...J. Loa IÂI~DI1'An08III LA. O'IA BAlDA ''! IL CABILDO DE CA.LI I 1. EP(lCA COLONIAL Y lupuillicaiu

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1 o CiAFlCIA VASQUI:Z /~ Loa IÂI~DI1'An08III LA. O'IA BAlDA ''! IL CABILDO DE CA.LI EP(lCA COLONIAL Y lupuillicaiu 1928 \ HACIINOA ~r "T,"""CI ION" \J lb I 1...J

2 los HACEftDADOS DE LA OTRA BANDA Y EL CABilDO DE CALI DEDICADO A l.os SEÑORES RICARDO NIETO Y DOMINGO IRURITA CALI IMP. GUTIERFlEZ P. 1928

3 EPOCA, COLONIAL y HEPUBLICANA Vamos a ahordar por primera vez otro tema de crítica >:istórica que sometemos él la discusión de los iniciados en estas cue~;tiones. En el curso de este severo estudio pres~ntarél1los los documentos «originales» y dehidamente registrados que han permitido hacer nuestras deducciolles, comprohadas a la luz de un criterio guiado por la l(lgica nterpretacic'ln de los '"hechos" de la historia seccional del valle de Cauca. La rutin; ria repetici,';n de lo ya escrito y puhlicado a (ravés de I11<ÍS àc un ~;igl(j lu limitado el radio de la apreciacióll histl')rica ;1 1I1l0S cuantos 1l01llhres consagrado~ por la apología hiogrmicl y la lcycnd.1!lovel ~sca. Asi, h:! {)CUl'lido con '] escasa literatll'; J istc'lr'c; de C;:lIi, que conden:,ad; en la cl;i~;ica :lo" ',1 "El,\Iférez Real», puhlkada cn 1886, por I~I i!lsigne hum: nislé-! don Eustaquio Palacios, ej3rcil\ Ull:l podero:;a influencia Cil la restringida cnumeración de UIlOS cuantos nombres de familias coloni:tlcs que hasta

4 -4- hoy han monopolizado la tradición del procerismo surgido en la iniciación de la independencia del valle del Cauca. Las citadas familia~ Cueros, Cayzedos, Córdobas Cayzedos y Larraondos Cay zedos habían representado exclusivamente la época ~ de la emancipación de Apenas el legendario nombre del "padre Escobar", flotaba entre los imprecisos giros de una ficción literaria, sobre la absorbente consagración de aquellos personajes epónimos. Es cierto que la transmisión muitisecular del sanado alferazgo de Cali, relievado en la célebre novela de don Eustaquio Palacios, había conquistado un exclusivo dominio desde la más remota época colonial. A este respecto, recordamos que después de haber escuchado el elocuente discurso pronunciado en las fiestas centenarias de 1910, por el encendido verbo del joven abogado, Francisco Giralda, que. en su carácter de per<;onero del Concejo de Bogotá, inauguraba bajo las arcadas del capitolio nacional, la rememorada sesión del cabildo abierto de 1810, hubimos de preguntarle en dónde había nacido aquel "caucano ilustre» que con el esclarecido nombre de Ignacio Herrera, había representado con tan singular brillo la personería de la revolucionaria Santafé de Narifia y Acevedo Gómez. El joven tribuno quien acababa de pronuijciar el vibrante discurso que tan intensamente había golpeado nuestros oídos de entusiastas universi-

5 -5- tarios, nos contestó con cálida emoclon: «Herrera nació en Cali la ciudad reina del valle de] Cauca!...» De.regr~~ü a nuestra ciudad natal nos propusimos Inquirir ]a procedencia genealógica del prócer Herrera. Aqui en Cali, nos contestaron personas de seíia]ada ilustración, no ha habido otro prócer que Cayzedo y Cuero. Los demás pràceres caucanos fueron de Popayán, agregó con tono dogmático, otra persona intimamente vinculada a la histb~ica capital del antiguo Cauca. Los. vaivenes de la política nos llevaron, en 1922, a ocupar un puesto en el Concejo Municipal de Cali. Alli pudimos tomar nota de los restos del rico archivo municipal que se habia salvado de la voracidad de ]a polilla y de ]a destrucción de nuestras salvajes guerras civiles. Los viejos manuscritos habi<ln servido de parapetos en varios encuentros de armas verificados en torno de nuestra bélica ciudad. El volumen correspondiente a las actas l:e 1810 habia desaparecido. Tampoco existia la preciosísima colección de las actas de la junta de las ciudades libres y confederadas del Cauca, reunida en esta ciudad el 1.0 de febrero de Sin embargo, la detenida consulta de los volúmenes de 1812 a 1825, orientaron nuestras empn:ndidas investigaciones de «revaluación histórica» que completamos en la Biblioteca Nacional de Bogotá. «El hado de la historia», según las generosas y estimulantes palabras del sabio maestro don Eduardo Posada -quien nos

6 --6- comunicó el optimista aliento de los investigadores,- se mostró propicio en nueslros pl'imeros pasos por el ignorado camino, que apenas empezábamos a transitar confiados en el resultado final de nuestras iniciadas labores. Allá en la amada Bogotá visitamos la casa solariega de la familia descendiente del patricia Ignacio de Herrera y Vergara, unida por nexos de estrecho parentescu con los apellidos santafereños de los Ortegas, Sanz de Santamaria, Nariñas Ollegas, Valenzuelas, ALvarez y otros más, que en las postrimerias de la colonia constituyeron en torno a la atrayente personalidad del Precursor Nariño. el seleccionado núcleo insurgente de Santafé. La casa situada a la diagonal del Colegio Mayor del Rosario, fue ocupada en 1816 por oficiales y soldados pertenecientcs al ejército del pacificador Morilla. No obstante, la familia del prócer Herrera pudo poner (I cubierto de la pesquisa realista, la comprometedora correspondencia de carácter revol uciona rio que desde antes de 1810, habia sostcnido don Ignacio con el obispo Cuero, de Quito, el doctor Manuel Santiago Vallecilla, asesor de la gobernación de PopayéÍn, el doctor Cayzedo y Cuero, último representativo del tradicional alferazgo de Cali, y el doctor Cayzedo de la L'era, residente en la ciudad de Nóvita. Estaba, pues, en nuestras manos, ]a historia toda de los insurgentes de Cali. La justicia inmanente de las grandes causas históricas proyectaba su victoriosa lumbre inmortal sobre los nombres preciaras de una scleccio-

7 -7- nada estirpe que extinguió su vida en el sacrificio y en el martirio por la patria redimida. Ya no quedaba SO~:l el protomártir Cayzedo y Cuero. Habiase completado con Herrera Vergara, Va- Iecílla y Cayzedo de la LIera la lista de Jas pr(,ceres ea: ~ños que con su pensamiento y su acción habian cooperado a la emancípacitín del virreynalo granadino, tanto en Quito como en Bogotá, Cali, Popayán y N óvíta, Emperc ha quedado sin mencionar otro grupo de nombres que hemos encontrado constantemente inscritos en las actas del Cabildo de Cali. Desde tiempo atrás nos llamaba la atención la preponderante repre~,entación que tuvieron en los cabildos coloniales y republicanos de esta ciudad las firmas de los señores Mi Zllel de Barandica y Cayetano Moline Rendón. En 1790 el señor Barandica comparte la. Alcaldía de Cali con doll Nicolás del Campo Larraondo. Sabíamos que este Último, de origen )ayanés, hacía parte integrante de la familia Cayzedo y Cuero, pues establecido desde años atrás en esta cíudad con negocios de comercio, había contraído matrimonio, en 1788, con la sefiorita María Josefa Cayzedo y Cuero, hija del Alférez Real don Manuel Cayzedo y Tenorio. Respecto al señor Barandica no hallábamos la correspondiente procedencia que explicara su nombramiento de Alcalde de Cali. Los datas de personas informadas y aun emparentadas con la familia Barai-,dica, nos inclinaban a considerar al citado pet:;;onaje como de origen caleña. Sin

8 -8- embargo, en los libros parroquiales de la épata buscamos inutilmente el mencionado nombre. Respecto a don Cayetano Molina Rendón pliopietario de la hacienda del «Hatico», estábamos enterados de Sll antiguo origen bugueño. Pero suponíamos que ya en t810 tenía doble "vecindario" quc le daba acceso a desempeñar el cargo de regidor en el Cabildo de Cali, y probablemente en el de Suga-. Mas su permanente y prolongada representación de cabildante y Alcalde de Cali, ell el período de t810 a 1825, nos obligó a inquirir los antecedentes de su intima vinculación con esta ciudad. El resultado de nuestras investigaciones nos llevó a la siguiente conclusión: el señor Molina como el señor Barandica eran vecinos de Cali. En el detenido estudio de los hombres que en Cali habian actuado desde 1810 en absoluta identídad de ídeas y propósitos con el prócer Cayzedo y Cuero, volvimos a encontrar a don Cayetano Molina ya unido a los señores José María y Francisco Cabal Barona, como miembros o comisionados de las Juntas y de Jas Cabildos de 1810 a En el Cabildo elegido ell.o de enero de 181 I aparecen nombrados Alcaldes de Cali los señores Oerónimo de Escobar hermano de fray José Joaquin, y don Francisco Cabal, primo hermano por doble linea de don José María Cabal, a quien le había sido enviada, aqui? Cali, con fecha 5 de enero de 18tl la correspondiente credencial de diputado por la ciudad de

9 --y- Calota anil: la Junta de las ciudades confederadas del Cauc;,. Figuraba entonces lllllllj presidente del Cabild'-, de Calotu don Nieollis de,";i/lia, emparentado con la familia Vergara Cay/euo de Cali y qui,;n desempeñó el pue~to de Escribano púhlico y del Cahildo de esta ciudad. En la misma ac!.:ldel Cabildo de 1811 firman los señores f!;fl,hiv Mallzcus Polawo, Jos,; Ml/ríl/ Malla/ino, [)omin/.!o Pérez y MOl/toya y José María Aloil/Ía.,luelga declarar que el anterior personal era decididamente adicto y partidario de la poljtka iniciada por el pn' cer Cayzedo y Cuero, Tenientc-golJ';rnador de Cali y presidente d~1 citado Cabildo. La aclilud más o menos antag('j!1ica )' disidente del Cabildo de Buga, que clilminú en Sll improbad.= lllediaci(',n propuesta <1: Cabildo realista de Popayán, con prescindencia de los demás Cabildos '.Ie las ciudades del Valle, intrig( nucstra atencil'n por su m ;nifiesta inconformidad con las actuaciones del grupo caleñ,) integrado por los señorc-s Molinas y Cab;!es Baronas. Era para nosotros, que carecíamos en el pl incipio de liuestras investigaciones de I1n; clara y I,recis; documentación, bi'stante inexplicable la aparici:,n de los disol'/entes gérmenes de aqtl~lié1 disidencia suscitada por el Cabildo de Buga, en donde suponíamos tenia amplia cabida!él represcnt; ci 'JIl o la influencia de los Cabales Bar,mas y J\\lllinas a quienes éltlibuímos vinculaciones con dicho Cabildo. Y todavia aumentaba nuestra extrañeza la

10 -10- anotación de que la mencionada corporaclon municipal de Buga hubiera hecho cas\) omiso de don José María Cabal, el prestigioso representativo reputado como su hijo epànimo. Para mayor prueba fuimos a revisar en el archivo municipal de Suga las actas correspondiente~ al memorable año de 1810 asi como las inmediatas a las anteriores y posteriores de ese año y en vano buscamos allí las firmas de los Cabales Baronas. No encontramos ninguna. En cambio en las actas del Cabildo de Cali existe la de don Francisco Cabal como Alcalde en 1811, comisionado a la «República de Antioquia» en 1813, y diputado por el cantón de Cali en Otro tanto ocurre con las firmas de don Victor Cabal, Alcalde de Cali en 1820 y 1826, de don Vicente Lucio Cabal Borona, --hermano de don Francisco,-- Alcalde también de esta ciudad en Ccimo se explica esta continua representación de los citados Cabales, en la misma igual condición de los principales vecinos nativos o residentes desde tiempo atrás en la colonial ciudad de Santiago de Cali? Hé aqui la anticipada respuesta: los Cabales Boronas eran vecinos de esta ciudad en. cuyas juntas y Cabildos actuaron como los demás individuos caleños. Los Cabales Baronas como sus parientes políticos Barandica y Molina eran ciudadanos de Cali. En el desarrollo de este atrayente tema histèlrico ha surgido a nuestra consideración un poderoso grupo que confundido con el nativo de

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12 -11- Cali ejerclo un \ erdadero dominio en el gobierno lllunichal. Ese respetable núcleo caracterizado por su activa ingerencia en la ciudadanía caleña, lo hemos clasificado con la dcnominacil'.n terrigené! de «Los Izaccndados de la o/m bulldt]», Esta terminología de origen local ha sonado en nuestros ouos con la grata evocación de!os tiemplls de nuc~;tra yií distante niiïe;~, cllélndo oíélmos el alborondo saludo de los parientes o amigos que regres,l:)an de su gira por «lu otra banda del río Cuuca", Entonces Iii permanencia «en la otra banda» se prolongaba varios días o scmanas por el mal estado de los caminos, que a veces impedia el tránsito de «a caballo" por aquellos peligrosos manglares. El c;lmino conocido con el nombre de «paso del Comercio» y el del "paso de Jua-chito» que sirve actualmcnte de C(lrretera ilutom1wiliaria, quedaban cerrados en los gran.des inviernos de antaño. Basta recai dar que en muchas o;:é!siones, la inundac\(':n de las aguas se detení:1 ; poca distancia de esta ciudad, En la antiguil vía de «Juanchitr", había necesid cj de embarc:lfse è!1 C<l!1oa desde el veci!1o sitio llamado «El Tronca! ' hasta la conocid; finc.1 de «Mata de C211"", ubicada más adelante de la actual vuelta de «L~ zeta», Y por el caminj dl' "El CIJl11ercio" era todavía mas peligroso el viaje il,da ntra banda) por la interrupción o dcsaparici,ín de los puente~ inundados por el agua desbordada de Cauca y de las enormes ciéni:ga~ del djuachal". Muy,:ierto era entonces el alarmante anuncio

13 -i~traído por los labriegos de que «el río Cauca andaba por los montes» l... j Cuántas favorables mudanzas para quienes atravesamos hoy con el vértigo de la velocidad, aquellos intransitables parajes sumergidos ayer bajo las arrolladoras corrientes del fecundante y no menos impetuoso Bolo!... La via preferida en la colonia era la muy transitada del «Paso de la Torre» que comunicaba a Cali con la otra banda de Cauca y el norte del valle (1). Se comprendia por territorio de la (1) Este «paso» en el rio Cauca se llamó primitivamente,paso de Yumbo». En 1614 leemos el siguiente apunte: «Por cuanto don Antonio de Saa, vecino feudatario de esta ciudad pareció ante nos y por petición que presenta nos suplica le diésemos arancel de lo que habia de saber y cobrar de las personas que pasasen por su paso del rio de Cauca de Yuml'lo. El Cabildo en su sesión de 11 de diciembre de 1614 estableció el siguiente arancel: «Pasaje de ulla bestia, de caballeria y carga, por el dicho. paso de Yumbo, un tomin de veinte quilates, «Por pasar caballos, mulas y yeguas mansas sin carga o vadas, (ocupando la gente canoa en beneficio de su pasaje), medio' tomin del dicho oro, «De pasar cualquier español, indios, negros, mulatos que sean pobres no han de llevar nada, «A vecino feudatario, regidores y moradores de esta ciudad que tengan casa y vivienda no se les ha de llevar cosa alguna del pasaje de su persona», «Por cada carga de mercaderias, un tomin. «Dicho arallcel se hace extensivo a los demás pasos de los términos de e~ta ciudad, que son el paso de la Balsa, Andrés Coba y Riofrío»_ El mismo paso de Yumbo se llamó despues.paso

14 -13-- llamada <ofla banda» la vasta cc'marca extendid, entre el rio Zabalctas y d rio Bolo y cuyo cen tro natural era Palmir, sustitut!) del antigu caserio d,.' «L1éinogré nde". En dic'l\ demarcaciú no entraban la ciudad de Buga ni las poblaci( rcai de SaT' Harcas". Ell Iï5:! fue rclllaiadlj por ci se1î( José de ESlubar y Lazo Cil la SIl1TI1 é,nu; 1 ùe lo:! Jatae( nes por ri término dl) 5 afios. E:l 170k el remate sub' a 150 patacones. En IHll4 Ignacio de bp:nosa pu.'pone rematar "Paso l'ca de San Marcus l'ti 2HO pataco!1es an\l<lles, razón de un l'cal por bestia cargalla I' hombre m()nta!~[) "RL'mai~ del Paso dc la Torre II'Imado San Marce I:n 23 de julio de 11'24 ante ci AlcaUe ordinario don \ l'cnte Lucio Cabal, después d,' \'arias uj:\s y repujas l'cm tó José N\l:ie7. Caycedu ci p; So d,: San,v\;ucus por suma de 2:10 pl'sos y por ci térmj ~[) dl' 5 años". (Arel 1'0 municipal de Cill:). En la l:poca colonial \lo hemos Cico~ltr; do mencill!1 dos,'ci Pa,;u de JU:~!iehill)' I:j ",:1 l'a' o (1\:1Comerei! En cambio,:xistian l(1s p :sos cl'l C/,c,'wro y ['!a/anare, situados r -;,pectivamente allajo )' arriha dd,l'ê\"o de S Marcos o de la Torre'. El dt;,.!<> nombr': ùe La Torre" p;:rece que tl\\'() origen en los ;rimeros tiempus de lil conquista, En testamento ciel capitán don J'Jan de Escobar y i\lbara otorgado ln Cali en 170ll, l!erlara ql;~ d ja r(.nlll h.er suyos, El Trapichc y tien; s ùe napllllill1a y InitaJ I potrcro de la torre, que fueron hacic'j(i:ls del l'a pit.:in e Francisco de r.scobar y dulia ISilbcl de los Coho~, vt nus de Cali, En I\n alegë.to hecho Cil 1754 por Señor IU,\' Varona Fern:índcz, se rdiere,~i recinto tierras' propiamente nombrado <-forr(' de I/aplll/ima>. tribu de los indios napllnimas habitaba la regiùij Amaymc. Eran indios belicosos y antropófagos.

15 -14- nes norteñas. En este caso se determinaba el nombre de la respectiva localidad: voy o vengo de Buga y de Guacarí, pero no se decía voy o vengo de "la otra banda". En cambio la población del Cerrito sí quedaba incluída en el éirea de la llamada "otra banda". Esa denominación gecgráfica tuvo su origen autóctono en los más ~emotos tiempos de la colonia. El acuerdo de Ocache (1) que fijú en 1~)73 el límite septentriol1al entre las respectivas ju~isdicciones de Cali y Buga principia con estas palabras: «Ansi mesmo tenga la ciudad de Cal y por términos de la ollll banda del río Cal/ea ;1 la parte que está poblada la dicha ciudad Gua(L,lajara de Buga, hasta la quebrada que se dice Real del Trejo». LJ región norte de la otra banda comprendíl la zona de "AmaÙ'7,'" y sus inmediaciones. Como \'e~emos más adelante, la mayor parte de los dueños de las haciendas de la disputada zona de.i1maimc, prefirieron por motivos de diversa índole declararse "vecinos" de Cali. Y respecto a la jurisdicción eclesiástica, existe la terminante y clara constancia de hallarse registradas las respeciivas partidas de bautismos y matrimonios en los libros capitulares del antiguo curato de L1anogïill1de quc precedi<'j a la aclual (l) Todavia conserva el nombre de Oeache, la region situada al occidente del pueblo de Vijes, que probablemente se denominaba también Oeae/II:.

16 Paisaje de Amaime

17 parroquia de Palmira. El historiador Gustavo ArbolEda en la nuc'va cdición dc su documentado «Diccbnario biográfico del Cauca», aporta datos definitivos que nos han marcado la ruta de estas investigaciones. El autorizado autor que C01"YlO experto analista gusta ceñirse a las pruebas documentadas, emite un concepto de carácter restrictivo acerca de la pretendida inclusión del prócer Jo.,é María Cabal BarOlla en el marco de la plaza tie Buga, qut: si no naciú en la ciudad del Guada ajara tampoco tuvo ninguna vinculación ni repres:ntación provenientes del Cabildo bugueño, que según parece, había cerrado con fria indiferencia sus puertas a las familias de los Cabales Baronas. Dice asi el mencionado historiador Arboleda: «Cabal José María-El mas ilustre de cuantos Ruga IIEPUTA (sic) por sus hijos, nacido en la hacienda del Alisal de Am"il11e, jurisdicción de lu antigu.: parroquia de Uanogrl/l/(le» (p:igina 21). Hemo~. calificado de restriclivl) el anterior párrafo rel;: cionado con el lugar del nacimiento del citado pr 'Icer Cabal Barona. El término asi empleado de «Il'IJlltar por hijo» nos produce cierta duda cuya é.:laración pedimos rcspetu'ls1l1lente al distinguiclo autor del «Dicciona:io Biográfico», qul: repetimos, ha servido de libra de consulta Cil el curso de nuestras investigaciones. Por tanto, esperamos una definitiva aclaración él fin de poder in~erpretar en su verdadero sentido ese dato

18 -16- de intcrés histórico. Desde luego advertimos que la finalidad de este estudio no se reduce exclusivamente a precisar el lugar en donde nacieron los pfl';ceres Cabales Barcnas. Pero, en cambio, sí nos proponemos demostrar que las «aciuaciones" po'íticas del definido grupo de las citadas familias Barandica, Mulina y Cabal Barona, unidas entre si p,'r estrechos nexos de parentesco, estuvihan íntima y permanentemente vinculadas a los Cabildos coloniales y republicanos de Cati. Estas familias pertenecían al número de las radicadas en la «otra bar.da». Sus posesiones estaban situadas en la dilatada zona de Amaimc. Eran propietarios de las conocidas y extensas. haciendas de El Alisal, El Chantaduro y La COflcepción de Amain/c. E/ Hatico y El Plaianillo o Albión. Todavia se ven l;;s espaciosas y c(omodas casonas de pesada construcción colonial, que albergaban a cada un I de las patriarcales familias que habian fijado su residencia h:lbitual en -aquellas ricas haciendas. Anexa a la casa campestre se levantaba una capilla Que con el carácter de iglesia vice-parroquial del correspondiente curato de «L1anogrande», servia para la celebración de )a misa v de los Sélcramentos eclesiásticos. En esas evocadoras capillas cuyo campanario erguia hacia el límpido cielo del Valle la sojilaria espadaña que se divisaba a )0 lejos de la verde llanura, acostumbrahan los dueños de la hacienda veriiic r los baustimos y matrimonios de los descendientes de sus empàrcntadas familias.

19 Capilla de la hacienda de "LA CONCEPCION", dependiente eje la antigu., pa"'oquia de L1ano :rande (Palmira\. En csta C'apilla lueron bautizados los próceres Francisco y \liguei Cabal Rarona.

20 -17- En las vecinas haciendas caleñas de Carîasgordas, Arrl;yohondo y Mulaló, como en las de la otra handa, existían hasta fines del siglo pasado, las mencionadas capillas rurales. Sin embargo, los oratorias de aquellas otras haciendas eran mucho m;ís ricos y mejor ornamentados. Sus opulentos devotos los habían!adornado con artístices y valiosos cuadros importados de los afamadisimos estudios coloniales d~ Quito. La iglesia de la «Concepción de Amaimc», aparece avaluada en la surn; de patacones, lo que denota una cosksa contrucción provista de los más valiosos (',ementas del culto externo. (Testamento de doña Margarita Barona v. de Cahal. Cali, Notaría L', 1825) En esta histórica carilla fueron bau:;lados los señores Francisco, MI/{ucl y Vicenll' Lucio Cabal BG/ona como en la iglesia de la hacienda del Alisal, lo hahía sido don José María Cabal Borona, todos cuatro meritorios próceres, w,e enaltecieron la estirpe diferenciada e inconfur,dible de un ilustre apellido, que enlazado directamente con el de los Barandicas y Molinas se compenetraron en la tradicional y ~enuîna representación del Cabildo de C,di. Méls adelante, señalaremos el nllc'eo primitivo de ese diferenciado grupo de «hacendados de la otra banda», que se desprendió de la tigada jurisdicciór. de Buga para incorporarse y fusionarse en Ia Úrbi a municipal de Cali. No se crea a primera vista que el citado grupo que compartió el personal e',~ctivo de nuestro Cabî!do l hubiera sido

21 -18-- resultado de un amigable intercjmbio establecido entre los dos vecinos centros de Buga y Cali, que desde el origen de sus respectivas fundaciones entraron en pugna por cuestl n de sus corr{$pol1- dientes linderos. Basta rememorar el curioso, Jegato promovido por el Cabildo de Buga ante «la audiencia y cancillería real de Quito» ptlra que dictara las medidas conducentes a fin de obtener el regreso. de sus vecinos encomenderos que habian emigrado a Cali, con perjuicio de la ciudad reclamante, que asi se veia desamparada y con sus diezmos en disminuciàn. (Conquista de Suga, página 68. Tulio Enrique TascÔn). La audiencia de Quito favo:'eció la solicitud de Buga por medio de una imperativa resoluci(jll firmada el 9 de octubre de Sin embargo, los reclamados vecinos pre- 1irieron continuar viviendo en Cali, a donde se habían trasladado con sus respectivas familias. El Cabildo de Buga insistió en el efectivo cumplin1iento de la presionante orden. Varias de los avecindados en Celli fuero.n obligados a regresar a Buga. en cuya discutida jurisdicción habían fundaùo las incivientes hilciend<ls de "J; otra banda». Entre los constreñidos par la compulsiva resolucion fechada tn Quito el 15 de mayo de t 598, figuraba el c3j)it<ín l.ázaro Coba, hermano de don Andrés Coho, yernos del célebre conquistador don Cristóbal Quin/00, casado con doña Inés de Vergara, de los Vergaras de Rioja que pertenecian a la Casa real de Navarra. (La conquista de BUgil. Ob. cit.)

22 --19- Los dos Cobas en campania del Bachiller Francis:o de Vera, Cristóbal Quintero, Juan de Ortega, Alonso de Fuentlabrada, y otros conquistadores vecinos de la primitiva Cali, firn~an las aclas mós antiguas que aun se conservan en la deteriorada colección de nuestro archivo municipal y cuyo borroso encabezamiento aparece escrito así: «En la muy noble JI muy leal ciudad de San Tlziago de Cali (1) de la Provincia ee PopayÓn de las Indias, primero día del mes de Enero, año del nacimiento de Ntro. Salvador Jesucristo de mil quinientos y sesenta y tres años. Se juflfare:1 en su cabildo y ayuntamiento s('~ún lo h(w dcpuesto y de costumbre, conviene a saber". Otro problema de orden territorial planteado tambié:n ror Jas incesantes querellas promovidas por el Cahildo de Buga, consistió en la demarcación t'e su jurisdicci:n LOn ]a ciudad de Cati pre-:is'mente en la disputada zona del río Amai me, en cuya extensa área estaban incluidas la~i dicha~ Ilaciendas de la o~ra banda. La comisión integrada por delegados de ambos Cabildos, (2) (1) "Civitas Silllc/a Jacobi Cali», sc lee en lo, Iibrus parru411iales. Los nombres de Jacob y Jaime son sinón;- nos de T.;iago, el legenùario patrono de España. (:l) El delegado por el Cabildo de Cali flle el regid(l\' don Sebastián d! Magaña a ljuie!l se le dieron amplios poderes para resolver el primer litigio entre las dos ciudades.

23 -20- teunida en el pueblo de OC:lche, el 4 de agosto de 1573, fijó los limites de Jas dos jurisdicciones ('n los siguientes términos: hacia el norte el curso ele la quebrada del Real del Trejo, desde su desembocadura en el río Cauca hasta el paso del Real del Trejo, poi donde ihâ el camino de Cedi a Buga: y hacia ci oriente una línea recta 11 "paso de Al1lail11c» o calzada de Astigarrcta, (contigua a la casa de la actual hacienda de San GerÓnimo) y de aqui otra líne:t imaginaria dividienl~o la anchura del valle hasta el río Bolo, límite COI1 lé provincia de Calota. No obslilnte la anterior equitativa de111ilrc,,- c (ln, el Cabildo de Buga insistió en sus l!eslllld'das ambiciones de dominio territorial hasta l'i punto de exasperar con sus reiteradas denlandas a la audiencia de Quito, que al fin pudo rcducír al mencionado Cabildo imponiéndolc una mul!.l dl~ 500 pesos, en forma de legal represl n ( ;. A fin de ilustrar el críterio histórico anotal11::s de paso la serie de litigios que promovió el CClbildo de Buga contra jas demás ciudades del Valle. Desde los primcros afias del siglo XVIi se planteó entre Buga y Cartago un sostenidll :itgio que se prolongó hasta fines del siglo XVII, en que «por auto de fecha 28 de septiembre de 17!JO, según informa el doctor Tasct'ln, en Sil docllmentad" obra, el Excelcntisimo señor doll (I) «Apuntaciones Hi"tÓr;co Geográficas d.: la ciudad ljç Cali>, por Belisario Palacios.

24 José de Ezpekta dispuso amparar a Cartago en la posesi(')n de todo el territurio que hay desde la quehrada de la Honda hasta la dc Morillo, rcstituyéndo 10 ocupado por Buga». La reacción republicana que en diciembre de 1813 vol'lió a manifestarse en el Valle del Cauca con el anllncio de la llegada del ejército comandado por el general Antonio Nariño, que iniciaha su ofensh'a victoriosa sobre la pla:w de Popaván, se tradujll en un efectivo movimiento de autonomia municipal. Las importantes poblaciones de L1anogra:' ele y TuIuá se emanciparon de la jurisdicción :le Buga que a pesar de una obstinada resistenc: 'I no pudo contener ]a iniciada liberación de las mencionadas villas. El Supremo Gobierno del Estado, presidido por el ilustre doctor Manuel Santia.;a Valleci/lu reconoci!'] la justa autonomia demandada por los centros Je la Tlue\'a Palmira y Tuluá, cuyos habjtaní(~s habían contribuido como la totalidad del Val ~ al triunfo de la naciente república, El denominado sitio de «L1anogrande» conquistó por la innata altivez y el audaz valor de sus l1orildon's, un puesto de primera linea en la re\oluci:n de independencia, qûe había surgido trillllfante en as legendarias llanuras del Cauca heroico, La regkn de «Llanograndc» ;,:onstituía (;n 1810 un impc'tante centro de familias ricas y decididas por la causa de la independencia, E;1 estrecha conexión con el Cabildo de Cali, que cjerch una poderos,) influencia en el corregimiento o <'partido}!

25 -22- de la Herradura, el Abrojal y Coronado, (1) se desarrollaba una acción uniforme o solidaria en los acordados planes de la emancipación caucana. No era, pues, una infundada aspiración la que sostuvo la meritoria parroquia de L1anogrande en pró de su independencia municipal. El 5 de diciembre de 1813 es una fecha memorable en los anales de la autonomia civica del Valle del Cauca, que haoia levantado en 1810 la bandera de la libertad de «las ciudades confederadas» contra el despotismo peninsular representado por el gobernador Tac:'n. La histórica emergencia del nuevo cantón de Palmira tuvo favorable acogida en el Cabildo de Caji, que no obstante sus tradicionales títulos de efectiva jurisdicción sobre una gran parte de la antigua región de L1anogrande, no opuso ninguna forma de resistencia a los altivos proclamadores de la autonomía municipal de 1813, cuyas legítimas aspiraciones manifestadas tanto en Palmira como en Tuluá, hallaron su anhelada sanción en el presidente del supremo gobierno del Estado, doctor Manuel Santiago Val/eeil/a, benemérito hijo de Cali. (2) (1) Las respectivas haciendas designadas con tales nombres pertenecían a los señores Herreras Vergaras, Pérez de Montoya y Francisco Molina Rendón, vecinos de Cali. ( ) En la sesión celebrada por el Colegio electoral de Cali, el 22 de mlyo de 1815, el doctor Vallecilla

26 La generosa actitud del Cabildo de Cali se explica por la influencia desarro~lada en su seno por,ds representativos de "la otra banda», Que abriernl1 paso él las justicieras aspiraciones de Palmita. Estas cordiales relaciones se confirmi1ron en las sendas notas cruzadas entre los dos manifcstó quc debia aplazarsc el nombramiento de Gobernador h;sta c!jando la provincia hubiera recuperado su l hertold. pues «aun la parte Ijhre ue la provincia no se halla kg,a[l11entc representada COI11Uque no puede estimarse tal por los reclamos de Tuluá y ell contradieciún a serio por el rcpresentante nomhradcl por la municipalidad de Bup, en cuyo caso se halla Palmira i ~ualmente, causales todas que no sú!o pareœ illlluyen para que no se proceda de ninguna suerte a elecci.ltlcs en propiedad, sino tal11bi,:n para qlle 110 se piense f)or ahora en dar a la provine,], constitución y leyes perill3ile'ltcs,j. (Archi\'o municipal de Calí. Alio Folio 75). La aul,nol11ia de Palmira era un heclto reconocido por el Cabildo) de Cali. Y en la Notaria scgunda de csta ciudad l1el:10s anotado que en las escritui'; s rq.dstradas cn 1815 y ell p rte dc 1816, ya no se dke»siiio o parroquia de L1al1ogrande> sino «Villa de Palmira' o I' en el distrito de Palmira". cen Cali, a :JO de enero de 181G, d ~iudadano Gaspar Sinísterra, vecino de la pilla di! Pu/mira. (Folio 20). "En Cali, a 5 de junio de lh1g, parccit'l presellte en la casa d, su morada el ciudadano Francisco Cabal, vecino de dk' il ciudad _. hipoteca 1 doria Maria Cjertrudig Barona y Escobar, por deuda coutraida Cil 1810, la hacicnda que posee, ell el fistrito d~ Patmira, nombrada el Ato». (1\lio KW. Folio 125. Notaria segunda de Cali).

27 --24- Cablidos con motivo de la división territorial de 1824, que elevó a Palmira a la categoría de ciudad municipal. (I) * * * La complejidad del tema histórico que estamos tratando en el presente estudi0, nos obliga a extender nuestros comentarios en derredor de varias antecedentes del multisccular litígio de indole regional, suscitado entre las contendoras cildades de Cali y Buga. Respecto a la dis Juta de estas ciudades en torno a sus antiguas jurisdicciones, se encuentran datos muy curiosos <li (1) «Sala Capitular de Caly, junio 18 de "A la Muy Ilustre Municipalidad de la Villa de Palmira. "Este Cuerpo municipal ha visto con la mayor salisfaceiàn la nota de V. S. nluy!lustre en que se comunica la instalación de esa Municipalidad, se congratula con V. S. y le feliqta por un acontecimiento a que ha cooperado con tánto gusto. «Este Cuerpo ofrece a V. S. toda su consideración y los sentimientos de nhis c~trecha amistad y unión asegurándolc la mejor correspondencia. «Dios gue. a V. S" (Arch. munie. de Cali. Años Folios ). Estos antecedentes comprueban la amplitud del criterio político de Cali que ha sabido adaptarse a la cvolución de los grandes sucesos. Ciudad libre y generosa no vaciló cn secunáar los justisimos anhelos de autonomia municipal proclamados por la emancipada y altiva Palmira.

28 -25- mismo tiempo que reveladores de la incurable hostili ad de los vecinos' del Guadalajara, que como está comprobado, han promovido pleitos y querella~; con casi todos los municipios del Valle. Tal es la clara y persistente deducción de la critica l1istúrica. Indudablemente!la sido Buga una ciudad de obstinados empeños por un predominio expansionista, pero ha carecido del sentido de las proporciones y de la atracción benévola que prepé'ran y aseguran el triunfo de las causas oportunas y justas. Su pretendida cuanto insostenible hegemonia territorial sólo le atrajo hondos antagonistr.()s que al fin disminuyeron y redujeron el radio de sus influencias. La vasta jurisdicción colonial de Buga llegó a incluir bajo su dominio a las dos terceras partes del territorio vallecaucanc. Mas repetimos no fue Buga un centro de dinámica atracción, que le permitiera retencr y consolidar sus ventajosas posiciones que cayeron y se dispersaron al golpe fatal de las duras re,::lidades, originadas por el curso de los sucesos. La consue~udinaria suspicacia de la ciudad de Buga ha tendido siempre al recursivo y ya gastado procedimiento de atribuír a Calí la causa única de sus pi~rdidas y fracasos en sus planes de exclusiva dc:ninación. Así ha sostenido hasta la época actual, dizque el Cabildo de Calí "se sllstrajo» (?) la Real Cèdula por la cual la Católica M<ljeslad dd Rey don Felipe II concedió a Buga, a fines del siglo diez y seis, el título de

29 -26-- ciudad y escudo de armas". Y se agrega que la dicha sustracción inventada por los once (estigos preparados por el Cabildo de Buga, fue cometida con el supuesto propósito de "oscurecer los linderos de las dos ciudades". En la ardua labor de verificar con nuestros..propios ojos los embrollados manuscritos de los vieios litigios coloniales, que como los promovidos por Buga contra Cartago y Cali se sostuvieron djrante dos prolongados siglos! L... hemos visto que e! tal pleito de linderos con Cali se resol- \ ió en 1670 ante la Real Audiencia de Quito, que confirmó la transacción de Ocache. La sustrac- -:ión del imaginario escudo no pasa pues de ser una leyenda de ingenuidad milagrosa...! El procurador del Cabildo de Cali, que lu era entonces el eminente Maestro don Bernardo de Ines/rosa Principe y Silva, cuya blasonada firn.1adignifícaba por sí sola la pulcra hjnorabilidad de un auténtico descendiente de hidalgos cabalieros,-íncapaz por consiguiente de asesorar sustracciones y falsedades,-- presentó su demanda basada en el incontrovertible titulo signado por el marqués don Franci.'i<:o Pizarro, Gobernador de los Reinos de la Nueva Castilla del Perú. El referido título otorgado a Cali, "la ciudad primogénita del Cauca», la colocaba en una privilegiada situación para dirimir su controversia de límites con Buga, que habia surgido tiempos después como una población de orden muy secundario y de vacilante y tardio desr rrollo.

30 -'27- El marqués don Francisr;o Pizarra había señalado jurisdicciones a la ciudad de Santiago de Caly en \lna definida orden suscrita, el 25 de agosto de 1539, en Bucúito, términos de la ciudad del Cuzco: «Seña/o para ahora y para siempre jamás,-según textuales palabras del citado Pizarro,- por términos y jurisdicción de la ciudad de Cali, desde ella mesma vía de Anserma, veinticinco leguas; e por la parte de la nar hasta la lengua del agua: e por tierra adentro hacia Buga, TREINTA LEGUAS; hacia Popayán, hasta el pueblo de Xamundí, con todos los caciques e indios e tierras que en este término caen". Corno se ve, este perentorio título de tan elevada c\.'anto indiscutible procedencia garantizaba a Cali una demarcada posesion territorial en su creciente y firme progreso. Sir. embargo, Cali desde su fundación por el \'idente Belalcázar, que la había con:-tituído como cepositaria del erario real y al misll11 tiempo centro intermediario entre el mar de Balhoa y el interior de la vasta comarca en vía de conquista, no aspiró a los extensos dominics territoriales fijados por el marquès de Pizarro. VolviÓ su orientación y la vitalidad de su propio esfuerzo hacia el mar en donde preveía su esplendoroso futuro. La inesperada expedición marítima del licenciado Pascual de Andagoya, quien en 1540 invadió por el vecino puerto la hoya del Dagua y penetró hasta Cali, dejó l11"d.r-

31 cada la histórica ruta de la codiciada comarca célucana que sura defender con orgullosa varonía el bravo Belalcázar. (1) A su turno, pasados más de 25 años se estableció la ciudad de Suga formada en cruenta lucha contra las tribus indígenas del centro dtl valle, que conectaban SIlS fronteras con la formidable organización de los belicoscs pijaos. Tales antecedentes hicieron de Suga una "plaza militar" y por consiguiente un núcleo de expansión territorial con tendencia a invadir fas ya fijadas demarcaciones de Calí y Cartago. Los Cabildos de Cali y Suga hubieron de acordar la tan citada «transacción» de OCélchc, pacta':la el 4 de agosto de Sin embargo, (1) En 1596 el Cabildo de Cali ya se ocupaba del "camino de la Buenaventura» y ordenaba" un repartimiento para :roseguirlo». En 1606 las actas del mismo cabildo m.~ncionan "el camino de Pepita al puerto». Asi se comprueba que desde su fundación, Cali ha cc rrespondido con sus iniciativas y sostcnidos esfuerzos al designio hi (lrico de comunicar al occidente colombi".- m.' con el mar, por la Única accesible ruta que en sus diversas exploraciones marcaron los experto; conquistad,.- res cspañoles. Véase el precioso manuscrito titulado "Indice del!ihro Negro" concluido el 20 de abril de por el escribano del Cabildo. don Nicolás de Silva. (Archivo municipal de Cali).

32 --29- la disputada zona del Amaimc dio lugar a nuevas e interminables reclamaciones. Un siglo más tarde, en 1670, volvió a intensificarse I::l tradicional querella entre los descendientes de los primeros conquistadores españoles, que con la punta de la espada "lbian trazado los círculos de sus respectivas villas al mismo tiempo que con la litigante pluma de sus bachilleres y licenciados e~:ribieron el código de los llamados «FUEIWS MUNICIPALES». Solamente así se explica la fatal herencia que arraigó en el Valle del Cauca los pungentes regionalismos, fomentados por las audiencias de Santafé y Quito. Estos tribunales no cesaban de ejercer su respectivo dominio en la fragmentada provincia cie Popayan que entonces semejaba,--co- 'mo lo 'El dic!h) de España recientemente un publicisl.1 de su propio suelo, -no una península sino un «archipiélago de islas" distanciadas por el implalable oleaje de aberrantes provincialismos. Los siglos han pasado, pero la actual situación de «jos islotes regionales del Valle del Cauca», ha dado motivo a la desoladora impresiún que acaba (k anotar en El Diario Nacionul, el p~rspioz escritor Armando Solano, a su paso por las prov:ncias del occidente colombiano, A pesar de los "~rrocarriles y de las carreteras persiste la inmoùif '2able herencia colonial de las ; versiones parrüquiales.. El distinguido historirígrafo doctor Tulia Enrique T?sc:'ln ha reproducido en la sucinta rela-

33 -30- ción que ha hecho sobre el referido Pleito de límites, la curiosa leyenda que atribuye «a l:-s vecinos de Celli" la desaparición del escudo colonial de Buga, Acoge al pie de la letra el susodicho cargo. N )sotros no hemos encontrado la prueba histórica p3ra acep:ar Il rotunda afirmacion. Hemos fijado la atención de los lecto;'es sobre el título primordial que, desde 1539, c,)nfirió a la ciudad de Clli el mj.rqués don Francisco Pizarro, Gobernador de los Reinos de Il Nueva Castilla del PerÚ, Hemos dicho ta mbién que Cali prefirió a la extensión de domin10s en el interior del valle el desarrollo de su actividad comercial complementadl con la iniciada empresa de comunic3rse con el vecino mar del Paçifico. Sin renunciar al poderoso documento que en representación del r~ey, le había signado el ilustre Pizarro, aceptó la amigable transacción propuesta por don Jerónimo de Silva, gobernador de Popayán, en 1573, que con amplia generosidad definía los imprecisos linderos de Buga, ciudad desprovista como estaba entonces del más insigniffcante título sancionado por ninguna autoridad. No obstante, el empecin~do Cabildo de Buga, sin darse por satisfecho con la generosa transacción, pretendió limitar todavía más la jurisdicci(jn de Cali en el estrecho radio de sus términos sobre «la otra band.a del rio Cauca". Ante esta repetida agresión expansionista, el capitán Alonso Vaca de Ortega, en defensa de los derechos de Cali, resolvió presentar a la Audiencia Real de Quito

34 el. impre~l:riptihle título del marqués de Pizarro, que fue r,xonocido y confirmado por auto de esa suprema corte judicial, el 21 de enero de 1632, El Cabildo de C li volvió así a revalidar el primitivo título de su indiscutible jurisdicción subre la Jtra banda, sin necesidad de «sllstraers~» la incxi~tente cèdula del «escudo» de Buga, que cn es decir, después de m;is de cuarenta aíios de h : ber sido signada dicha supuesta cédula p')r el rê)' Fel!pe II, aull no había sido conocida n: por 12 gobernaci('jl1 ùe Popayán ni por la Real Audiencia de Quito. En ninguna parte sc habia tenido ncticia de la alegada cédula. cuya autenticidaù hubiera sido avcriguad: y col11probada en el l'val archivo de Inclias por petición de la Audiencia de Quito, que debía estar enterada de un ducumenl0 cie valor tan decisivo para la terminación del enojoso y prolongado pleito entre los dos Cahildos. y tèngase en cuenta, que si enlonces ~'': recurría a la inapelable decisión del Rey, hasta para usar el noble distintivo de la legendaria capa espai1ola, con mucha mayor razón se hubiera pedido copia de la reciente cédula registrada con el pomposo escudo «del sol tropical y de los rugielltes leones»... Hoy mismo,~s todavía posible obtener copia del resrectivo original. Nosotros tenemos en nuestro archivo particular c1pia de documentos que hemos solicitado directamente al archivo de Sevilla. (. Por qué en vez de repetir neciamente tina infundada acllsación, no se ha respaldado

35 -32-- su veracidad con la prueba historica? Limitalse a escribir historia sin documentos, es tarea démasiaclo rutinaria y negativa. Vencido con el auto de la' Audiencia de Quito, que en 1632 habia renovado y confirmado el insustituible y vigente título de 1539, el Cabildo de Buga proclamó la arbitraria doctrina de «la posesión de hecho» tràs de sus repetid:\s excursiones sobre el ajeno territorio. Como antecedente de estos compulsivos procedimientos ya se había obligado a distinguidos ciudadanos residenies en Calí, como los capitjnes Cabo y Astigarreta, «hacendados de la olra banda:». a regresar a la insegura y desfalleciente pob!jción del Guadalajara, que a pesar de estas coercitivos recursos no pudo contener el c:'eciente éxodo de sus primitivos habitanles (1 \, En estas precarias (I) Los citados Lázaro Cobo y Gr ~gorio de Astigarreta fundaron las primeras "haciendas de la otra banda», situadas en la zona de Amaime, cuyas fértiles tierras han sido explotadas desde el principio de la conquista. En 1619, el Capitán Oregorio de Astigarreta y Ave/ldaño, hijo del anterior, firma como «vecino y Alcalde de Cali»; lo que prueba que desde principios del siglo XVl1 los habitantes de la otra banda tuvieron representaciàn en el Cabildo de esta ciudad. En 1628 vuelve a ser Alcalde de Cali el capitán Gregario Astigarreta y Avendailo. Asimismo, ci capitán Juan de Aguirre Astigarreta, h~rl11ano del anterior. Astigarrela Avendaño, fue regidor y varias veces Alcalde de Cali. Igualmente el capitán Pedro Luis Coba, hijo del mencionado capitán Lázaro Coba, hizo parte del

36 -33- condiciones, el Cabildo de Buga persistió en cercenar la próspera y poblada jurisdicci(':n de Cali, que en la otra banda del río Cauca, comprendía l(l~, conocidos sitios del Trejo y Amaime, poseídos y explotados desde el Últ;mo tercio del siglo XVI, entre otros, por el renombrado capitán Alonso de Fuentlabrada, vecino y Alc:alde de Cali, según se lt~e en casi todas las actas coleccionadas en el volumen de mayor antigliedad que aun se conserva e:l nuestro archivo municípal. «En el litigio por la zona de Amaime, dice ci doctor Tascón, Cali aducía el testamento de d01ïa Isabel de Fuenlabrada, quien declaró en t G22 que,-a ría más tiem po de 48 años (esto es, en 1576) que su padre, el capit<in Fuenlabrada, pobló con ganados unas tierréls en términos de la ciudad Je Cali por bajo del Reill que llamaban Cahildo de c:ta ciudad, Corno se ve, los hijos de los capitanes Cr, 10 y Astigarreta, prefirieron también avccindarse en C~ Ii, no ohstante ser propietarios en la jurisdicción de F:u ::a. Cabildo de Cali en 1616: Crislribal Quintero Príncipe..fuan de A :u ':re A ;ti :arreta, juan de Palacio Alvarado, juan Vaca de Ortl! a, Pedro Luis Cobo, juan de Holguin, (Folio 11U). Aguirre Asligarreta, Palacio Alvarado y Coba eran "hacendados de la otra banda- y vecinos de Cali. Esta representacié, 1 de los hacendados de la otra banda persis lió cn el Cabildo de Cali hasta 1825.

