UNIDAD 6: LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL: PRIMERA GLOBALIZACIÓN E IMPERIA- LISMO ( ) (II PARTE)

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1 UNIDAD 6: LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL: PRIMERA GLOBALIZACIÓN E IMPERIA- LISMO ( ) (II PARTE) 6.2. CAUSAS DEL IMPERIALISMO COLONIALISTA El problema de las causas de estos movimientos es un problema importante, que los historiadores han debatido interminablemente. La primera causa que aparece como explicación del imperialismo es la causa económica: detrás de la expansión europea siempre hubo un trasfondo comercial, tal y como lo expuso el gobernador inglés en Hong Kong en 1858, que habló de la alianza natural y necesaria entre el comercio y la cristiandad. Fue un historiador socialista inglés, J. A. Hobson, quien afirmó en 1902 que el imperialismo es producto directo de las fuerzas económicas. Esta tesis fue sostenida y perfeccionada por Lenin, en un libro de título bien expresivo: El imperialismo fase superior del capitalismo. Según Hobson la tendencia descendente de los precios desde 1873, era compensada mediante la búsqueda de nuevos mercados tanto para proveerse de una materias primas más baratas como para encontrar nueva demanda. Cada vez más la economía europea dependía de productos tropicales: café y té que ahora tomaban incluso las clases trabajadoras, el algodón de Estados Unidos lo absorbía ahora sus propias industrias, el caucho, el yute, que solo se daba en la India, y que era necesario, además de para cuerdas, para los millones de sacos ahora necesarios para el comercio, el coco para velas, jabón, margarina, etc. La invasión militar serviría para proteger mercados y eliminar competidores mediante aduanas. La idea sería crear una unidad comercial autosuficiente que abarcase distintos climas y tipos de recursos. Es cierto que hubo casos en los que la penetración mercantil exigió intervención militar e invasión; el ejemplo clásico es la conquista francesa del reino de Annam para permitir el tránsito de barcos por el río Rojo, pero, normalmente, no era necesario ocupar un territorio extenso para comerciar, bastaba con una factoría como es el caso de la ocupación de Hong- Kong tras la guerra del opio, esto no había cambiado desde los tiempos de las factorías portuguesas en la costa africana. Lenin también asume la tesis de Hilferding quien afirma que el imperialismo es principalmente financiero y no mercantil; son capitales y no productos los excedentes que Europa se ve impelida a llevar a sus colonias. Los grandes beneficios de las empresas capitalistas son mejor invertidos en países tropicales: bien por la cercanía de las materias primas, bien por el precio de la mano de obra, la tasa de beneficio para el empresario es superior en muchos sectores económicos en los países extraeuropeos que en Europa. La ocupación política y militar vendría impuesta por los banqueros deseosos de proteger sus inversiones frente a legislaciones que no favorecieran la entrada de capitales, que cobrasen impuestos demasiado altos o frente a conflictos con obreros no suficientemente sumisos. Sin embargo lo cierto es que las metrópolis no siempre invirtieron mucho dinero en los territorios que habían colonizado y siempre invirtieron más en países donde no controlaban la política; Gran Bretaña tenía invertido millones de dólares en el extranjero (una cuarta parte de su riqueza nacional), la mitad de este dinero estaba en el Imperio Británico, era el país para el que el imperio era más importante;

2 Francia, en 1912, tenía invertido más dinero en Rusia (2000 millones de dólares) que en todas sus colonias juntas; y Alemania dedicaba a sus colonias una fracción infinitesimal a sus colonias mientras que un quinto de sus inversiones en el extranjero se encontraba en colonias de otros países; tampoco Francia desdeñó invertir en Suez, en Egipto, Sudáfrica Una variante de este enfoque presentaría el excedente de población como capital a exportar y la ocupación militar serviría para defender las vidas y haciendas de estos colonizadores: no hay duda de que el crecimiento demográfico de Europa genera problemas agudos que se resuelven, en parte, con una fuerte emigración. Sin embargo la relación entre emigración