Estimado lector, en las páginas de este libro fluye la vida.

Transcripción

1 VIDAS SIN FRONTERAS

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3 Presentación Estimado lector, en las páginas de este libro fluye la vida. Fluye como las aguas del bello río Uruguay. Por momentos mansa, tranquila, obediente a su cauce. A veces torrentosa, apasionada, desbordante, enamorada. Cada relato es una vida. Vida integrada. Vida en la que se funden lo argentino y lo uruguayo, lo uruguayo y lo argentino. Como en el mate, que es compartido o no es. Para los protagonistas de estas historias, la integración, antes que un ideal, o una preocupación, o un objetivo político, o un programa de acción, es su destino. La llevan en la sangre, la sienten en la carne, les late en el corazón. Vidas sin Fronteras es una iniciativa de dos medios de comunicación: el diario El Entre Ríos de Colón (elentrerios.com), que acaba de cumplir sus primeros 131 años, y Oíd Mortales Radio 88.9 ( de Concordia. Bajo el formato de concurso, convocó a personas dispuestas a compartir con generosidad sus historias de vida, a condición de que en ellas aparecieran huellas tangibles e indelebles de la integración entre ambos pueblos. Contó con el apoyo inestimable de instituciones sin las cuales la iniciativa no se hubiera hecho realidad: Delegación Argentina ante la CARU Comisión Administradora del Río Uruguay; Delegación Argentina ante la CTM Comisión Técnica Mixta de Salto Grande; CAFESG Comisión Administradora para el Fondo Especial de Salto Grande; Municipalidad de Concordia; Centros comerciales de Salto, Paysandú, Concordia y Colón; Empresa Flecha Bus. El jurado estuvo integrado por el Dr. Ángel Giano, en representación de CAFESG; Paulo Tisocco, por la Municipalidad de Concordia; Roxana Conelli, por la Delegación Argentina ante la CTM; Rubens Stagno, por el Centro de Comercio de Paysandú; 3

4 Teresa Vírgala de Arijon, por el Centro de Comercio de Colón; Horacio Melo, por Delegación Argentina de CARU; Silvia Francolini, por el Centro de Comercio de Concordia; Lizabeth Maquiavelo, por el Centro Comercial de Salto; y Ana Beatríz Vila, por Oíd Mortales Radio y elentrerios.com. No es exagerado decir que, en Vidas Sin Fronteras, el verbo de la integración se encarnó en cada una de las historias de vida de los participantes. Especial gratitud hacia el Observatorio de Fronteras CEFIR, gracias al cual este libro se hizo realidad. Lic. Osvaldo A. Bodean 4 VIDAS SIN FRONTERAS

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7 Un argentino con sangre uruguaya Apellido y nombre: Miguel Ángel Balori DNI Dirección postal: Brouchoud 1660, San José (3283), Dpto. Colón, Entre Ríos Dirección de correo electrónico: turismobalori@isair2.com.ar Número de teléfono: Nací en Pueblo Liebig el doce de julio de mil novecientos cuarenta y uno, hijo de Jacinto Santiago Balori Meichtry y de Justina Correa Iriarte Da Silva. Los apellidos de mis padres hablan por sí mismos de su nacionalidad: Jacinto argentino y Justina uruguaya. Dos países se unían ante la decisión de dos jóvenes de contraer matrimonio. Jacinto, hijo de Jorge Vallory y Celestina Meichtry, nació en 1910 en Villa Clara, (Dpto. Villaguay), lugar donde fue anotado como Balori y creció en Colonia Mabragaña junto con sus 9 hermanos, (Dpto. Colón) en la Provincia de Entre Ríos. Justina, hija de Juan José Correa y Prefaldina Iriarte llegó con su mamá y trece hermanos a la localidad de El Brillante, procedente del Cerro Batoví, ubicado a veinticinco Km. de Tacuarembó, República Oriental del Uruguay. Aún no puedo encontrar respuesta al cómo logró emigrar mi abuela, una mujer sola con catorce hijos (dos quedaron en el Uruguay), sin medio de transporte alguno, salir del Cerro, cruzar el río y llegar a ubicarse en El Brillante. A pesar de contar actualmente con todas las posibilidades de viajar, no llegué hasta el cerro que los vio partir. Hoy a la distancia vale la afirmación: qué ovarios tuvo la vieja! para tomar la decisión, para la época una verdadera hazaña. Emigró a la Argentina esta sufrida madre, maltratada por su esposo, un uruguayo de buen pasar económico. No se resignó a esa dolorosa situación y buscó como salida el país vecino que le ofrecía trabajo, primero Fábrica Liebig con trabajo por zafra que apenas le aseguraba el sustento diario, luego Buenos Aires en frigoríficos como La Negra, cuyos hijos fueron apreciados como empleados por el buen manejo del cuchillo. Prefirió sus hijos al dinero del esposo y cambió la herencia por la tenencia de los mismos. 7

8 Mi madre tendría alrededor de doce años cuando arribó con mi abuela. Trabajó de doméstica en la casa de una familia inglesa (Mr Grey) y llegó a la mayoría de edad en la fábrica Liebig, lugar donde se habrá conocido con Jacinto, mi papá. Jacinto no pudo permanecer en el campo, pues en un minifundio de cincuenta has no podía vivir una familia de diez hijos, a pesar de buscar otras alternativas como la venta de leche en Liebig. En la década del treinta se trasladó a Liebig y trabajó en la Panadería Vivas de ese lugar y luego en la fábrica Liebig donde llegó al cargo de capataz. Cuando mi abuela materna parte a Buenos Aires, Justina ya estaba casada con Jacinto y no es de la partida al igual que otra hermana y dos hermanos. Guardó en silencio lo que había vivido cuando toda la familia estaba en Tacuarembó, y ni a las hijas mujeres contó, a modo de borrar recuerdos. En la búsqueda de un mejor bienestar y futuro, el matrimonio de Jacinto y Justina y dos hijos se va a Concordia, a trabajar en la acopiadora de frutas Urreta y luego a Salto, donde la familia sigue creciendo en hijos. Contaba solo con cuatro años cuando nos trasladamos a Concordia luego a Salto, del que solo recuerdo cuando subieron la cocina a leña en la lancha. Un Sr. Donaldo Domínguez, en Salto, prestó una habitación de su casa para que podamos dormir esa noche. Luego mi papá alquiló una casa a Juan Prinzo en el Barrio Salto Nuevo. Yo, el autor de esta historia, concurro a la Escuela de los Salesianos durante siete años, en calidad de medio pupilo, recibiendo el alimento gracias a la caridad de los religiosos. Destaco el buen trato en el colegio, sin diferencia por el nivel económico, a pesar de que no me gustaba estudiar, pero sí leer. Hacia todos ellos, a la distancia en años, un gran agradecimiento. Viene a mi mente la misa diaria en latín, todos los días a partir de las ocho y de dieciséis a dieciséis y treinta, el oratorio. Nos inculcaban valores y enviábamos mensajes al aire en globos inflados. Cómo olvidar los clásicos partidos de fútbol en conmemoración de San Ceferino Namuncurá, San Juan Bosco, Santa Teresita, Nuestra Señora del Carmen el día 16 de julio. Esta fecha está presente en la memoria de los uruguayos, por haber salido campeón del mundo en el Maracaná, la República Oriental del Uruguay. Pero a pesar de la importancia del partido no pude faltar a la procesión en el día de la Virgen; satisfacíamos las ansias de conocer los resultados del partido a través de la radio de los vecinos por donde pasaba la procesión. Vale destacar el espíritu futbolero de los uruguayos. 8 VIDAS SIN FRONTERAS

