DISTRITOS INDUSTRIALES ENTRE CRISIS Y RECUPERACIÓN: EL DESARROLLO DE LA EDICIÓN EN BARCELONA Y MADRID,

Transcripción

1 DISTRITOS INDUSTRIALES ENTRE CRISIS Y RECUPERACIÓN: EL DESARROLLO DE LA EDICIÓN EN BARCELONA Y MADRID, Jordi Catalan (Universitat de Barcelona) Guillermo Gil-Mugarza (Universitat de Barcelona). Introducción: economías externas y ciclo vital del distrito Alfred Marshall, analizando la organización industrial de Gran Bretaña hace más de un siglo, distinguió entre dos tipos de economías de escala: internas y externas. Las primeras derivaban de las mejoras de eficiencia en el uso de mano de obra, maquinaria y materiales en el seno de la gran empresa. Por su parte, las economías externas eran el resultado de la concentración de una industria en un territorio. Dicha concentración ofrecía varias ventajas. Primero, los misterios de la industria estaban en el aire : si una persona lanzaba una nueva idea podía ser adoptada por los demás y combinada con sus propias sugerencias se convertía en fuente de nuevas ideas. Segundo, la intensa especialización llevaba al surgimiento de industrias subsidiarias en las proximidades. Tercero, una gran producción conjunta en un territorio generaba asimismo un mercado constante de mano de obra especializada. Esta tríada de ventajas (circulación de ideas, concentración de proveedores y pool de trabajo especializado), nos parece que constituye la base de la noción del distrito industrial marshalliano. Marshall, sin embargo, era consciente de que existían tanto economías como deseconomías de escala. En las conclusiones de su análisis comparaba el desarrollo industrial a lo sucedido en un bosque (utilizaba un símil de lo podríamos llamar el ciclo vital de un ecosistema). Grandes y pequeños árboles competían por la luz y el aire en el distrito. Los grandes alcanzarían mayor altura, pero perderían vitalidad en el largo plazo. Los árboles jóvenes que no sucumbieran en el empeño, acabarían reemplazándolos. Y lo mismo que ocurre con el crecimiento de los árboles sucede con el de los negocios.

2 La idea del distrito de Marshall fue recuperada y reinterpretada en Italia durante los años setenta y primeros ochenta. En el transcurso de la crisis de la estanflación muchas grandes empresas entraron en crisis y, desde Italia, se insistió en las ventajas de los distritos dominados por la pequeña empresa y por un tejido local donde habrían prevalecido las instituciones cooperativas. El distrito textil lanero de Prato constituiría el paradigma de dicho modelo para el principal responsable de la reinterpretación de Marshall: Giaccomo Becattini. El descubrimiento de multitud de distritos de pequeña empresa, disponiendo de instituciones locales robustas en las regiones de la Terza Italia, dio lugar a toda una generación de investigaciones de economistas, sociólogos e historiadores. Autores como el propio Becattini, Stefano Brusco, Arnaldo Bagnasco, Michael Piore y Charles Sable o Fabio Sforzi, insistieron en caracterizar el distrito como el dominio de la pequeña empresa y las instituciones locales de signo cooperativo. Zeitlin ha acabado calificando dicho tipo de distrito, como neo-marshalliano, puesto que se trata de una re-interpretación del concepto originario de Marshall, que pone el énfasis en algunos aspectos muy concretos de la concentración industrial: pymes e instituciones. Desde el otro lado del Atlántico, investigadores como Phillip Scranton, han insistido en el carácter dinámico e innovador de la pequeña empresa, revisando algunos de los planteamientos del autor que más insistió en las economías internas de la firma de gran tamaño: Alfred Chandler. Éste puso énfasis en las capacidades organizativas, de I+D y de distribución y marketing de la gran empresa como base del desarrollo industrial de la Segunda Revolución Industrial. Sin embargo, el propio Chandler reconoció que una característica común de las tres revoluciones tecnológicas fue la fuerte concentración territorial del crecimiento industrial. Con dicho planteamiento, coincide con autores con los conceptos de distrito como empresa hub o nodal de Ann Markusen o el cluster de Michael Porter. Ambos autores dan importancia a las externalidades de oferta como fuente de ventaja competitiva de los territorios, pero sugieren que éstas pueden darse en el marco de distritos liderados por una o varias empresas de tamaño mediano-grande, como en los distritos automovilístico, farmacéutico o aeronáutico de Detroit, New Jersey o Seattle, inequívocamente liderados por empresas hub. Autores británicos como John Wilson y J. Singleton, también consideran como distrito a la metrópoli de Manchester, con presencia significativa de empresas de tamaño mediano-grande. Para Alemania, Litzenberger y Sternberg han apuntado, asimismo, la existencia de clusters regionales liderados por grandes empresas en casos como los de Bremen, Stuttgart o