e imperialismo dista de ser clara; aunque es cierto que algunas colonias recibieron importantes contingentes de población blanca (casos de Argelia, de Zimbabwe, etc.) la mayoría de los países colonizados recibieron muy pocos inmigrantes y todos los países colonizados juntos estuvieron muy lejos de recibir contingentes de población comparables a los que entraron en Estados Unidos, Brasil o Argentina. Puesto que las explicaciones económicas resultaban insatisfactorias muchos investigadores comenzaron a buscar otro tipo de razones para el imperialismo que tendrían carácter político. En términos de relaciones internacionales las colonias podían servir para reforzar el poder y la seguridad de los estados: un estado podía establecer una alianza con otras naciones y realzar su peso dentro de la alianza o mejorar el conjunto frente a otras alianzas rivales, en términos de equilibrio de fuerzas mediante la conquista de un territorio; los beneficios económicos para Alemania de la conquista del África oriental no son nada evidentes, pero difícilmente podía el Reich considerarse una gran potencia si permitía que Francia e Inglaterra se repartieran todo el continente. Los distintos estados se mostraron muy susceptibles cuando pensaron que otro país amenazaba sus esferas de interés y se dieron casos de anexiones para evitar la anexión por parte de otros estados. Son frecuentes los movimientos de tipo estratégico: crear una logística naval para apoyar un poder de dimensión mundial, asegurarse aprovisionamiento de petróleo, controlar un paso montañoso También la política interna podía, en algún caso, ser la clave. Se suele aducir que la aventura colonial era muy popular, incluso entre los obreros, y que lanzar un ataque a algún pueblo asiático o africano podía entrañar pocos riesgos y reportar importantes beneficios en forma de popularidad para el gobierno. Sin embargo el único ejemplo en el que parece que históricamente se demuestra que el gobierno realizó una acción consciente de este tipo fue en 1884, cuando Bismarck negoció y obtuvo el reconocimiento por parte de Gran Bretaña de los protectorados sobre el África del sudoeste y sobre Camerún y Togo para conseguir el apoyo de los nacional-liberales. Este último punto nos pone en relación con lo que se ha dado en llamar el imperialismo de masas; el gobierno, más o menos deseoso o reacio, era empujado por la opinión pública que le exigía una determinada acción. El ejemplo que se puede aducir es la expedición de Kirchener a Jartum para salvar a Gordon, decidida por el gobierno británico tras una intensa campaña de agitación. Las razones serían entonces de tipo ideológico: cierto romanticismo subyacente en una sociedad que se ve sumida en una cotidianidad anodina; una sociedad dispuesta a dejarse seducir por los héroes misioneros, los héroes aventureros o incluso los héroes comerciantes; que apoyada por las ideas de progreso y de darvinismo social considera, por una parte, que tiene una misión civili-

3 zadora (white man s burden) y, por otra parte, que tiene el derecho a servirse de los más inadaptados, de los salvajes. Con todo, hay muchos procesos imperialistas para los que los historiadores no encontraban razones lógicas. Al estudiarse y conocerse mejor la historia de los países del tercer mundo, después de que lograran la independencia, se modificó el punto de vista en el estudio de muchos de estos procesos; los historiadores Robinson y Gallagher al estudiar el reparto de África afirmaron que los cambios que pusieron en marcha todo el proceso tuvieron lugar en aquel continente. Se empezó entonces a hablar del subimperialismo. Según este nuevo punto de vista se producen en el imperialismo fenómenos de realimentación (lo que los ingleses llaman feedback). La lógica de muchos actos de agresión o de conquista se encontraría entonces en el propio imperialismo que genera más imperialismo: un valle conquistado para dar de comer a las vacas que dan leche a los granjeros, una tribu destruida para castigar unos robos, una loma tomada para sentirnos más seguros son fenómenos de pequeña economía, pequeña política o pequeña estrategia que pueden llegar a alcanzar gran importancia y comprometer a gobiernos europeos en asuntos para los que no estaban