Los efectos del cambio climático sobre la seguridad alimentaria en el Mediterráneo

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1 Economía y territorio Desarrollo sostenible Los efectos del cambio climático sobre la seguridad alimentaria en el Mediterráneo 252 Med.2010 Balance Francisco Mombiela Secretario general Centro Internacional de Altos Estudios Agronómicos Mediterráneos (CIHEAM), París Contexto Realidades que ya no podemos seguir ignorando Desde hace algunos años, la cuestión del cambio climático, de sus consecuencias y de los medios para adaptarse a ello, ocupa un lugar central en las preocupaciones internacionales, no sólo en el plano político y científico, sino también, y sobre todo, entre las distintas opiniones públicas. Además, parece ser que, probablemente, los efectos del cambio climático se dejarán sentir más rápidamente de lo previsto, y con más intensidad en ciertas regiones del globo. El aumento de las temperaturas medias, la modificación de los regímenes pluviales, el deshielo de los glaciares, la subida del nivel de los océanos, etc., son otras tantas realidades que no podemos seguir ignorando. La aceleración del cambio climático previsto para los próximos años, combinada con el crecimiento de la población mundial y de las rentas, amenaza la seguridad alimentaria mundial, que ya es especialmente frágil. Primero porque la agricultura es muy vulnerable al cambio climático: las altas temperaturas y la elevada concentración de dióxido de carbono (CO 2 ) pueden provocar cambios en las precipitaciones, afectar los sistemas agrícolas y forestales, reducir los rendimientos de los cultivos, así como provocar la expansión de malas hierbas, infecciones y enfermedades. A eso hay que añadir los impactos del cambio climático sobre el sector de la ganadería, ya que unas temperaturas más altas aumentan los riesgos de difusión de epizootia y de ciertas enfermedades emergentes. Estos cambios van a tener unos impactos más o menos severos sobre todos los componentes de la seguridad alimentaria (producción, disponibilidad y calidad de los alimentos, salud animal, estabilidad de los reservas alimentarias, acceso a los alimentos y consumo). Así, el descenso del rendimiento de ciertos cultivos y la disminución de la producción podrían conducir a una subida de los precios de los productos básicos, provocando amenazas adicionales en materia de desnutrición. A pesar de que la responsabilidad del hombre en el desarreglo climático ha quedado bien destacada, los impactos de esta evolución del clima golpearán a los territorios de manera muy discordante y desigual. En efecto, aunque los países del hemisferio sur no sean los principales emisores de gases de efecto invernadero (GEI), dichos países son los que, según parece, podrían ser los más afectados por causa de la disminución del rendimiento de la tierra y de los eventos climáticos extremos más frecuentes (inundaciones y sequías). En consecuencia, muchos países en vías de desarrollo, en particu lar en África, son susceptibles de ver cómo aumenta su dependencia con respecto a las importaciones alimentarias. Ahora bien, cuando se sabe que, desde ahora hasta 2050, la producción agrícola debería crecer en un 70% para alimentar a los millones de personas que integrarían la población mundial (2.000 millones más que en la actualidad) y que el 80% de los habitantes del planeta vivirán en la ciudades, el problema se vuelve más complejo. Por ejemplo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la producción cerealista anual deberá crecer aproximadamente en millones de toneladas, y la producción de carne en 200 millones de toneladas, de las que un 72% se consumirán en los países en vías de desarrollo.

