DANTE ALIGHIERI Y SU TIEMPO*

Transcripción

1 LITERATURA

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3 DANTE ALIGHIERI Y SU TIEMPO* por Antonio GÓMEZ ROBLEDO DANTE EN SU CIUDAD 1. Nacimiento de Dante. 2. Estirpe y familia. 3. Estudios. 4. Beatrice. 5. Matrimonio. 6. Vida pública. 1. /' fui nato e cresciuto - sovra'l bel fiume d'arno alia gran villa. Con estas palabras, dice Fiero Bargellini, y con otras alusiones dispersas en su vasta obra, se escribió para sí mismo y para la posteridad su propia acta de nacimiento el ciudadano florentino Dante Alighieri. Y bien estuvo, por cierto, que lo hiciera así, porque en aquella época no sólo no había registro civil, sino que podemos dudar aun de que se asentara muy escrupulosamente, para cada uno, la fe de bautismo. En un solo bautisterio, en efecto, en el bel San Giovanni, eran bautizados todos los nacidos en Florencia, y en un solo día, además, el Sábado Santo, a fin de que coincidiera con la inminente resurrección de Cristo el segundo nacimiento del neonato: el nacimiento a la vida sobrenatural. Con esta costumbre, es difícil imaginar que hubiera el número suficiente de escribanos para dejar constancia auténtica, uno por uno, del tropel de infantes que en ese día recibían las aguas lustra- Íes del bautismo. Conferencias sustentadas en El Colegio Nacional en 1970, como parte del curso titulado La vida y la obra de Dante Alighiert.

4 226 MEMORIA DHL COLEGIO NACIONAL Por si alguna duda pudiera quedar de que la "gran ciudad" sobre el Arno fuese otra distinta de Florencia, el mismo Dante ostentó siempre orguuosamente su condición de florentino, aun en los años del destierro, aunque aclarando que lo era sólo por nacimiento y no por costumbres: Vlorent'mus nattone, non moúhus. Por otras cosas también, como por el habla, por la cual lo reconoce, en el infierno, el conde Ugolino della Gherardesca: iorentino mi setnbri veramente quand'io fodo. Por aquel toscano que no era entonces sino un dialecto entre tantos otros, y que, por obra de Dante, se convirtió en la lengua italiana. Gran villa llama Dante a Florencia, pero la verdad es que cuando él nació, y aun durante todo el discurso de su vida, no existían sino muy pocos monumentos de entre todos los que después la hicieron, como dirá Cervantes, rica y famosa. Para no hablar de otros monumentos menores, Dante pudo admirar el Bautisterio, aunque sin sus maravillosas puertas muy posteriores; San Miniato al Monte y el palacio del Capitaño del Popólo, llamado después del Bargello. Santa María Novella y Santa Croce no estaban terminadas aún, aunque ya en servicio. Y del Palacio de la Señoría, el actual Palazzo Vecchio, o de la catedral, Santa María del Fiore, Dante no conoció ni sus cimientos, y sólo con mucha imaginación podrá suponerse que haya podido ver los diseños de Giotto para el Campanile. Después del lugar, es también Dante muy preciso sobre la fecha de nacimiento: año y mes, con la sola excepción del día. Con toda precisión, pero, como tenía que ser, en términos poéticos. Nel mezzo del cain' mm di nostra vita nos dice, en el primer verso de la Divina Comedia, que se encontró de pronto, perdida la vía recta, en medio de la selva oscura. Y en el Convivio nos explica que la edad de 35 años es la mitad o el vértice en la vida del hombre; el punto en que termina el ascenso y empieza el descenso hasta el final que, en su promedio (aunque Dante estuvo bien lejos de alcanzarlo) cae hacia los 70 años. "Tanto quanto questa etade ha di salita, tanto dee avere di scesa". Ahora bien, y como el viaje de ultratumba lo ubica la Commedia en el año jubilar de 1300, no tenemos sino que restar a esta cantidad la de 35 para obtener 1265 como el año del nacimiento del poeta. En cuanto al mes, nos dice Dante haber respirado por primera vez el aire toscano cuando el sol, padre de toda vida mortal, entra en la constelación de Géminis, con cuyas glorióse stelle nace aquél y se esconde en esa estación:

5 t)ante ALIGHIERI Y SU TIEMPO 211 Con voi nasceva e s'ascondeva vosco quello ch'e padre d'ogni mortal vita, quand'io senti'di prima l'aere tosco. Como buen medieval habla aquí Dante, para el cual, como para Platón y Aristóteles, "el hombre es engendrado por el hombre y el sol", agente concurrente, con el progenitor específico, de la fecundación universal. Y como el sol entra en la constelación de Géminis entre el 21 de mayo y el 21 de junio, en este preciso espacio temporal hay que situar, por la propia declaración de Dante, la fecha de su nacimiento. En mayo o junio? En mayo, a lo que parece, según el dicho de un tal Ser Piero, de Ravena, quien habría oído decir al poeta, en su última enfermedad, que había cumplido 56 años nel pretérito maggio. Ahora bien, y como, según testificó el mismo Ser Piero, la muerte de Dante ocurrió el 14 de septiembre de 1321, resulta, en conclusión, que su nacimiento tuvo lugar en los últimos días de mayo de Bastaba haberlo dicho así, para empezar, sí estuviéramos escribiendo para lectores apresurados. Pero si Dante, bien consciente del acontecimiento mundial que fue su nacimiento, quiso narrarlo con tantos circunloquios, no es cosa de enmendarle la plana ni de privarnos, además, del gusto de saborear la poesía con que lo dijo. No es el acta de nacimiento de un don Nadie o de un Jon Cualquiera, sino del mayor poeta de Italia y de la cristiandad, y aun posiblemente del mundo. 2, Por el mismo tenor, pausadamente y con él siempre por guía, hablemos ahora de su estirpe. En el infierno, en la conversación que tiene con su maestro Brunetto Latini, muestra Dante ufanarse de descender de la "simiente santa" que en su ciudad natal dejaron los antiguos romanos. Ciudad romana, en efecto, figliola e fattura di Roma, como dice su primer historiador, Giovanni Villani, fue la antigua Fhrentia, a cuya alta alcurnia acrece el haber sido fundada por nadie menos que por Julio César. La ocasión la dio la conjuración de Catilina, cuyas bandas libraron la última batalla en las alturas de Fiésole (Fesulae), la antigua ciudad etrusca. "Destruida Fiésole sigue narrando Villani César descendió con sus huestes a la llanura que está en la ribera del Arno". Allí dio orden de que el castrum romano, centro de operaciones para el asedio y toma de Fiésole, se transformase en ciudad, comenzando por abrir las dos grandes vías, perpendiculares entre sí, que eran los ejes de toda