37 -34- de Trejo y que desde el dicho tiempo Cali poseia esos sitios, llamados Caraburo, por virtud de los mismos términos condicionales de la diligencia de Gcache». Había sin dud? precedentes muy claros que autenticaban los derechos de Cali sobre la zt)na de Amaime, el límite equitativu y racional de las aspiraciones del Cabildo caleno, que teniendo refrendado por la Suprem;} Corte de Quito el primitivo título de Pizarro podia hacer efectivas las treinta leguéls fijadas para sus términos en la handa oriental del Valle. En efecto', hemos hallado la correspondiente <lela que confirma la indicada reivindic; ción, que sin conocer los detalles del trabado litigio, nos habia sugerido la simple deducción natural. Dentro de esa abroljuelada situación, el legitimo derecho de Cali quedaba invulnerable. Y asi formulé, su concisa y fundamental demanda ante el gobierno de Püpaytín, el respctable Procurador ciel Cabildo. don Bernardo de lncstrosa y Silva. Hé aqui la encontrada acta: «En la muy noble y muy leal ciudad de Sn. Thiago de Caly a siete de marzo de mil seiscientos y sesenta y siete años ante mi Antonio Núñcz de Rojas y Llanos, alcalde ordinario ell ella por SlI Mad. PareciÓ el Mto. Bdo de lnestrosa y Silba BCllo. de esta dha. ciud. y Procurador da su poder al Capitán Melchor Jacinto de Saa alcalde ordinario ùe la dha. ciudad y al capitán Melchur Inca de

38 --35- Salazar, rl~sidentes en la ciudad de Popayán para que en su nombre y representando su misma persona :uedan parecer ante el Sr. Governador y Cé:pitán de la Provincia D. Luis Antonio de Guzmán y Toledo, caballero del orden de Santiago y por se- tencias y provisiones Reales despachadas por Jos Srs. Presidente y Oydores de la Real Audienci, de San Franco. de Quito pidan su cumplimiento y así mismo pidan se nombren los miembros para que midan las t;-dnta leguas en que esta ciudad está éli11p?r;:l(~é' ',V]~ r~', Àudiencia o ga- en mandamiento d'.? 2r"~'a~o para que fas Justicias de la ciudi1d l!e Bug; no entren en Jas tfl~jnla leguéis de jmisdiccit'li1", El Gobernador de la Provincia de Papayán doll L{{i~' Antonio de GuzmÚn ordenó por auto de 18 de flbrj] de 1667 se cumpliese la última sentencia d,: Quito, que había reconocido las treil/ta li'~uas dt~ jurisdicción, rcclama0as por el Cabildo de Cali Poco tiempo después, sucedió al señor Guzmán en el puesto de Gobernador, el Maese de campo don GabriC'/ Diaz de la Cllesta. El Procurador Inestrosa insistió ê.nte este nuevo mandatario,' - por medio de un razonado memorial cuyo origina! existe en el archivo de este Cabildo,- se diese cumplimiento al auto dictado por el anterior mandatario, A su turno, el dicho Gobernador Díaz de Ia Cuesta dia la orden terminante c,:,n fecha 8 de octubre de!667. (Archivo 111unici :al. Año folio 86).

39 -36- El Capitán don Francisco de Quevedo fue (xpresamente comisionado de parte del Gobernador de la Cuesta, para notificar al Cabildo de Buga el inmediato cumplimiento de aquel auto, J'a dos veces sancionado. La notificación se verificó el 27 de octubre de Mas a la vista de la citada orden, fi.rmada de puño y letra por el gobernador de la Cuesta, el Cabildo de Buga invocó «antecedentes de posesión de COI/- quista», y acudió al expedito recurso de apelar a la Real Audiencia de Quito. En esta crítica situación el Cabildo bugueño plegándose bajo «la protectora transacción con el Cabildo de ia ciudad de Cali», celebrada un siglo atrás, en 1573, hizo valer este «fraterno antecedente"-ya no èe c')i1quista ni de posesión de facto,-para obtener de la audiencia de Quito "no se innove la escritura de transacción». Asimismo se cita en dicha 3;Jelacijn la Real cédula par la cual «su Majesté d le dia Títl/lo de ciudad a Buga», sin aludir a (,,s(udo» de ninguna clase, lo que demuestra claré.mente que cuando volvió a agitarse con marcad.l exaltiición el consabido litigio de limites en le s años de 1667 a 1671, el Cabi Ido de Buga '-'lemilió» a la Audiencia de Quito los respectivos dllcumentos y autos anteriores "por donde se han ganado dichas Reales Provisiones de amparo". (1) (I) Rl~cuérùesc qlle a Cali se le otorgó por céùula especi<ll que 'pcrptuamente la dicha ciudad se pueda ll mar e intitular la muy lioble y mu)' leaf ciudad de Sall-

40 -37- No hab::i habido pues en 1670, la supuesta sustracción del escudo y demás privilegios, según élseveréición hecha en ese mismo <:iïo por los once testigos de Buga, que como decimos hablaron de «Titulo de ciudad», sin referirse ni dar Jas más leve" detalle~ del imaginario escudo, esculpido, según otra suposición, en lé! portada de la iglesia matriz de Buga, yá que no lo había sido en la casa consistorial. A este respecto, varias portadas de iglesias y COIlventos coloniales presentan emblemc:s y escudos de órdenes religiosas. Las triunfantes gestiones del Procurador y 11l<.estnl don Bcrnardo de Inestrosa y Silva ante los gobernadores Guzmán y Diaz de la Cuesta, promovieron la nueva apelaci.ín del Cabildo de Buga dirigida a la Real Audiencia de Quito, que inspirada en la antigua transacción de «Ocache» dictó el l.' de junio de 1671 una nueva sentencia sostenie'-;do el acuerdo intermunicipal de (1) tiago de Cali». Y por otra cédula aparte, se le concedic"> su conocido escudo de arlljas, que unido a las respectivas y análoga:; cédulas de Popayán, Pasto y Cartago se encuentran originales en el archivo de la Real Academia de Historia :e Madrid. liemos extrañado que en ninguna publicación de nuestra «heráldica nacional" no Se haga ni siquiera Ulla alusión al enigmático escudo colonial de Buga. La otjra, en preparaciún, sohre' «Hedldica colombiana... ùe D. Edu.1!"do Posada, tampoco mencione. II escudo de Buga. (I) Vt:ase el folia 258 del volumcn correspundicnte a lus años :e que está en el archivu municipal ùe Cali. Dicho volumen guarda desde aquella lejana época el interesante legajo de documentos originales, cntre

41 -38-- Las tendencias exclusivistas del Cabildo de Buga se dirigían a un sólo propósito de expan shin y dominio territorial: constituirse en el único d\"eño y usufructuario de la banda oriental àel Valle del Cauca, comprendida al norte desde la~; «Ílmediaciones" de Cartago hasta el río Bolo, límite sur con la jurisdicción de Calota. En esk máximo empeño concentró todas sus actuaciones litigiosas durante más de dos siglas... Pero las ciudades de Cartago y Cali que tenian más antigo'~ ituls de dominio, opusieron "sus derechos ao/.1 acción invasora de Buga. La zona disputada con Car:ago-la histórica y blasonada capital de la provincia de Quimbaya-se extendia de sur a norte desde la quebrada de «Morif/o" hasta la de "El Naranjo». Y la correspondiente regi<in itigada con Cali haliábase limitada de!lorte a sur entre los rios Zabaletas y Bolo. Así pues, fi Cabildo de Buga pretendía ejercer jurisdicción ell la casi totalidad del oriente vallecaucano, y sobre todo, desalojar completamente a la ciudad de Calj de su zona de influencia en "la otra bandw. En el indeciso cuanto prolongado litigio, l)(crece que al fin se estableció una especie de stalu quo sobre la primitiva transacción de "Ocachc". El Cabildo de Cali mantuvo su correspondiente los cuales sobresale el titulo del marqués don Francisco Pizarro, que señalaba a Cali las 30 leguas de SlI extension sobre la banda oriental del río Cauca.

42 --39- jurisdicción en los sitios denominados «La Tofil:», «'-ferradura" y «Malagana". «Aguaclara», «5:/11 c.~1ônimo", «El Tambor» y «Ywull''', cuyos <,partidc:,;» o corregimientos tuvieron su represenfaci(111 electoral en el Cabildo de Cali y sus habitante~ estaban incluídos en el censo de población perteneciente al cantón de la ciudad de Santiago de Cali. (I) Respecto a los propietarios de las grandes hacicndas de Amaime en cuyo perímetro se JeVé!lltlÍ la peblación del Cerrito, no obstante haber llll(~dado bajo la jurisdicción de Suga, prefirieron declararse «vecinos" de Cali y con tal carácter tuvieron su legítima representacilín en el Cabildo de esta última ciudad. Hemos dicho que los propietarios de aquellas haciendas prcfilicron hacerse vecinos de Cali, a pesar de la corta distancia cue separaba SllS predios de la contigua ciudad de Buga, plies es sabiùo que "a buen paso de caballo" se l1ega del Cerrito él Buga en Irl's (3) horas, mientras del CCrI ito a Cali se invierte UIl minima de seis (f») horas, es decir, el doble del tiempo asi fijado, inclllsive el paso de Cauca, que se hacía en canoa, * * * (Ij 1':1 el censo da 1777 levantado I:ur el knicnt g( - bcrnador de Cali, dun Miguel Um?lÎil, se hja la jl1lisclicción de Cali en la otra banda con es\(ls términos: "la parte de jurisdicción que ticne csta ciujad dl'l 0tro fado del rio del Cauca, desde el Pas') andlo del Real del Trcjo a Iii calzada de Astigarreta y de a1li línea recta hasta el rio dcl Bolo». (folio IiS).

43 ,. ' -40- Entre los gremios sociales constituídos desde los más remotos tiempos de la colonia se destacaban el de «los mercaderes» o comerciantes y el de <dos hacendados», que formaban las clase's ricas de las ciudades más importantes del Valle del Cauca, Háse dicho que el oficio de mercader era c(lnsiderado como una profesión de baja escala por los españoles que emigraban a las colonias. hispano-americanas. Respecto a los datos que hemos recogido sobre la organización social de Cali en ]a época avanzada de la colonia, nos demuestran otro concepto muy distinto. Asi, por ejemplo, entre «los mercaderes" de esta dudad figuraban individuos de noble abolengo español plenamente certificado. Tanto «los mercaderes>, como «los hacendados" eran personas de exec, lente condición por sus acrisoladas virtudes de honorabilidad y trabajo. Aquí en el Valle del Cauca, todas las clases sociales vivían de Sil propio trabajo. No había como se ha asegurado, una nobleza holgada y emancipada de las duras faenas. que reclaman el perseverante esfuerzo en la lucha por la vida. En una palabra, no habia grandes capitales acumulados que produjeran una renta de mediana consideración. Es cierto que la explotada esclavitud favorecía a las clases más o menos acomodadas, pero no alcanzó a las grandes proporciones a que llegó en los estados federales de Norte América. En el Valle del Cauca, como en el resto del virreinato neo-granadino, el

44 --41- cultivo agricola fue muy limitado. Reducíase a la siel1lb'a de unas CU3ntas hecláreds de caña d~ azúcar p;lra la provisión de un trapiche de pequeña pnducción. No existía el cultivo del a/god(m ni cn corta escala. El tab'lco era más cultivado, pero en un radio bast<:nte restringido. La ganaderia que era el renglón de mayor riqueza, tampoco exigia el contingente de numerosos isclavos. ]~especto a la minería del Chocó no representaba las c%sales fortunas de que tánto se ha hablado. En vano hemos buscado a los tenedores y empresarios «criollos», que hubieran legado aquellas fabulosas explotaciones cuyos mayores productos, según parece, eran recogidos y exportados por las respectivas autoridades reales eon hjusto detrimento de los nativos hispanoamericanos, quienes no derivaban utilidades de la fantástica minería. Retomando a nuestro principal tema sobre la influencia social del gremio de «haccndados" en el Valle del Cauca, hemos de apuntar además de sus l~levantes méritos de h(,mbrcs de trabajo, su sostenida y a veces predominante intervención en el ge'jierno municipal. Hél11onos circunscrito al estudio de ]a participación del fuerle gremio de «hacendados de ]a otra banda en el Cabildo de Cali». En esta vía de nue~,tras investigaciones hemos adquirido el conocimiento de que el núcleo originario de ese grupo e~tuvo constituido por tres familias neta-

45 -42- mente definida en la zona de la otra banda: Cobos, Baronas y EscobOles. Vamos, pues, a tratar de indicar las respectivas posesiones de esas tres familias con algun.)s de sus antecedentes históricos, que nos darán la base de nuestras deducciones acerca de su tracicional conexi,',n con el Cabildo de Cali. Esta previa discriminación aclarará la representaciün ce los hacendados de la otra banda en su carácter de "vecinos" de Cali. Tan interesante cuestión presenta las variadas fases de lin fenómeno social que no fue un accidente más o menos transitaria sino el resultado de callsas originadas en las profundas entrañas de un pasado histórico. No se crea como se trata de asegurar con un criterio demasiado simplista, que tal representación se verificó merced a un amistoso y espontáneo intercambio de personal entre los Cabildus de Buga y Cali, cuy;;s desviadas relaciones corrían parejas con sus agudos antag:ji1 ismos secula res. La familia Cobo-Escobar comprendida en la agrupación de los '<hacendaàos de la otra banda» continuó. la anterior Cobo-Cayzedo cuyo origen se remonta al principio de la conquista del Valle del Cauca. El fundador de la familia Cobo,-- -éllténtica raza de conquistadores, que a la par del apellido Cayzedo, ha persistido más de cuatro siglos en Iinca ininterrumpida y directa hasta la época presente, - fue el capitán Pedro Coba, CGIlIp.lñero de SebaslÙírz de Belalcázar.

46 ..". ' Trapiche de SAN GERONIMO El primer trapiche instalado en el Valle del Cauca, a fines del,.i :lo XVI por los sei\ores Andrés y lázaro Gobo, hijos del conquistador don Pedro Gobo,compañero de Belalcázar. y uno de los fundadores de 5.1ntiago de Caly.

47 -43-- El capitán Coba a su regreso de España, en 1541, se estableció en Cali con su esposa doña Maria de la Peña. El capitán Coba murió en el combate de Añar uito, que tuvo lugar el afio de ]546, al nete de Quito, entre las fuerzas legítimistas ùe ~~clalcázar y las rebeldes comandadas por Gonzal,) Pizarra. En dicha batalla «el abanderado Ahumada huyó cobardemente botando el estandarte real. El capitán Coba lo recogió y murió defendiéndolo heroicamente. El anterior relato insertado por don Jaime Arroyo en su documentada obra «Historia de la Gohernación de Popayán» (pag. 223), consta en informaciones auténticas levantadas por don Andrés Coho, hijo del citado conquistador (1). Los hijos del heroico capitán Coba, Andrés y Lizaro, heredaron como encomienda la tribu de (1) El distinguido historiógrafo contcmponínco don Luís Au ;ustu Cuervo refiriéndose al alférez abanderado Hemando di' Ahumada, de quien dice era hermano de Santa Teresa de Jesús, trdlscribe 10 sigui/:'ntc: "Hernando, abierto el i,~ntre de un horrible lanzazo, abate exánime el cstal1daríe y huye en medio de la derrota. (Parientes de Santa Tere~:1 en América, Página 13. Apulltes historia/es, por Luis AL ~usto Cuervo. Bogotá ]925). El autorizado autor don Federico Gonzá/ez Sl/lÍrez, arzobispo Je Quito, dice:,(ahumada. que llevaba el Cl;- tanjarle real huyó echando a correr de5pués de botarlo al suelo. (l!i5toria general de I RepÚblica del Ecuador. Tomu II, P : Quito 1891). No resulta, pues, todo un héroe, el tan ponderado hermano Je ~anta Teresa.

48 --44- los Anaponimas, que habitaban en el territr,rio del actual distrito del Cerrito. En esa época los hermanos Coba eran vecinos de Cali. Y como tajes, hemos anotado sus firmas autógrafas en las actas del Cabildo caleño hacia los afias de 1563 a 1565, que. son las más antiguamente conservadas en el archivo municipal de esta ciudad. (Folio 276). En 1723, el Licenciado don FlOncisco Coba de Figuefoa, cura doctrinero de Pueblo nuevo o de San Gerónimo, y «vecino» de Cali, vende a don Manuel Crespo Lozano una hacienda ubicada en el sitio de L1anogrande, por la suma de 'fi; Dicho documento de venta va acompañado de una lista de semovientes, de los cuales _ entresacamos algunos como una muestra de los precios estipulados hace dos siglos en el Valle del Cauca: «300 cabezas de ganado, bueno para cría, a 20 reales cabeza o seán '$ 2, yeguas de cria a $ 2 patacones cada una,-16 mulas a '$ 15 pts. cada LIlla». Incluye en la misma lista una serie de escla- \'os cuyos precios revelan una considerable inversión de dinero, superior al costo de la misma hacienda con el resto de sus anexos: «I negro de 26 años, bozal, vendido en 500 pata canes L... «1 id. de 40 id con SLl mujer de 30 años y Antonio de 26 años, bozales, todos tres: patacones!!...»

49 hacienda tenía además un trapiche con extenso plantío de cañas y platanares. Cómoda casa de habitacl'n y capilla con sus respectivos ornamentos. Conocidos los datos anteriores se deduce que,--a exce;:oción del pinglie como inhumano renglón de es~lavos,-la explotaci(m de una hacienda era m:í:; o menos semejante dentro de su época, a la de la mayoría de Jas actuales fincas de campo. (omo hoy predominaba entonces la ganadería s"bee el cultivo agrícola. La prcducción agricola solía ser tan escasa, que el Cabi:do de Cali en lliuchas oc: siones diclalja acuerdos para proveer èe viveres a 11 cíud:: d y evitar su «acaparamiento., por los revendedores. én cambio el consumo cie carne ha sijo en Cali ia base de la alimentación popular y la cría de ganados era suficiente no ~,ólo para abastecer las carnicerías del Valle sine. para exportar gran número de novillos a Popayán, Pasto y Quito y a la provincia de Antioquia. En 16~JO se registra en las actas del Cabildo el recibo de un memorial que en sustancia dice: «Carnic:~ria. Representación de los vecinos sobre abasto 2n que ofrecen dar la arroba de carne él 2 Y medio reales y la de sebo a 2 patacones, por no traerle cuenta daria como antes a 2 reales. que era mejo- vender los novillos a 4 ps." Aparte de las precedentes apuntaciones hallamos ell el 'testarnenlo del presl)ítero Cabo, el siguiente datll histórico relacionado con el origen

50 -46- y desarrollo de la poblacil'm o caserío de L1anogrande, que entonces estaba apenas en vía de convertirse en parroquia eclesiástica: «Declaro por hienes míos un incensario) y naveta de plata que reservé en la venta que hice de mi hacicnda, el cual es mi voluntad, si se coloca el S, Sacramento (como se intenta) en la iglesia de nuestra SelÍola de la Palma, en èl sitio de L1anogrande, se entregue al cura que ha de servir en la dicha iglesia, y de no co'ocarse alii, se quede en la capílla de la hacienda que vendí", En una dt las cl íusulas anteriores <:i~a el nomhre de don juan de BarOI/(/ con el tilulo de «I\lealde de Cali", Nombra de <Ilbacea a su h=rmano don Felipe Cobo de FiRUerO!/, f\1c3lde de Cali, cn Y declara heredero de sus bienes a su cuñado el Maestre de Cill11PO don TomÓs Guerao LeÓn _de Maldol/ado, casado con doi'ia lnés Coba dë Figueroa. El citado don felipe Coba fue yerno de doll Santiago 1\l'l'nia, Alca:de de Cali en 172G, y unu de los principales hacndad'js domicihados en L1anogrande, El Licenciado y presbítero Coho, propietario de la hacienda de San Gerónil1lo, no obst,nte su larga permanencj(j en «la otra bajlda", se declara "vecino de Cali» y pide que su cadáver 5ea sepultado ell la iglesia matriz de esta ciudad (Testamento protocolizado en la Notaría pril11er; de Cali). El sitio de San GerÓnimo pasó despué's él la jurisdicción de Cali C0l110 consta en ci archivo

51 J\lrededores de Palmira. (Antiguo L1anogrande)

52 --;47--- municipal. (Año Folio 78\ En ci ccnso ùe 1797 figura «Ia hacienda de Sali Ger<ínimo» cn la jurisdicción de Cali. Otro de los representati';os de la f<jmilia Coho en la otra ba_- da fue don Munl/el.Coto y Cayz('do Hincstro.w q'jien contrajo matrimonio con doña Ignacia di:' Escobar JI I,!lzo. Este matrimonio se estahleció (;11 «L1anogrande". La señora Escobar \. dc Cobo dcclara Cil su testamento por bicn\..s suyos la!l;lclcnda ùe «El RO!(l", situada en la otra banda, ell la jurisdicción de Buga. La familia Cobo Esc)har residia en CaJi. «Dcclarn por [ ienes míos, dice la sefiol a Escobar de Coho. las casas de mi morada COll su solar en la calle de San Agustin lindando con las casas capitularcs y con las de don Manucl Camacho. La antigua cal:e de Sail Agustín corresponde, cn la actual carrcra 4.', a la cuadra que UllC la plaí.é\ dc Cayzcùo C --o Ia pllzuela del Colcgio de Santa Librada (;Inti:~uo COlll.'cnto dc Sail t'\gustín l. La casa a que hace referencia en su testalllcnto Iii selïora Esco!J;Jr de Coho es la misma en que ho)' ha hita don f.cfuardo Vásquc? Cobo; descenllicnte directo de l:sta I\lultisecular linea del célpitéíll español Pedro ColJO. Iasta 17~)1 IlO hahla en. la citada l1lailc1i a colindante LIe la plaza prillcipal de Cali sino tres Cisas: l:1 casa cullsistorial () casa lllullicipal ell donde está construyéndos~ el P; ié cio de «las oficinas nacionales». Ia casé! de doll Alanuel Camacho, reemplazada ell ] 925, COll el l1l()oerno edificio pertellcciente al señor Emiliilllo Otcro y

53 -48-- la mencionada casa de (afia Ignacia Escobar de Coba. El resto de manzana estaba integrado por espaciosos solares tupidos de arbustos y arboles frutales. En uno de esos solares que formaban el ángulo sur-este de la manzana indicada, construyó el Dr. j'bsé Antonio BO/rao, a principios del siglo pasado, la ci>moda casa colonial que en ]a actualidad está tran:o.formada en el almacén del señor Bohmer & Cia. Hoy se observa todavía en la esquip.a de la vieja mansión, la clásica ventana. de rejas ornamentadas, que aun evoca el melancólico pasado de los tiempos idos... La casa de doña María Ignacia Escobar pasó a ser heredada por su hija doña Antonia Coba, cuyo nombre es el mismo que aparece mencionado en «El Alférez Real«, novela histórica de costumbres coloniales. (Página 61. Segunda edición). A dicha casa llegaban también a hospedarse varios hacendados de la otra banda, que como los señores Escobares Torres, Avenias, Mo- inas Rendón, Montoyas y Zorrillas estaban domiciliados en la parroquia de Llanogrande. Relacionado con este tema hemos hallado el dato en el censo oficial de la ciudad, levantado en' 1797, de que doña Antonia Coba vivía en su dicha casa de habitación con sus dos peqlleñcs sobrinos José Ignacio y Antonio Molina, hijos de don jasé Ignacio Molina Relldón, esposo de Antonia Castri\ll"m Coba, hija sta de don Diego Castrillón de Bernal y Quirós, cuyo apellido por

54 ~-49- tenece también a un grupo de familias que residían en Llanogrande y eran al mismo tiempo vecinos de Cedi. Aquí hemos encontrado ya una de las vinculaciones, que nos explican en parte, la representadón de los Mofinas Rendóll en el Cabildo de Cali. Otra de las hermanas de doña Antonia Cabo Escobar, de nombre Rita, se casó con el seña!" don Joaquín de Escovar, oriundo de Llanograndc:, y Alcalde de Cali en (Testamento de 'snacia de Escobar y Lazo. Notaria 1." Cal:,). Otro grupo de «vecinos» de Cali, que poseía propiedall,;s en «la otra handa» unido con nexos de familia al apellido Coba, estaba representado por los :;cñores Montoya y Zorrilla. El español don Ga~PQr ce Soto y Zonilla contrajo matrimonio en Cali con doña Antonia Coba y Cayzedo Hinestrosa, tía carnal de la ya citada Antonia Cobo E'5cobar. El capitán don Manuel Pérez de Montoya, Tenier,LC gobernador y regidor perpetuo de Cali, se ca~) con doña Francisca Zorrila y Coba en Entre las hijas de este matrimonio es l1onrc50 citar para la historia de Cali el nombre...le duña María Josefa Montoya y Zorrilla-Cob/) espo::.a de don Andrés del Campo Larraondo (1) y (1) Don Andrés del Campo Larraondo era hermano de (;011 Nicolás, esposo de doña María Josefa Cayzfdo y Cucro.

55 -50- madre del alférez abanderado Nicolás del Campo Larraondo y Montoya, que aun adolesc~nte murio heroicamente en el combate de Palacé, en Allí le tocó recoger la bandera al futuro héroe Atanasio Girardot. La familia Pérez de Momoya habitaba, la casa colonial que hoy pertenece al senor Ismael Hormaza en la esquina sur-oeste de la plaza de Cayzedo de esta ciudad. El sefior Domingo Pèrez de Montoya, entusiasta insurgente desde I8iO, miembro del Cabildo y de las Juntas revolucionarias de Cali, intervino decididamente en lil reacción republicana de fines de En asocio del esclarecido patriota y mártir don Francisco A. Cayzedo de la Liera, contribuyo al restablecimiento del Cabildo republicano de 1814, que en esta ciudad acogió con fervorosa adhesión el programa político propuesto por el general Antonio Narifío, después de su entrada triunfal a Popayán. En virtud de las instru(:ciones enviadas por Nariño,--cuyo original hemos leido en el archivo mul1lcipal, ---el Cantón de Cali, promovió en los pueblos y «partidos» de su jurisdicción, la elección de los respectivos votantes que en el colegio electoral de esta ciudad debieran elegír a los dos diputados, que en su representación habrian de concurrir al colegio constituyente, instalado en Popayán, el 14 de marzo de 1814, por el citado general Nariño. En el «partido» o corregimiento de «la He-

56 -51- rradura», situado en la otra banda, a inmediaciones de la actual ciudad de Palmira, se verificó el 7 de febren~ de 1814, la referida elección en la casa (:el señor regidor del Cabildo de Cali, don Domirzge Pérez de Montoya, ubicada en la hacienda del «Abrojal» llamada también "Santa Rito de alfila clara". Hé aquí el certificado de ia correspondiente acta de I~scrutinio: «Don José Nicolás Nieto, secretario de la Junta de los Feligreses de la Parroquia de L!anogrande 'y vecinos de la ciudad de Santiago de Caly que concurrieron para la eleccièm de su Apodere Jo. "Certifico que habiendo convocado los vecino~ de esta jurisdicción en la casa morada del Sr. Dn. Domingo Pérez de Montoya para hacer la elección de Apoderado, que ha de componer el colegio electoral para elegir los diputados que han de seguir a Popayán a celebrar las constituciones generales de la Provincia, estando juntos y congregados se exterdió el â~ta cu)'é1 cabeza y final I~S como sigue. "Ell certific ci j1.l,~ k ': r 1 '1' cid de lo mandado en e For.-,, '" ;;",:"ente al Apoderado para quel,g",_. ~;;.csentación en el M. J. C. Municipal de la ciud.\d de Santiago

57 -52- de Caly y lo firmo en el Abrojal a diez y siete de febrero de mil ochocientos catorce. "JOSE NICOLAS NIETO Secret".,) (Archivo municipal. Folio 46. Años ), La junta del Abrojal eligió por mayoría de voyos al señor don Francisco iv/olina Rendóll. vecino de Cali y miembro del Cabildo de esta ciudad en Don Francisco Molina era dueño de la hacienda de Coronao, incluída en el «putido» o corregimiento de La Herradura, otra gran hacienda, perteneciente al señor don Manuel de Herrero, vecino de Cali, y padre del prócer ignacio de Herrera y Vergara. Esta última haciellda estaba administrada por don joaquín de Helrera y Vergara vecino de Cali, casado con doña María Angela A venia, oriunda de LIanogrande. Esta serie de uniones matrimoniales entre familias de Cali y de L1anogrande, explica también la solidaridad social y política de los dos centros de población. La hacienda de San Gcrónimo, pertenecía en lsic a la setîora Tomasa Coba de la Flor, hija del doctor Cristóbal Coho y Cayzcdo, quien firmaba Cristóbal Coba de Figuero3, alcalde ordinari ) de Cali, en 171~1. En obsequio a las «crónicas coloniales" de Santiago de Caly hemos de hacer referencia al testamento de doña Tomasa Cob.), anciana octogenaria, soltera, devota de rigurosas virtudes y acendradas creencias, q lie

58 Ț. <.~: o ~ Z o a: UJ el Z "" If

59 -53- no vacikl asegurar aun más, la salvación eterna destinando cuantiosos bienes al pago de sufragios en beneficio de «su pobre alma» i! En decto declara en su testamento, que es dueña clc' la hacienda de San Gerónimo, provista de ulla '~ómoda casa y «capilla de teja". Ad~l11ás de los centenares de ganado vacuno y caballar, contaba con 102 esclavos cuyos nombres mer.ciona uno por uno, y los que avaluados en el alto precio que desde un siglo atrás se cotizaban en el testamento de su distinguido tío, el Licenciado y presbítero don Francisco Cabo de Figueroa, dueño entonces de la misma hacienda de Sail Oerólliflu;, representaban un valt)r superior al de la afamada propiedad rural. Incluye también su casa de habitaciùn en Cali, cubierta de teia, frente al convento de San Agustin (o sea hoy èl Colegio de Santa Librada), fundada en dos grandes solares, colindando por la parte de arriba con la casa de don Manuel de Cayzedo, (o sea la misma en donde está actualmente el almacén de la firma italiana de los señores Goetta & Cia.) La mencionada casa correspondía, pues, exactamente al sitio de la moderna Cé.sa de dos. pisos, cuya planta baja está ocupada por el concurrido establecimiento denominado «El Globo» e inclusive los dos solares que aun ~xisten en la parte norte de la misma sección urbana. En aquella casa colonial, veinte años después de signado el testamento de dolía

60 -54- Tomasa Coba, nació el novelista Jorge Isaacs, quien con su divino poema inmortalizó el evocado nombre de la hacienda de «El Paraíso». A los anteriores bienes, agrega la señora Coba, un riquísimo cofre de alhajas en que alternan esmeraldas, perlas y corajes de extra-fina calidad. La tercera cláusula testamentaria concluye así: «Nombro por mi universal heredero a la pobre de mi alma para que mi Albacea haga por ella todos los suflagios que pudiere». (Cali. septiembre 17 de Notaría segunda. Folio 170). '" '" * Respecto él la familia Escobar que tuvo hasta el p'imer terei()..el siglo pasado, una brillante actuacif'm en Cali, Lemas recogido en el archivo mun;cipal los daws necesarios que ponen de manifiesto su antigua y prolongada vinculación con el Cabildo colonial de esta ciudad. Insistimos en declarar que el objeto primordial de estas investigaciones históricas ha sído el análisís del «hecho social y politico» que ha llamado nuestra atención,acerca de la actuación del interesanfe grupo de hacendados de la otra banda, que no obstante poseer sus grandes propiedades rurales en la inmediata jurisdicción de Buga, hubieran preferido trasladar o solicitar su «vecindad» en Cali.

61 -55- Estc hecho de carácter social es bastante complejc para ser considerado con un criterio superfici.,1 y carente de sentido histórico. No se trata de lin simple intercambio de personal entre los dos Cabildos, que compartían la jurisdicción de la :wna demarcada y conocida aquí en Cali con la natural denomínación geográfica de <da otra banda». Y la prueba concluyente está en la absoluta ausencia del personal de origen ea leño en el CaJildo de Suga. Esa cooperación o intercambio no hemos podido hallarlos en la época de mayor fusión entre las ciudades del Valle del Cauca, como ocurrió en el lapso de 1810 a Al contrario, sllrgió como consecuencia de la tradicional o~losición de ambos Cabildos, la censurada disidencia de Suga al principio de 1811, que estuvo a punto de hacer fracasár el primer movimiento ele emancipación. No ha habido a todo lo largo de nuestra historia seccional el «ambiente propicio» para admitir «la gran influencia que en 1810 ejercían los bllgueños en el Cabildo de Cali», según la anotación que en carta particu lar nos pone ele prese~te el doctor Tulia Enrique Tascon. Porque ell primer lugar, si los presuntos»/jl/glleños» que constituían un determinado grupo de individuos «vecinos» de Cali y "parroquianos» ele L1anogrande al mismo tiempo 4ue «propietarios» en la extensa cuanto litigada jurisdicción de Suga, hubieran tenido su correspondiente mayor influencia en el Cabildo de esta última ciudad,-cll cuyas actas de 1810 a 1815 no se encuentra la firma de nin-

62 -56- guno de e\los,-se habrían atenuado los hondos e implacables antagonismos que separaban desde siglos atrás a los dos incompatibles Cabildos. Y, en segundo lugar, el nüc1eo originario de esa agrupación de «hacendados de la otra banda», que en nuestro concepto era una especie de grupo autónomo, si acaso tuvo «grandes vinculaciones con Buga», no obstante prefirió, por mültiples motivos de orden social, político y económico, refundirse y compenetrarse con los elementos nativos de Cali, hasta \legar a hacer callsa comün y solidaria con todos los intereses y aspiraciones de su nuevo vecindario. Los documentos y pruebas que hemos presentado, más los que expondrel!1os en el resto de este estudio de investigación y de «crítica» histórica dan una incon:novible base de absoluta certeza a nuestras conclusiones. Desde luego no nos corresponde fallar en esta iniciada controversia, cuya decisión dejaremos a los futuros historiadores y a los que con serena imparcialidad, puedan apreciar la auténtica y verídica documentación de «los hechos» que hemos puesto a descubierto en este laborioso escrito. Ya hemos discriminado los claros antedentes de una de las familias raciales que a través de cuatro siglos han sostenido su persistente vinculaciàn con el Cabildo de Cali, a pesar de los primitivos nexos bugueños de algunos de sus fundadores, quienes además fueron poderosos terratenientes en el vasto cuadro de la jurisdicción T!JT:: ) de la ciudad del O uadalílji\~~.

63 -57-- Ahora continuamos demostrando la pretérita vinculación caleña de la familia Escobar, que si menos antigua que la del apellido Coba, constituyó con ésta y la de los Baronas, la cepa de los hacendados de la otra banda, En efecto, don Feliciano Escobar Alvarado, "vecino de Cali», testó en el año de 1723, en la hacienda de Aglla~'lara, situada a imr.ediaciones del antiguo caserío de L1anogrande. "Declaro por bienes míos, dice don Feliciano, la hacienda de trapiche, qui;' tengo fundada en este sitio de Aguaclara, jurisdicción de la dicha ciudad de Caly, y la hube por muerte del dicho capitán Lorenzo Lasso de la Espada, mi suegro». Refiérese en el mismo testamento a tierras de su propiedad «situadas en el sitio del Obero jurisdicción de la ciudad de Buga», y «tierras indivisas en el sitio y llano de Bugalagraude, que heredé de mi padre». En las tierras del Obera, declara tener marcadas con su «hierro» cabezas de é~anado de cría y un gran número de caballos, yeguas, muletas y burros. SegÜn parece, en el Valle del Cauca tomó en aquella lejana época un enorme incremento la cría de muletos que se vendian a un alto precio. Mientras una buena vac" valia dos fuertes ($ 2), una mula regular costaba '$ 15. Por otra parte, las abiertas pampas del valle con StlS lomas aledañas permítían sostener numerosos yegüerisos. La exportación de mulas se hacía en gran cantidad para Antioqula y las regiones del sur.

