PREVENIR Y EDUCAR EN FAMILIA

Transcripción

1 PREVENIR Y EDUCAR EN FAMILIA Educar en valores desde edades tempranas es una estrategia clave en la prevención. Educar en valores significa enseñar a los niños a defender sus propios derechos y los de los demás, a potenciar relaciones sociales positivas, a establecer vínculos afectivos y, en definitiva, a preparar un futuro mejor para uno mismo y para todos. Además, los padres tenemos un papel de crucial importancia en la transmisión de valores a los hijos. Con nuestra conducta constituimos un ejemplo para ellos y especialmente durante la infancia seremos sus principales modelos. En la convivencia y con nuestras normas les enseñamos lo que es verdaderamente importante y cómo comportarse. Los padres somos un modelo que nuestros hijos imitarán. Reflexionemos sobre nuestras conductas y comportamientos. A medida que el niño crece, el aprendizaje de valores se verá reforzado o debilitado en función de sus experiencias y de un contacto más extenso con la sociedad en general y con su grupo de iguales en particular. También los hijos establecen comparaciones entre la conducta de sus padres y la de otras personas, por lo que es frecuente que durante etapas de cambio, como la adolescencia, cuestionen los valores familiares al confrontarlos con otras experiencias.

2 Si el niño ha recibido una sólida educación en valores positivos durante la infancia, esta le permitirá sentirse orientado cuando llegue a la adolescencia y tenga que organizar de forma personal sus propios valores. QUÉ PODEMOS HACER LOS PADRES? Los padres podemos desarrollar estrategias que potencien los factores de protección de los hijos y para ello debemos tener en cuenta los siguientes aspectos: Establecer normas adecuadas. Crear una buena relación afectiva con nuestros hijos. Mejorar nuestra comunicación en la familia. Favorecer un uso satisfactorio del tiempo libre. Como es lógico, para abordar cada uno de estos aspectos tenemos que considerar que cada edad tiene sus propias características y debemos adaptarnos a ellas. Establecer normas adecuadas. Con nuestros hijos las normas tienen que ser claras y, al cumplirlas, deben ver recompensadas sus acciones (por ejemplo, verbalmente). Igualmente es importante que los padres aprendamos cuándo hay que decir no y seamos capaces de mantenerlo. Los padres deben estar de acuerdo en el establecimiento de las normas y no contradecirse entre ellos. Cuando nuestros hijos van haciéndose mayores les pediremos un comportamiento cada vez más responsable, intentando que comprendan las normas y que las hagan suyas, porque son necesarias para hacer posible una convivencia armónica. Los padres debemos intentar negociar las normas y llegar a acuerdo, pero en lo que se considere prioritario, debe prevalecer el criterio de los padres.

3 Algunas normas serán innegociables, pues de ellas depende el buen funcionamiento familiar. Mantener una disciplina razonable, pero firme es esencial para: A través de ella, los niños y los adolescentes se darán cuenta de que existen límites que no se deben traspasar. Aprenderán a asumir que no siempre es posible hacer lo que uno desea. También aprenderán a demorar las gratificaciones y a esforzarse por conseguirlas. Serán capaces de ajustar su conducta social a las normas de convivencia y educarse en la responsabilidad. Fomentar una buena relación afectiva con nuestro hijos. Una buena relación afectiva es clave para la estabilidad emocional de los miembros de nuestra familia. Conlleva actitudes de reconocimiento y respeto y la presencia de manifestaciones afectivas positivas. Para mejorar el clima afectivo en nuestra familia es importante: Mostrar cercanía, disponibilidad, contacto y afecto. Reconocer nuestras propias emociones nos ayudará a reconocer las de nuestros hijos. Expresar adecuadamente nuestros sentimientos ante ellos les servirá de modelo para que también puedan hacerlo. El respeto mutuo es la base de toda relación, por ellos es fundamental afrontar los desacuerdos con tranquilidad y desde ambos puntos de vista (padres/hijos). Señalar a nuestros hijos los motivos y consecuencias de su mal comportamiento, sin descalificarlos como personas. No amenazar con dejar de querer a nuestros hijos ante un comportamiento inadecuado.

4 Mejorar nuestra comunicación familiar. La comunicación es imprescindible para la tarea educativa de los padres. Una buena comunicación es uno de los principales valores en la familia por lo que, en situaciones difíciles, es muy importante que se mantenga. Para una buena comunicación familiar, los padres debemos: Buscar espacios y oportunidades para hablar con los hijos. Es necesario dedicarles tiempo. Saber escuchar es fundamental. Reforzar verbalmente las conductas positivas. Aprender a hacer y recibir críticas de forma adecuada. Mantener un clima positiva, a pesar de los disgustos o problemas personales. Aceptar el punto de vista de nuestros hijos, intentando que se sientan comprendidos.

5 Favorecer un uso satisfactorio del tiempo libre. Encontrar qué aficiones estimulan a nuestros hijos y encauzar su práctica es algo que conviene educar a lo largo de la vida y que tiene su inicio en las actividades que vemos o desarrollamos dentro de nuestra familia. Si los padres actuamos como modelos de ocio en aficiones constructivas, transmitiremos a nuestros hijos la idea de que es posible encontrar la diversión en actividades saludables. Si compartimos el ocio con nuestros hijos, les estaremos permitiendo que exploren sus gustos para desarrollar sus propias aficiones. Hay que procurar conocer a sus amigos y sus estilos de ocio, para tratar de orientarles hacia intereses saludables. Es importante contactar y dialogar con los padres de los amigos de nuestros hijos. Tenemos intereses y preocupaciones comunes.

6 Esta información está extraída del folleto Guía para padres. Prevenir en familia publicado por el Ayuntamiento de Madrid.