preparados ni deseosos. Si todas las explicaciones eurocéntricas contienen parte de la verdad y si, como es evidente, también es verdad que los europeos responden a un gran número de problemas de la periferia, procedentes de condiciones locales diferentes, podríamos afirmar que el término imperialismo sintetiza una aglomeración de sucesos que se dieron, sin relación causal, en distintos lugares de la tierra. Qué sería entonces lo que haría diferente al periodo de 1880/1914 de los periodos anteriores de la historia? Sencillamente la diferencia estribaría en que en este momento los europeos deciden dar una solución positiva, global, a todos los distintos estímulos que provenían de África y, por extensión, de cualquier otra parte del mundo, en vez de proporcionar soluciones paliativas. Pero si al estudiar las razones hemos visto que las hay muy distintas y de tipos muy distintos, otra cosa es hablar de las condiciones: cuando Marx y Engels hablaron de que la tecnología forma la base del sistema económico y social y que la infraestructura condiciona la historia, solo una interpretación simplista podía deducir que ellos querían decir que los hombre sólo se mueven por intereses económicos. Afirmar que los europeos salieron a conquistar el mundo por razones, en parte, políticas o incluso persiguiendo ideales, no niega la evidencia de que esto fue posible porque la superior tecnología europea no solo hacía realizable el llegar a todos los puntos del planeta y dominar a todos (o casi) los pueblos, sino que lo hacía muy barato en dinero y en vidas. Los progresos en la construcción naval; en la fabricación de armas: artillería más ligera, que se podía embarcar en lanchas, y fusiles individuales de repetición; en la medicina: tratamientos más eficaces para resistir enfermedades tropicales, sobre todo la malaria (mediante la desecación de pantanos y la utilización de la quinina, un alcaloide sintetizado por el portugués Gómez en 1811); avances en la impedimenta: impermeabilización de tiendas de campaña y capotes, mejores botas; incluso en la alimentación (aunque la vitamina C no se descubriera hasta 1907, los últimos casos graves de escorbuto datan de 1877). En este sentido sí se puede afirmar que el imperialismo es un efecto perverso del capitalismo

4 6.3. ÁREAS FUNDAMENTALES DE LA EXPANSIÓN COLONIAL Exploración de África A mitad de camino entre la ciencia, la aventura y la política, tenemos, como resultado del afán entre científico y deportivo, el fenómeno de las exploraciones. El siglo XIX es el siglo de la eliminación de las fronteras para el ser humano; el siglo del descubrimiento y exploración de todos aquellos lugares a los que, por su clima, vegetación u orografía el hombre no había podido llegar antes. Los alpinistas como Georges Everest, los marineros herederos de Cook como John Franklin, geógrafos como Humboldt, espeleólogos, etc. se hacen carreras para ver quien llega primero a los polos; la derrota de Amundsen en el polo norte y el trágico final de Peary en la revancha por el polo sur no hacen sino estimular a un público ávido de aventuras mayores. El más acabado reflejo de esta mentalidad será Jules Verne. Sus novelas combinan la fe positivista en lo ilimitado de las posibilidades de la ciencia, con la fe evolucionista en el progreso y con un romanticismo residual, aún muy vigente en la sociedad, que valora los ideales heroicos de libertad, sacrificio personal y superación La gran aventura del siglo, por encima de las demás, fue la exploración de África. Las primeras incursiones en el continente lo fueron en el contexto del movimiento humanitario contra la esclavitud de finales del s. XVIII. Después vendrían los viajes con interés geográfico, meramente científico, fueron llevados a cabo con la financiación de la Sociedad Para el Descubrimiento de Zonas Interiores de África; un grupo de potentados ingleses que financiaron el primer viaje de Mungo Park, entre , hasta el alto Níger. No sólo hubo exploradores ingleses, también encontramos franceses como Caillié que llegó hasta Tombuctú y desde allí a Tánger. Más tarde se incorporaron misioneros como los alemanes Krapf y Rebmann, que fueron los primeros en ver las cumbres del Kilimanjaro. La intención misionera no desapareció nunca pero