LITERATURA Y SOCIEDAD: DOS ROMANCES DEL SIGLO XVIII LIMEÑO, TRADICIÓN Y MODERNIDAD

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1 LITERATURA Y SOCIEDAD: DOS ROMANCES DEL SIGLO XVIII LIMEÑO, TRADICIÓN Y MODERNIDAD Concepción Reverte Bernal UNIVERSIDAD DE CÁDIZ El 28 de octubre de 1746, a las diez y media de la noche, un terremoto asoló la ciudad de Lima, dejando los edificios en ruinas, gran número de víctimas, seguidos de hambre y peste. La catástrofe quedó reflejada en abundantes testimonios, 1 así como en algunas obras literarias que proyectan la mentalidad de sus autores. Uno de estos textos es el romance «Verdadera relación en que se [refiere la historia del] temblor del año de 1746», del mercedario Fray Francisco del Castillo 2, donde, apegado su autor a las creencias del Barroco, achaca los males del sismo a los pecados de los limeños; empieza: Todo mortal que entregado a los deleites y vicios, vive sin ver que no vive, pues nadie en culpa está vivo; de ese letargo en que duerme que despierte solícito, porque este recuerdo sea del sueño total olvido (1-8). La desolación de la catástrofe es para Castillo ocasión de abrir los ojos, proyectando moralmente en otros su propio defecto físico. 3 Por otra parte, siguien- 1 Cfr. Rubén Vargas Ugarte, Historia General del Perú (Virreinato ), Lima: Carlos Milla Batres, 1981, págs , ; Marcelin Defourneaux, Pablo de Olavide el afrancesado, trad. de Manuel Martínez Cámaro, Sevilla: Padilla Libros, 1990, pág. 376, n Archivo Nacional de Santiago de Chile, vol. 6, Fondo Antiguo, 2 fols. r y v sin n. ; ed. Rubén Vargas Ugarte, Obras de Fray Francisco del Castillo, Lima: Studium, 1948, «Clásicos Peruanos», vol. 2, págs Cfr. mi «Hacia un corpus completo de las obras de Fr. Francisco del Castillo (Lima, )», Anales de literatura hispanoamericana, Madrid: Univ. Complutense, 20 (1991), págs , con fe de erratas. Hay una ed. defectuosa por César A. Debarbieri, Fray Francisco del Castillo, «El ciego de la Merced», Obra completa, Lima: César A. Debarbieri, 1996, págs Cito por mi transcripción del ms., con las normas que utilicé en El teatro de Fr. Francisco del Castillo, Barcelona: ETD-Micropublicaciones, 1988, corrigiendo el seseo. Para un estado de la cuestión previo, vid. mi Aproximación crítica a un dramaturgo virreinal peruano: Fr. Francisco del Castillo («el Ciego de la Merced»), Universidad de Cádiz: Servicio de Publicaciones, La ceguera física en contraste con la moral es un tema recurrente en las obras de Castillo, tal como 368

2 LITERATURA Y SOCIEDAD: DOS ROMANCES 369 do el debate sobre gracia y libertad propio del XVIII, tema central de su auto Guerra es la vida del hombre? Castillo justifica el daño natural como castigo a la dureza de los habitantes de Lima: Dios amoroso le enviaba los suficientes auxilios, mas por estar obstinada eficaces no los hizo; que como el consentimiento lo dejó a su libre arbitrio, un yugo que es tan suave, por libre, abrazar no quiso (41-48). El poeta consigue transmitir la emoción del momento, para acabar su alocución con una declaración patriótico-religiosa, evocando a Sta. Rosa de Lima: Ya amaneció. Mas, oh nunca nos hubiera amanecido!, que ha sido más triste noche la que en el día tuvimos. Vieron de Lima el estrago los ojos y, enternecidos, lenguas hicieron del llanto para poder referirlo. No hay templo, torre ni casa en este vasto distrito, que no confiese postrado todo su orgullo rendido. Y así, sus habitadores, que sus casas han perdido, del miedo, aposesionados, buscan en el campo asilo [...] Sólo para compañía le han quedado, qué martirio!, los cuerpos que sepultaron