CURSO: UN ACERCAMIENTO A LA ORACIÓN TEMA 6 ORACIÓN Y SANTIDAD

Transcripción

1 CURSO: UN ACERCAMIENTO A LA ORACIÓN TEMA 6 ORACIÓN Y SANTIDAD C O N T E N I D O: 1.- SANTIDAD 2.- ORACIÓN 3.- ES DIOS QUIEN NOS HACE SANTOS 4.- DIOS Y MI ORACIÓN PARA SER SANTO 5.- ESPIRITUALIDAD DE SAN VICENTE DE PAÚL Página 1 de 6

2 CURSO: UN ACERCAMIENTO A LA ORACIÓN TEMA 6. ORACIÓN Y SANTIDAD. 1. SANTIDAD. La santidad viene de Dios por su gracia. El hombre, en posesión de la gracia divina persevera en la oración, en la práctica de la virtud, en el conocimiento y vivencia de la palabra de Dios. Los santos del cielo gozan de una estrecha comunión con Dios; como miembros del cuerpo místico de Cristo, como hijos y amigos de Dios, están unidos con él por la gracia. Cristo santifica a la Iglesia (Ef. 5, 25s). Todos sus miembros deben entrar a la parte en esta santificación, porque ésta es la voluntad de Dios; vuestra santificación (1 Tes 4; Ef 1,4-6; Lum Gent.39). Todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad (Lum. Gent.40). La perfección cristiana consiste en la caridad. Pero, a fin de que la caridad crezca en el alma como una buena semilla y fructifique, todo fiel debe escuchar de buena gana la palabra de Dios y poner por obra su voluntad, con la ayuda de la gracia. Participar frecuentemente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, y en las funciones sagradas. Aplicarse asiduamente a la oración, a la abnegación de sí mismo, al solícito servicio de los hermanos y al ejercicio de todas las virtudes (Lum. Gent. 42). De lo anterior, es fácil comprender que la santidad, requiere la respuesta libre del hombre. Todo fiel cristiano que busca la santidad, debe acepar libremente los medios de agradar a Dios en todo, y cuando agradarle requiera abrazar la cruz, entonces bendita sea! El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. Así, el hombre acepta y se dispone a dar todo por Él y para Él. En toda situación humana, quien quiera llegar a la santidad deberá hacerlo todo para gloria de Dios (1 Cor 10,31). La santidad, es para la gente común y corriente, que realiza con gozo la voluntad de Dios, en fe y verdad. Ser santo se logra de momento a momento, de oración a oración, de día a día. La santidad no es un privilegio de unos pocos, sino deber de todos. De esta manera nos conmina nuestro Señor Jesucristo: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5,48). Página 2 de 6

3 2.- ORACIÓN. El camino a la santidad exige estrecha amistad con Dios, comunicación constante y plena con Él gracias al don que para ello nos conceda. La gracia divina llega a concedernos una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración. Santo, es el que ama a Dios y se abandona a sus planes, y le puede decir, en cada momento: Señor, soy tuyo, aquí estoy para hacer tu voluntad. Hacer la voluntad de Dios es cada instante, sonreír y hacer felices a los demás, son algunas de las pistas que nos llevarán a reconocer, al que es verdaderamente santo, porque la santidad se mide por el amor. Cuanto más amas de verdad, más santo serás. Para amar hay que orar y comunicarte con la fuente del amor que es Dios. Para ser santo, lo primero por donde se debe empezar es por la oración sincera todos los días. La oración es amor y la vida entera debe ser oración, para que sea un acto continuo de amor a Dios. Dios quiere nuestro amor. Por eso, ofrezcámosle cada día, al despertar, al anochecer y durante todo el día cada obra, pensamiento, sentimiento, digámosle en todo momento: por ti, Señor, por tu amor! El santo padre Benedicto XVI, ha declarado que la santidad es algo sencillo y al alcance de todos: vivir la vida cristiana. Entre lo esencial de la vida cristiana señala: no dejar nunca un domingo sin un encuentro con el Cristo resucitado en la Eucaristía; no pasar ni un solo día sin comunicación con Dios (oración diaria y continua), y seguir las señales del camino, que nos son otras, sino las diversas formas de caridad, el ejercicio del amor al prójimo. De ahí que la caridad para con Dios y para con el prójimo sea el signo distintivo del verdadero discípulo de Cristo. Esta es la verdadera sencillez, grandeza y profundidad de la vida cristiana, del ser santos Dios será quien nos transforme según su amor. (S.S. Benedicto XVI). La grande importancia de la oración, es un tema ampliamente tratado por san Alfonso María Ligorio, quien señala: Dios no niega a nadie la gracia de la oración, con la que obtiene la ayuda para vencer toda concupiscencia y toda tentación toda nuestra salvación está en el rezar Quien reza se salva. Página 3 de 6