2 Antiguas coacciones En el Mediterráneo, las coacciones climáticas, el estrés hídrico y los límites territoriales siempre han estado presentes. A menudo los sistemas agrícolas mediterráneos tienen que hacer gala de ingenio para hacer frente a tantas dificultades. Hoy, esta capacidad de resiliencia relativa se encuentra puesta a prueba como jamás lo estuvo en el pasado porque, debido a su emplazamiento geográfico, la zona mediterránea es una de las regiones del mundo que resulta más vulnerable a los cambios climáticos. El descenso de las precipitaciones y la subida de las temperaturas podrían ser más importantes que las estimadas a nivel de la media mundial, con consecuencias sobre diferentes actividades socioeconómicas, en especial para la agricultura. Según un estudio conjunto del Institut du Développement Durable et des Relations Internationales (IDDRI) y del Centre International de Recherche sur l Environnement et le Développement (CIRED) llevado a cabo en 2009, es probable que el crecimiento de la temperatura media en la región se sitúe, aproximadamente, entre 2 y 6,5 C de ahora hasta finales de siglo, con fuertes diferencias infrarregionales. A ello hay que añadir una reducción de las precipitaciones medias regionales, en una horquilla que va del 4% respecto a las orillas del norte al 27% de las orillas del sur, lo que comporta un aumento del riesgo de sequías estivales; así, los análisis predicen que para el horizonte , casi un año de cada dos será «seco». A menudo los sistemas agrícolas mediterráneos tienen que hacer gala de ingenio para hacer frente a tantas dificultades. Hoy, esta capacidad de resiliencia relativa se encuentra puesta a prueba como jamás lo estuvo en el pasado porque la zona es una de las regiones del mundo que resulta más vulnerable a los cambios climáticos Para el próximo siglo las evoluciones de las temperaturas, de las precipitaciones y del nivel del mar probablemente se traducirán en una cadena compleja de impactos físicos, graduales o puntuales: aumento de la frecuencia de olas de calor, así como tormentas de viento, inundaciones, sequías, deslizamiento de los terrenos, salinización del suelo y de las capas terrestres, etc. Todo lo cual tendrá consecuencias sobre los recursos disponibles en el Mediterráneo: ecosistemas, agua, suelos y espacio, afectando a algunos sectores clave de la economía mediterránea, como, por ejemplo, la agricultura, el turismo, la industria o la energía. Así pues, el problema de la adaptación al cambio climático se ha convertido en un reto esencial si queremos ser capaces de hacer frente a los múltiples desafíos agrícolas, alimentarios y socioeconómicos que ello conlleva. Los grandes retos para la agricultura mediterránea Principales desafíos El agua es el recurso más amenazado en esta región, que constituye la zona más árida del mundo. Según las previsiones del Banco Mundial (2009), el agua disponible por habitante debería de disminuir en la mitad de ahora a 2050, incluso sin tomar en consideración las variaciones climáticas. El crecimiento demográfico, el desarrollo industrial, la urbanización y la competencia de nuevos sectores económicos han contribuido a hacer más densa la problemática hídrica mediterránea. El desarrollo del estrés hídrico constituye un desafío de primer orden, porque, en su gran mayoría, en el Mediterráneo el agua sirve para producir alimentos y, por tanto, para alimentar a la población. Ahora bien, los efectos combinados del empeoramiento de la escasez de agua y de las crecientes variaciones del clima constituyen una amenaza real para el sector agrícola, que consume el 85% de los recursos de agua de la región. Además, en la región se da una relación estratégica entre la lluvia, las cosechas, la producción y el crecimiento económico global. Por ejemplo, las cosechas récords de cereales durante la última campaña en el Magreb ( ) han sido esencialmente el resultado de precipitaciones abundantes, y han permitido reducir la dependencia alimentaria de estos países. De manera que aunque podemos reflexionar sobre la movilización del agua para fines agrícolas, lo 253 Med.2010 Balance

