Félix siempre ha tratado vivir una vida lo más tranquila posible pero está claro que los astros se han alineado en su contra: primero murió su madre

Transcripción

1 Félix siempre ha tratado vivir una vida lo más tranquila posible pero está claro que los astros se han alineado en su contra: primero murió su madre y, a raíz de esto, su padre les llevó a él y a su hermano Nozomi a vivir con su tío; después, Nozomi hirió sus brazos de por vida en lo que preferían llamar "un accidente"; y ahora, el día en el que Félix cumplía veinte años, se encontraba manchado de la sangre de las personas que momentos antes habían atacado a su hermano, a quien a continuación ha visto siendo recogido por una ambulancia tras haber sido atropellado. Además, se supone que en un futuro próximo la Orden de los Cuatro Soles va a atacar a las criaturas oscuras y todos aquellos que se unieron a ellas, los cuales son, básicamente, toda la gente de la ciudad que no forma parte de la Orden. Por si fuera poco, en la época de guerra al menos había unas personas llamadas guardianes que tenían poderes sobrenaturales sobre los elementos. Ahora nadie superpoderoso parece estar dispuesto a plantar cara al mal. Así que, quién protegerá a la gente esta vez?

2 Félix corría por la calle oscura perseguido por los policías. Aquello era una pesadilla. Tenía que serlo. Empezó a sentir que su cuerpo ardía hasta tal punto que le costaba respirar el aire frío de la mañana. Félix parpadeó, pues su visión empezaba a volverse borrosa. Oía sus fuertes palpitaciones mandar la ardiente sangre por sus venas para poder mantener el ritmo de sus largas piernas. Félix negó con la cabeza mientras su mente le recordaba la escena de hacía unos segundos. Nada de aquello era real. No podía serlo. Pronto despertaría en su cuarto, con la ropa limpia y su hermano a salvo. Entonces perdió el equilibrio, pues al ir a bajar el pie fue incapaz de encontrar el suelo. Se sintió caer al vacío durante unos instantes hasta golpearse contra un suelo de baldosas marrones iluminadas por una luz amarillenta. Consiguió ponerse de rodillas, confuso. Justo cuando levantó la cabeza observó una pistola apuntándole a la cabeza, peligrosamente cerca del espacio que separaba sus ojos. Félix no lo soportó más. Unas lágrimas empezaron a surcar su rostro. Nozomi despertó en una cama de hospital. Sus brazos le dolían más que cualquier otra parte del cuerpo y sentía tanto frío que no paraba de agradecer estar tapado hasta los hombros por las suaves mantas, aunque le gustaría subírselas un poco más y tener fuerzas suficientes para encogerse. Estaba tan congelado que creía que en cualquier momento empezaría a ver su respiración como en invierno. Nozomi se centró en respirar lo más hondo posible mientras mandaba constantes señales a su índice derecho para que se levantara. La culpa no era de la habitación, era él el que estaba frío. Todo debido a sus brazos heridos por una maldita sombra (una especie humanoide de piel, pelo y ojos negros con la capacidad de alimentarse con la energía de otros seres vivos y de transformarse en nubes negras o la sombra de una persona). Sabía que debía sentirse agradecido porque podía haber perdido los brazos al haber sido mandados a la segunda dimensión, la dimensión de las sombras, pero eso de que se te duerman cada vez que te cansas un poco es un completo fastidio. Una vez hubo conseguido mover el dedo, continuó con todos los demás hasta llegar a la muñeca, al codo y, por último, al hombro.

3 Nozomi cogió aire al intentar sacar el brazo para poder mirarse la negra mano de piel arrugada, cubierta por escarcha eterna en algunas zonas. Había sobrevivido al golpe del coche gracias a los poderes que había conseguido el mismo día del accidente o, más bien, gracias a los poderes que le entregó su novia antes de... Nozomi cerró los ojos unos instantes. Morir. Antes de morir. El joven de pelo moreno y ojos azules como los de su hermano observó su mano, haciendo que en ella surgieran unos brillitos dorados. El chico sonrió: no había gastado tanta magia como había creído en un principio, así que la usaría para sanar sus heridas. Solo tenía que concentrarse en que la energía se moviera más rápido por sus venas para acelerar un poco el proceso de recuperación. Podría, incluso, hacer que durara unos segundos pero eso supondría concentrar magia en su mano y liberarla sobre la zona herida por el aire, lo cual, al contrario de lo que estaba haciendo, sí suponía un gasto de energía. Era curioso. Cuando su pulso se aceleraba también lo hacía la magia, pero cuando se concentraba en hacer que la magia se moviese a un ritmo concreto, su pulso seguía siendo el mismo. Nozomi inspiró hondo. Ser un hechicero cuando teóricamente la era de la magia se había acabado era demasiado complicado.