poco a poco va surgiendo, frente a este, un nuevo acicate: el público que se apasiona con la aventura. El entusiasmo con que la población acogió esta aventura africana fue estímulo y acicate para que gobiernos potenciasen y financiasen viajes de exploración y, en una fase siguiente, se lanzasen a la conquista militar y al control político. Es este uno de los episodios más interesantes de la historia de lo que ahora llamamos opinión pública: El debate entre Burton y Speke por ver quién había descubierto las fuentes del Nilo (los dos creyeron haberlas encontrado. Tenía razón Speke); la narración de los viajes de Livingstone que hicieron de él un hombre muy rico y le permitieron pasar los últimos años de su vida en el continente que amaba. Periódicos y revistas compitieron por las historias de viajeros, como el joven corresponsal de guerra H. M. Stanley, amantes de la aventura pura. La famosa frase de Stanley: El Dr. Livingstone, supongo, fue uno de los hallazgos del siglo. El África desconocida era un terreno donde se podía ejercer el mejor heroísmo, un heroísmo profundamente teñido de valores nobles, donde se podían realizar las ansias de romanticismo que perduran a lo largo de todo el siglo. Se trata de la razón civilizadora, una faceta del humanitarismo, ya que existía la firme creencia entre los exploradores y su público, de que el objeto de sus viajes era la regeneración de la raza negra y llevar el progreso del mundo occidental a los pueblos atrasados. Durante este periodo clásico de la exploración africana, nadie pensaba que sería necesaria la ocupación política. Como señala Roland Oliver:

5 Se suponía que el Evangelio cristiano, combinado con la inclinación natural del hombre al tráfico y al cambio, sería un estímulo suficiente. Los misioneros enseñaron a los africanos tanto a cubrir sus desnudeces como a obedecer las leyes morales. Los comerciantes suministrarían los medios para satisfacer la primera demanda en forma de balas de algodón procedentes de las manufacturas de Lancashire, a cambio de los principales productos agrícolas de los industriosos, florecientes, cristianos, labriegos africanos. Las tribus se unirían en federaciones para el mejor desarrollo del comercio y, de esta forma, nacerían las naciones de la futura África. Pocos años bastarían para desvanecer esa pretensión y en la década siguiente los viajes de Rhodes, de Brazza, el viaje al Congo de Stanley, ya significaron una ocupación del territorio y fueron seguidos por la presencia de ejércitos no muy grandes, pero con la superior tecnología europea. El enriquecimiento de Rhodes o la descomunal inversión del rey de Bélgica, Leopoldo II, introducen un factor nuevo que supera el límite de la exploración y nos introduce en el terreno de la explotación. La colonización de Asia ofreció aspectos muy distintos a los de África. En general todo el proceso fue más complejo y, mientras que en amplios espacios no se pretendió la ocupación del territorio, sino ventajas comerciales (es el caso de China), en otros hubo una importante presencia política y militar (India), pero no hubo un proceso de reparto, como fue el Congreso de Berlín. En cuanto a las potencias que participaron vemos que en el centro, norte y este del Asia continental se asentaron los rusos; en el sur, con la India como eje, los británicos; en la península de Indochina los franceses y, por último, los holandeses en las islas de Indonesia. Siberia que había sido conquistada a mediados del siglo XVII, de modo que el Imperio Ruso en Asia, cuando comenzó el siglo XIX ya se extendía desde la frontera con Prusia hasta el Pacífico. A pesar de esto el dominio efectivo sobre el territorio y sobre Siberia en general era muy débil, no había casi colonos y era un territorio prácticamente vacío y con malas comunicaciones. Los objetivos más importantes de los rusos fueron ambiciosos: la consolidación y colonización de Siberia, la conquista del Extremo Oriente en los límites con China y la expansión hacia Asia Central. Rusia no quería quedarse marginada de las grandes rutas comerciales y del comercio con China que estaba siendo explotado por los ingleses. En Siberia y el sur de Extremo Oriente destacó la figura de Muraviev que inició la colonización de Siberia e impulsó la