9 UN ARGENTINO CON SANGRE URUGUAYA Al recorrer los años de la infancia puedo afirmar que fui feliz aunque económicamente pobre. Casa de madera, frente al cementerio de los ingleses y un gran baldío para jugar a la pelota, siempre descalzo. Barrio sin luz y sin agua, visitada por el aguatero para proveer del esencial líquido. Mamá además de las tareas hogareñas, hacía quinta, pan en el horno de barro, recibía la leche que le traían para vender, que nosotros repartíamos. Nadie tenía heladera y en pleno verano, como gran acontecimiento, se compraba una cubetera. Papá era del Partido Cívico (los menos en la ciudadanía uruguaya) y el resto de la población se repartía entre los Colorados y los Blancos. Trabajaba en el frigorífico La Urreta y con gran esfuerzo llegó a comprar casa en un barrio alejado del centro. A pesar de tener un buen trabajo en el frigorífico decidió mi padre cambiar de trabajo sin el consentimiento de mamá, lo que fue motivo de reproches y nueva inestabilidad económica en la familia. Así llegué a la adolescencia con la consigna del trabajar que tenía como imperativo desde niño, y si bien no fue buena, tengo el mejor recuerdo de los buenos amigos, que más tarde militaron en la izquierda uruguaya. Entre las personas que me brindaron trabajo en Salto: Luis Walter Caram (sirio libanés) que me permitió recorrer la campiña del norte uruguayo, Cainsa donde íbamos a cargar azúcar, lugar que frecuentaban los fundadores del movimiento tupamaros; Sabella Hnos como cosechero de naranjas en la época de zafra ( firma que ya no existe). El dueño de la firma, fue el padre de uno de los que cayeron en la Cordillera de los Andes con el accidente de avión. La situación se hacía cada vez más difícil para conseguir trabajo y a pesar de encontrar, mi mente trabajaba buscando otras posibilidades, otros rumbos. Muchas ideas pasaron por mi cabeza en la mañana del veintiocho de octubre de mil novecientos noventa y uno cuando decido emigrar de Salto a la Argentina, ciudadanía a la que no había renunciado. La valija no se caracterizaba por el peso, pues reducidas pertenencias me acompañaban: ropa prestada de mi hermano, un par de zapatillas y $1.000 en el bolsillo (conocido como una fragata por llevar la foto de una fragata que no recuerdo su nombre). Mi padre a modo de reto a observar, dijo: fracasado no vuelvas nunca y mi madre después de llorar entendió mi partida. Para no arrepentirme de la decisión, salí de mi casa para tomar la primera lancha de la mañana de Salto a Concordia, con tiempo de sobra pues el tren salía de Concordia a las trece rumbo a la casa de los abuelos paternos en Colonia Mabragaña, de donde también había partido mi padre en busca de otros rumbos. 9

10 No llegué a la casa de los abuelos pues en la Estación Martiniano Leguizamón de Berduc, hice escala ante el pedido de una tía que quedaba en la estación y a quien había saludado de paso en el tren. La noche misma de la llegada a la casa de mi tía, ante el comentario de un baile en la Escuela de Estación Berduc, (donde una de las maestras era la Srta. Inés Bouvet, reconocida hoy por su gran trayectoria docente) decido ir. De los $1.000 que llevaba en el bolsillo, quedaron $500 en la primera salida en la Argentina. Tenía que trabajar, todo lo ofrecido era significativo para quien era un recién llegado al país de nacimiento: cuidar las vacas para que no crucen las vías del tren, ayudar al tío en el cambio de vías, cargar sandías en el tren, a modo de ejemplo. Vienen hoy a mi mente preguntas que ayudan a tejer la complicidad de la vida: Cómo imaginar que aquél Señor de la Estancia que me ofrecía trabajo, como cargador de sandías en los vagones del ferrocarril, Don Ciani, con el correr de los años y desde lo que la vida me deparaba en el futuro, iba a ser mi vecino en la misma calle y en el mismo barrio? Cómo imaginar que la Ruta 14 que recorría entre la Estancia y la casa de mi tía en la Estación del Ferrocarril Berduc, sin encontrar un auto o camión, llegaría a ser la Ruta de la muerte y actual Autovía? Así llegué a San José, y el Frigorífico Vizental me dio trabajo después de días de portonear 1 y tener el aval de quienes eran líderes en el Club Santa Rosa (Flia Rocha), club que me abre sus puertas para aceptarme como jugador del equipo de fútbol. Las prácticas en la canchita de Salto hicieron del niño un futbolista y el deporte colaboró para que consiga trabajo en la fábrica. Debo confesar que los zapatos de fútbol no me favorecían, pues las prácticas anteriores las hacía descalzo. Desfilan por mi mente los nombres de Carlos Vallejos, Laurindo Cabral y su Sra. Nora, 2 que me brindaron comida, alojamiento, pensión en una comunidad que no conocía y para la cual era extranjero. Cómo no expresar la mayor paradoja: jugaba al fútbol en el Club Santa Rosa y por la cercanía de la pensión,visitaba todas las noches el Club Social y Deportivo San José, a modo de mi segunda casa, para ver TV, que nunca había visto y acompañar con la bebida más barata. Con el pasar de los días y por indicación del dueño de la pensión, el círculo de conocidos se amplía, (Chango Bozzoli, Denis, Rousseau, 3 ) pero mi presentación fue sin nombre y apellido, sólo con el apodo Uruguayo. 1 Esperar en el portón del Frigorífico un puesto de trabajo. 2 Los nombrados son familias de la ciudad de San José. 3 Jóvenes de la ciudad de San José. 10 VIDAS SIN FRONTERAS