64 --58- Otra de las cláusulas del testamento de don Feliciano Escobar suministra los siguienles datos que confirman 110 sólo, su domicilio en Calí sino revelan la vinculación de sus mayores a la misma ciudad: «Mando que quando la voluntad de Dios Ntro. Sr. fuese servida de lievarme de esta presente vida, mi cuerpo sea sepultado en la Santa Iglesia Parroquial de dha. ciudad de Calí en el asiento y sepultura que fueron de mis Padres". (Notaria l.d 1723). Don Feliciano Escobar, según consta de la currespondiente partida de matrimonio, se cas~) ell Cali el 4 de octubre de 1711 con la señora María Lazo, hija del capitán Lorenzo Lazo del Espada y María Vivas Piedrahíta, «vecinos de Calí". El anterior testamento aparece escrito y fechado en la hacienda de Aguaclara, sitío que dependia de la jurisdicción de Calí, como lo hemos comprobado en el censo de 17S7, s: ncîona do por el Cabildo de esta ciudad. Este dato demuestra que la jurísdicciàn de Cali se extendía al norte del pueblo de L1anogrande, interceptando en parte la jurisdiccíón de Buga, que en este radio no alcanzaba a ejercer su «preponderante influencia". Cuando ell septiembre de 1711 estuvo en Cali, el señor Marqués de San Miguel de la Vega, "Gobernador y Capitán general de la ciudad y Provincias de Popayán", dio amplias autorizaciones al Maestro de Campo don Nicolás de Cayzedo de Hinestrosa, Tenienle y Justicia mayor

65 de Cali, par que pidiera a los «vecinos«dc esta ciudad, rcsidentes en L1anogrande, el donativll exigido por la Real cédula de 6 de marzo de 1710, «para f:astos de construcción de los navios que debían hacer el tráfico entre la Metrópoli y las Inùias». Transcribimos la siguiente constancia de la reconocida jurisdicción de Cali en el mencionado sitio de Aguaclara,' "En el sitio de Aguaclara tèrminos y jmisdiccíón de la ciudad de Caly a veinte y sicte de septiembre de mil setecier.tos y once. El SI. Mtro. de campo don Nicolás de Cayzedo Inestrosa, Theniente de Gobernador y Justia. mayor de dha. ciudad, se haga notorio a todas las pe'sonas que han concurrido a este dho. sitio, que residen en esta comarca, para que vengan a dar el donativo prevenido en la cédula de su Magd. que Dias guarde». (Archivo municipal. Año~, Folia 142). Entre olros contribuyentes se registran a don Feliciano de Escobar, don Martín Cárdenas Reng/fa y don Juall Rengifo, "vecinos de Cali», en el sitio de Aguaclara, perteneciente al tcrritorio de L1anograndc Y más nos ha llamado la atención la lectura de esta otra nota registrada en la hoja fina) del volumen correspondiente a los años de , en que se ve incluída en la jurisdicción de Cali a 1.3. hacienda del Trejo, cuyo due~o era don Roque Escobar Alvarado, Alcé',lde ordinario de Cali en 1720;

66 -60- «16 de diciembre de Don Roque de Escovar Alvarado y Da. Manuela Lozano Santa Cruz. Reconocimiento de 900 pits. a favor de la Lámpara del Sor. Sacramentado de L1anogrande, finca la estancia que tiene por suya, de tierras, ganados vacunos, yeguas, en el sitio que llaman del Trejo jurisdicción de esta ciudad». Con el hilo de nuestras emprendidas investigaciones en las notarias, pasamos luego al archivo municipal en busca de la conexión que sospechábamos pudiera existir entre el Cabildo de Cali y los genuinos representativos de la familia Escobar Alvarado En el camino de nuestras inducciones llegamos a la comprobación de la tesis sociológica formulada en el sentido de la incorporación del grupo de hacendados de la otra banda en el Cabildo de Cali. Las leyes de la naturaleza tienen también su estricto cumplimiento en Jas agrupaciones humanas. Los núcleos de mayor vitalidad atraen y terminan por incorporar a los elementos de afinidad funcional, que concurren a los mismos fines de expansiljn biológica. Cómo se explica la selecta emigracj(')n qlle desde el sigll\ XVII se acentuó en los nativos o residentes de la otra banda hacia la distante y aislada ciudad de Cali? En realidad, Cali era entonces lin centro distanciado y aislado de la región oriental del Valle, por el río Cauca y sus desbordados afluentes, que en las épocas de invierno y aun de verano

67 interrumpido por las lluvias accidentales interceptaban c()mpleta'~lente el Iibrc y seguro trànsito con,da otra handa». La situación de Bug<'l era, en cambio, muy ventajosa para servir de centro de atracción )' de propulsí<lo a una vasta y rica comarca CUVé, continuidad territorial no estaba interrumpidá con la dicha ciudad, pues los ríos Zabaletas y Amaime suficientemente encauzados, daban paso fácil y seguro aun en los tiempos de reeio invierno. Respecto a la distancia del gran fundo dcl Alisal, por ejemplo, era en relación a Buga mucho más corta que con Cali, adonde se empleaba el doble del tiempo por la via del «paso de la Torre», que imponía además la consiguiente demora por el trasbordo en canoa del referido «paso» del rio Cauca. Y esa distancia era muchísimo más larga cuando en las estaciones del invierno quedaban interrumpidas o cerradas las vías del «Comercio» y de «Juanchito". que corpunicaban más directamente a Cali con el centro de Llanogrande. En esos casos, repetidos y sostenidos en cada invierno. habia necesidad de emplear casi todo el día en hacer el viaje de Llanog"ande a Cali por la vía de "La Torre". que ames de llegar al rio Cauca se bifurcaba en el pu".to llamado «el crucero", en los correspondientes caminos de unj;~n con Buga o Cali. A pesar de tales riesgos y penalidades, los hacendadv~ de la otra banda,-perteneciente en parte a la contigua jurisdicción de Buga,-vellían e'spolj'.áneamente a domiciliarse a Cali, que des,je

68 entonces tenía abiertas todas sus puertas para los habitantes del valle. Con este fin el Cabildo de Cali sostenia con sus propios recursos el correspondiente camin() que partia del paso real de San Marcos, hoy paso de La Torre, hasta la población del Cerrito. Dicho paso se remató el año de t 750 en la suma de 60 patacones anuales. La ciudad de Cali fue desde su primer origen un centró de atracción cosmopolita que ofrecía vida amable para propios y extraños. Aqui se domiciliaron familias de Popayán y Buga, de Llanogrande, Calota y Cartago y de las provincias de Barbacoas y del Chocó, Vinieron tambièn hombres de negocios procedentes de Cundinamarca o de Boyacá y de las ciudades litorales de Panamá y Cartagena, que con el transcurso del tiempo contrajeron matrimonio y fundaron hogares de distinguidas familias cuyos trad cionale~ apellidos están diglnmente representados en nuestra actua I sociedad. Debe tenerse en cuenta las condiciones inestables e inseguras que precedieron a la definitiva instalaci6n de la vecina ciudad del Guadalajara, que como es sabido cambió sucesivamente de tres o cuatro sitios en su localizasión urbana, unas veces para protejerse de las inc;.lrsiones de los indios bravios y las dos Últimas para mejorar su precaria situación de ciudad estacionaria. Ell el siglo XVIII adquirió mayor importancia, pero a pesar de la «preponderante influencia» de

69 -63- sus primiti'/os emigrantes que desde un sigla atrás habíar ohtenido su carta de ciudadania en Cali, no cesó Buga en sus infundadas e insostenibles pretensiones de ejercer una exclusiva jurisdicci(ln Cil la otra banda y de impedir con medidas 11l~:S o menos coercitivas la autonomía de la mayor parte de los habitantes de aquella demarcación. que optaron. de acuerdo con sus anhelos y conveniencias hacerse «vecinos» de Cali. En el tutamento de don Feliciano de Escobar Alvarado se cita el nombre del distinguido capitán don Lo/cllzo Laso de la Espada, otro de los adictos vecinos de Cali que actuó varios años en su amplio y renovado Cabildo. En 1710 firma las actas con el caracter de «Alcalde ordinario lilás antiguo". em plea que ya había desem peï1ado en El 4 de abr:1 de este 1Iltimo aï10 se registra el acta del Cabildo de Cali con estas firmas: Alca'des ordinarios: Don Francisco F.scobar de Albarado, Capitán Lorel/zo Lasso Dc/espada, (según su autógrafo), Antollio Ruiz Calzado, Cristóbal de Cayzcdo Salazar, Thomás Guerao Leon Maldol/odo, Depositaria general de la ciudrtd. En 1716 vuel'v'e a ser Alcalde de Cali, el capitán Laso de la Espada. En 1ïl 7 el mismo capitán Laso de la Espada firma las prin:eras actas como «Procurador Gcncrai de la ciudad», alto puesto en que le sorprendió la muerte, según consta en la siguiente acta:

70 "El Cabildo reunido el 15 de septiembre de 1717, teniendo en cuenta que ha muerto el Capn. Lorenzo Lasso de la Espada, Procurador gen!. de la ciudad, nombra para el periodo restante a don Alonso Arcadio Poso de los Ríos.). El testamento del capitán Lasso del Espada se encuentra en la Notaría 2." de Cali. 171O-Alcalde ordinario: Doctor don CristÓbal Cabo de Figueroa A\calde ordinario: Don Domingo Cabo de Figueroa. En 1708 había -sido Alcalde don Phelipe Cabo de Figueroa Alcaldes: Don Francisco de la Flor Laguna y don Roque de Escovar Albarado. Alférés Real, don Nicolás de Cayzcdo Inestrosa. Regidor, don SantiaRo de Abenia, yerno de dl)l1 Felipe Cabo de Figueroa Alcaldes: Doctor don Bartolomè Cayzedo y don Feliciano de Escobar Albarad,~, Alcaldes: Sargento mayor don Salvador Cayzedo Inestrosa y por compañero al capitán don Juan Bmona Fernández. El aut(lgrafo de este último está escrito asi: Don Juall Valona Ferz Felipe de la Torre y Velasco y don Matlleo de Castrillon de Berllal de Quiroz. En la anterior lista de Alcaldes del Céibildo de Cali de 1706 a 1723 se repiten los nombres de don Feliciano Escobar y el de su suegro,

71 capitán LIso de la Espada (1). Es de advertir que en la co!onia para ser nombrado Alcalde ordinario de primera o segunda nol11inacilín se requèria que la persona el gida para dicho puesto tuviera ante tode el carácter indispensable de «VCCÙlO" de la ciudad en donde entrara a desempeñar aquel alto cargo y además se exigia vinculaciones muy especiales con las principales familias dei lugar. El título de «vec:no» requería LIna permanencia continuada de 10 a 15 años en la ciudad adoptada como nueva residencia y la posesión de propiedades raíces en el área urbana. inclusive una casa propia de habitación. Con tales condiciones podia ejercerse la ;nvocada,<influencia». que no estaba al alcance de los que por cualq uicr motivo llegaban de tránsito a la ciudad. Cll11l0 veremos más adclante, cada una de las ciudadl~s del Vallc del Cauca cuidaba e imponía con excesï\'o celo sus intangibles "ji/eros /1/unicipales" y, por tanto, no dispcnsaban el honor y la COI1- ann de lin puesto en Sil cabildo sinu a un determinado gr -IJ)() cie personls (l ciudad:li1os arraiga- (I) El ':apit:in Lorenzo Laso de la Espada, VCclllO dc ('ali. hijo It ~ liljlo dd capit:in Onofre l.ibso y dolia Micaela dt'l I:-pada, difuntos, vecinos 'I/lC f/lcroll d,' L'sta ciudad. Cas;ILl COli doña Maria Vivas v I'icdrahita. Entre SIIS hijos lj1e::ciona a lv/afias I.uso, sat:enl{,te de la C01l1- p;u1i; de JL'~ ','IS, El capitán Lasu de la t:spada poseía una li3.cienda CI! el sitio de Agua{ /ollco a inmcdiaciones de Cali, (Testa1l1cnto. Notaria 2.' Àl )

72 -66- cos a su propio suelo. «Las grandes ni peque~ ras influencias" no eran para ejercidas de Anscrna a Cartago ni de Tara a Calota. Mucho mer os de Buga a Cali, o viceversa, ciud; des incompatibles e incompartibles desde su primer c'ngen. El minucioso registro de las actas de nuestro archivo municipal de 1700 a 1725 destaca a las tres mencionadas familias Coba, Escobar y Borona, unidas entre sí no sólo por nexos de familia e influencias en el gobierno municipal de Cali sino por sus grandes latifundios en la otra banda. Alternando con Jas precedentes aparece otra familia no menos representativa, infiuyente y rica que Ilev(') el apellido dei Maestro de campo don AntOllio Ruiz Calzado, miembro muy distinguido del Cabildo de Cali, desde fines del siglo XVII. La unión Borona-Calzado arraigada aquí en Cali, genera l;l futura y diferenciada estirpe de los prcceres Cabales-Barollos, «vecinos de Cali», quienes con el inherente título de sus predecesores actuaron en los Cabildos y en las Juntas revolucionarias de esta ciudad. El triunvirato insurgente de 1810 constituído por joaquin de Cayzedo y CUetO, jasé joaquin de Escobar y jasé Maria Cabal Barol/a tcnia una profunda raigambre en la ciudadania tradicional ele Cali. La íntima conexión de los Cabates Baronas y de sus paricntes colaterales en el Cabildo de Cali, significaba un titulo adquirido y trasmitido <'pardroit de naissance

73 67- et le Co,uIllNe», en la justa y genuina aplicaci(ín de esta histórica frase. En los volúmenes correspondientes él las actas municipales de la s~gunda mitad del siglll XVII hemos encontrado inscritos los citados nombres de los selïores Escobares Albarados, que como sus coct ineos los descendientes de la familia SanclH Baraona o Barona, se habian incrustado de manera definitiva en la ciudad de Cali. En vía de prueba anotamos estos decisivos datos que trallslribimos de las correspondientes actas del Ca~- jldo de Calí: "En la ciudad de Santiago de Caly él nueve de m; ~'o de mil seiscientos y cincuenta y nueve. El capitán don Francisco de Escol'ar, Theniente de Governador y Justicia mili(h, Corregidor de naturales, Alcalde maior de minas y Capitán de guerra :lor su Magestad». (Fo:io 53). E\ llamado en el "diccionario biog.mico» de Arboleda con el nombre de Fruncisco le Escobar Gibaja, o sea el anterior Capitán, fue pues gobern3dor de Cali. "En la ciudad de Santiago de Caly a 7 de en~ro de 1666, firman el acta del Cabildo don Francisco de Escovar, don FI (lncisco Sanc!la HulUona, Miguel Vivas Sedano, Juan Palomino». Llamamos la atencit'm sobrc la siguiente COIlStancia que hcmos a[luntado Cil relaci(' n con la tormentosa época, en que se suscitó por cucsti( 1l límitcs el más exaltado p!eíto entre los dos Cabildos lic Cali y Ruga:

74 --68- «En la ciudad de Santiago de Caly a 1. de enero de 1667 eligen nu('vo cabildo don Francisco de Escovar, Teniente Govor., don Franco. Sai1cha Bll/aona, Alcalde ordinario de Cali, Juan Palomino Tcllo dc Meneses, Alférez mayor y Real». Eljge~ Procurad:)r del Cabildo al Maestro don Bcrnardo de {!lcstrosa Príncipe y Sylva, cuyo corocido nombre inlervina ell la reivindiclción del título otorgado pilr el marqués de Pizarro en fav)r de la primitiva jurisdicción de la ciudad de Cali. El 10de octubre de 1667 firman el Tenicnte de Gobernador de la ciudad de Caly, don Francisco de Escovar, y don Francisco Raraona (autógrafo), con el Alcalde ordinario Antonio NLÍlÎez de Rojas y LlallOS y don Domingo Raca de Ortega y Calatrava)). (Foli'os 2GO y siguicntes '. En las anteriores páginas rcpn1ducimos la demanda que con fecha,,7 de mar:w de 166í" susl:ribilí ci Procurador Ir.estrosa promovienùo la reivindicación de límites sobre la base del título signado par don francisco Pizarro. Hasta ah()ra no habíamos anotado la decidida intervención que en estos actos del Cabildo de Cali tuvieron en Jrimera línea los mencionados señores Escohar y Barolla, "bugu('!îos!latos () de cepa bllglleiïg», si hemos de aceptar la "gran injluc!lciœ> que en replescntaci( 1l de Buga, ejercieron estos distinguidos voceros y sus descendientes Cil el cabildo caleño hasta más al1ú Je 1810, según la categórica

75 - - tjy--- ;JseVeracl' n de nuestro estimado amigo don Tulia Enrique T; scón, a quien!lemos supuesto enterado de tcd~)s estos escabrosos aunque un poco recónditos antecedentes. Iiay que estudiar historia l antes de lanzar a ven tmadas a preci(lciones sobre los «hechos'> netos y (~finidos de un pasudo, que ha engendréldo los L:tales antag:\nislllos dc la hora prescnte. De acuerdo con la dialéctica acomod,;lilia que apcnas r:\sa ligeramente sobre la superficie de los suce~()s, es decir sin el Inálisis de complejas causas s:lciológicas, pudriamos deducir la abefi'ante instigación, que contra su ciudad nativa, ejercierol: los influyentes de Blg& ell ci Cabildo de Cali, Asi en la comentada «slistré:cción» de los «reaies titulos y dem ís privilegios», hubieron de participar quienes conocían cn su propia casa el sitio preciso del codieiado tesoro. Mas, no cabe ni I:na ni otra apreciaci(':n en la aparente duplicidad de los supuestos representativos de Buga. (I) (1) El :,ismo caritán Escobar," ya J ; bia sido Tenll:nte gobcrnadljr de Cali, en J G4(i:,-Yo uon Francisco cie F..~cobar, Teniente de gohernador y ju~lil ia mayor de Cali, y dolia l~ab~l de lu:; Cohos, su mujer,. (Nutaria l.'. Fulio 50, Allo 1)46). Hijos.Je este matlimon!(l fue: on los seliore:; Franci,'-co, Gri'gorio, }1!UlI y Pedro F_srobar Albarado, Los tres primeros figmaron como AlcaJècs en el Cabildo de Cali. Eran hac:1dados de ia otra banda, Don juan de Escobur

76 --70- A continuación hemos de traer a cuento que con motivo de una ruidosa y exacerbada pugna, origin;: da por posesíi>n de la mitad del potrero v Albarado declara l'n su testamento por biencs suyos: '"media lcgua de ticrras cn ci sitio quc llaman de Safi Antonio dd Real de Trejo de la otra banda del rio grande del Cauc;!, iurisdiccidll de esta ciudad de Coly, en que al rresente t eile fundado un hato de ganados y yeguas, burros, millas y caballos, con SllS casas, mangas y corrales; ci trapiche y tierras de Napunima y mitad del ptltrero de la torre que fueron haciendas del capitán don Franc s~o de Escobar y dalia Isabel de los Cobos». (1\'ot,1Iia 1:' Alio Folia 79). Doña Isahel Cnbo era hija del capitán Pedro l.uis Co/Jo, regidor d:: Cali, y de Catalina Palacios Albarado. La citada dtlila Isahel Cabo se casó en Cali con ('\ capitán jon Francisco Escohar Gibaja, IG3H. l.os hijos dc este matrimonio llev,ron ci apellido Escobar y Albarado, con ~ue firman las actas dcl Cabildo de Cali. Eran nictos del,:apit;ín juall cie Palacios Albarado. regidor y antiguo AI-,:alde de Cali. La anterior tradición de familia explica la rcpresentadón que por "dcrecho propio" tuvieron tos señores E,co- I)ares-Albarados en el Cabildo de Cali de donde eran,veciflos feuda/arios". En virtud de estc antecedente contiiluó la ininterrumpida rcpresentación de la familia Escobar t'n el Cabildo de Cali hilsta más all;í de En IRII na Alcalde de Cali doll Gerónimo de Escobar, quien ya 10 hahia sido en 1784 y su hijo ci doctor Mal/ue/ JOSt; de Escolwr fue también Alcalde de esta ciudad y primcr ~:ohernador de la nucva "provincia del Cauca" creada por Bolivar, con capital en Cali, en IH2!. Asi pucs.,la /coria (.'e los presuntos influyentes de nuga el/ ci CalJi/do de Cali" (arcce de fundamento histórico.

77 o" ",'" o 0;t o :;;;"'2 "- -. u " " -"'..., - "

78 -71- llamado "de la Torre", ocurrida en los años de 1751 a 1754, entre el Teniente eobernador de Cali, don juan de Varona rt.;,=:jndez (otro de los presuntgs «bugueños» influyentes), y el capitán don Ignacio de Pieùrahíta y Saavedra, Regidor perpetuo de Cali, éste pidió a la Real Audiencia de Quito, se nombrase un comisionado oriundo de Buga, para que libre de las influencias del señor Ba-ana fijara los respectivo's linderos del disputado potrero situado en la otra banda, «Otrosí digo que respecto a que dho. don Juan de Varona,-alegaba en 1753 el Regidor Piedrahita,-se halla actualmente de Corregidor y Theniente de dha. ciudad de Caly por cuyos empleos han de proceder contemplativos a su respecto el un Alcalde ordinario que lo es don José de la Flor, su pariente y amigo y los demás vecinos de dha. ciudúd en esta conformidad sea de servir vuestra alteza de nombrar para ello UIlO de los jueces de la ciudad de Ruga o de la ciudad de Caloto». (Folia 280). Además el mismo Regidor Piedrahíta denunciaba en otra demanda fechada en 1754, que en el Cabild~l, el gobernador Varona con su voto, había nombrado de Alcaldes a "Sll cuñado» don Juan Miguel Ruiz Calzado y a su adicto «parcial» don Gaspar de Soto Zorrilla, elección que en estas casas esta ba tachada par la ley. La f~eal Audiencia de Quito favoreció los reclamos del regidor Piedrahita, y entre otras resoluciones, ordenó la ínmediata destitución de

79 -72- los citados Alea/des Ruiz Calzado y Soto de Zorrilla. Ejel.lplar lecdon de civismo para estas tiempos presentes en que el «nepotismo oficial» y los caciques del electorado han prostituído todos los fueros de nuestra república democréitica. El año de ) 755, don José de Escobar y Lazo,vecino de Cali», vende' la hacienda: del IItJmjal y por otro nombre Santa Rito de Agua clara, que está de la otra banda del río grande de Cauca, en jurisdicción de esta dicha ciudad de Caly, hacienda que se compone de tierras, esclavos, ganados, yeguas, caballos y mulas». Habla de,do<; derechos de tierras" COIl SllS limites más menos arcifinios, pero sin fij.-~ci(ín de plazas o faneg ldas. Parece que hasta aquella época se determinaba la extensión de uiia hacienda por l('.. nas y fracciones de legua. En la venta de la anterior hacienda se fijan limites por el río Amaime, el zanjón de MalíbÚ y zanj<'ll1 de Aguaclara, y «las tapias antiguas de Pl/ehlo Nl/cv,}". Estos datos permiten localizar la llamada hacienda del Abrojal o Sal/ta Rita de Agl/aclalO, o sea probablemente la que hoy se denomina COli el simple nombre dc «La Rita». Muy distinta de la qtra hacienda de «AguacJara", situada sobre la cordillera al oriente de Palmira. Don Feliciano de Escobar Alvarado "vecino de Cali", testú el 6 de octubre de 1723 cn «la l1acienda y sitio de AguGclara», jurisdicción de Cali, que según crecmos sea la misma hacienda

80 del Abrojal o de Santa Rita de Agua Clara, vendida por ~'.1 hijo don José de Escobar y LIzo en (Notaría L' Folios 60-63). La veilta de csta última hacienda ascendió a la suma ".ltal de S Enumera en la venta «500 reses de cría, chico y grande a 5 patacollcs cabeza». ::6 yeguas a 5 patacones cada una. 40 caballos él R patacones cada uno. 7 mulas a 20 cada una. 2 burros a 25 cada uno. Como se ve, hay ya una sensible diferencia entre estc,s precios y los que se fijaron 50 años atrás cn 1:1 venta de la hacienda más o menos análoga que fue del Licenciado Cobo, silllada en la misma ï:ona. Entonces se asignaba a cada cabeza de ganado de cría, «de bucna calidad», la suma de :20 l'cales o sea 2 pesos fuertcs. Yeguas de cría él 2 pataconcs. Mulas a Eí patacones. El pree:, de los esclavos era mils o menos ci misll1o. I:n la vcnta del «Abrojal» se enumcran: «Un llegro llamado Antonio y una negra llamada Manuela, marido y mujer en 500 patacones cada uno, y ambos en I.ono». Otro ncgro lla\1lado Manuel en 450. "y los dichos esclavos call todas sus tachas, vicios y defectos, enfermedadcs públicas y secretas, "por de alma en boca y costal de huesos», a uso de feria y mercado franco, según se estila en el Real asiento de Cartagenil ). Esta curiosa terminología «de alma '11 boca J' costal de huesos», la hemos visto en los certificados de venta, suscritos en el puerto

81 de Cartagena, por los duei10s de buques ingleses, que sostenían un activo comercio de esclavos importados de la Guinea africana. Al aceptarse esa condición «de alma en boca y costal de hue- SOS", no había motivos para reclamos posteriores de parte del comprador, quien desde Juego corria con todas las lacras físicas y morales de los esela vos negociados. Respecto a las marcas hechas con hierro candente sobre la piel del esciavo,-especie de tatuaje por igniciùn,-aparecen también registradas y dibujadas al margen del certificado que signaban los traficantes ingleses en el mercado de Cartagena. Además de esta hacienda poseía don José de Escobar y Lazo, la de «CollccpciÓll de Nima", en donde testó el año de (Notaría 2.') En 1664 firman las actas municipales de Cali: don Francisco de Escobar, Juan de Lasso de los Arcos, don Francisco de Escobar AlbalGdo. Procurador General del Cabildo. (I) (1) En una lista censual levantada por el Cabildo de Cali, en 16G8, se enumeran entre los vecinos de esta ciudad a tres ciudadanos que llevan el mismo nombre de Francisco de Escobar con sus respectivas edades. Don Francisco de EEcobar, 60 años, qm~ debe ser el señor Escobar üibaja. Don Francisco de Escobar Albarado, 26 años. y don Francisco de Escobar Palacio Albarado, 23 años. En esta misma lista figuran Cristóbal de Cayzedo Sa-

82 75 -- En 1665 era Alcalde ordinario don Gregario F:scobllr y ' lharado, hermano del citado Procurador. En 1694, firman el capitiín don juan de Escobar Albarado, «Alcalde ordinario más antiguo de la ciudad». Don Juan era el padre de Roque Escohar I\lbarado, Alcalde de Cali en (I) Sigue la serie don JOSt; de F:scohar y Luzo, Alcalde l:n lazar, :~4 alios. Don Alllollio Núriez de Rojas, 50 a los, nombrado Teniente gobernador de Cali, a fines de Don Al/liJl'io Núriez de Rojas y!.fallos, 28 años, hijo del anterior,,\1calde de Cali, en Ambos fi~uran en el Cabildo que sostuvo ci comcntado pleito de limites con Buga. El Capitán don Frallcisco Sallclla Baraolla, regidor y antiguo Alcalde de Cali, casó cn primeras nupcias con doña LevI'or Rojas y Llallos, hija del citado NÚñez de I~()jas, enlace que complementa toda\'ia más, la muy antigua cone;:iún de la familia Barona con el Cabildo de Cali. (I) D.'n juan de Escobar Albarado era casado en segundas nllpcias Con doiia Clara Núñez de Rojas y Llallos, hija del capitán Antonio NÚñez de I~ojas y dot1a Bárhara ESp<llïol y Llanos. Tenemos a las familias Barona y Escoh; r emparentadas con la de los señores Rojas y Llanos 'Ille integraban ci Cabildo de 1667, cuando se suscitó de nuevo ci agudo plcito con Buga, por jurisdicciones CI~ la -ott'a banda >. Fueron, pues. los presuntos hugueños Fscobares y Baronas los más interesados en sostener aquel pleito con el fin de extender sus influencias y de ane};ar a Cali la zona de Amai1l1e, en donde estaban situadas algllnas de sus grandes haciendas. Dicen qul' da CUila para que apriete ha de ser del mismo palo!!... "

83 -76- En 1784 es nombrado Alcalde de Cali, don,'jerónimo de Escohar, hijo del anterior. Don Ger( nímo continúa figurando en el personal del Cabildo ea leño hasta 1811 en que comparte la,\icaldia de Cali con don Francisco Cabal Barona cuyo primo hermano don Joaquín Roberto Barolia Escohar, había sido tambíén Alcalde de Calí, t~n En 1820, cuando por decreto del libertador se creó Ja provincia del Cauca con capital en Cali, fue nombrado gobernador el doctor Manuel José Escobar hijo del citado don Gel r'lnimo Escobar. El doctor Escobar naciú en Cali el 8 de junio de Está, pues, combrobado que la familia Escohar integrada por «hacendados de la otra banda» cuyo primer representativo en Cali fue el capitán Francisco de Escobar Gibaja, Teniente Gobernador de esta ciudad desde 1646, se arraigó en el Cabildo caleño aparte de todo nexo político con la ciudad de Buga. Y desde aquella remota época, se confunde la historia del Cabildo de Calí con ci apellido de esta procera familia, que sirviú con intachable lealtad Jas anhelos de la ciudad amada bajo cuya sombra "ivieren y quisieron elegir el sitio de su reposo eterno. Asi C0l110 habían vivido en Cali exigieron también por disposición testamentaria que sus huesos fueran enterrados en la tradicional sepultura de su histórica estirpe. «Mando,--dice el patriarca don Feliciano cn su testamento suscrito en la hacienda de Aguaclara, el año de 1723, --que

84 , 77-- cu,mdo la \'Olu;ltad de Dios Ntro. Señor fuese servida de lievarme de esta presente vidcl mi cuerpo se:l sepultado en la Santa Iglesia Parroquial de dha. ciudad de Caly ('fi el asicl/to y scjjulllitll!jlle / rcroll de mi... {ladres». Otro tanli ocurre con la familia Barona que teniendo sus :~:r;- ndespropiedades en la otra banda fij<'l su dom:cilio definitivo en la ciudad de Cali. Ya hemos vi~,to quc desde mediados del siglo XVII alternan en las actas del Cabildo cie Cali el arellido Sal/('/la Harona o Varol/a con el de Escobar Gibaja. El "Dicci nario BiogrMico» de Arboleda, que hemos de rc wtir nos ha servido de eficaz auxilio en r.sta dit;quisición!iistl')ri.:a, al referirse a los Saw/ws iatol/a,';, n') precisa con claridad la correspondienle rama que dui) en el Cabildo de Cali. Nuestr;:s detenidas in,estigaciones n::s 11:1- bi3n condul'idl) ;- considerar que dicha familia como la nollllli ada Escobar Inhi;- constituido un g:upo definidéllllente arraigado en Cali. Tan COIIvencidos estit!-amos que resolvimos escudriñar con paciente cuidado el indice primario del archivo p: rroljuial de esta ciudad. En efecto, encorlmos en (licho 'Ildice el simple nombre de FrUI/- cisco Salle/w, ligado él la siguiente partida de h:!utislllo que la letra dice: "cn ocho dias del mes de julio Lie mil, setecientos, y ocho atlos en la Sta. Iglesia Parroquial de esta Ciud. de Santiago de Cali, del' obispado

85 -78-- de Popayán. Yo el cura don Juan Rodríguez Montaflo, puse oleo y crisma a Francisco Sallcl/(] Varolla hijo legítimo del Capn, don luall Salle/Ill Varolla y de dolla Isabel Escobar habiéndole bautizado yo dicho cura en quatro de octubre del aflo passado de mil, setecirntos, y seis, en que nació, fueron sus padrinos el (.pn. Joseph Vivas Sedano, y dofla Catalina de Herrera su Illuger, Todos vecinos de la ciudad de Cali, y porque conste lo firmo, Juan Rùdríguez MontO/ío». (Libro II de Bautis,ll0S. Año folio 66, Parroquia de San Pedro). El anterior certificado parroquial declara "vecinos dc la ciudad de Cali" a todas las personas n:encionadas, inclusi\'c al capitán don Juan Sancha Varona, hijo de Francísco Sancllll Varolla, Alcaide de Cali, quien firma en 1666 las actas del Cabildo de Cali Cil compaflíil de doli Francisco de Escobar, Teniente gobernador de esta ciudad. La señora Isabel Escobar Albarado, hija de este Último, era la esposa del citado capil,ín.luall Sancha Varona, En el Cabildo de 1681 aparece el nombre de Fruncisco Sancha Harona ;) de Francisco Barona, quien firmaba de amhos mudos, según hemos podido constatar por los respectivos aut,"grafos. En ese año des~mpet1aba el cargo de Procurador dcl Cabildo al lado del notable Teniente gobernador de Cali don jl/an LUSG de los Arcus.

86 Un gentil y ele :ante grupo de veraneantes en la moderna hacienda de SAN GERONIMO. Actualmente es propietario de este historico fundo. el señor don Ulpiano Barona, cuyos antecesores >1 (Uran entre los tradicionales "acendados de lila otra banda".

87 En la lis:a de Jos ciudadanos cajej10scontribuyentes para los navios esoaño[cs ue 17IO, residentes en Llanog'ande, figuraban los nombres de don Juan Sancha Barona y don Juan de J3aroníl, El primero era dueño de la extensa hacienda de "La Candel lria", que abarcaba los terrenos de Guaca y Ciwizal, y el segundo representaba a don juan de Barl;na Fernández, personalidad colonial de célebre noll1brad tl por su altivo carácter de «gran señor feudal» y orgulloso Teniente gobernador de la ciudad de Santiago de Calí. (I) En la recopilación de uatos referentes al desarrollo dt: este estudio, hemos hallado varios documentos quc merecen por su interesante signitïcacitjn set el teilla de una monografía histórica, pero tia obsta anticipar su inserción en las presentes p:ígilj:ls rel1cionadas con la actuación de nuestros aludidos!1ers_onajes, (\) Hemos anotado 4Uè d capit;\n Francisco Sancha H:!rona casó ell primeras nupcias con do;iij l.egnor Rojas y [janos. Entre los hijos de este primer,uatril11onio se cuent an don JlIan SaI/ci/( VarOl/a y Rojas. \:spo~o de dotia Isahel de ES\:(Ihar Albarado. Y entre lus hijos del segundo matrimonio del mismo capitán Baron:! ( n la señora Margarita FerT',:imfez de Velasco, oriunda t lmhién de Cali, se menciona a don Juan de Varona Femând('z, propietario del fundo del,alisal,),

88 * * * Vamos a abrir un pequeño paléntesis que no es completamente extrafio al curso de nucstro relato. En l11ilyo de 1747 se posesionó de la gobernación de Popayán el señor don Alltonio Mola de Vinacorba, quien se trasladú a Cali en ejercicio de SlI alto cargo. Nos ha llamado la atención que algunos de los gobernadores de la antigua provincia hubieran fijado en Cali el lugar de su gobierno. Hemos atribuido este hecho a la alarmante situación que se había creado en torno al Cabildo de Cali, en donde se agitaba ulla exaltada divisióil de grupos que se disputaban la hegcmonía del gobierno municipal. A partir de 1740 ci Cabildo ~e convirti\i en el estadio de ulla intensa lucha política cuyos ecos repercutieron en los altos poderes de su soberana majestad el rey de España. Hacia 1748 empezl} a circular el rumor de haber llegado al Cabildo unit "cédula" suscrita por el rcy, en queofl~enaha seguir juicio a!(ls personas denunciadas en IIna cülllunicaci( 1l seçreta que había partido del mismo Cabildo. Temiase la implaç.1blc represalia de uno de los grupos que parecia tener más influcncia en la corte real. Se hablaba de prisiones y destierros. Las noticias alarmantes se extcndieron al público y la intranquilidad social dill asidero él una serie de comentarios más () menos subversivos. El gobernador Mola regresó de Popayán y resolviú permanecer en Cali para tumar parte Cil

89 81 - las deliheraciones del Cabildo. El Cabildo de 1748 estaba com[1uesto por el siguíenle personal: NicolÚs Pà;;" Serrallo, Malluel L'obu y Cayzedo, Nicolás de Cayzcdo, Iglll/cio de Piedral1ita y Saavedra, )%/1 Antonio de la LIera Gómez, jl/an Varolla Fer,:, Lcol/ardo Sudm! de Lagarde. Los dos primer(,s eran IllS Alcaldes de la ciudad. El Cahildo asi integrado representaba el total predominio de la agrupación raizal o americana 4ue!labía logrado vencer a la mayoría de "españoles euroreos", quienes con su triunfo en 1743 habian provocado una violenta reacción de los <,(\mericanistas'). La inesperada rea! cédula originada por I"s secretas acusaciones de los elementos españoles de 1743, llegaba ;:1I Cabildo de Cali en 174;), cuando ya por fortuna la mayoría «3me:'icanistil" habia logrado recuperar el poder municipal. Decían" JS 4ue en este Últimll año se supo en la ciudad la llegada de la misteriosa y amenazjnte ddllla del Rey. En efl'~to, el Sargento mayor y Regidor perpetuo don Juan Antonio Gómez de la LIera, vinculado po:' su matrimonio a la familia "criol!a» de los Cayi:edos, recihió una carta reservada lid selïor Fernando Cuero, igualmente Úniùo il la misma familia Cayzedo, cn que le inquiria el fundamcnte dc una noticia quc había sonado Cil la vecina regi<í1l del Dagua acerca "de una real

90 -82- cédula», cuyo misterioso contenido se comentaba con reticencias y «anfibologías') méís o menos alarmantes. Se temia que la poderosa intriga del grupo compuesto por don Gasp: r de Soto Zorrilla. español ambicioso y de poderosas influencias y sus dos compatrir)tas los sefiores Mathias Domínguez Zamorano y Antonio Claret. hubieran obtenido una real orden para iniciar el respectivo proceso contra algunos de los miembros del otro grupo, que hemos llamado «americanista», porque auncuando contaba con algunos elementos igualmente españoles, éstos hacian Célusa solidaria por sus nexos con la familia Cayzedo, que en esa agitada emergencia. representaba tos derechos adquiridos por el racialismo indo-americano. La mencionada carta de fecha 22 de septiembre de 1743 suscrita en Dagua por el señor Cuero, principi;~ha así: «Con notable cuidado o novedad me hallo con la voz que ha \"cnido regando Joscph Manuel Rodriguez, mine:(; de don Pedro' Valencia, de tener en esa ciudad don Gaspar Soto Zorrilla una cédula de su Magd. para esc litre. Cavi!do con varias disposiciones que 110 expresó sino con Amphibologia». IFolio 67. Años de Archivo municipal). Para averiguar lo denunciado en la carta del señ'jr Cuero, se reunió el Cabildo en sesión, el 18 de octubre de Citado el señor Soto

91 Zorri,la pilra que res;jondiera :1cerca del origen de ia alar:t,nte noticia, declare') previo juramento ignorar el contenido de la referiù; cédula «y que lo l1l:is ql'c ha sahido de oídas Cll esta ciudad es que dl :1 Mathias Zamorano, Depositario gener.d y regijor perpetuo de esta ciudad, con su ida a Cartágcllil había recibido un plieg() de su Magll. ell!-ionda, ignorando si cs del que se hace cargo», Convllcaùo el Cabildo al dib siguien:e, I 9 de octuhre, con asistencia del señor gobernador y capitan gl:neral don Antonio Mola, sc continuîj tratando subre la carta líel señor Cuero El Cabildo de mayoria "americanista» queria sabcr toda la verdad y ponersc cn guardia contra las maquinaciones del otro grupo, que nu obstante su derrota, aspiraha il eliminar por media de un proceso il la reinante uligarquia de los Cayzedos. "y cn esk estado -reza el acta capitular, dho. Sr. Go\'::ror. y Capn. Gral. hilo presente il los exp;esilll.. S sei10res el despacho librado pul' el!c' xcmfl. Sr. Virrey de estos r~eyl1os (suhre resultos de la causa aciu:ida en ésta en ljuan',o al :dhorot(; acaecido la noche del dia \'eyntc ùe kbrero Jel ai10 pasado de, míl setecicntos quiirenta y 'res), cn Cartagena a calorce de élgsto del alio próximo pasado, cn cumplimiento de lo Jllandadl' por dho. EXl1lo. set10r, que ha\'iéndose leydo ell estil Sala Capitular, oydü que fue, y cntcndido por dllos. scño:-es, dijeron que lu obedecían l:n la furnia acostumbrada cn (odo, y por lodo, )' ell SU cumplimiento cst;: ban proillptos

92 -84- como siempre lo han ejecutado a observar y guardar la tranquila paz y conformidad que se previene entre Españoles, Americanos, y Europeos, y sobre lo que nuevamente fueron amonestados por dho. Sr. Govor. conminánd01es, y apercibiéndoles con las penas en dho. despacho impuestas». firmas: Antonio Mola, Nicolás Pétez Serrano, Manael Cabo y Cayzedo, Nicolás de Cayzedo, Ignacio de PiedlGhíta y Saavedra, juan Antonio de la Liera Gómez, juan Varona Ferz, Leonardo Sudrot de Lagarde. El gobernador Mala informó al Cabildo sobre,,' la tan reservada «cédula real», que existe en el archivo municipal con los demás d0cumentos de e~ta inquietante época, y que valdria la pena recopilarlos para la critica histórica de aquel perturbado estado soci'll, en cuyo fondo empezaban a germinar Jas disolventes e implacables antagcnismos que estallaron en la revolución de Reproducimos a continuación esta histórica cédula: «EL REY «Consejo, justicia, y Regimiento de la ciudad de Cali ell la Provincia de Popayán. «En carta de once de octubre del año de mil setecientos quarenta, y cinco, informais con autos de las inquietudes que ha ocasionado una familia de esa ciudad apellidados Cayzedos, la cual se le-

93 -85- vantó con ~;us familiares y amigos el día veinte de febrero de mil ochocientos quarenta y tres, haviendo hecho refugiar los Alcaldes hordinarios, escalando la cárcel, y sustrayendo los reos, con lo demás que se menciona en la enunciada carta. Y visto en mi Consejo de las Indias con Jo que dijo mi fiscal de el, se ha considerado hallarse pendiente en el Tribunal del Virrey del Nuevo Reyno de Granada, la causa de dicho levantamiento, y abocadas a la Audiencia las causas seguidas contra dhos. Caycedos asi en la visita como soc;e ilícito comercio, por lo cual he resuelto por despacho de este día, que el mencionado Virrey me informe con Autos de lo que expresais en dicha carta (de que se le ha remitido copia} y le he mandado disponga se sentencien definitivamente así las causas que sobre este asumpto penden en su govierno como las que están avocadas a la Audiencia, substanciándose todas co'1forme a derecho sino lo estuviesen para que con pleno conocimiento pueda tomar la providencia conveniente. Y os mando que para este efecto acudais al enunciado Virrey del Nuevo Reyno ce Granada, a quien se comete (como viene dicho) la ejecución de lo que pedis; y así lo tendreis entendido. De Bn. Retiro a 3 de julio de «Yo EL REY (Hay una rúbrica). «Por mandado del Rey Nro. Sr. «Fernando Triviño (Hay una rúbrica).

94 «AI Cavdo. secular de la ciudad de Calí, sobre lo resuelto con motivo de lo que avisó tocantc a las inquietudes que padece aquclla ciudad por uni familia nombrada Cayccdos». (t:s copia. Folio 97. Años Archivo municipal de Cali). "El Ilustre Cabildo, Justicia,! Regimiento se reunió el 13 de enero de 1749 para recibir de palte del gohefllador un pliego rotulado p:lr el Rey para el Cabildo de esta ciudad. y entendido que fue por sus V. S. Sas. estando pucstos en pie, y destacados lo obedecieron como a carta de Nro. Rey y Sor. Natural, (quc Dios guarde) besaron y pu~ieron sobre sus cahczas». Como se comprcnde, esta real cédula que iniciaba un proceso contra los <amcricanistas» proúujo entre éstos un grave desconcierto y cntrann inmediatamente a desvaneccr <'la falsa y calumniosa imputacibl1 que se les hace a los de la f mi Iia de los Cayzedos». Lil acusaci<' n promovida por el irascible chapetón don Gaspar Zorrilla, habia tenido un cur~o c< mpjetamente reservado hajo el ahsoluto mando de su grupo, quc desde 1743 a 1745 se!labía adueñado del Cabildo de Cali. Para una mcjo!' comprensión, veamos cómo se había verificado el cambio del personal en los respectivos Cabildos de 1742 a 45:

95 -87- En 1742 era Teniente gobernador don Nicolás de Cayzedo. Alcaldes: José de Poveda y Juan A. de la Liera Gómez. Procurador don Gerónimo Rall",; s de Morales, y don 1\lanuel de Caycedo Jiménez. La corporación pertenccia al grupo «amencanista» o de los Cayzedos. El resultado de la elección de 1743 fue advcrso a los del grupo del añc anterior y dio un triunfo mayoritario al grupo de los elementos m,ís intransigentes y reacios que dirigía el señor Zorrilla. El Cabildo quedó integrado así: AJcaldl:s: GaspOl de Soto ZOflilla, Diego de Vallecilla,.luan de Zevallos, MaNdas Domingucz Zamorano, TomÚs de Herias Arraclllllo!.'ui. Teniente y Justicia Mayor elan Nicolás de 'Cayzedo, Alférez R'~al doctor don Juan de Cayzedo (tlt:rmano de don Nicolás) y Alguacil Mé~yor, don Andrés C')DO de Figueroa (cuñado ùe!us Cayzedos). Aunque el grupo «caiccliís:a» poseía los cargos ùe una dec;rati\'a rcpres'~i1(acil';n. la mayoria efectiva quedaba en manos del combativo don Gaspar.. Los "caicedistas» resolvicf/ln acusar la elección ante el gobernador de Pupay,ín, don José FrancisCJ Carreño, capitán de infanleria y caballero de Alcántara. El Teniente y Justicia Nl; j'or, don Ni:olás de Caycedo tachó ei nombramiento de De»sitario General de la ciudad recaído en el regidor don Mathias Domínguez Zamorano,

96 per "ser éste mercader». A.~u turno el ex-procurador Ihmos de Moraks llevó adelante la empeñada acusación, que por otra parte 110 tuvo resultado, pues el gobernador Carreiio confirm() la mayoría del Alcalde de primer voto, don Gaspar Zorrilla. La derrota de los "caicedistéls» provocó cntre sus partidarios y familiares Ulla violenta protesta que se tradujo en hechos de carácter subversivll. En efecto, concitaron a la mayor parte del pueblo ya enardecido y en una amenazadora asonada sitiaron la casa consistorial. escill<índola por varias partes hasta penetrar a su interior en donde obligaron a los Alcaldes il encerrarse en una de las piezas de la invadida s:lla capitular. Mientras tanto las turbas enfurecidas lanzaban abajos y mueras a los "perros clwpetol1cs» y vivaban a sus capit~nes Cayzedos. En su incontenible furor cortaron con afiladas hachas y convirtieron en pedazos la horca,-- emhlema de la justicia real, --que los partidarios de don Gaspar Zorrilla habían levantado en frente del Cabildo. En la exaltada columna de los amotinados se distinguía por su arrebatado enardecimiento el vicario y cura de la ciudad, don José Alegría de Cayzcdo, quien se hahía constituido en "abandendo de la insurrecta familia caleña". A pesar de esta ardorosa acometida, el enérg.co don Gaspar reafirmó el triunfo de su partído ell las elecciones de Y en 1745 consolidó aln más sus posiciones en til nueva organizaci('j11 del Cabildo:

97 «Teniente y Justicia Mayor don Gaspar de Soto 201 rilla, nombrado por su adicto compatriota el gobernador Carreño. Alcaldes Juan de Zevallos, Ignacio Piedrahita y Saavedra, Mathías Domínguez Zamorano, Antonio Claret, Manuel de la Puente, Ignacio Verg:ira. Este Último y Piedrahíta se inclinaban a favor de los vencidos Cayzedos. Continuaba en el puesto de Alférez Real, don Nicolás de Cayzedo. Puestos de acuerdo los mencionados Zurrilla, Zamorano y Claret, concertaron una formal acusación contra la familia Cayzedo, promotora de la dsonada del 20 de febrero de T~ecogieron las pruebas o autos correspondientes y resolvierml dirigirse direc(amente al Rey y al Virrey residente en Cartagena. Los señores Claret y Zam,rano se encargaron de hacer llegar a las respectivas autoridades el pliego de acusaciones. El golpe asi preparado iba a poner término a la dominación de la prestigiosa familia Cayzedo. En el tiempo empleado para las consiguientes tramitaciones de la iniciada acusación, pudo re"ccionar el grupo caicedista y ponerse al abrigo de la temible trama de don Gaspar, quien de seguro habría procedido a enjuiciar a sus aborrecidos contrincantes. Don Gaspar de Soto y Zorrilla era hombre de adias implacables y de fiero orgullo, pues consta en algún documento de la época, que el arrepentido vicario Alcgría y Cayzedo, en compañia del guar-

98 --90- dián del convento de frailes agustinos, fue a casa de don Gaspar a ponerse de «rodillas" ante el colérico mandatario, quien lejos de aceptar la rendida humillacl' n, volvió la espalda a sus COl1lpungidos visitantes y no les respondió ni una sola palabra. La tremenda lucha del Cabildo de Cali obligó al obispo de Popayán, don Francisco José de Figueredo y Victoria, "miembro del consejo de su magestad'), a dirigir una pastoral cuya parte principal estaba concebida en estos términos: '<Muy Ilustre Cabildo, justicia y Regimiento de Ia ciudad de Cali. "Habiendo la Divina Providencia dividido el Gobierno del Universo en las dos jurisdicciones Eclesiástica y Secular, para que unidas lo mantuviesen en justicia y equidad; por defecto de esta conformidad resultará en lugar de la unión la oposición que cada dia se ve entre el sol y la luna, que son los Paradiglllas de las jurisdicciones: y de la oposiciún nacen los eclipses que ponen el mundo poblado de tinieblas, guerras, hambres, y enfermedades, males que se deben esperar en esa ciudad si la jurisdicción I~eal y Gobierno Político que V. S. exerce no se une con la que Dios Nro. Sr. ha cargado sobre mis hojl1bros " "PopayiÍn, septiembre 24 de "Feo. JOSEPH, Ohispo de Popayán».

