Módulo 5 Gestión del aula inclusiva

Transcripción

1 Módulo 5 Gestión del aula inclusiva El siguiente módulo los invita analizar los factores claves de la gestión de un aula inclusiva para conducirlos a un profundo análisis de su realidad y práctica docente, para finalmente desafiarlos a producir modificaciones en la organización escolar y en su trabajo docente. Para tal objetivo será importante saber que en la actualidad, se observa un creciente convencimiento de que la educación inclusiva es la vía más expedita para reducir las inequidades de nuestros sistemas escolares, incrementar las oportunidades de los grupos más vulnerables, promover el ejercicio de la plena ciudadanía y lograr una mayor integración y cohesión social. Así, la inclusión ha comenzado a considerarse como una dimensión de calidad o elemento indicativo del buen desempeño de las escuelas (Duk y Murillo, 2008). Un Escuela que busca ser considera inclusiva debe por tanto ofrecer una respuesta educativa que se caracterice por ser comprensiva y diversificada, proporcionando una estructura curricular común a todos los alumnos, además de considerar las características y necesidades de cada uno de ellos. Este desafío no está en manos de unos pocos, sino muy por el contrario exige compromiso y voluntad por parte de toda la comunidad educativa, creando progresivamente las condiciones que permitan provocar las modificaciones que se necesiten. Es fundamental que esta escuela cuente con un proyecto educativo que contemple la atención de la diversidad, asegurando continuidad y coherencia en el proceso educativo que viven sus alumnos, acompañado de una gestión flexible que facilite las herramientas para su desarrollo. Si la escuela consiguiera tal propósito, estará haciendo efectivo el derecho a la educación para todos, ofreciendo igualdad de oportunidades y participación, alejando la posibilidad de seleccionar o discriminar, además de otorgar a cada uno lo que necesite para el desarrollo de sus potencialidades. Esta escuela no sólo está buscando incluir a los niños o niñas que presenten una NEE, ya lo dice Fernández ( ) cuando señala que la

2 educación inclusiva no está destinada a los alumnos con necesidades especiales exclusivamente, sino a todos los niños que quieran pertenecer a esa escuela: alumnos con deficiencias y sin ellas, con dificultades de aprendizaje y sin ellas, alumnos de diferentes culturas, alumnos que provienen de familias con diferentes niveles socioeconómicos, alumnos con diferentes sistemas de valores, distintas religiones, entre otros. Para que una escuela adopte este enfoque inclusivo deberá sin duda disminuir todas las barreras al aprendizaje y a la participación, independiente de quién las experimenta y dónde se encuentren estas barreras, en las culturas, políticas y prácticas de una escuela. Es por ello, que se enfatiza la movilización de recursos infrautilizados a nivel del personal docente, alumnos, consejo escolar, padres y otros integrantes de las comunidades escolares (Ainscow, 2001). Como ya se ha señalado, las escuelas en este proceso de cambio deberán sufrir una gran transformación, esto no significa despojarse de todo lo que se es y se ha conseguido, sino más bien quedarse con lo que sirve para despojarse sin miedo de lo que no. Creando así un proyecto común en el que todos se sientan partícipes y responsable de su creación y ejecución, es decir, un cambio de enfoque de la práctica educativa, que según Fernández ( ) requiere de una organización que propenda a la flexibilidad, permeabilidad, creatividad y colegiabilidad, para que el proyecto refleje a la institución y no a cada profesor de manera aislada. Las características de una escuela inclusiva son finalmente los factores que determinarán que una escuela logre o no hacer el cambio, entre ellas encontramos: (Duk,2013) Actitudes positivas de la comunidad educativa y acuerdo consensuado para llevar a cabo programas de educación inclusiva. Elaboración y desarrollo de un proyecto educativo institucional que contemple la atención a la diversidad.

3 Liderazgo y compromiso por parte del equipo directivo de la escuela para favorecer el aprendizaje y la participación de todos los alumnos y alumnas. Trabajo conjunto y coordinado del equipo docente que permita unificar criterios, adoptar un marco conceptual compartido y colaborar en torno a objetivos comunes. Nivel adecuado de formación de los educadores en materia de NEE y estrategias de respuesta a la diversidad. Desarrollo de un currículo lo más amplio, equilibrado y diversificado posible, susceptible de ser adaptado a las necesidades individuales y socioculturales del alumnado. Desarrollo de una cultura de apoyo y colaboración entre padres, docentes y alumnos. Estilo de enseñanza abierto y flexible, basado en metodologías activas y variadas que permitan personalizar las experiencias de aprendizaje y promuevan el mayor grado posible de interacción y participación de todos los alumnos y alumnas. Disponibilidad de servicios continuos de apoyo y asesoramiento orientados a los docentes, los alumnos(as) y los padres y madres. Relaciones positivas y proyectos de colaboración e intercambio con otras escuelas de la comunidad entre ellas, las escuelas especiales. Participación activa y comprometida de los Padres de Familia. Apertura y relación de colaboración con otros sectores de la comunidad. Hasta ahora hemos revisado qué se entiende por una escuela inclusiva y algunas de sus características. Por tanto seguiremos nuestro viaje y nos adentraremos a las aulas de estas escuelas, las que asumen una filosofía bajo la cual todos y todas pueden aprender y son miembros del aula con iguales derechos (MINEDUC, 2008). En este contexto, la diversidad es considerada un rico recurso de apoyo al aprendizaje y a la enseñanza (Ainscow, 2001).

