HENRY VILLEGAS GEOLOGO PRESIDENTE SOCIEDAD COLOMBIANA DE GEOLOGIA

Transcripción

1 ARMERO EN EL PASADO Y EL FUTURO DE LA GEOLOGIA COLOMBIANA: REFLEXIONES SOBRE EL CUARTO PEOR DESASTRE VOLCANICO EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD, VEINTICINCO AÑOS DESPUES HENRY VILLEGAS GEOLOGO PRESIDENTE SOCIEDAD COLOMBIANA DE GEOLOGIA Armero ni inspiraba afecto ni parecía tener raíces. Era como uno de esos pueblos que los españoles fueron dejando a las orillas de los ríos o como uno de esos campamentos que los antioqueños iban construyendo sin mucha ilusión pero con mucha necesidad de acopio. Era demasiado común y corriente como para que los rasgos de su fisonomía se abrieran en el recuerdo de un transeúnte cansado. Como geólogo y como colombiano considero que no debemos olvidar a Armero, la ciudad que fue sepultada por el lodo y los escombros que generó el Volcán Nevado del Ruiz, en su erupción de hace veinticinco años. Debemos mantenerla viva en nuestra memoria, en la de nuestros compatriotas que empiezan a olvidarla, y en la de quienes son demasiado jóvenes para tener conocimiento de los hechos. La amnesia colectiva no puede instalarse, y terminar por arrasar lo poco que la naturaleza no se llevó, de la otrora segunda ciudad más importante del Departamento del Tolima. La conmemoración del primer cuarto de siglo, de aquello que nuestros medios de comunicación denominan el peor desastre natural de la historia de Colombia, nos ha traído de nuevo las imágenes de Omaira, la adolescente de trece años fallecida en el lodo después de resistirse durante sesenta horas a la muerte, al igual que las de cerca de habitantes que comenzaron a surgir del área arrasada como fantasmas; las historias de nuevos sobrevivientes sobre su supervivencia al desastre, y las de muchos armeritas que veinticinco años después no logran recuperarse de la tragedia, porque siguen siendo damnificados. Mucho énfasis vuelve hacerse, como hace un cuarto de siglo, en el sufrimiento de los compatriotas que perecieron o sobrevivieron a la catástrofe, en esa despiadada tradición amarillista de los medios de comunicación colombianos. En vez de los registros audiovisuales sobre la impotencia de los socorristas para salvar a Omaira, mil veces retransmitidos por los medios cada vez que se conmemora la tragedia, los geólogos desde la perspectiva objetiva que nos da nuestra profesión, mediante fotografías aéreas tomadas antes y después de la avalancha, obtenemos nuestra mirada de la dimensión del fenómeno natural (ver al final). El cuarto peor desastre volcánico de la historia de la humanidad Por último bajó la bombada, ese barro caliente pero no quemante, oloroso y cargado de piedras trituradoras de camas, de pedazos de ilusión, de techos de casas, de tejas de zinc que parecían guadañas en cada giro de la corriente, trozando manos y cabezas. Armero no solamente fue el peor desastre natural de la historia de Colombia, sino el cuarto peor desastre volcánico de la historia de la humanidad, después de los de

2 Tambora (Indonesia, año 1815, muertos), Krakatoa (Indonesia, 1883, muertos) y Mount Pelée (Martinica, 1902, muertos). En 1980, la erupción del Mount St. Helens en el suroeste de Washington (Estados Unidos), inició una década marcada por más desastres volcánicos que cualquier otra en la historia. Los volcanes mataron cerca de personas en los ochenta, más que durante los 78 años precedentes, contados a partir de la erupción de Mont Pelée (Martinica) en Los lahares (flujos de lodo y escombros de origen volcánico) generados por la erupción del Volcán Nevado del Ruiz, que sepultaron Armero y parte de Chinchiná el 13 de noviembre de 1985, se consideran los más letales de la historia de la humanidad, representan el segundo peor desastre volcánico del siglo pasado y el peor de la década de los ochenta. Estos tristes registros no pueden enorgullecernos, ni a los geólogos ni a los colombianos. El desastre de Armero al igual que el terremoto de 1985 de la Costa de Méjico, el cual causó la muerte de personas en la capital de este país, hizo declarar la década de los noventa como Década Internacional para la Reducción de Desastres Naturales. Los desastres naturales armando y desarmando Armero De Armero no queda para el mundo sino el recuerdo de una niña que trataron de salvar por horas enteras de los escombros inundados de su casa. Hacia 1895, cinco familias que se establecieron a orillas del Río Lagunillas en el norte del Departamento del Tolima, dieron origen al cacerío de San Lorenzo, que trece años después en septiembre de 1908, fue elevado a la categoría de municipio. En 1930 la Asamblea Departamental del Tolima decidió rebautizar la población de San Lorenzo como Armero, en homenaje al mártir de la independencia José León Armero. Noventa años después de su fundación, cuando a finales de octubre de 1985 se reunieron todos los datos sobre el censo de población, se concluyó que en las viviendas que conformaban el casco urbano de Armero, habitaban personas. De acuerdo con los documentos históricos, el Valle de Armero ha sido afectado por lahares más catastróficos que los de Antes de esta fecha, el Nevado del Ruiz tuvo una erupción mayor el 12 de marzo de 1595, que desencadenó lahares en los valles de los ríos Gualí, Azufrado y Lagunillas. Los registros de entonces indican que los flujos de lodo de dicha fecha, fueron más grandes que los que destruyeron Armero en Otro gran lahar, también mayor que el de 1985, descendió por el cañón del Río Lagunillas el 19 de febrero de 1845, inundando la región donde cincuenta años después se fundaría el Municipio de Armero; este flujo de escombros quitó la vida a más de mil personas, razón por la cual es considerado el desastre histórico más mortífero, generado por sedimentación de flujos de escombros en Colombia. La historia demuestra que las generaciones siguientes a las tragedias de 1595 y 1845 olvidaron los hechos, y erigieron nuevos asentamientos humanos en áreas que ya habían sido arrasadas por flujos de escombros de origen volcánico. La tragedia cuyos veinticinco años acabamos de conmemorar, fue la repetición virtual del desastre del 19 de febrero de 1845, porque tanto las personas que murieron en 1985 como las fallecidas en 1845, representan el 70% de la población de la región para ambas fechas.