6 228 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL - -.^ J S - ' ' _ " ' ' ~ ciudad romana: el Cardo tnaximus y el Decuma>2us. Finalmente, y por virtud de la Lex íulia (propuesta igualmente por Julio César en su primer consulado: año 59 a. C), se distribuyó la tierra entre los antiguos legionarios, con el fin de que, después de las empresas bélicas, pudiesen convertirse en agricultores y urbanizadores. Tal fue, pues, el origen de Florencia. Mucho de legendario tiene, sin duda, el abolengo romano que para sí reclama Dante. En la historia familiar, en cambio, bien precisa y averiguada esta vez, entramos con el tatarabuelo de Dante, Cacciaguida degli Elisei, cuya alma encuentra el poeta al llegar, en su excursión paradisíaca, al cielo de Marte. Entre los bienaventurados de este lugar, dispuestos en la forma de una gran Cruz, símbolo de la fe y del martirio, refulgente con todos ellos, está Cacciaguida. En este lugar tiene que estar, en el cielo de Marte y en la Cruz de los Cruzados, el florentino que, incitado por la ardiente predicación de San Bernardo de Claraval, dejó su ciudad y su familia para alistarse en la segunda Cruzada (1148). De ella no volvió jamás, por haber caído gloriosamente en el campo de batalla, disvhuppato dal mondo jallace. Por haber muerto, según se creía entonces, in odmn fidej, podía reclamar la palma del martirio, y el tránsito inmediato, sin ningún purgatorio, al paraíso. E venni dal martirio a quesía pace. Con estas palabras termina Cacciaguida el relato de su hazañosa vida en esta tierra, al dirigirse a su no menos glorioso tataranieto: lo fui la tua radice... fronda mia. Cacciaguida fue, al parecer, el único antepasado de quien Dante pudo gloriarse en la tierra y en el cielo. Y séame permitido pensar, así no lo haya visto en ningún dantólogo, que en esta exaltación de su ilustre trisabuelo hay, aparte de la vanagloria familiar, una verdadera afinidad electiva. Con otras armas, desde luego, pero el hecho es que Dante, no menos que Cacciaguida, fue un tipo supremamente combativo. La explicitación de lo cual vendrá largamente en lo que sigue, y de momento baste tomar nota de que Dante fue siempre un gran batallador por todo aquello que, de acuerdo con su credo ético, religioso y político, había que defender o debelar. Todo él afirmación y energía, su puesto está también en la Cruz, signo de afirmación extrema. Y es también el lugar donde de preferencia esplende Cristo. /;; qttella croce lampeg' giava Cristo: en la 'Cruz beligerante del cielo de Marte. Sin gloriarse precisamente de él, Dante habla también del bisabuelo, Alighiero I, a quien pone, penando aún, entre los soberbios de la

7 DANTE ALIGHIERI Y SU TIEMPO ' 229 primera cornisa del Purgatorio. Buen heredero de este personaje fue su ilustre bisnieto, ya que ni los mayores apologistas de Dante se han atrevido a decir que entre sus muchas virtudes estuviera la de la humildad. Y él mismo parece reconocer, en aquel pasaje del Purgatorio, que, la soberbia la tiene en su pedigree. Del abuelo no habla Dante en parte alguna, pero tampoco, por extraño que parezca, de su propio padre, Alighiero di Bellíncxone. Abundan, por supuesto, las conjeturas ideadas por los dantólogos para explicar tan extraordinario silencio. Hay quienes dicen que es por haber sido aquel hombre un usurero; pero Bargellini, el último gran biógrafo de Dante, no tiene por probado tal cargo, y por su parte cree que el silencio del poeta se debe simplemente al hecho de haber sido el autor de sus días una completa nulidad o poco menos. Su nombre no aparece en el registro de ninguna de las Artes, ni de las mayores ni de las menores, donde por fuerza debía inscribirse todo aquel que quisiera ser un Alguien en la República florentina. "Mediocre en todo termina diciendo Bargellini ; sin ambiciones políticas, sin aspiraciones intelectuales". De haber hablado de él su hijo, habría tenido que ponerlo en el Antinfierno de los mediocres, entre aquellos "desdichados que jamás fueron vivos", por haber vivido "sin alabanza ni vituperio", y de los cuales se retraen, con igual horror, no sólo el Cielo, pero aun el propio Infierno, que no carece, por cierto, de una siniestra dignidad. Callar el nombre de su progenitor, por tanto, era lo mejor que podía inspirarle a Dante la piedad filial. Con la madre, una tal Bella (probablemente diminutivo de Gabriella), de patronímico hasta hoy desconocido, pasa prácticamente otro tanto. Por boca de Virgilio se nos dice haber sido ella "bendita", pero sólo por el hecho de haber estado encinta de Dante: Benedetta colei che in te s'itjcinse! Palabras, a no dudarlo, que son un elogio del hijo antes que de la madre, y un elogio, además enormemente desmesurado, por ser esencialmente las mismas que profiere la buena mujer del Evangelio al aclamar a Cristo en la persona de la Virgen que lo llevó en su vientre: Beatus venter qui te portavit! Dante lo sabía de sobra, por supuesto, y no obstante, se apropia él, tan cristiano, una salutación del todo intransferible. Tan pagado estaba de sí mismo como para haber podido estampar tranquilamente esta profanación imperdonable. Bella=:María, como Dante=Cristo; así ni más ni menos. Durante se llamó en el bautismo el hijo de Alighiero y de Bella, y luego Dante, siguiendo la costumbre florentina de abreviar-los nom-

