Seguir al señor. Vivir la luz que brota del amor

Transcripción

1 José Eduardo Pérez Valera, SJ Seguir al señor Vivir la luz que brota del amor

2 Índice Presentación...9 Capítulo I De la imitación de Cristo y el desprecio de las vanidades...11 Capítulo II Sobre el sentir humildemente de sí mismo...15 Capítulo III Sobre la enseñanza de la verdad...19 Capítulo IV Acerca de la reflexión antes de actuar...25 Capítulo V Sobre la lectura de la Palabra de Dios...27 Capítulo VI Sobre los sentimientos desordenados...31

3 Capítulo VII Sobre el orgullo y la vana confianza...35 Capítulo VIII Sobre el evitar la excesiva familiaridad...39 Capítulo IX Sobre la obediencia y la sumisión...43 Capítulo X Sobre el evitar las palabras superfluas...47 Capítulo XI Sobre la adquisición de la paz y el deseo de aprovechar...51 Capítulo XII Sobre la utilidad de las adversidades...55 Capítulo XIII Sobre el resistir a las tentaciones...59 Capítulo XIV Sobre no juzgar ligeramente a los demás...65 Capítulo XV Sobre las obras hechas por amor...69

4 Capítulo XVI Sobre el sufrir los defectos ajenos...73 Capítulo XVII Sobre la vida cristiana...77 Capítulo XVIII Sobre el ejemplo de nuestros mayores...81 Capítulo XIX Sobre el ejercicio de la vida cristiana...85 Capítulo XX Sobre el amor a la soledad y al silencio...91 Capítulo XXI Sobre la compunción del corazón...95 Capítulo XXII Sobre la consideración de la miseria humana Capítulo XXIII Sobre la meditación de la muerte...105

5 Presentación Las numerosas y magníficas capacidades conscientes de nuestra naturaleza humana necesitan un modelo que las oriente y las motive. El riesgo de desviaciones anida también dentro de nosotros, en esas pulsiones que san Pablo llama concupiscencias. Todos experimentamos tanto el atractivo de la benevolencia hacia los demás, como los resentimientos y malevolencias hacia ellos. Es claro que debemos pugnar por las virtudes y combatir los vicios. Jesucristo, Dios verdadero y hombre verdadero, se ha acercado a nosotros para mostrarnos cómo humanizarnos, más aún, su cercanía nos regala la luz y la fuerza para lograrlo. Él ha cumplido con esa misión desde hace veinte siglos. La historia lo comprueba con incontables testigos, el presente lo convalida con la experiencia viva de varones y mujeres que lo siguen y encuentran en él la verdad plena del hombre. Don y tarea es nuestra existencia. La filosofía y la ciencia han ido descubriendo las maravillas de la naturaleza humana consciente, sensible, inteligente, conocedora cierta de las realidades, libre, capaz de amar y de arraigarse en la convivencia pacífica, afectuosa y creativa. Pero este don, regalo del Creador, pide respuestas inteligentes, juiciosas, perseverantes, generosas y firmes ante los embates de dificultades, 9

6 Seguir al Señor desengaños y experiencias abismales. Nuestra ineludible historicidad nos depara continuos cambios de escenario e imprevisibles retos. Sólo valdrá la respuesta virtuosa, fruto de valores cultivados en la mente, decididos con la voluntad y amados con el corazón. Para este aprendizaje el Maestro es Jesucristo, admirado, escuchado, imitado. en el medievo, en la escuela de la Devotio moderna, Tomás de Kempis escribió La imitación de Cristo, libro clásico de la espiritualidad cristiana. Ahora, eduardo Pérez Valera, jesuita misionero en Japón, profesor de filosofía en la Universidad Sophia de Tokio, nos brinda los frutos de sus meditaciones y caminares por las virtudes cristianas. Toma el hilo conductor de La imitación de Cristo y elabora excelentes enseñanzas, escritas con no menor claridad conceptual y literaria. Sin duda nos iluminarán e invitarán para vivir en la luz y en el amor. Xavier Cacho, S.J. 10