3 Informe del Comité Económico y Social Europeo (CESE) sobre el cambio climático en el Mediterráneo: Desafíos medioambientales y energéticos 254 Med.2010 Balance El 17 de enero de 2008 la Oficina del Comité Económico y Social Europeo encargó a la sección especializada en «Relaciones Exteriores» la redacción de un informe informativo sobre el tema «El cambio climático y el Mediterráneo». El 15 de septiembre de 2009 el grupo de trabajo compuesto por los Consejos Económicos y Sociales de España, Grecia, Argelia, Túnez, Líbano y Palestina, por el Consejo Nacional de Economía y Trabajo de Italia, por distintas delegaciones de representantes de la sociedad civil de Egipto y Jordania, así como por la Delegación turca del Comité consultivo mixto Unión Europea - Turquía, presentó un informe sobre las consecuencias del cambio climático en el Mediterráneo. Este informe no mueve demasiado al optimismo. En él se constata la existencia de un ecosistema frágil, puesto en peligro por las amenazas medioambientales tanto de origen humano como natural: aumento constante de las emisiones de CO 2, subida del nivel de las aguas, sequía y desertización. La agricultura es especialmente vulnerable, ya que su producción fluctúa según los fenómenos meteorológicos y climáticos cuya intensidad está llamada a aumentar, provocando un dramático descenso de su rendimiento. Es pues indispensable proteger a la agricultura del perímetro mediterráneo a fin de garantizar la seguridad alimentaria. Los ecosistemas forestales también se hallan en peligro, y su pérdida anularía los efectos benéficos de su papel de absorción del CO 2 y de la lucha contra la erosión del suelo. El cambio climático puede afectar a numerosos sectores; en primer lugar el turismo experimentaría las consecuencias de un cambio de los flujos turísticos, que elegirían como destino otras zonas menos cálidas; el ámbito de la salud también se vería afectado, con un aumento de las enfermedades infecciosas y de la mortalidad causada por el estrés térmico, y por último la biodiversidad, que ya es relativamente pobre en el mar Mediterráneo, se vería amenazada en su evolución. Así pues, los representantes de los Consejos Económicos y Sociales insisten en la necesidad de integrar la lucha contra el cambio climático en numerosos sectores de la política pública (políticas ecologistas, agricultura, salud, turismo...), así como en la necesidad de respetar el principio de «responsabilidades compartidas pero diferenciadas». Es pues indispensable a fin de evitar estas dramáticas derivas, desarrollar las capacidades europeas en materia de energías renovables. Por sus características geográficas la región mediterránea presenta un enorme potencial de desarrollo que no puede ser ignorado, aunque necesita inversiones que a veces pueden llegar a ser importantes. En especial conviene fomentar la energía eólica, la energía solar fotovoltaica (rayos solares) y la energía termodinámica (calor). Estas energías renovables presentan unos importantes desafíos; si la energía eólica se presenta como la primera fuente energética renovable de Europa, la energía fotovoltaica todavía depende de las tarifas y de las subvenciones, mientras que, para su desarrollo, la energía termodinámica necesita considerables cantidades de agua, lo que plantea un problema en el Mediterráneo, donde el agua es escasa. Conviene destacar el papel de la sociedad civil en el tema del cambio climático. En la actualidad es prioritario alertar a la sociedad civil sobre las consecuencias que tendrá el cambio climático si no se ponen en marcha, lo antes posible, las políticas adecuadas. El Comité Económico y Social hace un llamamiento a los países miembros de la Unión para el Mediterráneo para que adopten objetivos y compromisos comunes que promuevan el cambio de los actuales modelos de desarrollo. Para más información: Informe del CESE Alexandrie/rapport%20CESE/REX%20254%20A_CES _ FIN_RI_fr.doc cierto es que no podemos disminuirla de una manera drástica. Paralelamente, las presiones territoriales se dejan sentir por medio del aumento de la recurrencia de las sequías, de la progresiva desertización de los territorios, del cada vez mayor riesgo de incendios, de la disminución del ámbito de las tierras de cultivo, etc. Se acentúan la erosión y la contaminación del suelo, mientras que la salinización se intensifica. Por otro lado, el deterioro y la artificialización de la tierra se combinan bajo el efecto de la presión urbana. Todos estos fenómenos pueden conducir a la progresiva pérdida de productividad de los suelos, e incluso a la desaparición de la cobertura vegetal, amenazando la biodiversidad de la región. En consecuencia, una gestión más responsable del suelo constituye una de las obras más importantes que hay que llevar a cabo para garantizar la perdurabilidad de los sistemas productivos agrícolas. Todavía