Presupuestos epistemológicos del principio de precaución

Transcripción

1 Presupuestos epistemológicos del principio de precaución GONZALO LAPUENTE SASTRE MESA 8

2 1. Problemática general de la regulación del riesgo tecnológico La toma de conciencia crítica respecto de la presencia del riesgo en la sociedad actual ha llevado a desarrollar herramientas de control del riesgo. Es algo comúnmente aceptado que la implementación de las nuevas tecnologías debe estar regulada por una serie de medidas que garanticen un control adecuado de sus posibles efectos perjudiciales. Ahora bien, por muy diversos motivos, la decisión sobre qué medidas son apropiadas en cada caso no es fácil. En primer lugar, se trata de nuevas tecnologías que conllevan por su propia naturaleza un factor de perplejidad. Cierto que su novedad no las hace necesariamente incomparables con otras ya existentes, pero tampoco puede afirmarse de antemano que sus efectos sean interpretables en los mismos términos que los de las ya conocidas. Esta condición hace que no sólo se hable de riesgos conocidos y medibles, sino que también deba hablarse de incertidumbre e incluso de ignorancia (Stirling 1 y Van Dommelen 2 ). En segundo lugar, la información que se construye como base para la toma de decisiones no es concluyente por sí misma. Necesita ser evaluada y, por lo tanto, interpretada (Renn & Klinke 3 ). En tercer lugar, además de las dificultades de interpretación, está también el problema de a quién debe corresponder la toma de decisiones respecto del riesgo y cuál ha de ser el proceso que se siga para administrarlo. Si el conocimiento científico es comprensible únicamente por los propios científicos, entonces los informes de los científicos deberán ir acompañados por la toma de decisión correspondiente, pues nadie, fuera de ellos, será capaz de interpretarlos al no entenderlos suficientemente. En tal caso, la decisión correspondería prácticamente a los comités de expertos. Ahora bien, si la ciencia es comunicable en un lenguaje común, entonces la decisión no necesariamente corresponde a los expertos de un modo exclusivo. Y si el conocimiento pertinente a las cuestiones de riesgo no es un territorio exclusivo de la comunidad científica, entonces otros agentes implicados podrán ser también fuentes de conocimiento para una toma de decisión más razonable (López Cerezo & González García 4 ). Lo que sí puede concluirse, ya en una primera aproximación, es que ni los problemas éticos ni los políticos implicados en la evaluación y toma de decisiones sobre las nuevas tecnologías pueden enfocarse adecuadamente si no se clarifica suficientemente los aspectos propiamente epistémicos. Por ello, en las dos últimas décadas se ha desplegado un amplio trabajo de investigación para profundizar en esta dirección y los organismos responsables de las tomas de decisiones se han visto forzados, en muchas ocasiones debido a la presión de la sociedad civil, a promover el estudio de este tipo de problemáticas. Como consecuencia, se han ido generando distintos modelos de evaluación del riesgo de las nuevas tecnologías y también diferentes métodos de toma de decisión al respecto. Hasta los años noventa, el modelo de evaluación dominante fue el llamado Science Based Regulation, 1 Andrew Stirling (2001) On precautionary and Science Based Approaches to Risk Assessment and Environmental Appraisal en Andrew Stirling, comp., (2001) On Science and Precaution in the Management of Technological Risk: Volume II. Case Studies. Report EUR 19056/EN/2. European Commision for Prospective Technological Studies, Seville, Spain. 2 A. Van Dommelen, (2002) Precaution and the Methodological Status of Scientific (Un)certainty en Journal of Agricultural and Environmental Ethics, Guelph: 2002, Vol. 15, Iss. 1 3 Ortwin Renn & Andreas Klinke, Risk Evaluation and Risk Management for Institucional and regulatory Policy en Andrew Stirling, comp., (2001) 4 José Antonio López Cerezo y Marta González García, (1996) Lay Knowledge and Public Participation in Technologiacal and Environmental Policy en Philisophy and Technology 2:1 Fall