8 230 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL bres personales. Durante o Dante: "el que dura" o "el que da", nombres igualmente expresivos ya de su eterna fama, ya de su perenne capacidad creadora. El patronímico, por último: Alighiero hasta él, AÜghieri de él en adelante, lo tiene Giovanni Papini por derivado del latín aliger. Alígeros son todos los poetas, pero ninguno tanto como el que supo consumar el vuelo incomparable de la Selva Oscura a la Cándida Rosa. Lo último que hay que consignar sobre la primera vida familiar de Dante y sus progenitores, es el haber quedado él huérfano de ambos en edad muy temprana. Cinco, seis años a lo más tendría cuando murió su madre; y en cuanto al padre, habiendo contraído segundas nupcias, falleció a su vez en Doce años contaba Dante cuando se quedó a vivir solo con su madrastra, más solo aún por esta compañía. No hay que decir más para explicarnos lo hosco y rispido de su carácter. Huérfanos somos todos algún día, sobre todo si llegamos a viejos, pero una cosa es el huérfano normal, como si dijéramos, y otra el huérfano primerizo o constitucional. No todos los biógrafos de Dante, pero sí algunos, han reparado suficientemente en esta circunstancia. No por otra cosa que por su infancia desolada, por su sentimiento con. génito de orfandad, Dante llama padre en la Comedia y se hace llamar por ellos figliolo a todos los personajes que son, de uno u otro modo, objeto de su amor: el tatarabuelo Cacciaguida, desde luego (Voi siete il padre mió!), pero también Brunetto Latini, Estacio, San Pedro, Adán (!), y sobre todo su adorado Virgilio, quien se dirige a él como al dolce figlio. Qué más aún? La misma Beatrice suple la función de la madre; y sólo así se explica que el poeta, al encontrarla en el paraíso, corra hacia ella como el chiquillo a su mamá, según el verso encantador; col quale il fantolin corre alia mamma. Afanosamente buscó Dante, a lo largo de toda su vida, la sustitución de la paternidad. Afanosamente pero en vano, porque es el vacío irremplazable. El hogar que fundó después pudo compensarle en algo esta carencia, pero el hecho fundamental es que Dante por su orfandad, por su genio, por su carácter, y luego por su destierro fue, en lo más profundo de su ser, un hombre solo. 3. De los estudios de Dante no hay, por supuesto, constancia documental alguna; pero ni su carrera ni su obra serían en absoluto explicables si no hubiera pasado, como miembro que era de una familia linajuda y medianamente acomodada, por los cursos cuyo conjunto cons-

9 DANTE ALIGHIERI Y SU TIEMPO 231 tituye la imagen que hoy tenemos de la educación medieval. Eran, como se sabe, las siete Artes liberales, distribuidas en el Trivio y el Cuadrivio. En el primer grupo, el de las humanidades, como diríamos hoy, estaban la gramática, o sea el aprendizaje del latín, la retórica y la dialéctica, es decir la filosofía. En el segundo grupo, el de las disciplinas científicas, las siguientes: aritmética, geometría, astronomía y teoría de la música. De la Rep/íhlka de Platón venía el Cuadrivio, y hasta hoy (salvo el lamentable intermedio del positivismo, que proscribió la filosofía) se conserva la directriz fundamental de proporcionar al alumno la educación fundamental en ambos campos del saber, en las ciencias y en las humanidades. Todos aquellos cursos los habrá llevado Dante con cualquier eioctor puerorum de su parroquia. Pero lo importante en él no son los estudios de rutina con sus compañeros de generación, sino los estudios superiores, los que le permitieron adquirir la alta cultura literaria, filosófica y teológica de que da testimonio su obra, el Convivio y la Comedia sobre todo. Cómo o dónde pudo conquistarla.^ Como maestros suyos, Dante no menciona sino dos, el primero por su obra, el segundo sobre todo por su trato personal: Virgilio y Brunetto Latini. Lo que a Virgilio debe Dante lo sabemos todos, y sería impertinente el declararlo aquí por extenso. Bastará con citar el reconocimiento formal del poeta, en el canto primero de la Divina Comedia, hacia su maestro por antonomasia y su autor predilecto, del cual tomó aquél el bello estilo (de nuevo la nota de autocomplacencia) que le ha dado fama: Tu se' lo mió maestro e V mjo autore; tu se' solo colui da cui io tolsi lo helio stile che m' ha fatto onore. En cuanto a Brunetto Latini ( ), trátase de una figura de destacada importancia, en su época por lo menos. Humanista y político, Ser Brunetto pasó algunos años en Francia, desterrado de Florencia en una de tantas vicisitudes de su turbulenta política. Los ocios del exilio los empleó en escribir dos obras: el Trésor en francés como resulta del título y el Tesoretto en vernáculo toscano. El Trésor es una especie de digesto o enciclopedia distribuida en tres libros, de los cuales el primero trata de la creación del mundo, de Dios, de los ángeles, del hombre y su historia; el segundo de moral y el tercero de retórica. Una