11 UN ARGENTINO CON SANGRE URUGUAYA Los bailes de campo, la confitería, las reuniones en casas de familia, el balneario, fueron lugares frecuentados con amigos que se multiplicaban y ante los cuales me sentía mimado por mi condición de ser solo y sin familia en el país. El veinte de julio de mil novecientos sesenta y nueve (el día que llegó el hombre a la luna) conocí a la que es hoy mi esposa y mi vida cambió y en especial me permitió tener una casa, pues desde los trece años, estaba en situación de cambio. Nos casamos el diecisiete de abril de mil novecientos setenta y uno y comenzamos con Elsa a pelear la vida, ante la noticia de que, por estar al frente del sindicato Vizental soy despedido a poco de casado. Pero Dios siempre pone obstáculos y soluciones. Después de unos días de vacaciones forzosas, decidí invitar a un amigo uruguayo a abrir una tapicería en San José, pues sólo estaba la tapicería de Luis Spioussas, persona a la que consulté y con toda amabilidad me orientó. Este amigo pide una semana para pensar, por lo que viajo a Salto para buscar respuesta. Con la contestación negativa y esperando en la Terminal de Ómnibus de Concordia regresar a San José, veo llegar un Transporte escolar y en mi mente se enciende la idea que puede ser el futuro si la tapicería no es exitosa. Como las ideas, no quedaron en ideas, sale a la luz el proyecto, y con precarios vehículos, comencé a llevar niños a las escuelas y luego estudiantes universitarios a Concepción del Uruguay. El éxito permitió comprar un colectivo e ir aumentando en número hasta llegar al calificativo de empresa, que no fue ajena a los altibajos de la situación económica del país, que por momentos la puso en peligro. Se posicionó como Empresa Balori y creció con el esfuerzo de la familia. Hoy recorre el país y países vecinos. Jacinto y Justina viven en el Uruguay y toman la decisión de volver a la Argentina por razones de enfermedad de Justina. Contrae una enfermedad incurable y es tratada en el Hospital San Martín de Paraná. Falleció el primero de mayo de mil novecientos setenta y nueve (día del cumpleaños de su esposo). Jacinto opta por quedarse y se radica en la casa de su hija en Colón. Sus días pasaban en familia, escribía y publicaba sus vivencias y todas las tardes leía el diario en la Biblioteca Fiat Lux de Colón. Volvió a contraer matrimonio y tuvo el privilegio de una vida larga que terminó a los 100 años en el Uruguay, junto a su hijo. Hoy descansa junto a Justina en el cementerio Parque, cerca del Barrio Salto Nuevo, que lo vio llegar. 11

12 Hoy, miro hacia atrás y los paisajes de Argentina y Uruguay, siguen uniendo. Mi hermano nacido en Salto, sigue viviendo con la familia que formó en el lugar que adquirió Jacinto en Salto. Argentina y Uruguay, fue y es escenario de la familia Balori. Yo, Miguel Ángel Balori, el autor de esta historia, tengo una parte de mi historia en el Uruguay, con una mezcla de sentimientos de satisfacción e insatisfacción hacia ese país. Como no recordar que vi jugar a Pelé y todo el equipo del Santo en una tarde memorable por la Copa Libertadores, en la que Peñarol del Tito Gonzalvez con Espencer, Joya, Daro Rocha, le ganaba tres a dos al equipo de las estrellas del Santo y luego en Buenos Aires lo eliminó de la Copa Libertadores de ese año; que vi nacer las Termas de Daimán, expresado en un pequeño pozo, que visitábamos con amigos después de los bailes acompañados de guitarra; que vi jugar a la taba en los clubes políticos de barrio. Siempre me consideré un ciudadano argentino, motivo que me llevó, viviendo en Salto, a concurrir a revisación para cumplir con el Servicio Militar durante la Presidencia del Dr. Arturo Frondizi. Una situación de enfrentamiento entre los Cascos Azules y los Cascos Colorados evitó el cumplimiento del deber servir a la Patria. Pero mi realización personal la logré en este espacio geográfico de Entre Ríos, San José. Como olvidar que inauguramos el balneario con el grupo El Cotolengo,4que participé en la primera Comisión de la Fiesta de la Colonización, fiesta que hoy tiene rango nacional, que vi crecer a mis hijos y ahora a mis nietos, a modo de ejemplo. Si hay una palabra que resume lo que deseo expresar a todos los que estuvieron presentes de una manera u otra en mi historia es la palabra gracias!, en especial a mi esposa e hijos, pues sin el apoyo brindado no habría podido consolidar una empresa familiar, como lo es TURISMO BALORI. Muchas Gracias! 4 Jóvenes de San José 12 VIDAS SIN FRONTERAS

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15 Una historia como tantas Nombres y apellidos: Miryam Teresita Montiel Demaris. C.I: Dirección postal: Dirección de correo electrónico: miteru5163@hotmail.com Teléfono: Celular: Éramos una familia numerosa que vivíamos en la zona de Constancia, una población al norte de la ciudad de Paysandú. Allí teníamos animales, cultivábamos la tierra y mis hermanos mayores concurrían a la escuelita del pueblo. Corría el año 1953, yo era muy pequeño, nací en 1947, en mi casa se hablaba de hacer un viaje, el tema era ir a vivir a una isla. Yo no entendía nada, pero supe que nos mudaríamos. El clima en casa era de alegría, todos ayudábamos en algo. Creo que en algún momento pensé: Ahora viene el camión, cargamos todo, y nos vamos, pero la verdad es que nunca pensé que la mudanza se haría en dos medios de transporte, y en dos etapas. El camión nos llevó hasta la costa del río y allí nos esperaba una embarcación. No sabía que nuestro destino era justo en el medio del Río Uruguay, en aquella isla llamada Isla Grande del Queguay. Exactamente queda frente al pueblo Liebig, provincia de Entre Ríos. Entre las cosas que llevábamos a nuestro nuevo domicilio iban dos vacas lecheras, algunas gallinas y algunos cerdos. De esta forma comenzaba nuestra vida en aquel lugar casi virgen, pura naturaleza. Nuestro trabajo consistía en hacer leña para abastecer a la usina de Paysandú (donde hoy esta la piscina del Club Remeros). También hacíamos carbón y abastecíamos a diferentes depósitos de la ciudad. Esta carga era traída a Paysandú en barcos que siempre descargaban junto a la usina. 15