4 Los docentes de estas aulas se preocupan de acoger e incluir a todos los niños y niñas, creando una atmosfera social que respeta y valoriza las diferencias, siendo un referente para que los alumnos luego lo utilicen en las relaciones que establezcan fuera sala de clase. Educarse en este ambiente les permitirá comprender que no todos necesitan lo mismo y menos requieren de los mismos apoyos, es por eso que no se sorprenderán de participar de actividades diferentes y recibir distintos tipos de ayudas para enfrentar las situaciones de aprendizaje. En este escenario el docente tendrá que analizar y reflexionar sobre su práctica y tomar decisiones que promuevan el aprendizaje y la participación de todos sus alumnos y alumnas. Lo descrito requiere de una planificación que oriente los procesos de enseñanza y aprendizaje que tienen lugar en ella. Dicha planificación ha de conseguir el difícil equilibrio entre dar respuesta al grupo como tal y a cada alumno/a dentro del mismo, por lo que tiene que ser un diseño abierto y flexible (Mineduc, 2008). Los docentes deberán para esto dedicar tiempo para conocer a sus alumnos, con respecto a sus niveles de aprendizaje, competencias curriculares, intereses, motivaciones, necesidades, entre otros. Según Ainscow (2001) la planificación es más eficaz y operativa cuando: Los planes de clase son variados. La organización del aula se adapta en respuesta a la información que proporcionan los estudiantes durante las clases. Las estrategias se planean para permitir a los alumnos/as que encuentren el sentido de las actividades de aula. Las tareas para la casa se planean con el fin de reforzar y ampliar el aprendizaje. Un aula que cuente con una programación predefinida y estandarizada estará transitando en sentido contrario, alejándose de lo descrito anteriormente. Es así como la contextualización hacia la realidad de cada curso y una propuesta curricular holística cobra

5 tal relevancia, permitiendo beneficiar a todos los alumnos, debido a que se entrega una gama más amplia de posibilidades de vincularse con los contenidos a partir de un espectro mayor y no restringido como ha ocurrido en la enseñanza tradicional (Mineduc, 2008). El MINEDUC (2008) nos dice, que el punto de partida es tratar de responder a las necesidades individuales desde una metodología común y no tanto buscar métodos y técnicas de trabajo diferentes para los niños y niñas con mayores dificultades, sólo cuándo esto no sea posible habrá de elaborarse una propuesta individual. Esto no significa que todos debamos hacer las mismas tareas, de la misma forma y con los mismos materiales, sino cómo organizo las estrategias de enseñanza para brindar experiencias de aprendizajes comunes que respecten las diferencias y necesidades de cada uno de los alumnos. Sabemos que no existen moldes o recetas que puedan asegurar que las aulas se transformen completamente en aulas inclusivas, pero sí existen elementos que podemos tener en consideración: (Mineduc, 2008) Motivar a los niños y niñas para lograr una predisposición favorable para aprender. Ayudar a los niños y niñas a atribuir un significado personal al aprendizaje. Explorar las ideas previas antes de iniciar un nuevo aprendizaje. Variedad de estrategias y posibilidad de elección. Utilizar estrategias de aprendizaje cooperativo. Dar oportunidades para que practiquen y apliquen de forma autónoma lo aprendido. Preparar y organizar adecuadamente los materiales y recursos de aprendizaje. Observar constantemente el proceso de aprendizaje de los niños y niñas para ajustar la enseñanza. Organizar el horario del aula teniendo en cuenta las necesidades de apoyo que puedan precisar determinados alumnos/as.

6 Clima del aula. Reconocer a cada niño como una persona única y darles un afecto incondicional. Tener altas expectativas y dar retroalimentación positiva (promover la autoestima y el desarrollo emocional de los alumnos/as) Fomentar la cooperación y relaciones positivas entre los alumnos/as. Organizar el espacio del aula de forma que facilite la accesibilidad a la información y la autonomía. Consensuar reglas y rutinas del aula. Respecto a los docentes, también es beneficioso que considere aquellas tareas que se hacen habitualmente en la escuela y en el aula, las cuales no siempre son consideradas desde su real alcance e impacto y que no por ello no son menores, tales como: Saludar a los niños y niñas en el momento de la llegada a la escuela y al aula, incentivando tal cortesía entre todos. Planificar la enseñanza para todos y todas, sin olvidar la singularidad de los aprendizajes. Partir de lo que los niños y niñas saben y conocen. Promover el trabajo grupal, interactivo y colaborativo. Dialogar y responder más que preguntar. Respetar sus tiempos, favorecer su autonomía, no hacer las cosas por ellos o ellas. Observar a los niños y niñas en distintas situaciones de aprendizaje. Hacer una síntesis al finalizar cada clase. Poner en práctica lo que se ha señalado en este documento no está exento de dificultades, ya que muchas veces los docentes y otros miembros de la comunidad educativa dudan de que esto sea posible de realizar en sus escuelas y aulas. Algunos argumentan que esto no es más que una utopía, ante lo cual Fernández ( ) diría que no debemos olvidar que las utopías han sido el motor de todos los cambios que se han producido en la

7 humanidad. En lo posible tenemos que recuperar el valor de la utopía como motor de transformación de la sociedad. Finalmente, el desafío será asumir la responsabilidad que tiene cada miembro de una comunidad educativa si es que se desea ser parte de una escuela y un aula en la cual todos quepan. Si bien se sabe que esto no fácil, es reconfortante saber que si todos están dispuestos y comprometidos a trabajar en forma conjunta, en un futuro no muy lejano, avanzarán en la creación de un espacio escolar cada día más inclusivo.