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Transcripción

1 30 Años de WOLA Kay Stubbs, Juan Raúl Ferreira, Joe Eldridge, Jo Marie Griesgraber, Liza Valenzuela, Heather Foote. (foto de incio del libro de Youngster) La WOLA es una de las ONG de derechos humanos de más prestigio en el mundo. La sigla quiere decir Washington Office on Latin America. Es auspiciada por una amplia coalición ecuménica que va desde la Conferencia Católica de EEUU (USCC), el Consejo Nacional de Iglesias (protestantes) y la Liga Anti Difamatoria de la Bnai Brith. Este libro no lo escribí yo. Habla de mí. Habla de la fundación de WOLA y sus primeros años cuando tuve la oportunidad de ser uno de sus pioneros. Lo he puesto en la galeríaa de mis trabajos porque mi trabajo fue ayudar a nacer WOLA. Éramos apenas tres cuando empecé. Joe Eldridge (autor del prólogoo de mi reciente libro Tocando el Cielo) y Bill Brown cuya muerte a los 95 años de edad me inspiró paraa escribir el artículo que transcribo acá. Luego llegaron los demás. Unos pocos. Los que estamos en la fotoo que abre suss páginas. El libro fue obra de la escritora Coletta A. Youngster, en Inglés y traducido al Español por Juan Luis Guillén para conmemorarr los 30 años de WOLA, en acto que asistí junto a otros pineros de la ONG en 2006 acto al que asistí y que recordé del siguiente modo: DESDE WOLA CON AMOR (Treinta Años Después)

2 por Juan Raúl Ferreira Hay en la vida momentos que solo mueren con la vida misma Malcolm Stropft Eran los primeros pasos del exilio. Aún vivíamos en Buenos Aires y yo, tenía la esperanza de regresar antes en pocos meses a Montevideo. No nos imaginábamos que al retorno nos esperaba el secuestro y asesinato de Zelmar y el Toba. La nueva etapa sería más lejos aún de la anhelada tierra. Estábamos explorando posibilidades. Días antes nos había recibido Luis Echeverría, Presidente de México y Carlos Andrés Pérez de Venezuela. La sala de espera donde tomábamos esa tinta a la que los norteamericanos llaman café, era más modesta. En la puerta de nuestros anfitriones decía WOLA. Fue hace treinta años. La reunión fue cálida y entretenida. En algunos momentos graciosa. El mal español del joven ministro metodista era solo superado por el pésimo inglés de Wilson. Sin embargo Joe Eldridge insistía en que cada uno hablara su propia lengua. Menos extrovertido, pero igual de afectuoso y solidario, Bill Brown, un hombre de negocios retirado, aportaba ideas sobre cómo sacarle el jugo a los escasos días que pasaríamos en Washington. Los recursos materiales de la oficina eran muy modestos. La financiaba un grupo ecuménico que abarcaba desde el catolicismo a todas las denominaciones protestantes y la Liga anti difamatoria de la B nai B rith judía. Como era una experiencia piloto, solo había por ese entonces plata para un despacho y el teléfono al que amablemente contestaban Washington Office on Latin America. Eso quería decir la sigla: la oficina que diversas creencias religiosas habían montado para seguir de cerca la política exterior de los EEUU y su impacto en América Latina. Vigilar para que su propio país no interviniera en el sostén de regímenes militares que violaran los derechos humanos. Con los años, aquel esfuerzo artesanal iba a transformarse en el referente más importante en la Colina del Capitolio de Washington. Senadores, congresistas, académicos, periodistas, líderes religiosos y organismos de derechos humanos, iban a tener en la WOLA la información y opinión confiable antes de actuar sobre los temas de su competencia. Durante aquella nuestra primer visita, todo ello era inimaginable.

3 Mucho más aún hubiera sido pensar que yo iba a trabajar allí, cuando la institución empezara a crecer. Con el paso del tiempo, todo se dio naturalmente. WOLA era mi trabajo, mi familia, mi rumbo, mi apoyo, mi escenario de actuación en un exilio difícil de sobrellevar. Nadie puede saber de qué se trata el exilio, si no lo vivió en carne propia. El Uruguay mismo, más allá de mi inevitable e inolvidable referencia personal, tuvo en WOLA un bastión en la lucha por sus derechos conculcados. Desde allí provinieron todas las iniciativas de solidaridad y apoyo con el esfuerzo democrático uruguayo que llegaban desde el norte. La enmienda Koch (el mismo que luego fuera antecesor de Giuliani como alcalde de Nueva York) que cortara la ayuda militar al régimen. Las sucesivas de Kennedy, Church y Fraser que impedían la asistencia bilateral a países que fueran responsables de una política de sistemáticas violaciones de los derechos humanos. Los regímenes militares iban viendo paulatinamente erosionado el apoyo de quienes habían sido sus promotores y principal sostén. Uruguay, un Lustro de Dictadura, en 1978 fue la primer publicación en inglés, seria y acabada sobre lo que se vivía en nuestra tierra. Su circulación no se limitó a EEUU sino que cruzó el Océano para andar de mano en mano en los pasillos del Parlamento Europeo. WOLA llevó exitosamente la tragedia uruguaya a la OEA, las Naciones Unidas. Durante el gobierno de Jimmy Carter, sus denuncias resonaron en las paredes del salón oval de la Casa Blanca. Hasta el Teatro El Galpón actuó en la capital del Imperio. Desde Washington se lanzó la más impresionante campaña internacional imaginable por la libertad del General Seregni involucrando, incluso, a militares americanos retirados con vocación democrática. El Reverendo Eldridge, actualmente capellán de American University siguió siendo por años y hasta nuestros días, uno de mis mejores amigos. Su staff, ha cambiado, crecido, madurado. La noche electoral americana de hace cuatro años, la pasé con ellos. Conocí sus nuevos trabajos, sus nuevas autoridades y sentirme una de las semillas de algo tan impresionante, lejos de hacerme sentir viejo, ( bueno sería!) me rejuveneció.