3 Ingolstadt. Para Francia, Michel Lescure y Jean-Claude Daumas reabrieron el debate. Las investigaciones de Rémy Cazals y Daumas han detectado realidades comparables a las de Prato en distritos laneros del Languedoc como Mazammet y Pays d Olmes. Jean-Marc Olivier rastreó una realidad similar a la Emilia de Brusco en la industria metalmecánica del Alto Jura. Lescure ha insistido en el papel jerarquizador efectuado por la banca a través del crédito. Florent Le Bot también ha encontrado una indiscutible jerarquía en el distrito de la porcelana de Limoges. Le Bot y Cédric Perrin han presentado nueva evidencia contrastando el caso francés con el español. Pierre-Yves Donzé ha identificado las externalidades marshallianas en la industria relojera del lado suizo de los Jura y ha analizado en profundidad la evolución hacia un distrito más jerarquizado por grandes empresas en el transcurso del siglo XX. Una posición muy contrapuesta vuelve a aparecer en el otro lado del Atlántico de la mano de Steven Klepper. Este autor, analizando los ciclos vitales de Detroit y el Silicon Valley, postula que dichos distritos fueron generados por la iniciativa empresarial de trabajadores, formados en empresas particularmente exitosas y acabaron estableciéndose por su cuenta. En esta visión extrema, la empresa líder habría generado el distrito o cluster a través de multitud de spin-offs de sus antiguos trabajadores. En Klepper encontramos nuevamente un símil biológico, ahora de carácter evolucionista. El autor postula que el éxito del distrito radicaba ya en los genes de sus empresas pioneras. Si profundizamos, seguidamente, en la perspectiva dinámica, Swann ha insistido en la existencia de un ciclo de vida del distrito o cluster. En la fase naciente de su desarrollo éste se aprovecha de la tríada de ventajas marshallianas y alguna otra como infraestructuras y proximidad de mercados. Pero a medida que el cluster madura, comienzan a operar deseconomías como aumento en el precio de los inputs (incluida la fuerza de trabajo), congestión en el uso de infraestructuras o esclerosis de la innovación. El cluster entra entonces en su fase de madurez, que puede conllevar su definitiva decadencia. Trabajos anteriores de nuestro grupo de investigación han destacado los límites del enfoque neo-marsalliano para entender el desarrollo de los distritos industriales de la Península Ibérica. También hemos propuesto insistir en el indicador porteriano de ventaja competitiva, medida a través de su esfuerzo exportador, para identificar el distrito y su potencial de resistencia frente a posibles deseconomías y a una prematura madurez. En particular, hemos insistido en que distritos de éxito competitivo significativo, como la cerámica de La Plana

4 de Castelló, la metalmecánica del Valle del Deba o a la automoción en Barcelona, fueron clusters dominados por firmas de tamaño mediano-grande. Nuestro equipo de investigación también ha presentado evidencia a la naturaleza jerárquica de otros distritos con fuerte ventaja competitiva como el cava del Penedès, el papel de fumar de Capellades o la automoción en Valladolid/Palencia. Por último, hemos subrayado el rol clave desempeñado por empresas de una cierta dimensión en los distritos textiles, del cuero y la confección de A Coruña/Arteixo, Inca, Vallès, Vic, Igualada u Ontinyent/Alcoi, que contribuyeron en mayor o menor medida al reciente boom de la moda española en el mundo. En el presente trabajo queremos focalizar nuestro análisis en dos distritos de otra industria para la que la Península Ibérica ha revelado una inequívoca ventaja competitiva: la edición de libros. Hemos escogido los distritos de Barcelona y Madrid, que han concentrado durante más de un siglo la industria editorial española. La principal pregunta que intentamos responder aquí es si dichos distritos han sido dominados por empresas líderes/nodales o han tenido más bien una naturaleza neo-marshalliana.. La relevancia de los distritos de la edición de libros de Barcelona y Madrid La utilización de los casos de las industrias editoriales de Barcelona y Madrid para contrastar las teorías expuestas sobre la naturaleza de las externalidades generadas en el seno de los distritos, tiene un doble interés. De una parte, la industria española de publicación de libros ha mostrado una clara ventaja competitiva en el mercado mundial a lo largo del siglo XX, y en 999 ocupaba el quinto lugar en función del número de títulos publicados. De otra parte, dicha industria ha estado fuertemente concentrada en el territorio peninsular, tal como la concepción marshalliana del distrito exige. Dos distritos han desempeñado un papel central en la industria editorial española: Barcelona y Madrid. Queremos subrayar ahora sólo la elevada concentración de dicha industria a lo largo de todo el siglo XX, prestando atención a dos momentos de cada mitad de la centuria: 935 y 978. En el primer de los años, Madrid y Barcelona, contaban respectivamente con 0 y 98 editoriales de un total de 76. La siguiente provincia era Vizcaya, con sólo 6 editoriales. Los dos distritos que nos ocupaban concentraban respectivamente el 43 y el 35 por ciento de las editoriales española, en conjunto, un 78 por ciento de las mismas.

