"El Fantasma De Meduza: (acerca De La Organización Genital Infantil)"

Transcripción

1 "El Fantasma De Meduza: (acerca De La Organización Genital Infantil)" (*) Escuela Freudiana De Buenos Aires Alejandra Rodrigo Desde el descubrimiento del inconciente, la investigación, contará con no pocas dificultades, pues la lectura de la clínica que rompe decididamente con el discurso psiquiátrico que le precede, procurará nuevos avances pero también inevitables reformulaciones. La construcción de una teoría que diera cuenta de la práctica del psicoanálisis, despejaría para Freud arduos pero fructíferos obstáculos tal como él mismo nos comenta en sus textos. No obstante, cada edición o adición de algunos de sus artículos, permite recorrer las rectificaciones y ratificaciones, que no hacen más que desplegar para quien los relee, nuevas aportaciones. De esto, constatamos la reiterada experiencia de encontrar, cada vez que nos acercamos a algunos de los títulos que la monumental obra freudiana nos ofrece, novedosas derivaciones que hacen del mismo texto, uno nuevo. Pero vayamos a comprobar a través de las siguientes líneas, algunas de las consideraciones que anteceden. "La organización genital infantil", (1923), se presenta ya, desde su título, como una adición a la teoría sexual ("Tres ensayos para una teoría sexual"). También, desde los primeros renglones, Freud nos advierte que el presente artículo intentará- aunque suponemos a priori que no será sólo eso- una rectificación de las probables y, quizás, inevitables omisiones que en la investigación psicoanalítica se producen a consecuencia del avance de la formulación teórica. La efectuación de la experiencia analítica supone, como sucede hasta nuestros días, la interrogación de la teoría que la sustenta, por lo que Freud nos anticipa que la transmisión de su práctica, a través de la escritura, no estará lejos ni libre de presentar futuras contradicciones. Algunas cuestiones relativas a Los Tres Ensayos en su última edición (1922), nos recuerdan, - Página 1 de 5 -

2 más explícitamente lo antedicho. Primero, la diferencia entre la sexualidad infantil y la adulta ; luego, lo relativo a la organización pregenital de la libido y las dos fases desde donde considerar la evolución sexual; por último, la necesaria y definitiva correspondencia entre el final de la primera fase de la sexualidad (infantil) y la adulta. Allí, también, nos reitera Freud, que la elección de objeto ya está decidida, en tanto determinada, en los primeros años de la infancia; reeditandose luego en la pubertad, a la luz de la "primacía genital", esto es, en la posibilidad de lo real de la reproducción de la especie, al ser verificado el desarrollo madurativo de los órganos sexuales. Sin embargo la analogía de la vida sexual infantil y la del adulto, no quedará circunscripta a la primitiva elección de objeto y nos muestra en aquello mismo que define su correspondencia la marca de su diferencia. Nos referimos a aquella especificidad de la organización genital infantil que delata como único órgano genital al masculino, elevando el falo a su primacía. En "Los tres ensayos...", leemos, en relación al objeto, que, mientras en la pubertad queda fijada la primacía de las zonas erógenas y la erección del miembro viril indica un nuevo fin sexual, en lo que hace a lo psíquico, el hallazgo de objeto no es más que el retorno al pasado. (Subrayado nuestro). En una nota de 1915, recordamos que aquello concerniente a la elección de objeto se desdobla en: anaclítica o por adherencia y narcisista, conforme a la imagen del yo. Situadas como primeras experiencias sexuales, a las que tienen como protagonistas al niño de pecho y su madre, quedará en estos primitivos intercambios, un resto, cuya deriva pulsional preparará, determinará, la futura elección de objeto. Ahora bién, se nos impone una pregunta, Cómo poder admitir dicha elección si es el mismo Freud, quien nos menciona que se trata de un hallazgo? La vía de la elección nos conducirá al fracazo de una alternativa posible: si el sujeto elige de acuerdo a la modalidad narcisística, quedará entrampado en la lucha imaginaria por el mismo lugar, el otro inevitablemente remitirá al otro yo; si por el contrario se orienta hacia la anaclítica será reconducido a la presentificación del incesto. Si repensamos ahora la cuestión del hallazgo, será, en este sentido, diferente suponer, que lo encontrado no es el objeto, pues, sabemos con Lacan,de su carácter irremediablemente perdido; lo encontrado, repetimos, no es el objeto sino un sujeto disponible para una elección posible, mientras que del lado del objeto, será en tanto falta como podrá ser reconocido. Pero volvamos en nuestro texto al recorrido que Freud nos propone para reseñar las características de la vida sexual infantil. En - Página 2 de 5 -