10 232 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL _t '^ * Summa más, por tanto, o cosa así del género a que tan aficionados eran los medievales. El Tesoretto, por su parte, es un breve poema alegórico-didáctico que resume una parte de la doctrina tratada en el Trésor. Pero más que por estas dos obras. Ser Brunetto ha pasado a la historia cultural italiana por el gran ascendiente que, al regresar a su ciudad, tuvo en la vida intelectual florentina. Que haya tenido o no escuela de retórica, según lo afirman algunos, es algo que no tiene la menor importancia. Lo decisivo es el hecho de que fue animador y guía de la juventud florentina, del joven Alighieri entre tantos otros. A este Ser Brunetto, pues, su egregio discípulo (que jamás fue hombre de transacciones) tiene que colocarlo en el infierno y entre los sodomitas, por haberse propasado a tales extremos, al parecer, el venerable maestro en su amor por la juventud. Es, por lo menos, la interpretación más probable del canto XV del Infierno. Pero una vez satisfecha ^u obligación con la justicia, el poeta rinde al humanista el mayor homenaje posible. De padre no lo baja: la cara e buona imagine paterna di voi; y en seguida, resumiendo en un maravilloso verso lo más profundo del magisterio de Ser Brunetto, añade: M'insegnavaíe come /' uom s' eterna. Qué es esto de que "me enseñasteis cómo se eterniza el hombre"? La exegética dantesca, prácticamente en su totalidad, se ha ido por la fácil y trivial explicación de que lo que Dante aprendió de su maestro fue la ambición de la gloria literaria, por la cual puede el hombre eternizarse o inmortalizarse. Pero aparte de que Dante no necesitaba que nadie le enseñara esta ambición, innata en él, no se ve tampoco por qué tenía que elegir a Ser Brunetto como representante de una pasión que era común entre los literatos de su tiempo y que lo ha sido en los de todos los tiempos. A niveles de mayor profundidad espiritual tiene que descender aquí la exegética, como lo ha hecho Werner Jaeger, el primero que, a mi ver, ha dado en el clavo. Cotejando cuidadosamente los textos respectivos, Jaeger llegar a la conclusión de que el eternarsi dantesco no es otra cosa que el inmortalizarse («Oava':í.i;etv) aristotélico, y que el texto en que Dante se inspira es aquel pasaje de la Etica Nicomaquea (que Dante se sabía de memoria) donde el filósofo nos exhorta al ejercicio de la sabiduría en los términos siguientes: "Ni hay que dar oídos a quienes, con pretexto de que somos hombres y mortales, nos aconsejan que pongamos el pensamiento en las ce sas humanas y mortales, sino que, en cuanto nos sea posible, hemos de inmortalizarnos y hacer todo lo que en nosotros esté para vivir según lo mejor que hay en nosotros y que, por pequeño que sea el espacio que

11 DANTE ALIGHIERI Y SU TIEMPO 233., ^ I r ocupe, sobrepasa con mucho a todo el resto en poder y dignidad" (EN, X, 1177b). El propio texto de la Comedia, en fin, el homenaje del poeta a su maestro, se ilumina con lo que el mismo Dante dice en el Convivio, cuando de nuevo glosa el pasaje aristotélico con estas palabras: E p^ró dice Arjstotile che l'uomo si dee traeré a le divine cose quanto puo. De modo, pues, que lo que Ser Brunetto enseñó a Dante, mejor dicho que encendió en él, fue el amor de la sabiduría (con la cual y por la cual vivimos desde esta vida según lo eterno que hay en nosotros), suscitándole la vocación a los estudios filosóficos y teológicos. El apremio de estos "estudios severos", como dice Bargellini, fue mayor aún, hasta hacerse impostergable, a la muerte de Beatrice. El poeta,, por una parte, buscaba un lenitivo a su dolor en la contemplación de lo eterno y lo absoluto y, por la otra, tenía qué cumplir el compromiso, enunciado al final de la Vita Nuova, de decir de su amada "lo que jamás fue dicho de otra mujer alguna". Para todas las metamorfosis alegóricas porque debía pasar Beatrice, hasta hacer de ella, en su último extremo, la ostiaria de la visión beatífica, necesitaba Dante asimilarse el riquísimo legado filosófico, teológico, místico, de que podía disponerse en el siglo XIII, apogeo y esplendor de la Edad Media. Al amor de Beatrice subsigue así el amor de la sabiduría. "Digo y afirmo leemos en el Convivio que la mujer de quien me enamoré después de mi primer amor, fue la bellísima y honestísima hija del Emperador del universo, la que Pitágoras llamó Filosofía". Dos libros singularmente, célebres hasta ahora y que debió leer recién muerta Beatrice parecen haber reafirmado en él la vocación filosófica: el De consolatione philosophiae de Boecio, escrito en la prisión mientras el filósofo esperaba la muerte, y el De amkitia de Cicerón, particularmente la exposición de Lelio sobre el modo como pudo vencer el dolor por la muerte de Escipión. Tres años parece haber empleado Dante, según su propia declaración, en sus estudios filosóficos y teológicos. Con tanto afán los tomó que, a fuerza de leer, la vista se le debilitó al punto de ver las estrellas sombreadas de un claror blanquecino: che le stelle mi pareano tutte d'alcuno alhore ombrate. Por la intercesión de Santa Lucía, a quien se invocaba en las enfermedades de los ojos, creyó el poeta haber recobrado /'/ primo huono stato de la vista, y por esto sin duda da a la mártir sira- <ni5ana un lugar tan alto en el Paraíso, entre la Virgen y Beatrice. En tres lugares, de los más encantadores de Florencia de los máí queridos por todo aquel que haya pasado por la ciudad incomparable