3 consistente en que, cuando se percibía algún posible riesgo, el gobierno le pedía a un comité de expertos que hicieran un informe donde se dictaminase el curso de acción que debería seguirse (Barrett & Raffensperger 5 ). Dicho informe era, idealmente, asumido como la base fundamental sobre la cual se tomaba la decisión. Durante la última década, sin embargo, han entrado en competencia nuevos modelos de evaluación que implican una diferente concepción de la ciencia y la tecnología y también de la participación de la sociedad en la toma de decisiones. De tal modo que, en estos nuevos planteamientos, conocimiento común y conocimiento experto no se presentan como dicotómicamente opuestos, sino que más bien son entendidos como los polos de una construcción común. Estas nuevas posiciones se han visto reflejadas en un principio regulador que de alguna manera se ha convertido en la bandera de muchas de ellas y que ha comenzado a introducirse incluso en la legislación de comunidades políticas (Kriebel et al. 6 ). Se trata del llamado Principio de Precaución. Su inserción no está siendo aproblemática, ni puede decirse que se trate de un principio neutral respecto de la concepción de la ciencia, la tecnología, la sociedad y la política. De hecho, ha suscitado fuertes críticas y encendidas controversias con encontradas tomas de posición al respecto. Por ello, una evaluación de dicho principio así como de las condiciones adecuadas de su aplicación urge. Y de modo particular apremia un estudio riguroso de sus presupuestos epistemológicos y de los nexos que éstos guardan con las implicaciones éticas y políticas. 2. El principio de precaución como modelo prudencial de regulación del riesgo El PP ha sido formulado de muy diversas maneras, pero la expresión que suele tomarse como referencia común (Stirling 7 ) es la explicitada en 1992 en el Principio 15 de la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, donde se formuló en los siguientes términos: Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente. 8 Se trata, como puede observarse, de un principio aparentemente sencillo de entender a nivel intuitivo, pero en cualquier caso difícil de aplicar en la compleja trama de las acciones sociales. De hecho son los intentos de aplicación los que evidencian la complejidad incluso teórica del PP. Conviene detenerse a analizar cada uno de los elementos conceptuales con los que se articula el Principio de precaución. Existen otras formulaciones del PP pero todas ellas tienen en común la presencia de tres elementos clave articulados de una forma peculiar: amenaza de daño (ambiental o a la salud), incertidumbre científica (o falta de certeza científica) y la decisión de 5 Catherine Barrett & Carolyn Raffensperger, (1999) Precautionary Science, pp , en Carolyne Raffensperger & Joel Tickner, comps., (1999) Protecting Public Health and the Environment. Implementing the Precautionary Principle, Island Press, Washingtong, D.C. 6 David Kriebel et al., (2001), The Precautionary Principle in Environmental Science en Environmental Health Perspectives, vol. 109, n. 9 ( ), sept Andrew Stirling, comp., (2001) On Science and Precaution in the Management of Technological Risk: Volume II. Case Studies. Report EUR 19056/EN/2, p.40, European Commision for Prospective Technological Studies, Seville, Spain. 8 Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo: Principio 15, Río de Janeiro,

4 realizar acciones precautorias. Se trata, pues, del concepto de riesgo, del concepto de incertidumbre y del concepto propiamente de precaución. El corazón del PP puede reconocerse en la peculiar articulación de estos tres elementos. Si hay amenaza seria de daño, aunque se carezca de una certeza científica que lo pruebe, deben aplicarse medidas precautorias. Es decir, la duda debe tomarse en beneficio del ambiente o de la salud. Si se sabe que cierta tecnología trae determinadas consecuencias dañinas, entonces deben tomarse medidas preventivas que lo eviten, pero en tal caso no se aplica el principio de precaución sino el de prevención. La precaución consiste en tomar medidas cuando se carece de certeza. Ante la posibilidad razonable de que un daño se produzca con la implantación de una tecnología, deben tomarse medidas para evitar ese posible daño. Además, para que esté justificada la acción precautoria, el tipo de daño que se vislumbra como posible debe ser grave o irreversible. De la aclaración de cada uno de estos elementos y de las relaciones que guardan entre sí emergerá una orientación respecto de la viabilidad y aplicación eficiente del mismo. Nos referiremos en este trabajo únicamente al primero de estos conceptos y lo haremos de un modo tan solo introductorio. Cuando decimos que una determinada tecnología puede resultar peligrosa, no cabe duda de que estamos utilizando un término con muchas connotaciones. En concreto, qué estamos diciendo?, qué significa peligroso? Podríamos intentar aclararlo por su