Conclusiones. carácter meramente discursivo y con frecuencia retórico de la palabra «mito». Como

Transcripción

1 Conclusiones Hemos visto que buscar el sustrato mítico en un texto literario implica dejar atrás el carácter meramente discursivo y con frecuencia retórico de la palabra «mito». Como sistema epistemológico independiente y complejo, el pensamiento mítico opera bajo un movimiento centrífugo: lo que se origina como un hecho estrictamente de la conciencia de la conciencia fabuladora e infantil, se diría desde un encuadre racionalista termina por esparcirse a otros aspectos que, en principio, nada tiene que ver con el mito. Así pues, además de una forma discursiva, de una forma de interpretación, el mito es sobre todo una forma de vivir, de relacionarse con los demás y con los elementos del entorno. A lo largo de las páginas anteriores he intentado partir siempre de esa concepción particular de mito. Desde un principio, y a raíz de tal noción, hubo la necesidad de ir más allá del ejercicio comparatista, tan recurrente en la crítica rulfiana, y abocarnos en el sistema epistemológico inmanente a lo mítico (que comenzamos a describir desde la Introducción y terminamos de perfilar en uno de los segmentos del primer capítulo). En primera instancia, resultó imposible no observar que las coordenadas por antonomasia de toda realidad tiempo y espacio reclamaban un análisis que, además de hacer a un lado los parámetros racionalistas, trascendiera la mera disección narratológica (contenido del segundo capítulo); quizás uno de los resultados más importantes de esta forma de proceder es que se tendió un puente entre la disposición formal de la información de algunos relatos y la manera en que el pensamiento mítico organiza la realidad tanto espacial como temporalmente. 139

2 Una vez visto el orden del universo concebido por la mayoría de los personajes rulfianos, el comportamiento de éstos tuvo mayor sentido, según vimos en el tercer capítulo. Aquellas conductas que, desde una postura etnocéntrica, renuente a la posibilidad de ponerse en perspectiva, de moverse del centro, se concebían como absurdos, comenzaron a perder su carácter caótico y adquirieron sentido en la medida en que ocuparon dentro de un sistema que los reclamaba como legítimos: el mítico. Por razones metodológicas, fue necesario elegir aquellos aspectos que resultaban más reincidentes a lo largo de la colección de cuentos. Esto significa que las cualidades míticas de El Llano en llamas no se agotan en la espaciotemporalidad, en la relación hombre-naturaleza y en la violencia. Queda por ver, por ejemplo, qué implicaciones epistemológicas resultan del ejercicio de la oralidad en relación con el pensamiento mítico. Desde hace ya mucho tiempo, parte de la crítica ha señalado el carácter oral de las narraciones rulfianas; con todo, la mayor parte de las reflexiones hechas por este sector han sido solamente de índole estilísticas. Se ha estudiado el proceso y los principales rasgos característicos de la estilización de la oralidad en los narradores de El Llano en llamas. No obstante, haría falta integrar esos análisis a aspectos que incumban a la forma de pensamiento del personaje y relacionarlo con el tipo de pensar de los personajes que ejercen la escritura. En resumen, se ha estudiado poco la relación de la pareja oralidad/escritura a la luz de la dicotomía mito/razón. Si bien se revela como una tarea ambiciosa y compleja, la asimilación de estudios tanto estilísticos (el uso casi ritual de la repetición, por poner un ejemplo) como historicistas, así como aquellos que se acercan al pensar religioso e incluso ecológico, al marco del pensamiento mítico, conformaría una cosmovisión, aunque fragmentada, más acorde y coherente que cuando se intenta interpretar la cuentística rulfiana a partir de parámetros ajenos a su universo. 140

