Conexión con el hogar

Transcripción

1 Ejercicio de palabras PALABRAS DE VOCABULARIO resonar elegante prohibir retener dudar irresistible travieso osado Un cuento de una sola palabra. Vamos a escoger una palabra de la lista que podamos usar como base para un cuento. Luego, lo completaremos armando oraciones con las demás palabras. PALABRAS DE ORTOGRAFÍA libremente mientras solitario arriba barrio radio temor conductores hermana repentino coraje tres corrían permiso carrito Falta algo? Escribiré las palabras de ortografía dejando el espacio para que agregues las letras r o rr donde corresponda. (doblar aquí) Macmillan/McGraw-Hill Conexión con el hogar Queridos familiares: Los niños sienten compasión por otros niños. José Manuel sólo puede mirar a los demás niños jugar, ya que su abuela cree que es muy peligroso jugar en la calle. Hay tres hermanas que se sienten tristes por él, y están decididas a encontrar una manera de cambiar la forma de pensar de su abuela. Éste es el problema, y ahora quiero saber qué pasos van a seguir para resolverlo. El autor de La noche de San Juan hace que los lectores sientan compasión por lo que le pasa a José, y que deseen que las hermanas logren su cometido. Destrezas de la semana Comprensión: Problema y solución Vocabulario: Partes de las palabras: Sufijos Ortografía: Palabras con r y rr Nombre 49

2 Cuán ridículo puedes ser? A continuación hay un juego de problema y solución que podemos jugar. El juego es para dos participantes. Instrucciones Tira una moneda. Si te sale cara avanzas primero. Si te sale cruz, avanza primero el otro participante. Quien saque cara escoge uno de los dos problemas de las primeras casillas del tablero, y el otro juega con el otro problema. Los jugadores toman turnos y tiran monedas diferentes. Cuando sale cara, el jugador avanza 2 espacios. Cuando sale cruz, avanza 1 espacio. Si una casilla ayuda a resolver su problema, el jugador juega de nuevo. Algunas casillas ayudarán a resolver ambos problemas. El primer jugador en resolver su problema gana el juego. Trata de doblarlo para hacerlo salir por la ventana. Estás atrapado en un carromato de circo con veinte payasos. Cómo logras salir? Haz de cuenta que no lo estás viendo. Hay un elefante en la habitación. Cómo logras sacarlo de allí? Pide ayuda a gritos. Hazle cosquillas a dos o tres payasos. Muévete como una serpiente. Ponlo a dieta. Grita: Bu!. Canta desafinado. Permite que se quede y sea un miembro más de la familia. Grita: Una araña de dos pies de alto!. Agranda la puerta. Ve a dormir y disfruta de la siesta. Di: El primero en salir se gana diez dólares. Escóndete y espera a que alguien resuelva el problema. Problema resuelto. 50

3 Comprobar la comprensión Resumir Con qué problema se enfrentó Soledad en este cuento? Qué hizo para solucionarlo? Utiliza el Mapa de cuentos para resumirlo. Pensar y comparar Personaje Ambientación Problema Sucesos Solución 1. Vuelve a leer las páginas 11 y 12. Qué hizo Antonio para ayudar a Soledad? (Problema y solución) 2. Te gustaría vivir en una granja? Explica tu respuesta. (Aplicar) 3. Por qué es importante que la gente defienda las cosas en las que cree? (Sintetizar) De donde somos Yanitzia Canetti ilustraciones de Nichole Wong Contenido Capítulo 1 La tierra olvidada Capítulo 2 Algo en el cielo Capítulo 3 No está a la venta! Capítulo 4 Juntos es mejor Capítulo 5 Un verdadero regalo Capítulo 6 Bienvenido a casa Comprobar la comprensión