opuesto y entonces nos acercaríamos a términos como seguro o inocuo. Pero, cuándo podemos decir que algo deja de ser peligroso para pasar a ser seguro?, cuál es el límite entre uno y otro?, existen medidas para cuantificar el peligro?, cuál es la gradación que va desde el peligro mayor a la seguridad total o ausencia total de peligro?, no debería considerarse el término peligro más como adjetivo que como sustantivo? Para afrontar este tipo de cuestiones es preciso hacer una aclaración previa. El término peligro es amplísimo y, cuando nos referimos a los peligros originados por las tecnologías y sus posibles impactos negativos en la salud y en el ambiente, es importante señalar que estamos hablando de un tipo peculiar de peligro, en particular de aquellos peligros que son imputables a acciones y decisiones humanas. Si en otras épocas se consideraba a la naturaleza, a los dioses o al destino como la fuente de los peligros, en la sociedad actual se concibe a la sociedad misma como la generadora de tales peligros y éstos son conceptualizados como riesgos (Luján y Echeverría 9 ). En ese sentido, riesgo sería la cualidad que adquiere un posible daño cuando se vuelve probable debido a las propias acciones humanas. Y la gradación del mismo no se haría únicamente en términos de tamaño o gravedad sino también términos de probabilidad. Un gran daño que sea imposible que se produzca no resulta peligroso y no puede, por tanto, ser considerado un riesgo; pero un daño, aunque no sea muy grave, si es muy probable que suceda, termina por resultar peligroso. 9 José Luis Luján y Javier Echeverría (2004) Gobernar los riesgos. Ciencia y valores en la sociedad del riesgo, p. 11, OEI, Biblioteca Nueva, Madrid. Este es en parte el sentido que le confiere al concepto de riesgo el de reflexividad como toma de conciencia de los efectos de las propias acciones y que Beck señala como una de las notas diferenciales de la sociedad del riesgo (Beck, 1999). 4

5 Hansson 10 hace unas distinciones preliminares sobre este concepto y señala cinco acepciones del término riesgo, de las cuales sólo: (1) riesgo es un suceso no deseado que puede o no ocurrir, como cuando decimos que el cáncer de pulmón es uno de los mayores riesgos que afecta a los fumadores. (2) riesgo es la causa de un suceso no deseado que puede o no ocurrir, como cuando se afirma que fumar es el riesgo mayor para la salud en los países industrializados. (3) riesgo es la probabilidad de un suceso no deseado, como cuando se indica que el riesgo de que se reduzca el tiempo de vida por fumar es del 50% (4) riesgo es el llamado expectation value de un suceso no deseado que puede o no ocurrir. En este caso se compara un factor de riesgo con otros, en términos, por ejemplo, del número esperado de víctimas que pueda causar. (5) riesgo también se utiliza en teoría de la decisión para indicar que la decisión se toma con conocimiento de las probabilidades, a diferencia de la incertidumbre que es cuando éstas se desconocen. Estas precisiones terminológicas son importantes, pues ayudan a evitar toda una serie de equívocos, pero no debe pensarse que con ello está resuelto el problema de la conceptualización del riesgo. Efectivamente, el estudio del riesgo puede realizarse desde diferentes perspectivas. De modo general son tres los enfoques que habitualmente se adoptan: el enfoque técnico, el enfoque psicológico y el enfoque sociológico (Perrow 11 ; López Cerezo y Luján 12 ; Tirado 13 ). Los cinco sentidos señalados por Hansson pertenecen prioritariamente al enfoque técnico, el cual busca establecer una medida uniforme que permita cuantificar los distintos riesgos y realizar comparaciones entre los mismos, de tal modo que pueda contarse con una información suficiente y bien fundada para la toma de decisiones. En este enfoque técnico, como señala Francisco Javier Tirado, se presupone que el riesgo es una propiedad objetiva de los sucesos y actividades que implican tecnología, con unas probabilidades concretas de darse. Se busca desarrollar un mecanismo que permita establecer una medida universalmente válida para el riesgo con ayuda de la cual puedan establecerse comparaciones entre distintas clases de riesgo (Tirado). Esta línea de aproximación al riesgo tiende a desestimar las aproximaciones psicológicas y sociológicas y espera que del resultado del cálculo del riesgo pueda deducirse la acción apropiada. Sin embargo, como señalan Andrew Stirling y David Gee 14, el concepto de riesgo es tan complejo que, incluso bajo el punto de vista más estrecho, el riesgo es función de al menos dos variables: la probabilidad de un impacto y su magnitud. El enfoque técnico, que se interesa principalmente por establecer la probabilidad de que un daño suceda y también por definir la magnitud 10 Sven Ove Hansson (2000) Seven Myths of Risk, conferencia pronunciada en Stockholm thirty years on. Progress achieved and challenges aheadin international environmental co-operation. Swedish Ministry of the Environment, June 17-18, Perrow, Charles (1984:1999) Normal Accidents: Living with High Risk Technologies, Princeton University Press, Princeton. 