12 234 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL hizo Dante, según la tradición, sus estudios superiores: con los dominicos de Santa María Novella, con los franciscanos de Santa Croce y con los agustinos de Santo Spirito. Las tres ilustres órdenes estaban entonces en toda su pujanza (por Santa María Novella acababa de pasar Santo Tomás de Aquino), y cada una encarnaba actitudes originales en la filosofía, la teología y la espiritualidad. De estos tres Estudios Generales, como entonces se llamaban, de los grandes doctores que en cada uno de ellos imperaban tomó Dante lo mejor para su formación. De Santo Tomás y San Buenaventura especialmente, como se ve por toda su obra: del primero la estructura doctrinal; del segundo el hálito místico de la espiritualidad franciscana. Con mayor libertad de la que era permitida a los clérigos, adscritos por lo común a la escuela de su orden, pudo él, como laico, libar su miel donde mejor le parecía, y apropiarse lo mejor de cada escuela, sin exclusivismos ni intransigencias. Dos maestros sobre todo parecen haber influido singularmente en la formación filosófica de Dante: Remigio Girolami y Pier Giovanní Olivi. El primero, Fra Remigio, prior y lector de teología en Santa María Novella donde había estado Tomás de Aquino cuando Dante tenía siete años (1272), pasaba con razón por haber sido, en Toscana, el más ilustre discípulo del santo doctor. De buena fuente, por tanto, casi en su primer manantial, aprendió Dante la filosofía tomista, escuchando el comentario que de ambas Sumas hacía Fra Remigio. Pier Giovanni Olivi, por el contrario, franciscano de Santa Croce, pertenecía al movimiento de los Spirhuali que venían de Gioacchino da Fiore, y representaba, por tanto, la antítesis del tomismo. Era la idea apocalíptica del Tercer Reino, el del Espíritu Santo, y juntamente con esto, el anatema contra el poder temporal de la Iglesia, cuyo retorno a la primitiva pobreza evangélica propugnaban los Fraticelli. Dante por su parte, discípulo de ambos maestros, es al mismo tiempo, como dice Papini, tomista y joaquinita: lo primero en la articulación filosófica del dogma, y lo segundo en el hálito apocalíptico que corre por la Comedia y en su oposición incansable a la Iglesia como reino mundano. En la filosofía encontró Dante lo que buscaba y más de lo que bus' caba. Fue la dontia genttle del Convivio, la cual, si no remplazó precisamente el amor por Beatrice, lo transfiguró en la serenidad de la creación poética. Su estudio, como dice el poeta, expulsatia y destruía todo

13 DANTE ALIGHIERI Y SU TIEMPO 235 otro pensamiento: Cominciai tanto a sentiré della sua dolcezza, che il suo amore cacciava e distruggeva ogni altro penstero. Y lo más importante de todo, para nosotros, está en el hecho de que fue la filosofía (potenciada además en teología) la que elevó la poesía dantesca a la altura soberana en que se cierne. Sin ella no habría Dante ultrapasado nunca el estadio primero de la Vit^ Nuova. Habría continuado, con los poetas del dolce stil nuovo, a cincelar rimas de amor, de un amor tan convencional como lo era el amor gentile de los estilnovistas. Habría sido, sin duda, un artista perfecto, como lo fueron después Petrarca o Ariosto, pero no habría sido el cantor de la humanidad. Para ello había menester de algo más que de la técnica: del pectus que insufla en el poeta nativo la apertura a la trascendencia, la comunión con lo eterno y lo absoluto. A propósito de los estudios de Dante había que alterar más o menos, con lo que queda dicho, la secuencia cronológica de su vida. Y ahora retrocedamos al adolescente florentino para acompañarle en sus vivencias y vicisitudes más estrictamente humanas y personales. 4. La primera vivencia y la absolutamente dominante es, naturalmente, la pasión por Beatrice. Al contrario de la donna gentile (que no parece haber sido sino una personificación de la filosofía), Beatrice es una figura tan real como Dulcinea, y toda la dificultad, hasta hoy, está en saber lo que sus enamorados sintieron precisamente antes de transfigurarlas por una y otra: don Quijote por Aldonza Lorenzo, y Dante Alighieri por la hija de Polco Portinari. Para explicarnos lo que ocurrió después, hay que tomar nota de que este personaje era un rico banquero y benefactor de su ciudad. Florencia le estaba tan agradecida por la fundación que hizo del Hospital de Santa María Nuova, que a su muerte le decretó las solemnes exequias reservadas a los más altos magistrados, como al Capitano del Popólo. Y que su hija Beatrice haya sido efectivamente la Beatrice de Dante, es algo que hoy parece estar fuera de toda discusión, corroborado como está por testimonios antiquísimos y de los más fehacientes. Bastará citar el de Giovanni Boccaccio ( ), quien fue el primer biógrafo de Dante, y sobre todo el del juez Pietro Alighieri, hijo del poeta, y que estableció la susodicha identidad en su comentario a la obra paterna. Según el relato de Boccaccio, Dante habría encontrado por primera vez a Beatrice un primero de mayo en casa de Polco Portinari, con