4 L Amour miraba al chico rubio que hacía unos instantes se había aparecido misteriosamente allí. Como reflejo había agarrado su pistola y le había apuntado con ella, pero en el mismo momento en el que pudo observar al chico con claridad supo que una simple pistola no le haría nada. L Amour había tenido unos primeros años de vida confusos y extraños que, de alguna manera, le habían llevado a formar parte de la unidad secreta del reino desde que tenía memoria. En un caso normal nunca habrían metido a un niño allí. Ahora bien, si ese niño tenía el don de conocer las capacidades de otras personas con solo verlas era otra historia. Así que, básicamente, desde pequeño había estado detrás de las cámaras hasta que llegó a la adolescencia, cuando ya podía llevar a cabo tareas más físicas. Lo había visto todo, incluyendo al mismísimo guardián del agua controlando la sangre de sus compañeros para inmovilizarlos con un gesto de la mano. Había sobrevivido a todo. Había arrebatado el don al guardián a través del tacto y lo había hecho suyo. Sin embargo, nunca había observado un don tan grande en un chico tan joven como el que se encontraba delante de él: podía controlar la esencia destructiva de cualquier ser. Si le disparaba en ese momento lo único que haría sería darle poder. Si trataba de utilizar los poderes robados sobre el agua probablemente perdería, pues su contrincante también podía controlar la sangre junto a muchos otros elementos que se encontraban en mucha mayor cantidad por la habitación. La mano que sujetaba la pistola empezó a temblarle. Una batalla supondría la muerte. L Amour observó al chico: estaba llorando. Él también tenía miedo. O era un truco? Es decir, acababa de caer en su despacho. El hombre dirigió su mirada hacia la figurita que tenía sobre la mesa: era el dios de la inteligencia, uno de los muchos dioses luminosos. Si peleaba perdería. Ahora bien, qué pasaría si mostraba compasión? Porque si era un truco volvíamos a la batalla; si necesitaba ayuda y le atacaba, de nuevo íbamos a la primera situación; pero si le ayudaba y sí lo necesitaba podían acabar bien los dos. Estaba claro cuál era la única opción en la que acababa bien. L Amour suspiró. Que los dioses luminosos lo amparasen! El humano treintañero levantó la pistola y se acuclilló frente al muchacho cuyo pelo rubio era aún más claro que el suyo. Félix levantó la mirada al notar movimiento por parte del otro. - No me vas a matar? - preguntó. L Amour no supo muy bien cómo interpretar la pregunta. El instinto le decía que no se cortase a la hora de mostrar su habilidad para conocer los dones de las personas pero, aunque cualquier criatura oscura se dejaría llevar al instante por ese sentimiento, como criatura de la luz no podía hacer eso si podía encontrar una idea basada en la lógica. No lo malentendáis. Él

5 no tenía nada en contra de que las criaturas oscuras lo hicieran, lo que pasaba es que no era lo mismo tener el instinto de un hombre-lobo que el de un humano. Bueno, tampoco es que tuviese ninguna idea que lo ayudase en ese momento. Así que, hola instinto! Cuánto tiempo sin hablar! - Cómo se supone que lo haga? Habrías absorbido la energía destructiva del disparo. - Qué? - No sabes lo de tu poder? Eso es más peligroso que el hecho de que lo tengas en sí. Félix miró al hombre que tenía delante con los ojos como platos. Él también podía ver las habilidades de otras personas desde pequeño y, aunque no le salía de forma demasiado natural, podía ver tras una potente energía acuática el don que le aseguraba la verdad tras las palabras del hombre. Félix dirigió su mirada a sus manos manchadas. Un poder capaz de absorber la energía destructiva... Recordó el golpe que le dio el vampiro. Sus manos empezaron a temblar al juntar las piezas del puzle. De alguna forma el subidón de energía le había hecho dañar a aquellas personas y, cuando se pasó, volvió a la realidad con aquel bajón de fuerzas. L Amour se dio cuenta del gesto que había generado en el desconocido. Debería tranquilizarlo, no meterlo de lleno en otro ataque de pánico. Es por cosas como esa que nunca escuchaba a su instinto. Entonces vio el don del joven aumentar en gran medida mientras Félix se llevaba las manos a la cabeza, tratando de contenerlo. -No hagas eso - dijo el adulto al darse cuenta -. Solo lo empeorarás. No contengas el río ahora u obtendrás una inundación. Deja que fluya sin controlarte. Félix volvió a bajar las manos, dispuesto a hacer lo que le habían dicho. Cogió aire, dispuesto a dejar fluir la energía mientras espiraba. Justo cuando empezó a soltar el aire una imagen borrosa surgió en su mente unida a una voz malvada: - Qué gran poder! Al jefe le encantará tenerlo por fin en sus manos. L Amour se dio cuenta del corte en su respiración y en su mirada perdida. En cuestión de pocos segundos puso las palmas de las manos a los lados de la cabeza del chico, empezando una absorción lenta de poder interrumpida por el mismo tirón que dio para recuperar la separación entre ambas personas. Todo aquello en un gesto rápido que movió toda la energía contenida, liberándola. Félix cayó sobre él con la mirada perdida y el cuerpo inmóvil.