12 López Cerezo, José A. y Luján, José Luis (2000) Ciencia y política del riesgo, Alianza Editorial, Madrid, pp. 65 y ss. 13 Tirado, Francisco Javier (2003) Riesgo, tecnociencia y biotecnología en Atenea Digital, No. 4 Otoño 2003, pp 4 y ss. 14 Stirlin, A. y Gee, D. (2002) Science, Precaution and Practice en Public Health Reports, Nobiembre- Diciembre 2002, pp. 521 y ss. 5

6 del mismo (R = P x M), también se topa con una gran complejidad. Cabe preguntarse hasta qué punto es posible calcular la probabilidad de ciertos impactos tecnológicos y también hasta qué punto se puede calcular la magnitud de los mismos. Se abre el espacio para la incertidumbre e incluso la ignorancia (Stirlinling). Además, la evaluación de los datos extraídos del cálculo probabilístico se sustrae a la probabilidad. El que un determinado riesgo, -probabilidad de que suceda un daño-, sea admisible o inadmisible por un grupo humano no puede decidirse al margen del concepto de riesgo que haya construido cada sociedad (Renn & Klinke). Dada la diversidad de riesgos y la pluralidad de enfoques metodológicos y de perspectivas posibles, la reducción del riesgo a una medida y a un único método resulta prácticamente inviable. Como hemos señalado, al interior de esta perspectiva emergen ya algunos problemas a los que tal perspectiva no puede dar solución por sí misma. La tendencia general, sin embargo, ha sido la de identificar el enfoque técnico con el llamado riesgo objetivo y adjudicar a los enfoques psicológico y sociológico el tratamiento de los aspectos subjetivos. Así, los estudios psicológicos sobre percepción del riesgo se han usado, sobre todo, para poner de manifiesto que la percepción que comúnmente se tiene del peligro no coincide necesariamente con la probabilidad de que un daño suceda, es decir, que, entre la objetividad del riesgo técnicamente calculado y la percepción común que se tiene del mismo, existe un gran desfase que es explicable a través de una comprensión más profunda de los procesos de subjetivación del riesgo. Como señalan López Cerezo y Luján 15 mecanismos psicológicos tales como el considerar menos peligrosos los riesgos voluntarios que los involuntarios (por ejemplo, se acepta más comer hamburguesas que comer organismos transgénicos), o considerar aquello en los que uno tiene el control menos peligroso que aquello en los que el control está en manos de otro (por ejemplo, viajar en coche o en avión), o que lo nuevo se perciba como más peligroso que lo ya conocido (por ejemplo, los riesgos de las nuevas tecnologías más que los de las antiguas), etc., estos mecanismos, decía, influyen en la percepción que se tiene del riesgo provocando una asimetría entre la supuesta objetividad de las técnicas cuantificadoras del riesgo y la subjetiva percepción del mismo por parte de la mirada inexperta. En este sentido, estudios psicológicos de gran importancia, tales como los de Paul Slovic 16, son utilizados por autores como Cass R. Sunstein para justificar que la toma de decisiones debe basarse en técnicas que corrijan las desviaciones subjetivas producidas por la psicología de los individuos y de las sociedades. Sunstein confronta la percepción común del riesgo con la que se obtiene a través de las herramientas técnicas ( cost-benefit analysis ) y concluye que el modo ordinario de pensar sobre el riesgo es erróneo y que conlleva consecuencias muy graves para el diseño de las políticas públicas que se dejan influir por él. 15 Cerezo y Luján (2000) pp. 71 y ss. 16 Slovic, Paul, The Perception of Risk, Erthscan Publications, London,