14 236 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL ocasión de la fiesta tradicional del Calendimaggio, que cada año tenía lugar en Florencia y en ese día, en todo el esplendor de la primavera. Dante mismo, por su parte, no hace mención del lugar, pero da a entender que debió de ser en una fiesta, por el atavío de Beatrice: "Apa* recio (la gloriosa señora de mis pensamientos) vestida de nobilísimo color, humilde y honesto, purpúreo (sanguigno) ceñida y adornada del modo que a su tierna edad convenía". La edad, en efecto, sí la indica el poeta: la de nueve años, casi por completo corridos, para él, y la de nueve años también, pero en el principio, para ella. Y desde aquí empieza, desde este mágico número de 9, el inextricable ligamen de poesía y verdad; porque lo que a Dante le interesa subrayar no es el que Beatrice haya sido su coetánea, o poco menos, sino el que todas las reíaciones entre ambos (lo veremos en seguida) hayan sido presididas por el número "perfecto", por ser su raíz el 3, número de la Trinidad augusta. Como quiera que sea, Beatrice es, para su enamorado, la domia del nove. Qué vamos a hacerle! Dante cree en los números y en los horóscopos, como perfecto medieval. Será por siempre imposible discriminar exactamente entre la realidad escueta y la idealización a poster'iori, a propósito del sentimiento nacido en el alma de Dante desde su primer encuentro con Beatrice. Pero si no tenemos pruebas en contrarío, no le enmendemos la plana, y aceptémoslo, pues nada tiene de inverosímil, como lo cuenta él mismo: como el perfecto coup de foudre. "Desde entonces digo que el Amor se enseñoreó de mi alma"; y la aparición de Beatrice es para él la aparición de la felicidad: Apparuh iam beatitud o vestra. De los ojos de ella quedaron para siempre heridos los ojos de él, según el potente verso del Paraíso: Quando con // occhi li occhi mi percosse. A los nueve años del primer encuentro naturalmente registra Dante el segundo, cuando Ja mirahile donna, le apareció, vestida esta vez de "color blanquísimo", mientras pasaba con dos amigos suyos por una calle de Florencia. Era, además, la hora de nona, es decir las tres de la tarde. "Me saludó muy recatadamente, de modo que me pareció ver allí todos los términos de la bienaventuranza". Algunas palabras, además, parece haberle dirigido; oyendo las cuales, y "embriagado de tanta dulcedumbre", corrió el enamorado a la soledad de su aposento,' a ensimismarse en la visión radiosa, y acaso también por qué no? a trasladarla a la poesía. Cuándo exactamente lo compuso, no lo sabemos,' pero la trasmutación poética dé'aquel u otros fugitivos saludos de Beatrice, está en el portentoso soneto de la Vita Nttova:

15 DANTE ALTGHIERI Y SU TIEMPO 237 Tanto geníile e tanto onesta pare ;..-.. ^ la donna tnia quand' ella altrui saluta, ch' ogni lingua diven tremando muta, e U occhi no l'ardiscon di guardara. Hila Sí va, sentendosi laudare, benignamente d'umilta vestutá; e par che s/a una cosa venuta da cielo in térra a miracol mostrare., Aíostrasi si piacente a cjñ la mira, che da per li occhi una dolcezza al core, che 'nten-der no la puó chi no la prova; e par che de la sua labbia si mova un spirito soave pien d'amare che va dicendo a l'anima: Sospira. "Treinta y cinco años hace dice Dámaso Alonso en una de sus más bellas páginas que este soneto de Dante es un compañero de mi vida. Un ángel bueno para refrescarme en la hora que nos empujaría a la maldad. Si alguna vez he mirado a lo mejor, a él se lo atribuyo. Si no se ha secado en mi alma la ingenuidad, si algo me queda del cariño, a él creería que se lo debo". Con su robusto realismo, Boccaccio no cree que los encuentros entre Dante y Beatrice hayan tenido que ajustarse inexorablemente ai ritmo novenario. "Muy solícito andaba él dice su biógrafo por dondequiera que pensase que podría verla, como si de su rostro o de sus ojos hubiera de recibir todo su bien y su entera consolación". Es bien creíble, en efecto, y Folco Portinari, hasta donde sabemos, no era precisamente el tipo del Celoso Extremeño como para tener a su hija bajo siete llaves. Todo lo cual, por supuesto, no quiere decir que mozos y mozas anduvieran del brazo y por la calle; y en el caso de Dante, además, podemos estar seguros que su amor por Beatrice, suponiéndolo correspondido, nunca pudo propasarse, como el de don Quijote por Dulcinea, "a más de un honesto mirar", o cuando más, a pocas palabras. Y no porque a Dante le faltaran sangre y bríos (buenas pruebas dio de ello con otras mujeres), sino porque, amén de otras razones como la coetaneidad entre ambos jóvenes, nunca pudo Dante, de excelente familia pero económicamente

16 238 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL venida a menos, ni soñar siquiera con emparentar con el rico banquero Portinari. Con otro banquero, Simone dei Bardi, casó Beatrice, y en 1290 la dulce florentina pasó de esta vida. Dante tenía entonces 25 años. Podrá parecemos cruel el comentario de Indro Montanelli, pero la 'verdad es que el mejor servicio que a Dante pudo hacerle Beatrice fue el de morirse a tiempo. No sólo lo indujo, con el dolor de su ausencia, a los estudios severos, sino que, desde la eternidad, fue para él lo que nunca podría haber sido en el decurso del tiempo, que todo lo estraga y lo consume. Telle qti'en elle-meme en fin l'éternhé la change: nunca fue más verdadero, con la leve variante del género, el extraordinario verso. Para que quedara por siempre tal y como había sido en su hora mejor, y para que pudiera transfigurarse, era necesaria la intervención de la muerte. Muerta tenía que estar la que no sólo había de llevar a su amante al Paraíso, sino comunicarle, por su solo recuerdo, el estado paradisíaco que expresa el estupendo neologismo: Quella che impa' radisa la mía m^nte. En este otro paraíso interior, creado y configurado por la memoria de la amada, brotó el manantial de su poesía. Mucho la lloró, según nos dicen sus biógrafos, y no hay por qué no darles crédito. El mismo Dante, por lo demás, nos ha descrito en la Vita Nuova su pioíuo pot Beatrice. De las Lamentaciones de Jeremías toma el tema central: Quoiiiodo sedet sola civitas plena populo! Facta est quasi vidua domina gentium. La. desolación de Jerusalén descrita por el profeta la traslada nuestro poeta a Florencia, viuda y desierta aj faltarle la única presencia que a sus ojos podía tornarla deleitosa. La misma vivencia se expresará, andando el tiempo, en el otro incompa* rabie verso de Lamartine: Un seul étfs me manque, et tout est dépeupléí Dante, sin embargo, no fue jamás ningún tipo de lacrimoso estéril, sino el varón completo, la maschia e compiuta figura, como dice Zingarelli. A fuer de tal, venció su pena primero con una pasajera disipación en la sensualidad, y después con la organización permanente de su vida en la fundación de una familia y en la participación en los asuntos de su ciudad. Todo había de volver a sus cauces una vez que Beatrice pasaba a ser definitivamente "ciudadana del empíreo", donde vivía en la paz de los ángeles: Ita n' é Beatrice in I' alto cielo, nel reame ove li angelí hanno pace, 5. De que Dante, por esta época, se abandonó a sus pasiones, pa- ' Ciie que no puede haber ninguna duda razonable. De las tres bestias