5 Mapa. Número de editoriales en Fuente: Martínez Rus (00), La política del libro durante la Segunda República, Trea, Gijón Para 978 hemos explotado los datos del Censo Industrial, que se refieren a número de establecimientos, pero, que en el caso de la industria editorial suelen coincidir con el de empresas. La comparación con los años treinta parece sugerir la reducción de la concentración en el número de editoriales durante la segunda mitad del siglo XX. Barcelona, con 77 editoriales, había pasado a cobijar sólo el 5 por ciento de las editoriales españolas, que habían ascendido hasta 306. Madrid incluso había bajado más, con 66 editoriales, y un peso relativo del por ciento. Pero, aun habiendo descendido la concentración, los dos

6 distritos de nuestro interés todavía eran sede del 47 por ciento de la industria editorial española. Mapa. Número de editoriales en Fuente: Elaboración propia con INE (980), Censo Industrial 978, Madrid Los dos siguientes distritos en número de empresas eran en 978 Sevilla y València, con diez establecimientos editoriales cada una. Su peso relativo estaba todavía muy alejado al de las capitales castellana y catalana: sólo representaban un 3 por ciento de las editoriales cada una.

7 3. El ciclo vital de los distritos editoriales de Barcelona y Madrid El siglo XX alboreó en los distritos editoriales de Madrid y Barcelona en medio de la crisis colonial derivada de la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 898. El acontecimiento afectó en mayor medida a las editoriales barcelonesas, más volcadas en la exportación, que a las madrileñas. Aparecen instituciones en ambas provincias, lo cual, además de corroborar su condición de distritos o clusters, puede interpretarse como un elemento de cambio en relación a la trayectoria ochocentista. En Barcelona se creó el Instituto Catalán de Artes del Libro (ICAL) en 897 y el Centro de la Propiedad Intelectual (CPI) en 900; en este último participaron las casas más importantes del momento en la Ciudad Condal, como Montaner y Simón, Espasa, Salvat, Maucci, Gustavo Gili y Ramon Sopena. Una iniciativa similar fructificó en Madrid, donde se fundó en 90 la Asociación Española de Librería (AEL) con el fin de agrupar a editores, tipógrafos, libreros y demás profesionales de la industria; entre sus primeros presidentes figuraron Enrique Bailly-Baillière y Saturnino Calleja. La Primera Guerra Mundial frenó la trayectoria de crecimiento que ambos distritos habían disfrutado los diez años anteriores, como puede comprobarse en el gráfico. A diferencia de la mayoría de sectores industriales en una España neutral, la producción de libros no vivió una coyuntura alcista. Las causas estriban en la notable propensión exportadora hacia América del distrito barcelonés (Argentina era el principal mercado exterior y padeció una brutal contracción) y la escasez y encarecimiento del papel. Ello no obsta para que surgieran nuevas editoriales durante estos años, como Labor, en Barcelona, o Francisco Beltrán y Estrella, en Madrid.

8 Gráfico. Número de títulos de libros publicados en los distritos de Barcelona y Madrid (medias móviles trienales) Madrid Barcelona Fuente: Elaboración por Gil-Mugarza con el catálogo online de la Biblioteca Nacional de España Acabada la Guerra, y a medida que se normalizaron los suministros de papel y se recuperó el ingreso de los mercados hispanoamericanos, la edición de libros en Barcelona y Madrid volvió a crecer vertiginosamente en una auténtica edad de plata, sólo detenida por la Gran Depresión. Además de ampliarse la demanda interna por el aumento de la renta per cápita y la creciente alfabetización, las exportaciones hacia América se beneficiaron del franqueo postal, al crearse un territorio postal único entre España y América (desde 93). También se vieron favorecidas por las primas a la exportación decretadas en 98; con el fin de acceder a ellas, los principales editores catalanes crearon el Consorcio Nacional de Editores Exportadores (99), y los madrileños, el Sindicato Exportador del Libro Español en 930. No fueron las únicas iniciativas desde el punto de vista asociativo, puesto que en 98 el CPI se transformó en Cámara Oficial del Libro de Barcelona (COLB), y en 9 se fundó la Cámara Oficial del Libro de Madrid (COLM) a partir de la antigua AEL. Mientras en Barcelona nacieron numerosas editoriales pequeñas (Juventud, Proa), en Madrid se tendió a la concentración bajo el liderazgo de nuevas firmas. La principal iniciativa la emprendió Nicolás Urgoiti, empresario del papel y de la prensa, quien fundó Calpe (98) y la fusionó con Espasa (95). Con su Enciclopedia, la nueva Espasa-Calpe