corpulentos edificios. [...] La madre que ve sacar desbaratado a su hijo, tantas le dice ternuras que desbarata a los riscos. El hermano por la hermana, señalara A. Tamayo Vargas, Literatura Peruana, Lima: José Godard, [s.a.], vol. I, págs Su carencia le valió una «Disertación sobre la ceguedad ilustrada» de Acignio Sartoc [anagrama de Ignacio de Castro], Mercurio Peruano, ns. 57 y 58 (21 y 24 de julio de 1791), fols ; reproducida en ed. facs., Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 1964, t.ii de ' Traté de ello en «Saber teológico y moral en las obras de Fray Francisco del Castillo, 'el Ciego de la Merced'», Pensamiento europeo y cultura colonial, Karl Kohut y Sonia V. Rose (eds.), Frankfurt: Vervuert-Madrid: Iberoamericana, 1997, págs

3 370 C. REVERTE BERNAL la mujer por el marido, sólo explican lo que sienten en lamentos mal sentidos. Ay, dulce patria!, qué es esto?, tú en semejante conflicto?, tú, Lima, tan relajada?, quién, de esto, la causa ha sido? Tú que, del Esposo, dabas Rosas al jardín divino, ves ya tus marchitas flores que en aza[ha]r se han convertido? ( , , ). Si a finales del XVII la explicación científica de los fenómenos naturales suscita aún arduos debates, 5 con el avance del siglo ilustrado se acoge mejor; no obstante, por testimonios de época sabemos que al desastre de Lima siguieron manifestaciones públicas de piedad y penitencia, como sucedía en otros lugares, 6 Una de las personalidades hispánicas que vivió el terremoto de Lima fue el ilustrado Pablo de Olavide, cuya biografía es suficientemente conocida. En un artículo reciente Russell P. Sebold señalaba el «realismo» de las novelas de Olavide 7, que las convierte en adelantadas respecto a la evolución posterior del género. En relación al conjunto de versiones de obras francesas atribuidas a Olavide, destaca como excepción, por su tema peruano, Teresa o el terremoto de Lima, s en la que el protagonista, D. Ramiro, es un sujeto «instruido y habituado á pensar» (194), calificado de «filósofo». La novela parece un pretexto para recordar la terrible experiencia personal de Olavide con el terremoto, 9 y al describirlo traslada a la novela lo que se lee también en otros testimonios. Por ej., D. Alonso se encuentra frente a las costas del Callao durante la catástrofe: Iba á terminarse el día 28 de octubre, y se presentaba el navio delante de Callao á las diez y media de la noche, cuando el mar, sin causa ninguna visible, se hin- 5 Por ej., Pedro Álvarez de Miranda, «Las controversias sobre los cometas de 1680 y 1682 en España», Dieciocho, 1 (Spring, 1997), págs ; Antonio Lorente Medina, La prosa de Sigüenza y Góngora y la formación de la conciencia criolla mexicana, Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1996, págs Por ej., María Elena Stefanón López, «De cómo los poblanos solicitaban la misericordia divina ante las epidemias y sequías en el siglo XVIII», Juras, Exequias, Arcángeles y Comedias: Puebla en el siglo XVHI (rescate documental), Margarita Peña Muñoz (coord.), Puebla, U. Autónoma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, 1997, págs «Novelas de 'muchos Cervantes': Olavide y el realismo», Anales de Literatura Española, Universidad de Alicante, 11 (1995), págs Para la identificación de los modelos originales utilizados por Olavide, vid. los trabajos de María José Alonso Seoane. Su novelita peruana se recoge en Pablo de Olavide, Obras Selectas, Estudio preliminar, recopilación y bibliografía por Estuardo Núñez, Lima: Banco de Crédito del Perú, 1987, «Biblioteca Clásicos del Perú, 3»; cito por esta edición. 9 Cfr. Defourneaux, op.cit.