99 Los dos grupos del Cabildo consideraron cada uno por su cuenta, la amonestad0ra intervención del Obispo. El grupo caicedista se rcuni\í en se:-ión, el 4 de octubre de aquel año. Eran sus r-,iembros Nicolás de Cayzedo, Alférez Real, doctor José Alegría de Cayzedo, vicario y cura de la ciudad, Ignacio de Vergara, Ignacio de Pi~drahita y Saavedra y Sebastián Perlaza de Ribas. E~tos se limitaron a expresar votos de sincera ol;cdícncia en cuanto se refería a las collciliadoras palabras del prelado. El otro grupo encabezad:/ por el autoritario y soherbi0 don Gaspar, Teniente gobernador de la ciudad, contcst\í la c,tada pastoral con un nuevo pliego dc. recriminac iones, en que aludió «a la paz y conciliación requeridas el año de 1742, por la Misi'''n que en esta ciudad hizo el R. PC/dre Fray Fcr- (UlIIdo de Jesús Larrea, sin poder apagar la llama de ira y venganza que está ardiendo». Más adelante se concretan los cargos en esta forma: "La lracdón de los Cayzedos levantándose de mano armada y de hecho pensado contra la Real.lust ::ia y vístase profanado el Soberano respeto cie la Magestad en sus Reales Ministros, sin ql1~ fuese parte a contener scmejantes arrojos la divina Magestad de cielos y tierra, expuesta en 1<1 plaza pública, escandalizada la ciudad, esca lando la drcel, subtraídos los reos de graves delitos; pícada la horca con hachas y derribada en

100 -92- tierra, que había erigido el reverente respeto de la Real Justicia; profanados con ignominia los Autos de buèl1 Gobierno, que los señores Jueces habían fijado, y emharazados antes a su publica- CiÙI1 por ci Sr. Vicario, Juez eclesiástico D. D. Joseph de Alegria y Cayzedo; vituperados los sefiores Alcaldes por los levantados con improperios; solicitadas sus muertes con grandes instancias y acontecimientos, tirando con barras a derribar las puertas del Sr. D. Gaspar de Soto y Zorrilla, Teniente actual, y Alcalde ordinario a la sazón, donde se habian refugiado para librar sus vidas; y a destemplados gritos proferian los amotinados: MUERAN ESTOS PERROS CHAI'ETONES, y vivan los sefiores Cayzedos: como más lata y. expresamente consta del juicio sumario, y causas que se hallan avocadas ante el Exmo. Sr. Virrey de este Reyno». Firman en la respucsta que dan a la Pastoral del ilmo. Obispo de Papayán los señores Gaspar de Soto y Zorrilla, el Maestro Juan de Zebal/os,.Ilv\athías Dominguez Zamorano y Antonio Claret, reunidos en Cabildo a 9 de octubre de (Folias Archivo municipal de Cali. Años, ). En esos días firmóse en Cali un testimonio (: certificado en pró de la buena conducta y 50- hresalientes méritos del vicario Alegría y Cayzedo.

101 Al pie de ese histórico documento están las firmas del grupo má~. lucido de las principales familias de Cali: «En la ciudad de Cali en 6 del mes de octubre de 1745 a favor del Dr. D. José de. Alegría y Cayzedo, «que asimismo ha manifestado en procurar serenar las inquietudes, con que cuando vino a esta ciudad de Párroco la halló, en lo que fuera de las continuéis exhortaciones, que por si mismo ha hecho en los púlpitos, en orden a la paz, y concol dia de los vecinos, ha procurado también que otros ministros evangélicos lo hagan en dos misiores que a diligencias $uyas ha habido en esta (Îudad, en las que como en todas <)casiones hemos visto ha puesto toda eficacia Cil reconciliar lo~ ánimos de los vecinos sin reparar en los afanes que semejantes diligencias cuestan». Don Nicolás de Cayzedo, Sebastián Plaza de Ribas, julin Val lona Fernández, juan Frmlcisco Garcés de Aguilar, Da. Ignacia Calzado, Da. Josepha Calzado, D. Salvador de Cayzedo Illcsfrosa, Da. Rosa Jiménez de Villa Creses, Dn. Manuel dc Cayzedo, (O!Ja. Bernabe/a de Cayzedo, On. Mathias de Cê 5tre!IÓn Bernaldo de Quiros, Dr. Bartolomé de Cayzedo, Da. Marcela Ximenes, Da. Francisca de Cayzedo, Da. Thomasa de Cayzedo, (1) Trátase de don Manuel de Cayz. do y Jiménez, padre del próce~ y mártir Francisco Antonio Cayzedo de [a Liera fusilado el Popayán, el II de diciembre de 1816.

102 Da. Thomasa úe Silva, Da. Juana de Silva, Da..Juana Vivas Sedano, Da. Elvira Cabo dc Figueroa' Da. María de Ayala Quinte. o p, incipe, Da. Maria Haca y Vivas, Juan Vivas Sedano, Da. Ana de Abenia, Da. Ana María Alvarez de Arango, Da. Margarita Rcngifo y Cobo, Da. Antonia Cobo y Laso, Joseph Vernaza, Da. María Garcés I~engifo, Da. María Fernandez y Vivas, Da.,1guslillil Ruiz Calzado, Da. María Pérez Se~rano, jasé de Escobar y Laso, On. Gregorio de Saa, Tenientc de cura y vicario del partido de L1anograndc, Dn. lji/{uel Ruiz Calzado, Da. I~abeJ de CastrellÓn J3ernaldo de Quir;'.s, Da. Augusta Calz(li!o, Dn. DominJ{o CO'JO de Figueroa, On. Manucl Cobo y Calzado, Da. María Baca y Silva, Da. Francisca Conde, Da. Leonor Baca, Da. Bárbara Baca, GcrÓnilllo Rail/OS de Moralcs, Dil. Simona Pérez Serrano, Da. josefa Tcnorio, Da. Maria Teresa Vivas, Da. Ana Quintero Príncipe, Da. Maria de Salazar y Virera, Dn. Diego de Vallccilla, Dr. juan de Salazar y VIrera Da. Manuela de Salazar y Uirera, Da. IIndrea (/e Solazar, Francisco Dominguez de RÙISCOS». (FallOS Años ). En el anteri0r docult:ento de mayoría criolla constan los nombres de los señores Juan de Varuna Ferz, JOSé de Escobar y Lazo, Fïancisco Domingucz de Riascos, Manuel Cabo y Calzado, Diego de Va- Ileeilla, Dr. Juan de Salazar y Utrera y otrus distinguidos caballeros. Alli mismo se leen los nombres de las respetables damas Josefa Tenorio,

103 --95 Antonia Cabo y E~cobar, Elvira CO;)O de Figueroa, r~osa Jiml~nez d~ Vi:lacreces, 19n~cia y Josefa Ruiz Calzado, María, Andrea y Manuela Salazar y Utrera, s~îl()ras Silva Hinestrnsa, Vi','as Sedano, Baca y Silva, quienes en asocio de los míembros de la familia Cayzedo forl11<:ban un re~petable cinjunto ue la sociedad cilll'ña. Todos e~;tos actos de aita representacióii social denot21l e] decidiùo ánimo del grupo racial o criollo (jlle ilctuó en C: Ji il favor de los sostenidos derechos de un vivido americanismo. que desde ent'jnc1:s, ~e erguía con la digna altivez de ]a raza e111illll:ipadil, que sesenta años más tarue aprobara el :'; de julío de 1810, la primera acta de la independencia caucana. Los floridos nombres de aquel gentilisil1lo grupo de délllbs presagiaban el futur() advenimiento ue I()~; p:óceres y mártires de la primera etapa de nul'st;" repúólica heroica. De esa uír1<ímica CCp;t de :)["av1 seleccit'lll brotaron los g'oriosos represt:ntativos del 6ut~ntic) procerisnw or \;\- do con los glorios()~ apellidos de los Cayzedus, Herreras, \';1I'ecillas, [SCOb.liCS y C::lbales Baronas. Nietos fuero' todos éllos de las esclarecidas y altivas m; trt:nas que en 1743, proclamaron Jas preminencj; s cc la raza terrígena, La critic. hist()ric:l que dilucida IllS antecedentes primarids y trata de sorprender a génesis de las causas ~;oci llógicas que engendraron en el

104 --96- Valle del Cauca, el movimiento revolucionario de 1810, marca así COll luminosa precisión el núcleo originaria, que cn ils vitales entrañas de la ciudad de Santiago de Caly cumpli!') el ciclo evolutivo de sus fuerzas insurgentes. Las misteriosas leyes de la hercncia, - -complejo de la vi(~1 subconsciente, -tienen también Ull inexorable imperativo moral. Esas mismas leyes rigen la psicología de la historia. * * " S<~gllímos COll Iluestr" tema. En 1749 vuelve a surgir la clara persollédidad de don juan de Varona FernÚndez, con el honroso cargo ele Teniente gobernador de Cali. En 1750 es Alcalde.dc esta ciudad don josé de Escobar y Lazo. Ambos a dos pertenecen a la histúrica agrupación de los hacendados de la otra banda. (I) (I) Varias veces ocurrió el caso de hallarse ausentts ce la ciudad la mayor parte de los miembros del Cabildo. Unos viajaban a las ciudades vecinas y otros permanecían por largas temporadas en sus haciendas de!j otra banda. "En la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de Cali, en primero de ener') de 1751, ci Consejo, Justicia y Regimiento de esta dha. ciudad a sab, r On. Nicolás de Caycedo, Alférez Heal, Hegidor perpetuo y Alcalde ordinario de Primer voto por Merced del Rey Nro. Se1Ïor y 110 haberse recibido el electo, On. 10sepl1 Poveda y Art eda, el Sr. O. Juan de Argomedo, r~egidor raso, y el Sr.

105 -97-- Cont.nuando la hilación de nuestra fortalecida tesis, incluímos en seguida algunas de las cláusulas testamentarias, que antes de morir en la hacienda del Alisal, dejó ordenadas el señor Varona Fernández. El selïor Varuna habíase casado cn Cali, con la apreciabilisima dama doña Josefa Ruiz y Calzado, pertcneciente a una linajuda y rica familia que se distinguió por la esp'lendidez de una lujosa posición rara vez vista e igualada cn la más animada y f'lstuosa época de la colonia. En cuanto hemos alcanzado a traslucir a través de los documentos. consideramos a don Juan de Varona como a \Jno de los individuos más acaudalados entre los grandes propietario~ de la antigua sección coj: nial del Valle del Cauca. No hemos podido r-ecisar la extensi! n que tuviera la hacienda d~nominada «El callején del Alisal", pero parece haber sido el mcjor latifundio de la otra D. Antonio de la Thorre y Vela~cJ, Procurador (Jencral, V no concurrieron los del11á~ 5el10res de L'ste avunt<llllicnto rol' hallar<c ~usentcs, el selior Fiel ejecutor- y Regidor perpetuo!"l. Ignacio de Piedrahita y Saavedra, en la ciudad de I'opayán, ci Sr. Sargento Mayor D. Juan Antonio de la LIera Gómez, Regidor raso, en las Provincias del Chocó, l') sclior Regidor D. juall de Varona Faz, Teniente.YJ u5ticia,\i\ayor, en su hacienda del A sul, el Sr. Regidor Dn. Pedro GÓmez Carreso en su hacienda de L1anograndc y el señor Alcalde ordinario Dn. joseph de Escobar y l.azn, asimismo en su hacienda del Abrnjal. (Folia 258. Alio Arch. munie. de Cali),

106 -98- banda. Sea lo que fuere, en derredor de esa rea heredad se levantaron otras haciendas cuyos dueños se vincularon desde entonces al Cabildo de Cali. ti) En busca del testamento de don Juan de Varona Ferz hallamos en la notaria correspondiente, varios' documentos de transacciones, en que se incluye al «sitio de Sail Oerónimo» en la jurisdicción de Cali..como ya ]0 hemos observado la mayor parte de los propietarios de la zona de L1anogrande registraban sus respectivos títulos en lá jurisdicción de Cali. El Cabildo de Buga no veía con agrado que tales propietarios ubicados en su jurisdicción) no solamente se hubieran declarado «vecinos de Cali») sino trataran de anexar sus dominios territoriales a esta última ciudad. Buga no se conformó nunca con (I) A principio del s;glo XVll, se hace mención de las tierras conocidas con el nombre de <, Callejón de Rodriga Arias", que según parece, era el mismo "CaUeiÓn del A'iwl)" propiedad de la antigua familia Sanda Barona.' En la ciudad de Santiago de Caly a 17 de septiembre de J joli, ante m~ el Capitán don francisco lie Escobar Albarado, Alcalde ordinario más antiguo de esta dudad pareció presente don Juan Sancha Barona, vecino de esta ciudad, que.vende para siempre jamás il su hermano el Maestro don Pedro Sancha Baro',a, la estancia y tierras que tiene y posee por suyas en el sitio de la otra banda del río C:luca, que caen en términos de la ciudad de Buga, que son conocidos por el Callejón de Rodriga Arias. (Notaria L" Volumen Folia 450).

107 :, I «en...j «...J III

108 99- las influencia~~ de Calí cn la otra h;,nd:l, Z\lll,l separada por,~i rio Cauca y que apes:n de toda clase de trabas y presiones se incorpor( política y econl')micalllenle al centro de mayor atracciún social y comercial del Valle del Cauca. El antiguo L1:inogrande y la r,uev:! Palmira, lo)' C0l110 ayer, I an formado un solo cuerpo con Cali. El faclorecon{')lllico y la correspondiente compenetrac:,'l!1 social son fuerzas de acción permanente y definitiva, El actual proyecto de una carretera pavimentada que una en linea recta a las ciud;. des de Cali y Palmira y la iniciativa del futuro der 'lamento del Pacífico compuesto de las provillci 3S de C11í, Palmira y BUel1ii\'entura, son una consecuencia natural de los nexos seculares entre estos tres centros que siempre se han COIllplcmen tado reci proc'llllcn te. La morhosa suspic;:cia de los vecinos del Guadalajara atribuía antes como atrihuye ahora il egoístas absorciones y a supuestas Illalquerencias los ineludibles result:1dos de todo un proceso l.!e orden histórico, LI a~;rtlracíón política y administrativa del antiguo ':antón de L1anogr;;nde que COll viril cntereza cívica, proclamó su autonomía municipal en ]814, aunque recibi() el voto favorahle y cont( COll la actitud estlltiu'anle de Cali, ohcdeci(') ; las leyes incontrarrestahles de la mayor cvo'ucíún org;ínica, Lé! interpretación de 'os "!lechos sociales" requie; e un criterio cientifico y sohre todo libre de rencores parrol]uiales, tan enanos y

109 -100- negativos que no son para citados en las pruebas y documentos de una depurada crítica histórica. Decíamos que «el sitio de San Oerónimo» hasta 1755 hacía parte de la jurisdicción de 'Calí: «En el sítio de San Oerónimo Término y Jurisdicción de la ciudad de Santiago de Caly en el día 10 del mes de abril de 1755, ante mí On, Joseph de Vernaza, escribano público y de cavildo de dha. ciudad pareció presente D. juan Varona Fernández, vecino de ella, a quien doy fe conozco". El señor Va,'ona otorga en el anterior documento un patrimonio de patacones él favor de su hijo don Joseph Sancha Varona, «clérigo de menores órdenes». (Folio 71. Notaría l.a) El otro presbítero de L1anogrande que firma Dr. D. juan Varona era también hijo del señor Varona Fernández. El citado señor Varona Fetz testó o mejor dicho otorgó carta de testamento en la hacienda llamada «El Callejón del Alisal», el 9 de noviemhre de Murió dos d ias después de esta 1echa. Declara en la cláusula primera de la carta t.:stamentaria: «Sepan los que la presente carta vieren como yo don Juan de Varona Fernández, vecino de la ciudad de Santiago de Caly, hijo legitimo de On. Francisco Sallcha Varona y de,dña. Margarita Fernández, ya difuntos».

110 -101- «Comunica su testamento a doña Josefa Ruiz Calzado, Sll legitima esposa, a don Juan Sane ha Varona, et:ra y vicario del Partido de L1anogrande y a dor, José Varona, presbítero»., Ante testigos firma, el 6 de noviembre de en su hacienda ciel «Alisal". dependiente de la parroquia de L1anogrande. El 4 de enero de t 756, la señora Josefa Ruiz Calzado v, de Varona extendia el anterior testamento «ell este sitio de San Oerónimo, término y jurisdicciúll de la dha. ciudad de Caly", (Folio 17. Año Notaría 1. a ) «Como Nos' Da. Josefa Ruiz Calzado, viuda v.cina de la ciudad de Santiago de Caly, el Dr. D. Juan Varona, cura y vicario del Partido de L1anogrande, y On. José Varona, presbítero, ell virtud ciel poder que se nos confiriú por On. Juan de Varona Fernández, difunto, declaramos fue hijo legítimo de On. Francísco Sancha Varona y de Da. Margarita Fernández, también difuntos y vecinos de la dha. ciudad de Cali». «Declaramos pl1r bienes de dho. difunto la hacienda nominada el Callejón del Alisal, que se comp,jne de caseríos, trapiche, cañaduzales, sementer?s, negros esclavos, ganados, yeguéls, caballos, n1'.ljas, potros, y tierras, según las escrituras de COl'lpraS, con más unas casas de teja en la dha. ciudad de Cali, alhajas», etc, AnÚlese que el señor Varona no poseia bienes urbanos en la

111 102-- (:illdad l!e Buga, contigua a sus vastas propiedades rurales. "Su cuerpo, por lo, que nos comunicó, se sepultl en la capilla del glorioso Apóstol San Pedro, sita en la Sta. Iglesia Parroquial de Caly, con tres días de honras, y el funeral y entierro con la suntuosidad correspondiente y mayor que se acostumbra". Habíamos oido hablar de que era propio y aun exc)usí\o de los sujetos de raza judia el disponer en sus testamentos el sitio determinado en que deberia darse sepultura a SllS cadá- \ Ci es. Pero tal costumbre, o distintivo de secta, si, C<lSO se acllgc el común decir de las gentes, pe:tenece también a la vetusta y católica r<lza i~sp':ñola. En cuanto a lo que se relaciona con nuestro estudio, si nos ha Ilamildo la a:encíún la repelida disposición testament(jría de algunos de los princî 'ales hacendados de la otra banda, que COIllO los señoi es Feliciano Escohar y.luan Varona Fernández, hubiesen ordenado que sus cadáve;es fueran transportados desde sus distantes haciendas a la ciudad de Cali, para ser enterrados hajo el suelo de su iglesia parroqúiéll. Larga y pcnosa travesía hubieron de emprender los deudos del señor Varona para transportar hasta Cali el cadá..er del potentado propietario del "Alisal», que confori:le a su Última voluntad prdiri() reposar para siempre a la somhra de la Ciudad de sus afectos y de sus cumplidas aspiraciones de mandatario conciliador y progresista.

112 Nos imaginamos contemplar el fúnebre cortejo camin,lildo al lento paso de sus cabalgaduras a 10 largo de las dilatadas pampas, en cuyo silencio evocador apenas se oiría el murmurio de los rezos, entonados por los tristes"acompañantes, en su anmpasada marcha hacia la lejana Cali. La siguiente cláusula testamentaria ha dejadll constancia de la extraordinaria pompa con que se solem:jizaron aquí en Cali, los funerales de don juan de Varona, los que duraron «tres días de honras" con sus correspondientes misas cantadas y velaciones nocturnas": «Declaramos que aunque el costo de funeral, entierro y misas, importó 449 patacones, como consta de la memoria de gastos, los gasté a mi costa y en beneficio del alma de mi difunto padre. Yo el Dr. Dn. juan de Varona". Los descendientes del mêtrimonio Varona- Calzado,:.:onstítuyeron un nuevo núcleo de familia que a s(~mejanza de sus predecesores, continuaron establecidas en <das haciendas de la otra banda», en f,lrma de grupos más o menos aut(')- nomas e n algunos nexos en Suga y principalmente en L1anogrande, pero girando siempre en torno a Cali, por poderosos víncuh)s sociales, políticos y econ:'micos. A fin de precisar las derivacic!1es conectadas con el núcleo Varona- Calzado cuyas raices penetran en lo más hondo de Ia e~tructura colonial de Cali, enunciaremos las extensas ramificaciones que aun persisten en

113 t'i medio social de esta ciudad. Tenemos la rama Costa-Borona Calzado representada en Cali por la numerosa familia Barrero-Costa. Viene la familia Caba/-Barona Calzado, de cuya doble pareja matrimonial descienden los pn')ceres hermanos Francisco y,.,figue! y su primo hermano josé Maria, Hermana de éste fue la señora Maria [fllacia Cabal-Barona Calzado, esposa de doll Cayetano Molino Relldóll, representados en las l'xistentes familias caleñas GllIcés PO{(1I1CO y Ritls- (Os Molino. Las familias Barandica y Cehallos, que residieron en Cali, también figuran incorporadas en el apellido Cabal Sarona. Queda por citar la familia Barona-Escohar que a igual de las anteriores ejerció una predominante influencia politica en el Cabildo de Cali. Don José MO/ia Barona-Calzado, otro de los herederos de don juan de Barona Fefz, se domicili() como el resto de sus hermanos y parientes, en la parroquia de Llanogrande, en cuya zona hallábanse situadas las haciendas de sus mayores. El dicho sef'ior Sarona contrajo matrimonio con doña Rito de Escobar, una de las hijas del capitán José Escobar y Lazo, propietarío de la ha- LÍenda ya mencionada con el nombre de «Santa Rifa de Aguacll/m», aledaña a la antigua pobla- LÍ(' n de L1anogrande, El riguroso y bien acondicionado censo que levantó el Cabildo de Cali en 1797, determina el lugar de origen de cada uno de los habitantes

114 -105- de la ciudad en aquella época. Alli 5e encuentra cada nombre con el respectivo lugar de procedencia, sea de L1anogrande, o Caloto, de Buga o Cartago, Roldanillo () An5erma. En la p;ígina 603 de dicho censo se lee: «Casa ce Da. Gertrudis Escobar, viuda, de Cali (1). Viven en la misma casa: Da. Rito Escobar, viuda, 40 años, de Cali, y sus hijos: José,"'aria Barona, soltero. 22 años, de Cali. Manuel M." Barona, " 2u Cipriano Barona, "18,,,. Agl/stin Barona,,,15,." joaquin Rob~'rr) ROI ona" 12"",. Gèrtrudis R~rona soltera, 11 "" El doctor Agustin Barona y su hermano Cipriano. casados en Buga, se domiciliaron en Cali, (I) Dicha ~asa situada en la carrera 4.", antigua calle de la Merced, estaha compuesta de una parte rlta (que actualmente habita la familia Pineda Rodriguez) y de otra haja, en donde est<í la casa moderna del seliai' Epifanio Estela, contigu, al Hotel Majestic. En aquella casa yiyió en la época dl" la colonia don (Jerónimo de F.scobar con su familia y sus h 'l'manas Gertrudis y Rita. Esta Última era esposa tie don,/os" Maria Harona y Cabido. El Último de los Raronas que habitó ell la antigua casa colonial fue el doctor Gonzalo Barona. profesor dcl Colegio de Santa Librada, y quicil alcailzó a teller discípulos CIl la gl'iil'ración que hoy declina hacia los setenta años.

115 en donde el primero recibió el nombramiento de Rector del Colegio de Santa Librada en Entre los descendientes del doctor Agustín Barona, que murió en Cali el año de 1853, se cuenta a su hijo don Manuel Santos, padre de don Ulpiano Barona, actual propietario de la hacienda de San Oerónimo y de doña María Antonía Baroni v. de Navia, cuya familia reside en Cali. Los señores Manuel María y Joaquín Roberto B:Hona se casaron en Cali. El primero con la señora Micaela Herrera LOllrído, sobrina del pr<:- cer Ignacio de Herrera. El segundo con la señora l etronil{l Escobar. Uno y otro son antecesores de varías familias nativas de Cali, que figuran en la actual sociedad. Respecto a don Cipriano, hermano de los anteriures, hemos hallado un documento asaz significativo por ClIanto nos ha confirmado en los puntos sostenidos en este estudio de crítica hisllirica. El señor Cipriano Barona a igual de don Victor Cabal, primo hermano de los pn'ceres Cabales-Baranas y fiel continuador de la representación de éstos en el Cabildo de Cali, elevó a esta corporación un memorial en que desde Ruga declara y reclama su vecindario en Cali. Hé aquí los expresivos términos de tan sugerente documento: «Muy litre. Cabildo, Justicia y Regimiento de Cali. -Don Cipriano Varona vecino de esta ciudad

116 de Caly, y residente en esta de Buga, ante V. S. en el grado '-lue más haya Jugar paresco y digo: que desde que rayaron en mí las prirl1eras luces de la razln, conocí a mis Padres viviendo en esa ciudad, en donde siempre fueron habidos y reputados por ve :inos y aun hasta hoy reside como tal mi legitir' a madre Da. Maria Rita de Escobar. Sus hijos, conforme a la Ley, han debido tener el mismo domicilio, y' en efecto yo siempre me he reputado como tal vecino, él pesar de LJue desde mis tiernos años he vagado en diferentes lugares del Reyno y fuéra de él con el ohjeto de procurarme lila honrada suhsistencia. «En el aio de 1816 contraje matrimonio en esta ciudad de Buga. Los sucesos políticos posteriores no Ille han permitido fijar todwia mi residencia y n~is males habituales me han obligado él permanecer en esta ciudad. "Puesto ~Iue las leyes dan reglas fijas e invariables en la materia, y por otra parte sabe hien LJue apenas Ile residido en esta dicha ciudad dos alios, cuando 1(1 Ley exige diez para adquirir domicilio.,,(onst(1n(lo, pues, COI11Oconsta, a V. S. que soy vecino de esa ciudad reclamo desde luego su protección. Cipriano Hllroll(l".

117 «Sala Capitular de Coly septiemble 23 de «Siendo como es cierto el relato del antecedente escrito, se ampara en el vecindario de ésta etc. «Micolta. Felasco, Escobar, Prieto, Valens". (Archivo municipal. Año Folio 454). El señor Barona Escobar cumplió sus manifestados deséos de trasladarse a Cali. Aquí nació su hijo, doctor Gonzalo Barona, distinguido profesor del colegio de Santa Librada. El señor Escobar que fírma la anterior resolución era el mismo don joaql1ín de Escoha, AlcaIde de Cali, oriundo de Llanogrande y por consiguiente otro de «los influyentes de Buga", que como los citados señores Baronas y Escobares volvieron las espaldas a su supuesta ciudad natal, para sostener y reclamar su vecindario en Cali, en donde encontraron un medio más de acuerdo con sus ideas y aspiraciones. La hacienda de «Malagalla del Palmar» o de «La Palma", perteneció en aquella época (1! doctor juan Borona Calzado, cura y vicario de L1anogrande y adicto vecino de Cali. La señora Ma - xarita Barona Calzado, madre de los próceres Francisco, Mi ';llel y Vicente Lucio Cahal Borona, era dueña de la no menos extensa hacienda de "La Concepción de Amaime y Chinche». Además incluyó en su testamento las haciendas de «Bilela» y «Calotn arriba". La hacienda de «El Hato",

118 contigua a P:lImira, que habia pertenecido al señor Francisco Perilla, fue comprada a éste pur el prócer Migl ~I Cabal Sarona, según consta en el testamento de su citada madre. r~especto al mencionado señor Francisco Perilla, juzgamos que su apellido debe ser modificación del mismo que llevó don FIIlIlC/SCO José de la Aspril/a y Escobar, ciudadano avecindadu en Cali, quïcn figura como miembro del Cabildo de esta ciudad, en Para complemento de estos apuntes hemos anotado la siguiente partida de matrimonio que a la letra dice: «El 31 de julio de 1712 en el sitiu de Amayme JurisdiccitJn de esta ciudad de Cali se casaron y velaron in facie Ecclesie, don Francisco Manuel de la Asprilla, natural de la ciudad de Suga, y doña María Guerao de Figueroa, hija del Depositario don Thomás Gucrao Maldonado y doña Inés Cobo de Figueroa, vecinos de la ciudad de Santiago de Cali, fueron sus padrinos ci Maestre de campo dlll Antonio Ruiz Calzado y doña Ignacia de Piedrayta, y testigos el Teniente don Nicolás de Cayzedo, ManLlel de Serrano, don Ignacio de Saa y oiros muchos vainas de esta dha. ciudad, y porque conste lo firmo yo el Cura. Dr. Rodríxuez». (Arch. rnrroquial de Cali, Libro IL folio 19)' El anterior apunte tiene la importancia histórica de incluir en la jurisdicción de Cali, el lla-

119 mado «sitio di' Afllaimc», que creemos comprenùiera en 1712, «el pueblo de San Genínimo y sus anexos", del cual era entonces «cura doctrinero», el Licenciado y Maestro don Francisco Cobo de Figueroa, hermano ùe doña Teresa, madre de la redén desposada con el señor de la Asprílla, a cuyo matrimonio asistieron númerosas vecinos de Cali, quienes gustaban celebrar animadas y concurridas fiestas en sus dominios de la otra banda. * * * Ell nuestro empeño de acumular los datos necesarios para el esclarecimiento del tema l1is!-'lrico, que estamos planteando para su futura discusi<",n, pues sólo aspiramos a presentar los documentos y pruebas que desde ahora sometemos a un riguroso análisis, dedicarén10s unas cuantas líneas a la atrayente personalidad de don Miguel de Barandica, quien también entra en el renglón de «los hacendados de la otra banda'), domiciliados en Cali. La importancia del señor Barandica habia atraído de tiempo atrás la curiosidad de nuestras íilve~tigaciones. La repetida y persistente inclusi n de su nombre en el Cahildo de Cali, nos excitó de manera singular a precisar los antecedentes y vinculaciones de este apellido sin sucesión vigente nominativa en la actual sociedad de Cali.

120 111 En alguna de lis tres o cuatro cartas que están publicadas en la biografia.del general Cabal, (I) habíamos leido el nombre de don iv\iguel Barandica junto con los parientes de méís predileccírin para la familia Cabal-Sarona. La total carencia de deltos en que estáb:\1110s antes de emprender las presentes investigaciones, nos había inclinado a convenir en Que la actuacil'lj1 social y política del señor Barandica, no obstante su repetida figuraci:'in en el Cabildo de Cali, se habia cump~ido en lél vecina ciudad de Suga. Y fue justamente nuestra creciente curiosidad por la averiguaci6n del citado personaje, lo que nos llevó a descubr: r con sus respectivos contornos al defínido grupo de «los hacendados de la otra banda», y su representación en el C,bildo de Cali. Trás de la ignorada pista pudimos acupiar datos preciosísil11os que confirmaban una HZ más las conclusiones de documentos verdaderamente incontrovertible~,. El señor B3randica, por lu que hasta ahora hemos l, grado conocer, parece que vino a Cali hacía la época de 1775, con negocios de comfrcio. Era pues, «mercade ", de igual c<llegoría él la de otros comerciantes que C0ll10 los señores josé Barrero, español, y Miguel Uma1Ïa, criollo buyacen se, nacido en Tunja, habían venido a establecerse en Cali. Los tres intervinieron en las (1) «BIOgrafia del general José María Cabal, por Tulia Enrique Tascón».

121 famosas fiestas promovidas y en parte costeadas por don Malluel de Cayzcdu y Tenoriu, el insigne «Alférez Real" de Cali, que siguiendo la tradición de sus mayores aprovechaba igualmente la ostensihle oportunidad de tributar férvidos h()menaje~ a cada nuevo rey heredero de la corona de España. De acuerdo con la independencia impuesta por «Ia crítica" de la historia, hemos de el.litir un concepto ljue quizá menoscahe la hereditaria transmisión del legendario título de «Alférez Real". que aquí como en otras ciudades coll niales de la América hispana, se habia convertido en una adquisición sometida a las contingencias de afanosas intrigas y de pujas mercenarias. La insaciable codici~ de los monarcas de las Indias occidentales no economizaba medios p<lril explotar en tllla ti otra forma a StlS súbditos de ultramar. Honores y distinciones, tiaras y togas, eran prendas de libre cotizaciún. Las excelencias del mérito portaban previamente el sello de las almonedas públicas. El ajferazgo real de Cali, qtle tuvo cxcepcional importancia poi las influencias quc concedía al agraciado en la jerarqtlía del Cabildo, significaba algo más de till simple titulo decorativo. No de otra manera se explica el alto precio con que era pagado por los sucesores de la familia Cayzedo, en competencia con otros émulos que aspiraban a la adjudicación elel disputado título.

122 Trans :ribimos los párrafos del decreto o cédula real que en 1748 otorgó a don Nicolás de Coyudo Jiménez el título en cuestión: «que habiendo ~'acado el oficio de Alférez Real de esa ciudad por fallecimiento de don Juan de Cayzedo vuestro hermano, comunica el Rey a don Nicolás,. y sa.:ádose al pregún en ella (refiérese a la ciudad de Cali), en Popayán y en San Francisco de Quito, se remató en vos como mejor postor en cantidad de pesos de con tado. "he venido ror bien despacharos Real cunfirmación de dícho oficio de Alférez real de la ciudad de Cali. "y ljue hallais y lieveis el sueldo y salario ljue según el tiempo y la ocasión se os deviere y cünviniere dar por la dicha ciudad y su Partido, deméís del salario ordinario que abajo se dirá, y que' por raz()n de ser Regidor IJevaredes, y que saqueis, alceis y lieveis el Pendón de la dicha ciudar al tiempo que se alzase por mí, o por los señc'es Reyes que después de mi sllcedieren, y el: los otros días que se acostumbran sacar y ten:;ais en vro. poder los Pendones, Banderas y Tambores, y otras insignias, que se suelen y acl)slumbran tener, llevar y regir la dicha gente etc y haya y tenga las otras preminencias y prerrogativas, y que dho.

123 oficio le hayais y tengais por todos los días de vtra. vida. EL REY DON FERNANDO SEXTO,.. El alferazgo real de Cali, antes que ser un titul0 o blasón de trasmisión hereditaria en la familia Cayzedo, según la creencia que hasta nuestros días ha corrido sobre el particular, impuso a sus respectivos usufructuarios fuertes cuotas de dinero y al mismo tiempo les atrajo la correspondiente resistencia que acompaña a esta clase de supremacías cotizables. El 3 de enero de 1760 el capitan don Manuel Pérez de Montoya, Regidor perpetuo de Cali, en sesión del Cabildo pidió al sefíor Alcalde don José Escobar y Lazo, el previo retiro del Alférez (t) (1) Desde tiempo atrás el título u oficio de Alférei Real se asignaba al mejor postor. -El 20 de abríl de 1665 se declaró vaco dicho oficio por renuncia de don Juan Ambrosio del Castillo». El capitán juan Palomino Tello de Meneses.remató el oficio de Alférez Real en pesos, pagaderos en plazos». (Cédula real de 16 de marzo de 1668, firmada en Madrid, por Yo la Reyna.-Folio 325. Años Archivo municipal de Cali). «El 1.0 de enero de 1668, en la f.esión del Cabildo, el Regidor don Miguel Vaca de Ortega, dijo Que el capitán Tello de Meneses, Alférez Real, es deudor de su Magestad, de 200 patacones por el ofício de tal Alférez y que muestre el comprobante de la paga». (folio 267). En aquella época fue aspirante al mismo títuio de Alférez Real, don Francisco Ordóflez de Lara.

124 Real don Malluel de Cayzedo y Teno/io, «por tener que re presentar contra la subrrecciùn, vicios, tachas, y defectos que padece clin el título que ha usurpado y se apropia de Alférez Real". Y luego acusa «el fraude en su avalúo, lo que va en detrimento del real erario de su Magestad». (Folio 19). Pero lo cierto es que la dominadora estirpe de los Cayzedos sostuvo en sus manos el codiciado título hasta el afio de 1810, en que con bravo gesto levantó la bandera de rebeldia y enfiló las primeras huestes del criollismo insurgente en el virreynato de Nueva Granada. A guisa de información histórica apuntaremos los nombres de las otras personas que en la colección de nuestros datos aparecen ejerciendo el mencionado cargo de Alférez Real de Cali: CabilC,) de 1665: Alférez Real, Francisco O,.dÓiiez de L(//u. (I) (Folio 175). Cabildo de 1667: Joan Palomino Tello de Mencses, Alférez Mayor y Re; 1. Cabildo realista de 18i3: José Barrero. Alférez I~eal designado por el brigadier don JU:Hl Sámano. Cabild:-; re,:iista lie 1818: Mwwel AII/onio Buenaventura y Martinez. Regidor y Alférez Real de Cali. (Archivo municipal. Año Folio 464). De l11é nera que en rigor de verdad el Último Alférez I~e,:I de Cilli fue el distinguido y leal (I) La familia de los OrdcílÏl!z de Ltlm estaha JIlu)' ligada desde :'ines del siglu XVI COll los Cohos y Escobares. (Dicdullariu biográfico de Arboleda).

125 -116- partidario de la causa real ista, don Manuel Antonio Buenaventura, y no el prócer Joaquin de Caicedo y Cuero, como se ha inscrito en la placa rememorativa, que ha sido colocada en el monumento del mártir fusilado I~n Pasto. li< li< * Dejamos al señor Barandica haciendo parte activa de los memorables festejos con que se celebró aquí en Cali, la jura de! rey Carlos IV, en «El 28 de enero por la noche-refiere el eminente literato don Eustaquio Palacios en su histórica novela,-se dispuso un paseo a caballo por toda la ciudad: reunióse con tal objeto un concurso numeroso de nobles y montañeses, presididos por los Alcaldes ordinarios don Nicolás de Larraondf) y don Miguel de Barandica: llevaban todos éllos varas con teas encendidas en los extremos, y recorrieron todas las calles con la música, vivas al Rey, grito", de alegría, tarlbores y cohetes. Terminado el pa~eo, don Miguel de Barandica dió {:n su casa un abundante refresco a t( da la numl~rosa comitiva". El señor Barandica contrajo matrimonio con la señora María Manuela Cabal-Barona, hermana de los próceres Francisco, Miguel y Vicente Lucio. A pesar de ser cuñado de estos entusiastas adalides de la causa republicana, se mantuvo fiel a su patria nativa y a su Rey

126 Alcalde y Regidor de Cali en la colonia. desempeñó los mismos puestos en los restablecidos Cabildos realistas de 1813 y Nosotros estábamos en la suposición de que el señor Barandica era «vecino» de Buga. Sus intimas nexos con la casa de los Cabales-Baronas, que tamb.én creíamos existiera en la misma ciudad, y su habitual residencia en una de las magníficas haciendas de la otra banda, situadas en la extensa jurisdicción de Buga, nos había índucido a considerar al señor Barandica como ciudadano domiciliado o residente en esta dicha ciudad. Mas su reiterada presencia en el Cabildo de Cali, nos incitó a indagar el origen de esta repre~entación. Habiamos supuesto en el señor Barandica el caso de un «doble vecindario» o el resultado de un intercambio de personal entre los dos Cabildos, aunque hubieran persistido los viejos rencores ent! e una y otra ciudad cuyas opues~as características, como lo hemos dicho, han sido y continuarán siendo diametralmente antagonicas. Esta franqueza, quizás demasiado pungente, es una resultante y consecuencia derivadas de la interpretación sociológica de la historia. Los «hechos» en la crítíca histórica son fijos e inmutables. No es posible desviar ni mucho menos cambidf la exactitud de su significado. Si acaso en 1810 hubo algunas simpatías o afinidades entre las distintas ciudades confederadas del Cauca, durante los siglas de la colonia dichas ciudades ensimismadas en los presumidos

127 . ~. - t íg- '<fueros» de sus respectivos «cabildos y repúblicas", vivieron encerradas dentro de sus infranqueables muros. Quisiéramos saber, por ejemplo. cuál c"leño nato y de alguna importancia gozó del privilegio de ser alcalde o regidor, no direillas en Buga, -- pero si en alguna de las otras I ciudades del Cauca colonial. Entonces el imprescindible requisito de ser «vecino«, imponía una continuada residencia de diez a quince años en la determinada ciudad, y además se exigía ser propietario de casa de habitación y aun estar casado, si fuera posible, con mujer nativa del mismo lugar o úe "familia influyente» y ya definitivamente dómíciliada en la ciudad elegida para la futura residencia. Con tales requisitos 110 era posible el "doble vecindario», que estábamos inclinados a suponer en el señor Barandica y en sus compañeros. Sinembargo en el Cabildo de Cali tuvieron amplio acceso,,\os hacendados de la otra banda», aunque poseían sus propiedades en la litigiosa jurisdicción de Buga. Esta admisión dio motivo para que el Cabildo de Buga reclamara constantemente el retorno de sus «tra - segados vecinos", domiciliados en Cali, y a quienes se les miraba con desvío hasta el punto de no tenerlos en cuenta ;Jara elegirles en el Cabildo ni asignarles repf(~sentaciôn honorífica de ninguna clase. Tal ocurrió con los señores Barandica, Cayetano Molina Rendàn, Víctor Cabal y sus primos José María y Francisco Cabal-Barona. Por demás está advertir que djçhos sujetos tam-

128 -i 19- poco sol.icitaron puestos ni comisiones en el Cabildo de B\;,5a. El ines nerado hallazgo del testamento de don Miguel de Barandica vino a comprobar todas las anteriores apreciaciones que nos había sugerido su incógnita procedencia. En efecto, las siguientes cláusula:; despejan y confirman la realidad de nuesb as conclusiones: «Yo D. Miguel de Barandica, natural de la villa de Bilbao en el señorio de Viscaya de los Reynos de España, vecino de la ciudad de Caly, hijo legitimo de D. Juan Bautista Barandica y de Da. Maria Villaurrásaga vecina de dicha villa etc»; «mando que mi cadáver sea amortajado con el hábito de San Francisco de cuya venerable Orden soy Tercero profeso, y sepultado en la vice-parroquial iglesia de N/ra. SelÏara de la Concepción de Amaime, en este curato de Llanogrande»; «declare que fui casado y velado con Da. María Manuela Cabal, hija legitima de D. Manuel Antonio Cabal y Da. Margarita Barona en esta jurisdicción» ; «mis bienes todos que mantengo en esta mi hacienda del Chantadura (hacie~da colindante con La Concepci,)n) y en la ciudad de CaIy»; (Tampoco poseia propiedad urbana en la ciudad de Buga);

129 m 120- "pues sólo quiero qui~ valga este testamento que ahora otorgo allte el presente Escribano PÚhlico de la ciudad de Caly Dn. José Nicolás de Silva, en esta hacienda del Chontaduro, jurisdicciàn de la ciudad de Ruga, a los diez y seis días de agosto de mil ochocientos catorce. Testigos D. Cayetano Molina Rendón. hacendado en esta jurisdicción, D. Pedro Pablo Cabal etc " En el anterior testamento, el señor Barandica declara como a hijos de su legítimo matrimonio a MOI ia josefa, casada el año de 1811, en la iglesia de la Concepción de Amaime con el señor Manuel Antonio Cabal Aedo, vecino y natural de Huga; Maria de los A/! ;eles, casada como la anterior en el oratorio de la Concepción, con el español jasé de Ceballos vecino de Cali, que tuvo el mismo trágico fin de sus compatriotas don Anfonio de Nieva y Retamora y don Malluel Benito Valens. Estos señores que en compañía de Barandica hahían sido miembros de los Cabildos realistas de 1816 a 1819, fueron reducidos a prisic'm y enviados a BogJtá con la írden reservada de asesinarlos en el camino. La consigna se cumplió en la llanura de Tuluá, y sus cadáveres los arrojaron al río d? este nombre. El señor Barandica cita claramente en su testamento otorgado en 1814, los nombres de sus dos hijos varones, Matías (ausente en Quito) y jasé joaquín casado call doña Margarita Polanco Molina y Cabal, dama muy distinguida por su belleza y alta categoría social.

130 -t2t- El citado Joaquín Barandica era tipo demasiado feo y de figura desairada, con toda la apariencia de uno de los tantos «bobos", que con fama de tales saben.conquistar las más esquivas beldades. El referido matrimonio causó una comentada sensación en la crónica social. De ahí que durante muchos años persistiera en Cali el conocido dicho que desde entonces pasó a ser una especie de refran popular: «No seria fan bobo Ratandica cuando se casó call la Polanco». El enlace Rarandica-Polanco luva muchos nexos de parentesco con distinguidas familias de Cali como la :Ie los Riascos Molinas Escobar Molina y Garcl~S Palanca. El señor Ignacio Mafeus Palanca, regidor del Cabildo de Cali y perteneciente al grupo de «la otra banda", en su calidad de heredero de la hacienda de «Santa Bárbara», contr.::.jo matrimonio Con la señora Maria Josefa Molina Cabal hija de don Cayetano. y otra hija de" éste llamada María A/l?ela, se casó también en la parroquia de L1anogrande con don Pascual Riascos, vecino y regidor del Cabildo de Cali. La senora Mónica Molina Cabal, hermana de las dos anteriormente nombradas, fue esposa del doctor don Manuel José Escobar, oriundo de Cali. Asi, pues, las dichas hijas del prócer Cayetano Molina Rendón, Alcalde y regidor de Cali, constituyeron un apreciable núcleo de varias de las actllales familias de esta ciudad.

131 -í22- El erudito y labori'jso historiador don Gustavo Arboleda, c( n quien el Valle del Cauca y especialmente Cali han contraído una indeclinable gratitud por su ingente labor en nuestros archivos y notarías municipales, incluye en su reeditado «Diccionario biográfico ", el nombre del prócer republicano Miguel Bwandica, cuya filiación no está mencionada en el testamento del espafiol don Miguel de Barandica. (Notaría 1". Afio ]8]4. Folios ). Hemos probado y demostrado que don Miguel Barandica, espafiül pur sung, fijó su residencia en Cali, sin que aportara ninguna de las supuestas «grandes influencias del «trasegado personal» de Buga. (I) Respecto <11 benemérito prócer Cayetano Molino Rendón, leal y desinteresado patriota que en épocas de dura prueba sirvió con ejemplar (I) Uno de los descendientes por linea directa del espaflol Barandica, es el conocido ciudadano caleña Rómulo Otero Barandica, quien alcanzó a nacer en la casa solariega de los Barandicas, cuyo portón estaba situado en donde hoy se levanta la capilla del colegio de las Hermanas de la Caridad, frente a las oficinas de la Energía Eléctrica. De esa antigua casa hacia parte la que perteneció al señor don Manuel Rebolledo. La señora Rodolfa Barandica, quien vivió mucho tiempo en casa de la señora doña Braulia Riascos de Vergara, contrajo matrimonio en esta ciudad, con el Corollel Pericles Neira. Damos estos datos muy conocidos por varias familias de Cali.