16 En el trabajo del monte participaba toda mi familia, desde el más pequeño al hombre, mis tres hermanas mujeres que además de ayudar a mamá en la tarea de la casa monteaban igual que todos. Más adelante empezamos a traer la madera a la ciudad y para eso construíamos balsas con la misma madera (jangadas), así con la corriente a favor traíamos nuestro trabajo, a fuerza de lucha, con el río ya sea calmo o embravecido, todo a fuerza de pulmón. Allí no había escuela, ni plazas, todo era monte y río, naturaleza y lucha. Era esta la única vida que conocíamos y así fuimos creciendo. Mamá amasaba el pan, ordeñaba las vacas, cultivaba la huerta y además fue maestra de mis hermanas, les enseño a leer y a escribir. A los varones no pudo enseñarles, no teníamos tiempo, había que trabajar, y según papá: Para qué?. Mamá se hacia tiempo para todo, hasta nos confeccionaba la ropa, remendaba pantalones, tejía puloveres. Era una madre doctor, nos curaba cuando nos lastimábamos, nos hacia remedios mágicos para la tos y la fiebre. Muchas veces, en aquellos crudos inviernos isleños, cuando muy tempranito salíamos a buscar las vacas, se nos helaban los pies y nos dolían terriblemente, entonces corríamos a donde las vacas defecaban y allí los calentábamos. Nuestro juguetes fueron caracoles y cucharitas del río; también construíamos algunos de barro cocido, pero el tiempo para jugar casi no existía, papá era muy exigente, había que trabajar. En los días de lluvia el trabajo mermaba, entonces mi hermana mayor se sentaba cerca de la cocina a leña y nosotros la rodeábamos y nos deleitaba con las lecturas de Juan el zorro, o bien nos leía algún cuento que nos transportaba quién sabe a qué lugar fantástico. Esos eran momentos en que nuestra imaginación volaba; como cuando escuchábamos algún radioteatro, aquello era mágico. En abril del año 1959, el río comenzó a crecer muy rápido, los días eran grises y de muchas lluvias. Papá se puso terco y decía: - Ya va a mejorar el tiempo y el río va a bajar. Pero el río fue más terco que papá y muy pronto nos acorraló. La casa donde vivíamos era una construcción de material, de dos plantas, entonces a las habitaciones de arriba habíamos trasladado todo lo que pudimos. 16 VIDAS SIN FRONTERAS

17 UNA HISTORIA COMO TANTAS No recuerdo cuánto tiempo estuvimos allí, sólo sé que teníamos terror. Mirábamos alrededor y veíamos la furia del río, los animales ahogándose, y todo era arrastrado por esa furiosa correntada. Recuerdo que mamá casi ni hablaba, sólo la escuchábamos rezar. En un momento mi hermano mayor, un joven de 18 años, se animó y atravesó el río en la chalana hasta Liebig en busca de ayuda. Era este el lugar más cercano que teníamos, pues nuestra ciudad de Paysandú se encuentra a quince kilómetros aproximadamente de la isla y el tema era conseguir auxilio lo antes posible. Luego de unas horas oímos que se acercaba un motor, mi mamá que hasta entonces sólo la oía rezar, dijo: - Gracias a Dios estamos salvados. Era una embarcación de prefectura de Colon E.R, que efectivamente venían a socorrernos. Nos trasladaron a Liebig, incondicionalmente durante tres meses nos dieron vivienda, abrigo, comida, afecto y amistad de muchísimas familias argentinas. Algunos de los nombres que aún recuerdo son: Familias Martínez, Meyer, Pralon, y el marinero De la Rua que al igual que nosotros estaba evacuado en aquel lugar. Estos tres meses que estuvimos evacuados nos sirvió para ver de cerca todo lo que era la vida del pueblo. Había vecinos, almacén, niños jugando en una canchita, una plaza, una escuela, y tantas cosas que en la isla carecíamos. De allí en más volver a la isla no sería lo mismo, pero volvimos. Poco a poco mis hermanos mayores se vinieron a Paysandú, y así me fui vinculando también yo a la ciudad, hasta que en el año 1967 me vine para siempre. Acá en la ciudad he realizado muchos trabajos, pues lo único que sabíamos hacer era trabajar y trabajar. Formé una linda familia, hace 36 años estoy casado, tenemos cinco hijas, un varón y seis hermosos nietos. Traté de darles a mis hijos todo aquello que por alguna razón no tuve.creo haber sembrado buena semilla, porque hoy con 65 años miro mi cosecha y tengo los mejores frutos. Dios ha estado presente en cada unos de mis días. Papá y mamá ya no están, tampoco están algunos de mis hermanos Es la vida. Hace un tiempo volví con mi hermano mayor y mi hijo a aquel lugar donde viví gran parte de mi vida, aún hay ruinas de la casa allí. La emoción me inundó al subir aquellos escalones que llevaban a la parte alta de la vivienda, fue revivir muchos recuerdos. Aún me queda una materia pendiente, la de ir a Liebig y recorrer aquellos lugares donde estuvimos evacuados; quiero ver algo que me recuerde todo, quiero poder agradecer 17

18 a los hombres de prefectura que no tuvieron miedo de atravesar el río con su bravura para rescatarnos de una muerte segura. De alguna manera siento que les debemos la vida a nuestros hermanos argentinos, siento en verdad que hay un fuerte lazo dentro de mí que me une a los argentinos, es ésta la Hermandad que tanto se habla? Supongo que si, porque hablar de esto me llena de emoción. Cuando en alguna ocasión hablo de esto con mis hijos y mis nietos, me escuchan con mucha atención, les cuento anécdotas y vivencias, y parece que las revivo, y me gusta hacerlo, no se por qué, es sólo Una historia como tantas, es la historia de mi vida 18 VIDAS SIN FRONTERAS

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21 Relatos de Mamá Autora: Adriana Alicia Manfredi DNI: (3200) Concordia Tel: Tenía cuatro años, vivíamos en Paysandú, eran tiempos de guerras civiles, revoluciones entre blancos y colorados, mi padre pertenecía al partido colorado, era hombre de campo, muy humilde. Tenía miedo porque podían ir a buscarlo a casa, de dia o de noche para reclutarlo como soldado, no podían negarse, los llevaban Una noche papá y mamá decidieron fugarse: juntaron algunas pertenencias, una cama grande, otra chica, colchones con relleno de chalas, una olla de hierro de tres patas, un atado de ropa y pocos utensilios. Cargaron un carro, cuatro caballos y nosotros: cuatro hijos pequeños. Cruzaron el río por el Paso Paysandú, era el lugar menos profundo. Mi madre lloró todo el trayecto y nosotros abrazados, paralizados de miedo. Los caballos a veces no daban pie, nadaban y el carro flotaba Llegamos a Colón, donde encontraron muchos vecinos que se habían escapado antes. A empezar de nuevo! Papá comenzó a trabajar en una estancia, levantaron un rancho,un vecino les prestó una vaca: leche, queso y manteca asegurada!. Criaron gallinas, plantaron verduras y frutales. Al poco tiempo, otra vez de mudanza!, el destino: Colonia Hughes, allí nuevamente a construír un nuevo rancho que se convertiría en poco tiempo en una pequeña casa de ladrillos que mi padre construiría gracias a los vecinos que le enseñaron, en ese tiempo todo se compartía Mientras tanto nacían mas hijos, éramos ocho. Otra vez la crianza de animales y plantación de verduras y frutas que vendían en C. del Uruguay a cambio de bolsas de harina, azúcar, latas de aceite, kerosene Con las bolsas de harina, mamá cosía ropa para los niños y también compraba rollos de tela, vestíamos todos la misma tela y el mismo modelo!! De vez en cuando aparecía el turco con un carrito lleno de botones, cintas telas, 21