4 LITERATURA Y SOCIEDAD: DOS ROMANCES 371 chó, bramó con furia: El prudente capitán reconoció los anuncios de un terremoto. Mandó forzar de velas para largarse: esta sola precaución preservó el buque contra una inevitable pérdida. Una media hora mas tarde el mar inundó el puerto, y las tierras situadas mas allá, hasta mas de una legua; aun se tragó á los mas de los infelices que se salvaban en Lima. De veinte y tres navios que había en el puerto, se fueron á fondo diez y nueve y cosa asombrosa, si semejantes desastres no fueran auténticos, arrojó el mar los otro cuatro bien adelante tierra dentro (211). El historiador Rubén Vargas Ugarte recoge: 10 Desde las primeras horas del día comenzaron a circular voces sobre la destrucción del Callao y Superunda envió a aquel puerto a algunos soldados de a caballo, a fin de cerciorarse del hecho. [...] Si en Lima se había cebado la desgracia, la ruina del Callao no pudo ser mayor. Del antiguo puerto sólo quedaron unos cuantos restos de la muralla y el arranque de las paredes de algunos edificios. Lo que había dejado a salvo el terremoto vino a arrasarlo el ímpetu de las olas. El Marqués de Obando, Jefe de la Escuadra y General de la Mar del Sur, dice que los cuatro mayores navios que había en el puerto, soltando las anclas fueron lanzados por encima del presidio y vinieron a varar el uno dentro de la plaza, el otro, cargado de trigo, a escasa distancia del anterior y los otros dos hacia el sudeste, como a distancia de un tiro de cañón de los baluartes. Las novelitas morales de Olavide se datan en su etapa final de arrepentimiento, lo que explica la ironía que impregna esta obra. Aunque en ningún momento Olavide achaca el terremoto a los vicios de Lima, la catástrofe natural actúa como deus ex machina en la narración, pues provoca la muerte y arrepentimiento de los que obraron mal y el desenlace feliz para los buenos." En otro manuscrito donde se recopilan obras de Castillo, se halla su extenso poema a «La Pasión y Muerte de Nuestro Redentor y Señor Jesucristo, según los cuatro Evangelistas», que consta de unos versos. 12 Se escoge nuevamente la forma métrica romance para un poema narrativo, pero en este caso de mayor envergadura y con una tradición poética precedente. Tratándose de un poema escrito en Lima, en el siglo XVIII, es inevitable recordar que en esta ciudad se escribió la gran epopeya religiosa del Barroco, La Cristiada, del dominico Diego de Hojeda, publicada en Sevilla en Op. cit., pág " Para Ignacio Ferreras, La novela en el siglo XVIll, Madrid: Taurus, 1987, pág. 66; ésta es una constante en las Lecturas útiles y entretenidas de Antonio Céspedes y Monroy [Pablo de Olavide]. 12 Al parecer, sus coetáneos preparaban la publicación de sus obras, cfr. mi Aproximación. Archivo Nacional de Santiago de Chile, vol. 805, Fondo Varios, págs ; el poema fue transcrito por Carlos Milla Batres en su tesis doctoral inédita, Vida y obras literaria edita e inédita del ciego de la Merced: Fray Francisco del Castillo Andraca y Tamayo ( ), Lima: U.N.M.S.M., 1976; también recogido por Debarbieri, págs Cito por mi transcripción del ms. He manejado las edis. de Mary Helen Patricia Corcoran, Washington, D.C.: The Catholic University of America, 1935; Rafael Aguayo Spencer, Lima: P.T.C.M., 1947, 2 vols.; Cayetano Ro-

5 372 C. REVERTE BERNAL Como fuentes principales del poema de Hojeda, Frank Pierce 14 señala Cristias (1535), de Girolamo Vida, La Universal Redención (1584), de Hernández Blasco, los escritos doctrinales en prosa de los dominicos Alonso de Cabrera y Fr. Luis de Granada, los relatos hagiográficos de Pedro de Ribadeneyra y Alonso de Villegas, Virgilio y Tasso. Aunque el poema de Castillo remite en primera instancia a los Evangelios, se inserta en un conjunto de escritos que glosan los textos bíblicos de la Pasión. Como precedentes literarios más próximos al poema de Castillo, cabe mencionar el poema en romance A la Pasión de Nuestro Señor (1717), de Luis Antonio de Oviedo y Herrera, Conde de la Granja, y el libro en prosa a la Pasión y Triunfo de Cristo, publicado en 1738 por Pedro de Peralta Barnuevo. 