9 arraigó rápidamente al otro lado del Atlántico y se convirtió en empresa hub del distrito madrileño. También cosechó el éxito en América el nuevo editor Manuel Aguilar (93). Finalmente, la banca Bauer (Rothschild) invirtió en el negocio de la edición con la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones (CIAP), que creció muy rápido absorbiendo tanto editoriales (Renacimiento, Estrella) como librerías. La crisis en torno a los años de la Gran Depresión afectó menos al distrito de la metrópoli catalana que al de la capital. Como factor interno, la quiebra de la CIAP, debida a un crecimiento ambicioso pero no bien calibrado, derivó en un saldo de sus libros y en un derrumbamiento de los precios. Como factor externo, Espasa-Calpe y Aguilar padecieron la pérdida de ingresos de los grandes estancieros a resultas de la depresión mundial, y además se suspendieron las primas a la exportación. La crisis del sector se agudizó con la Guerra Civil ( ), que paralizó la edición de Barcelona y Madrid en beneficio algunas plazas fuertes de la España nacional y, sobre todo, de las grandes capitales latinoamericanas. Molino y Espasa-Calpe editaron desde Argentina, y tanto durante como después del conflicto varios españoles fundaron nuevas editoriales en urbes como Buenos Aires (Losada, Sudamericana) o Ciudad de México (Grijalbo). Durante el primer decenio de posguerra se incrementó vertiginosamente el número de títulos publicados en Barcelona (gráfico ). La coyuntura debe explicarse tanto por el efecto de recuperación después del shock bélico como por el esfuerzo para ganar la guerra ideológica del papel impreso, una vez callaron armas. En Barcelona se manifiesta con claridad este aspecto. Félix Ros, quien participó en la fundación de Yunque (939), Emporion (940) y Tartessos (94), estaba afiliado a la Falange, como Josep Vergés e Ignasi Agustí, que crearon Destino, y Luis de Caralt, editor y librero. Capitán legionario había sido el andaluz José Manuel Lara Hernández, quien fundó Planeta 949. Al margen de la batalla ideológica, resucitó en Barcelona la editorial Bruguera, que en años posteriores alcanzó el liderazgo en la edición de comics y novela popular. Ariel y Teide (fundada por Jaume Vicens Vives), especializadas en manuales y material didáctico, tampoco nacieron al amparo del nuevo régimen. Mientras tanto, en Madrid, destacaron editoriales de orientación religiosa como EPESA, Rialp y la colección Biblioteca de Autores Cristianos (Editorial Católica). Los padres marianistas trasladaron SM de Vitoria a Madrid. Y apareció la editorial Gredos, de gran prestigio en el campo de las lenguas y de la literatura clásica.

10 Desde los años 50 hasta la crisis del 73, tanto Barcelona como Madrid experimentaron una auténtica edad de oro. Ambos clusters se beneficiaron del mayor suministro de papel, la extensión de la alfabetización y el excepcional crecimiento de la renta per cápita española a partir de los años cincuenta. En el distrito barcelonés, Salvat consolidó su posición hegemónica en enciclopedias y en fascículos. En novela extranjera destacó Josep Janés, hasta su fallecimiento en 959, cuando su editorial fue adquirida por Germán Plaza y pasó a llamarse Plaza & Janés. Por su parte, Lara Hernández creó su Premio Planeta en 95 y supo crecer sin necesidad de tener talleres propios, lo que sería particularmente ventajoso durante los turbulentos años setenta. Bruguera, gracias a sus éxitos en novelas populares y comics, se convirtió durante los años setenta en la editorial catalana con más personal empleado. En el distrito barcelonés proliferaron además las nuevas iniciativas, como la revitalizada Seix Barral, que con Carlos Barral al frente contribuyó al boom de la literatura hispanoamericana de los 60. También se remodeló Lumen bajo la dirección de Esther Tusquets. Josep Lluís Monreal, antiguo trabajador de Janés, fundó en 97 el grupo Océano, cuyo nombre pretendía vincular las dos riberas del Atlántico. Por otra parte, durante los años sesenta en Barcelona abrió sucursal Grijalbo (960), y nacieron: Vicens Vives (96); Círculo de Lectores (96), filial del grupo Bertelsmann; Tusquets (969) y Anagrama (969), entre otras. En el distrito de Madrid, durante la edad de oro progresaron las grandes empresas líderes del momento: Espasa-Calpe (con su Enciclopedia y la colección de bolsillo Austral) y Aguilar (novela española y universal). Surgieron nuevos competidores; sobre todo, dos que estaban llamados a ocupar una posición predominante dentro del distrito en las décadas siguientes: Santillana, fundada por Francisco Pérez González y Jesús de Polanco en 958, y Anaya, nacida en 959 de la mano de Germán Sánchez Ruipérez,. La transición política en España, desde 975, siguió alimentando la coyuntura expansiva de los distritos editoriales estudiados, con pautas ligeramente distintas (gráfico ). En Barcelona, los años setenta se caracterizaron por un fuerte crecimiento, que debe explicarse por la confluencia de un conjunto de factores: eclosión de obras restringidas hasta los años 70 (pensamiento y memorias políticas, historia crítica, contracultura, erotismo o libro en catalán), el boom de la novela latinoamericana y la fuerte expansión, hasta principios de los ochenta, de los principales mercados del Nuevo Continente. La transición en Madrid no fue tan brillante por las pautas de especialización del cluster madrileño, con predominio del