3 El estudio de las amenazas geológicas después del desastre Todos habían leído mis artículos de prensa. Todos decían creerme, pero no encontraba cómo convencerlos de que la tierra que pisaban iba a desaparecer y que nada de lo que ahora tenían iba a valer un carajo si ese volcán volvía y se enojaba. La catástrofe de Armero obligó al Estado Colombiano a legislar sobre el estudio de los riesgos geológicos, asignándole dicha tarea a INGEOMINAS mediante el Decreto Ley 3815 de Ha sido una tarea ardua para este instituto de investigación, ya que para el tiempo de la tragedia no contaba con personal especializado en vulcanología, en un país no familiarizado con las amenazas volcánicas. El balance hasta la fecha puede calificarse como positivo: elaboración de los mapas de amenaza volcánica de prácticamente todos los volcanes activos conocidos del país, incluido el del Volcán Nevado del Ruiz, el primero de este tipo realizado en Colombia y entregado a la comunidad local antes del desastre del 13 de noviembre de 1985; tres observatorios vulcanológicos fundados en Manizales, Pasto y Popayán; y capacitación de funcionarios de INGEOMINAS en vulcanología, geodesia, sísmica y geoquímica de volcanes. Esto no puede asumirse más que como un comienzo. Pero... The fate of all mankind I see is in the hands of fools. Epitaph Peter John Sinfield Colombia no ha sido ajena a la política neo-liberal que rige el mundo contemporáneo, orientada por las reglas de los mercados libres, donde la competencia, las ganancias, las actividades de bajo costo alto beneficio, y otros criterios de este estilo son los paradigmas. La creciente política de reducción del estado colombiano, que nuestros gobernantes vienen aplicando desde hace varios lustros, se ha reflejado también en INGEOMINAS, un instituto que con menos empleados, en la actualidad esta obligado a asumir más compromisos. Desde comienzos del 2004, además de sus antiguas funciones de Servicio Geológico Colombiano, desempeña las heredadas del antiguo Instituto de Ciencias Nucleares y Energías Alternativas (INEA), y las de autoridad minera del ahora extinto MINERCOL. Estas últimas, de carácter jurídico y administrativo, muy bien definidas por ecuaciones de bajo costo y alto beneficio, han desdibujando las estrictamente científicas, también cruciales para el desarrollo del país. INGEOMINAS durante mas de noventa años de historia, se ha constituido como una entidad de carácter científico, rectora y responsable de la cartografía geológica del territorio nacional, del monitoreo de las amenazas de origen geológico (volcánicas, sísmicas y de remoción en masa); de la prospección de recursos minerales a escala regional, y de la exploración de aguas subterráneas. Todas estas funciones, aunque no generan rentabilidad económica inmediata, proveen el conocimiento esencial para salvar las vidas de miles de colombianos.

4 La reorganización actual del sector minero nacional, se encamina hacia la creación de una nueva entidad denominada Agencia Nacional de Minerales, que se generará a partir de INGEOMINAS; tendrá funciones propias, se constituirá en el instrumento que permita a la nación conocer la cantidad y calidad reales de sus recursos mineros, requisito esencial para que el Gobierno Nacional pueda hacer una mejor negociación de la inversión en minería. En este contexto todo lo que no pueda enfocarse hacia este fin, no pertenecerá a esta nueva entidad de vocación totalmente minera; esto necesariamente puede implicar la desmembración y eventual liquidación de las funciones del antiguo INGEOMINAS, hoy concentradas en su Dirección Técnica del Servicio Geológico. Como colombiano y como geólogo, un cuarto de siglo después de que ocurriera en mi país el cuarto peor desastre volcánico de la historia de la humanidad, solo puedo preguntarme cual será el destino de los estudios geológicos en Colombia, tan cruciales para mi futuro y el de mis compatriotas. Mosaico de fotografías aéreas de los alrededores de Armero, tomadas el 24 de noviembre de 1985, once días después del desastre. La línea roja delimita la superficie plana de tonos claros, generada por los flujos de escombros que sepultaron Armero.

5 Comparación del casco urbano de Armero, en fotografías aéreas tomadas antes (4 de junio de 1971, izquierda) y después (24 de noviembre de 1985, derecha) de la deposición del flujo de escombros.