4 Capítulo 1 La tierra olvidada Cada mañana, Soledad salía de la cama con tranquilidad, antes de que el gallo comenzara a cantar. Luego buscaba la mochila, le daba un beso a su abuelo Sebastián y comenzaba su trayecto de una hora por un camino polvoriento. Para llegar a la escuela, la niña hacía el mismo recorrido todos los días, y siempre encontraba algo nuevo durante el viaje. Algunas veces era la forma en que el sol brillaba sobre las hojas verdes; otras, era un pájaro cantando una canción. Sin embargo, había días en que el camino hasta la escuela parecía durar eternamente. El calor del sol agobiaba a Soledad y resecaba el camino polvoriento, por lo que ella debía parar para descansar bajo un árbol de ceiba. Le encantaba observar todo a su alrededor. A corta distancia, Soledad podía encontrar un par de lagartijas traviesas persiguiéndose una a otra, en círculos, al borde del camino de tierra. Después de descansar unos días más en la granja, una mañana don Sebastián se levantó temprano. Él y Soledad salieron para ensillar a su caballo favorito. Se montó en el caballo y ayudó a que su nieta subiera también. Disfrutaron juntos del hermoso amanecer, mientras se dirigían al campo para un largo día de trabajo. Don Sebastián vio que había algunos hombres que ya estaban trabajando en su campo. Miró a su nieta y le preguntó lo que estaba sucediendo. Mientras se acercaban, reconoció las caras de varios viejos amigos. Todos detuvieron sus tareas para saludar a Soledad y a su abuelo, y darle la bienvenida a casa. Soledad explicó a su abuelo lo sucedido durante su ausencia, y le contó que muchos amigos se habían acercado a ayudarlos. Después, uno de ellos agregó que si Soledad obtenía la ayuda suficiente, don Ricacho no podría llevar a cabo su plan. Don Sebastián miró a sus viejos amigos y asintió con la cabeza en un gesto de agradecimiento. Después miró a su nieta, y se dio cuenta de que ella era el mejor regalo que alguien podía recibir, que ella era un tesoro más preciado que toda la tierra del mundo. 2 19

5 Soledad y la tía Lucrecia ayudaron al abuelo a entrar a la casa. Más tarde, mientras almorzaban, la tía Lucrecia se puso a conversar con su padre. Le contó que podían volverse ricos, tener montañas de dinero. Todo lo que debían hacer era vender la pequeña granja. Tía Lucrecia comenzó a explicarle por qué debería vender, hablándole como si fuera un niño. Soledad se preguntaba cómo reaccionaría su abuelo, ya que quería mucho a su hija. Don Sebastián miró a su hija con una sonrisa. Le explicó que había algunas cosas que el dinero no podía comprar, que él había trabajado muy duro toda su vida en esa tierra, para que produjera una buena cosecha. Y continuó diciendo que nunca vendería su granja, ni a don Ricacho ni a nadie más. Soledad miraba a su abuelo sin decir ni una sola palabra; estaba orgullosa de que él defendiera lo que creía, y se dio cuenta de que la tía Lucrecia nunca conseguiría que el abuelo vendiera la granja. Un día especialmente caluroso, Soledad soñaba despierta, mientras un par de osadas mariposas multicolores trataba de pararse sobre su oscuro cabello enrulado. Justo en ese momento pasó una camioneta llena de trabajadores, con una bachata resonando a todo volumen. El repentino barullo sorprendió a Soledad y, sacándola de su trance, le recordó que debía apurarse para llegar a tiempo a la escuela; todavía le quedaba una caminata de media hora. Al salir de la escuela debía caminar hasta su casa, tan rápido como pudiera, para ayudar a su abuelo en el campo; su día aún no había terminado. 18 3

6 Cuando llegó a su casa, Soledad saludó a su abuelo con un gran abrazo y un beso en la mejilla. Su abuelo ya había preparado una jarra de jugo de mango; esta rutina se cumplía todos los días, porque de ese modo él y su nieta podían compartir una bebida fresca antes de dirigirse al campo. Mientras Soledad servía a su abuelo un vaso de jugo, lo miró y le preguntó por qué le gustaba vivir tan lejos de todo. El abuelo tomó un sorbo y respondió: No estoy lejos de todo sino que estoy cerca del campo, que es donde me encanta trabajar. Esta tierra nos brinda la comida. Yo la amo, Soledad; mi vida tiene sus raíces aquí mismo. Me gustaría quedarme para siempre en este lugar. Capítulo 6 Bienvenido a casa Pasaron algunas semanas más y, finalmente, la tía Lucrecia recibió noticias del hospital. El abuelo de Soledad ya estaba bien como para volver a la granja. La niña pensó en lo mucho que lo había extrañado durante las últimas semanas. Al día siguiente, su abuelo estaba de vuelta. Se veía mucho más delgado que cuando se había ido, pero Soledad notó que tenía un brillo especial en los ojos: se sentía contento de volver a su casa. Al principio Soledad no quería acercarse a él, porque tenía miedo de lastimarlo. Pero luego corrió hacia su abuelo y le dio un gran abrazo. La niña le susurró al oído cuánto lo había extrañado. Yo también te extrañé, querida; es bueno volver al lugar de donde uno es. 4 17