existen muchas incertidumbres en lo que concierne a los efectos del cambio climático sobre los cultivos. Pero sabemos que, en un escenario de cambio climático, la conjugación de estos elementos en la región puede provocar, para el horizonte 2050, unos fuertes descensos de rendimiento de los cultivos principales, como el trigo, el maíz y el arroz, entre otras cosas, y también que puede generar un cambio de los emplazamientos óptimos para la producción de ciertas especies. Asimismo, la disponibilidad calórica de la región debería disminuir, afectando a los esfuerzos para conseguir una mejora en materia de la desnutrición de los niños. En efecto, el International Food Policy Research Institute (IFPRI, 2009) considera que en 2050 habrá dos millones de niños malnutridos en la región de África del Norte y Oriente Medio; es decir, un millón menos que hoy en día, pero con todo un millón más que en un escenario sin cambio climático. También, la seguridad y la calidad de los alimentos están en

4 peligro por causa de los riesgos de la higiene, de los efectos sobre la salud de los animales y de la propagación de las enfermedades. Asimismo van a presentarse nuevos retos en el plano logístico: el embalaje y el almacenamiento de los productos, la cadena del frío y las modalidades de distribución son otros tantos parámetros que deberán ser estudiados bajo la perspectiva de la adaptación al cambio climático. La limitación de las tierras disponibles, la reducción de las disponibilidades en materia del agua, la fragilidad de los ecosistemas y los desplazamientos de las poblaciones constituyen unas variables determinantes para el complejo futuro que se está perfilando en el Mediterráneo La intensificación de estos problemas, especialmente en el sur del Mediterráneo, contribuirá a endurecer en las zonas rurales las condiciones de vida de las poblaciones que ya son vulnerables. Además de esta dimensión social, los impactos también serán de orden económico, porque la acentuación de la degradación medioambiental constituye un peso para el PIB de los países mediterráneos. La producción agrícola y la seguridad alimentaria son unos ámbitos esenciales a través de los cuales el cambio climático también puede frenar o hacer retroceder el desarrollo humano, perjudicando de este modo la vida cotidiana de las poblaciones. No hay ninguna duda, pues, de que la agricultura será uno de los sectores de actividad que resultará más severamente afectado por el conjunto de los efectos provocados por el cambio climático en la región. La limitación de las tierras disponibles, la reducción de las disponibilidades en materia del agua, la fragilidad de los ecosistemas y los desplazamientos de las poblaciones constituyen unas variables determinantes para el complejo futuro que se está perfilando en el Mediterráneo, en donde los riesgos vinculados a la inseguridad alimentaria deberían acrecentarse tendencialmente según las diferentes prospecciones llevadas a cabo. El diferencial entre los recursos y la demanda demográfica podría convertirse rápidamente en explosivo en los años venideros. Adaptar la agricultura para reducir los riesgos de inseguridad alimentaria Para hacer frente a la necesidad de alimentar a una población en crecimiento en un contexto de cambio climático, el principal desafío del sector agrícola consistirá en aumentar sensiblemente la productividad, desarrollando una mejor utilización de los recursos territoriales e hídricos (mejorar la calidad, la disponibilidad y la eficiencia). Asimismo, deberemos llevar a cabo los esfuerzos necesarios para proteger los ecosistemas y, en consecuencia, para lograr que este crecimiento de la productividad agrícola sea ecológicamente sostenible. En este sentido, las estrategias de adaptación de la agricultura pasan por la implantación de prácticas que aunque son conocidas se utilizan poco (como, por ejemplo, el cultivo por inyección directa de las semillas en el suelo); la utilización de cultivos capaces de resistir a los choques climáticos; la diversificación de los medios de subsistencia de las poblaciones rurales, o la mejora de la gestión de los bosques y de las pesquerías. Igualmente, la búsqueda de la calidad alimentaria tiene que imponerse en las respuestas políticas frente a los cambios climáticos. Con el crecimiento de las tasas de lípidos saturados y de azúcar en las raciones, los problemas de obesidad se expanden por toda la región, y la dieta mediterránea se halla en retroceso. Además de los problemas