17 DANTE ALIGHIERI Y SU TIEMPO 239 que lo asaltan al adentrarse por la Selva Oscura, Dante estuvo solamente incólume del zarpazo de la loba: la avaricia, vicio que jamás hizo presa en él. No así, en cambio, de las otras dos alimañas: el león de la soberbia y la pantera de la lujuria. A una confesión suya equivale el relato de lo que le acontece en el Purgatorio, cuando Virgilio le obfiga a pasar por el fuego en que se purifican los pecadores carnales. De otro modo, según le dice su maestro, no podrá llegar jamás a la presencia de Beatrice: Tra Beatrice e te é questo muro. Por él mismo, o por los reproches que por este tiempo le enderezaron varios amigos suyos: Guido Cavalcanti y Forese Donati principalmente, sabemos hasta los nombres de sus amantes en este su tormentoso traviar mentó: Lisetta, Fioretta, Violetta, Pargoletta. Nombres ficticios pueden ser, dada su perfecta consonancia; pero nombres correspondientes a personas reales, y no trasposiciones alegóricas de entidades abstractas, como lo desearían ciertos pudibundos dantistas. Jamás le habría dirigido Guido Cavalcanti, uno de sus mejores amigos, el famoso soneto en que le echa en cara su vita vile si no hubiera tenido fundamento para tan grave reproche. Dante Alighieri, en suma, conoció muy bien, como dice Papini, los tres amores: el amor divino, el amor ge titile ("poético" podríamos decir) y el amor carnal. En él concurren, como en su más alto vértice, sigue diciendo Papini, los dos grandes temas de la literatura italiana: vagheggiamento della donna, bramosia della femmina. Dante, con todo, no había venido a este mundo para emular a Don Juan como el Burlador de Florencia. Pecados de juventud fueron los suyos, y esta restricción temporal le absuelve de ellos cumplidamente. Pasada la embriaguez del traviamento, Dante toma esposa, y viviendo una vida honesta y esforzada, entra en el servicio activo de la República florentina. En estos términos lo dice, exactamente, su biógrafo Leonardo Bruñir Tolta donna e vivendo civilmente, ed onesta e studiosa vita, fu adoperato nella Repubblica assai. Gemma Donati, la esposa de Dante, pertenecía a una acaudalada familia florentina que precisamente por esa época estaba conquistando gran fuerza política. Luego veremos lo que esto significó para el poeta en la segunda parte de su vida, en los años del destierro, y de cualquier modo parece haber sido una buena elección la de la compañera de su hogar. Si la hizo él mismo, o su padre por él, a lo que se cuenta, no tiene la menor importancia, porque nadie tomaba entonces a mala parte, como despotismo, la intervención paterna. Los matrimonios se hacían entonces, según se decía, desde la cuna: le maritano nella culla, y el matrimonio de Dante parece que estaba apalabrado desde que contaba él

18 24o MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL dos años de edad. Mariage de raison, sin duda, pero todos eran maso ajenos asi. Más en concreto, no sabemos prácticamente nada sobre la vida conyugal de Dante; pero justo por el hecho de no saberse nada escandaloso o adverso, puede razonablemente inferirse que todo habrá andado bien ea general. Los hogares felices, como los pueblos de la misma condición, según la consabida frase, no tienen historia. No dan materia para el noticiario o el chismerío. Muy significativa, en el caso concreto de Dante, es la tremenda invectiva contra el matrimonio en que se lanza Boccaccio al historiar el del poeta. Pero si se la lee con atención, se ve inmediatamente que lo que Boccaccio denigra y vitupera es, en general, el matrimonio de los hombres superiores, a cuya obra son óbice, según él, los afanes domésticos y la convivencia obligada y permanente con COSÍ sospettoso anímale como la mujer. Son destemplanzas del misógino que fue siempre Boccaccio, a pesar o tal vez por ello mismo de su vida licenciosa. Pero después de haberse desahogado, muy a su sabor, contra las mujeres, termina diciendo que no lo dice por el Hogar de Dante, porque nada sabe: Certo io non affermo queste cose a Dante esiere avvenute, che non lo so. Si lo hubiera sabido y muy escrupuloso fue en la recolección de datos de su ilustre conterráneo -, a buen seguro que no habría dejado de decirlo. Tampoco ha de tomarse como aplicable a su cónyuge lo que el propio Dante dice, también en general, de las mujeres. Era de buena tradición literaria el hablar de la inconstancia o fragilidad del otro sexo. El verso shakespiriano: Frailty, thy ñame is woman! es una de sus expresiones más célebres, como también el otro de Virgilio: Vayium et mutahüe sémper jemina, Y si su maestro lo había dicho, Dante no podía eximirse de echar en esto su cuarto a espadas. Lo hace en el Purgaiorio por boca de Niño Visconti, el cual, quejándose de las segundas nupcias de su viuda, añade que por ella se comprende bien cómo el fuego amoroso, para durar en la mujer, ha de ser reavivado a menudo por la vista y el tacto: Per lei assai di Heve si comprende quaj7to ín femmina fuoco d'amor dura, se P occhio o Jl tatto spesso nol raccende. Gemma Donati, pues, no la donna angelicata, pero sí la buona casa, linga, dio a Dante tres hijos: Piero, lacopo y Antonia, la cual, al profesar después como clarisa, tomó el nombre de Suor Beatrice. Así lo

