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Encarnación Revuelta Palma
hace 7 años
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1 CASCOS DE BURRO Era un rey y tenía un hijo. Y mandó que le enseñaran toda la sabiduría que había. Y al príncipe no le faltaba aprender más que el arte de la magia. Y fue a casa de un maestro para aprender el arte de la magia. Y el maestro tuvo que salir fuera de la tierra y le entregó un manojo de llaves y le dijo así: Abra lo que quiera, menos aquellas dos puertas. Y el príncipe anduvo viéndolo todo en cuanto él se partió. Y, muerto de curiosidad, fue y abrió aquella puerta. Y vio una casa y había un estanque. Y metió el dedo y se le puso dorado. Metió la cabeza y se le pusieron los cabellos dorados. Y fue y abrió la otra puerta. Y había una caballeriza con tres caballos muy delgados: uno negro, uno blanco y otro rucio. Y los caballos tenían el freno puesto; y los cogió y los llevó a un estanque a beber y les quitó los frenos a los caballos. Y los caballos se convirtieron en tres príncipes. Y ellos le contaron su encantamiento y se lo agradecieron mucho y le dijeron que, cuando se viera en alguna aflicción, los llamase: Válgame aquí mi caballo negro. Válgame aquí mi caballo blanco.

Y el maestro tuvo que salir fuera de la tierra y le entregó un manojo de llaves y le dijo así: Abra lo que quiera, menos aquellas dos puertas.

2 Válgame aquí mi caballo rucio. Y huyeron y cada uno se fue para su reino. Y el príncipe de cabellos dorados huyó también. Y se encontró con un pastor, y cambió su traje por las pieles del pastor. Y le compró una vejiga de una res y se puso la vejiga en la cabeza y parecía calvo, y se puso los zahones y la zamarra y partió. Y llegó al palacio del rey y pidió algo que hacer. Fue llevado a presencia del rey: Entonces cómo te llamas? Cascos de burro. Y se hizo el tonto. Y el rey, al verlo así atontado, lo mandó como ayudante del jardinero. Y el rey tenía tres hijas. Y el jardinero le mandó que hiciera tres ramos para las princesas. Y las princesas vinieron al jardín. Adiós, Cascos de burro. Dios guarde a vuestras mercedes, tengan muy buenos días. Y cogió los ramos: Coja usted, coja usted, coja usted. Y les dio los ramos a las princesas, y el más bonito se lo dio a la más joven. A ella le gustó mucho Cascos de burro. Y las princesas fueron al palacio y la más joven decía a las hermanas: Mirad que Cascos de burro no es quien se finge.

Fue llevado a presencia del rey: Entonces cómo te llamas? Cascos de burro. Y se hizo el tonto. Y el rey, al verlo así atontado, lo mandó como ayudante del jardinero. Y el rey tenía tres hijas.

3 Y las hermanas se reían de ella y hacían muchas burlas por eso. Y el rey determinó casar a las hijas y echó un pregón. E iba a haber grandes fiestas y torneos. Y el rey mandó hacer tres peras de oro y le dio una a cada una para que ellas se las tiraran al príncipe que fuera de su agrado. Y las princesas tenían que asistir a las fiestas. Y la más joven fue a hablar con Cascos de burro : Oh, Cascos de burro, ve al torneo. Quién, yo? Yo voy, sí, pero de caza. Y no quiso ir. Ella se fue muy triste pero no tuvo más remedio que ir; y decía siempre a sus hermanas: Mirad que Cascos de burro no es quien parece. Y las hermanas se reían de ella. Y él, en cuanto iban a empezar el torneo: Válgame aquí mi caballo negro. Apareció inmediatamente el caballo negro: Qué quieres, hombre? Quiero un traje de príncipe y un buen caballo. Apareció inmediatamente un traje de príncipe, muy lujoso y un caballo negro muy bonito. Se quitó las pieles, se quitó la vejiga de la cabeza, se lavó, se peinó, se vistió, montó a caballo y ya va al torneo.

Y la más joven fue a hablar con Cascos de burro : Oh, Cascos de burro, ve al torneo. Quién, yo? Yo voy, sí, pero de caza. Y no quiso ir.

4 Cuando entró, ya estaban todos los príncipes de los otros reinos y que habían sido invitados y toda la gente preguntaba: Pero quién será aquel príncipe? Porque él era el que tenía más bonita figura. Y nadie sabía quién era. Antes de acabarse las carreras, espolea al caballo y, rápidamente, se marchó. Llegó a su habitación, volvió a ponerse la vejiga, se vistió las pieles y, cuando acabó el torneo, ya estaba él aquí en el jardín. Viene la princesa: Ay, Cascos de burro, no quisiste ir, si tú vieras Apareció por allí un príncipe de cabellos dorados, en un caballo negro! Pues yo no quiero saber nada de eso. Mira, Cascos de burro, ya que no has querido ir hoy, ve mañana al torneo. Yo voy, pero de caza. Pero, qué caza es la tuya que no aparece? Deje, que usted la verá. Y ella se fue muy triste y decía siempre a las hermanas: Mirad que Cascos de burro no es quien se finge. Y, al otro día, también tuvo que ir a las carreras. Lo mismo; él, en cuanto iban a empezar las carreras: Válgame aquí mi caballo blanco. Qué quieres, hombre?