7 Los hermosos regalos parecían irresistibles, especialmente para ella que siempre había querido tener una bici nueva y un estéreo. Te gustan los regalos? preguntó don Ricacho. Todo esto podría ser tuyo; sólo tendrías que convencer a tu abuelo de que me venda su tierra. Sin siquiera dudarlo, Soledad rechazó los regalos. Se había prometido a sí misma que primero ayudaría al abuelo. A pesar de que los regalos eran muy tentadores, la niña se dio cuenta de que don Ricacho tenía la intención de sobornarla. El señor se fue enojado y Soledad sonrió, mientras el polvo del camino cubría su reluciente auto nuevo. Capítulo 2 Algo en el cielo Terminaron su jugo y se dirigieron al campo. Como el día era tan caluroso, trabajaban con lentitud. Soledad y su abuelo desmalezaron la plantación de tomates, y luego cosecharon aquéllos que estaban maduros. A ella le encantaba el olor de los tomates frescos. Trabajaron durante horas. La niña miró al cielo cuando notó que el sol se había puesto pálido, y vio que estaba cubierto de nubes de tonos rojos y violetas. Soledad llamó a su abuelo y señaló el cielo. 16 5

8 Mira, abuelo, el cielo se ve agitado comentó Soledad; pero él parecía no escucharla. La niña notó que él tenía una mirada débil, como si no se sintiera bien; entonces, le propuso volver a la casa. Soledad ayudó a su abuelo a llegar, y él se sentó a descansar en la sala. Estaba preocupada, su abuelo no había andado muy bien últimamente. Soledad salió con su perro, Casero, para buscar al señor García, el único doctor de la zona. Esa misma tarde el Dr. García fue a ver al abuelo de Soledad. Luego de revisarlo, le dijo que debería ir al hospital de la capital. Por el momento tenía prohibido trabajar en el campo. El abuelo estaba enojado; detestaba tanto los hospitales como la gran ciudad. Miró a Soledad, que se veía muy asustada. Le dijo que no se preocupara y le prometió mejorarse pronto. El abuelo de Soledad había arreglado que la tía Lucrecia iría a cuidarla durante su ausencia. Al día siguiente, Soledad vio a don Ricacho acercándose a la casa, junto a otros dos hombres. Conducían un auto nuevo. Don Ricacho tenía una sonrisa malvada, pero ella sabía que ya no podría engañarla. Buenos días, Soledad saludó don Ricacho. La niña asintió y abrió la puerta a los tres hombres. Les ofreció un vaso con agua, ya que no pensaba compartir su jugo de mango con ellos. Los hombres dijeron: No, gracias. Luego, don Ricacho le dijo a Soledad que fuera a ver lo que le había comprado. Todos se dirigieron al auto y él abrió la cajuela. La niña no podía creer lo que veía: había una bicicleta y un estéreo nuevos, esperando a su dueño. 6 15

9 Capítulo 5 Un verdadero regalo Soledad dejó el campo para dirigirse a la casa a buscar una jarra de jugo de mango para sus amigos. La tía Lucrecia miró por la ventana de la cocina, con una verdadera furia pintada en la cara. Crees que puedes retener la granja con todos esos ayudantes? Estás equivocada! Luego le dijo que iba a vender la granja costara lo que costase, y que utilizaría ese dinero para abrir un salón de belleza. Soledad sólo esbozó una pequeña sonrisa y, con una voz tan suave que la tía tuvo que inclinarse para escucharla, le contestó que su abuelo nunca vendería la granja. El abuelo amaba ese lugar con todo su corazón, y seguramente la granja estaría esperándolo cuando saliera del hospital. Niña tonta, no puedes hacer nada para detenerme gritó su tía. Pero Soledad sólo sonrió, y volvió adonde estaban sus amigos. La tía Lucrecia llegó de la capital al día siguiente. Soledad la saludó con el abrazo que siempre le daba; estaba contenta de que hubiera venido ya que podría ayudarla. Soledad le había prometido a su abuelo que cuidaría de la granja mientras él estuviera en el hospital. Yo no voy a ayudarte a hacer nada en esta tierra sucia. Me romperé una de éstas. La tía Lucrecia frunció el ceño, levantando una mano con largas y hermosas uñas, pintadas de rojo intenso. El color era más oscuro y más intenso que el de los tomates que tenían en el campo. La niña no respondió, y la ayudó con las maletas. Soledad trabajó en el campo durante todas las tardes al regresar de la escuela, hasta la noche. Pronto se dio cuenta de que tenía demasiado trabajo por hacer y de que debería quedarse en casa luego de la escuela para ponerse al día con las tareas. Además, su tía Lucrecia no ayudaba para nada. Mientras ella trabajaba, Lucrecia conversaba por teléfono con sus amigos. Algunas veces, hasta los invitaba a la casa y charlaban mientras tomaban café. 14 7