22 etc. Era una fiesta para los curiosos niños que se arremolinaban alrededor del carrito! En el pueblo solo había iglesia, policía, estafeta postal donde llegaba la correspondencia una vez por semana, era una casa donde debíamos pasar a retirar las cartas. En la escuela fuimos hasta cuarto grado y para seguir estudiando nos mudamos a C. del Uruguay donde había mas posibilidades de progreso. Y la vida sigue su curso A mis 99 años quise contar esta historia de vida que imagino será igual en muchas familias de ese tiempo tan duro, sacrificado de nuestros padres y también de nosotros pero que vivíamos como una aventura, éramos felices jugando con prácticamente nada, corriendo por el campo de día o bajo las estrellas, no teníamos miedo. Quiero resaltar la generosidad de la gente que sin importar de donde veníamos, inmigrantes en busca de un futuro mejor, ofrecían una parte de lo poco que tenían a esos vecinos sin papeles para conformar un territorio sin importar barreras ni fronteras. 22 VIDAS SIN FRONTERAS

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25 Amor sin frontera Nombre: Rocío Bernaola Cédula de identidad: Dirección postal: Dirección de correo electrónico: roci.bg@hotmail.com Teléfono fijo: (0598) (Salto Uruguay) Teléfono celular: Si hoy tuviera que contar un relato sobre la hermandad de dos pueblos, sobre los lazos que los unen constantemente, y por donde se mire, a dos grandes países, no podría dejar de destacar una historia que sucedió hace ya varios años, pero que quedó grabada en mi memoria cuando me la contaron. La escuché hace ya mucho tiempo por parte de unos familiares, cuando aún no tenía la capacidad para comprender lo que significaba esa hermandad o esa unión entre dos pueblos, Uruguay y Argentina, que a veces parecen muy distintos pero que en realidad no lo son. Las historias se distorsionan a medida que el tiempo transcurre, es posible que los hechos no hayan sucedido con total certeza y hayan cambiado ciertos aspectos cuando llegó a mis oídos, pero es agradable a los sentidos escucharla o leerla y entender la importancia de la misma. Corría el año 1930 aproximadamente. Era un invierno de esos fuertes y crudos. Manuel, un muchacho de 19 años, muy humilde, vivía con su familia: sus padres y tres hermanos de menor edad en una pequeña casa que se ubicaba en las cercanías del Cementerio Central de la ciudad de Salto, Uruguay. Las cosas no andaban muy bien, según se cuenta. El padre de la familia trabajaba en un campo cercano a la ciudad durante la semana, y los sábados y domingos volvía a casa para estar con su familia; la madre no trabajaba, ya que tenía que encargarse de los tres niños pequeños y de la casa, aunque a veces realizaba algunas costuras que le encargaban vecinas y conocidas. Manuel, era un muchacho fuerte y emprendedor, con ganas de tener un futuro digno, pero ya se había resignado y sabía que para sus padres era imposible pagar cualquier tipo de estudios. Y para una peor situación, en ese momento no encontraba trabajo en ningún lugar. 25

26 Cierto día, Manuel se enteró de que las cosas en la costa este del país andaban mejor que en el litoral. Se decía que se encontraba trabajo fácil, ya que la actividad para atraer a los turistas estaba aumentando paso a paso y se necesitaba mucha mano de obra para realizar las diferentes tareas que eran necesarias para la construcción de nuevos hoteles, la adecuación de los balnearios, etc. En un primer momento Manuel se sintió atraído por la idea, pero luego pensó que no podía dejar a su madre sola con los tres niños durante las semanas, ya que su padre solo estaba en casa dos días. Pero ésta también se sintió motivada con la idea de que su hijo buscara salir adelante, así que lo animó a hacerlo, además quizás, si tenía suerte, podría encontrar un mejor trabajo que en su ciudad, y así estudiar como él quería. De esa manera con la aprobación de su padre, Manuel cruzó el Uruguay en busca de un trabajo y de un futuro mejor, prometiéndose a si mismo que si lograba juntar dinero suficiente le daría a sus hermanos la oportunidad de estudiar que él no había tenido. Viajó en el camión de un amigo de su padre que realizaba viajes a Maldonado, acompañándolo en la cabina. Cuando llegó a la ciudad, se sentía solo y no sabía que hacer, pero tenía un objetivo y se había propuesto cumplirlo. Caminó varias cuadras sin saber con quien hablar, hasta que encontró unos muchachos de su edad, vestidos con ropa obrera. Se acercó para contarles de dónde era, qué estaba haciendo allí, y si sabían dónde podía conseguir un trabajo y un lugar barato donde vivir. Manuel no pudo imaginar nunca que las cosas serían tan fáciles. Ellos le dijeron que la intendencia de Maldonado estaba buscando mucha mano de obra para realizar las tareas necesarias en los balnearios, no se pagaba mucho, pero daba para vivir perfectamente y poder ahorrar un poco. Le mostraron una larga fila que se encontraba a unos pocos metros, y le dijeron que se dirigiera allí para solicitar un puesto. Además, uno de ellos, le dijo que en la parte de atrás de su casa tenía una pequeña habitación con un baño que podía alquilársela por poco dinero. Manuel sabía que su madre se hubiera opuesto totalmente a la idea de alojarse en casa de un total desconocido, pero era la única salida que tenía, y ese chico parecía ser casi tan humilde como lo era él. Así, Manuel hizo la fila como correspondía y tras una larga hora de espera llegó su turno. El empleado encargado de tomar los datos se notaba muy amable, le pidió su cédula de identidad, tomó sus datos y le explicó en qué consistía lo que tenía que hacer y los horarios que cumpliría. Sería un obrero más de la intendencia, y la primer tarea que cumpliría sería la de forestación de los balnearios para una mejor presentación decía. Debía encontrarse allí a las 6.00 de la mañana, donde un camión los levantaría para llevarlos al lugar. Los pagos se harían al final de cada mes. 26 VIDAS SIN FRONTERAS