ocupación de la zona del río Amur a costa de China para participar en el comercio chino y obtener salida a mares más cálidos. Estos territorios serían unidos más tarde por el famoso ferrocarril Transiberiano. En Asia Central la expansión rusa respondió más a cuestiones estratégicas. Desde el Cáucaso los rusos se extendieron rápidamente hacia el Caspio, el mar de Aral y el lago Baikal. La competencia entre rusos y británicos se centró en la competencia por la influencia en Persia (Irán) y en Afganistán El Imperio Británico en Asia tuvo a India como base de sus posesiones. La presencia británica en la India era antigua, pero era la Compañía Británica de las Indias

6 Orientales quien realmente gobernaba y no la corona británica, aunque esta debía aprobar las leyes que regulaban la vida en la colonia. Gran Bretaña poseía factorías comerciales pero fundamentalmente controlaba el territorio a través de poderes locales interpuesto. El ejército británico contaba con una fuerza importante de indios en sus filas, los cipayos, que colaboran en la ocupación pero tras la revuelta de los cipayos de el Gobierno británico se vio obligado a introducir grandes reformas y la colonización de India entró en una nueva fase: Gran Bretaña disolvió la Compañía de las Indias Orientales y la India se convirtió en una colonia de la corona inglesa que estaría gobernada en la zona por un virrey. Con esta reorganización los ingleses ocuparon nuevas zonas de la India y convirtieron en vasallos a muchos reyes locales, pero además, extendieron sus fronteras hacia el Oeste (Beluchistán) y el Este (Birmania). Además del control de la India, los ingleses tenían en Asia territorios en el sur de la península Arábiga, y en Malasia. Por lo que refiere a China, Gran Bretaña obligó, mediante las guerras llamadas Guerras del Opio (1839 a 1842 y de 1856 a 1860) al emperador a abrir sus fronteras al comercio europeo y a favorecer la instalación de puertos y factorías comerciales, pero renunció a la ocupación efectiva del territorio que habría sido costosa y complicada dado el tamaño y la población del país. La presencia de holandeses en Indonesia, las Indias Orientales Holandesas, venía de siglos pasados, también se ajustaba, en un principio al modelo de explotación mediante factorías pero a lo largo del siglo XIX la presencia holandesa fue incrementándose centralizando la administración y la explotación desde Batavia en la isla de Java. La dominación europea de Asia se completó con la penetración francesa que se inició en la época de Napoleón III que en 1862 estableció en el Sudeste asiático la colonia de Conchinchina (sur de Vietnam). Desde allí se extenderían por la península de Indochina y en 1887 estaban asentados en los actuales países de Vietnam y Camboya; la ocupación posterior de Laos hizo que el dominio francés limitara con el protectorado inglés de Birmania, entre ambos imperios se dejó una zona sin conquistar a modo de estado-tapón: Siam, la actual Tailandia LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS GRANDES IMPERIOS COLO- NIALES Tras la debacle de los imperios americanos (independencia de Estados Unidos y de Latinoamérica) solamente Gran Bretaña poseía, desde el siglo XVIII, el control político sobre un extenso territorio: la India. El resto eran enclaves más o menos importantes, como Francia en Argelia, España que conserva Cuba y Filipinas, Portugal con factorías en Cantón, Goa y la Costa de Angola, Holanda en Java Se trataba de antiguos imperios marítimos y mercantiles y, salvo excepciones, el dominio político abarcaba un espacio mínimo. A lo largo del siglo XIX se desarrolló la economía de muchos de esos territorios y aumentó la población blanca pero la presencia europea seguía siendo básicamente económica; no hubo rivalidades entre potencias, la iniciativa la llevaron compañías comerciales y la bandera nacional seguía a los empresarios: en general se prefería evitar o reducir al máximo la intervención política o militar. En China y Japón, a la presión armada siguió la retirada de los militares y el establecimiento de Tratados comerciales y la aceptación de un consejero; en el Congo fue la Asociación Internacional del Congo, empresa meramente privada, la que llevó a cabo la colonización en 1878.