6 Físicamente sentía cada fibra de su ser más potente que nunca antes. Psicológicamente no podía ni pensar en aquella sensación. L Amour le puso una mano sobre la cabeza. Nunca había sido una persona demasiado cariñosa, así que no sabía muy bien qué hacer. Es más, hasta se sentía algo incómodo. A pesar de ello no lo separó. Había un trauma relacionado con su poder que le llevaba de forma subconsciente a procurar contenerlo. Lo que L Amour había visto era solo la sombra del poder que se había escapado de control. Los poderes de esa clase crecían con la edad independientemente de si eran usados o no. El joven ya no podía seguir dedicándose a contenerlo. La única opción que le quedaba era aprender a vivir con él. Sin embargo, esperaría para contárselo. -Lo siento - dijo el hombre -, estoy yendo demasiado rápido. Félix no contestó, solo cerró los ojos. - Qué te parece si hacemos esto? Date una ducha de agua fría mientras yo te busco algo de ropa limpia. Después hablamos. Félix siguió sin decir nada pero se levantó, asintiendo con la cabeza. -Bien - comentó L Amour, guiándole hacia una puerta al lado de su escritorio. Una vez volvió a estar a solas en su despacho respiró hondo. Todo aquello era una locura. Había leído lo suficiente sobre la era de la magia para saber que aquel chico era el guardián de la destrucción. El hombre miró su despacho, lugar donde, más que trabajar, se encerraba para investigar sobre cualquier tema que pudiera explicar sus poderes. Por supuesto, los científicos con los que trabajaba ya estaban en ello, pero no sentían su don como lo hacía él. La habitación tenía dos puertas de madera oscura en la pared verde pardo donde estaba apoyado. Enfrente había una enorme ventana que prácticamente ocupaba toda la pared. En medio del cuarto, había un sofá de tres plazas gris claro en el que solía leer revistas de la mesita de cristal de delante para poder observar el jardín cada vez que levantaba la mirada. Al lado del sofá estaba el escritorio de madera con muchos cajones a los que podía acceder desde su sillón con ruedas de cuero negro. L Amour rodeó el sofá para asomarse por la ventana. El guardián del agua había pertenecido a la Orden de los Cuatro Soles. Era el único miembro al que habían conseguido identificar pero nunca consiguieron que hablara. Aquello le daba muy mala espina. La Orden de los Cuatro Soles probablemente llevaba años planeando su golpe fatal y todavía no conseguían imaginar el qué ni con qué. Él consideraba que tenía algo que ver con la magia pero sus superiores desecharon la idea, pues si alguien utilizaba la magia era una orden obsesionada con la oscuridad, no con la luz. Sin embargo, estaba claro que querían tener a los

7 guardianes de su lado. Era completamente lógico, es decir, luminoso. Si querían acabar con todas las criaturas oscuras necesitaban la mayor cantidad de poder posible, y qué mayor poder que el de personas capaces de controlar los elementos a su voluntad? Consiguieron obtener al guardián del agua pero lo perdieron. Habrían ido también a por el de la destrucción? Había huido y por eso estaba manchado de sangre o la Orden era algo más relacionado con su trauma? L Amour miró la puerta cerrada del baño. Todas sus dudas se verían resueltas. Debía ser paciente. Nozomi sonrió al sentir la mejoría de su cuerpo. Ya estaba prácticamente recuperado. El frío que hacía unos instantes sentía había desaparecido. El adolescente se incorporó con cuidado. No era cuestión de empeorar. Una vez sentado sobre la cama de hospital pensó en los últimos acontecimientos provocando que un escalofrío le recorriese la columna. El simple recuerdo de aquella mirada sin rastro de moral le aterraba. Ya no solo porque el hecho en sí era aterrador sino porque había algo en el chico que le resultaba familiar. Se sentía como si el único lugar seguro del mundo hubiese dejado de serlo. Nozomi sacudió la cabeza para alejar aquellos pensamientos. A qué venía eso? Tenía a su hermano. Su madre y su novia habían muerto, su padre no sabía cómo actuar ante ello y su tío era una caja de misterios pero su hermano siempre lo había dado todo para estar allí cuando le había necesitado. Félix había sido secuestrado cuando solo eran niños y habían matado a su madre por ello pero, cuando Eldar los mandó con su tío para mantenerlos a salvo, Félix se dedicó a cuidar de Nozomi. Nunca lo admitiría; sin embargo, sentía una profunda admiración hacia su hermano mayor. Si algo iba mal sabía que él acabaría apareciendo antes o después para ayudar, serle un punto de apoyo o, simplemente, darle un hombro sobre el que llorar. Mientras tuviese a Félix tendría un lugar seguro en el mundo al que huir. De repente el sistema de ventilación empezó a hacer un ruido extraño, provocando que un gas desconocido comenzase a salir por él. Nozomi se dio cuenta, así que se levantó dispuesto a informar a algún médico de ello. La puerta no se abrió. El chico empezó a mover el picaporte, nervioso. Empujaba y tiraba con todas sus fuerzas, intentando conseguir que se moviese aunque fuera solo un milímetro en alguna dirección. En su lugar, alarmó a varios doctores, que le vieron a través de la pequeña ventana de la puerta. Algunos de ellos también intentaron abrir su puerta junto a las de otros pacientes sin éxito; otros salieron corriendo para informar a la gente de los demás pisos.