27 AMOR SIN FRONTERA Los meses fueron pasando, Manuel se hizo muy amigo de Juan, quien le alquilaba la habitación. El trabajo era duro, pero era bastante bueno. Se había comunicado con su familia varias veces a través de cartas que enviaba con el amigo de su padre, y a veces hasta los llamaba por teléfono. Había prometido estar en Salto para la navidad. Ya era el mes de noviembre, las tareas de forestación habían terminado hacía unas semanas, y ahora se estaban dedicando a construir algunas instalaciones a lo largo de la costa. Se esperaba con ansias la llegada de turistas, sobre todo argentinos que vendrían a pasar el verano en nuestro país. Manuel había juntado algo de dinero, y con Juan y otros amigos habían decidido conocer Punta del Este durante el mes de enero. Luego de navidad, y de visitar a su familia como lo había prometido, Manuel volvió aunque con un poco de nostalgia, pero feliz por las merecidas vacaciones que tendría con sus amigos. Tenían todo preparado para el viaje así que cuando llegó la fecha de partida lo hicieron como habían previsto. Punta del Este desde sus inicios fue una ciudad bonita, se decía que era para gente rica, y que era un importante punto social. Uno de los amigos de Manuel tenía una tía que vivía en una pequeña casa y había aceptado alojarlos a todos por una semana. Una tarde salieron a caminar, había bastantes turistas y estos, lentamente, bajaban a la playa, juntos en familia. De pronto Manuel la vio, una muchacha de unos 17 años, que más tarde descubriría que su nombre era Sofía, iba con su toalla en la mano, del brazo de su padre y acompañada de su madre y una pequeña, su hermana. Parecía que disfrutaba mucho el verano que estaba viviendo. Se notaba que era una familia muy adinerada. Pronto se subieron a un automóvil, y se fueron. Durante todo el día Manuel pasó pensando en ella, no podía sacarla de su mente aunque apenas la había visto a lo lejos y sabía que sería imposible siquiera conocerla algún día. Al volver Manuel se sentía raro, qué le pasaba? Ni siquiera él lo sabía. Los días pasaron muy rápido y las tareas recomenzaron. Los meses fueron pasando, el invierno transcurrió y Manuel viajó algunas veces a Salto para visitar a su familia, la cual estaba muy orgullosa con el progreso de éste. A principios del mes de Septiembre Manuel y sus amigos fueron contratados por una empresa privada, no sabían muy bien de quién pero estaban por construir un nuevo hotel en la rambla. El turismo crecía a pasos de gigante y la construcción de alojamientos se estaba acelerando. 27

28 Para abril el hotel ya estaba casi terminado. Era pequeño pero bastante elegante. Los obreros se sentían orgullosos de lo rápido que lo habían construido y hasta los habían invitado a ser parte de la inauguración, algo relativamente raro pero muy bueno. Días después se concretó. Les dijeron que sólo podían quedarse en el acto inaugural, retirándose para el momento de la cena, que sería más reservado. Manuel estaba contento, había podido alquilar una casa un poco más grande y ahorrar un poco de dinero que mandaría a su familia. Durante la inauguración ocurrió algo inesperado. Allí estaba, Sofía. Manuel con el paso del tiempo se había olvidado un poco del tema, pero claro que no podía olvidar aquella cara, y aquellos ojos que alguna vez lo habían encantado en Punta del Este. Cómo el destino los había vuelto a poner en el mismo lugar? Nadie lo sabía. Durante el acto Manuel se comportó inquieto. Creía que algo importante sucedería entre él y esa muchacha, pero no encontraba el momento oportuno para acercarse a ella. En un momento la vio salir al patio y sigilosamente se acercó. Hola- le dijo. Ella lo miró y sonrió tímidamente. Hola- contestó. Hablá, decí algo! Lo que sea! Le decía una voz en su interior a Manuel. - Quedó lindo el hotel no?- dijo por fin. -Sí, mi padre está muy contento, dice que los obreros fueron eficientes, sos uno de ellos?- preguntó Sofia. Claro! Cómo no se había dado cuenta antes? Sofía era la hija del empresario que los había contratado! Con razón a Manuel le resultaba conocida su cara, lo había visto aquella vez en Punta del Este, y por eso estaba Sofía en la inauguración. En ese momento la desesperanza lo invadió, jamás tendría la posibilidad de tener nada con ella si era hija de su propio jefe, el cual era muy adinerado y él era un simple albañil. Sí, soy uno de ellos- contestó por fin. El cielo nocturno rebosaba de estrellas y Manuel y Sofía quedaron un largo rato conversando, cuando de repente su madre la interrumpió. La tomó por el brazo y la apartó. Manuel vio como lo señalaba con el dedo, miraba a su hija y decía algo que él no alcanzaba a escuchar. Seguramente estaba molesta que su hija estuviera hablando con un obrero. Pero a Manuel no le importó, para ese entonces ya estaba todo hecho, la desesperanza que hacía un momento se había adueñado de él, se había convertido ahora en emoción. Se encontrarían al siguiente día por la tarde. Manuel se presentó puntual a su cita, pero Sofía no llegaba, qué habría pasado? Cuánto más pensaba más se angustiaba. Y así, sumergido en sus pensamientos escuchó que alguien le decía. - En qué pensás?- sobresaltado Manuel sólo contestó Vayamos a caminar. 28 VIDAS SIN FRONTERAS

