LOS JUECES, LA PALABRA.

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José Ramón Ayala Franco
hace 7 años
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1 PARTICIPACIÓN DE LA SEÑORA MINISTRA, OLGA SÁNCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, EN LA CEREMONIA DE TOMA DE PROTESTA DE MAGISTRADOS DE CIRCUITO Y JUECES DE DISTRITO, EL 29 DE SEPTIEMBRE DE 2009, EN EL EDIFICIO SEDE DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN, CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO. LOS JUECES, LA PALABRA. La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea, y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra. Gilbert Keith Chesterton ( ) Escritor británico. Señora, señores ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Señora, señores consejeros de la judicatura federal, Señoras y señores magistrados de circuito y jueces de distrito, Señoras y señores, Quiero comenzar con un agradecimiento a mis pares en el Pleno, por la oportunidad de intervenir en esta ceremonia. Siempre es muy grato ocupar

2 un poco de tiempo en revisitar la perspectiva que uno tiene sobre la función de un juez constitucional, que es a lo que esta mañana quisiera referirme, y transmitir esa percepción a quienes se inician en esta selecta y noble función. Estimada magistrada y magistrados, señora jueza, señores jueces constitucionales: no quisiera incurrir en un lugar común al decirles que la coyuntura en la que arriban a esta alta responsabilidad de la magistratura constitucional, es delicada; las circunstancias de su contexto son, en general, difíciles. La realidad cotidiana nos lo muestra día a día. Pero lejos de verlo de manera pesimista o desesperanzada, les pido que lo vean 2

3 como una afortunada coincidencia en su vida. Inician ustedes una labor transformadora de la realidad, con suma incidencia en el medio que habitan, con una gran fuerza catalizadora de cambios. Una función que, de cumplirla a cabalidad, será, como lo es ya, semilla de cambio en las instituciones de nuestro país. Porque en una democracia constitucional, la garantía de los derechos es la finalidad última el funcionamiento equilibrado y limitado de los órganos de poder, una de las más importantes condiciones. Una democracia así, debe ser por tanto funcional, y en ello radica gran parte del poder de los jueces, en poner en 3

4 equilibrio las relaciones sociales, a efecto de darles funcionalidad. Esa forma de concebir a la democracia entiende que cada uno de los poderes realiza su función de la mejor manera posible, poniendo sus esfuerzos en concretar las facultades y atribuciones constitucionales que le son propias. Así entendida, la democracia constitucional pugna porque cada una de las entidades poderes u órganos del Estado actúen conforme a la definición constitucional de su función. En esos términos, quisiera permitirme la liberalidad de utilizar una analogía para describir la función, a mi modo de ver, más importante que deben cumplir como jueces constitucionales: la de la palabra. No 4

5 como algo privativo de la magistratura constitucional, sino como una herramienta de privilegio de la misma. Como la mejor herramienta para el cumplimiento de la función esencial de argumentar en la protección de las garantías, en la adjudicación de derechos, obligaciones y atribuciones competenciales de los poderes públicos. En ese paralelismo, al Poder Ejecutivo le correspondería la ejecución de las normas en el ejercicio de lo que se ha llamado el ejercicio legítimo del monopolio de la fuerza; al legislativo la de legislar con sensibilidad, inteligencia y responsabilidad, así como la de distribuir el gasto público de la manera más óptima posible; y, finalmente, en esta analogía, al judicial le correspondería la palabra. 5

6 Lo pongo en términos del ministro José Ramón Cossío, quien hace poco en un evento decía que al juez constitucional le corresponde generar las condiciones necesarias para impedir, simbólicamente hablando, que la palabra sea arrebatada, disminuida o acallada; también en la definición de derechos, precisión de competencias, reconocimiento de obligaciones. Y abundo diciéndoles que, en particular, el juez constitucional es no solamente la palabra la de la ley, sino la palabra de la Constitución. Así que, apreciados jueces y juezas constitucionales, decir la Constitución es la función que les corresponde en este contexto. Porque si la incidencia de la administración pública y la legislación se 6

7 ven disminuidas en la sociedad, si no son idóneas para generar los cambios necesarios o es paulatina, la incidencia social de la Constitución se traslada, entonces, al Poder Judicial de la Federación. Pues si bien es cierto que los otros poderes, cada uno en el ámbito de su responsabilidad, van ejerciendo sus facultades y atribuciones constitucionales, si estas se agotan, o si no son suficientes, la arena del diálogo, de la discusión, se traslada al ámbito del poder judicial. Y, en este espacio, los argumentos de las partes, siempre privados, deben expresarse en términos de interés público. Deben ser expresados en términos de los mejores argumentos. La fuerza de esos argumentos, que provienen de la vida 7

8 cotidiana, de los intereses y la conflictividad humana, se ve expresada en la palabra. Palabra que les corresponde a ustedes, porque esa palabra es voz. Voz de todos los que buscamos una vida digna. Voz de quienes han perdido, en alguna medida, su condición humana y, en consecuencia, no tienen voz. Esa, y no otra, es la razón de ser, la labor del juez constitucional, quien, por tanto, se convierte en un traductor del interés privado en interés público. Una persona que habla por otra, que es portadora y responsable de que otra sea escuchada. En Palabra, en el sentido apuntado. Esa es, desde hoy, su responsabilidad. 8

9 Ustedes son fruto del esfuerzo diario; miembros, por mérito propio, de una familia, de una estirpe forjada en el camino del esfuerzo. Todos ustedes vienen marcados en su trayectoria por una característica común: la del brío y los arrestos, la de la fuerza que viene del trabajo. Honren ese esfuerzo enfrentando tan altas responsabilidades con alegría y con valor, porque la nobleza de la función permite encararla así. Pues muchas formas tiene la palabra (la función jurisdiccional, en el sentido que he descrito), para no dejarse afectar por los intereses y problemas que circundan su labor. La independencia, la imparcialidad, el estudio, son tres de ellas. Pero el universo de herramientas es inmenso. 9

10 Usen las que tengan a su alcance para hacer de la labor del juez constitucional el espacio donde la palabra traduce lo imposible en posibilidad, lo arbitrario en justo, lo privado, en bien común. Un espacio en el que la palabra se vuelva activa y, a la vez, transformadora. Un espacio en el que se vuelva, por ello, buena palabra. Enhorabuena. 10

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