11 libro de texto, la obra religiosa y la novela española, que no experimentaron coyunturas tan dinámicas. Gráfico. Millares de ejemplares de libros publicados en los distritos de Barcelona y Madrid (medias móviles trienales) Fuente: Elaboración propia con INE, Anuario Estadístico de España, varios años. Madrid Barcelona Los años 80 y primeros 90 fueron más complicados. Desde 98, la mayor parte de América Latina entró en recesión. Sin apenas solución de continuidad, una nueva crisis doméstica y la tormenta monetaria de 99 azotaron a España. La difícil coyuntura se plasmó en la vida empresarial de la Barcelona editorial. Bruguera, que había destacado entre los líderes editoriales del distrito durante el franquismo tardío, suspendió pagos en 98 y quebró definitivamente en 986; como causas suelen subrayarse dos: un exceso de endeudamiento y las dificultades experimentadas en el mercado de América Latina. La crisis latinoamericana también afectó gravemente a Salvat, adquirida por el grupo francés Hachette, en 988. Otra firma destacada del distrito, Grijalbo, fue comprada por el grupo italiano Mondadori en 989. Mejor le fue a Planeta, que aprovechó el momento para comprar editoriales de peso, cuyas marcas mantuvo, como Seix-Barral (98), el 50% de Destino (986) y, sobre todo, la que había sido uno de los buques insignia del distrito madrileño: Espasa Calpe (99). En Madrid, los grupos Santillana y Anaya compitieron por convertirse en los nuevos líderes del distrito madrileño. La primera, además de adquirir Alfaguara (980) y Aguilar (986), creó un holding llamado Promotora de Informaciones,

12 S.A. (PRISA), cuyo paraguas cobija hasta la actualidad los negocios de libros y de medios de comunicación (diario El País, cadena SER, Canal Plus). Por su parte, Anaya adquirió Tecnos en 98 y Alianza en 989, y tuvo menos fortuna en el sector de medios de comunicación que en el caso de Santillana. Finalmente, cabe señalar en Madrid la aparición de nuevas firmas como Síntesis (986) y Marcial Pons (989). Los años 90 fueron, en la industria editorial barcelonesa, de inequívoca recuperación, y podemos considerarlos como su último momento de gran esplendor. Coincidieron en este periodo las mejorías en los mercados americano y doméstico. Por otro lado, la tendencia a la concentración se acentuó. Bertelsmann compró Lumen en 996. El grupo Planeta, que amplió su número de marcas a través de joint-ventures (Planwerg, 994), nuevos sellos (Booket, 996) o absorciones (Crítica, 999), y se expandió por Estados Unidos (Collier) y Portugal (Dom Quixote). Por su parte, en Madrid, la lucha de finales de los 80 entre Santillana y Anaya se dirimió a favor del primer grupo. El grupo de Sánchez Ruipérez acabó siendo adquirido por el grupo francés Havas en 998. El siglo XXI se abrió con dos grandes empresas hub dominando respectivamente en los distritos de Barcelona y Madrid: Planeta y Santillana. Ambos grupos invirtieron en otros dominios del mundo de la comunicación en lo que Chandler habría llamado diversificación relacionada. En ambos distritos la tendencia durante la primera década del siglo XXI fue contrapuesta, hasta llegar a coincidir en una profunda depresión a partir de 008. En la actualidad se superponen dos crisis: la asociada a la difusión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICS) y la gran depresión provocada por el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis del euro. El dominio de Planeta en el cluster barcelonés no ha parado de aumentar pese al fallecimiento de su fundador, José Manuel Lara Hernández, en 003. Mantiene su liderazgo en el libro en castellano y en catalán, y ha aprovechado oportunidades de compra en otros países, como Argentina (Emecé) o Francia (Editis). El distrito cuenta además con otra empresa hub, el grupo Océano; su éxito confirma que no siempre las inversiones en el Hemisferio Sur tenían que ser ruinosas, puesto que el 80 por ciento de su facturación se obtenía en América. Se mantiene un fermento de editores más modestos, como Anagrama, Tusquets, Polígrafa o Vicens Vives. A otro nivel, compiten las marcas de Random House-Mondadori, bajo control de Bertelsmann y Fininvest (Silvio Berlusconi), y Salvat, filial del grupo francés Hachette. Por su parte, el ecosistema del cluster editorial madrileño es comparable al catalán, con firmas grandes y pequeñas, aunque el liderazgo de sus empresas hub ha tendido a debilitarse en tiempos recientes. Anaya se