8 Nozomi empezó a toser de forma descontrolada. El joven hechicero sintió su pulso acelerándose de puro nerviosismo por su incapacidad de obtener oxígeno. Al mismo tiempo, los aparatos eléctricos de toda la planta empezaban a volverse locos. Sus poderes podían crear fallos eléctricos si la magia en su interior se aceleraba lo suficiente. En cuestión de pocos segundos, volvió a oírse un nuevo ruido extraño que paró la salida de gas y un chasquido que consiguió abrir la ventana automáticamente y que permitió a los doctores abrir las puertas. Nozomi corrió a la ventana, dispuesto a inspirar la mayor cantidad de aire limpio posible. Solo tuvo tiempo de inspirar hondo dos veces antes de que las puertas y ventanas volviesen a cerrarse, encerrándolo de nuevo. Él miró hacia el sistema de ventilación pero parecía que lo había roto del todo, así que no volvió a salir gas venenoso. En su lugar empezó a oír a gente gritando. El chico se movió con cuidado en dirección a la puerta. Qué espíritus estaba pasando? El sonido de unos disparos y gente corriendo lo resumió bastante. Nozomi observó al doctor del pasillo mirando hacia un punto fijo mientras alguien huía detrás de él. Entonces una serie de disparos volvieron a oírse, esta vez al otro lado de la puerta, tirando al suelo al desconocido. El chico miró de nuevo la ventana, su única vía de escape. No había contado los pisos pero si usaba un escudo de protección daría igual. Nozomi volvió a abrir la ventana justo cuando los hombres armados entraron por la puerta. Él saltó, invocando un escudo que pudiera protegerle tanto de la caída como de los disparos. Una vez en el suelo, levantó la vista: todos en la calle miraban con sorpresa o miedo hacia el hospital. Ninguno entendía qué estaba pasando, tampoco Nozomi. Por suerte, sí tenía una cosa clara: - Corred! - gritó. En ese momento, él también se puso a correr sin perder un segundo más. Debía ir lo más lejos posible de allí. Una vez le pareció que la distancia era aceptable tras doblar un par de esquinas, paró a pensar. El chico miró el camino del que había venido: todos estaban extrañamente tranquilos. No había el más mínimo rastro de los hombres con pistolas. Pero qué...? Cómo era eso posible? Qué acababa de pasar? Nozomi miró la bata de hospital que llevaba puesta al sentirse observado. No podía ir por ahí así, mucho menos si iba a correr por su vida. Así que se metió en un portal y convirtió la bata

9 en una camiseta de manga corta y unos pantalones anchos, ambos de color negro, junto a unas deportivas del mismo color. Todavía no hacía suficiente calor para ir tan poco abrigado pero, al ser ropa mágica, lo poco que llevaba mantenía la temperatura ideal para su dueño. Una vez se hubo cambiado, procuró dirigirse rápidamente a la plaza más cercana, dado que normalmente había un par de cabinas telefónicas. Nozomi descolgó el teléfono con una sonrisa agradecida a todas aquellas personas que decidieron mantener las cabinas a pesar de la existencia de teléfonos móviles. Aunque se le desvaneció al darse cuenta de que no llevaba su pulsera de tiempo para pagar. Volvió a ponerse nervioso, provocando que la máquina empezase a funcionar sin necesidad de dinero. El chico respiró hondo. Debía intentar controlarse. Primero marcó el número de emergencias pero no había ni línea. Temiendo haber roto su único medio de comunicación, trató llamar a una de las dos únicas personas de las que había memorizado el teléfono. Esta vez sí que hubo línea, pero nadie contestó. Llamó a la última persona que le quedaba. En cuestión de pocos segundos le pareció oír a alguien descolgando al otro lado. - Papá? - preguntó sin casi voz, antes de que Eldar pudiese empezar a hablar.