19 ÜANTE ALlGMlEtll y SÜ TIEMPÓ 241 dice, todavía hoy, Fiero BargelUni, y a él nos atenemos, bien que haya otros para los cuales aquellos nombres de Antonia y de Beatrice co-. rresponderían en realidad a dos mujeres distintas. Hay aún quienes hablan de otro hijo: Giovanni (nombres de apóstoles para todos los varones), pero nada se sabe de lo que luego hizo o pasó con él. Plenamente históricos, en cambio, son Fiero y lacopo, los admirables hijos que compartieron con su padre, en sus últimos años, las penalidades del destierro, y que, una vez muerto aquél, fueron los primeros en contribuir a su gloria literaria. Ambos comentaron, antes que ningún otro, la Comedia: Fiero en latín, y en vernáculo lacopo, de quien se dice que llegó a recibir las órdenes sagradas. Fiero, por su parte, ejerció en Verona la profesión de abogado, y por los hijos que tuvo se mantuvo por cerca de dos siglos la descendencia directa de Dante, extinta, al parecer, en Y ahora traspasaremos el horizonte familiar para seguir al poeta por el teatro más vasto de su vida ciudadana y su conducta pública. 6. Con su patria cumplió Dante, en primer lugar, sus deberes militares, a todos incumbentes en una época en que no había ejércitos profesionales. Para Florencia por lo menos es válida esta apreciación. Todavía en pleno siglo xvi otro florentino ilustre, Nicolás Maquíavelo, clamaba por la organización de una "milicia propia", en lugar de confiar a tropas mercenarias, como se hacía, la defensa y seguridad de la República. El mayor hecho de armas que, en relación con Dante, merezca recordarse, es la batalla de Campaldino (1289), Übrada entre el ejército de Florencia, ciudad güelfa, y el de Arezzo, ciudad gibelina. Fue un encuentro de lo más reñido y sangriento: en el campo quedaron alrededor de 1,700 aretinos. Las huestes florentinas, victoriosas, estuvieron al mando de dos ilustres capitanes que luego fueron mortales enemigos: Corso Donati y Vieri dei Cerchi. A las órdenes de este último combatió, en la caballería, el recluta Dante Alighieri, quien contaba entonces 24 años- Algo más sabemos sobre su conducta en la batalla. Corrió, a lo que se cuenta, un bruuo rischio. Desarzonado del caballo, hubo de seguir peleando, como infante, en el lugar donde más trabada estaba la acción.^ Y fue en esos momentos cuando, según su propia confesión, tuvo mucho miedo: ebb'í temenzít molta. Así lo declaró en una carta que no ha llegado hasta nosotros, pero que sí conoció uno de sus primeros biógrafos, Leonardo Bruni. Y como observa Bargellini, la carta tuvo que ser auténtica, ya que, en caso contrario, un biógrafo apologista (Bruni)

20 242 MnMOlUA DEL COLEGIO NACIONAt no se habría atrevido a mencionar este particular que, a los ojos de algunos, podría ser en detrimento de su héroe. Pero lo es realmente? Sinceramente creo que no. El miedo es un sentimiento natural en presencia de la muerte, y más en quien no es militar de profesión. Otra cosa sería si Dante, dejándose llevar del miedo, hubiese apelado a la fuga, lo cual no hizo. De haberlo hecho, no habrían dejado de echárselo en cara sus adversarios políticos, aquellos que después lo desterraron, y que con él se encontraban en CampaJdino. Podemos aceptar, por tanto, el dictamen final de Montanelli, nada propenso a callar las debilidades de quien sea, cuando escribe: "En su miedo creemos; en su cobardía no". Y el valor sube de punto, podríamos añadir, cuando es el resultado no de una inconsciencia ante el peligro, sino de la victoria del sentimiento del honor sobre el miedo natural de la muerte. En su honra, por tanto, antes que en su descrédito, redunda la paura di Dante, título que lleva uno de los capítulos de la obra mayor de Bargellini: La splendtda storia di Firenze. Campaldino no es el único episodio militar de Dante. Lo encontramos también lo dice él mismo en el Infierno combatiendo contra los písanos en el asedio de Caprona. Si participó en otros hechos de armas, no lo sabemos. De cualquier modo, Dante no se propuso nunca hacer carrera militar, sino civil y política. Y como las Letras no eran por entonces carrera alguna, Dante tenía por fuerza que pertenecer a alguna de las Artes de la república florentina. Sólo quien estuviese inscrito en alguna de las Altes mayores, podía pensar en tener alguna parte en la cosa pública. Hay que explicarlo en dos palabras, por ser algo muy típico de la Edad Medía y de Florencia. Si el Estado Corporativo de Mussolini no pasó de ser una mera demagogia verbal, un cómodo disfraz de la dictadura, el Estado Corporativo medieval, por el contrario, fue una incontestable y fecunda realidad social, económica y política. En las Corporaciones del Trabajo, en las cuales no existía la triste división capitalista mucho muy posterior entre patrones y obreros, estaba representada la economía, y por su intermedio, como luego veremos, la política. En Florencia llamábanse Artes estas corporaciones, y eran muy numerosas, según las profesiones u oficios de sus miembros. Siete las denominadas artes mayores, cinco las medianas y nueve las menores. Y hasta hoy perdura su recuerdo en los nombres que leemos de ciertas calles de Florencia: Via dell'arte della Setta, Via dell'arte della Lana, etc.