15 Si el estilo de La Cristiada se pone como modelo del Barroco, el poema de Castillo presenta un lenguaje y desarrollo más simplificados, acordes con lo que puede ser calificado de Rococó 16 o transición hacia el Neoclásico; este hecho justificaría la sustitución de la octava real por el romance. La epopeya de Hojeda se inicia in medias res y va de la última cena al entierro de Cristo. Castillo empieza su canto explicando brevemente la necesidad de la Pasión, desde el origen del hombre, para pasar al relato más detallado con la supuesta despedida de Jesús a su madre antes de la última cena; el final es la muerte de Cristo en la cruz. Si en el caso de Hojeda se han señalado como recursos del poema el uso de profecía, écfrasis, adjetivación, onomatopeya y aliteración, Castillo utiliza un estilo menos culto, 17 sonoro y redundante, con menos digresiones, que se aparta poco de la paráfrasis de los Evangelios en su condensación. Como sucede en La Cristiada, a lo largo del poema Castillo hace patente que su propósito es remover el afecto de los lectores, la búsqueda de una respuesta emotiva que conduzca a la conversión. Empieza así: Dulce amante de las almas, de cuyo amor lo supremo altamente se gradúa en tu mismo abatimiento, sell, Madrid: Atlas, 1945, B. A. E., vol. XVII. 14 La poesía épica del Siglo de Oro, Madrid: Gredos, 1968 (2 a ); «Diego de Hojeda», Historia de la literatura hispanoamericana, Madrid: Cátedra, 1982, t. I, Época colonial, págs Vid. también Corcoran, ed. cit., «Introduction». 15 Aun contando con los errores que pueda presentar, considero básico Luis Alberto Sánchez, El Doctor Océano. Estudios sobre Don Pedro de Peralta Barnuevo, Lima: U.N.M.S.M., Últimamente han aparecido en Dieciocho trabajos que actualizan al sabio peruano, lo que es, sobre todo, labor del Prof. Jerry Williams. 16 Traté de este asunto en «La poesía de Fr. Francisco del Castillo (el Ciego de la Merced)», comunicación XXVIII Congreso del I.I.L.I., Brown University, junio 1990; publicada en Espejo de paciencia, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 0 (1995), págs Frente a las numerosas autoridades citadas por Hojeda, Castillo menciona a S. Agustín (1551), Dionisio Areopagita (3013) y los nombres de Dimas y Gestas (2905, 2913) que apuntan a los Apócrifos.

6 LITERATURA Y SOCIEDAD: DOS ROMANCES 373 hoy, tu Pasión y tu Muerte quiero cantar porque quiero que a la luz de la memoria, logre encenderse el afecto. (1-8) Esta llamada a los sentimientos se repite en muchos momentos a lo largo de la obra; porej.: Ay, Jesús del alma mía! Ir adelante no puedo, porque es la misma ternura fuerza de mi desaliento (93-696). Ah, hombres!, mal dije, ah, peñascos!, negados al sentimiento, pues está vuestra indolencia guerra a la ternura haciendo ( ). Viendo Pilatos aquel espectáculo funesto, que pudiera a lo más duro reducir a lo más tierno ( ). Llorad, mas sobre vosotras y vuestros hijos, sabiendo que habrá día en que un torrente aun no ahogue el sentimiento ( ). No así Dimas, el dichoso, procedió, porque en su afecto, eran, a la sequedad, contrarios los sentimientos ( ). Asimismo, como en el caso de Hojeda, Castillo se involucra en el relato usando preguntas retóricas, exclamaciones, imprecando a los personajes. Llaman la atención las exhortaciones al alma, sea la propia, en un desdoblamiento, o la del lector atento: Ea, pues, a[l]ma devota, sigue mi voz que hoy espero darte, en ciencia de finezas, razón de agradecimientos (17-20). Ea, alma, sea este punto de tu discurso el objeto, y será la reflexión la luz del reconocimiento. (481-84). Mientras así habla Pilatos, alma, contigo hablar pienso; veis aquí este hombre a quien así tenéis padeciendo ( ). En la obra es constante el uso del estilo directo, copia de los Evangelios. Siguiendo la tendencia general del poema, Castillo reduce la maquinaria sobreña-