132 -123- decisiôn en los Cabildos de Cali, hemos de incluirle entre la:~ personas de más distinción en los dominios do; la otra banda. Era propietario de la conocida hacienda denominada «Santa Bárbara del Hatico>, situada en la fecunda zona de Amaime. Casado con la noble d.:;ma doña María ignacia Cabal-Barolla, establecíó su residencia en Cali y constituyó el centro de varios hogares que aun existen en la sociedad caleña. Los señores Molinas Rendón eran propietarios de varias haciendas de la otra banda. La hacienda del "Halico" pertenecía a don Cayetano. La llamada hacienda de Coronao situada en la región de la Herradura, era propiedad de don Fll1ncisco Molino Rendón, quien representó siempre al Cabildo tie Cali en su correspondiente jurisdicción de la otra banda. En el censo de Cali, de 1797, aparecen viviendn en casa ele doi'la Antonia Cabo Escobar, sus sobrinos José Ignacio y José Antonio Molina, hijos de don José l~llaci(l Molina Rendón y Antonia Castrillón Cabo. En el mismo censo está inscrita la casa de habitaci<')o de dor Miguel Umaña, oriundo de Tunja, esposo de la señora Agustina Abelenda y Molina Rendón. En torno al memorad6 nombre de don Mi ;uel Umaña cabe hacer algo de historia local. El

133 señor Umaña vino a Cali con negocios de comercio. Pronto se distinguió como negociante hábil y ciudadano correcto y servicial. Propietario de las haciendas de la «Chibera» y «Malibú", situadas en la otra banda, extendió sus influf'ncias y relaciones con los moradores de esta vasta y poblada comarca, que cada un día acentuaba más y más su carácter autónomo. Así lo comprobó próclamando su autonomia municipal en El señor Umaña había desempeñado en 1776, el elevado cargo de Teniente gobernador de Cali, no obstante era considerado por muchos de los intransigentes y cel )sos regidores del Cabildo, como un elemento «forastero» en el aglomerado social de la ciudad. El hecho de no poseer hasta entonces casa de habitación propia, su estado de prolongado solterismo y su oficio de «mercader», eran tachas que impedían su acceso a los empleos del Cabildo. En 1793 esta corporación le elígió Alcalde ordinario, pero el nombramiento recibió el veto del Alcalde provincial don José Fernández de Córdoba, quien Fe negó a darle posesión, alegando entre otras razones «el insanable reparo de no ser vecino y agregándose haberse casado poco tiemp0 há en la jurisdicción de Buga con vecina de ella y no reconocerse tenga en esta ciudad casa propia ni cosa alguna que demande vecindad». El Cabildo compuesto entre otros caleños por los señores regidores Manuel de Cayzedo y Andrés Francisco VallecilIa, insistió en el

134 dicho nombramiento de Alcalde. A su turno el irreductible impugnador pasó traslado al Virrey de Santa Fe, quien confirmó el nombramiento de Umaña que ya había sido sancionado por el gobernador de la provincia. El anterior incidente demuestra la resistencia que existía en el Cabildo para aceptar individu(,s que carecieran del título de «vecinos" y sin nexos con las principales familias de la ciudad. (1) :I< * * EPOCA DE LA INDEPENDENCIA El Cabildo de 1810 presidido por el doctor Joaquín de Cayzedo y Cuero cuenta entre sus miembros más salientes al señor Cayetano Molino Rendóll, Alcalde de la ciudad, en asocio de su yerno Ignacio Matéus Polanco, ambos hacendados de la otra banda. La presencia del señor Molina en las deliberaciones del Cabildo de Cali explica la decidida adhesión de los Cabules-Baronas a los planes insurgentes, acordados en dicha corporación en el segundo semestre de aquel año, en (I) El señ0' Umaña compro y habitó la casa que hoy es del seftor ~odolfo Sinisterra. Como se observa, el grupo de famili3s de la otra banda instaló sus casas de habitación en '" antigua calle de la Merced. Alli vivieron los Escobares, Baronas, Calzados, Barandicas, Molinas, Cabales-Baronns, Riascos Molinas, Umañas Abdendas.

135 -125- que también actuó el sefior José Maria Cabal, eufiado del citado don Cayetano Molina Rendón. Varias de las comunicaciones de don Cayetano están fechadas y firmadas en su hacienda del «Hatico", residencia habitual del citado Alcalde de Cali, cuya casa en esta ciudad correspondía a la en que hoy habita el actual gobernador del departamento. Hemos deducido de nuestras investigaciones, que tanto en el «Hatico" como en la hacienda de la «Concepción de Amaime» debió existir un archivo de cartas y comunicaciones relacionadas con los sucesos ocurridos en el lapso de 1810 a Es probable que tales documentos hubieran sido ocultados paré, evitar que cayeran en poder de las autoridades realistas de 1816, que ordenaron el registro de las casas de ambas haciendas. Ultímamente hemos sido informados por miembros de la familia Barona, residentes en esta ciudad, de que en algunas de las haciendas de la otra banda. existe todavía un legajo de cartas y docllmentos pertenecientes a personajes de aquella época, Estamos en la diligencia de la consecución de esos pape/es, que serian de sumo interés para e/ presente estudio. El grupo Mo/ina-Rendón, que como hemos demostrado desempeñó una visible y continuada representación en el Cahildo de Cali, entró también en estrechos nexos con las familias Escobar, Coba y Cabal-Barona, noseedoras igualmente de grandes latifundios en la otra banda y que por

136 o. c: l1l ~::E ID 'ID > <Il l1l o U-, is,., "C '-' t"~ "'" :.L -c ë:ï ~ ~ '" 2 ~ ~ r.j.:5 :J - crü E.~ ~= 'ü ~ E~

137 una larga tradici( n se habían vinclllado a esta ciudad. En cuanto se refiere a la persona de don Cayetano Nlolina constan datos ciertos y e videntes de que él y sus parientes Cabales-Baranas, entre los cuales incluimos a don Víctor Cabal Molina fueron «ciudadanos vecinos y contribuyentes» de la ciudad de Cali. Así figuran en las listas de las contribuciones municipales, impuestas por el Cabildo d2 esta ciudad, para atenc:er a los gastos de la adrnin:straciún pública en pal JI en guerra. De su parte se manifestaron en toda ocasión «contribuflltes" de Cali, lo que naturalmente les atrajo ura rencorosa animadversiór: en el Cabildo de Ruga, que pretendiô convertirles en sus «vecinos y cüntribuyentes", según ve,..émos en el memorial e:-! que don Victor Cabal pidio «amparo» al Cabildo ae Cali, invocando su irrevocable títu-- lo de veciti,l de esté: última ciudad. Mientr25 tanto, insertamos a continuaciún el siguiente d,',culr.ento que comprueea la irrestrícta incorporació:, de doti Cayl'!ano Molina Rendón en la lista civil ùe Cali: «Al honorable ciudadano Cayetano lv'lolinél Rendón en :E1 hacienda del Atico. "'Siendo los sesenta ps. que Vindo deb~; pertenecientes é I repartimiento de los siete mil, qui-- nientos pats. que por orden del Spr. Govo. se repartii'l a esta Municipalidad, con I(~ plena advertencia, en d;~ra spr. orden que toa'o vecino COll-

138 tribuyese en su Matriz, no queda duda alguna en que Vmd, debe concurrir en ésta, como antes lo ha verificado con los empréstitos forzosos que se le han repartido. «En esta virtud y estrechándome ya el I. C. M. a fin que rinda las cuentas de mi comisión, bajo apercibimiento de no verificaria, hago este Propio, para que Vmd. me remita con él la enunciada cantidad exigiéndole recibo de la entrega a continuación de este, «Dias guarde a Vmd ms. as. «Franco. Xavr. Tello de Mcneses «Sr. D. Cayetano Molina". El señor Molina acusb el solicitado recibo, que devolvió con el misrro propio o comisionado: "Recibido y en Sll comesto digo: que el día 5 de enero del ppo. año de 814, me reconvino el Dr. D. José Anta. Barrero, como comisionado para este asunto, habiendo venido, trayéndome el oficio que existe en mi poder, Martin Caycedo, con quien en el mismo día que lo recibí remití a dho. Sr. los sesenta pats. por cuyo motivo no deberá entenderse conmígo. Dias gue. a Vmd. ms, as. «Cayno. de Molina Rendon «Atico. Marzo 29 de 1815." (Archivo municipal. Años Folio 171).

139 Más anks cn 1819, después del triunfo d~ San juanito, llegó al Válle de] Cauca, el Coronel AlIlonio Obando con el car:\cter de Go!1enndor y Comandante de la Provincia. Dicho jde autorizl') al doctor Jo~,é M:H'Ía Alomia, en caïta fechada cn "Quahas" a 30 de octubre de 1819, para que instituyese el nuevo Cabildo republicano de Cali. Insertamos l'\ siguiente inédito documento: "En la ciudad de Santiag;) lk C:lli, a 3 de noviembre de El señor Alcalde ordinario de primera nominación doctor JUSt; 111(//1(/ de Alomia dijo: ljue lullándose autorizado bastantemcntc por el señor Gobernador y Comandante General de ]a Provilija, ciudadano Antonio Oliando, para ]a formaci '.n del cuerpo municipal por habel's\.: disuclto el q.le había en el anterior gobierno. En uso de estas facultades nombra Alcalde de primera nominación al Tenienlt: Coronel NieD 'tis dl'! Ca"/po I_armondo. para s\.:gundu él I ci u- dadanu Cayctat/o Molina; PI'(;curador General doctor Félix de VL'l}!'llra; f(egidor dec;\ilo doctor Antonio CalJ/ ]cllo,' Alguacil mayor Pei/ro /lntonio ClÍrdoba; Fill ejecutor Francisco (Jar(Ío; r~egidores sencillos Francisco ;Jntollio ':SpÙIOS:I, Manud Cabal, Lore/lzo Call1ac/w y Víctor Cabal. Alcaldc de la Santa lhermandad,.i0s(;!?wiiô!i Polo y Pasl'lia/ Riascos,. Firman el acta de posesión, JosG Maria Alomí:l, Nicolás del Campu, Antonio Camacho, Franciscu Antonill de Espinosa, \líctoi Cahal, Mallul'/ Cabal, Félix Vergara.

140 -130- El acta de 13 de noviembre aparece ya firmado por Cayetano Mot/na,de Rendón. (Archivo municipal de Cali'. En 1821, el alcalde de primera nominación doll Cayetano Molina eligió par.l alcaldes de barrio a los ciudadanos Matias Balandica y Francisco Nieto. Eligióse también de regido; del Cabildo a don Francisco Molina. Todos estos ciudadanos eran "vecinos" de Cali. En el curso de esta~; apuntaciones, hemos encontrado los siguientes C<ltos, que com:1rueban el enorme auxilio pecuniario con que el Cal)ildo de Cali continuaba contribuyendo para la causa de la patria: «El Alcalde provisinnéll Joclor.los0 \'\aría Alomía por orden (según se decia) del Sr. Com:lnd'\l1te General joaquin Nieul/rie, para C]ue, siguiese en auxilio para Uanogrande el inglés.luan RÚnel con la tropa que hahia reunido en estd ciudad, en septiembre de IBI9, la suma de: '$. 800,00 (Foliü-192. Años ). (I) «Asciende la cuoia del Cabildo de Cali a ciento cuatro mil doscientos dos pesos ($ 104.2(2), de fines de 1819 hasta el 14 de agosto de.1~21". Firman: Manuel Scarpetta, Victor Cabal, Felix Vergara, Pascual }lsé de f?iascos, Joaquín Roberto Barona, Francisco Tello, Antonio Camacho. (Archivo Municipal de Cali~. En el lapso de If.19 a 1824, el Clbíldo de (I) Esta tropa tomó parte decisiva en el combate ùe.san J uallito».

141 Calí contribuyó con más de ~ 4 r )O.OOO a la causa de la lib,.' rtad no s<'l!o de N ue vag ra liada Si!lll lkl ECHa ~lor y PerÚ. Rest:.blecida la república en 1820, don CaJ'l'- l'lino Mo/uw OCUiLI IlUèVan!ente el puesto de /\1 calde de Cali que alterna en los aílos siguientes con su sobrino Víctor Cab:;l Molin([ y :iu otr'o pariente \licente LI/cio Cabal-Buml/u quienes continuaron asi vinculados al tradicional Célhildo ca.eno. I - TeI'll'inarenlOs este análisis Sobre la actllilcit111 social y polítï\.:él del grupo de la olr:!)élnd<l eu el Cabik:) de Cali. refiriéndonl s a 1:1 rdl1liliél de los Caboll's-Baronos. Las anteciores c:111exipnes explican suficientemente la Villcul.c illl de los prc')ceres i'::abjles con la corporaci"11 mu:licipal de ~sta CiUI 'Id. AI liíincipio de estas in\'estigdcio!lès JWS 11:1 l)ía sornrendido "Ia inex!)lica~)le élusenci,l" de JOlI JOSt: María Célhal en' los sucesos d~ I t\ 1O. ocurrid()~, en el Valle del Callca. Tenidas en cucntél I,t exce;jcio!lal au:p;'id:td de su p;estigio 1o\ítico :, ~us relaciones ùe f!1\\iiia '~ll \(1 ciud:,d de Ruga, era natural y I 'gico SU[1011er L1ue ~u predol11illal1te actuaciúll se hallaha ell el Célbillio de la cl (lad de! Guadalajara. Pe o call gr::n sorpresa Jara nosotros, 110 result l así. [::'n el minucioso registro que persona!lllenk hi:,,'illllls de las "actas" del Cabildo de Hug;j corn's

142 pondientes a 1810, no encontramos la firma de tan insigne prócer. Ni siquiera una alusión a su nomble. En las contradictnrias y sibilitlas actas del Cabildo bugueño de 1810 a 1811, la clara )' definida y militante insurgencia de Cabal el mayor, tampoco podía haber tenido una decof(lsa ~abida. Las ingénitas calic:ades de su brava estirpe eran incompatibles con las sinuosas actitudes de los cabildantes de Buga en aquel decisivo período histórico. Si alguno de los Cobales-Balonas hubiera ejercido la nás leve iníluencia en E'I Cabildo de Buga, estan~os absolutamente :o;egurus de que el inquieto presbítero FernÚndez de Solo. asociado a la sugestionable voluntad ciel t cñor don Nicolás Ospina, habría representado (Itras francas resoluciones, de acuerdo con las que ~ostu\'o y suscribió don Jost? María Cabal, diputado por Calota, y sin ninguna clase de nexos con los dirigentes bugueños. Asimismo la sola presencia cie uno de los Cabales Baronas en el Célbildo contem porizador de Buga, Ic habria com un ic:!do lin \'e:dadero sarlo revolucion{lrio restéíndolc esa pa- ~iva opacidad de res o muerto, Que frat ' de obstaculizar a la acción bélica del Cabildo calc1ï(). ccó1l10 era posible exigir las vibrantes y 3nilllJdoras sesiones de los Cabildos abiertos de 1810, t'il una corporación de cátalas y componendas que termini, atrayéndose la méís rotunda y desconceptuante censura de a Junta Suprema de Santafé? La fulminante requisitaria de Frutos Joaquín Gutiérrez cerní ese triste proceso hist"rico

143 '''. ~.~..i..., :::- } El ~ri,tnvirato de la REVOLUCION v.1l1ccaucana de Gener,,' Josó Maria Cabal Barona, diputado por Caluto; doctor Joaquin ';e Cayzedo y Cuero, diputado por C.~li y Fray Jesá Joaquín de Esc~bar. diputado por Toro, quienes integraron el triunvirato de la Jur!" de las ciudades confederadas <lei Cauca, que continuó sesionando en Cali hasta iunio de 1811.

144 que con las no menos acres censuras del brigadier Baraya constituyen la irrebatible documentacit'n que subnya al ambiguo Cabildo de Buga. Las notas que hemos visto provenientes del Cabildo de Buga en los días de aquella emergencia están;uscritas por los señores Nicolás de Ospina, Diej!,'o Salcedo, Antonio Domínguez, jasé Vicente Serrano. jasé Maria de la Qlliniana y Hernardo el? Saniacoloma. Tal era el grupo dirigido extra-cahildo por el doctor joaquin Fernández de Soto, quien dominaba y guiaba al conjunto cuasi amorfo de SllS adictos secuaces. Háse dicho que «la idea de la mediación ante el gojernaèor Tacon, no fue del doctor Fernández de Soto, sino del doctor jasé Nicolás de Ospina, cuyo patriotismo fue siempre insospechahie». Poco nos interesa la paternidad intelectual de «un hecho», que aparece sostenido por el doctor Fcrnándçl de Soto hasta el último momcnto del impíobac[o y fracasado intento de la mediación, tan h:!.bílmente acogida y explotada por el jefe peninsular, que a veces nos hemos inclinado a creer que el astuto gobernante español fue también ulla c:: sus probables sugeridores. «Los cantos de sj~ená» con que Tacón trataba de halagar lél porfiada disidencia de Buga, habríanse convertido en otras tantas amables realidades si ias calcu!ad"s esoeranzas de sus adeptos hubie-- ran triunfado cn Palacé. Sea lo que se quiera interpretar, es innega

145 ble el "hecho» de haber siùo electo como diputado de Ruga, el doctor Fernández de Soto, quien a Última hora resolvió concurrir él la Junta de las ciudades confederadas reunida en Cali el l." de febrero de lbii. De parte del Cabildo de Buga hubo una inocultable renuencia para enviar su respectivo diputado, hasta el punto de que el Cabildo de Cali dirigió una comunicaci<'m, sllscrita entre otros por los Alea des (Jerónimo Escobar I' Francisco Cabal Barona, en que anunciaba tju"e la Junta se reuniría con prescindencia del representante de aquel Cahiko. En carta fechada er Cali el 28 de enero de 1811, el teniente Atana:,;io Girardot comunica a sus padres el comentado curso de estos sucesos con estas palabras: «Ahora sólo les digo que el viernes l." del entrante mes se formará aquí una Junta provisional con los diputadf)s de las ciudades unidas a excepci<'li1 de la de Ruga, por lo que parece, pucs no ha venido su Diputado y creemos no vcndr<í por Iaber oficiado con et vil T2cÚn propoilïén(ole que sólo traten de paz, (efecto nacido de su cobardia), y también ha oficiado dicha ciudad con estos Cahildos aliados, proponiéndoles quc les servirá de medianero para con Tacón,. El dato y su apreciaci()jj son exactos, pues Girardot en compañía de los oficiales Ayala y C::lIlsiIlO, miembros de la cxpcdicil')n militar de Baraya, acompañaban a este jefe a l; s sesiones del CahiLlo de Cali, convocado para deliherar sobre los citados sucesos ocu-

146 rridos en étquellos dias de intensa agitaci ín y angustiosa Lozebra. ci doch)r Fernández de Soto lleg ' ) a Cali la víspera de reunirse la referida Junta, cuya instalaci6n fue anunciada al público por un entusiasta y ardoroso manifiesto del Cabildo de esta ciudad, que insertar=t11os en el J.péndice de documentos inéditos al final de este opúsculo. Dícho manifiesto va s.lscrito por el prócer Francisco Cabal Barolla miembro muy distinguido del Cabildo caleña, y quien procedía en completo acuerdo con su p~imo hermano don José María. :Jesde la segunda o tercera sesión, el ciputado Fernández de Soto propuso con afanoso empeño, se considerara el proyecto de mediación, que fué ac~:ptado con la expresa condición de que la Junta de las ciudades confederadas negaba su recol'ocimiento a la autoridad de la Regencia de ~~spaña y mantenía su adhesi(,n a la Junta Suprema de Santafé. Como era de esperarse el g"bierno representado por el jefe peninsular don Miguel Tacón improbó, en forma de indignada protesta tales inadmisibles condiciones. y la Junta revolt :ionaria procedió a una franca declaratoria de guerra. Ante e~ta situación, el diput3do Fernández de Soto esq.livó someterse al voto de todos SllS demás compañeros y se retiró definitivamente del recinto de l:l Junta, invocando el pretexto de que «su investidura eclesiástica» le impedía aprobar un rompimiento de h0stilidades. En cambio, los

147 u emancipados frailes franciscanos jasé joaquin de Escobar y josl; joaquín Meléndez, quizás Illéís sinceros en /a severidad de su fé monástica, n(l vacilaron en Sll decisión patriútica y amhos a dos estamparon y rubricaron de manera indeleble su fervorosa adhesión a la libertad i Qué contraste tan significativo!. La revoluci<'li1 dc independencia no logn') sacudir hondamente las estratificaciol1'~s sociales de Buga. Allí no se oy() jamás <:1 rumor tempestuoso de los furentes Ca~)ildos abiertos de Lejos de dar p íbulo a la creciente ola revolucionaria, el citado Cahildo circllnscrihió Sil tímida accir',n a evitar «la guerra civil de la provincia» y a ofrecer Illcdiaciones ante el mélndatario peninsular. Los sucesos locales de 1814 que cullllin ron con la proclamación de la autonomía Illunicipal de Palmira y Tuluii, de:erminaron ell Buga una reacción de air<lda oposición a la corriente de las innovaciones republicanas. «Desde tiempos antc5, según declaraci(jn del «integérrimo magistrado» doctor Félix de T?cstrepo, el Cabildu de Ruga deseaba manifestar su fidelidad a don Fernando VII,). En tan críticas circunstancias se presentó la reconquista de /816, que como era de suponer, volvió a reintegrar la segregada jurisdicción de Buga. Tan pronto como el pacificad\)f don Francisco Warleta llegó a esta ciudad, ordenó suprimir la existencia autónoma de Tuluá y Palmira, llamando él esta Última «la delirada Villa

148 137- que separéíndose de su cabecera antigua en el Oobierl1o revolucionario habia dado pruebas de su ingratitud y desconocimiento". Muy afç,rtunados estuvieron los cabildantes de Ruga para ser fa\orecidos por la inesperada magnanimidad del jefe Warleta, que no condenó a ninguno de ellos al suplicio de la horca ni del patibulo. L,)s selîores Ospinas, Domínguez, Santacolol11as y Quintanas y su asesor el doctor Fer- J1(índ~z de Soto hallaron perdón y merced en aquel tiran,. exactor y cruel. Igualmente afortunado estuvo el Cabildo de Buga, que en medio del desconcierto de la total derrota de la causa republicana, supo enviar a tiempo y por conducto del doctor F ;/ix de Restrepo un mensaje de rendido sometimientl) al gobernador don juan Sámano. La innegable r'ueba de lo:, "documentos» en qu2 henws asentado las afirmaciones de este estudio de crítica histórica, nos obliga él insertar la siguiente textual cop 'I del original acreditado con la firmé! del citéldo doctor Félix Restrepo: «En d('~ell1pci1f) de la confianza que hizo de nosotros c>c Ilustre Ayuntamiento hicimos presente al señor Comandante de las armas de Sll Magestad y Gobernador Polític0 tie la Provincia Don Juan Sál11ano los sinceros sentimientos de amor, fidelidad y respeto hacia ntro. Soberano el sei'ior Don Fernando Séptimo que tiempos ante" deseaba II/c!lifestarle, Nos ha recihido con honor, y cuntestad,) el oficio de esa ciudad, asegurándonos que el f~ey, Padre de sus vasallos, tiene

149 para con ellos las más benéficas intenciones, y que por sa parte procur(!/â a esa ciudad lado el alivio y coi/sucio posible con lo expresado en su citado oficio. «Por tanto puede U. S. asegurar a ese vecindario permanezca tranquilo sobre esta promesa, y adelantar entre las efusiones de la lealtad, las públicas demostraciones que manifiesten los sentimientos interiores de que está animado. «Dios guarde a U. S. muchos años. Popayán y julio deee de mil ochocientos diez y seis. DR. FELIX RESTREPO. Joaquín de CastlO. Señores del Muy Ilustre Cabildo de la ciudad de Buga». «Es fiel copia de que certifico y firmo en virtud de lo mandado en Buga y octubre sincn de mil ocho cientos diez y seis años. José María de la Quíntana Escribano de su Magestad público de Cav ldo». (Archivo colonial anexo a la Biblioteca nacional de Bogot<í. Historia. Tomo 21-págína 13 y siguientes). El anterior documente lo copiamos de uno de los tomos en que hallamos la "cabeza de pro-

150 (l'50») qu~: sentenci(') al prócer y mártir doctor Manuel.'j~rf/ti 1go Val/reilla, a ser fusilado en la plaza de Cali y exhibir su cadé',ver colgado de ]a infamantc horca en que se ajusticiaban los criminales vulgares. Dicha sentencia fue ejecutada por los esbirros de Sámano, el 24 dc septiembre de IHlfi. * * * Hemos de referimos ahora a la distinguida personalida.d del prócer don Fraf/cisco Cabal BalOna, cuya biografía no se puede escribir sin consultar detenidamente los volúmenes del archivo lllunicipal de Cali, correspondientes al lustro dl' irio a lh15. La gravcdad Je los sucesos politicos ocurridos a finë:;; de 1810 en el Cabildo de Cali, que se prcparaba a recibir el auxilio militar pedido a la Junta ~.lprcmél de Santafé, imponíét un plan de acci(ln un forme v decidida. El Cabildo renov(l en parte ;;u personal directivo. El doctor Cay zedo y Cucro que ejercía ci cargo de Teniente gobernade' de la ciudad indicó los candidatos para descmpeñar los pucstos de alcaldes. Fueron electos el teniente coronel don jerónimo de Escobar, quien figuraha como regid~)r y «Alcalde de méís anti ;ua nominaci()i1», pllcs ya lo había sido por primera vez cn 1784, y por compañero se designó a clan Francisco Cahal Burono. A las

151 140 sesiones elel nuevo Cabildo ;"sistieron el corone! Antonio Baraya, jefe de la expedición militar enviada por la Junta Suprema de Santafé y don jasé María Cabal Barena, quien prest(í juramenlo ante el mismo Cabildo cuma diput; do por ia ciudad de Caloto a la junta de las ciudades.:onkderadas. El Cabildo cie Ca/oto, según consta ~n e/ índice o registro del Cabildo de Calí, había enviado a esta corporaci<in el correspondiente, J/icio, fechado el 5 de Clero de 1811, en que :omunica la renovación de poderes heclla en don José María Cabal y la orden de tomarje el res- Jectivo jurilmento. El primer nombramiento se \'erificó en el Cabildo abierto, que se celebró en Calota ei 13 de octubre de 1810 para oír la l~xposición del doctor CaY2edo y Cuero sobre la conveniencia de aunar v01untades y concentrar t:sfuerzos en la común tarea de promover 1;\ t:mancipaciún del Valle del Cauca. El infatigable,1ropagandista doctor Cayzedo continuó su gira a ia largo de toeb el valle. El Cabildo de Buga Je dio audiencia pública e' 21 de septiembre de 1810 y el de Cartago, el 27 del mismo mes. En la carta que helllos tenido el honor de dirigir al doctor Tulio Enrique TascÓn, acerca de los motivos reservados de esta misj()n encomendada al docror Cayzedo por el Cabildo de Cali, pun~ tualizamos extensamente los prupósitos de la referida gira pulitica. La mencionada carta la insertillllos al final de este estudio como 1111 COIllplemento de nllestr(ls investigaciones

152 Tndos estos antecedentes exlglan la colaboración de lin pers,mal de probada lealtad y absolutamente identificado con las patrióticas aspiraciones dci pr(icer Cayzedo y Cuero. La importante presencia de don Francisco Cabal Barona que obraha cie ;;cuerdo con don José JV\aría, era una gara''.tía del buen éxito de las proyectadas gestiones del Clbildo de Cali. Así. pues, haciendo oso omiso de la asendereada mediación propuesta y adelantada por los concejales de Buga, el Cabildo de Cali resolvió proseguir su plan de ataque contra el ensoberbecido gobernador Tacón. Y sin dilaciones ordeni) llamar a las ar:'.ljs a los hahitantes de su jurisdiccióll. Dicho y hecho. El Cabildo aprobó los siguientes acuenios:,'en la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de Cali a 5 de enero de 1811, el Cabildo ha venido a disponer, acordar y mandar que ningún vecino capaz de tomar las armas para ':1 sen icio y deknsa de la Patria se auslnte de l:sta ciul.~ad y jurisdicción, bajo la pena de ser estimado y tratado como enemigo de ella, de su es'.ltllaciúil y gloria inmortal que ha adquirido el' los más remotos lugares del Reyno, pnr su conducta noble, fiel v valiente. Este Cabildo tiene constanks pruebas del espiritu y patriotismo que î1~ina en todos los hijos de csta libre ciudad, y espera que ninguno manche el nomhre y la reputación que se ha adquirido Cil esta poca th:sgradada, satisfecho como debe estar de los desvelos

153 Je este Cuerpo, y de sus fatigas por la común felicidad. «Publíquese por bando etc. «Dr. joaquin de Caycedo y Cuero, Gerónimo de Escobar, Francisco Cabal, joseph Fernz de Córdoba, Ignacio Mateus Po/anca, jose: M.' Mal/arillo, Domingo Pérez de Montoya, joaquin Micolta, José M. A/omía». Asi hablan los pueblos que se consideran grandes y capaces de empej' ar Sll destino histúrico en los momentos decisivos para su exístenci.l futura. La ejemplarídad de esta lección dl' soberano patriotismo aparece escrita con el viril orgullo de las razas Î;11postergables que. as :.iran a vivir con el dominio de sus heroicos atri lutos. El Cabildo de Cdi, en 1811, debia responder de una actuación por él mismo creada y desafiada. La prensa insurgente de Santafé habia anul1- ciado a todo el reino de la Nl:eva Granada, la partida cie la expedición comandada por el brigadier Raraya. El triunfo o la derrota iban a decidir de la suerte de la provincia del sur, que comprendia más de la mitad del antiguo virreinatu. El gobl'rnador TacÓn alineaba un poderoso ejército de dos mil hombres, provisto con todos los element"s para una victoria definiti /a. En laies circunstancias imponia:'ie una acciún r pida y di\.:az. Por tanto ci Cabildo de Cali,

154 143 anticipándose a las anl1eladas decisiones de la junta convocada para el l." de febrero, ordenó el reclutam'ento y de acuerdo con el coronel Baraya procediú él organizar un batnllón de milícianos voluntarios ('Tl Cali. «En la l11uy noble y muy Ical ciudad de Santiago de Cali, a 13 de enero de de común acuerdo con el señor coronel comandante genera) don Antonio Baraya, determinaron la formación de un batallón Lle infantería y un esc1ladrón de caballería de milicias disciplinadas con el nombre de «Patriotas de Caly", cuyos xefes!ian n,)mbrado a toda su satisfacción, y se publicarár oportunamente para inteligencia del público». A continuación se ordena «que se presenten en las Casas Capitulares de esta ciudad tollos los vecinos mayores de ljuince ( lios, nobles, montañeses, plebeyos y pardos, sill distincióii de clases ni cmplcos ni calidades». Para lju;;:n lea los párral)s 1ranscritos con sentido crítico, no pasará desapercibido este llamamiento "Si,l distinción de clases IIi calidades» para defender a la patria amenazada. Aparte del exalhdo sent miento de em3ncipación ljue informaba él los promotores de la rehelión vallecaucana, surgía el principio de la revo uciún social, que de ltna sola pltlmad(\ proclamaha la igu<lldad

155 ciudadana con ostensihk menoscabo d0 la aristocrática y hermética jerarquia colonial. Joaquin de Cayzedo y Cuero, el genuinu representativo de la oligarquia criolla,- que desde 1743 se había erguido con un altivo gesto de orgulloso racialismo americano,-firl11ando las actas precedentes, suprimía c:>n Sll propia m3no el disputado titulo del alferazgo realista. Asimismo se suprimirian en las nuevas actas la tradicional casta de regidores rasos y perpetuos, con la correspondiente mención de los sonoros grados de tenientes, capitanes y coroneles de las reales milicias españolas, importadas a la manera de cotizadas distinciones l1obiliarias. La escarapela igualitaria del ciudadano patriota o insurgente iba a (lecorar sin arcaicas distinciones los pechos de jefes y soldados inscritos en la lisia de Lina revoluci maria democracia. La tesis sociológica planteada por n' sotros con el c; dificativo del "crio!lislllo dem()criltic()>> del Valle Jel CallL'i), ljluca la profunda L1ifcrenciaci\Ín del lllo' illlicn(o inicial de independcncia cntre ICls seccioncs norte y sur de la iwtigua provincia de Pop;lyiín. Era natural que ell los «Cahildos abiertos» de las ciudades lihres del Cauo, se formaran las huestes insurgentes que confundidas en un solo ideal de cmancipación política, conquistaron a fuego y sangre la plenitud de SllS derechos civilcs.

156 La serie de Cabildos abiertos establecida en Cali durante el mes de enero de 1811, prueba que en sus deliberaciones intervenia la mayor parte de los habitantes de la ciudad. No era el Cabildo de Cali una corporación inaccesible y desconectada de la opinión popular. Y este antecedente explica :a aparición en sus aclas de algunas firmas de ciudadanos, que no eran «vecinos» de Cali sino simples personas de tránsito, que atraídas por el entusiasmo cûlectivo se apresuraban a dejar inscritos sus nombres en las actas de carách:r popular. Así se exolica el registro de las firmas de los señores Manuel José y Cayetano Príncipe Quintero en alguna de las actas del Cabildo de Cali, en Hemos de acjararle a nuestro amigo doctor Tascón, que los señores PrÙlcipe Quintero firmaron una acta de Cabildo abiertc, en su carácter de simples particulares, pues dichos sujetos nunca figuraron co- mo miembros ÚI Cahildo de Cali. En cambio, el grupo de los Molinas y Cabales-Baronus, «vcci- los ll'sidc/ltes" y con nexos de famil\a en Cali, no sólo fueron miembros de los Cabildos calcños sino que como tales recibieron honrosas comisiones y representaciones de orígen popular y se acugieron a. «amparo" de sus fueros municipales, según consta en el memorial Je dun Victor Cabal Molina, el Último sobreviviente de la procera estir~)e. Yá hemos anotado que el 7 de enero de 1811 juró y te 110 posesión ante ci Cabildo de

157 Cali, el señor José María Cabal-Barona en su carácter de Diputado por la ciudad de Calota. En la sesión del 19 del mismo mes ci R. P. Fray jasé Joaquín de Escobar presentó renuncia del cargo de Diputado para el que había sido electo, el 10 de noviembre de 1810, en representación del Cabildo de Cali, "Y habiendo el Cabildo de Toro nombrado a dho. R. P. pa. su Diputado, renunció el nombramiento por la ciudad de Caly y se acordó s(: proceda al nombramiento de otro seflalándose el día 24 del corriente». En la anunciada sesión el Cabildo de Cali eligió por unanimidad de votos, para Diputado a la Junta de las ciujades confederadas al Teniente gobernador don Joaquin de Cayzedo Y Cuero. firman el acta: Escobar, Cabal, Cordova, Polanco, Mallarino, Camacho. A su turno, los Cabildos de Cartagü Y Ansenna eligieron diputados por sus respectiva~ jurisdicciones al R. P. jasé Joaquín Mcléndez guardián del convento de franciscanos de Cali y al doctor jasé María Cuero y Cayzedo. La mayoría así constituída quedó integrada por el siguiente personal: José JoaqE:Jín Meléndez, José Joaquín Escobar, José María Cuelo y Cayzedo, jasé María Cabal-Borona, y joaquín de Caícedo y Cuero. Había triunfado la opinión uniforme que requerían los aprestos bélicos acordados y organizado~ por el Cabildo de Cali. El "(\Iia jacta est" rubricado por los intrépidos ca-

158 --147-,- bildantes caleiíos de 1811, tuvo su victoriosa repercusión en tas sonoras dianas de la batalla de Palacé. Entre los nombramientos acordados por el Coronel Baraya y el Cabildo de esta ciudad se cita el del teniente coronel don Nicolás del Campo Larraont1n para jefe del mencionado batallón «Patriotas de Caly", compuesto de 800 milicianos, que ocupó la linea de vanguardia en la jornada de Palacé. El escuadrón de caballería se puso bajo la dirección del capitán don Miguel Cabal-Barona. Se formó el «cuartel de Llanogrande" para completa'r alii el decretado escuadrón de caballería con «los lanceros de la Victoria y del Hato de.lemas". que a semejanza de los lianeros de Casanare. tenían fama de árilcs y temibks jinetes adiestrados en ei manejo de la lanza, En Buga ~;e fijó el acantonamiento de trupas provenientes e ~1 norte a fin de evitar la aglomeración de fuerzas en Cali y la consiguiente propagacibn de nidemias, AI coronel don Francisco Cabal Borona, se comisionó para levantar dos compañías de infantería en Llanogrande. La marcha del ejército se hizo por la vía de la Bolsa con orden de acampar en Quilíchao, El Cabildc de Cali intervino de manera directa en la organización de tropas a costa de sus propios recursos. No omitió esfuerzos ni gastos para asegurar el éxito de los planes de la cam-

159 --i48- paña militar que hab:a promovido bajo su propia responsabilidad. Estas medidas adoptadas antes de la reunkn de la Junta del 1. de febrero, prueban hasta la evidencia que la impertinente mediación de Buga, era considerada como una ridícula fórmula de entretenimiento para el dèsorbitado pacifismo de sus genitores. Cabe aqui la información que hemos recogido como dato histbrico acerca de los omnimodos poderes que pretendió asumir la nueva Junta en la capital de la provincia: «La Junta de las acho ciudades confederadas mientras se reúnen las demás (Barbacoas y pàsto) que se hallan en opresión, reasume toclas las atribuciones del Virrey Capitán General y Audiencia que faltan en el Reyno».. Esta junta de indole netamente revolucionaria reasumia así la totalidad de los poderes del derrocado régimen y procedió a dictar disposiciones de fuerte represión como las referentes a expropiaciones, destierros de frailes chapetones, y aun fusilamientos, 10 que en parte, contribuyó a mantener latentè la reacción realista en Popayán, no obstante que en la misma junta estaban los señores Ulloa y Miguez Rodriguez, eminentes patriotas que representaban a la ciudad capital. En dicha Junta volvió a figurar el doctor Fernández de Soto, el representación del Cabildo de Buga, pero ya sin el caréícter de "mediador» y sin reatos cie conciencia para participar de un triunfo obtenido por l.a fuerza de las armas victoriosas en "Palacé». -

160 Eligióse Presidente honorario al Brigadier don Antonio Baraya quien hahía recibido igual designación en la anterior junta reunidé. en Cali. Presidente, Jüé~quín de Cayzedo y Cuero, Vicepresidente. José María Cabal, Secretario, Toribio Miguez Rodrí~:uez, y además se nombró "Secretario con voz infurmativa» a Francisco A"- Ulloa. El CabIdo de Cali durante todo este tiempo compartió ~;us actividades con la junta que formada por los diputados Cayzedo y Cuero, José María Caba y el padre Escobar había continuado sesionando en esta ciudad. Trasladada la Junta a Popayán, volvió el Cabildo de Cali a reintegrarse con el regreso del señor Francisco Cuba/- Barona, qut había dejado vacante ci puesto de Alcalde para marchar con el ejército en ctlt11pañía de su h'crmano Miguel, quien a la cabela del escuadrùn ~Ie lanceros murià heróic(1mente en la memorable batalla de Palacé. La carrera militar del general JOSé María Cabal no se inició, como hasta ahora se ha repetido, en la campaña de Palacé. Don José María, según se deduce de sus primeras actuaciones de prócer civil, ingreso a las faenas de la milicia forzado por las circunstancias de la guerra que, desde ]810 hasta 1816 convirtió al Valle del Caltca e 1 un permanente campamento. El gran Cabal antes que militar de vocación, reunía las excrlentes condiciones del hombre civil, preparado en las disciplinas científicas. Cabal era uno de los pocos liniversitarios de selección que mere-

161 cieran ese distinguido calificativo al final de la colonia. Su permanencia de catorce afias en Europa y especialmente en la Universidad de París, dedicado al cultivo de las ciencias experimentales y positivas en los atrayentes ramos de la mineralogia, quimica y botáníca con aplicaciones agrícolas, había completado su iniciada preparacion literaria en los colegios de Popayán y Santafé. Su renovadora colaboracion en la labor científica legada por el inmortal Mutis y continuada por el sabio Caldas le colocaban en lugar prominente entre el reducido grupo de profesores granadinos. Desde este punto de vista, la correspondencia epistolar del gran Cabal con ~;us primos Francisco y j\1iguel, inclinados también a esos estudios de investigación naturalista, revelan a un apa'sionado devoto del cultivo científico. La personalidad pensante de José María Cabal se destaca y culf!1ina sobre la estrepitosa legión de los recios soldados, que cual púgiles de acerada musculatura lidiaron heroicamente en el choque de los miles de combates, librados en la magna epopeya de la emancipación americana, Cabal era uno de los «raros» criollos intelectuales de preparación europea, que con la nostálgica inconformidad del «desarraigado>, retornó a reducirse en el aislamiento de una de las haciendas del rumorso Amaime. Allí vivió entre el apacible retiro de su variada y selecta biblioteca de autores franceses, añorando sus afectos contraídos en el media social de París, en donde

162 -151- había asim lado y poseído las refinadas modalidades cspiïituales de la que aun es la primera capital de la civilización contemporánea. A la manera de un aristócrata solitario y un poco decepcionac'~ de sus antiguos compromisos políticos, buscli el retiro de su inolvidada hacienda, rodeado de libros, "para satisfacer su anhelante curiosidad de saber,'--y corno él mismo lo anunciaba en una de sus cartas,,--ponerse en contacto con la natu'aleza para evitar el tedio que produce la inacción del alma»!. Estos perfiles del prócer de pensamiento Y de estudio, que había sido exilado en 1794 por su parlicipac ;6n en la propaganda escrita de «Los derechos del hombre», han debido quedar perennemente tallados en las re ievadas!incas de los bronces, que reproducen el sereno recogimiento de los ideali~;tas creadores. Mas la vistosa atracción de las empenachadas exhibiciones tropicales, trocaron la severa cabeza del patriota,l' del hombre de estudio, por la contorsionada gesticulación de uno de tantos COlldottieri gari(laldinos, adaptados de modelos en los talleres de exponación. La estridente estatua, fundida eon los recargados arreos de un generalato sin ninguno de los rasgos diferenciales de una predominante representación intelectual> no refleja la ~'nseñanza de una supe:-ior personalidad histórica ni sugiere el sacrificio de un mártir por las grandes ideas.

163 -152- Ha sida, pues, un propagado error historico el que ha hecho creer que don José María Cabal se hubiera puesto a la cabeza del ejército vallecaucano que concurrió a la batalla de Palacé. Está probado que dicho prócer estaba en Cali, desde principios de enero de 1811, Y en su carácter de diputado por la ciudad de Calota, continuó en Cali firmando las actas de la junta de las ciudades confederadas hasta el mes de junio, en que dicha junta se tra~;ladó a Popayán. La tesis de este estudio ha tenido por fin demostrar la estrechísima y permanente vinculación de los hacendados de la otra banda con la corporación edilicia de Cali durante los siglos de la colonia y especialmente en la época de la independencia. Esa vincul"ci<ín 110 fue transitoria ni accidental. Tampoco extendi:'> sus poderes a cualesquiera clases de individuos con mayores o menores influencias. No se trataba de tales supuestas influencias o de inadmisibles intrigas. Era la posesión de un derecho estrictamente limitado a las familias de los señores Molina y Cabales Baronas. No es como se ha querido imaginar que la puerta del Cabildo de Cali estaba libre para entrar y salir por encima o por debajo de sus inviolables fueros Il'unicipales. El hecho de que los apellidos Molina y Cabal hubieran tenido su originaria procedencia en la jurisdicción de Buga, no permite suponer ni mucho menos deducir que hubiese habido en 1810, un intercambio de personal entre los Cabildos de Suga

164 -153- ycali. Ese personal estaba perfecta y claramente definido. Las actas de los respectivos Cabildos \10 aparecen signadas ni antes ni después de 1810 por un intercambio de firmas. Los señores Cayzedos, Escobares, Molinas, Baronas Escobares, Cabales-Baronas, Cabai Molina, Palancas, èórdo'!as y demás cabildantes de Cali, no tuvieron ninguna alternabilidad con los auténticos concejales de Buga: señores OspiTias, Domínguez, Salcedos, Santacolomas, Serranos y Quintanas, para no citar a los realistas Cayetano SOfmiento y Cristóbal de Sanclementc, declarados enemigos políticos de las familias Molinas, CabaIcs-Haronas y Caba-Molina, contra las qre, a pesar del «cordial pa,3anajc", extremaron SUg persecuciones en la época del terror. Duramente se les castigó a estas esclarecidas familias de verdaderos patriotas, no sólo ~;llinquebrantable adhe~;ión a la causa de la indqlendencia sino también su adoptada «vecindad" l~11 la ciudad de Cali. Nil obst<lnte el «amparo" que J}idieran a Ia municip<llidad de Cali, en dc)ndc sicmpre tuvieron consideraciones y garantías, no pudieron libra 'se de la garra exactora del Cabildo de Buga, que sin piedad ni misericordia clavó sus exacerbados rencores lugareños, sobre aquellas meritisimas familias yá cercenadas por el patíbr lo de Sámano y Warleta, enemigos acérrimos de cuanto hubiera tenido contacto con «la insurgent:' y perversa ciudad de Cali".