7 Según avanzó el siglo, estas formas de presencia comercial fueron siendo completadas con diversas formas de presencia política. Es el paso del colonialismo tradicional al fenómeno conocido como imperialismo que caracterizará la política europea de los últimos 0 años del siglo XIX. En cuanto a la formas de dominación imperialista es costumbre dividir en tres tipos, si bien cada caso, (cada metrópoli y cada colonia tuvo sus peculiaridades): Colonias, protectorados y zonas de influencia. Dependerá de la relación entre el territorio y la metrópoli. - Colonias: caracterizadas por la presencia directa y exclusiva de la potencia imperialista. Esta presencia es, naturalmente, económica pero también es política y militar, lo que implica un dominio del territorio, implantación de leyes, presencia de guarniciones pero también de funcionarios encargados de la administración., etc Este epígrafe es muy amplio y en él caben muchas subclasificaciones: Provincias de Ultramar Departamentos Territorios de Ultramar. Fue un método muy utilizado por Francia, en territorios como Guayana, Cochinchina (actual Indochina), Senegal...; pero también por Alemania, Italia e incluso, en algunos casos, por Gran Bretaña aunque no tuvo clara intención de asimilar a la población autóctona. Llamamos colonias de poblamiento a aquellas en las que la presencia de población blanca fue grande. Generalmente el territorio se organizó con un gobierno de los colonos blancos que adquirieron una amplia autonomía en cuestiones internas pero que debían someterse a las directrices de la metrópoli en cuestiones de política exterior. Era frecuente crear parlamentos autónomos dentro de la colonia en los que, según la lógicade aquellos años, sólo estaban representados los blancos y se ignoraban los derechos de la población de origen. Esta modalidad se dio en Nueva Zelanda (1854), África del Sur (1854), Canadá (1867), Australia (1890)... Estas colonias de poblamiento se denominaron dominios a partir de 1907 y en 1931 por el Estatuto de Westminster obtuvieron la independencia dentro de la Commonwealth o comunidad de países de cultura inglesa. Holanda también llevó a cabo un sistema muy parecido a la colonia de poblamiento inglesa. - Protectorados: Esta modalidad se aplicaba en territorios con una cierta organización indígena., se caracterizaba porque junto a la dominación de la metrópoli existía un gobierno local al que la metrópoli proporcionaba apoyo frente a rebeliones internas, ataques del exterior, etc. y, a cambio, los jefes nativos facilitaban el asentamiento de la metrópoli. La metrópoli respetaba el gobierno indígena que tenía plena libertad en asuntos internos, pero en política exterior estaba totalmente supeditado a los intereses de la metrópoli. El país colonizado aceptaba esta sumisión por presiones financieras y militares, perdiendo así su personalidad jurídica a nivel. Este tipo de dominio implicaba la presencia militar pero suponía un esfuerzo humano menor y difería las complicaciones de la conquista y dominación.