7 374 C. REVERTE BERNAL tural al «cielo», opuesto a la tierra, e introduce unos pocos nombres mitológicos: Cibele, Argos, Parca, Júpiter, Neptuno, Febo, etc. Aunque, en general, de manera no excesivamente complicada, usa juegos de palabras, antítesis, paradoja; por ej.: que, como busca su muerte, él quisiera, desde luego, encontrar en la triaca sustancia para el veneno ( ). Si hasta ahora, les decía, fui desconocido vuestro, porque el ser que tomar quise está mi ser encubriendo ( ). con una crueldad ferina hieren su rostro, sangrientos, echándole a un tiempo en cara abominables desprecios ( ). Ya en tropas lo solicitan y él los recibe halagüeño, juzgando que en esta salva está, del tiro, el acierto ( ). A lo largo del poema del Ciego captan la atención los dos «villanos» de la historia bíblica, Judas y Pilatos. El apóstol traidor conduce nuevamente al binomio gracia-libertad, la predestinación: Doce discípulos tuvo el universal Maestro, todos electos de Él mismo, pero no todos electos (97-100) Pilatos permite la común reflexión sobre el juez inicuo. Si bien las propias Escrituras marcan la distinción entre los príncipes, escribas y la plebe, Castillo hace sentir aquí sus prejuicios aristocráticos, de acuerdo con su origen; 18 por ej.: No sólo en la plebe inculta se notó este sacrilegio, también sabios nobles, viles e ignorantes procedieron ( ). Los últimos momentos del poema, que por su asunto deberían ser los de mayor tensión, resaltan la ya mencionada sensibilidad rococó de Castillo, de cortesía, atención a lo menudo. Al pie de la cruz: Mujer, mira ahí a tu hijo, le dice, y el tratamiento, aunque parece extrafteza, 18 Vid. mi artículo «La poesía...»

8 LITERATURA Y SOCIEDAD: DOS ROMANCES 375 más fino es por menos tierno; no quiere llamarla madre, el Hijo amante previendo ha de ser, de sus dolores, el cariño crecimiento ( ). De la sexta hora al principio se vio en el orbe universo dibujar la esfera en sombras claros sus presentimientos. Febo se oculta entre nubes, como quien dice no puedo, si el Sol de justicia muere, ostentar yo lucimientos ( ). Frente a pasajes acertados del poema, acaba de forma un tanto prosaica: Dijo esto y no dijo más, que expiró en este momento, y yo no puedo tirar otra línea, aunque me esfuerzo; porque faltando mi héroe [el subrayado es mío], a quien alma y vida debo, si algún aliento me queda, sólo es para el desaliento ( ) Aquí el uso deliberado del término héroe entronca nuevamente con su probable modelo. Pienso que, todavía con matizaciones, el conjunto de rasgos que caracterizan esta obra de Castillo apuntan a la evolución del gusto y el pensamiento religioso a mediados del XVIII. Por su materia, el poema habría requerido especial vigilancia de la Inquisición si se hubiese publicado. Las relaciones de Castillo con la Inquisición de Lima responden a la decadencia de la institución durante el siglo XVIII: El mismo Inquisidor que había sido destituido por el Visitador Arenaza, en 1745, por su conducta escandalosa, Cristóbal Sánchez Calderón, es objeto de la dedicatoria del auto sacramental del Ciego Guerra es la vida del hombre, en Notas éstas que revelan, una vez más, las contradicciones de un siglo, inicio de modernidad. 19 Rubén Vargas Ugarte, Historia de la Iglesia en el Perú, Burgos: Imp. de Aldecoa, 1961, t. IV ( ), págs ; José Toribio Medina, Historia del Tribunal de la Inquisición de Lima ( ), Santiago de Chile: Nascimiento, 1956, t. II, caps. XXIV-XXV; Rene Millar Corbacho, La Inquisición de Lima, Madrid: Editorial Deimos, 1998, Tomo III ( ), págs Luis Alberto Sánchez, en op. cit., dedica un capítulo a «Peralta Religioso», donde trata de la acusación contra él de Cristóbal Sánchez Calderón, por ciertas proposiciones contenidas en su Pasión y Triunfo de Cristo; lo cual no es recogido en Millar Corbacho.