4 3.- ES DIOS QUIEN NOS HACE SANTOS. Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, a fin de merecer ser hechos partícipes de su gloria (Constitución sobre la Iglesia, 41). Una vida santa, no es fruto principalmente de nuestro esfuerzo, de nuestras acciones, porque es Dios, el tres veces Santo, que nos hace santos, y la acción del Espíritu Santo que nos anima desde nuestro interior, es la vida misma de Cristo Resucitado, que se nos ha comunicado y que nos transforma. La santidad tiene su raíz principal en la gracia bautismal, en el ser introducidos en el Misterio Pascual de Cristo, con el que se nos comunica su Espíritu, su vida de Resucitado. Pero Dios respeta siempre nuestra libertad, y pide que aceptemos este don y vivamos las exigencias que comportan, pide que nos dejemos transformar por la acción del Espíritu Santo, conformando nuestra voluntad a la voluntad de Dios. 4.- DIOS Y MI ORACIÓN PARA LLEGAR A SER SANTO. El Concilio Vaticano II nos dice que la santidad no es otra cosa que la caridad plenamente vivida. Y, para que la caridad sea operante, esto es, para que cada uno de nosotros practiquemos la caridad en todo momento y según nuestro propio estado o situación, es necesaria la gracia divina. Solamente por medio de la oración perseverante, se logrará que el Espíritu Santo infunda en nuestra alma, los dones suficientes, para que el ejercicio de las obras de misericordia sea fluido en la vida diaria, en la historia personal, que momento a momento estamos escribiendo. Pidamos que la oración sea para nosotros lo que fue para el Beato Juan Pablo II: el aire que respiraba, el agua que bebía, el alimento que le nutría. Roguemos sin cansancio, para que Dios no conceda también ese auténtico gusto y alegría de la oración, que fue un don precioso del que disfrutaba el Beato Santo Padre. Tomando como ejemplo la conducta de este Santo Padre, aprendamos la manera como su camino a la santidad, fue acrisolándose poco a poco, de oración en oración con gran fervor. Por medio de estas fervorosas oraciones, logró ser asistido por el Espíritu del Señor, que le concedió coherencia, energía, entusiasmo, profundidad y naturaleza tan especiales y necesarios para su gran trabajo apostólico. Se le concedió, sobre todo, el don del encuentro con Dios, su enamoramiento de Cristo, y el saberse amado por Él. Página 4 de 6

5 Aspirar a la santidad es vivir humildemente para Dios. Esto nos lo explica con gran sencillez San Juan de la Cruz, en su obra Cántico Espiritual (3,1) El alma que ama a Dios de veras no deja de hacer por pereza lo que pueda para encontrar al Hijo de Dios, su amado. Y después que ha hecho todo lo que puede, no se queda satisfecha, pues piensa que no ha hecho nada. Por tanto, no es nuestro empeño ni esfuerzo del que podamos ufanarnos, sino de la misericordia de Dios, que nos permite aplicar a fondo la capacidad y talentos que de Él recibimos. Al final, nos reconocemos indignos ante el infinito amor de Dios. Así es el camino de perfección de quienes anhelan la santidad. Santa Teresa, nos habla de su afán de perfección, señalándonos con claridad: Aunque me canse, aunque no pueda, aunque me muera (Camino de perfección 21,2). Así su tesón y perseverancia: sin tregua, sin medias tintas. Ante todo, es necesario tener esperanza. Todos podemos ser santos porque Dios da la gracia y los medios. Dios no falla. En los santos, Dios manifiesta al vivo entre los hombres su presencia y su rostro. Esto nos anima, pues al conocer la vida de los santos, quedamos enterados de su tesón inquebrantable, de su esfuerzo constante por vivir, en grado heroico, las virtudes que nos santifican. Pero debemos recordar también, que lo hicieron por la gracia divina recibida luego de pedirla en la oración incesante. El santo es la reproducción de Cristo que nos intima a seguirle, a amarle, a imitarle, porque él es el camino, la verdad y la vida. A quien se debe llamar santo es a Dios, todo lo demás: personas, lugares, etc., son llamados santos por analogía, por participación, por imitación. La santidad no es una especulación, es una tarea. Los santos, son la prueba de que es posible seguir a Cristo. Constituyen una experiencia vital del Evangelio. Nos muestran el grado de maduración humana y cristiana, al que debemos llegar como verdaderos cristianos. De los santos, debemos imitar sus actitudes vitales con que comunicaron y respondieron a Dios, iniciando su proceso de santidad, ante todo con la oración humilde y perseverante, pidiendo siempre la asistencia del Espíritu Santo, para discernir adecuadamente los signos de los tiempos y obrar en consecuencia, esto es, escuchando la palabra de Dios, y viviendo en grado heroico las virtudes recibidas, principalmente: operando eficazmente, con oportunidad y pertinencia la caridad, como manifestación palpable del amor inacabable y la misericordia infinita de nuestro Padre celestial. San Francisco de Asís, exhortaba a sus hermanos: Hermanos a quienes el Señor ha dado la gracia de trabajar, trabajen fiel y devotamente, de tal suerte que, desechando la ociosidad, enemiga del alma, no apaguen el espíritu de la santa oración y devoción, a la cual las demás cosas temporales deben servir. Página 5 de 6

6 El efecto de la oración es la unión e intimidad con Dios y la contemplación de lo invisible. La oración nos lleva directo a Dios y, por tanto, a la verdadera felicidad. San Agustín, afirma: La oración es el único camino para adquirir la ciencia de los santos En la oración debemos pedir cosas necesarias para la salvación, pedirlas con piedad, humildad y perseverancia. Sin olvida nunca a la Santísima Virgen María. El autor único de las gracias es Dios. Rezar a María significa pedirle su intercesión, su ayuda. Orar con María, es adorar a Dios con ella y pedirle con ella los favores: Ruega por nosotros pecadores, santa Madre de Dios. La devoción a la santísima Virgen María, consiste en caminar con ella hacia el Señor. De tal manera, María es camino de salvación y de santificación. 5.- ESPIRITUALIDAD DE SAN VICENTE DE PAÚL. Qué es la santidad? Es el desprendimiento y la separación de las cosas de la tierra y, al mismo tiempo, una afición a Dios y una unión a la voluntad divina (XII, 300). Qué se necesita para ser santo: hacer en todo la voluntad de Dios (II, 36). No obrar nunca siguiendo el movimiento de nuestro propio interés o fantasía, sino acostumbrarnos a hacer la voluntad de Dios en todo, fíjese bien, en todo, y no en parte (XI, 450). Página 6 de 6