165 La dignísi n'la sefiora dalia Mal garita Borona.je Cabal, madre de los mártires Francisco y Miguel Cabal-Barolla, estuvo obligada a trasladarse ~n 1816 a la hacienda de la "Concepción", a fin de salvar del saqueo y de la ruina total los muebles y utensilios de la casa situada en aquella jurisdicción. La inerme presencia de la infortunada dama caleña, contemplo en su doloroso desamparo la implacable exacción de todos los bienes que le habian sido traspasados, aqui en la notaria de Cali, «en previsión de lo que pudiera sobrevenir», por su hijo don Francisco, quien para ese caso representó también a su lamentado hermano Miguel. (Notaria 2a. junio 5 de 1816). Para apreciar la extrema escasez de recursos a que se vió reducida la opulenta matrona, que con mano pródiga había sabido atender a la educación de sus tres hijos al mismo tiempo que les habia ayudado en sus adelantadas empresas agrícolas, basta insertar la. siguicnte comunicación en que la señora Barona de Cabal manifiesta contribuir con una mínima cuota a los gastos de la continuada guerra de independencia: «Muy Itre. CabîJdo de la ciudad de Caly. "Deseando vivamente poder contribuir por mi parte al servicio de la Patria y no pudiendo concurrir con la cantidad de '$ 150,00 que Sf: me ha asignado por el ilustre Cabildo en calidad de empréstito, hago çonsignación de '$ 25, que es

166 -155- cuanto haciendo las más activas diligencias puedo dar en las presentes circunstancias.» Enero 30 de 1821, en Caly. (Folio 148. Archivo r1un;cipal). La postrada situación de las principales fa~ milias de esta ciudad, víctímas de Sll probada devoción a la causa de la independencia, ha permanecido ign~lrada por las actuales generaciones usufructuarias de una patria libre y próspera, cuyo origen es ':an desconocido por los mercaderes de la república como por los gritones bolcheviques criollos, quienes niegan la gratitud de su redención soc.al y política a las clases seleccionadas por la excelsitud de sus virtudes y su preparación intelectual. Y para darle la respectiva comprobación histórica a esta:, afirmaciones, que pudieran ser tachadas de hipérboles o faltas de fundamento, recurrimos a las palabras de un testigc actuario y sin vinculaciones con esta ciudad. Nos referimos al gallardo coronel fosé Muda Consino, militar oriundo cie Cundinamarca, quien en varias ocasioncs hd oía participado de las campaíïas desarrolladas en el Valle del Cauca. En carta fechada en C.lli, el 13 de abril de 1820, y dirigida por el citado jefe Cancino al vice-presidente general Santander, comunicábale estas sinceras impresiones: «Yu interpongo para con usted mi amistad y mis pocos servicios a fin de que no se olvide de rcc,,-mlcndar al coronel Concha la suerte de tántas familias que conoci en otro tiempo tan opulentas y flay veo tall miserables, para que en

167 -156- algún modo se las aliv íe su situación". (Archivo de Santander). Hemos puntualizado estas necesarias consideraciones que en marcan la meritoria actuación de la familia Cabal-Baona, para continuar poniendo en claro la compenetración del prócer Francisco Cabal Barona en el Cabildo de Calí. Llegamos a las elecciones del año de Consta en documentos del archivo municipal, ]a honrosa y significativa elecc;ón recaída en los señores FlGllcisco Cahol Barona y Manuel Santiago Va- Ilecilla para representantes o diputados por el cantt'm de Cali al Colegio dectoral constituyente, que convocado por el generél Antollio Naririo, después de la gloriosa victoria de Calibío, se reunió en Popayán el 14 de marw de Las instrucciones del general Nariño enviadas al Cabildo de Cali, en 1814, se cumplieron de acuerdo con sus respectivas indicaciones. Los diversos pueblos f) partidos dependientes de la jurisdicción del cantón de Cali, tomaron parte activa en las elecciones Jara diputados al Colegio constituyente convocado :Jor Nariño. (1) Entonces tenia relativa importancia el caserio de la «Por- fllcra», hoy llamado «El Carmcll», que con el pueblo de «Papagoyeros» constituian el jj::lrtido denominado «Vallc del Salado», en el actual Distrito de Dagua. El «sitio de la Porquera» propu- (I) En el apéndi ;'C de documentos importantes insertamos el refcrido pliego de instrucciones firmado por el general Nariño.

168 -157- so, en reun,ón celebrada el 6 de febrero de 1814, entre otrós candidatos a los doctores Ignacio Ildefonso /vúñcz y José Maria Alomia y a los señores Francisco Cabal Barona y Nicolás del Campo La.rraondo, todos vecinos de Cali. Obtuvo la mayoría de votos el doctor Núñez. La lista de candioatos era pues de pura selecci('jn y aun el más modesto sitio tenía pleno derecho a proponer y elegir sus propios candiùatos, i Magnífico ejcmplo de acendrado civismo, practicado por los fundadores de nuestra ya amortiguada república, que ha prostituido y elimínado la libertad de: sufragio! Los vecinos del partido o ccrregimiento de «La Herradura o Coronado" de la parroquia de Uanogranc\l:, reunidos el 7 de 'febrero ùe 1814 en el sitio del «Abrojal», eligieron rer:resentante para el comité electoral de Cali al distinguido ciudadano don,francisco.molina Rendón. El partido de Vijes cli6ilo) al notable jurisconsulto doctor Luis Filix Ver ;ara y el partido de.lamundí al doctor Antonio Camacho. Los v,:cinus del barrio Je la Merced de ]; ciudad dc Cali, congregados el 2 de fehrero de 1814, escrutaron al coro:1el Francisco Cabal Sarona, para miembro del comité electoral de esta ciudad. El 10 del mismo Illes de febrero Se reunió el (,)jegio o comité electoral presidido por el doctor Francisco Antonio Cl1yzedo dl! lu Liera, Alcalde de Cali. Fucron electos los ciudadanos Francisco Cabal Barona y Manuel Santiago Vall :-

169 -15Scilla, diputados por el cantón de Cali al Colegio constituyente que estaba convocado para reunirse en la c3pital de Popayán. Desglosamos de la correspondiente acta de 10 de febrero, sllscrita por los representantes que constituyeron el Colegio t:lectoral, este aparte que encierra un importante incidente histórico relacionado con la elecciàn del diputado Francisco Cabal Sarona: «Concluido este acto religioso (refiérese el acta a la misa solemne a que concurrieron los miembros del Colegio electoral), se restituyó el mismo Cuerpo él esta Sala Consistorial y habiendo procedido a la elección de uno de los diputad'ls, rec;lyó ésta en el honorable ciudad?no coronel Francisco Cabal, quil~n en el acto de la elección hizo presente las dificultades que le ocurrían para hacérse cargo de e ;te empeño, por los comprometimientos y pactos que contrajo con la RepÚblica de Antioquia que le franqueó armas, dinero, municiones y pl~rtrechos para concurrir por su parte a la libertad de esta Provincia. Los electores hicieron valer las razones que habian tenido para nombrarlo, ofreciendo dar parte a aquel Gobierno de la nl~cesidad de este nombramiento, y de las excusas propuestas por el mismo ciudadano Cabal, en consecllencia a SllS pactos". (Folio 54. Año Archivo municipal). Cuáles eran los aludidos compromisos tan solemnemente contraídos con la República de

170 -159- Antioquia por el ciudadano Cabal? Y por qué tales compre misos podian inhabilítarle para admitir un cargo electoral en el Valle del Cauca? Es sabidr} que a causa de la inminente invasión del brigadier Sámano que sobrevino en lb13, después del desastre de «Calambuco" y del fusilamiento de Cayzedo y Cuero y de Macaulay en PJsto, la junta de gobierno residente en Popayán, resolvió tra~,ladarse a Quilichao al mismo tiempo que solicitar auxilio al gohierno de Cundinamarca, presidido p,)r el general don Antonio Nariño. Con este ohjeto ::;e comisionó al ger,era! José María Cabal, quien en cumplimiento de dicha misión siguió él 13c,gotá. Parece que igual designación se hizo en el coronel Francisco Cabal ante el gobierno de Antioquia. Ignoramos sobre qué bases se estipult') el auxilio enviado por el gobierno de Antioquia. Pero del texto del acta en que consta la elección del cnrone! Francisco Cabal Barona para diputado por el cantú de Cali, se deduce un formal pacto o convenio acordado entre el citado coronel Cabal y la titulada República de Antioquia. No cabe duda de quc~ llna de las cláusulas de aquel pacto imponía la incorporación del Valle del Cauca al gobierno de Antioquia. Hemos :arecido de los datas docllmentados acerca de e~:e punto histórico. El señl\r Arroyo, en SLl comprimido itinerario sohre la independencia de Poparán, no suministra ninguna referencia

171 -16Óni menciona la misión del coronel Francisco Cabal ante el gobierno de Antioquia. El historiador Restrepu tampoco da antecedentes sobre el supuesto convenio o pacto celebrado con el citado coronel Cabal. Este punto requiere ser aclarado por un investigador de los archivos de la ciudad de Antioquia o de Medellín, en referencia con la expedición al Valle del Cauca, a fines de En relación con es1e hecho dice el historiador Restrepo: «La p:imera columna que se movió, compuesla de poco más de doscientos hombres, fue la de Antioqtda, regida por el coronel José María Gutiérrez, joven abogado que en aquella época ofrecía esperanzas fundadas de que haría una carrera brillante. El dictador Corral había equipado la expedición con bastante lujo, proveyéndola de un tren respelable de piczas dc artilleria ligera. Llegó sm oposición nll1guna hasta Anserma y Cartago, pues los cortos destacamentos que alii tenian los españoles huyeron al aproximarse los independientes, que incendiaron una parte de la primera ciudad (dicitmbre 8). Ocupada Cartago, GutiÜrez ~e puso en comunicación con el coronel I~odriguez, que había reunido en Ibagué trescientos hombres destinados a marchar al mismo pulllo por la fragosa montaña del Quindío. «InstÓ a Rodriguez para que acelerara sus marchas y se Ic reunicl a, C0l110 en efecto lo eje-

172 cutó. 5iguieron entonces juntos a Buga, ciudad que hac:a sido desocupada por sus moradores temie:ldc una columna de las tropé:s de Sámano, que poco antes sorprendiera en Quebradaseca un destacamento de sesenta republicanos. «De Buga marchó Gutiérrez a Cali, cuyos mora(lor,~s se habían defendido valerosamente con sólo dif~ y siele hombres de un fuerte cuerpo de la~, trdpas del rey en el paso ciel rio Cauca, jjamadü 'a Bolsa (I). Con tales ventajas el Valle entero quedó por los independientes, y sus moradores jll' aran provisionalmente la constitución de Antioquill, porque as! lo exigiera Gutiém'z». (Historia de :olomhia, por Restrepo, ::ag. 233, Tomo 1,") E: C: bildo de Cali se dedicó a e4uipar Y aumentar la tropa comandada por el coronel Rodriguez (alias el mosca), quien gozaba de un merecido pre~ igio por sus anteriores campañas en el Valle del Cauca, inclusive la batalla naval de "!scuallde» CUYO triunfo obtuvo con fucrzas caleñas, ci 2J de -enero de (I) El t:itado combatc dirigido por ~I vali~lil~ corollel JOSt; jollqui/! Guerrero y Orejuela, alcalde de jarnundi, y su ayudantv José Tomás García, patriotas calenos, S! \'~rific,) en 21 pa50 llamado "La Bolsa», ci 21) de dici~mbre de 181:1.,El brigadier Sámano había dado ord~r al segundo jef.: el mayor Asín para atacar:.' destruir a la ciudad de Cali". (I~estrepo página 335). Sálllano habia I1clcdadll,.' adio de TacÚn contra «Ia instlr~ente y pervelsa Ç;lli

173 El coronel Rodriguez alcanzó a ocupar con tropas vallecaucanas la línea de vanguardia en la batalla de «Calibía», que cubrió de gloria a Nariño y restablcciù el gobierno republicano en el Cauca. El comandante Gutiérrez negóse a militar bajo las órdenes del general Nariño y resolviú permanecer en Cali tratando de imponer el reco.- nocimiento del gobierno de Antioquia con ItlenOSc(tbo del honor de sus armas que no quisieron parlicipar de la memorable campaña de El doctor Manuel Uribe Angel censura fuertemente en su «Compcndio HistÓrico de Anti )- ljl/ùl» la conducta del comandante Gutiérrez, que no permitió «a las tropas de Antioquia tomar parte en la acción, por atender más a ruines sentimientos de provincialismo que al cumplimiento de su de!)er como militar y como patriota, rehuyendo concurrir a la llamada que le hizo el jefe de Cundinamarca» (página 169). El historiador RestrCfw dice que en esas circunstancias "Nariño resolviú continuar en su fuerte pdsición del Bajo Palacé, mientras se le unía la división del coronel Rodriguez, que se habia engrosado en el Valle del Cauca. ComunicÓle órdenes a fin de que acelerara sus marchas. También insí\') sobre lo mismo al comandante de la columna de Antioquia, Gutiérrez; pero éste de ningún modo quiso con- \'cnir, ya fuera por resentimientos antiguos que tení:l COli Nariño, ya por no compromcter, según dçcia, la soberanía y dignidad dd Estado dl.: An-

174 tioquia, poniendo sus armas a las órdenes del presidente de Cundinamarca». (Ob. cil. página 236). El comandante Gutiérrez mostró especial empeño en (lbtener del Cabildo de Calj una formal declaración de su reconocimiento al gobierno de Antioquia. En aquellas criticas circunstancias solicitó un<~ convocatoria del Cab;ldo para insistir en el proyectado reconocimiento. La corporación Illunicipal en vista de la necesidad de salvar la unïl:m patriótica en esos momentos de grave peligro, accedió a consignar su voto pero con las debidas condiciones y reservas de obedecer en todo caso a las instrucciones del general NariÎlo, de cuya persona, como hemos dicho, era decididamcnte adicta. He aqui la parte sustancial de la respectiva acta aprobada por el Cabildo de Cali: "En lé ciudad de Santiago de Cali a los síe~ te dias de enero de mil ochocientos catorce congregados ql1~ fueron cn esta sala consistorial los señores de este muy Ilustre Gobierno y en virtud del ofic:io:llic ha pasado el señor coronel comandante de lé;; armas de la Rep( blita de Antíoquia, en que se expresa que deseoso de manifestar las ideas. iberales de aquel gobierno que tan generosamente ha franqueado todo género de auxilios, eri; preciso se convocase (~l cuerpo para presentarse luego que recibiese el correspondiente aviso: Cil su virtud se diputú al señor Procurador Gral. a fin de que le diese parte de hallarse

175 -164- reunido. Y presentándose tomó la palabra para proponer en primer lugar la agregacil1n provisío-!lai 31 gobierno de su Rcpública y el nombramiento de un Justicia Mayor en esta ciudad y de un Teniente en el puerto de San Buenaventura. «Como se tratase de una materia de la más alta consideración, se tuvo una larga y meditada conferencia: se rccordaron los fundal'lentales motívos que comprenden las actas de veinte y dos de diciembre (1) y cinco del corriente: y después de consultarse con la razón: después de haber asegurado el señor Comandantc que la expedición de Antioquia marchaba bajo las órdenes del sercnisimo Congreso del Rcyno, a efecto de unirse con el exército del Exmo. Sor. Dictador y General en xefe D. Antonio Nariño: y en consideraci()n al interés supremo de esta Patria amada ctc. y Últimamente para que pueda arreglarse pacíficamente un solo cuerpo politico y militar, quc influya vigorosamente cn las operacioncs y cn la felicidad dc los ciudada:~os. «Ceñidos a estas consideraciones!icmos acordado y rcsuclto se ratifique la agregacíún provisional a la República de Antioquia mielltras se logra el vcncimiellto O separación de los Cfll!llligos, y quc luego mismo se nombrcn dos diputadns (I) En esta aeta sc desconoció a las auturidaùes rl'alistas il11pu\:stas por Sál11<1nuy ~e restableció el Cabildo repuhlicilllo qlle declaril su adhcsión il la jefatura ciel gen\:- rit! Nilri lo.

176 para que reve~;tidos de amplios poderes pasen a cumplimentar al memorado Sr. Dictador y General en xefe =='. Antonio Nariño: a manifestar:e los sentimientos de gratitud y reconocimiento: a recibir SliS ÓrdcJ/cs.- Remover la jura de la dependencia de Antioquia, y el depósito de las riendas del Gobierno en un Tribunal que nos ponga a cubierto, que segure la salvaci(ln de la Patria y nos liberte de otras nuevas cadenas que pn.tenden imponernc'5 los Tiranos amantes de la servidumbre americana", (Folio lï. Año Arch. municipal). Basta lec, los anteriores conceptos del acta transcrita para comprender que,<la agregaciún provisional al,~;obiern(l de la r~epllblica de Ant oqu a» era una fórmula sin resultado prcictico, pues a renglilll seguido se reconoce la direccí(ín suprema del general Nariiïo, a quien "se envían dos diput(ldos para rccíbir sas órdcnes". El comane,: nte Gutiérrez ignoraba que en ei personal del CabildJ de Cali estaban actuando los doctores Caicedo de la LIera, Vergara, Alomia y CamacllO, quienes obraban de acuerdo con instrucciones de' gobierno constituído ;:)()r Narii10 en Bogotá antes de emprender su viaje a la provincia cie Popayán. La eleccicin de los señores Francisco Ca- { al y Manuel Santiago Vallccilla reafirjll(') la decidida adhesión del Cahildo de Cali a lél pres-

177 , tigios~ e indiscutible personalidad de Nariño, muy superior en todo concepto a los «ideólogos» teorizantes y verbalistas de la llamada patria boba. El Cabildo de Cali había dado a Nariño el titulo oficial de «Libertador», por la brillante campaña que había íniciado con tan buen éxito. El insigne jefe de la independencia granadina, quien era también el único hombre de Estado por sus avanzadas ideas y el acierto de su política de unificación nacional, halló en el Cabildo de Cali un leal aliado y decidido sostenedor de todos sus planes de gobíerno. A su turno Náriño manifestó su absoluta confianza en el patriotismo ejemplar de Cali, que no sólo aclamó la jefatura suprema del gran Precursor sino le ofreció dinero y soldados para la prosecución de la campaña del sur. El Valle del Cauca nunca fue asiento ni asidero del realismo, que desde 1810, había sido contenido y derrotado en Palacé, y por el contrario, era el más fuerte baluarte que tuvo la causa de la independencia en el sur de Nueva Granada. La entusiasta adhesión del cabildo caleño a la persona del general Nariño persistió hasta cuando el ilustre proscripto regresó a la patria en Entonces el Cabildo aprobó un efusivo saludo a Nariño, cuyo prestigioso nombre estaba proclamado para la vicepresidencia de la Gran Colombia.

178 El retato del PreCllrsar luce lwy en el salón de sesionl's de nuestro cuncejo nll;nícipal como una pruel';: de la admiración y del afecto, quc de manera constante le profesó el digno y meritorio procl~rismo de Cali. Narii o, Ralíl'at y Sucre, los t:es grandes libertadore~ de América, vincularon sus nombres egregios :J ;as más memorables páginas históricas uel Cabildo de Cali, que puede el~ogullecerse de haber merecidu las distinciones y la confianza rrestricta de los conductores de la liberta( hispa 11a-a Iller :ca na. Hé (l'luí el caluroso saludo que envió el Cabildo c. I~ño al inmortal Nariño: "Ena ciuciad de Santiago de Cali a los veintisiete dias d~ junio de mil ochocientos veinte y uno: reunidos en su sala de,yuntamiento 105 S. S. qt:, componen el ilustre Cuerpo y conferenciami:l sohre los asuntos pecuîares al Cuerpo, se tratl') ~;obre la venida y regreso de España a la Améric, del Exmo. señor Vicepresidente de la RcpÚlJ: :.:a, General de Divisi<'l!1 Ar 'onia Na i!ïo: y considerando el Cabildo como un deber del Cuerpo, t felicitar a S. l:.xeelencia!10r un aconlecimielltll tan singular y extrao~dinario, acord(', pasarle el siguienteo ficio: Excmo. señor: AI \'el estampado el nombre de V. E. en el Eta de lé, instalaci(jtl del Soberano Congreso dl'

179 -168- la República, ha sentido este Cabildo las impresiünes más vivas que puede causar un ~ozo ilh'sperado. Conservado V. E. milagrosamente y au:1 arrancado por la Divina Providencia de entre la~ garras del fiero español, se ve hoy restituid!) al seno de la República, de esta República cuya independencia fue siempre el encanto y las delicias de su corazón. Si V. E. se presenta otra vez entre sus concildadanos y apenas pisa el suelo colombiano, cuando les ofrece un nuevo testimonio de su constante y heroico empeño por su felicidad. Su Excelencia el Libertador empeñado en la gloriosa lucha contra el enemigo de la República, encarga a V. E. de la vicepresidencia, y V. E. la da al instante un dia de gloria, de gozo y de placer, reuniendo la augusta Asamblea que debe solidar la Independencia y fijar las bases de una sociedad libre y soberana. Estaba reservada para V. E. esta gloria. Los pueblos de Colombia le serán deudores y en todo tiempo se pronunciará el nombre de V. E. con los sentimientos del más \livo reconocimiento. El Cabildo de Cali que ha sido siempre un constante admirador de las virtudes y del mérito de V. E. le felicita por la restitución a la República y con la más alta consideración presenta a V. E. sus respetos. Dignese V. E. aceptarlos como un tributo de gratitud y como una prueba de la sinceridad de sus afectos.

180 -169- Dit)s guarde la importante vida de V. E. ms. as. Sala Capitular de Caly. Junio 27 de Excmo. Sr. B. L. M. de V. E. sus más respetuosos y atentos servidores, Manuel Scarpetta, Víctor Cabal, FéUx Vergara, joaquin Roberto Barona, Francisco Donneys, Gerónimo Vega, Pascual Riascos, FlQncisco Espinosa, Antonio Camacho. Excmo. Sr. Vicepresidente de la República General de Divisiôn Don Antonio Nariflo. (Folio 184. Años Archivo municipal de Cali). * * * Ell aquel año de 1814 se asignó al solo cantón de Cali la suma de if, para atender a los gastos de 'guerra. El Cabildo procedió a hacer el repartimiento de dicha cantidad fijando las respect; vas cuotas entre los vecinos más pudientes de la ciudad. En la lista de contribuyentes domiciliados en el barrio de la Merced de esta ciudad: figuran los nombres de doña Margarita Barona de Cabal, Miguel Barandica, Cayetano MaUna, José Zeballos, Pascual Riascos, Ignacio Polan('~', joaquín Roberto Barona, Víctor Cabal. (Folio 140). E: colegio electoral de Cali insistió en la elecciól de su diputado don FlGncisco Cabal Ba-' rana manifestando en nota dirigida al general

181 -170- Narifio, que los invocados «comprometimienlos» con el gobierno de la República de Anlioquia, no impedían al representante Cabal aceptar el citado cargo y concurrir al colegio constit1lycnte de la provincia de Popayán. (Folio 50). Todos estos hechos prueban Jo que pudiéramos llamar la honda raigambre caleña de don Fraile/seo Cabal Barolla cuya biografía está trazada en la documentación del archivo municipal de Cali. En este mismo archivo se encuent!an las actas del colegio electoral de esta ciudad que volvió a reunirse en 1815, para elegir al sustituto representante del cantón de Cali, por haber sido nombrado gobernador el comandante Francisco Cabal Sarona, que se posesionó el 2 de enero de Fue elegido en su lugar el doctor Luis Félix Vergara, El comandante Cabal Sarona alternaba su residencia entre esta ciud.: d y la h3cienda de la ~Concepción de Amaime», situada a inmediaciones de L1anogrande, que de 1815 ; 1816 habia adquirido definitivamente su nueva denominación de «distrito de Palmira», según se lee en varias escrituras que se conservan en las notarías de Cali. Entre esas escrituras hemos anotado la siguiente suscrita por el mencionado don Francisco Cabal Sarona en estos términos: «En la ciudad de Santiago de Cali a los cinco días de junio de mil ochocientos y diez y seis, pareció presente ell la casa de Sll morada el ciudadano Francisco Cabal, vecino de esta ciudad,

182 -171- finca e : ipoteca a doña Gertrudis Sarona Escobar por suma recibida, especial y señaladamente la hacien da que posee en el distrito de Palmira nombrad,) el Ato etc. cte.» (Notaría 2." Folio 125. Aii,) 1816). En este mismo año se firma entre el señor Francise:) Cabal Sarona y su madre doña Margarita Banna de Cabal una escritura de «Pacto de retrovent1 de las haciendas de la Concepción y Chinche, Bilela, el Hato y Salina de Calota arriha". ES'e pacto lo hace don Francisco a favor de su madre «por las circunstancic-s que puedan ocurrir er lo sucesivo». Y a se preveía el a vance de la rec:ll1quista de 1816 con todas sus amenazantes f):acciones y expropiaciones. Por tal motivo Jas insurgentes se apresu~aron a hacer el correspor.::iente traspaso de sus bienes y a nombrar apo:lerados generales, que Jas representaran en 12s fl1ur2s emergencias. Hemos apuntado el siguiente registro que tiene el mérito de ostentar el é.utàgrafo original, escrito de puño y letra del sabio Francisco josé de Caldas, 'en donde declara que es «natural de Popay,ín", precisando a~i el lugar de su nacimiento. «El Dr. Francisco José de Caláas, na- {ural de,1jopayán y residente en és!a, da poder general a su legítimo hermano D. Rafael Caldas, en Cilly il 2 de junio de Firma Franco. josef de Caldas». (Afic. l8i6. Folia 121. Notaria 2: a )

183 - t72- Don Francisco Cabal Barona declara en la escr tura de retroventa que la casa y tierras del «Ha~o" fueron compradas por su hermano doll Miguel a don Francisco Perilla. (Probablemente se t~ate de un representante de don Francisco de Lasprilla o de La AsprilIa Escoba!, nombre este Ültimo con que firma en el Cabildo de Cali de 1750 y 51, en su calidad de «vecino" de dicha ciudad). En 1816 la señora Margarita Barona ratifica la escritura de permuta de la hacienda de «Mil/agalla del Palmar" o hacienda de «La Palma", que perteneció a su hijo el doctor Miguel Cabal, «vecino" y propietario en la jurisdicción de Cali. (1) En el Diccionario biográfico de Arboleda, leemos que don jasé María Cabal Barona «liegú de Bogotá en agosto del año de 1809 y sigui!) «a Sll /wcienda de la Conccpción de Al1Iaime", a (1) «El Dr. D. Mif!uel Cabal Varona, vecino feudatario de Cali, y domiciliado en dicha ciudad, vende la hacienda de Malaf!G1w, (que fue del Dr. D, Juan VarQna), con casil de habítacion «trapiche con molino de hronce", cañaverales, cacaguales y platanares, en f , Y en pago de la dicha cantidad recibe las tierras del Bolo, pertenecien :cs a D. Carlos Velasco», (Escritura firmada en la hacienda del Umonar, a 18 de mayo de Notaria 2." de Cali). El señtjr Carlos Velasco, vecino de Cali, permutó la hacienda de Vilela, jurisdicción de Buga, en los mismos términos que la poseyó su padre don Pedro Velasco. SÓlo excluye el potrero de Aguaclara y el de la Builrera. (Notaria 2." de Cali), La hacienda de Mala,~al1a tenia además 269 yeguas, 3 burros y 312 reses de buena calidad.

184

185 dedican,:~ a labores agrícolas y a estudios científicos". Por la antcrior escritura de retroventa y por el testamento de doña Margarita Barona creemos que dicho dato está errado, pues en ambos documentos, no se citell los derechos dc propiedad de don José Maria cn la mencionada haciendil dc la Concepción de Amaillle. Estamos informacos de que en el testamento de don Cayetano Cabal, padre dc don José Maria, se incluye, COll1:l legado hereditario, la hacienda del «Hafico", que después pasó al exclusivo poder de don Cayetano Molina Rendón, cuñado de don jasé Muría Cabal Borona. Así también es probable que ci dicho prócer naciera en la hacienda de «El.'-latico", propiedad de su citado padre. La hacielda del "Alisal», perteneciente al fundo de don juan de Barona Fernández, fue adjudicada a la ser:lra María Ge/trudis Varona Calzado, esposa de don Josë Costa, antecesor de la familia Borrero-Costa, de Cali. Y CIl prucha dc clio aducimos la cscritura fechada cn Cali el 15 de dícicmb:c de 1775, cn que consta que doña María (Jrrtrudis Varona seña la cn h ipoteca «COll especialidad :;// hacicnda del Alizal CO/1/0 es CQl/ocÙic/", (Folio 2UO. Notaria 2.' Año' 775). La misma señora Ince igualme!ltc menei.lr de la hacienda de las Salinas y la señora }oslfa Ruiz Calzado seliala "la hacienda que tiene en el sitio de C/linche" cailla incluída en ta citada hipoteca. Pur tantu es fâcil deducir quc la hacienda del /\/is/:/ 110 pertenecía il doîlil Teresa Varuna

186 -174:- Calzado, la madre de don José Maria Cabal Varona. En el memorial fechado el 15 de septiembre de 1791 y suscrito por don José María, en que solicita la irformación de su fe de bautismo del Vicario ecjesi:'~tico de la parroquia de L1anogrande, cunstan las declaraciones de SI1S padres y sobrinos. El señor Cayetano Cabal y su esposa doña Teresa Varona rinden sus respectivas declaraciones «Cil la hacienda de Santa Bál hara del Hatico». lo que prucba que dicho matrimonio residía en esta hacienda de su propiedad y cn donde seguramente habian establecido Sll hogar a partir d,:1 dia de su casamiento (1). Uno y otra se limitan a (I) «En la ciudad de Santiago de Cali en 20 de OCÚIbrc de 1777, pareció el Maestro D. joseph Barolla, Pbro., y dijo que en la jurisdicción de Buga tiene por suya una hacienda titulada ; Atieo de Santa Bárbara, la cual se compone de ganados vacunos y yeguas, esclavos. y demás utcnsilios con sus tierras etc. «que vende a don Cayetallo Cabal en la suma de i I UJ88 y 4 reales». (Notaría 2." dc Cali). Precediendo a la anterior escritura exis'c otra en ljue consta «(fut el 20 de octuore de 1777 compareciú la setiora ooiia josefa Ruiz Calzado, v.ecina de Cali, y dijo que hacía 17 o 18 alios qu~ Je vendió at Mtro. D..Joseph Barolla, prcsbítero, su hijo, varios ùerecllo:>de tierras Cil la jurisdicción de Buga. "Primeramcnte en el llano del Alisal, Matarredondo y Obo, un dcrecho de til'rra llamado el Atico etc.... " Total de la venta!- l1.h90. Merced a esta doble transacción la

187 declarar que don José María nació el 25 de mayo de 17ó9 y fue bautizado en la «Ayuda de Parroquia l\l:' \lisal», pero sin determinar el lugar de nacilr en o, que adcmás no tra pregunta propuesta por el il1lcresado, sino solamcnte la data del día de Sll na;:i1l1iento y de su fe dc bautismo. En cuanto a los - adrinos del prc'jcer Cabal Barona, don Cristóbal Rodrigucz y su esposa doña Maria 1 [/lucia V(//ona, ambos oriunjos de Calí, sólo exi:;tia en el año Je la solicitada informacic'm la SC\ïOr,l María 19nacia, residente en esta ciudad, y quicl,!lace Sll declaración en la siguiente forma: «que 11"cc memoria cicrta que D. José Maria Ca!Jal y Vuroll'.', nélció el dia 25 de mayo de 1769 en el «sitio»,:(e la COllcepciófl del Alisal, Parroquia del Curato cic L1anograndc de la jarisdicción de Huga y que en dicha ayuda de Parroquia del Alisal etc. le piso Óleo y crisma el muy R. P. Fray Pedru Vi!la\'icencio del orjen de San Francisco"... LI se1ïora María [gnacia Barona era tía materna de Jan José M; ria. El se"ior Crist(lbal Rodríglll'/, nativo de Cali y Aka:de Cil 1760, ya hackl1d" lk! Atica pasc', il sel' prop'c(j; d de don Cayetano Cabido qlle sligiere quc desde ticmpo atr is cst<jba inslalilúij '.1 dicha hacicnda ci matrimoniu Callal-Barunil, Este J;,,, permite deducir que el prùœr JOSl' Maria Calml 8 1rol/(/,aciù L'n la antigua casa de «F.! I!alreo> v ful' h:lliti/ill ) en la COl1tigll<J iglt:sia vicl'-parruquia del Iisal, dcp,:mli, nte de la parroquia d\' l.ial1ograndc, o sca la acnili c:l'.iad de Palnlira.

188 -176- había muerto en esta ciudad el 9 de enero de «Su cadáver fue sepultado en el convento del Patriarca San Francisco» I según reza la partida de defunción. El término empleado por la señora Maria Ignacia Varona al decir que don José Maria Cabal "nació en el sitio de la Conccpcibn del Alisal», no aclara suficientemente la cuestión en referencia, porque la palabra "sitio» la hemos visto en varios documentos privados y oficiales expresando una región más o menos extensa. Así, por ejemplo, hemos hallado varias partidas de bautizo y matrimonio con esta expresión bastante vaga e indeterminada: "en el sitio de Amayme», o "en el sitio de Aguaclar;», "en el sitio de San Gerónimo"', o "en el sitio de Yunde», pertenecientes a la jurisdicción de Cali. Igual denominación se empleaba en los antiguos censos municipales. Cada sitio comprendia varias «haciendas» y caseríos. Y respecto al «sitio de la Concepción del Alisal» era tan extenso y poblado que hubo necesidad de erigir allí una vice-parroquia dependiente del curato mayor de Llanogrande. La hacienda del "Hatico» estaba comprendida en el "sitio» de la Concepción del Alisal. En las primer; s Iincas de su escrito, doll José Maria Cabal no hacer alusión a los vecindarios urbanos de sus padres, que por su respectivo origen eran de las ciudades de Buga y Cali. Tanto él como su hermano y sus

189 padres se inciuycn en la denominación autóctona de <Haccllll 1dos dc la feligresía dc LlanograTldc». Hé aquí la f~)fna con que principia el referido escrito, fechado :1 1." dc scpticmbrc de 1791 Cil LlallograTlde: «Señor Vic." y juez Ecc." D. jasé María Cabal} Varo, o1 por mí y a nombre de mi Icgítimo hcrn:ano D. juan, hijos legítimos, y de legitimo matrimonío d~ D. Cayetano Cabal y de Da. Thereza Varona, Hacelldados Cil esta felisflcsía etc." No hews sido. pues, in\'en'ores de! titulo quc lleva esk estudio de índole hist( rica. La afortullada clasificaci()n de los «hacendados" corre desde siglo~ atrás en el lenguaje colonial, que por más v" 'as, le asignó un distintivo de s; perial' calidad. para diferenciaria de los llamados despreciatí\: mente «mercaderes", aunque tal,<ofício ljaxo> : lie también ejercido per los presulltllus:):,) esp :loles. que emigraron a buscar una mti('r sit,;a~'i('j;] ell las tierras de utrilmar. r. ',Ii I: l, cuál era 1;t hacienda del general josé \\arl \ Cal1al Barona'? No era la «ConcepcíÓIl de ;\Il1;lír,le" > propicdad exclusiva de su tía doña Marg;l:'it; Barllna, madre.je los otros Cabales Barol1:\~ primos hermanos de don José MarLl. Tampoco lo e-(\ la hacicnda de la «CollcepciÚn del Alisal... perteneciente a su otra tía dona Gertrudis I-:arona. Resta la hacienda de «Sallta Hól[;a!ll h,' Haticv". propiedad y residencia dc los padres d~1 mencionado general.

190 De nuestra parte, nos inclinamos, a falta de otras pruebas, a asignar a la primitiva casa del «Hatico», el honor h istórico de haber sido la cuna del ilustre prócer. Bien pudieran los actuales hacendados de la antigua parroquia de L1anogrande colocar en la mansión solariega del «Hatico» y en la de «La Concepción de Amaime» (I) sendas placas dedicadas a la memoria de los próceres Cabales-Baronas, Mofinas, Cabal Molina, Cárdenas y demás leales patriotas que sostuvieron con su pensamiento, con Sll sangre y con sus haberes la causa magna de la independencia nacional. Corresponde promover y realizar este justisimo homenaje a la municipalidad de Palmira en asocio con las de Buga y Cali. El último hermano de los próceres Francisco y Miguel Cabal Barona continuó. representando la tradicional vinculación de sus antecesores con el Cabildo de Cali. Este era el doctor Vicel/te Lucio Cabal Barona, benemérito Alcalde de Cali en 1823 y reelegido c~n aplauso unánime para el periodo de El doctor Cabal Barona habíase atraído el respeto y la gratitud del pueblo caleña, (1) Habia en la otra handa tres haciendas que llevaban el nombre de Concepción: la ConcepciÓn del Alisal' la Concepción de Amaime y la Concepción de Nima. En 1690 era ya Cura del "Puehlo de Nnestra Señora de la Concepción de Nillla», el presbítero francisco Cabo de Figueroa.

191 además de sus Óptimas cualidades personales por el L'cuerdo imborrable de sus dos hermanos sacrificauls por la libertad. En aquel mismo año, de 1824, el doctor Cabal Barona salió electo al senado de la República, como candidato propuesto por la ciudad de Cali. Ell rrueba de estas arraigadas tradiciljnes Se menciona también el nombre de don Víctor Cabal Molino \:1 las actas del Cabildo republicano de Cali. Muy joven, apenas contaba veinte años, cuandu (ÇlPÚ la alcaldia de Cali, en Después fue.ide político, ell 1826, de esta ciudad. El señor Fictor Cabal Molina era hijc de don I.uis Cobol Barona, hermano del procer José María. Su IIwdre era la señora Walía Angela Moli-!la RCl/dÓ:', l1ermana de don Cayetano Molina, el yá citado,lcalde de Cali. Así, pues, poseía el doble tílu:( adquirido por sus predecesores para considerar~,l como hijo adoptivo de Cali, en cuyo Cahi/dc) sirvi(í con leal afecto y decidido patriotisml). DOll \JUar, como sus tios Francisco, Miguel y Vicente LIdo, creció y se educó bajo la digna y severa t\ tela de doña Margarita Baro!l{/ (~ue a la par de :~l; hermana Maria Teresa Barolla y de las SC1101'2S Francisca Cuero Cayudo,.fuunQ Camacl1o, IIp.llstina Cayzcdo, TOIT/usa Cuero, Carmelo V('fg(/r~l, María josefa Montoya y María josefa Cnst" Bmona representan,'nk la l1istoria

192 el las altivas y fuertes y abnegadas mujeres caleñas, que modelaron con las virtudes proccras de su erguida raza a los mártires de la libertad caucana y a varios de los conductores insignes de la emancipación americana. Repitamos los nombres egregios de Ignacio Herrero, en Bogotá, el obispo Cucro, en Quito, Manuel Santiago ValIecilla, en Popayán, Francisco A. Caycedo de la LIera, en Nóvita, y Cayzedo y Cuero, los Cabales-Boronas, y los Barreras Costas en el Valle del Cauca, unidos él las heroicas legiones inmorta!izadas por las gloriosas proclamas del Libertador. Todas aquellas «viudas ilustres", que tan patriótica compasión le inspiraron al gallardo coronel Cancino, cuando a su regreso a Cali, en 1820, le escribía al vicepresidente Santander, exigiéndole un justiciero amparo. Todas aquellas nobles matronas sufrieron vejámenes y cobardes persecuciones en la reconquista tie Y aun I11<ÍS, a varias de ellas se les remitil) presas a Popa- Yéin, en donde se les enccrnj cn ci convento de la EI1Clll'IIllCicifl, habitado por monjas realistas, que cxaltaban ci fanatismo de su reacia adhesión p"lilica, condenando a las exiladas damas caleiias a una ración dc hambrc Y sobre todo tratándolas con lin lenguaje más propio dc fámulas cnclaustradas, qul' dl' castas t'cvotas consagradas al sl'níciù de su fe religiosa. Seglin datos quc hemos alcallzado a oír de labios verídicos, quc a Sll turno los habían recibido por el relato de las mismas victimas,-- cn el convento de la Ellcamación tenian

193 --I ~Iacce~o lilujerc5 de vulgar origen, en oposiciún al otro convento del Carmen, habitado por monjas de mejor procedencia y educación. En nuestro persistente propósito de hacer historia a base de documentos ciertos y sin incurrir en los "relatos líricos» de una literatura pulida y orna llentada con la hipérbole inverídica y quizás demasiado panegirista, reforzamos estas líneas dedicadas al recuerdo de las eméritas familias de nuestra independencia citando el siguiente título c:e la copia de un manuscrito que hemos obteni:jo por petición directa al archivo de Sevilla: "ilrcllívo gcn{jral de Indias. -- Sevilla...'laic N." O del Catálo.RO de L. Rubio Il -I<Hi SfcciÓn V. Consejo y Ministaio. -AlIdll. SOl/- tajé. '817. Popayán 19 de mayo. "Testino!~jo de Lina represcnt; ci6n de Doiïa I_uisa, Doria /i!aria josefa y Doña Maria t:ngl"ilcill Vc/gura, vecinas de Cali, al Virrey de Santa F0, Don Francisco de Montalvo, quejándose dl' los procedimientl':> del Comandante militar de Cali que se echl') sobre sus bienes y fas (Irrest(') y enviú a Popadln, separándolas de su madre L'te. "Anexo a carta número 64 de dicho Virrey de 24 de septkmbre de 1817". De ese d,)cumento, cuya copia poilcil10s a la orden de lé. familia Ve/gma, de esté'. ciudad, como una pruet a más de los ingentes servicil)s y

194 -i82- méritos que la ligan a la causa de la independencia nacional, desglosamos este párrafo relacionado con el secuestro de dichas señoras en el convento de monjas de la Encarnación: «A vecindadas Excelentísimo en la ciudad de Cali, donde nacimos y reducidas a pasar una vida recogida y privada, como exigen nuestro nacimiento y demás circunstancias, hemos procurado Únicamente llenar nuestros deberes, y cuidar de nuestra anciana madre, Único asilo que nos había quedado: pensábamos que esta conducta seria un baluarte que nos pusiera a cubierto de toda mala imputación, y que encerradas en nuestra casa lograríamos del sosiego y tranquilidad que brinda el retiro; pero no obstante, el comandante militar de dicha ciudad se echó de repente sobre nosotras y nuestros cortos bienes, nos arrestó y entre indecibles trabajos nos remitió con otras para esta capital, en donde hemos conseguido que se suspendiese la orden de este comandante general para pasar adelante sin saber el destino, a que se siguió la de mandamos poner reclusas y sin comunicación en este convento de la Encarnación: en este estado permanecemos va para un mes sin tener de que subsistir, y con el dolor de haber quedado nuestra anciana madre sola y desamparada». Las señoras Vergaras eran hijas del doctor Luis de Vergara y doña Gerónima Cayzedo y Hurtado, y hemnnas del doctor Lllis Félix Ver-

195 gara, eminent~ jurisconsulto, patriota decidido que logró salvarse de la cuchilla de Warleta y Sámano, pe~rr 'meciendo oculto en las montañas de Calima. 'Hermanas también del capitán Pedro Ignacio Vergara, desterrado a Bogotá, en donde fue condenadc a empedrar con otros compañeros la plaza ma~or de esa capital. El capitán Vergara, fue teniente abanderado del batallón «Santander», que organizó el general Sucre aquí en Cali y acom :;.:\ñó al mariscal de Ayacucho en toda la campaña libertadora del Ecuador. Las otras damas desterradas y recluidas en el citado convclto de Ia «Encarnaciàn» en Popayán, fueron las se' oras Tomasa y Francisca Cuero, María josefa Cayzedo de Larmondo y María Petrona de ValleeiUa. En alguno de nuestros escritos anteriores insertamos una carta de doña GerÓllima Cayzedo y fl'trfado, en que da cuenta del fusilamiento del mártir Cayzedo de la LIera, esposo de doña Tomu.sC! Cuero, verificado en Popayán, el 11 de diciembre de Dicha carta está publicada en la interesante obra «Mujeres de la Independencill" _ por J. D. Monsalve. (Página 258, BogaL!.). j Quién,es hubiera anunciado a las damas firmantes del histórico memorial, escrito a consecuencia de la tumultuaria manifestación criolla del 20 de fehrero de 1743, que sus nietas sufrirían en el destierro de 1817, las hurr:illantes penas impuestas al indeclinable orgullo de su raza in-

196 surgcnte! La critica de aquellos remotos hechos ùe apariencia aislada pero íntímamente conectaùos con el proceso determinante de la psicglogia histórica, hae prever desde entonces los resultad ):,; de una in('onten b~e evolución social y política. * :le * Guiad)s por este criterio positivista hemos veniùo estudiando el «1IIedio ambiente" en que actuó el grupo de los hacendados de la otra banda, atraídos por la innata y poderosa influencia revolucion; ria del Cabildo de Cali, convertído en el núcleo cie mayor dinamismo vítal, que propagó en el Cauca los exaltados ideales de la república democrática. En ese grupo ingresó la simpática personalidad de don Victor Cabal, que como sus parientes J\1olinas y Cabales Baronas mereció la confianza y los honores del Cahildo de Calí. Don Victor Cahal contrajo matrimonio ell esta ciudad con la señora Maria P{'/rona ROr/ero JI Costa, Sll parienta por la línea Cahal-Bélrona. Su!lija dor1a Mercedes Cabal se cas!') en la hacienda de Pan/anillo, hoy llamada AlbiólI, con el doctor Manuel Mmía Mallarino. Don Victor Cabal testó en Cali, el afio de 1826, y en LIna de las cláusulas testamentarias dispone que «su cadáver sea sepultado en la iglesia de San Francisco de esta ciudad, al lado de su padrt politico don José Borrero». En su

197 , \ "- t. "-,, t.....~ Antigua calle de la MERCED, en Cali. La casa de aos p'sos, marcada (X', perteneció a los próceres Francisco y Miguel Cabal Barona. En.sta misma casa se alojú el Libertador a su llegada a Cali ello de el1cl'0 d,~ "En el barrio : ~ la Merced estaban las casas de casi todos los ricos de la colonia: don Jer,ínimo de Escobar, dol1a Agustina Abelenda Molina de Umaña, sel10res A1igul'i y francisco Cabal Barona. don Cayetano Molina, don Jose Ceballos, do 1 Joaquin Micolta, dou Francisco Molina, don :'vianuel de Herrera, don Miguel de Barandica". (Vèa.se Historia de Cali., por Gustavo Arboleda, página 622). Residentes en la calle de la Merced lueron también.los señores Jo~quía Roberto Barona, Victor Cabal Molina, Pascual Riascos y

198 J(,aquin Barandlca Cabal. Años más tarde se trasladó a vivir a Cali, la se- Mra doña Margarita Cabal y Barona Y. de Arango. y hermana del general Jose María Cabal Barona. Su hija doña Teresa Aran~o Cabal se casó con don Santiago Riascos Molin;!!. cuyos numerosos descendientes hacen parte de la actual sociedad de Cali. (restamento de la señora Margarita Cabal Barona. Año Tomo lo. N'Jtarla 2a. Cali). Las anteriores familias, vecinas de esta ciudad y residentes en el barrio de la Merced, tuvieron durante la época final de la colonia extensas y valiosas haciendas en "la otra banda".