13 encuentra hoy en manos del grupo francés Hachette, y PRISA se ha desprendido recientemente del 5% de Santillana, acuciada por las pérdidas en el negocio audiovisual. 6. Distritos neo-marshallianos o de empresas hub? En esta sección, volvemos al debate planteado al principio de este artículo y nos preguntamos si los distritos editoriales de Barcelona y Madrid han estado dominados por unas pocas empresas nodo o, por el contrario, encajan mejor en el paradigma neomarshalliano del distrito. Autores como Boix y Galletto 006, por ejemplo, incluyeron al distrito editorial de Barcelona en un lugar destacado de su ranking de sistemas locales de pequeña y mediana empresa. Nuestra perspectiva, como en trabajos anteriores, es el de la ventaja competitiva y, por tanto, preferimos centrar la atención en las exportaciones antes que en los mercados de trabajo. Tomamos la exportación como una proxy de la ventaja competitiva en el mercado mundial y preferimos ésta al enfoque del sistema local de trabajo porque, en el largo plazo, la exportación nos parece más garantía de supervivencia del distrito que un enfoque exclusivamente focalizado en el empleo o las instituciones. Cuando las exportaciones estén concentradas en unas pocas empresas del distrito, estaremos frente a un distrito de tipo nodal. En caso contrario, descubriremos un distrito neomarshalliano o de pequeña empresa. Aunque es difícil establecer un umbral a partir del cual podemos establecer inequívocamente que las exportaciones están concentradas en pocas manos, consideraremos, como en Catalan 0, que existe dicha concentración cuando el decil superior de empresas exportadoras concentra más del 30 por ciento de las exportaciones del distrito. Además, también tendremos en cuenta otro indicador adicional, empleado en Catalan & Ramon-Muñoz 03, como es el coeficiente de Gini. Cuando supere el 0,5, consideraremos estar frente a un distrito jerarquizado por unas pocas empresas líderes. Si el coeficiente de Gini queda por debajo de dicho umbral, estaremos ante un distrito de pequeña y mediana empresa.

14 El principal problema con que nos hemos encontrado en nuestro ejercicio es de fuentes. La pobreza estadística española hace que, de momento, sólo contemos con dos momentos en todo el siglo XX para los que disponemos un listado con un mínimo de cerca de veinte empresas exportadoras de cada distrito. Para el primero, 93, la fuente es la misma: las cifras recogidas por la Cámara del Libro de Barcelona y rescatadas por Manuel Llanas 005 y Martínez Rus 0. Para 990 contamos con un muy buen censo realizado por Joaquim Trigo, Francesc Valera y Marta Ariño para el Departament d Indústria i Energia de la Generalitat de Catalunya. En cambio, no hemos encontrado algo comparable para Madrid y debemos conformarnos con los datos de exportación publicados por Fomento de la Producción, correspondientes a 988. La explotación de dichas fuentes nos ha permitido construir el cuadro 5. Para 93 la fuente es la misma y contamos con datos de una treintena de empresas para cada distrito. La agregación de cifras de exportación sugiere, nuevamente, que el distrito barcelonés estaba más orientado hacia la exportación que el madrileño: las exportaciones en kilos del primero superaban casi en un 50 por ciento a las del segundo. Pero ambos distritos coinciden en su naturaleza jerárquica o nodal. El diez por ciento de empresas que más exportaban desde Barcelona concentraban el 5 por ciento del tonelaje de libros exportado por las 30 empresas del distrito registradas por el mencionado Consorcio. En Madrid la concentración era incluso superior: el decil superior de las 7 empresas madrileñas aportaba el 77 por ciento de la exportación del distrito en 93. Los coeficientes de Gini también quedan muy por encima de 0,5 en ambos clusters: la concentración vuelve a ser superior en Madrid (0,83) que en Barcelona (0,70). Los datos de 93 apuntan a que tanto Barcelona como Madrid fueron distritos fuertemente jerarquizados por unas pocas empresas hub. Si definimos a las empresas líderes como aquéllas pertenecientes al decil superior de la exportación, dichas firmas serían en Barcelona, Sopena, Vecchi y Maucci. Algunos datos que tenemos sobre las mismas confirman que no sólo eran líderes de exportación sino que también se situaban entre las mayores del distrito en términos de output y empleo. El oscense Ramon Sopena, que trasladó su editorial de Vilanova a Barcelona en 899, llegó a emplear 350 trabajadores en 90 y declaraba una capacidad de producción de 3 millones de ejemplares al año en 99. Maucci, fundada en 89, por un italiano emigrado a América, llegó a exportar dos terceras partes de su output y a editar,3 millones de volúmenes (extremadamente económicos) al año en Barcelona.

