corazón de Yahvé y que volvería a Israel el esplendor del pasado y la fidelidad al Dios verdadero. El surgimiento de un resto fiel, de un pueblo pequeño, sencillo y pobre ("los ANAWIN"), que con su fidelidad a Yahvé expiarían la culpa de Israel y adelantarían la llegada del tiempo de la salvación. Pasaron los profetas, pasó el tiempo, permaneció la esperanza... Y al cumplirse la plenitud de los tiempos apareció Juan el Bautista, un último profeta que tenía como misión preparar los caminos del Señor. Elevó su voz sobre el desierto, anunció la llegada de aquél que traería el fuego y la verdad, invitó a todos a la conversión y los llamó para que se fueran detrás del verdadero Enviado y, por último, como lo hicieron muchos profetas antes que él, derramó su sangre, confesando con su vida entregada, el intenso amor que sentía por Dios y por su voluntad. La difícil fidelidad al Dios verdadero Israel amó profundamente a Yahvé y se sintió elegido y encontrado por Dios. Dios era su libertador, el que había rescatado al pueblo de la opresión en Egipto..., era el más grande amor de Israel. Así lo confesaba la oración del shemá : Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán para siempre en tu memoria, se las enseñarás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en el umbral de tu casa y en tus portales. (DEUTERONOMIO 4, 4-9) Pero fue difícil la fidelidad. Más fácil la violencia, más fácil la codicia, más fácil la desunión. Hoy también hablan los profetas como mensajeros de una Alianza de amor y justicia con Dios. Su palabra, incómoda e interpelante en el pasado, es hoy también un anuncio de la voluntad de Dios. Codicia y violencia son signos claros de cultos a dioses falsos. Miremos nuestro mundo de hoy, cuánta codicia y cuánta violencia! La tierra y los bienes, las riquezas y los lujos, las oportunidades y los privilegios, el poder, la fama, el saber, la cultura, todo está mal repartido en nuestra sociedad. Algunos tienen demasiado. Muchos tienen demasiado 5

6 poco. Los unos codician lo que ya tienen y hacen lo que sea para mantenerlo y para obtener más. Los otros codician lo que no tienen y hacen lo que sea para adquirirlo. Hoy nuestra sociedad sólo es codicia, provocada directamente por los dioses de hoy: el placer, las pasiones desordenadas, la riqueza, el poder. Estos dioses falsos han llenado de codicia nuestro corazón. Todos codiciamos algo, siempre nos falta algo para ser felices. De hecho nos han enseñado a desear y desear cada vez más y más, a no sentirnos llenos nunca. Y la codicia tiene un precio, un amargo precio que es la violencia. Violencia de quienes defienden sus posesiones como sea. Violencia de quienes luchan por lo que no tienen. Violencia de quienes imponen sus ideas. Violencia sexual, violencia de la droga, violencia del licor, violencia suicida. Violencia de las estructuras sociales, violencia del pobre que irrumpe pidiendo una limosna, violencia del rico, que mira con indiferencia y rechaza con desprecio. También hoy hay dioses falsos, también hoy hay codicia y violencia y también hoy son los débiles y pobres los que sufren. Ah!, y también hoy, Dios como lo decían los profetas está de parte de los pobres. Vivir la alianza es vivir "Santamente". En este mundo en el que vivimos, sólo vivir la Alianza puede transformar la historia. Mientras haya codicia y violencia, a pesar de tres o cuatro reformas o de algunas medidas represivas, siempre seguirán existiendo las injusticias y el sufrimiento de los pobres. Un hombre según el querer de Dios, un hombre que viva como Dios, un hombre para la bondad, para la hermandad, para la justicia y la libertad, sólo un hombre así es semilla de un nuevo mundo. Pero, dónde está ese hombre nuevo? La verdad es que vivimos tan interesados en adaptarnos a nuestra sociedad, que procuramos primero llenarnos de codicia y de violencia, antes que ser realmente hombres. Miremos cuáles son nuestros sueños y ambiciones. Cuán pocos de nosotros soñamos con ser hombres que vivan santamente, que hagan en sus vidas lo que Dios desea, que se entreguen a los demás para hacer un mundo más justo! Nuestros sueños son otros... por desgracia! Aún hoy tiene sentido la Esperanza. Pero si ya en la penumbra del Antiguo Testamento los profetas creyeron en la esperanza, en la nueva creación que vendría, en el resto que permanecería fiel a Dios, cómo no tener esperanza ahora, nosotros que ya hemos disfrutado de la presencia viva de Jesucristo? A pesar de todo el sufrimiento y toda la maldad que existe en el mundo, es tiempo de Esperanza. Aún hay tiempo para volver a empezar. Aún hay tiempo para ser fieles a Dios. Aún hay tiempo para vivir como los profetas, para hacer alianza con el Dios del amor. Estoy llamado a formar parte del Resto Fiel de Dios. Cada vez es más cierto que el andar los caminos de Dios no es algo para masas anónimas, sino para pueblos con nombre y con historia. Seremos pocos los que caminemos a la luz del Señor, seremos como un puñado de levadura en muchas medidas de harina, como una semilla de mostaza hundida en la tierra. Pero si somos un pequeño resto fiel a Dios y si nos comprometemos a vivir "Santamente", tal vez las estirpes condenadas a tantos años de soledad, tengan al fin una segunda y definitiva oportunidad sobre la tierra. 6

7 Al final de los tiempos estará firme el monte de la casa del Señor descollando entre los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacía él confluirán las naciones, caminarán pueblos numerosos. Dirán: Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas. De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor". (ISAÍAS 2, 2-5) 7