Llegó a su habitación, volvió a ponerse la vejiga, se vistió las pieles y, cuando acabó el torneo, ya estaba él aquí en el jardín.

5 Quiero un traje de príncipe y un buen caballo. Apareció inmediatamente un traje de príncipe aún más lujoso, y un caballo blanco aún más bonito que el otro. Se quitó las pieles, se quitó la vejiga, se arregló, montó a caballo y ya va al torneo. Cuando entró, todo era otra vez: Allá viene el príncipe de los cabellos dorados; pero quién será aquel príncipe? Y nadie sabía quién era. Antes de que se acabara el torneo, espolea al caballo y, rápidamente, se marchó. Llegó a su cuarto, volvió a ponerse las pieles y, cuando acabó el torneo, ya estaba él aquí en el jardín. Viene la princesa: Ay, Cascos de burro, si lo hubieras visto Apareció otra vez el príncipe de los cabellos dorados, hoy iba en un caballo blanco! Pues váyase con el príncipe de los cabellos dorados y déjame aquí a mí. Mira, Cascos de burro, ya que no has querido ir hoy, ve mañana a ver el torneo, que es el último día. Yo voy, pero de caza. Y no quiso ir. Y ella se fue muy triste, y les decía a las hermanas: Mirad que Cascos de burro no es quien se finge.

Y nadie sabía quién era. Antes de que se acabara el torneo, espolea al caballo y, rápidamente, se marchó.

6 Y al día siguiente, lo mismo. En cuanto iba a empezar el torneo: Válgame aquí mi caballo rucio. Apareció al momento el caballo rucio: Qué es lo que quieres, hombre? Quiero un traje de príncipe y un buen caballo. Apareció al momento un traje de príncipe, si los otros eran lujosos, este era más lujoso aún; y un caballo rucio, si los otros eran bonitos, este era más bonito aún. Se quitó las pieles, se quitó la vejiga, se vistió, se arregló, montó a caballo y fue rápido al torneo. Cuando entró, lo mismo; todo era: Allá viene el príncipe de los cabellos dorados; pero quién será aquel príncipe? Y nadie era capaz de saber quién era. Antes de que se acabasen las carreras, espoleaba al caballo y se marchaba. Llegó a su cuarto, volvió a ponerse la vejiga, se vistió las pieles y cuando se acabaron las carreras, ya estaba él allí en el jardín. Y al otro día iba a haber una gran comida y estaban todos los príncipes invitados. Viene la princesa: Cascos de burro, ve mañana a la comida. Quién, yo?

Apareció al momento un traje de príncipe, si los otros eran lujosos, este era más lujoso aún; y un caballo rucio, si los otros eran bonitos, este era más bonito aún.

7 Sí, ve y quédate en una puerta, que yo te tiro la pera de oro. Quién? Usted? Pues eso quiero verlo yo. Y él fue y se quedó allá, en una puerta. Y el príncipe de los cabellos dorados también había sido invitado y no apareció. Y, al final de la mesa, las princesas tiraron la pera de oro a los príncipes de su agrado, y la más joven tiró la pera de oro a Cascos de burro. Y Cascos de burro la cogió. Y todos miraron para ver a quién había tirado la princesa la pera de oro. Y vieron que había sido a Cascos de burro. Y hubo un gran murmullo. Al día siguiente, otra comida, y Cascos de burro fue invitado a ir a la comida. Y Cascos de burro no apareció en la comida, y vino el príncipe de los cabellos dorados y pidió muchas disculpas por no haber ido a la otra comida. Y al final de la comida, el príncipe de los cabellos dorados pidió permiso al rey para desabotonarse el uniforme, y se le cayó la pera de oro al suelo y todos reconocieron la pera de oro. Y él iba a decir: Esta pera era de un calvo Y la princesa estaba ya a punto de desmayarse cuando él le dijo que el calvo era él y que era Cascos de burro. Se lo contó todo y entonces las hermanas vieron que Cascos de burro no

Y, al final de la mesa, las princesas tiraron la pera de oro a los príncipes de su agrado, y la más joven tiró la pera de oro a Cascos de burro. Y Cascos de burro la cogió.

8 era quien se fingía. Y se casaron y hubo grandes fiestas y una gran comida: solo de liebres guisadas, treinta mil carretadas; perdices, perdigones, mosquitos y saltamontes, aquellos eran incontables. Recogido por Bernardino Barbosa en Alto Alentejo (Portugal) y publicado en Contos Populares de Évora, Revista Lusitana, 17 (1914), págs ( ). Editado y traducido al español por José Luis Garrosa Gude en La sirena de Alamares y otros cuentos populares portugueses, Madrid: Calambur, 2013, págs

mosquitos y saltamontes, aquellos eran incontables.

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