15 Cuadro 5. Ventaja competitiva y empresas líderes en los distritos de Barcelona y Madrid, 93 y 990c Distrito Año Muestra (nº Exportaciones % Exportación Coeficiente Tipo de distrito Empresas empresas) de la muestra decil superior de GINI líderes Barcelona Kg 5,0 0,70 Nodal Sopena Vecchi Maucci Madrid Kg 77,0 0,83 Nodal Espasa-Calpe CIAP Castro Barcelona Mill.pts. 59,7 0,76 Nodal Océano Planeta Polígrafa Bertelsmann Grijalbo Salvat Madrid Mill.pts. 33,3 0,5 Nodal Espasa-Calpe Santillana Fuente: Elaboración propia a partir de Llanas (005), Martínez Rus (00) y (0), Fomento de la Producción (989) y Trigo, Valera & Ariño (99). En Madrid las dos líderes de 93 serían, como ya apuntábamos, Espasa-Calpe y la CIAP. Como hemos explicado, ambas apostaron fuertemente por el mercado latinoamericano. Pero éste ha sido siempre arma de doble filo. CIAP quebró, mientras que Espasa ocuparía un lugar destacado en la exportación madrileña hasta finales del siglo XX. Precisamente, lo datos de Madrid de 988, paradójicamente menos completos que los de 93, situaban todavía a Espasa-Calpe en la vanguardia de la exportación madrileña. Junto con Santillana constituían el decil superior de la exportación madrileña y concentraban un 33 por ciento de la misma. Dicho resultado (superior a 30) implicaba que Madrid seguía siendo un distrito liderado por unas pocas empresas (aunque su grado de concentración había bajado respecto a 93). El coeficiente de Gini, con un valor de 0,5, corrobora que Madrid continuaba hacia 988 como distrito de tipo nodal. Pero el valor refleja una disminución de la concentración respecto a los años treinta. Las cifras de Barcelona para 990 merecen más confianza puesto que provienen de un censo detallado que, además de exportaciones, incluye datos de ocupación y facturación. La

16 muestra llega a las 59 empresas (y en marcas es superior, pero hemos agrupado todas aquéllas pertenecientes a un mismo grupo). Barcelona volvía a aparecer como un distrito nodal muy jerarquizado, con un grado de concentración de las exportaciones muy ligeramente superior al de 93. El 0 por ciento de empresas más exportadoras aportaba el 60 por ciento de la exportación del distrito. El coeficiente de Gini llegaba a 0,76. Volviendo a considerar como empresas líderes al decil exportador superior, en la Barcelona de 990, las firmas hub del distrito serían los grupos Océano, Planeta, Bertelsmann, Grijalbo y Salvat, además, del editor de obras de arte y fotografía, Polígrafa. Los cuatro primeros grupos tenían plantillas superiores a las 50 personas y facturaciones por encima de los millones de pesetas anuales. Salvat, en manos de Hachette desde 988, ocupaba casi a 00 personas y facturaba más de millones de pesetas. La única empresa realmente pequeña entre los seis líderes de la exportación barcelonesa de 990 era Polígrafa. Nacida en 96, se había dedicado al libro de arte y fotografía. Ocupaba sólo 5 personas y facturaba.50 millones de pesetas en 990. Polígrafa es la excepción. Océano, Planeta, Bertelsmann, Grijalbo/Mondadori y Salvat/Hachette son la regla. La industria estaba en manos de estos gigantes de la edición, los dos primeros bajo control del capital local, los otros tres ya en manos de grupos de otras naciones europeas. Como ya hemos apuntado, a finales del siglo XX y principios del XXI, la concentración siguió aumentando en Barcelona, con un protagonista cada vez más destacado: el grupo Planeta. Además, a principios del último decenio del Novecientos la familia Lara absorbió una de las dos empresas líderes del distrito madrileño: Espasa-Calpe. Dicha firma, la única que encontramos como líder en los dos momentos estudiados, pasó a la órbita del coloso barcelonés. Creemos, sin embargo, que el cuadro 5 confirma el símil del bosque de Marshall. Durante ambos momentos el ecosistema ya había generado árboles grandes. En la terminología de Markusen, los distritos estuvieron siempre dominados por empresas hub-and-spoke. Chandler nos explica por qué: las firmas de tamaño mediano-grande acaban desarrollando capacidades de gestión o distribución y marketing, actividades donde existen importantes economías internas. Según nuestros datos esto es cierto tanto para Barcelona como Madrid, a principios del siglo XX y a finales del mismo. La sombra de algunos colosos vegetales se imponía ante multitud de pequeños arbolitos que pugnaban por crecer. Ambos distritos eran de tipo nodal y no neo-marshalliano.