199 -185- testamento hace referencia a la hacienda de Palllanilla, situada a inmediaciones de la ae/ual poblaci( n del Cerrito. Hemos llamado la atención a que en los diversos testamentos de las citadas familias Baronas Cal;~ados, Escobar y Lazo, Cabal-Barona, Cabal Mol.na y Barandica Cabal, no se registran propiedê,dcs urbanas en la ciudad de Buga y en cambio sí se mencionan las respectivas «casas de l1abitacón» establecidas en la ciudad de Cali. En ei testamento de doña Margarita BaTana sólo se menciona «la casa edificada por sus hijos'> en esta cilldad. Este dato nos dê. a entender que los señores Cabales Baronas no pretendieron cambiar la residencia de su señora madre, que C'lmo «calei1a rê. izal» quiso instalar aquí en el barío de la Me:'ced el centro de su hogar. En este mismo barrio estaban las casas de los señores Cayetano y Francisco Molina Rendón, Miguel Barandj.;:(l> JOSé Ceballos, Victor Cabal, Pascual r~iasc()s. [ ~nacio Mateus Polanco, cuyos nombres ; parece:l l:11 léls listas de «contribuyentes corres- ~J()ndicflll' ü! h;!rrîo de la Merced». 1.<1. '::'1 dl' los Cahales Baronas correspondía ;1 lil acl"nl residcncia del Ilmo. Obispo, y en ella se alojt" ;,1 Libertador ti su paso por esta ciudad, ell.' lie l'ncf[) de El hi~;t ')rico apellido Barandica desapareciú de Sll alta posiciàn social como otras tanta~; familias dt: la vieja colonía. Nosotros atribu (mas

200 -186- la extinción èe aquellos sonados apellidos a múltiples causas, entre las cuales ha predominado la degeneraci(ln de la raza por taras hereditarias y reagravadas call los matrimonios consanguíneos. En la época colonial fueron muy frecuentes los matrimonios entre los proximos parientes de una misma familia, ya recargada o agotada por suces:vos enlaces de consanguinidad en primero y segundo grado. La causa de degeneración han sido las endemias que debilitan y destruyen la vida humana en la zona tropical. El paludismo en sus múltiples formas agudas y crónicas, la disentería bacilar y amibiana, los parásitos intestinales, la viruela y las enfermedades venéreas causaban hasta hace poco lin elevadísimo porcientaje de mortalidad en el Valle del Cauca. El progreso de la medicina y el paulatino saneamiento de nuestro suelo geográfico han aumentado indudablemente el término medio de la existencia humana en nuestro pais. Cuántas víctimas hacian, por ejemplo, los anscesos supurados del higado entre los campesinos y demás hombres de trabajo? La intervención quirúrgica en la mayor parte de los casos apresuraha la muerte de los pacientes. y el tratamiento médico era casi ineficaz. El descubrimiento de «la emeting», puede decirse, que ha reducido a un mínimo o ha hecho desaparecer la temida complicación del absceso hepático. La disenteria amibiana es yá una enfermedad curable pur el mismo tratamiento. Las epidemias

201 de «disenteria bacilar», en su forma gangrenosa, diezmaban e:3 pantosamente a la poblacion vallecaucana. HI;}' sus mortales efectos son contrarrestados con la' oportuna aplicación de los «sueros" terapéuticos. Ya no se observan en las principales ciudades del Valle las formas "perniciosas" de paludismo, que con un solo ataque determinaban la muerte o extenuaban la resistencia orgáni-. ea de individuos jóvenes y vigorosos. En fin, las condicio:-es sanitarias han mejorado notablemente. No es cierto que el promedio de la edad individual hubiera sido mayor en la colonia que en Ia época actual. Hemos anotado que durante la colonia desa ;arecieron familias de doce y más descendientes en el término de medio siglo. Dichas familias pudientes y acomodadas y por consiguiente, en buenas condiciones de resistencia vital, degener:.ron o se extinguieron totalmente. La ilusoria longevidad de las generaciones coloniales está poi' demostrar. En el estudio dp. los testamentos y en las partidas de defunción no hemos hallado «la copiosa serie de los centenarios» que se daban la mano de un siglo a otro. De manera que 'a tan ponderada supervivencia de "la madera vieja» es otro «dicho» que carece también de fu ~Idamento histórico. Muy pocos de los antepasados colonialës llegaban a los ochenta años y muy raros coronaban la cima de la dilé;- tada centuria. Es indudable que los progresos de la higiene especialmente en los Irópicos han

202 prolongado la vida humana, o por lo menos la sostienen en tin promedio de mayor resistencia. Hemos ca m biado ideas a este respecto con el distinguido médico doctor Pedro Pablo Scarpetta, quien desde hace 45 años ha ejercido Stl profesión en el hospital y en los colegios de esta ciudad y además ha contado con tina extensa clientela particular. Según el experto médico, el máximo de la vida en Cali, oscila entre los sesenta y setenta años. La alimentación de las diversas clases sociales es hoy más abundante y nutritiva. Hay más consumo de carne, leche y pan. Las enfermcdades y epidemias que hemos citado han modificado Sil primitiva virulencia y han disminuído COll la higiene y los nuevos tratamientos. El bocio o antiguo "coto" ha desaparecido cn una gran porción en sus zonas de mayor abundancia. Otro tanto ha ocurrido con la «caquexia palúdicl'). Sin embargo, opina el ilustrado facultativo que si el promedio de resistencia org,ínica ha aumentado, en cambio, la duraci(m o longevidad de la vida l1umana tiende a disminuir en las nuevas generaciones. Ante esta paradoja, que puede c()nsiderar~e «llljo una resultante de la intensa civilizaciijll contemporánea, cabcn otras tantas deducciones que no es posihle apuntar en este hreve èstudio de índole hist()rica. Las precedentes consideraciones que hemos hecho acerca de la decadencia o extinción de liluchos apellidos ljue alcanzaron una brillante

203 - --1 ~9 - posición irtelectual y económica, son aplicables no slllo a las familias «históricas» del antiguo Cauca sino a las de todo el país en general. En nuestr~) concepto, los matrimonios consanguíne0s,--ê!jarle de otros motivos de orden social, COIDO la f21ta de una estimulante educación que hubiera sostenido la selecciàn mental y las virtu des trad i:i onales, --han sida la causa pri nci Dai de ]a este':ilidad psicológica de muchos de los exponentes más preciados de ]a raza y de la cultura cokmbianas. NosotriJs no compartimos la infundada y efectista teoría de la degeneraci:'ijl de nuestro agregadu sl)cial. Estamos seguros que merced él la irnplanté.~ión de un renovado sistema cie instrucción :111blíca. desarrollado de ; cclerdo con los ideales nacionales y las necesidades econólllicas de la ('pue actual, las futuras,{encraciones recuper r;ín el alientl) optimista y el fecllndo élf ín de los cre;ldll1'e:-í dc nucstra nélcjonalidad. 1IcIIJu~; gutado las prucbas lkl tenlé! histófico qill' IICI110Sprecisado a lo largo de ](is actas del CahilJo de Ca'j. Sin el11llargu, I!ilS res!;l (itr(i inkrv:,:,nle docu/llcnto que c(infilllla la Clil1- c1l1si(')1ldl'..:stas p;íginas de "sinceridad y exac-- {i{ud", qlll: :ll'l1los pnlcurado collfroll{ú [ ajo todos ;Ispect\ls. 'i'dtasc del l11enwrial sllscrito por el senur Vict"r Cabal Mulina y dirigido al C uildu

204 -- t 90- de esta cíudad, a fin de solicitar su «amparo» y hacer valer su título de vecino de Cali. El señor Cabal Molina era sobrino carnal de los próceres José Maria Cabal-Barona y Cayetano Molina cuyas vinculaciones con el Cabildo de Cali se transmitieron cn el joven sucesor, que como sus parientes fue un entusiasta y leal ciudadano caleña. El citado don Victor Cabal Molina a pesar de tener su hacienda de Pantanillo en la juris dicción de Buga y a muy corta distancia de esta ciudad, prefirió también domiciliarse en Cali. Podemos aseverar que don Victor Cabal Molino se consideró hijo adoptivo de esta ciudad y en Jas momentos de la odiosa persecución que el realismo de Buga ejerció contra toda su familia, hizo valer con varonil entereza el título de su ciudadania amparada por el Cabildo de Cali. El siguiente documcnto certifica y comprueba este antecedente histórico que pone en claro la actuación que hemos \'enido analizando: «M. I. A. Dn. Vi,:tor Cabal vecino de esta jurisdicción ante V. S. con el debido respeto parezco y digo: quc por orden de D. Cayetano Sarmiento, Alcalde Ordinario de la ciudad.de Buga, me han sacado de mi hacienda del Pantaníllo tres cabezas de ganado que mantengo en aquella jurisdicción por treinta ps. que se me asignaroll ror dicho Alcalde. COll el prctexto del cubierto de sueldos de la tropa que r~sidc en la l11i~j11aciudad. Yo traté

205 - t 91-- de resisti- aquella contribución, ya mia dicjla hacienda en virtud de la venta y traspaso que de ella me hizo mi legitima madre Da. Maria Angela Molina, sl~gí1n lo acredita el documento que existe en mi pc jer y por lo mismo considerarme comprendido en la declaratoria expedida por el Gobierno de la Provincia, en que se previene.que cada individuo haya de contribuír en su vecindario los repartimientos que se le asignaren aunque las hacier das se hallen en extraña jurisdicción: pero sin 2mbargo de haberlo representado asl al comisionado de dicho Alcalde se ha llevado ade lante, verificando la extracciór: con manifiesto trastorno y desprecio de la declaratoria indicada: en cuyo ::stado no puedo menos que ocurrir a este litre. Cuerpo para que en (ilegible) se sirva tomar la providencia conveniente "n obsequio de la Superi(lr providencia y en resguardo de los derechos de esta jurisdicción, que con semejante prucedimiento se han atropellado: Por t2.nto a V. S. rijo y suplicu se sirva proveer lo que corresponde en justicia que imploro y en lo necesario. Víciol Cabal". Sala Capitular de Caly. Abril JO de (Folio 293). El Cabildo de Cali acogi(') el anterior lileilj()- rial y notificó su resoluci6n al Cilb ldo de Buga, que cumo hemos repetido, nu cesab:l de hostilizar a los cilll: : danos que teniendo posesiones en su

206 jurisdicción se habian avecindado en Cali. Como prueba fehaciente del realismo exactor de los señores Sal/clemente y Sarmiento, que se manifestaron implacables. perseguidores de las familias Cabal-Barona y Cabal-Molina, reproducimos con sus respecti vas firmas la siguiente nota relacionada con el «amparo" solicitado por don Victor Cabal: «En virtud dc lo oficiado por V.S. a este Cuerpo sobre vecindario de don Victor Cabal, ha dictado este AYl1ntamiente la providencia que copia: «Sala Capítular de Huga, julio 11 de Recibido con el kstimonio que le acompaña Cil justificación del vecindario de doll Vietor Cabo! en la ciudaj ùe Caly y venta extrajudicial que le ha hecho de la hacienda del Pantanillo su madre doña AI1j.[ch Molil/a. que se agregh; toclo para su constancia al Libro Capitular; y n:mitidll I; acrecncia que dha. Sra. ticne y Si: hijo mell(lr Cil la misma hacienda capa/. de slif ir la II1lJderad: asignación ljllc como vecina de 0sLl sc le ha hecho para el contingente de la tropa etc. Dios guarde a V. S. ms. as. Caye(ww Sarmientu. Cristóbal de Sal/clemelltc. (folio 151. Arch. munie. de Cali). * :j; *

207

208 Damos por concluido este estudio hist ' rico sobre,os hacendados de la otra banda, que durante '1 colonia y en la época de la independelí~ cia na::ional hicieron parte integrante del Cabildo de Cal. Hemos definido la procedencia y actuaciones de un importante grupo de ciudadanos que él parentemente extraños a la ciudad de Cali, fueron sus adictos vecinos y leales servidores. Ese hi:;t'>ricu grupo de meritorios personajes constituycnll parte del núcleo dinámico de la independencia caucana. Nacidos y Vi;lculados en la posesión de la tierra patria, se compenetraron con lus ideales de la emancipación en un sólo aliento de luchas y sacrificios heroicos. El sentimiento terrigen(, LJue habiase transformado en los anhelos vitales de la raza, surgió avasallador y fiero en linea c'errada de combatientes. El soplo incendiariu del «regionalismo criollo» con todos sus ímpetus provoc() el estallido de una revolución, engend 'ada bajo la presi(ín d,~ los exclusivismos colonia'es. Dl ~.(le medio siglo antes de la revolución francesa ya germinaban y se agitaban en el alma autóctor a de la raza indo-hispana los primitivos anhelos de rebeldía y liberación. En el minucioso análisis que hemos verificado de las actas del Cabildo de Cali, no hemos hallado el asomo de una influencia ideológica de origen exótico y disti nto a la genuina evolución política de nuestro conglomerado social. En las actas de 1809 a 1812 no se encuentra una palabra que

209 -194- sugiera aun levemente la importación de los clásiccs postulados de la gran revolución francesa. En la diáfana sencillez y concisa expresión de nuestras «actas revolucionarias» l sólo se revela en forma rotunda y decidida el propósito de una «atdonoma o emancipación» en favor de los tradicionales fueros municipales. Se quería un gobierno de exclusivo predominio criollo, es decir, constituido y representado por los eler.1entos nativos, duel'los y poseedores de la tierra conquistad:!, colonizada y cultivada por la serie multisecular de generaciones arraigadas en «el nuevo suelo patrio». Aparecía alii el altivo sentimiento de una raza autónoma y nacida para la libertad. La conciencia colectiva del conglomerado colonial se manifestaba en la plena fuerza de las tendencias soberanas. La nueva raza indo-hispana no era como no será materia plástica para el vasallaje y la sumisión impuestos por ninguna clase de imperialismos. Tal es la lección histórica que se.deriva del análisis de los orígenes de nuestra emancipación nacional. El movimiento de 1810 que se cumplió en el Cabildo de Cali, era una repetición en mayores proporciones de la protesta inicial registrada en el Cabildo de Uno y otro acto se informan en la misma finalidad política: la aspiración de los criollos a establecer un gobierno autónomo y emancipado del tutelaje peninsular. (1) (1) Véase: Lectura histórica sobre el acta del 3 de julio de /8/0, por D. García Vásquez.

210 Es indudable que la influenc:a del "medio geográfico» fue uno de los factores que actuó de manera pre~)onderante en la guerra.de independencia del antiguo Cauca. Las abiertas llanuras del valle caucano a semejanza de las pampas de Casanare albergaron el ánimo insurgente de las tropas patri':ltas, que en un principio invadieron la zona del sur y luego resistieron con victorioso empuje las aco;'1etidas de las aguerridas huestes realistas del Tambo, Timbio, Patia y Pasto. "Las milicias de voluntarios» que en el Valle del Cauca.:onstituian Jas fuerzas patriotas, se alistaban por su propia iniciativa sin someterse a ninguna disciplina militar. Eran masas colecticias más o menos enfiladas que obraban por su cuenta y riesgo. Tal ocurrió en el célebre combate de "San IUGnitc', en que a ]a cabeza del aventurero inglés RÚnc! acorralaron a los batallones veteranos de "hú5ares de España» hasta obligarlos a un completo rendimiento (1). El soldado valle- ( ) El coronel José Concha, nombrado cn 1820, gobernador civil y IlIilitar de la nueva provincia del Cauca, quc tuvo por capital a la ciudad de Cali, comunicaba al vicepresidente Santander, cn carta fechada en Ibagué el 24 de marzo d,~ H20, la siguicnte impresión: «Los cauljueños como que estaban acostumbrados a obrar como lianeros, pero ya 'ian entrando (se referia a la táctica militar). Hoy he malldi~:.l() a órdenes de MurgueHio a un capitán Palacios muy vivo, ijlily lianero y de mucho partido para que levante caballerías ell el Valle y moleste al enemigo». El coronel :oncha que había hecho la campaña de los llanos de:asanare, era de carácter auust') y poco

211 -196- caucano era un hábil jinete muy diestro en el manejo de la lanza. Asi se decidieron los combates de Palacé (I 811), del Pala (I815) Y de San uanito (1819), con cargas de la caballería vallecaucana. Los lanceros de Llanograrule, Hato de Lemas o sea lo que hoy se llama La Unión, y La Victoria formaron una legión invencible por su arrojo y acometividad. La mayor parte de ellos eran mayordomos o «agregados» de las grandes haciendas del Valle cuyos propietarios, como está demostrado, fueron decididos luchadores por la causa de ;a independencia. Patrones y subalternos tomaron las armas y entregaron sus haberes inclinado a prodigar elogios. Sinembargo hubo de reconocer en el pueblo vallecaucano su innata tendencia a la libertad, qu~ la habia reconquistado, en 18J9, con sus propias arm.3s y sin esperar auxilios extraños. En efecto, cuando llegó el citado coronel Concha al Valle del Cauca, encontró que l:is tropas realistas habian sido yá completamente batíjas. Asi pudo dedicarse a reorganizar nuevos contingentes de soldados y a colectar grandes sumas de dinero para proseguir la campaña sobre el Sur y el Ecuador. Re[Jroducimos Jas justicieras palabras que cons.an en la siguiente proclama del veterano coronel Concha: «Pueblo~ generosos! Yo sé cuánto ha sido vllestro amor por la libertad; no ignoro los sanificios que hab~is hecho ~)or ella, y estoy persuadido que deteslais de todo corazón l:is cadenas. «La Provincia del Cauca aborrece los tiranos y ha sacudido li yugo que la oprimía, sin esperanza de auxilios». (12 de junio de 1821).

212 y sacrificaron sus familias por los ideales de la independenc c nacional. Esta es la historia de los patriotas hacendados de ]a otra banda. No es a "enturado afirmar que ]a region de ia otra bani,2 desde 1760 formaba una comarca aut(l11oma t~)) derredor de la parroquia o feligresia de Llanogr,, de (1). Dicha comarca que se extendía de sur ê. norte, entre los ríos Bolo y Zabaletas tuvo dur;:mte la j; dependencia su historia pi'opia con sus hombres, sus ideas de firme emancipación y sus grandes rl'. L;rsos econ6micos. Entre,j grupo de familias representativas de la antigllél parroquia de L1anogrande, que con la procla;11élc ón de su autonomía municip&1 en :814, pasé a ser 1;:: libre ciudad de Plllmi1 l, se citan los Cl rocidos apellièos A venia, Dac, Arce, Vivus, F.scooQr y TaTI es, Escobar y Nail, os, Coba Escobar, C,, dcllgs, Alvarez, DOl/deys, /fatua A venia, Molin," Escob l l1, Bawna Calzado, anrol/a Feijoo, Cuflul Barona. Estas Íal-:1ili<:s y varijs otras qtll~ 1:lían nexos en Cali, I3uga y Calota, constituyer,n el núcleo de la prirtitiva Palmira y sus híst( ric; s haciendas. La his~0ria ée aquella privilegiada comarca (1) Ell la~ csni~jras y demás registros notariales de aquella ;nc,:; se ke ~ «la regiùn. o <1<\ comarca» o <da feljgre~ia Je I.lan()~randc». En y 16 se d~signa con el titulo de «dis/rito de Palmira».

213 - t98- que desde la conquista y durante la colonia tuvo sus características muy definidas, no pertenece ni a Cali ni a Buga. Esa historia que ha estado inédita, corresponde a la altiva y soberana Palmira, en cuyas dilatadas llanuras soplaron los vientos arrolladores de la independencia vallecaucana. El ambiente vitál de sus fecundas haciendas comunicó el característico empuje belicoso de sus denodados habitantes, que ocuparon siempre la vanguardia en las filas libertadoras. El histórico sitio cie Llanogrande fue el centro militar de las huestes vallecaucanas. Allí concentró el general José María Cabal ]a última victoriosa ofensiva que conquistó e] triunfo de la batalla de «El Palo". Allí en Llanogrande se organizó, en 1819, antes de la batalla de Boyacá, el grupo de guerrillas que en temerario asalto dieron muerte al último gobernador realista, coronel Pedro DomÍnguez, quien a pasos precipitados regresaba de Cali a Popayán par la via de Candelaria. Alli en Palmira se enfiló la caballeria que decidió el combate d(~ «San Juanita". En fin, hemos de declarar que de Llanogrande obtuvo el Cabildo de Cali, un fuerte contingente de soldados y de dinero que dió poderoso aliento a la iniciación de la independencia del Cauca heroico. Aquel Cauca legendario que mereció ser glorificado por Bolivar en su bella proclama, enviada desde la lejana Pamplona, el 7 de noviembre de 1819: «Al llegar nuestros soldados a vuestros j7orí-

214 dos valles, se han encontrado con el dia de la LIBERTAD....,. «Yo iré a visitar los hogares preferidos de la Patria. Os hablo del Cauca». El sol del histórico Cauca irrad;a también sobre la heroica ciudad de Palmira, que se emancipá para sí y para la libertad de la Patria.

215 -200- El Cabildo de Cali promueve en BIO la creación de una sola provincia compuesta del Valle del Cauca y el Chocó - El señor JOSE MARIA CABAL 1lOceparte de la comisión enviada con ese fin a ia provincia del Chocó - Se elíge el sitio de.llanogrande» para la primera reunión de los diputados de las ciudades confederadas del Cauca - El grupo de hacendados de la otra banda, representado en el Cabildo de Cali, obra de acuerdo con el plan político del prócer Cayzedo y Cuero- Actas inéditas del Cahildo de Calí. Señor Dr. D. Tulia Enrique Tascón Buga. Muy estimado amigo: Cali, febrero 21 de Como sé el valor que para un historiador tiene un documento de exactitud y sinceridad,--según el experto tratadista Seignobos,-y el eficaz auxilio de su oportunidad para un trabajo de crítica interna, me apresuro a remitirle los datos que Ud. desea incluir en su próxima obra. Respecto al «Poder para D. José Maria Cabal del Cabi.'do de la muy noble y leal ciudad de

216 Calota", está Iranscrito textualmente por el señ:)r D. Miguel Sa ' tiago Fernández, persona residente en Santander :Quilichao), erudita y aficionada al estudio ùe nuestra historia. Corno Uc. verá, el documento es largo y detallado en las fórmulas legalistas tan empleadas en aquella ép:lca final de la colonia. No tengo paciencia para copiaria con sus abreviaturas y Si/S puntos y comas. He resuelto incluiria en esta carta para l:l1e Ud. lo copie y me devuelva la correspondiel1 ce del amigo Fernández. He deducdo del anterior documento que D. jasé María Cabal estaba en C<:li en el mes de enero de ISI J, y de aquí mismo «dirigió un oficio al Cabildo de Cal oto pidiendo el corresponciente poder ( instrucciones, que se le anunciaban en el oficio de 5 ùc enero de 181 I". A este respecto el p~(ícer Cayzedo y Cuero, cuyo enti.lsiasl110 y ac:ividad :.le propagandista me han demostrado q Je era todo un hombre de pensa- mit:nto y acci 111, había ya conferenciado personalmente con el Cabildo de Calota. Tcngo además en mi pe,jer los manuscritos originales en que refiere el padre Larraondo su actuación en el Cabildo de Calota, en su carácter de comisionado con su compañero señor D. Antonio Tejada. El padre Larraondo p10cedió de acuerdo COli instrucciolles de Cay.:edo y Cuero, lo que e'a más que natural y )('lgico, dado que su hermano D. Manuel Mmía Larraondo, cuñado de CayzedlJ, estaba ya

217 ,, al frente de los 800 milicianos organizados bajo su direcciàn en Cali. He visto por allí un documento en que Cayzedo le urgía al padre Larraondo para que abrevjara su visita a Caloto '1 se trasladara inmediatamente a Cali. Tengo igualmente en mi poder el Acta del Cabildo Abierto, reunido en Cali, el 31 de agosto de 1810, con asistencia de los señores Ors. D. Mariano del Campo y Valencia, quien firmaba también con el apellido Campo Larmondo, y D. Antonio Tejada, diputados por la Junta Provincial establecida en Popayán. No es pues cierto, según dice D. Santiago Arroyo, en sus «Apuntes históricos», que a los comisionados de Popayán «ni aun se les dió audiencia en las, ciudades del Valle». Dicho Cabildo como los sucesivos está presidido por Cayzedo y Cuero, con el título de Teniente Gobernador. Como Ud. puede anotaria Cayzedo y Cuero sí supo aprovechar el título de Teniente Gobernador que le asignó en vía de atracciôn el Gobernador Tacón, en Evoluciones y mutaciones del destino histórico!... Con este mismo prestigioso título recorríó Cayzedo y Cuero todo el Valle, desde Calota hasta Anserma, haciendo una intensa y hábil labor revolucionaria. Como dije a Ud. el Cabildo de Cali tuvo una sesión el 22 de octubre de 1810 en que aparte de otras importantes cuestiones acordo «diputar al Dr. José MarÍa Cabal para la pro-

218 -- O~vincia del Citará, al Dr. jasé María Cuero para Nóvita y al señor Regidor D. joaquín Micolta para el Raposo, quienes bajo las correspondientes instrucciones pasarán a manifestar los fundamentos de 20nveniencia y reciproca utilidad a dichas ilustrl~s Provincias para que si lo estiman se sirvan reunirse con ésta y demás ciudades, y de todas for.r.arse la nueva Provincia proyectada, fijándose. la capital o lugar donde resida la Junta Provincial en cualquiera de las ciudades o lugares confede 'ados a elección de ellos mismos, reunidos en el sitio de L1anogrande, que ha parecido el me's proporcionado a las ciudades amigas, debiendo estar a la pluralic.ad, y caso de igual a la determinacion de la Suprema Junta de Santafé, que actualmente existe sin arbitrio para reclamaria, pues conduciéndonos sólo por el interés general de la Patria y no por nuestros individuales, es indiferente que recaiga en una o en otra la elección que debe hacerse, precedido juramento por les diputados dè cumplir bien y fielmente, y de no dejarse llevar de la inclinació y amor al lugar de su nacimiento, sino por el general interés de la nueva Provincia: en inteligencia que los diputê.dcs electos lo han de ser para la Junta Prcvincial, que a la mayor brevedad se instalará en el lugar que se elija, dando siempre, y en todo CilSO cuenta a la Suprema Junta de Santafé para que recaiga su soberana aprobación". (Es fiel copia del original que tengo a la vista).

219 -204- Del texto anterior he podido deducir y creo haberlo leido en otro documento, que D. jasé María Cabal fue el candidato acordado en todas las ciudades dttl Valle para el desempeño de esta comisión a las Provincias del ChocÓ, según el proyecto iniciado y promovido personalmente por el Dr. Ca/zedo Y Cuero en su anterior jira por las mencicnadas ciudades. Véase la carta privada del Dr. Cayzedo al Dr. Herrera, de fecjla 28 de octubre de 1810: «En vista de la urgencia del tiempo y de la gravedad de las circunstancias, dice la citada carta, el Cabildo de Cali en la misma sesión resolvió extender la misma comisión a los señores José María Cuero y Joaquin Micolta, individuos conocidos e influyentes en las Provincia~, del Chocè), para que en asocio de D. jasé María Cabal emprendieran tan penoso viaje y cumplieran en el menor tiempo posible la referida comi~;irín». (Archivo Herrera). «Viene desde luego esta ciudad de Cali, (reza la citada acta de 22 de octubre de 1810), en la fonnación de una nueva Provincia, dividiendo la integridad de la actual, cuyo territorio sea el de las seis ciudades que se han declarado por este pensamiento, y que están conformes en todas sus ideas y en el sistema de gobierno que se han propuesto. Y respecto a quc reuniéndose las ilustres Provincias del Citará, NÓvita y Raposo, sería la nueva, dentro de pocos aiïos de las más ricas y florecientes del Reyno, por haber derramado pródiga la naturaleza en el seno de

220 esta tierra le; tesoro~ de su fecundidad, acordaron con iglla conformidad, teniendo en col1sid'~racion lo urg', rte de las rres~nks :irc'j1ïsl,nci; s, de día en día más peligïosas, y qt~~ UI: ~oio diputado tadaria más de tres l~icscs en ff:co rer dichas Pr wi,~cias, diputar C01110 por la presente diputan al Dr. D. José María Caú(I! para la del Citará, al d,/elor D, José María CW'fO pa!,l N (' - vita y e! SC); l( Regidor D. joaquin j fico!ta par? el Raposo, quj':i1cs bajo las correspond:entes '.nstrucciones:,asarán a manifestar los fundadlcntos d~ convenic ~Ia y recíproca utilidad a d cha~; ilustres Pro\'in ias». (Es fiel copia (lei original que tengo éi lél i~.ta~. SegLI,'. ':1 cité1.dê. carta dci 1):"0 Ca cc(~o, de fleha ~ th mismo mes de octl'jr~, es ~;~cir, seis dí"s ::cspués, "s::li,' Ôe Cal' la?i/terior comi:, :,n" Tc;:go Idca de que ]&S "ciudades confederadas" no s,do coluvier:..'!: la adhesi('j:- Je~ ChOClo) sino ei ervî') de cu ;Il!io3é:S sunas ùe dinero, no obstante (JI!,: el Gobernador Aguirre, CO!110,Idm cn Pop, y;íll, alcanz ') a rcbé\r todos los '~; \Idales rúhlicùs dl' "quclla rica rcgiún. (Cl~rres :,;ol1dl ncia èe CayzculI :_lcrélj. (. En (LIé tcïmin '~ la comisit') 1 pulítica de Cabal y sv:; dos eompatïcros a! Ch'lu' 0:' No he ~ allado tm"vía un dato preciso y UOCll11cniaoo. La carta (',I que de manera con/ïth:zci{)! le cmtiunica Cayz/~(jo y Cuero a Herrer~: "st'jl0 espera-

221 -206- mas el resuliado del Chocó, que lo tendremos más o menos dentro de un mes», hace creer que la comísién salio de Cali con plazo fijo y calculadamente c.istribuida entre los tres diputados del Cabildo. A principios de noviembre de 1810 la situación rue de verdadera alarma por los preparativos de invasión sobre el Va'le que empezó a organizar TacÓn. Su amenazante «Edicto» sorprendió al Cabildo de Cali, que se apresuró a enviar un clzasqui o posta a Santafé pidiendo auxilio de armas. La ausencia de D. José Maria Cabal en esos momentos, que contrasta con la activa intervención de sus primos hermanos Francisco y Miguel, hace suponer que aquel jefe sali. en vía del Chocil. Se3. lo que hiere, el renovado poder del Cabildo de Caloto,--fechado el 5 de enero de 1811,--que ya había nombrado a D. J osé María para concurrir en su representación a la proyectada Junta Provincial impedida o disuelta por el Gobernador Taclín. hácia noviembre de 1810, permite deducir que el citado D. JOSé María Cabal estaba ya de regreso de su iniciada jira al ChocÙ, pues a fines del mismo enero, estaba en Cali con los demás delegados a la Junta de las ciudades amigas o confederadas, que por casualidad resultaban oriundos o vecinos de Cali. a excepción del Dr. joaquín Fernández de Soto, que como le dije, recuerdo haber leído en ci archivo de Buga o en mi colección de documentos (que revisaré con más detención), una nota de excítación del Cabildo de Cali en et sentido de

222 -207- apresurar la 'esperada venida del diputado por el Cabildo de Suga, cuya actuación car~ció de uniformidad, por una u otra razón, con las tendencias y resolucione~ de los otros comitentes, que formaron un sólo bloqul:: con Cabal y Cayzedo. Olvidábame decir a Ud. que las «Actas» extractadas er. esta carta, van firmadas por el Teniente O('ber.':ador Cayzedo y Cuero, y entre otros, por los señores Cayetano Molina Rendón, Francisco Moliw.1 Rendón, juan Antonio Rodriguez, Miguel Barandíca, jasé Zeballos, Joaquin Roberto Bmona, Dr. jc.>! Manuel de Escobar, Ocrónimo de Escobar. También açarecen los nombres de Cayetano Principe Quintero y Manuel José Principe Quintero, como firmantes. El anterior gïupo está constituido por apellidos pertenecientes a los que aquí en Cali llamaban hacendados de la otra banda, que tuvieron nexos de familia I~ intereses tanto en esta ciudad como cn Suga, pero cuya actuación polílca en la iniciación y en ei transcurso de la independencia nacional, está íntima y permanentemente vinculada a los Cabí. jas y Juntas de Cali. En los Cabildos realistas integrados en su mayoría por individuos nativos de España, figuran en Cali los setiores Barandica :I Zetwllos, que en unión de D. Bernardo Bcnilo Valens (español como los anteriores), D. Anto/lio Nieva Retamora (español), D. Manuel Antonio Buenaventura (chocoano), y

223 -208- José Ignacio y José Maria González Dominguez (de Buga), fueron decididos monarquistas, y sufrieron las airadas represalias del pueblo republicano de Cali, que a fines de 1819, después del triunfo de "San Juanita», ejerció una venganza colectiva contra los representativos de la reconquista de Morillo. La casa del señor Manuel Antonio Buenaventura fue asaltada, pero éste logro escapar hacia Popayán, se escondió en el pueblo de Almaguer, y luego se refugió en Quito, en donde fue denunciado como antiguo realista. De allí paso deportado a Panamá. A los señores Valens, Zeballos, y Nieva se les envió a Bogotá, en caldad de presos politicos, pero con la orden reservada de asesinarlos en el camino. Fueron muertos a lanza en el llano de Tuluá y sus cadáv'~res arrojados al río del mismo nombre. Resp(:cto al señor Barandica, pudo salvar su vida, merced a la influencia de su pariente el capitán Pedro Pablo Cabal González y a la intercesión de ks frailes franciscanos. Los señores González, inexorables perseguidores de los patriotas caleños, se apresuraron después del triunfo de «San Juanito> a incorporarse en la opinión republicana con igual o mayor exaltación a la que manifestaran en su adhesión realista. Héme desviado un poco del tema de esta carta cuya finalidad principal ha sido anotar la his.órica vinculaci<'m de los hacendados de la otra banda con las actuaciones del Cabi ido y de Jas Juntas de Cali, en el lapso de 1810 a 1825.

224 A ese grupo pertenece la mc:-itísima familia de los C(..~ales Balonas, auténticos representativos de la intelectualidad y del :Jrocerismo de tan esclarecido apellido que realza la gloria de la Patria. La historia basada en los documentos señala él los Cabales Baronas con una actuación nítida y afirmativa en la gestación y en el desarrollo del plan de independencia promovido, el año de 1810, por el Cabildo de Cali y la Junta de Ias ciudades confederadas del Valle del Cauca. Me pre-meta reunir los docu:nentos necesarios para un ensayo de crítica histórica sobre este tema, que apenas he esbozado ai correr de la pluma sobre las líneas de esta carta, que concluiré, en la sucesiva demostración de mi próximo estudio. Confío en que Ud. y nuestro distinguido amigo D. Gustavo Arboleda presten su valiosa colaboración en este género de invcstigaciones de enorme importancia para nuestra historia seccional. De mi parte deseo ilustrar mis ideas y debatir as conclusiones que puedan tener su fundamelto en la documentación exacta y sincera de la verdad histórica. Me es muy grato repetirme su verdadero estimador y amigo S. S. DEMETRIO GARCIA VASQUEZ

225 -210- RESPUESTA DEL DR. TULIa ENRIQUE TAseaN Salar Dr. D. Demetrio García Vásquez Cali. Muy estimado amigo: Buga, 3 de marzo de Aviso a Ud. recibo de su interesante carta y del opúsculo «La junta Suprema de Santafé y el Cabildo de Cali». Mucho le agradezco los importantes datos que me mandó para la «Nueva Biografía de Cabal» y los cuales aprovecharé debidamente. Su Opúsc'.llo es sobremanera interesante, pues aporta mucha luz sobre los comienzos de la re\'olución de la Independencia; y el valor de los documentos que publica, inapreciable. Esto no.quiere decir que yo esté enteramente de acuerdo con todas las tesis que Ud. alii sustenta, pues veo con pena que Ud. se dejó arrastrar por un regionalismo exagerado. No me parecen fund :dos los cargos que Ud. y el Dr. Ramos Hidalgo le hacen al Cabildo de Buga por haber propuesto la mediación entre Cali y Poparán. En efecto, leyendo el acta respectiva, se (Jbserva que el Cabildo bugueño propuso li ofreció

226 su mediae jn bajo la condición d~ que fuera previamente é.::eptada por la Junta Suprema de Santafé y por los Cabildos de las ciudades amigas. Cuando llegó la improbación de Santafé, ya las negociacior es habían sido rotas, y que la idea no era Q :sacertada, lo demuestra el hecho de que al reunirse la Junta de las seis ciudades amigas, lo primero que hizo fue insistir en la mediación propuesta por Buga. La id::a de la mediación tampoco fué del Dr. Fernández de Soto, sino del Dr. José Nicolás de Ospina cuyo patriotismo fue siempre insospechable. Veo q llc Uu., tan empeñado en desconceptuar (perdone,i dureza del verba) la actuaci('jn de los bugueños en 1810, no cae en la cuenta de la gran influe lcia que éstos entonces ejercían en el Cabildo tli: Cali, pues me envía una lista de firmantes (;c las actas de éste que más parecen de las uel Célbildo de Buga: buguefios eran D. Francisco ;' D. Cayetano Molina I~endón, o españoles. c l~é(dos en Buga y con hé;cienda en Buga eran D. /I'iguel Barandica y D. josé Ceballos; l1ijo de h:;~ueño y emparentado en Ruga eta D. JOi\ljuin!~(herto Barona; hijos igualmente de bugueiíos eréll D. Jer<'lnimo Escobar y D. José Manuel de J::scobar, y bugueño era D. Manuel José Pïíncipe Quintero (padre de D. Cayetano Quintero González, quien recibió este nombre por su tío Cayet tllo Principe Quintero). D. Manuel José

227 -212- Quintero P:íncipe casó en Bugalagrande con Da. María Josefa González Barona y son -por más sefias- mis tatarabuelos. De modo que el grupo de los que Ud. llama «hacendados de la otra banda» no eran sino hacendados buguei'ios, o con grandes vinculaciones en Buga. Mucho le agradeceré cualquier otro dato que me envie relativo al general Cabal. Le devuelvo, incluso, el poder de Calota. Sin otro particular, me repito su affmo. amigo y S. S. TUllO * * * ENRIQUE T ASCÓN La anterior carta del doctor Tulia Enrique Tascón,--en quien reconocemos una de las mentalidades mejor preparadas para las altas labores intelectuales,-nos obliga a responder a las objeciones del apreciado historiógrafo. Desde luego, el doctor Tascón acepta los hechos históricos que hemos puntualizado en la carta que tuvimos el honor de remitirle con los correspondientes documentos. No infirma la representación de <dos hacendados de la otra banda» en el Cabildo de Cali. Este es el tema principal. Ahora, el doctor Tascón interpreta y analiza tales hechos de manera bastante opuesta a su real

228 -213- significado, Así ocurre, por ejemplo, con el debatido asun:o de <da mediación" del Cabildo de Buga. El doctor Tascàn asegura que dicha mediación no pasà de ser un buen deseo en favor de la paz, que el Cabildo de Buga se reservaba someter previamente a la consideración de los Cabildos de las demás ciudades del Valle antes de ::Jroponer la misma conciliadora mediación al gobernador Tacón y al Cabildo de Popayan, integrado por los más exai~ados adeptos de este jefe del absolutismo colonial. Cons':a en documentos irrefutables, que el Cabildo de Buga manifestó especial afán en anticiparse a proponer por su propia cuenta la proyectada mediación al Cabildo de Popayán y al jefe peninsular Tacón. «Si la ciudad de Buga,-dice el correspondiente oficio del Cab:ldo de Popayán, con fecha 8 de enero de 1811,-no ha tenido parte en esta demostración, debe quexarse de Caly, que tomó su nombre para pedir a Santafé un auxilio qje no ha tenido necesidad sobre las seguridad<:s que le ha dado este Cabildo y sobre el conocimiento que tiene de la prudencia y lenidad de SI:, jefe nada sanguinario, amigo de la paz y de que se conserve la unión y fraternidad en las ciudades y pueblos de esta provincia de su mando ,

229 -214- "A consecuencia de esta seguridad y garantía, acepta de buena voluntad la mediación que V. S. promete a este Cabildo etc». Dias guarde a V. S. ms. as. Sala Capitular de Popayán. Enero 8 de (Archivo municipal de Buga. Legajo N: 13). El coronel Antonio Baraya, jefe de la expediciãn de Santafé, a su llegada a Cali tuvo una desconcertan':e impresión al enterarse de las gestiones adelantadas por el Cabildo de Buga, que se había apresurado a ofrecer su inconsulta «mediación» anle el gobierno del jefe peninsular, enemigo declarado de la Junta Suprema de Santafé y del Cabildo de Cali. El coronel Baraya no vaciló en dirigir al Cabildo de Buga un oficio increpándole enérgicamente sus festinadas labores de conciliación con el gobierno de Tacón. «No puedo meno~, de manifestar a V. S. M. I. -decía Baraya al Cabildo de Buga, con fecha 22 de enero,-que en mi concepto, ha dado un paso que nos puede precipitar en un caos de confusiones. Permítame V. S. M. I. este lenguaje, pues no sé otro que el de la verdad». Ya ve el doctor T2scón que también debe abrir otro pequeño paréntesis para perdonar la dureza del <<lenguaje» de Baraya, que sin pretender «desconceptuar» a Buga, hubo de ceñirse a la verdad de los hechos.