sanitarios y políticos que se plantean cada vez más debido a ello, esta dinámica plantea una pregunta sobre cuáles son las modalidades de consumo responsable que hay que fomentar. Consumir al estilo local, consumir al estilo mediterráneo, o consumir atendiendo a la dimensión medioambiental del plato, para que en nuestra vida cotidiana cada uno de nosotros participemos en la adaptación a las crecientes coacciones climáticas, puede marcar por completo la diferencia. Porque no hay pequeños gestos cuando los que los hacemos somos varios millones. De modo que no hay que descartar que lo primero que debemos hacer para adaptarnos a las tensiones climáticas, posiblemente consista en modificar nuestra dieta y en volver a lo fundamental de la dieta mediterránea. Todo eso exigirá unas fuertes inversiones públicas para la implantación de políticas y programas de investigación y desarrollo adecuados. Por otro lado 255 Med.2010 Balance

5 256 Med.2010 Balance conviene intensificar los esfuerzos de divulgación, fomentar la recogida de los datos a compartir entre los diversos países y poner en red las distintas competencias. En muchos países mediterráneos la adaptación de la agricultura al cambio climático ha pasado a ser una prioridad, y las autoridades públicas ya han comenzado a reflexionar sobre las políticas nacionales y regionales de dicha adaptación. En España y en Italia, pero también en Marruecos o en Egipto, las estrategias agrícolas nacionales incluyen planes de adaptación al cambio climático. En Europa, la Comisión Europea publicó, en abril de 2009, un Libro Blanco sobre la adaptación al cambio climático. Asimismo, tres meses después, la Dirección General de Agricultura presentó un documento de trabajo sobre el papel de la agricultura en la atenuación del cambio climático a través de la reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero. La cooperación regional mediterránea constituye una exigencia para la seguridad humana de las poblaciones, especialmente en materia de adaptación a las tensiones climáticas, que cada día son más fuertes En el marco del CIHEAM, los ministros de agricultura de los trece países miembros se reunieron en Estambul, por invitación de las autoridades turcas, el 8 de marzo de 2010, para negociar los efectos del cambio climático sobre la seguridad alimentaria en el Mediterráneo y las medidas de adaptación que hay que tomar desde esta perspectiva. La necesidad de una cooperación multilateral Los retos actuales y los desafíos emergentes son tan grandes y tan complejos que sería ilusorio pensar que por sí solos los estados ribereños puedan hacerles frente y responder a ellos de manera eficaz. La cooperación regional mediterránea constituye una exigencia para la seguridad humana de las poblaciones, especialmente en materia de adaptación a las tensiones climáticas, que cada día son más fuertes. Dado que afecta a la vida cotidiana de todos los individuos, que sigue representando el núcleo central de los oficios de un tercio de los habitantes de África del Norte y Oriente Próximo, y que constituye la base estratégica de todos los proyectos de desarrollo y estabilidad regional, la adaptación a las coacciones climáticas de la agricultura puede servir de punto de unión para los países mediterráneos. Y aunque esta necesidad pueda revelarse costosa, lo cierto es que es vital para atenuar al mismo tiempo los desórdenes alimentarios en la región, para contribuir a la preservación de los ecosistemas y de la biodiversidad en el Mediterráneo, y para participar en el desarrollo económico y social de unos territorios regionales que todavía siguen siendo rurales y agrícolas, aunque estos espacios interiores algunas veces se oculten detrás de una fachada litoral urbana mundializada, en la que, sin lugar a duda, también debe producirse una adaptación a los cambios climáticos. Bibliografía Banco Mundial. World Development Report 2010: Development and Climate Change. Washington: octubre de Ciheam y Plan Bleu. Mediterra Repenser le développement rural en Méditerranée. París: Les Presses de Sciences Po, Ciheam. Mediterra Atlas. París: Les Presses de Sciences Po, International Food Policy Research Institute (IFPRI). «Climate Change: Impact on Agriculture and Costs of Adaptation». Food Policy Report. Washington: septiembre de Institut du Developpement Durable et des Relations Internationales (IDDRI-CIRED). «Méditerranée au futur: des impacts du changement climatique aux enjeux de l adaptation». Informe, mayo de 2009.