3 el mejor de los casos, no obstante, deberá el niño y también la niña padecer en su constitución, las peripecias y los avatares que hacen necesaria su travesía para poder posicionarse como masculino y femenina en el reparto de los goces de la sexualidad. La primacía del falo, tal como Freud la enuncia obligará a ambos sexos a transitar el camino del ser al tener, o sea, de dejar de ser el falo de la madre a tener o no tener el pene. También encontramos la vigencia de la confirmación, que tratandose de las niñas, faltan datos, denunciando aquí Freud, en esta dificultad, aquello que la estructura connota como del orden de lo imposible: de qué manera decir acerca de lo que goza una mujer, de su goce femenino si este comienza cuando la palabra calla?, como dirá Lacan, un goce más allá del falo, pero no sin haber pasado por él... La primacía del falo, universaliza para el niño la creencia de que todos tienen pene. Pronto advierte que hay otros que no lo tienen, a las niñas le falta el pene., pero inmediatamente es esta falta reconocida, su negación se propone como desmentida. La falta de pene es admitida como castración, la falta de pene en la mujer y particularmente en la madre sufrirá inevitablemnte el destino de la renegación, o bién suponiendo que lo tenía y fue castrada, o bién creyendo que pronto le va a crecer. Concluimos, pues, que la renegación es constituyente de la sexualidad del sujeto y obtura la falta del Otro, en este caso, la madre. Es a este lugar que concurre el fantasma, como nos enseñara Lacan, para velar la castración del Otro, en tanto el sujeto se aviene a ser el objeto que él supone que le hace falta.(transcribimos la fórmula del Fantasma: /S/ <> a, aunque no es este el lugar para extendernos en ella) La alternativa aquí se presenta, entonces, como fálico- castrado. La terminación del análisis tal como la lectura freudiana nos anticipa acude al lugar en el que el sujeto se hace cargo del reconocimiento de esta implicación para su vida, el fin del análisis según Lacan reconocería el tránsito que conduce del despejamiento de ser el falo del Otro, al tenerlo o no tenerlo, para definitivamente advertirse de su falta en ser en tanto el Otro no existe. Retomemos, ahora, esta condición instituyente, condición renegatoria que no hace del neurótico un perverso, pero que sí lo posiciona perversamente en su fantasma. Freud nos anticipa que será también decisivo para la mujer el horror a la castración, decidiendo pues, desde esta posición su futura heterosexualidad o su inclinación homosexual en la elección de objeto. - Página 3 de 5 -

4 Nos remite aquí a Ferenczi y su acertada referencia a la mitología, tal como ella nos cuenta acerca del símbolo del horror : la cabeza de Medusa. Intentaremos recrear dicho mito para poder sostener a través del mismo, la siguiente hipótesis: lo que la cabeza de Medusa nos enseña es precisamente de la castración, su misma renegación, estamos pues, ante aquello mismo que hace a la constitución fantasmática del sujeto; mito, entonces, intrínseco a la propia subjetividad, que erigiría en toda su plenitud, ya no sólo lo horroroso de la castración perpetuada sino la visión siniestra anticipada de la madre fálica. Vayamos ahora, a algunas consideraciones muy breves acerca del mito de la Gorgona, como lo relata Grimal en su Diccionario de Mitología Griega y Romana. "Había tres Gorgonas, llamadas Esteno, Euriale y Medusa [...] Las dos primeras inmortales y sólo la última era mortal. Medusa es la Gorgona por excelencia. Estos tres monstruos habitaban en el Occidente extremo y producían horror a los mortales y a los inmortales. Perseo partió para matar a la Medusa [..] Una vez que logró encontrar la guarida logró cortar la cabeza de Medusa, elevándose en el aire gracias a las sandalias aladas que le diera Hermes. Para no mirarla utilizó como espejo su pulimentado escudo, con lo cual no hubo de temer la horrible mirada del monstruo [...] le dió muerte mientras dormía para mayor seguridad..del cuello cercenado salieron los dos seres engendrados por Posidón: Pegaso, el caballo alado, y Crisaor. Atenea se sirvió de la Cabeza de la Medusa para su escudo, colocándola en el centro y así sus enemigos quedaron convertidos en piedra con sólo ver a la diosa. Perseo también recogió la sangre que fluía de la herida...dotada de propiedades mágicas: la de la vena izquierda era un veneno mortal, mientras que la procedente de la derecha era un remedio capaz de resucitar a los muertos." La Medusa, nos confirma Freud, es LA mujer imposible. Mas allá de su muerte, de su castración, sobrevive, reaparece con todo su poder perfilandose como eterna. El mito de la Medusa muestra, entonces,en un mismo acto el reconocimiento de la castración y su renegación, siendo mortal se perpetúa como inmortal. Ejemplo paradigmático de lo que en la sexualidad infantil acontece para el sujeto. Otro aspecto de lo mismo que confirma nuestra hipótesis: las mujeres respetables para el niño - Página 4 de 5 -

5 conservan su pene, podríamos agregar respetables y valorizadas, por lo tanto, queribles como la madre. La condición amorosa sostiene así, con su demanda, a un Otro no castrado. "La femineidad no coincide aún para el niño con la falta del miembro viril", nos dice Freud. La castración del Otro será a producir, tanto para el niño como para la niña. En ésta última, la ecuación pene-niño ofrecerá una vía de realización posible de la maternidad que no se superpone con la femineidad. No obstante, y para terminar, en el final de su artículo, Freud nos propone que el advenimiento de lo femenino deberá esperar el arduo camino que la constitución de la subjetividad impone al reconocimiento del deseo (sexual), reconocimiento que atañe tanto al hombre como a la mujer. Lo masculino, nos dice allí, comprende al sujeto, la actividad, la posesión del pene; lo femenino, daría cuenta del objeto y la pasividad. Una vez más, la lectura freudiana nos sorprende con la anticipación de lo que más tarde Lacan redifinirá como posición masculina y femenina, admitiendo para la sexualidad, su distribución según el sujeto se ubique del lado izquierdo o derecho de las fórmulas de la sexuación, más allá de lo que asigne su constitución anatómica. - Página 5 de 5 -