29 AMOR SIN FRONTERA Se sentía muy bien al estar con ella, Sofía le contó muchas cosas: su vida en Buenos Aires, sus objetivos en la vida, sus padres que eran bastante rígidos, y otras cosas. Manuel la escuchaba atento, pero se preguntaba qué pasaría después cuando Sofía tuviera qué irse, no sabía cuándo pero el momento llegaría. Además sabía perfectamente que sus padres jamás lo aceptarían para estar con su hija. Como si estuviera leyendo sus pensamientos ella dijo: - Me quedo hasta fin de mes, sé que no es mucho, pero supongo que vamos a encontrar alguna manera de estar juntos. La tarde pasó muy rápido, Manuel la acompañó hasta las cercanías de la casa donde se estaba alojando con su familia y se despidieron. Durante las semanas siguientes se vieron todos los días en el mismo lugar y a la misma hora, pero un día Manuel la esperó y Sofía no llegó, al siguiente día Manuel se enteró que se habían ido. Jamás la volvió a ver. Manuel trató de continuar su vida. Volvió a Salto, trabajó en esta ciudad, y poco a poco intentó olvidarse de Sofía. No le resultó fácil, sabía que ella lo quería y quería estar con él y seguramente se había ido siguiendo a sus padres que jamás habrían aceptado su romance. Era lo único que lo mantenía positivo: ellos dos juntos jamás funcionarían. Además de todo esto Manuel sabía que volverla a ver sería imposible, pero como el destino había hecho cruzar dos veces su camino tenía la esperanza que lo volviera a hacer. Pasaron nada más y nada menos que 20 años para que una tarde de verano la viera pasar por una calle céntrica de la ciudad salteña. Al principio dudó en creer que era ella, sabía que la posibilidad de que estuviera en lo cierto eran mínimas, pero trató de acercarse y lo confirmó. Allí estaba, su cara se había avejentado, su aspecto no era el mismo, pero seguía siendo tan encantadora como antes. Llevaba de la mano un niño de unos diez años, que poseía sus mismos ojos y su misma sonrisa. Manuel dudó si hablarle, evidentemente ese niño era su hijo, por lo que posiblemente su esposo estaría cerca. Pero igual lo hizo Otra vez el destino nos vuelve a juntar Sofía, esta vez en mi ciudad.- Aquella muchacha que había desaparecido para darle paso a una mujer lo miró desconcertada, no podía creer que esa persona que tenía ante sus ojos fuera aquel muchacho que había conocido en la ciudad costera, y que había tenido que abandonar por razones, para ella, sin fundamentos válidos. Al segundo su cara se tornó feliz aunque extrañada, no podía creerlo. Presentó a su hijo Santiago, y le explicó que su marido había muerto hacía cinco años de una enfermedad. Desde ese momento Sofía se había mudado 29

30 a la ciudad de Salto, donde tenía una prima, pero aunque pareciera increíble era la primera vez que se cruzaba con Manuel. Los padres de Sofía también habían fallecido hacía un año. Sofía confesó que aquel día que no acudió a su cita no fue por voluntad propia, sus padres habían descubierto que cada tarde se encontraba con Manuel a escondidas y habían decidido cortar su relación por las buenas, sin otra mejor idea que separarlos, para siempre, creyeron ellos. Sofía rió al recordar esos momentos, estaban ahora tan distantes en el tiempo. De más está decir que Sofía y Manuel terminaron casándose un año más tarde, Manuel comenzó a trabajar en un taller mecánico y Sofía daba clases de piano en su casa. De la muchacha adinerada que Manuel había conocido ya no quedaban rastros, los dos vivían ahora muy felices junto con Santiago. Manuel cumplió su sueño, pudo pagarles la educación que sus hermanos se merecían, y sus padres ya muy ancianos estaban orgullosos de sus cuatro hijos. Tiempo más tarde los hermanos se lo agradecieron siendo ya profesores los tres. Pero además de ello Manuel encontró alguien que lo acompañó el resto de su vida. Una mujer que en un principio parecía muy diferente a él, no sólo por las clases sociales a las que pertenecían, sino porque ambos vivían separados por miles de kilómetros y ambos pertenecían a países diferentes que los separaban, pero que terminaron uniéndolos para siempre. Muchas son las anécdotas que escuché después por parte de mis familiares sobre estos dos personajes que vivieron una historia muy emocionante, pero lo más importante es que supieron unir las fronteras que alguien, quien sabe quien, alguna vez separó. 30 VIDAS SIN FRONTERAS

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33 Vida entre dos amores Graciela Inocencia Razzetto DNI Damián P. Garat Concordia Entre Ríos (0345) Primera Parte: El bote se deslizaba lentamente en las tranquilas aguas del Río Uruguay. Los remos se hundían diestramente, rompiendo ese espejo donde se reflejaba el cielo y los árboles de la costa. El botero, hombre joven, buen mozo y musculoso, miraba con atención a los pasajeros que trasladaba ese día desde el puerto de Concordia (Argentina) al de Salto (R. O. del Uruguay). Se trataba de una mujer muy joven, totalmente vestida de negro, con un sombrerito elegante cuyo tul le cubría parte del rostro. Sentado a su lado, un niño de pocos años, apretaba cariñosamente su mano mientras los ojitos observaban con atención, el bello y agreste entorno. La joven sostenía, con su mano libre, una cartera y también un cuadro con la Virgen del Carmen, que se apoyaba en su falda. Cuando el bote atraca en el muelle del puerto de destino, el botero ofrece su ayuda a la dama, la sostiene y sin poderlo evitar le dice: Quien fuera esa Virgencita para estar en su regazo! 33

34 Ella responde indignada: Cómo se atreve a decirme esto? Y sin saber la causa agrega: Tenga mucho cuidado, no sea que esta virgen lo castigue y la tenga que ver el resto de sus días. Con visible disgusto ella toma a su hijo y su equipaje, partiendo rápidamente hacia la salida. En esa época, principios del mil novecientos, el botero, llamado Pedro, tenía el hábito de pasar los fines de semana en esa ciudad. Se alojaba en la casa de su tía Rosa, la cual tenia varios hijos, sus compañeros de diversiones nocturnas. Esta costumbre se repitió al llegar el sábado siguiente. El domingo, a media mañana, mientras tomaba unos mates con la dueña de la casa, ella le comenta: Sabes Pedro? Mi vecina, a quien tú conoces esta contentísima. Recibió la visita de una sobrina viuda con su hijito pequeño, en realidad ellos vienen viajando desde Brasil, la pobre esta muy triste pues paso por muchas cosas desde la muerte de su esposo, un coronel brasilero. El joven jamás imaginó que desde ese momento su vida cambiaria totalmente. Pero, como ocurre siempre, el destino presentó su jugada. Pasado unos momentos llega la vecina con su visita Oh, Sorpresa! Era la dama de negro, su bonita pasajera. Los encuentros domingueros se hicieron frecuentes y, con el paso del tiempo, surgió el amor. Pedro y Eleuterio (así era su nombre) formaron una feliz familia argentino-uruguaya, fijando su residencia en Concordia. Así fue que el botero tuvo que ver a la virgen el resto de sus días. Nacieron muchos hijos, entre ellos Antonio, mi amado padre. Por lo tanto ellos fueron mis abuelos paternos. Con el progreso, Pedro hace construir una de las primeras lanchas de pasajeros. La llamó Eleuterio E. en honor a mi abuela, afectándola al trafico fluvial de pasajeros. Cuando mi padre cumplió catorce años, él muere trágicamente arrollado por un tren. Por derecho sucesorio la embarcación fue adjudicada a mi padre, esto le permitió sostener siempre a su madre y luego a la futura familia que formó. 34 VIDAS SIN FRONTERAS