10 Capítulo 3 No está a la venta! Un día el señor Ricacho, un ranchero del lugar, llegó a la granja. Llevaba puesto un traje muy elegante, ya que le gustaba que la gente supiera que tenía mucho dinero. Se acercó hasta la puerta y la tía Lucrecia lo invitó a pasar. Una vez adentro, él le dijo que quería hacerle una oferta que ella no podría rechazar: comprar la granja. Tenía planeado construir una planta de fertilizantes y vender sus productos a los granjeros del lugar. En la zona no había dónde comprarlos; sólo en la capital. El señor Ricacho le dijo a la tía Lucrecia que pensara en el progreso que llevaría al lugar. Las personas debían tener un sitio en donde comprar lo que necesitaban para administrar sus granjas. Además, los que no tenían cultivos, por lo menos tendrían trabajo. A medida que hablaba, a Soledad le hacía acordar cada vez más a un lobo. Los granjeros se dirigieron a la granja de don Sebastián. Cuando llegaron, vieron a Soledad, sola en el campo, cosechando los tomates. La niña corrió hacia sus amigos y abrazó a Antonio. Lo lograste Antonio! Conseguiste ayuda! exclamó. Soledad no podía parar de sonreír al ver la cantidad de personas que había ido. Todos se pusieron a desmalezar, regar los campos y cosechar los vegetales ya maduros. Mientras trabajaban, los granjeros hacían bromas y contaban algunas historias. Uno de ellos, que lo recordaba con cariño, contó que cuando don Sebastián era joven, araba y plantaba el campo, solo, todos los años. Algunas veces parecía que había trabajado durante la noche comentó un granjero riéndose. Trabajaba la tierra hasta que lograba la mejor cosecha de la zona y, además, siempre compartía todo lo cosechado. La bondad de los granjeros hizo que Soledad se olvidara de su tristeza; su corazón le decía que no debía preocuparse. 8 13

11 Los granjeros guardaban silencio. De repente, uno de ellos, que se encontraba al final del grupo, gritó que él ayudaría a don Sebastián, porque era un buen amigo. No podía quedarse sin hacer nada viendo cómo don Ricacho compraba la granja y la convertía en una fábrica. Todos estuvieron de acuerdo. Debían preparar un plan. Podemos formar un grupo y trabajar juntos para salvar la granja dijo Antonio. Primero se paró un granjero y dijo que ayudaría. Luego otro, y hasta un tercero también. En poco tiempo, todo el pueblo estaba preparado para ayudar. Ellos se encargarían de desmalezar el campo y cosechar los vegetales. Antonio y su padre los guiaron hasta el lugar. La tía Lucrecia miró a don Ricacho a los ojos, con una sonrisa codiciosa en la cara. Se abanicaba y le sonreía; estaba segura de que podrían llegar a un acuerdo. Soledad escuchó toda la conversación. Sabía que no podía permitir que su tía vendiera la granja. De pronto, entró a la sala. La granja no está a la venta! gritó. Ella sabía que su abuelo nunca vendería su querida granja. Entonces, le advirtió a don Ricacho que, si no se iba, haría que Casero, su perro, lo persiguiera. 12 9

12 Mientras tanto, algunos amigos de Soledad iban camino a su casa para visitarla. Justo vieron salir de allí a don Ricacho y a la tía Lucrecia, hablando en voz baja. Los amigos de Soledad se dieron cuenta de que estaban tramando algo malo, y se escondieron detrás de unos arbustos. Allí escucharon a la tía Lucrecia decir: No se preocupe, don Ricacho, sólo es una niña. Yo convenceré a mi padre. Luego, los amigos de Soledad salieron del escondite, corrieron a la casa y vieron a su amiga llorando junto a la mesa de la cocina. Uno de sus amigos le preguntó qué sucedía, y Soledad les contó la conversación de su tía con don Ricacho. El mejor amigo de Soledad, Antonio, le dijo que no llorara; ellos buscarían ayuda para salvar la granja. Capítulo 4 Juntos es mejor Al día siguiente, los amigos de Soledad les contaron a sus padres lo que habían escuchado. Antonio afirmó que la tía de Soledad vendería la granja si ellos no hacían algo, pero cómo podrían ayudar? Antonio y su padre debatieron cómo evitar que se construyera la fábrica. Luego de mucho pensar, decidieron ir al pueblo a buscar ayuda; a lo mejor los otros granjeros podrían auxiliarlos. Antonio y su padre vieron a un grupo de granjeros reunidos en los escalones de la iglesia, y se acercaron para comentarles lo que estaba sucediendo. El padre de Antonio explicó que Sebastián se encontraba en el hospital y que Soledad, su nieta, estaba trabajando sola en el campo. También les dijo que, si no hacían nada para ayudarlos, el abuelo de Soledad perdería la granja