Más allá de la hora y de la época del año, o más acá, más allá del año o del mes,

Transcripción

1 Más allá de la hora y de la época del año, o más acá, más allá del año o del mes, o más ahí, estoy en un tiempo rugoso, escaso y perpendicular. Ahora no sé que hora es, ni me interesa, puedo deducir el día de la semana en el que teóricamente me encuentro pero no tengo ganas de ponerme a deducir cosas ahora, quizá otro día, aunque éste es un ejercicio que cada tanto debo hacer, forzado por no sé qué razón, simplemente por algo que es más cercano a la costumbre que a la necesidad, al menos de mis necesidades actuales, cada tanto debo hacer el ejercicio por costumbre, cada dos o tres días, y hay semanas que lo hago todos los días, no sé si todos los días, pero ahora tengo la brisa sucia de un recuerdo de haberlo hecho dos días seguidos, cada tanto debo hacer el ejercicio de deducción del día de la semana en que me encuentro porque sino, llega un momento, y esto lo supongo porque creo en eso, creo que eso es así, en que ya no es posible la deducción, no tan complicada, con la que hoy me siento desganado, y entonces el tiempo seguiría como siempre sigue y yo me quedaría en algún destiempo viendo la parte de atrás del tiempo, la espalda del tiempo, o una sombra enlentecida, muda. Al menos estoy en un tiempo rugoso, escaso y perpendicular; desde hace un tiempo, aunque no podría definir desde cuando si quisiera ser exacto, porque acá todo es parecido a una sombra enlentecida y muda, ni siquiera los vecinos hacen ruido, aunque no sé si hay vecinos, o no sé si hay ruidos, quizá haya vecinos y ruidos pero no los escucho, o no los puedo escuchar porque estoy en un tiempo distinto al de ellos, seguramente haya vecinos y ruidos pero yo no los escucho porque ellos están en ese otro tiempo donde yo estuve, ellos están en los días de la semana, ellos están en los lunes, en 1

2 los jueves, en los sábados, por no nombrar todos los días de la semana, sé que eran más, pero no los recuerdo, por eso nombro los que recuerdo ahora, quizá más tarde recuerde otros y me olvide de algunos, o no, no sé, pero no hay vecinos porque no los escucho porque no tengo vecinos, hace algunas rugosidades escasas vi a un hombre joven, de unos treinta y pico de años, supongo, o recuerdo algo parecido, ahora, de pelo medio largo y despeinado, con unas bolsas de supermercado saliendo del ascensor que yo no iba a tomar, pero que me encontraba, no sé o no recuerdo porque motivo, cerca de la puerta, el salió del ascensor, no lo saludé, lo vi salir con bolsas de supermercado, me saludó, supuse que era un vecino aunque inmediatamente me dije que no tenía vecinos porque no tenía vecinos y lo vi seguir subiendo por la escalera, creo que subió un piso más porque escuché el sonido de las llaves introducirse en la puerta y el sonido de la puerta al abrirse y cerrarse, después no escuché más nada, me quedé perpendicular cerca del ascensor no sé cuantas rugosidades, creo que el ascensor no se movió más, recuerdo la luz del ascensor que salía por la ventanita de la puerta, ventanita que tenía tres hierros como si fuera una reja y que se proyectaba, un tanto más grande sobre la pared del palier una vez que la luz del palier se apagó, porque esas luces se apagan, se apagan solas, y si uno, o alguien, supongamos algún vecino, o yo, que no tengo vecinos, aprieta una luz roja, que también está por ahí en el palier, la luz se vuelve a encender, pero yo no quería que la luz se volviera a encender, así que no encendí la luz, la luz que salía del ascensor pasaba por mi lado izquierdo, por fuera de mi cuerpo y se proyectaba sobre una pared, no escuché ruidos, porque no tenía vecinos 2