7 Por su parte, estudios sociológicos 17 recientes han servido para poner de relieve la importancia del riesgo en la vida contemporánea, hasta hacer de él un rasgo estructural y estructurante de la vida de las sociedades. En este sentido, resulta de gran interés el papel que juega la consideración de la tecnología y la ciencia en la caracterización de la sociedad actual como sociedad del riesgo. En la sociología de Durkheim y Weber la ciencia y la tecnología habían sido definidas como espacios exentos de incertidumbre, pues se las consideraba aseguradas por el saber metódico de la ciencia. Sin embargo, en las últimas décadas ese espacio ya no está a salvo de toda duda (Ramos 18 ). La idea de Perrow sobre este cambio en la sociología de la ciencia y la tecnología es que, en razón de su complejidad interna y sus relaciones con el entorno, los sistemas tecnológicos están abocados al accidente y que, por lo tanto lejos de ser éste el resultado de su mal funcionamiento o de circunstancias atípicas, está inscrito en su propia normalidad (Ramos). Es este mismo planteamiento uno de los argumentos principales que está detrás de la nueva concepción de la ciencia que sostienen Silvio Funtowicz y Jerome R. Ravetz 19 al hablar de ciencia post-normal. Desde el punto de vista sociológico, la ciencia y la tecnología presentan fisuras en su desarrollo y, hasta tal punto que, vistos algunos de sus efectos catastróficos, han llegado a perder su legitimidad social. Pero, ello no se debe únicamente a que se haya tomado una conciencia crítica de los límites intrínsecos a su metodología y se puedan señalar amplias zonas de incertidumbre y de ignorancia. Como señala Brian Wynne 20, las críticas a los desarrollos científicos y tecnológicos se han orientado no sólo a la ciencia y la tecnología convencionalmente entendidas, sino principalmente a las instituciones a las que están constitutivamente ligadas y que se supone que han de ser los guardianes del interés público en materias de ciencia y tecnología. La pluralidad de enfoques y el reconocimiento de la importancia de cada uno de ellos para una caracterización no reductiva del concepto de riesgo, parece requerir un acercamiento de carácter interdisciplinario. En palabras de Paul Slovic: Mi explicación comienza con las idiosincracias de las mentes de los individuos humanos, aprovechando my formación como psicólogo. Sin embargo, la psicología individual no es plenamente adecuada para dar cuenta d ela percepción del riesgo. Se necesita una perspectiva más amplia, una que incluya la compleja mezcla de los factores científicos, sociales, políticos, legales, institucionales y psicológicos operando al interior de nuestro sistema social de administración del riesgo 21. Ahora bien, para que se articulen distintas disciplinas en la investigación de un fenómeno lo primero que se necesita es una caracterización del mismo en la que ninguna de las perspectivas disciplinares quede excluida de antemano. Además dicha caracterización debe favorecer la emergencia en el fenómeno estudiado de los nexos entre las distintas disciplinas, de tal modo que no se trate de una mera yuxtaposición de perspectivas. Más que de una metateoría que integraría las distintas disciplinas 17 A. Giddens, Z. Bauman, N. Luhmann y U. Beck (1996) Las consecuencias perversas de la modernidad, Josetxo Beriain (Comp.), Anthropos, Barcelona. Esta obra resulta de gran utilidad para una caracterización de la sociedad del riesgo tal y como aparece en estos importantes sociólogos. Ver también: Beck (1999). 18 Ramos, R. (2004) De la sociedad del riesgo a la sociedad de la incertidumbre en López Cerezo y Lujan (2004) pp Funtowicz, S. y Ravetz, J. R. (1990a) Post-Normal Science: A new Science for New Times en Scientific Europeannum. 169, pp (hay versión castellana: La ciencia posnormal. Ciencia con la gente. Editorial Icaria, Barcelona, 2000) Ver también de los mismos autores su obra básica: (1990b) Uncertainty and Quality in Science for Policy, Dordrecht, Reidel. 20 Wynne, Brian (2002) Risk and the Environment as Legitimatory Discourses of Technology: Reflexivity Inside Out en Current Sociology, May 2002, Vol. 50(3=: Slovic (2000) p.317 7

8 dándole a cada una su lugar y donde las relaciones entre ellas estarían diseñadas a priori, se trata de enfrentarse con el objeto de estudio permitiendo que cada disciplina contribuya a su manera y, que a la vez, una reflexión autocrítica de cada una de ellas impida que se cierre sobre sí misma en la interpretación de su objeto. Ya se ha señalado la tendencia a auto proponerse como expresión del riesgo objetivo al llamado enfoque técnico, es decir, que dicha perspectiva tiende a identificar sus análisis con las descripciones objetivas del fenómeno del riesgo. Más que de rechazar esta perspectiva, de lo que se trata es de evidenciar no sólo que necesita de otras perspectivas para complementarla, sino