17 Pero los árboles grandes de 93 y 990 no eran los mismos en Barcelona y Madrid, a excepción de uno: Espasa-Calpe. La gran mayoría de los árboles más recios murieron y fueron reemplazados por nuevos vástagos que, a su vez, llegarían a ser robustos. Los dos bosques, los dos distritos, siguieron creciendo a lo largo del siglo XX. Fueron, en definitiva, fertilizados por la circulación de personas e ideas y la disponibilidad de proveedores y fuerza de trabajo especializados. La tríada de ventajas marshallianas. CONCLUSIONES La industria de edición de libros en España ocupó un lugar destacado a nivel internacional durante todo el siglo XX. Pese a las turbulencias de la centuria, se mantuvo siempre entre las doce principales industrias editoriales del globo. Además, la tendencia fue a progresar a lo largo del ciclo vital de la industria, alcanzando su mejor posición relativa hacia 999, cuando la edición de libros española pudo ser la quinta del mundo en número de títulos. Dicha industria con intensa ventaja competitiva ibérica, se mantuvo altamente concentrada en dos distritos o clusters: Barcelona y Madrid. La concentración geográfica de la industria permitió, como había apuntado Marshall, que ésta beneficiara de su tríada de externalidades: circulación de personas e ideas; fuerza de trabajo cualificada; y proveedores especializados. Pero dichos clusters no fueron distritos dominados por la pequeña empresa como postula el paradigma neo-marshalliano, ni los períodos de máximo crecimiento coincidieron con las fases de robustecimiento de las instituciones locales. Ambos distritos tendieron a estar dominados por empresas de tamaño mediano-grande, que aportaron capacidades jerárquicas en términos de gestión, innovación y distribución y marketing. Nuestro trabajo vuelve para el caso de las industrias editoriales de Barcelona y Madrid a confirmar también las tesis de Chandler, Porter o Markusen. No hubo, sin embargo, estabilidad en la jerarquía y los liderazgos fueron cambiando en el transcurso del siglo XX. El caso analizado confirma también el símil del bosque utilizado por Marshall, como ecosistema empresarial, donde, a largo plazo, los árboles grandes son substituidos por vástagos más jóvenes.

18 Los líderes del distrito apostaron fuertemente por América Latina. Fue el caso de Sopena, Vecchi y Maucci en la Barcelona de principios del siglo XX o de Espasa-Calpe y CIAP en Madrid. También ha sido el caso de las empresas hub de finales de la centuria, como los grupos Planeta y Océano en el distrito catalán o Santillana, en el castellano. América Latina fue siempre un arma de doble filo, debido a la fragilidad de los derechos de propiedad y las pronunciadas crisis de la región. Hemos visto cómo la industria estuvo sometida a dramáticas perturbaciones durante la Guerra de Cuba, la Gran Guerra, la Gran Depresión o la década perdida de los años ochenta. América Latina favoreció el surgimiento de gigantes de la edición como los anteriormente mencionados, pero también contribuyó al hundimiento de algunos de los colosos de la edición ibérica. Fue el caso de la propia CIAP en Madrid y de Bruguera, Ariel-Seix Barral o Salvat en Barcelona. Estas firmas fueron asimismo líderes en la edición barcelonesa en algunos tramos del siglo XX y tampoco pudieron resistir como firmas independientes. Pero, en conjunto, la fuerte presencia en América Latina ha permitido un periódico rejuvenecimiento en el ciclo de vida de los distritos estudiados. Pasó durante la edad de oro, cuando el boom de la novela latinoamericana ayudó a la industria a escalar posiciones en el ranking mundial de la mano de líderes como Seix Barral, Bruguera o Alfaguara. Y volvió a pasar al término del siglo XX en que los grupos Planeta, Océano o Santillana/PRISA arraigaron fuertemente al otro lado del Atlántico.

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