3 porque no tenía vecinos, entonces me senté en el piso, apoyé la espalda contra la pared y me puse a pensar si ese hombre joven que parecía haber entrado en una puerta del piso de arriba, era un vecino, de esos que yo no tenía, como vecino me lo imaginé apoyando la bolsas del supermercado sobre la mesa del living, después de tirar las llaves sobre la misma mesa, y no haber llevado las bolsas a la cocina porque ya estaba cansado de llevar las bolsas del supermercado y porque tenía los dedos marcados por la falta de circulación de sangre a causa de la pseudo manija de plástico de las bolsas de supermercado y porque en la calle se le había roto una bolsa y la botella de soda se le había caído al piso y la había vuelto a poner en otra bolsa que le resultó más pesada que el cálculo entre tantos bultos tantas bolsas había hecho antes de salir de la caja del supermercado, entonces lo senté en el pensamiento en una silla y le hice decir algo que no se entendió, después fue a la cocina, lo hice ir a la cocina olvidándose las bolsas sobre la mesa, cuando llegó a la cocina y abrió la puerta de la heladera recordó una frase de su madre no abras la heladera descalzo y miró a ver si tenía los zapatos puestos, pero vio que tenía ojotas y que había ido al supermercado en ojotas, entonces recordó que las bolsas que había traído del supermercado se las había olvidado sobre la mesa del living, al lado de las llaves, pero no fue al living, lo hice ir a la habitación, sacarse las ojotas y quedarse descalzo, entonces abrió la puerta del placard, abrió el cajón donde guardaba las medias, los calzoncillos y la máquina de fotos, y se puso unas medias rotas y celestes que tenía para la noche, las bolsas del supermercado las 3

4 dejó sobre la mesa y creo que la puerta de la heladera quedó abierta, porque a él lo hice quedarse dormido sobre la cama, boca arriba. Cuando la mañana, de uno de los días de la semana, le atravesó los párpados, se despertó sobresentado en la cama, quedó unos minutos así, tratando de encontrarse en el lugar y bajó de la cama, caminó con las medias rotas y celestes hasta el living, donde recordó que el día anterior había ido al supermercado, agarró las bolsas, tres en una mano y dos en la otra, y fue a la cocina, cuando le hice ver que la puerta de la heladera estaba abierta apoyó las bolsas contra el piso, y pienso contra el piso porque prácticamente las tiró, tal fue contraelpiso que la caja de seis huevos dejó absorber el golpe por cuatro de los huevos y se rompieron, el líquido casi naranja y denso ablandó el cartón del envase, con las medias rotas y celestes cerró la puerta de la heladera y empezó a sacar todo de las bolsas, sobre el piso, un paquete de galletitas de agua, un vino Malbec, dos churrascos, una lata de sardinas, un yogurt de vainilla, un paquete de aceitunas, dos cajas de fósforos, una esponja, tres latas de paté, un pote de helado, la caja de cartón ablandada y pegajosa, un pedazo de queso fresco, alcohol de quemar, un paquete de harina, un juego de destornilladores, servilletas de papel, un destapacañerías, dos sobrecitos de levadura, cientocincuentaycinco gramos de jamón cocido, escarbadientes, tres limones, dos vasos de vidrio, lavandina y una mermelada de damasco, todo sobre el piso, las bolsas las puso todas dentro de una bolsa y las guardó en una armario que hay en la cocina para guardar las bolsas vacías del supermercado porque después las usa como bolsas de basura, por eso no le hice comprar bolsas de basura, abrió la heladera, en medias 4

5 celestes y rotas y fue acomodando lo que iba en la heladera en la heladera, menos los cuatro huevos rotos que los guardó temporariamente en el tacho de la basura, lo que no iba en la heladera lo guardó en los estantes de la cocina y lo que no iba en la heladera, ni en los estantes de la cocina lo guardó en el baño y lo que no iba en la heladera, ni en los estantes de la cocina, ni en el baño, en la caja de herramientas. En la habitación se sacó las medias rotas y celestes, se puso las sin agujeros negras y los zapatos, pasó por el living, abrió la puerta con la llave, cerró la puerta, yo escuché el ruido de la puerta un piso más arriba, me puse de pie frente a la puerta del ascensor que no iba a tomar y lo vi bajar por la escalera, era un hombre joven, de unos treinta y pico de años, supongo, o recuerdo algo parecido, ahora, de pelo medio largo y despeinado, llamó al ascensor, me miró como si fuera a saludarme, pero no lo saludé porque no lo vi, lo recordé porque cada tanto me gusta recordar el tiempo de los martes, de los jueves y de los domingos, aunque seguramente me olvide de algunos. 5