4 Hoy están celebrando sus treinta primeros años. He venido a Washington a celebrarlo con ellos. Desde acá veo al Uruguay y sus nuevos tiempos con renovado optimismo. La adrenalina de la Patria, es enfrentar lo difícil, el desafío permanente. El resultado electoral del 31 de octubre da a todos los sectores de la vida nacional una responsabilidad distinta. Pero la de todos compromete por igual en seguir construyendo el futuro del país de nuestros sueños, alegrías tristezas, triunfos y frustraciones. El Uruguay de todos los días. El de todos. SE LLAMABA BILL Recuerdo ante la muerte del Primer Co Director de Wola por Juan Raúl Ferreira Especial para El Observador 28 de agosto de 2007 Murió hace un par de semanas en Costa Rica. Nació, se educó, trabajó se retiró y envejeció en EE.UU. No se parecía en nada al estereotipo de un gringo que se tiene en Uruguay. Fue un hombre comprometido con su tiempo y con la libertad en América Latina. A eso se dedicó voluntariamente a la hora de su retiro como empresario próspero. Muy pocos uruguayos supieron de su existencia. Sin embargo la vida de todos ellos fue tocada por la suya. A los 95 dejó este mundo. Prematuramente, ya que siempre lo es la partida de alguien que vivió una vida que haya valido la pena vivir. lo conocí en el año 75, durante la primer visita que hicimos con mi padre a los Estados Unidos. Su teléfono nos lo dio Zelmar Michelini. Llegamos a las oficinas de la Washington Office on Latin America (WOLA), de la que era co director con nuestro entrañable amigo el Rev. Joe Eldridge. Meses después quínelo iba a decir entonces! yo me incorporaría al staff de dicha institución. Los dos co directores nos recibieron en la, por entonces precarias instalaciones de la WOLA que daba sus primeros pasos. Bill Brown se sentía tan cerca de América Latina, que había castellanizado su nombre. El de mi padre no era muy latino por lo que la conversación comenzó extravagantemente divertida. Me llamou Guillermo Morenou. And my name is Wilson.???? Bill prosiguió exhibiendo un poco de la típica y algo sana ingenuidad algo sesgada por la cercanía de América Central:

5 Usted Cristiano democrático o socialístico demócrata.? Blanco, contestó el caudillo impertérrito.????? Si clarou, agregó Bill sorprendido, pero blancou social cristianístico o blancou demócrata social ístico? Lo cierto que aquel desencuentro idiomático geográfico ideológico no fue obstáculo para que naciera una profunda amistad. Relación esta que pasaba por un compromiso, de la WOLA, de su gente y de Bill Brown mismo, con la causa del Uruguay. Lo que había saber ya lo conocía. Uruguay era un país ejemplo de estabilidad democrática y ahora estaba bajo la opresión de un dictadura. Su país, había ejercido una enorme influencia en el estado de cosas que imperaba en esta parte del mundo y el como hijo de aquella tierra, sentía la responsabilidad de hacer algo al respecto. Con el paso del tiempo llegó a ser un erudito en nuestras cosas. EL también sonrió cuando Wilson declaró el Congreso de los EE.UU. valió de su ironía para exhibir su esencia blanca. Cuantos partidos hay en Uruguay? Primero se resiste en contestar. No había ido a dar información sino opiniones. Ensayó un que busque en la enciclopedia pero finalmente dijo uno. Argumentando luego: el frente es una coalición heterogénea y Partido Colorado es el nombre que en mi país se le ha dado al gobierno. Partido mismo, solo uno: el Blanco. Después de las risas volvió a ser portador de la causa común que era la que le había convocado. Bill, como nosotros comprendió que no era un acto de sectarismo. Era demostrar que para defender el derecho de todos, para integrar una gran columna nacional cada no debe ser lo que es. Eso es el Uruguay. El ámbito de convivencia donde para que el frentista pueda serlo en intensidad, el blanco tiene que ser bien blanco, y el colorado intensamente tal. Nadie, dijera Maneco, puede disfrutar del paisaje un solo color. Ese es el Uruguay que muchos extranjeros aprendieron a querer en los años trágicos. Cuando renace la democracia en Uruguay se corona el esfuerzo que desde tierra adentro y desde el exilio se había puesto en el noble objetivo. Cada uno aportó lo suyo. También la solidaridad internacional. Quiere decir que cuando a lo largo y a lo ancho del país se celebraba el triunfo de la libertad, allí mezclado con nuestra gente cuyo idioma no pronunciaba bien, estaba también e compromiso y el esfuerzo de este amigo anónimo. Eso pensé cuando supe de su muerte. En Uruguay pocos conocen su nombre. Pero todos han sido tocados por su vida. Es un amigo del Uruguay, aun cuando a su muerte, en estos pagos

6 nadie conociera su nombre. Conocían de su trabajo, de su amor por lo nuestro del compromiso de su vida. No por saber la historia de su lucha, sino por haberse beneficiado de ella. Al partir con sus 95 años bien vividos, lleva en su bagaje, un pedacito de la historia de Uruguay. Se lleva lo mejor de nosotros: nuestro apego a la libertad, nuestra vocación por la democracia, nuestro apego a la tolerancia en definitiva, los valores esenciales que hacen a nuestra identidad. Por eso estas líneas. No para darlo a conocer. Sino para que tomemos conciencia que muchos cuyos nombres no conocemos ni conoceremos jamás, son parte de lo nuestro. Lo llevamos adentro sin conocer su rostro. Ni haber oído pronunciar su nombre. Como este que se llamaba Bill.