8 Fue el modelo utilizado por Inglaterra y Francia para dominar a los países del norte de África pero también se dio en lugares tan remotos como Camboya (1863) y es el que aplicó Gran Bretaña en la mayor parte de las regiones indias. - Zonas de Influencia: se trata del modelo antes comentado que se dio en China y que se pretendió implantar en Japón, consistente en la imposición por la fuerza de unos acuerdos comerciales que privilegiaban a los comerciantes de la metrópoli pero en los que no existía una dominación directa de la metrópoli LAS RIVALIDADES IMPERIALISTAS Y EL PERIODO DE LA PAZ ARMADA A finales del siglo XIX las cosas cambiaron, sobre todo en África, pero también en el resto del mundo; el proceso de expansión de la civilización europea conoció una aceleración; se dio paso a una auténtica carrera, a la que se sumarían EEUU, Japón y Rusia, por la conquista de los espacios libres que quedan en el mundo. Desde los viejos establecimientos mercantiles van a salir diplomáticos y soldados que van a tratar de extender el territorio sobre el que se ejerce dominio político; las rivalidades nacionales van a desembocar en conflictos que provocan o están a punto de provocar guerras. En los comienzos de este cambio de actitud hay que señalar el establecimiento de Francia en 1881 en Túnez y de Gran Bretaña en Egipto al año siguiente; Gladstone concibió tal ocupación como una expedición de castigo, como había habido otras, pero la reacción francesa fue dura y provocó lo que se quería evitar: por el temor a que Francia pudiese tomar el sitio de los ingleses, demoró la retirada sus tropas. Tras este incidente los franceses pasaron a instalarse en Annam (hoy Vietnam), en el Congo y en Somalia. A esta política responde Bismarck anexionando Togo y Camerún. La llegada de Stanley al Congo al servicio del rey Leopoldo II (aunque, como dijimos, la empresa fuese privada), la incursión de Brazza remontando el río y repartiendo banderas tricolores a todos los pueblos que encontraba y las pretensiones de los portugueses, generan un grave foco de tensión. Otro más se localiza en la costa oriental donde el alemán Karl Peters firmaba tratados con todos los jefes de Zanzíbar. La acción de Gordon en Jartum, su derrota y ejecución por los derviches en 1885, provoca un momento de exaltación nacionalista en Gran Bretaña e indirectamente en toda Europa. En esta situación Bismarck convocó una reunión para tratar, de forma pacífica, el reparto de África: La Conferencia de Berlín reunió en 1884/5, en torno a un mapa, a todos los jefes de gobierno de Europa, así como a un representante de Estados Unidos, quienes dividieron el continente. Los países a los que se asignaba un territorio en el mapa tenían después la obligación de hacer real su ocupación por lo que en los quince años siguientes a la Conferencia se produjo una arrebatiña. Todo el continente quedó parcelado: quedaban independientes Etiopía y Liberia que en cierto modo un protectorado de Estados Unidos (es decir, una semicolonia formalmente independiente pero protegida); técnicamente también el Congo, que quedaba como Estado Libre, con gobierno de Leopoldo y con el que cualquiera podía comerciar libremente, y las repúblicas boers de Orange y Transvaal, pobladas por europeos y que serían conquistadas por Gran Bretaña en 1902, tras una dura guerra de tres años. Los conflictos menudearon tras el acuerdo: en África y fuera de África. Los italianos sufrieron una grave derrota a manos de los etíopes en Adowa, en 1896, era la primera vez que los nativos africanos vencían a un ejército europeo. Los ingleses se

9 enfrentaron a los holandeses en la mencionada guerra de los boers. Los japoneses se enfrentaron a los Chinos por Corea. El expansionismo ruso en Extremo Oriente fue frenado por el imperialismo japonés en Los Estados Unidos, completada la conquista del Oeste, se enfrentaron a los españoles por Cuba, a los colombianos por Panamá De todos los enfrentamientos el que, tal vez, de la medida de lo absurda que llegó a ser la carrera de las conquistas es la llamada Crisis de Fachoda, un pueblo de Sudán por el que estuvieron a punto de llegar a la guerra Gran Bretaña y Francia en 1898.