35 VIDA ENTRE 2 AMORES Segunda Parte: Vicente perteneció a una ilustre familia de Concepción del Uruguay, único varón entre tres hermanas, creció muy malcriado entre ellas y su madre que todo lo consentían. Ya siendo adolescente, su espíritu aventurero, entre otras cosas, hizo que se embarcara en los buques de carrera, a pesar del disgusto de su padre. Un día, la empresa de navegación afectó su embarcación al trafico de cargas entre el puerto de Buenos Aires y Salto. En uno de esos recorridos y también en el río, el joven convivió con Irene, una muchacha bonita y emprendedora, oriunda de esa ciudad uruguaya. Pasado un tiempo contraen enlace, formándose así la otra unión argentinouruguaya de mi historia. Ellos fueron mis abuelos maternos. De este matrimonio nacieron dos varones y dos mujeres, entre ellos Elsa, mi recordada madre. Pasaron algunos años y Vicente compra una lancha de pasajeros llamada Modesta de bandera oriental. Otra vez, el destino tendió sus redes. Siendo el patrón conductor de su lancha, él entabla gran amistad con el lanchero argentino Antonio. Un día se enferma gravemente y el muchacho, interesándose por su salud, visita la casa. Allí conoce a su hija Elsa. El amor nace a primera vista formándose la tercera familia argentino-uruguaya de mi relato. Ellos fueron mis padres. 35

36 Deciden residir en Concordia pero, cada vez que mi madre enfrentaba un parto se instalaba en la casa de sus padres. Fue así que los primeros cinco hijos nacieron en el Uruguay y los tres últimos en Argentina, debido a que en la época de Perón se cerraron los puertos. Mis abuelos maternos se instalaron largo tiempo en nuestro hogar hasta que todo se normalizo. Las costumbres de ambas familias eran distintas y hay cosas que añoro todavía. Por ejemplo festejar la Navidad con la familia de mi padre. La casa que había pertenecido a mis abuelos paternos se adornaba por doquier y un inmenso árbol navideño, en el centro del patio cerrado, brillaba con sus velas, sus adornos refulgentes y sus regalos. Toda la familia reunida! Eran momento de algarabía, cánticos y juegos. El festejo del Año Nuevo se organizaba en la propiedad de mis abuelos maternos. A las doce horas, con la primera campanada de reloj familiar, la gran familia tomada de las manos, soplaba fuertemente las velas que decoraban una torta inmensa hecha por la Tía Zulma, hermana de mi mamá. La cantidad de las mismas coincidían con las dos cifras finales del año iniciado. Sobraban los buenos augurios, los besos, los aplausos, las risas y todo se transformaba en alegría. Como jugábamos entre primos! Cuando llegaba el Viernes Santo, si estaba en Concordia, caminábamos con mi padre y el resto de la gente menuda hasta San Carlos. Allí recolectábamos diversos yuyos medicinales: marcela, lucera, higuerilla, etc. y luego de la merienda retornábamos, cansados hacia el hogar. Si tenia suerte de ir a Salto en su semana de Turismo, con mis hermanos y primos practicábamos deportes, juegos, largas caminatas e izábamos bonitos barriletes en la avenida costanera. 36 VIDAS SIN FRONTERAS

37 VIDA ENTRE 2 AMORES El domingo asistíamos todos a la misa de resurrección. El templo, situado en la parte alta de un cerro, mostraba el recogimiento de grandes y chicos. Cuando todo concluida salíamos corriendo por esas calles en bajada para llegar lo antes posible al lugar donde nos esperaban los huevos de pascua con sorpresas increíbles. Y son muchos los recuerdos maravillosos que perduran en mi memoria. Por razones de trabajo nos trasladamos a la vieja Federación. Era una ciudad pequeña en esa época pero tan hermosa y tranquila! Mi padre ya no se ocupo del transporte de pasajeros, se dedicó a bajar jangadas. Espiraba las crecidas anuales del Río Uruguay pues era la única manera de cruzarlas en el bravío Salto Grande. La Eleuterio R. su lancha, iba en la punta y otra en la cola para guiarlas. Algunas veces se necesitaba toda embarcación, todo dependía de su longitud. Muy complicado era el paso en los saltos si no se conocía el camino. Un mal movimiento y las rocas, mas la velocidad de la corriente destrozaron los catres de rollizos o de pinos, perdiéndose todo. Las jangadas procedían de Brasil y la mayoría de las veces, mi padre subía el río hasta la ciudad brasileña de Sao Borja, frente a Santo Tome, donde se los entregaban. Era muy pintoresco verlas deslizarse suavemente en el río por metros y metros. Muy pocos fueron los osados que se atrevieron a cruzar los saltos pero mi padre tuvo un buen maestro que todo le enseñó: Don Regino, su baqueano. Tuve la suerte de conocerlo y de compartir gratos momentos con él y su familia. Toda mi infancia y parte de mi adolescencia transcurridas en Federación continúan imborrables en mi alma. 37

38 Tercera Parte: Escucho las notas del Himno Nacional Argentino: Oíd mortales el grito sagrado! Libertad, libertad, libertad! Mi sangre comienza a circular velozmente en las venas y el corazón late enardecido. En otro momento oigo: Libertad, libertad orientales! Ese grito a la patria salvó Inevitablemente mi piel se eriza y un nudo de emoción aprieta mi garganta. Veo flamear la bandera de Pancho Ramírez con su franja roja y sin quererlo surge, la imagen de Artigas con la suya. Según cuenta la historia muestro Supremo Entrerriano fue soldado del Protector de los Pueblos Libres y se inspiró en ella cuando diseñó la suya. Camino por el parque Rivadavia y frente a un monumento leo esta frase tan admirable: Brazos y almas abiertas al pueblo hermano, sin libertad la tierra propia parece extraña No puedo evitar recordar todo lo aprendido sobre el Éxodo Oriental, dirigido por Artigas. Mi mente divaga Creo ver todo un pueblo atravesando el Salto Chico, para llegar a los campos del Ayui, buscando la libertad. Esta gesta, también conocida como La Redota marcó el comienzo de la nacionalidad uruguaya... Miro hacia el costado y entre las ramazones de frondosos árboles se divisa señorial el Castillo San Carlos, parte de nuestra historia local. Otra vez mi mente vuela. Me parece escuchar el ruido de una avión aterrizando suavemente Será Antoine de Sait Exupery que viene a corretear por el monte con las princesitas? Siento profundo respeto y admiración por el General José de San Martín, pero también por el General José Gervasio Artigas. Sus vidas fueron distintas, pero ambos lucharon denodadamente por un mismo ideal: La Libertad! Siempre digo que el Río Uruguay no separa los pueblos, sino que los une. Por eso mi vida transcurrió entre dos amores y siempre será así hasta que mis cenizas reposen en el lecho de mi río. 38 VIDAS SIN FRONTERAS