que de hecho esta perspectiva no puede entenderse adecuadamente a sí misma si no tiene en cuenta elementos que ha cancelado anticipadamente. En este sentido, son muy valiosos los análisis de Kristin Shrader-Frechette 22 al respecto, la cual ha dedicado al menos tres libros y múltiples artículos a analizar los métodos cuantitativos de evaluación de riesgos y ha puesto suficientemente de manifiesto la presencia influyente de diferentes tipos de valores en cada uno de los pasos de dichos procedimientos. En particular, siguiendo la clasificación habitual, distingue tres momentos como los constitutivos de todo proceso de evaluación de riesgos: identificación del riesgo, estimación del riesgo y evaluación del riesgo. En el primero, se identifica una amenaza particular a la salud o seguridad humana; en el segundo, se intenta establecer el riesgo de muerte o daño en correlación al grado de exposición; en el tercero, se decide qué grado de exposición, considerando el daño que implica, puede considerarse aceptable para la sociedad 23. La autora muestra como es tremendamente ingenuo y erróneo pensar que los métodos empleados en los dos primeros pasos del procedimiento son totalmente objetivos, neutros e independientes de todo valor ( value free ). Por ejemplo, en el primer paso, para la identificación de un riesgo es necesario decidir un criterio de medida del mismo. No es lo mismo considerar como riesgo la presencia de una pérdida económica o una mutación genética o de un carcinógeno, etc. La identificación de un riesgo presupone una serie de valores que permite decidir si algo es o no un riesgo. En cuanto a la estimación de un riesgo, los métodos para establecer la relación dosis y tiempo de exposición con daño realizado, no son reducibles a algoritmos, pues existen problemas de inconmensurabilidad, por ejemplo, entre las especies con las que se experimenta y la especie human; las diferencias existentes entre ambas no permiten realizar una traducción directa y se debe recurrir a aproximaciones analógicas que implican determinados valores. En el tercer paso, es más evidente la presencia de los valores y Shrader-Frechette muestra cómo el método de Risk-Cost-Benfit-Analysis está cargado de juicios de valor, por ejemplo, cuando se decide que la magnitud de un daño es más importante que su distribución. Otra opción, de carácter propiamente metodológico, pero que pone en juego la preferencia por unos valores respecto de otros, todos ellos epistémicos, es la de decidir que puesto que así ha sido en el pasado así será en el futuro. 22 Shrader-Frechette, Kristin (1985a) Science Policy, Ethics, and Economic Methodology, Dordrecht, Reidel; Shrader-Frechette (1985b) Risk Analisys and Scientific Method, Dordrecht, Reidel; Shrader- Frechette (1991) Risk and Rationality: Philosophical Fundations for Populist Reforms, University of California Press, Berkeley. 23 Shrader-Frechette (1991) p. 55 8

9 El origen de la negación de la presencia de valores en los dos primeros pasos y la reducción de la incidencia de los mismos en el tercero la atribuye Shrader Frechette a una comprensión inadecuada de la naturaleza del conocimiento científico, la propia del positivismo y de las derivaciones de éste que identifican el conocimiento científico con la aplicación algorítmica de un determinado modelo lógico. Shrader-Frechette, pese a publicar sus estudios prácticamente en las mismas fechas en que Funtowicz y Ravetz proponían sus ideas relativas a la ciencia postnormal, no cometió el error de pensar que hay dos tipos de ciencia, una normal, es decir, una que sí cumple con los requisitos presupuestos por la lógica positivista, y otra que no puede cumplir con ellos debido a la complejidad de su objeto, a la limitación del tiempo de decisión y a la importancia de la participación de diferentes actores. De hecho, tampoco Kuhn admitiría la distinción entre ciencia normal y ciencia post-normal en el sentido en el que lo hacen Funtowicz y Ravetz, pues para él la ciencia siempre se desarrolla dentro de un determinado paradigma y éstos siempre están configurados articulando valores (tanto epistémicos como no epistémicos). Otro ejemplo de la presencia de los valores en el análisis de riesgos lo tenemos en la referencia que hace la Declaración de Río a daño grave o irreversible. Debe ser considerada la irreversibilidad como la característica definitoria de daño grave o es un tipo extremo de éste? Pero antes incluso de la gradación, está el problema de saber qué es propiamente daño. Para aclararlo