3 Sin embargo, así como fue necesario dejar de lado elementos de menor reincidencia pero que convergían con la postura de la presente investigación, durante el análisis de los relatos resultó imposible no traer a la superficie aspectos que reclamaban su espacio; es el caso de la historia. Tradicionalmente se ha hecho del mito y la historia una oposición binaria irreconciliable, como si, por definición, fueran dos nociones excluyentes. Y esto ocurre no sólo en términos teóricos; la misma crítica rulfiana de corte historicista al menos una parte de ella ha visto con reticencias los acercamientos míticos porque se intuye que ambos modos, mito e historia, no caben en el mismo procedimiento exegético. A propósito de una lectura de El Llano en llamas, Yvette Jiménez de Báez busca penetrar en la concepción de historia que poseen los personajes de Rulfo, entendida, interpretada y asimilada desde una óptica míticosimbólica. La presencia del mito no se traduce en ausencia de la historia sino su transformación. En Luvina vimos que el descuido de la historia convierte el pueblo de San Juan Luvina en un espacio mítico, con tiempo y mecanismos propios, ajenos a los de otros espacios por donde la historia sí transcurre e influye. Lo mismo ocurre en El hombre ; la indiferencia de la historia (simbolizada en la negligencia de la justicia institucional) implica una tradicionalización de las formas de administrar la justicia y, a nivel estructural, la desarticulación de la linealidad. Estas transformaciones de la historia de El Llano en llamas, de entrada, permiten pensar en ésta, ya no como los acontecimientos específicos de determinados movimientos sociales de México (La Revolución mexicana, la Guerra cristera, la Reforma agraria, etcétera), sino como un elemento particularizante del pensamiento mítico, específicamente de la temporalidad del mito. 141

4 Finalmente, pasar la realidad del universo cuentístico rulfiano por el tamiz del pensamiento mítico permite el hallazgo de ciertos espacios muy escasos, cabe aclarar, para la esperanza. Gran parte de la crítica ha sido unánime en cuanto que el fatalismo es, si no el central, uno de los elementos principales que condicionan la vida de los campesinos de Rulfo. A partir de esta concepción, resulta fácil y en ocasiones simplista elucidar tanto derrame de sangre, tanta pobreza, tanto fracaso, ya sea individual, ya sea colectivo. Constreñida de esta manera la libertad espiritual de los personajes, es previsible el juicio que se suele hacer de los cuentos que nos ocupa: a saber, que es un mundo pesimista. Sin embargo, cuando observamos El Llano en llamas a través del pensamiento mítico, tal pesimismo deja hendiduras por las cuales la esperanza se asoma. La temporalidad mítica de los cuentos analizados, en vez de representar una noción de antiprogresionismo, revela la capacidad del hombre para ver en el final y todas sus formas la soledad, la muerte, el fracaso un nuevo comienzo. Desde una postura así, la circularidad deviene alternativa para alcanzar la tan buscada redención. Además, la capacidad mítica de la conciencia para transformar los espacios permite a los personajes adaptarse a la realidad que les ha tocado. Por otro lado, la relación íntima entre hombre y naturaleza le otorga a aquél el cobijo que en otras geografías otorgarían las instituciones. Así, detrás de los torrenciales bíblicos, de las sequías, de los ríos devoradores, se esconde una entidad que, a veces en la forma simple del polvo, de la brisa, traza un camino menos espinoso a unos campesinos que saben reconocerlo. Por último, el acto violento queda entendido como una práctica hermanada al buen funcionamiento de una comunidad y a un proceso terapéutico y creador que echa por tierra algunas consideraciones sobre los personajes rulfianos, como aquellas 142

5 que dictan que, por naturaleza o por circunstancias históricas, el campesino de El Llano en llamas es proclive a la destrucción propia y a la de los demás. De esta manera, desde la perspectiva del pensamiento mítico, no sólo accedemos, aunque sea parcialmente, a los mecanismos que hacen funcionar una realidad que, en primera instancia, parece operar bajo los lineamientos del mero instinto. Además de esta penetración, por sí misma importante y significativa, el encuadre del mito permite vislumbrar un poco de esperanza en un mundo, como el de El Llano en llamas, que ha sido golpeado por la faceta hostil de la naturaleza, por la carrera desbocada de la Historia, y en general por el hombre, incapaz de tener una apertura mental razonable para aceptar que la conformación del ser es heterogénea, multiforme, contradictoria. 143