7 Capítulo I De la imitación de Cristo y el desprecio de las vanidades 1. Quien me sigue no anda en tinieblas, dice el Señor. Estas son palabras de Jesús, con las que nos invita a buscar la iluminación que nos ayude a reproducir su vida en nuestra vida. La vida de los hombres está radicalmente herida de fugacidad. La vida entera del Señor Jesús está transida de luz perenne. La verdadera iluminación consiste en captar internamente algo de esa vida. Es un algo que tiene la virtud de empezar a transformarnos en lo que hemos captado y entendido. La iluminación brota a veces de improviso, como un rayo que rasga el cielo azul. Pero también existe la iluminación ordinaria, la iluminación de cada día, a modo de pequeñas joyas engastadas en sentimientos de respeto a Dios, de contrición, de consagración, de compasión, de gozo. La vida entera del Señor es la fuente privilegiada de la iluminación cristiana. Allí beben los doctores su doctrina. Allí reciben los fieles su alimento. La chispa que brota en nosotros, en virtud del Espíritu, al contacto con la vida del Señor es luz y alimento; es lo que hace posible la imitación de Cristo, la imitación de Dios. 11

8 Seguir al Señor 2. Pero sin el espíritu del Señor las letras del evangelio son letras muertas, y las palabras que trasmiten su mensaje no son más que signos mudos y vacíos. El Espíritu es quien transforma esa letra muerta en luz viva, y el sonido mudo de las palabras en invitación suave y apasionada, elocuente y persuasiva. es el mismo espíritu quien activa en nosotros el deseo de reproducir en nuestra vida la vida del Señor. la decisión de poner por obra ese deseo nos abre el camino que lleva al mundo de las maravillas, hasta el corazón del reino de Dios. allí se encuentran las palabras del evangelio al desnudo: llenas de sabor, luminosas. luz cierta que guía. alimento del espíritu que nos fortalece para realizar nuestra genuina identidad, que consiste en reproducir en nuestra vida la vida del Señor. una sola palabra del evangelio puede derribar barreras en nuestro espacio interior, e introducirnos en nuevos horizontes. allí es posible reconocer y evaluar las cosas en su realidad desnuda, como verdaderamente son. allí aparecen sin disfraces las cosas valiosas y las vanas. el hombre enamorado de Dios no es engañado fácilmente por las apariencias. la mujer enamorada de Dios tiene una percepción clara de los valores y de las vanidades. 3. Vanidad es buscar riquezas materiales, mientras nos olvidamos de la enorme riqueza que tenemos en Cristo. Vanidad es buscar reconocimiento y posición social, sin que nos importe el honor que viene de Dios. Vanidad es ir tras lo que nos gusta y huir de lo que nos disgusta, sin preocuparnos de lo que realmente vale. Vanidad es lanzarnos a gozar de la vida, sin cuidarnos de que sea buena. Vanidad es plantar 12

9 De la imitación de Cristo y el desprecio de las vanidades el corazón en este mundo, como si fuera eterno. Vanidad es apegarnos a lo fugaz y descartar lo que permanece. Y andar tras la vanidad equivale a alimentarnos de viento, para morir al fin hastiados y vacíos por dentro. Si estamos enamorados de Dios, reconoceremos fácilmente esas realidades y las opuestas. Porque no hay cosa más valiosa en esta vida que hacer de toda ella un ejercicio de amor de Dios. la iluminación que brota de ese amor nos enseñará gradualmente el papel que juegan en el plan de Dios el hombre y la mujer, la riqueza y la escasez, el gozo y el sufrimiento, el matrimonio y el celibato, la política y el derecho, el esfuerzo humilde de los sabios por controlar la economía para que todos tengan suficiente pan. En una palabra, la iluminación que brota del amor nos enseñará paso a paso el valor eterno de las cosas temporales. 13