caben muchas perspectivas que pueden ser convergentes o divergentes. Por ejemplo, puede adoptarse una perspectiva antropocéntrica en la cual se considere al ser humano en sociedad como criterio fundamental para evaluar 24. En tal caso, el concepto daño también pierde su carácter sustantivo y se vuelve un adjetivo. No existe daño sino desde una determinada perspectiva, de tal modo que es imposible definir el daño si no es en relación a algo que es ya afirmado como valioso. Pero, como sabemos, coexisten muchas antropologías diferentes que no necesariamente están armonizadas. Además, en lugar del antropocentrismo puede propugnarse una primacía de lo natural como tal en la que al ser humano se le valore en equidad con los otros seres naturales en función del todo natural (Singer 25 ). En tal caso habría que precisar si por naturaleza se entiende sólo el mundo vivo o también incluye el mundo inerte. Si nos ubicamos en la perspectiva ambiental desde un marco antropológico, entonces el significado del término daño, y con él el de peligro, se presentarán como dependientes del contexto en el que se utilicen, pues el concepto de daño hunde sus raíces en la ética y en los valores morales de la sociedad. En particular, el Principio de precaución tal y como ha sido adoptado por la Unión Europea, y aplicado tanto internamente como en sus relaciones con otros bloques comerciales, se comporta como un principio también ético (Carr 26 ), en el sentido de que busca preservar toda una serie de valores sociales relativos a la salud y el medio ambiente según como éstos son percibidos por la comunidad en la que ha sido legislado. Y no debe extrañar que genere incomprensión en otras comunidades con culturas diferentes. 24 Kaiser (1997) p Peter Singer (1994) Ethics, Oxford University Press, Oxford. 26 Susan Carr (2002) Ethical and Value-Based Aspects of the European Commission s Precautionary Principle en Journal of Agricultural and Environmental Ethics 15: 31-38,

10 El entendimiento vendrá por una profundización recíproca de las distintas culturas. Como se puede observar, lo que parecían términos autónomos, resultan ser dependientes, no sólo entre ellos sino, juntos, de un uso y orden socio-cultural determinados. Así, para la comprensión y aplicación adecuada del PP, se deberá tener en cuenta la percepción que los distintos actores implicados tengan de lo dañino y de su carácter peligroso, con todo lo que en ello está implicado. Como conclusión provisional, puede afirmarse que el rechazo que ha generado el Principio de precaución en determinados ámbitos, se debe en gran parte a una concepción inadecuada de la naturaleza de la ciencia. Como señala Shrader- Frechette, el modelo positivista de ciencia que había sido desterrado paulatinamente en la filosofía de la ciencia desde la década de los sesenta, sigue vigente en el área de la evaluación de riesgos y de la toma de decisiones públicas respecto de los mismos. Ahora bien, un análisis detenido de las prácticas que se llevan a cabo en este terreno pone de manifiesto que, tratándose de una actividad propiamente científica y precisamente por ello, la evaluación de riesgos no es una actividad que pueda pensarse como neutral e independiente respecto del influjo de valores de diversa naturaleza ni de la realidad social al interno de la cual se realiza la evaluación. Es más, se trata de un tipo de problemática en el que los valores personales y sociales éticos, políticos y culturales- intervienen de un modo decisivo precisamente en la determinación de lo que deba ser considerado un análisis válido de las situaciones que se evalúan. En este sentido, el Principio de precaución no es tanto un freno puesto a la actividad científica y un intento de someterla a los dictados sociales, cuanto un modo de replantear la naturaleza del conocimiento en un ámbito que fuertes implicaciones sociales. Supone pues una corrección no a la ciencia, sino a la comprensión de la naturaleza de la actividad científica y de su articulación con la vida de la sociedad. La propuesta del paso de una toma de decisiones según el modelo Science Based Regulation a un modelo participativo de tipo prudencial, tal y como indica el principio de precaución, es ante todo una toma de conciencia de los límites del conocimiento científico como tal en este ámbito especialmente y la sugerencia de implementación de un tipo de prácticas que permitan administrar el riesgo de u modo más científico, entendiendo por ello un método más acorde con la naturaleza de la ciencia como tal. 10