230 «Yo cl)mprendo,-continúa el colonel Baraya, exento ù:: cxagerados regiona smos,-q~le aquel paso (se r~fiere a la oferta de mediación) no debió darse.':ïi anuencia de los derruís Cabildos de la confc{/aación con quienes ese cuerpo está compromehlo a proceder acorde: los pactos celebrados!lo se han roto, y los demás Ayuntamientos no ~l;;!n fallado. V. S. M. I los ha so/prendido ahor~', y no sabemos si aprobarán su conducta». ( \rchivo municipal de Buga. Legajo 13). A peq{ de esta fuerte censura, el diputado por el Cabildo de Buga, doctor Fernández de SDlo, iils;sti( en ia Junta de Id.s cï;lùades confederadas, r::unida er: Cali ello de febrero de 1811, acerca de la emp~ñaùa «mediación»; que en vía transacc'onal y para salvar futura~; responsabilidades, fue a. eptada por la Junta, pero con la condici jn ex : 'csa del desconocimiento del Consejo de Regencia y de suscribir al mismo tiempo la adhesión a la junta Suprem;:: jc Santafé. La asendere2cl mediación quedaba así virtualmente negada )'.omo consecuencia declaróse la guerra contra ci gobierno peninsular que rc lresentaba el coronel '[,C(lil. En estas circunstancias el delegado Ferr i:1ùez de Soto resolvió retirarse de la Junté:. «El ;;,atriotismo siempre insospechahlc» del doctor Osp na, a Lju;en se atribuye la feliz paternidad de la «mediación", tan acren!ent2 improbada a nombre de la Junta Suprema por el prócer

231 -216- Frutos joaquín Gutíétrez, no pudo exceder al patriotismo del doctor Fernández de Soto. Si éste último siguió el ejemplo del doctor Félix de Restrepo en e[ reconocimiento irrestricto a[ gobierno de Sámano, el «insospechab[e» doctor Ospina suscribió también con e[ tirano Warleta e[ acta de 24 de iu[io de 1816, en que e[ Cabildo de Buga renovó y juró sus votos de fidelidad al «amado Soberano Fernando VII». (Arch. munic. de Buga). y los apologistas de «los puros e insospechables» que años después de proclamada [a república, se: doblegaron y juraron una incondicional adhesión a Sámano y Warleta, son los mismos que han acusado ante la historia a] «realismo» del protomartir Cayzedo y Cuero, quien desde la primera hora perfiló sus altivas ejecutorias de patriota ejemplar. Se acusa al promotor de la insurrección libertaria de las ciudades del Cauca, porque desafió con vertical varonia al déspota peninsular. tan temido y adulado por sus adictos oportunistas; se le niega ]a sinceridad de sus ideas y sus actos de patriota porque en servicio de la causa de la libertad, abandonù los afectos y las riquezas y [os blasones de su hogar esclarecido,:on [as virtudes de su raza insurgente; y, por último, se discute el homenaje de la justicia históricé. porque sacrificó la vida en persecución del ideal de una patria emancipada. Ah! la superhuman.il theoría de los apóstoles insospechables!...

232 -217- Tampoco se puede negar que el talento superior del doctor Fernández de Soto le impuso como el hijo epónimo y el prócer genuino de Buga. Co', este doble carácter representó al Cabildo hl gueño no sólo en 1& Junta de las ciudades Iibr~5 del Cauca,-antes y después del triunfo de PaIacé,-sino en el primer congreso constituyen'~e de Ia república, reunido en CÚcuta, el año de :821. Por qué intentar aminorar los méritos del ilustre representativo que sí mereció la confianzél y los honores todos de su ciudad natal? La biografia del pospuesto précer,-exponente na:o del grupo que actuó en el Cabildo de Buga cie 1810, u-cabe enmarcarla legítima y estrictament'~ en la histórica plaza en donde fueron fusilados el patricio Montúfar y el heroico soldadc caleña, su modesto compañero de su plicio. Respecto a la segunda cuestión relacionada con <da gra 1 influencia que ejercían los bugueños en el Cabido de Cali de 1810», es punto histórico que hemos dilucidado completamente en Ias páginas an :eriores. Estamos de acuerdo con el doctor TasclÍn en que la lista de los firmentes de las acta' de este Cabildo más parece de las del Cabild:1 de Buga. Este hecho que atrajo nuestra atei ción hácia un nuevo trabajo de crítica historica, q.iîsimos planearia a la vista del doctor Tascón, a lin de conocer previamer:te su concepto. El doctor Tascón admite la const2ncia del hecho histórico, a puntada por nosotros con el sugestivo

233 título de «los hacendados de la otra banda en el Cabildo de Cali". Mas si nos hubiéramos atenido al criterio un poco ligero a la vez que demasíado afirmativo de los que en estas cuestíones de análisis hist()rico, proceden por la primera ímpresi<ín, de sc;?;uro nos habriamos ahorrado el sostenido esfuerzo de una prolíja ínvestigación para reunir el cúmulo de documentos que hemos insertado en el presente opúsculo. Y es que en la labor de crítica histórica, como en las demás disciplinas científicas no pueden servir de base las "intuici:jnes" más o menos aventuradas. Sin docull1ento~ no se hace historia: es la fórmula insustituible de los grandes maestros de la crítica contemporánea, que con,sideran el documento verídico, cailla "el punto de particta» para llegar a las conclw;iones correspondientes, que son la psicología 'J la "vida" animada de la historía. Adopté,lÍdo los categóricos informes del doctor Tascón, no~; habría bastado saber por ejemplo, que el Dr. jasé MunI/cI de Escobar. caleño nativo, había sido nieto o biznieto de bugueflo, para considerarlo comc a uno de los '«influyentes» de Buga, nada menos que en el Cabildo de Caii. Otro tanto ocurre con los señores joaquín Robcrto, jasé Agustín y Cípriano Barona, tenidos por bugueños, no obstante aparecer sus respectivos nombres inscritos en el censo de los nativos de Cali. En tal virtud, el citado don Cipriallo Baronu, residente en Buga, reclam(') su derecho de vecindad en Cali, según consta en el terminante

234 -----_ '-~-_._----~_._--- memorial que dirigió al Cabildo de esta ciudad. Don Joaquín Roben'o Barona, en su carácter de "vecino» de Cali, fue Alcalde y regidor de esta ciudad, y tanto él como sus descendientes,-que aun persisten eil nuestra sociedad,--- se consideraron siempre como «caleños râizales». Con Joaquín Roberto se cas() en Calí con la señora Petronila Escobar. Fue propietario de Jas haciendas de Jamundí o Sachamale y los Geludos. Dichas haciendas las heredaron sus descendientes don Angel Marfa BOlrero Borona y don joq1}uén P. Barona Herrera, ricos propietarios de cepa caleña (1). De acuerdo con nuestro punto de vista acerca de <<los hacendados de la otra banda» --que no eran hacendados bugueños ni calcfios sino «hacendados de la feligreda de LlanogrGnde» 1 (1) Las haciendas de Sacl1alí1ale, los Gelados y/as Cmlas, habian sidu de don Gerénimo de Escobar, c;;letio nativo y propiciaria en la jurisdicci(m d~ Cali. Estas haciendas fueron embargaùas por Sámano, en 1813, y por \Varleta, en 18íG. El selior joaquin Roberto Borona fué también duetio de la antigua y extensa hacienda de Me/élidez, en jurisdicción de Cali. Los citados señores Escobar y Barona, como :os sefiores Migucf Baral/diea y José Ceballos y la señora Mar- Rurila Baruna v. de Cabal tuvieron SllS correspondientes «casas de habitilciàn» en Cali. Ninguno de dios cnia propiedad urbana cn Buga, según consta en sus resllectivos testamentos.

235 -220- según consta en la solicitud de los comprobantes de su fe de bautismo, dirigida por el mismo don José Maria Cabal en estos precisos términos: «Don jasé María Cabal y Varona, hacendado de la feligresía de Llanoglande»-nos propusimos inquirir si entre los descendientes de la extensa familia Barona, herederos de varias de las haciendas situadas en aquella zona, se habia conservado el resto de algún archivo de familia. Cuando yá escribíamos las páginas de esta disquisición histórica habíamos concebido la esperanza de encontrar en alguna de las viejas haciendas de la otra banda siquiera los rezagas de antiguos manuscritos. En efecto, nuestras emprendidas pesquisas nos llevaron a descubrir unos cuantos documentos, que habían sido guardados con el cariñoso recuerdo de sus antepasados por la estimable familia Prado-Barona, residente en la antigua hacienda de Po tferillo, que perteneció al distinguido prócer caleña Dr jasé Agustín Barona. Entre esos documentos hallamos el retrato del Dr. Barona, pintado en una fina acuarela engastada en oro viejo. Asímismo vino a nuestras manos su diploma de doctor en derecho, obtenido el 26 de marzo de 1803, en el Colegio Mayor del Rosario, de Santafé de Bogotá. Dicho diploma o certificado de estudios, escrito en papel de pergamino, presenta la firma autógrafa del doctor don Andres Rasilla y Meruelo, Rector y Regente del Colegio y la del Secretario don joaquín Rieul/rie y Torrijos. En el texto del mencionado diploma

236 DR. D. JOSE AGUSTIN SARONA Y ESCOBAR RBctor db/ Go/eglo de Santa LIbrada. En el texto del correspondiente dipluma de Doctor en derecho, fechado el 26 de marzo de 1803, en el Colegio Mayor del Rosario de Santale de Bogot", se lec: «Dr. josepl Agustin Vurona hijo de D. JOSe Muria Varona Sallcha y D,ia. Maria Rita etc Escobar.

237 familias ilustres del Reyno y de las principales de la ciudad de Cali-. El Dr. Barona era nieto de D. juan de Varona Ferz, alcalde y Teniente gobernador de Cali y propietario de la anti~ua y vasta hacienda del «Alisal». Era tambièn sobrino carnal' de Frav josé Joaquin de Escobar, el ilustre franciscano caleño.. Entre los descendientes del Dr. JOllé Agustín Barona consignamos les.nombres d~ sus hijos Pedro y Manuel Santos Borona Escobar, nacidos y baullzados en la hacienda de Potrerillo que dependió de la parroquia de Candelaria. En el libro parruquial de Candelaria se registran matrimonios, nacimientos y defunciones de var;as ramas de las familias Barona-Escobar, Barona-Silva, Escobar-Torres, Avenia- Escobar y Llanos-Barona, que tenia n domicilio en el antiguo Llanogrande (Palmira) a la vez que representación en el Cabildo de Cali. El Dr. Barona, en 1809,es designado alcalde de barrio por el cabildo de Cali. «En 18\0 figura en Bogotá en el gobierno constituido a consecuencia de los sucesos del 20 de julio». (Custavo Arboleda. Diccionario biográfico). En 1812a 1813 hizo parte del gobierno de Cundina marca presidido por Nariño. En 1821 fue elegido representante al Congreso, por la provincia del Cauca. Ministro liscal de la Corte Superior de Justicia del Departamento del Cauca (1826). Elector por el cantón de Palmira (1827). Senador elegido por el Departamentu del Cauca, en Asesor de la intendencia del Departamento del CaUc.l. Rector del Colegio de Santa Librada de Cali en Profesor de jurisprudencia del mismu Colegio. Senador suplente pur la provincia de Buenaventura en Miembro de la subdirección de estudios de la provincia de Buenaventura, en asocio de los señores Eusebio Borrero y Tomás Fernández de Córdoba. (1835) El Dr. Agustln Barona Escobar, hermano de los señores Joaquin Roberto y Cipriano Barona Escobar, cuyos nombres están citados en las páginas de este libro, residió en la hacienda de "Polrerillo". En la casa de esta hacienda habita actualmente su nieta Dña. Rosa Barona de Prado, quien ha tenido la amabilidad de suministramos varios documentos históricos pertenecientes al archivo particular del distinguido prócer. El Dr. Barona murio en CaH el 18 de junio de En la página 106 de este libro se dice por confusión «que entre los descendientes del doctor Agastln Borona se cuenta a su hijo don Manuel Santos, /ladre de don U/piano Borona, actual propietario de la hacienda de San GerÓnimo". La confusión consiste en haber puesto el nombre de don Manuel Santos en lugar de su hermano don Pedro, casado con doña Clotilde Quintero Escobar, padres del citadu don U1piano Barona Quintero y de la señora Maria Antonia Barona v. de Navia, residente en Cali. A su turno don Manuel Santos Borona lue casado con duña Beni/da Cardenas y Herrera Vergora, padres de la citada señora Rosa Barona Cardenas esposa de don Alejandro Prado C., residentes en la hacienda de Potrerillo". Por otra equivocación en la misma página, al señor Manuel Maria Borona, esposo de doña Micaela Herrera Lourido, se le conlunde con el hermano mayor de don joaquin Roberto Borona, tratándose en esta cita de Manuel 'Mana, hijo de este último. Las familias de la època coh\nial acostumbraban repetir en serie los mismos nombres.

238 se hace constar que "el doctor joseph A[fustín Varona es hijo de don josé Maria Varona Sancha y doña Maria Rita de Escobar, familias ilustres Qel Reyno y de las principales de la ciudad de Cali». Así comprobamos que la citada familia Barana Escobar estaba incluída entre las principales de Cali. Igualmente hemos precisado que los apellidos Escobar y Barona inscritos en las actas del Cabildo de Cali no datan simplemente de Tales apellidos remontan en las actas de esta ciudad hasta más allá de mediados del sigla diez y siete. La histórica cepa caleña BalOna- Calzado sirvió de núcleo a la futura familia Cabal- Batona, que por varios títulos de nombradía, intelectualidad y riqueza se diferenció de las otras ramas que llevaban el mismo apellido Cabal y que residieron exclusivamente en Buga. El señor Miguel Bmandica y Villaurrásaga «natural de la villa de Bilbao, en el señorío de Viscaya de los Reinos de España», vino directamente a Cali y se estableció en esta ciudad. No tenía, pues, ningún antecedente para ser considerado como uno de los influyentes de Buga. Sus descendientes se domiciliaron en Cali y más tarde en Buga. En 1828, don joaquin Barandica comunica al Cabildo de Cali, que ha resuelto avecindarse en Buga. El señor jasé Ceballos, español, yerno del señor Miguel Barandica, fue también vecino residente de Cali.

239 -222- A la familia Cabal-Barona se unió e! meritorio prócer don Cayetano Molina Rendón, entusiasta y decidido vecino de Cali. Su hermano don Francisco Molina [(('ndón, antiguo nropietario de la hacienda de "Coro/lao», en jurisdicción de Cali, era también vecino de esta ciudad. Y por último, hemos de agregar a don Victor Cahal Molina, quien figuró hasta su muerte como hijo adoptivo de Cali. Los nexos raciales de la familia Cabal Barona y sus parientes Molina y Cabal Molina con la ciudad de Cali, de donde eran vecinos, explican su rcpresentacièm ell el Cabildo de Además, la ideritidad de ideas de los Cabales-Barnnas con el grupo insurgente de Cali, les incorporcí en las Juntas y Cabildos revolucionarios de esta ciudad, cuyos planes politicos, como hemos visto, no estaban dc acuerdo con las tendcncias pacifistas que inspiró la tan comentada "mcdiación» dcl Cabildo de Ruga. FlIéra de este definido gmpo que comprendía tamhién a las familias [-(iascos Molina y Polollloo Molina, domiciliadas en Cali y enlazadas con el tronco de los Cabales-Baronas, no wbo elcmentos de otra proccdenci; en el C<:bildo de Cali. La representación en el Cabildo calcño de este grupo de familias, emparentadas entre sí, no dependía, como lo supone ci doctor Tasc(>l1, de especiales influcncias ni de caprichosas concesiones. Era ei resultado de la posesión de un derecho amparado por la ley y estrictamente limitado a dichas familias, cuyos miembros se habían

240 declarado «vecinos» de CaJi. El gíupo Caba/- Barana compartió Ja hegemonía en el Cabildo de Cali desde 1809 hasta Es de observar, que en la colonia predominaban en los Cabildos determinadas oligarquías, unidas por nexos de familia, no obstante el veto de las leyes reales que como el de la legislación republicana se quedó vanamente escrito. «Se obedece pero no se cumule», ha sido la consigna hereditaria de nuestras averiadas instituciones democráticas. Ya habíamos aclarado que las firmas de los señores Cayetano y Manuel José Prínrípe QuíntclO aparecen como las de otros ciudadanos en alguna de las actas de los va;'ios Calïildos abiertos, que se celebraron en Cali baio el iniluio 'evolucionario de Dichas actas de car \cter püh!ico las podían firmar hasta las personas que estuvieran de tránsito en la ciudad. Los cii;:dlls señores Quinteros no fueron cn ninguna época míembros del Cabildo de Cali, aunque se pretenda incluirles en la enumerada lista de <dos influyentes» de Buga. Por ahí hemos leido un memoria! lkl señor Casimiro González y Correa, en que pil1e al Cabilóo de Cali en su nombre y en el de sus hijos JI su nieto menor don Cayetano quintero y Conzúlez, se les otorgue el título de «vecin, s» de esta ciudad por no querer continuar pertenecienuo a la juris dicción de Suga. (Arch. munic. de Cali. Folia 453. Año lsib). Este dato demuestra Llue hasta 1818 el señor Cayetano Quintero era vecino de Buga y por consiguiente, no había podido, a

241 -224- pesar de todas sus influencias y aspiraciones, figurar en 1810 con el anhelado título de ciudadano de Cali. Nuestras conclusiones están así fir~emente apoyadas en documentos incontrovertibles que desde ahora sometemos a la critica razonada de los historiadores.

242 El 3 DE JULIO DE

243 LECTURA HISTORICA sobre el acta del 3 de julio de 1810 Señores: Ha sido tarea de un grupo de fervorosos cultivadores de la historia vallecaucana, promover el estudio de los hechos genitores de nuestra emancipación política, a fin de avivar la honda raigambre de nuestro sér nacional. Quienes nos inclinamos a contemplar el futuro de los países líbertados por el genio de Bolívar, con un criterio exento de confiados optimismos, sólo vemos la razón de ser de nuestros pueblos indo-hispanos, en la indeclinable fuerza histó ica de sus ideas de independencia. En el fondo de nuestra incertidumbre por el porvenir de los tres paises colombianos, siempre hemos encontrado un firme apoyo de patriótica reacción, en el magno período de su emancipación nacional. Ls atrayente perspectiva de un prog:eso mecánico que para otros es índice de engrandecimiento y poderío, no lo consideramos como el único objetivo de un pueblo empeñado en la persistencia de su misión históricél. Los ferrocarriles y las fábricas, ]a actividad índustria] y la expansion comercial son elementos de riqueza y dominio, pero jamás constituyen la fuerza anímica de los pueblos libres y conscientes de su soberanía..

244 -227- En el exordio de su comentado discurso sobre las cuatro columnas del panamericanismo, pronunciado por el eminente hombre de estado señor Hughes, se leen estos expresivos conceptos: "Si queréis saber qué es lo que veneramos en lo profundo de nuestros pensamientos, no os contentéis con visitar nuestros emporios de comercia: visitad también nuestros monumentos. Reservamos nuestra alta veneración para los grandes representativos de la libertad y de la independencia: Wáshington, Jefferson y Lincoln. Ellos son todavia, y yo confio en que lo sean siempre, los verdaderos intérpretes del espíritu americano». A renglün seguido continúa el señor Hughes exaltando lo que él ci;nsidera la gloria suprema de su poderosa patria: «Algunos nos encontrarán activ{\s para los negocios, celosos para aprovechar las ventajas del intercambio comercial, pero cualquiera que nos conozca bien, no podrá dejar de reconocer, a pesar de nuestras deficiencias, el dominio entre nos 1tros de los ideales de la independencia y de la democracia». No fue, pues, el resonante discurso del vocero norteamericano una apología del progfeso económico. Su orgullo de hombre patriota no se limitó a presentar el poderío material de su nación afianzada en las avasalladoras fuerzas de la mecánica. Antes que entonar el himno del apogeo industrial pidió para el honor de los Estados Unidos, el reconocimiento de sus tradiciones his-

245 -228- tóricas por el culto de los fundadores de su independencia y libertad republicana. Otro tanto deseamos para nuestra patria en el sentido de que se abran Jas puertas de su vasto y variado territorio a la concurrencia del trabajo universal, pero al mi~mo tiempo que predominen los ideales nacionales consagrados con el pensamiento y la sangre de les fundadores de nuestra república soberana. Una ley de la república saxoamericana exige que la bandera nacional flote en las escuelas durante las horas de las clases reglamentarias. La bandera de las estrellas es saludada a cada nueva aurora, por los alumnos a quienes se les ha enseñado el canto de los himnos nacionales. Cuando el célebre francés Huret visitó las escuelas primarias de California, fue sorprendido sobre todo por (da extrema importancia concedida a los más insignificantes hechos de la historia-no obstante tan simple y tan corta,-de los r..stados Unidos. Nombres de generales completamente desconocid0s, fechas de acontecimientos mediocres, se inflan en las bocas de los maestros, como los nombres de César o de NapoleÓn y como las fechas del advenimiento de CronwelI o la de la revolución francesa». Sorprendente ejemplo de los pueblos decididos a perdurar y a imponerse. Una nación, como un sér vivo, agrega Firmin Roz,-el autor de «'La energía americana», obra coronada por la Academia francesa,-no subsiste sino por çl esfuerzo de una «creación continuada»,

246 -229- Mientras más crece la voluntad o el anhelo de persistencia en la formación de un organismo nacional, en igual medida se impone con «la necesidad vital del patriotismo, el apremia~te deber de cultivaria por medio de la educación cívica en escala tonificante. Hemos anotado la trascendente significación que representa para los pueblos de la Gran Colombia, fundada por el Libertador,-quien sí se cuenta entre los grandes creadores de pueblos,- la historia cierta y auténtica del incomparable ciclo heroico de su independencia nacional. La historia de esa emancipación es el signo irrevocable que asegura la existencia de las tres nacionalidades colombianas. Pueblos que han sido capaces de conquistar su independencia con la indomada virtualidad de su propia acción, no pueden desaparecer de las líneas directoras de la humanidad civilizada. Si otras adversas condiciones del medio biológico retardan y aún se oponen a la trayectoria de su progreso colectivo, en cambio, los antecedentes de los esfuerzos creadores del alma nacional garantizan la estabilidad de una existencia definitivamente emancipada. En este orden de ideas, es un imperativo deber de ciudadanía conocer los antecedentes todos de nuestra propia historia, que aún está por hacer conforme a las reglas de un estudio sistematizado y ordenado por la crítica razonada. Asi vamos a exponer en el curso de esta lectura lo que significa el acta que aprobó el cabildo de

247 ., Cali, en su sesión del 3 de julio de 1810, conforme al sentido e interpretación histórica que aparece en la respectiva nota, suscrita por el señor José Miguel Pey, vicepresidente de la Junta Suprema de Santafé. Puede aseverarse que en el mes de junio de 1810 había ya una identidad de ideas y propósitos entre el cabildo de la capital del Virreinato y el de la ciudad de Santiago de Cali. Este cabildo se había convertido en el foco de la emancipación de la vasta provincia del sur de Nueva Granada. En el ayuntamiento caleña se había resuelto manifestar un voto áe adhesión a la formación de una junta Suprema que sustituyera la autoridad del virrey Amar y declarara al mismo tiempo el derecho de los americanos para organizar un gobierno propio y autónomo. Era el principio de la emancipación colonial que se proclamó el 20 de julio de En el archivo municipal de esta ciudad hemos encontrado una de las ardorosas «representaciones» o memoriales en que el procurador del cabildo de Santafé, doctor f!{nacilj de Herrera, instaba a esta corporación a la inmediata formación de una junta que reasumiera la dirección del gobierno supremo del Virreinato. Este documento, que ostenta la firma autógrafa de su autor, comprueba la comunicación que desde mucho antes del 20 de julio existía entre los dos cabildos revolucionarios. Este histórico papel constituye un precioso documento, que creemos sea el único correspondiente

248 -23i-- original que existe, pues como es sabido, el incendio de las antiguas «galerías» de Bogotá, redujo también a escombros el palacio municipal en cuyos archivos se conservaba la documentación del cabildo santafereño y de la junta suprema erigida el 20 de julio. El virrey Amar y sus asesores el oidor Alba y el fiscal Frías eran opuestísimos a la proclamación de la proyectada junta, que considerabûn como un acto de insurgencia, no obstante las reiteradas manifestaciones de lealtad y fidelidad que hacían los súbditos criollos al «amadisimo y suspirado Fernando VII". Mas el curso de los suèesos favorecía las aspiraciones autónomas de las colonias indo-hispanas, que se agitaban bajo la influencia de los ideales de emancipación, que en forma más o menos latente venian germinando en el inconforme espíritu del periodismo americano. Esk estado de efervescencia revolucionaria coincidía en la provincia de Popayán con la odiosa pugna que desde la iniciación de su gobierno había suscitado el nuevo gobernador peninsular don Miguel TacÓn y Rosique. El orgulloso jefe español miraba con enconado desvio a los representantes criollos que aquí en Cali ejercían los poderes de un cabildo que por secular tradición había dado pruebas de una inquebrantable autonomía, reñida con las adulaciones cortesanas y las intrigas de las burocracias palaciegas. Hasta entonces habíase reducido a las alejadas ciudades del Valle del Cauca a una irritante inferioridad tributaria. Sobre ellas

249 -232- pesaba casi exclusivamente el deprimente coloniaje, impuesto por los gobernadores que en la explotada comarca vallecaucana, se hacían sentir como otros tantos pequeños reyes, Desde el principio de su fundación, la ciudad de Santiago de Cali, que había obtenido del insigne marqués don Francisco Pizarra, el imprescriptible título de una poderosa jurisdicción que se extendia tanto a las costas del vecino mar como al norte y al oriente del extenso valle, estatuyó en su naciente cabildo una autonomía efectiva y permanente. Localízada por el conquistador Belalcázar en un punto intermediario entre el mar y el interior de la comarca occidental, la ciudad primogénita del Cauca orientó sus innatas energías en el acreœntamiento de su prosperidad. Gente de iniciativa y de acti vidad proyectó su directa conexión con el puerto del Pacífico. Así consta en las actas de los prímeros lustras que síguieron a su fundación. Muy pronto se estableció una corriente de atracción sobre las vecinas ciudades de Popayán, Calota, Cartago y Buga, que convirtieron a Cali en un animado centro de intercambio comercial. Desde entonces nuestra expansiva ciudad adquirió la característica de un generoso cosmopolitismo, que incorporado y asimilado conforme a las exigentes leyes españolas de domicilio y vecindad, gozaba de amplio acceso en la representación del cabildo. La abultada colección de actas que ha logrado salvarse del deterioro y de la incuria de luengos siglos,

250 -233- llena todavía los anaqueles de este valioso archivo municipal, para demostrar la excepcional importancia del cabildo colonial de Cali. Es de observar que las iniciativas del ayuntamiento no se limitaban al simple cambio de un personal más o menos decorativo, en cuya e'ección intervenian las añejas emulaciones genealógicas y los titulas y escudos estampadl s ~n las meritorias tradiciones de estirpes privilegiadas. Las vías de comunicación extendidas a los.términos de la jurisdicción de la ciudad, que penetraba por la depresión de Tocotá hacia el estrecho Dagua, por la única accesible ruta marcada por los expertos exploradores de Belalcázar y Andagoya, y que era el mismo camino trillado en parte por los primitivos indígenas del valle de Atuncela, que seguían las cuestas del Pepita, para luégo ascender a la citada depresión de Tocotá en sus excursiones al Valle del Cauca; los -:aminos que se prolongaban hacia el sur en busca de los «pasos» de la Bolsa y de la Balsa para conectarse con Cé>\oto y Popayán; el camino del norte que iba a Yotoco, Roldanillo y Riofrío y demás poblaciones anexas a la jurisdicción de Cali; y por Último, la transitada vía del Paso real de San Marcos o de La Torre que se comunicaba con las ricas y habitadas haciendas de la otra banda, situadas en la región de Amair.1e y L1anogrande, cuyos propietarios estaban domiciliados en Cali por nexos de familia y vinculaciones de negocios. Todas estas vías ocupaban la atención del cabildo

251 -234- colonial. Además el mayor expendio de carnes y de víveres y las transacciones de ganado para enviar a Popayán, Pasto, Ibarra y Quito; la provisión de carnes y artículos alimenticios para el Chocó; las numerosas tiendas de comercío, que contaban con una extensa clientela, y el incesante registro de préstamos, ventas e hipotecas, que aun se consultan en las nutridas colecciones de nuestras notarias, mantenían el predominio comercial y económico de la plaza de Cali. Era natural que a esta progresiva fuerza económica correspondiera una equivalente importancia política en el conjunto de la Provincia. Por tanto, se explica que algunos gobernadores nombrados para residir en la capital de Popayán, prolongaran o fijaran su permanencia en Cali. La importancia del cabildo de esta ciudad empezó a crear desde principios del siglo XVIII, una lucha de aspiraciones e intereses de grupos o círculos sociales más o menos antagünicos, que terminaron por apasionar los ánimos colectivos y promover verdaderos conflictos que perturbaron la tranquilidad pública. Este estado de agitación social que revelaba la altiva idiosincrasia de esta ciudad alcanzó su culminante manifestación en el más significativo suceso que haya ocurrido en la historia colonial de la antigua provincia de Popayán. En atención a la brevedad de esta lectura, nos abstenemos de analizar con sus respectivos documentos un episodio de capital interés para el estudio del proceso sociológico de nuestra eman-

252 -235- cipaclon nacional. Sinembargo nos detendrérr:os en la consideración de este ignorado antecedente, que hasta cierto punto guarda una remota conexiôn con el tema principal de esta disertación histórica. Por ahora, nos limitamos, por vía de somera información, a señalar el movimienio de sublevación popular que se verificó en derredor del cabildo de Cali, el día 20 de febrero de ] 743. Desde el año anterior se habia iniciado una intensa lucha entre el grupo capitaneado por el autoritario y dominante personaje español don Gaspar de Soto y Zorrilla y el grupo de tradición criolla, representado por el alférez real don Nicolás de Cayzedo, a cuya extensa y muy distinguida família se habían vinculado notables elementos españoles, y que por consiguiente, hacían causa solidaria con el más poderoso núcléo social de la blasonada ciudad de Santiago de Cali. En 1742 predominaba en el cabildo la representación del citado alférez real. Mas en ] 743, el señor Zorrilla logró poner una mayoría compuesta por sus màs intransigentes adeptos, entre los cuales figuraban los señores Matías Domínguez de Zamorano y Antonio Claret, españoles reacios y poco avenidos con el influyente criollismo caleña, y quienes por otro lado aspiraban a reafirmar el absoluto predominio de sus compatriotas. Este inesperado triunfo determinó una vehemente protesta de parte de la fracción caicedista que contaba con la decidida adhesión del pueblo de Cali. La ciudad se conmovió en todos

253 -236- sus barrios. Y la exaltación popular llegó a una incontenible exacerbación que estalló el 20 dt: fehrero de ese año memorable en las páginas de nuestra sosegada historia colonial. La violenta asonada se lanzó contra el grupo de concejales que presidido por el energúmeno don Gaspar de ~oto y Zorrilla, sesionaba en la citada fecha del 20 de febrero. Penetró al recinto del cabildo cuyos sorprendidos y atemorizados miembros hubieron de refugiarse en una de las piezas de la casa consistorial, que ocupaba en la plaza el mismo sitio en que hoy se levanta el inconcluso edifício nacional. El pueblo enfurecido prorrumpía en amenazantes abajos y mueras contra Los perros chapetones (según el término textual que aparece en posteriores declaraciones), al mismo tiempo que con afiladas hachas convertía en pedazos la represiva horca erigida como emblema de la autoridad del Rey en frente de la casa consistorial. Asimismo desgarró los llamados acuerdos o «autos de buen gobierno», dictados por el odiado ayuntamiento, y por último, abrió las puertas de la cárcel, que estaba en la planta baja del cabildo, y puso en libertad a los reos allí detenidos. La ira popular crecia de manera arrolladora en sus intentos criminales. Grupos provistos de barras trataban de forzar la puerta de la pieza en donde se había encerrado el odiado señor Zorrilla y sus compañeros de cabildo. En esos trágicos momentos sonaron las campanas de la iglesia matriz de San Pedro anunciando la

254 -237- salida de la «Divina Majestad de cielos y tierra", que expuesta en la plaza pública, logró aplacar la iracunda manifestación de un pueblo resuelto a no tolerar la imposicióil de Ull despotismo advenedizo. La prueba histórica de esta sensacional protesta consta en el pliego de acusaciones que el irreducible señor Zorrilla hizo levantar por declaraciones juradas. He aqui los términos textuales de tan grave proceso: «La fracción de los Cayzedos levantándose de mano armada y de hecho pensado contra la Real justicia y vístose profanado el soberano respeto de la majestad en sus Reales Ministros, sin que fuese parte Il contener semejantes arrojos la Divina Majestad dc cielos y tierra, cxpuesta en la plaza pública, escandalizada la ciudad, escalando la cárcel, substraidos los reos de graves delitos; picada la horca con hachas y derribada en tierra, que habia erigido el reverente respeto de la Real justicia; profanados con ignominia los Autos de buen Gobierno, que los señores jueces habian fijado, y cmbélrazados antes a su publicación por el Sr. Vicario, juez eclesiástico Dr. doll joseph de Alegria y Cayzedo; vituperados los señores Alcaldes por Jas levantados con improperios; solicitadas sus muertes con grandes instancias y acol11ctill1ientos, tirando con barras a derribar las pucrtas del señor don Gaspar de Soto y Zorrilla, Teniente actual y Alcalde ordinario a (a sa4ón, donde se habían refugiado para

255 -238- salvar sus vidas; y a destemplados gritos proferían los amotinados: i mueran los perros chapetones! y i vivan los señores Cayzedos!; como más lata y expresamente consta del Juicio sumario, y causas que se hallan avocadas ante el Exmo. Sr. Virrey de este Reyno». A pesar de esta tremenda protesta de carácter popular, el bravo y tozudo chapclôn, que según lo demostrado, no era sujeto intimidable, además de sostenerse en su puesto de primer alcalde, consolidó su combatida posición con el repetido triunfo de sus firmes partidarios, que por encima de todas las resistencias impusieron su misma mayoria en el cabildo de Y a su turno el gohernador de la Provincia, don José Francisco Carreño, titulado cilpitán de inhnteria y caballero de Alcántara, reforzó la autoridad de su compatriota Soto Zorrilla, nomhrándole Teniente-gobernador de la insurgente ciudad de Santiago de Cali. Estas poderosas prerrogativas tendian a favorecer los planes de venganza que urdieron sigilosamente los implacables chapetones contra la familia Cayzedo. En efecto, remitieron una carta privada al Rey dándole denuncio de la violenta asonada contra "la real autoridad» representada en sus legítimos voceros, que se hacían aparecer como perseguidas victimas del adio de los insurrectos criollos, que fomentaban el desconocimiento de la autoridad del augusto monarca. El alarmante denuncio dado en esos términos, motivó la in-

256 -239- mediata promulgaciàn de una real cédula en que se ordena abrir el correspondiente proceso contra la familia Cayzedo y sus secuaces por el nefando delito de insurrección. Dicha cédula que se halla original en el archivo municipal de esta ciudad junto con los demás documentos de este interesélntísimo episodio, que hlsta hoy no ha sido conocido, principia con el siguiente párrafo cuya sola inserción nos basta para el limitado espacio de esta lectura: «EL REY «Concejo, Justicia y Regimiento de fa ciudad de CaJi, en la Provincia de Popayán. «En carta de once de octubre del año de mil setecientos quarenta y cinco, informan con Autos de las inquietudes que ha ocasionado una familia de esa ciudad apellidados Cayzedos, la qual se levant() con sus familiares y amigos el día veinte de febrero de mil setecientos quarenta y Ires, habiendo hecho refugiar a los Alcaldes ordinarios, escalando la cárcel y subslrayendo los reos, con lo demás que se menciona en la enunciada carta". Termina la citada cédula ordenando al Virrey del Nuevo Reyno de Granada, iniciar la causa correspondiente, y firma en su residencia de Buen Retiro a 3 de julio de Yo EL REY"

257 -240- El grupo criollo que estaba enterado de la sombría maquinación del cabildo regido por su omnipotente enemigo, puso en juego la acción de su prestigiosa opinión para desalojar a sus temibles rivales y recuperar el gobierno municipal., Era ya cuestión de vida o muerte. La esperada cédula real en manos del rencoroso y atrabiliario señor Zorrilla, significaba la sentencia de muerte o la proscripción definitiva de los principales representantes del genuino núcleo social de Cali. Ante esta terrible perspectiva no habia más recurso que el triunfo total de la epónima agrupacitín de la ciudad seculan.lente vinculada a la suerte próspera o adversa de sus mejores hijos. El anhelado predominio de la tendencia criollista \'olvió a recuperar sus fueros en el cabildo de La cédula condenatoria fue entregada en manos del nuevo gobernador don Anfonio Mola de Vinacorba, quien saliú de España con instrucciones reservadas para iniciar el proceso de acuerdo con la suprema autoridad del Virrey. Es oportuno advertir que el activo cuanto implacable don Gaspar Zorrilla, Teniente-gobernador de Cali, habia designado en comisión secreta a su leal compañero y compatriota don Matías Zamorano para que se trasladara rápidamente a Cartagena, en donde entonces se e\1contraba el virrey de Nueva Granada. El pronto regreso del señor Zamorano coincidiú con el inquietante rumor esparcido en la ciudad acerca de la llegada de una misteriosa cédula firmada por el Rey. AI

258 -241- mismo tiempo arribaba a Cali el nuevo gobernador Mala de Vinacorba, quien fue recibido y atendido con señalado respeto y acatamiento por el restaurado cabildo, en donde figuraba la gallarda personalidad de don Nicolás de Cayzedo, en el pleno ejercicio de su honorifico cargo de alférez rea l. <ey en este estadll--reza el acta capitular correspondiente,--dho. Sr. Gover. or y Capn. Gral. hizo presente a los expresados señores el despacho librado por el Exmo. Sr. Virrey de estos Reynos (sobre resultas de la caus) actuada en ésta en quanto al alboroto acaecido la noche del día veynte de febrero del año pasado de mil setecientos quarenta y tr('s), en Cartagena, a catorze de agosto del año próximo pasado, en cumplimiento de lo mandado por dho. EXll1o. Señor, que haviéndose leydo en esta Sala Capitular, oydo que fué, y entendido por dhos. señores, dijeron que lo obedecían en la fo'ma acostumbrada en todo, y por todo, y en su cumplimiento estaban prontos como siempre lo han ejecutéldo a observar y {ug/dar la tranquila paz y conformidad que se previene entre españoles, americanos, JI europeos, y sobre lo que nuevamente fueroll amonestados por dlzo. Sr. Govor., co!1minândolcs. y apercibiéndoles con las penas ell dho. despacho impuestas. (Archivo municipal de Cali. Años Q). El mandatario español, hombre de espiritu sagaz y comprensivo, empezó de manera muy

259 discreta por darse cuenta del ambiente predominante en la ciudad. Se puso en c,ntacto con las diversas clases sociales para el mejor acierto de su delicada misión. Y una vez penetrado de la fuerte y altiva opinión del criollismo caleña, optó por desarrollar una política de amistosa atracción a fin de restablecer, hasta donde fue a posible, la rota armonia entre los americanos y españoles europeos, como entonces se designaba a las dos clases sociales y politicas de la yá dividida colonia. Nombró Teniente-gobernador a don Juan Borona Fernández, muy distinguido ciudadano que hacía parte integrar,te del influyente núcleocriollo de Cali. Había triunlado, pues, la bandera del cr ousmo que amparaba la sobeïana supremacía de una ciudad nacida para la libertad y predestinada para las grandes lides del trahajo. Analizando el personal de los adictos al partido criollo de 1743, se encuentra además de los Cayzedos, protagonistas de la protesta del 20 de febrero, a los que portaban los no menos histó- ricos apellidos Cuero, Liera, Vergara, Escobar, Ba/ana, Ruiz Calzado, Cabo de Figueroa, Garcés de Aguil!ar, Salazar Virera, Domingucz dc Riascos y Val/ecilla, cuyos dignos descendientes debian de ser los prl)clamadores de la emancipacil'ln de 1810, Cuando se haya de estudiar en lo sucesivo la procedencia de los promctores de la emancipación de las ciudades confederadas del Cauca, que también figuran entre los primeros de la iniciación revol,ucionaria de Quito y Santafé, ha-

260 -243- brá de remontarse a la histórica protesta del 20 de febrero de La futura biografía de jasé de Cuero, Ignacio de Hetrera y VergO/a, joaquín de Cayzedo y Cuero, Manuel Santiago Vallecilla, Francisco Antonio Cayzedo de la LIera, los Cabales Baronas y Fray jasé joaquin de Escobar, enlazará entre ]743 y 1810, la sintesis sociolàgica de la compleja génesis de nuestra elmncipacíón política. En este orden de ideas y a la vista de antecedentes históricos ahora conocidos, concedemos más influencia en el origen de la independencia indo-hispana, a los hondos y arraigados estímulos del «nacionalismo criollo», dotado de un viviente espíritu terrígeno, antes que a los importados principios de la propagada revolución francesa. No quiere decir que se excluya la fecunda influencia ideológica de los predicados «derechos del hombre», traducidos y comprendidos por el inmortal Nariño y algunos otros de sus eminentes adíctos, que con Iiberad( conciencia adhiríeron a I; s fórmulas políticas de aquella irradiante revolución. Pero el verdadero motor de las aspipciones autónomas de 1810, tuvo su fuerza propia en los anhelos nacidos y sentidos en la vida autóctona de nuestro sér nacional. Por qué pretender buscar en el vago rumor de una ideología reflejada y apenas comprendida, lo que ya estaba latente en los sentimientos prímarios de nuestra raza indo-hispana? En la mente del criolb colonial, profundamente adherido a la tierra conquistada por su esfuerzo y ligada a la

261 -244- sangre de sus afectos, habia germinado la noclon de «patria» con todas sus generosas exaltaciones. La voz sensible de la tierra nativa, que se diluye en «la llamada del suelo», con el trágico acento con que la interpreta un genial escritor contemporáneo, se transformó en la impulsión heroica de nuestra epopeya americana. "De manera que en todo el proceso justificativo de la revolución de independencia,-según un ilustrado sociblogo hispanoamericano,-no debe verse sino la pugna de los nobles contra las autoridades españolas, la lucha de los propietarios territoriales contra el monopolio comercial, la brega por la dominacíon absoluta entablada de mucho tiempo atrás por a1uella clase social podero"a y absorbente, que, con razón se creía dueña exclusiva de esta tierra descubierta, conquistada, colonizada, cultivada por sus antepasados". La revolución de independencia en el Valle del Cauca obedeció al mismo proceso sociológico que h::1bía tenido sus primeras manifestaciones en La encendida pugna entre el elemento criollo y las autoridades españolas volvió a personificarse en el prócer Cayzedo y Cuero y el gobernador Tacón. Este distinguido mandatario peninsular, recién posesionado de la gob~rnación de Papayán, había advertido la orgullosa oposición del Alférez Real de Cali,-nieto del otro Alférez de 1743,-en cuyo cabildo se había fortalecido una \..closa autonomía regional, que ya habia producido acentuados antagonismos entre

262 -245- esta ciudad y la capital de la província. En nuestras últimas investigaciones hemos encontrado varios documentos en que se comprueba que uno de los moviles-quizás el principal,-que determinó la jira del Teniente-gobernador Cayzedo y Cuero, en 1810, a todas Jas ciudades del Valle del Cauca, fue el de premover su segregación de la antigua provincia de Popayán, a fin de constituir con la provincia del Chocó una nueva entidad con plena autononomia para hacer frente a la guerra de independencia, que en forma de contienda civil, preparaba la poderosa resistencia del gobernador Tacón, quien alistaba la exaltada opinión realista del sur contra las acometidas insurgentes del norte de la extensa y heterogénea provincia. En este proyecto tomó parte activa don José Maria Cabal Barona, quíen con Sll primo hermano don Francisco Cabal Barona, actuaban de acuerdo con el cabildo de Cali, en donde tenían íntimas vinculaciones por antiguos y estrechos nexos de familia. Uno y otro pertenecían al grupo insurgente de esta ciudad, que en esos momentos trataba de atraer y asociar a sus proyectados planes a las otras ciudades del Valle. La enunciada idea de constituír una Junta Suprema en la capital del Virreynato, no prosperó con fortuna en el sugestionado ambiente que rodeaba al gobernador TacÓn, cuyas reservadas intenciones se enfjlaban a impedir que la provincia de su mando siguiera las tendencias de eman-

263 -246- cipación propagada por los insurgentes de Santafé. La engañosa política del gobernador produjo una irreconciliable división entre el Valle del Cauca y el resto de la provincia. La correspondencia epistolar cruzada entre el procer Cayzedo y Cuero y el respetable ciudadano don Santiago Arroyo revela esa divergencia de ideas y orientaciones. En dichas cartas el patriota caleño aparece informado del plan de esperar la llegada del comisionado Villavicencio a Santafé para proclamar la Junta Suprema, y luégo declarar el absoluto desconocimiento del Consejo de Regencia. Ya hemos anotado entre los manuscritos del archivo municipal de Cali, uno de los memoriales en que el procurador Ignacio de Herrera, excita en forma perentoria al cabildo de Santafé para proceder a erigir la Junta Suprema, que sustituyera la caduca autoridad del virrey Amar y Borbón. Los insurgentes de Cali estaban no sólo enterados sino identificados con el movimiento de emandoacion acordado en el cabildo de Santafé.. El memorial del intrépido personero del cabildo santafereño había trasmitido la chispa incendiaria de las nuevas ideas, que acogidas por los cabildantes de Cali fueron propagadas en la propicia tierra vallecaucana. En ese altivo documento se hace referenda al decreto dictado en febrero de 1810 por el Consejo de Regencia, en que prevenía a los americanos que eligiesen diputados a las cortes españolas y se reproducen

264 los conceptos de la amplia proclama escrita por el mismo Consejo co"n el fin de atraerse la opinión de las ya agitadas colonias, en estos elocuentes términos: «Españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres,. no sois ya los mismos que antes encorvad,js bajo un yugo erais miradas con indiferencia, vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia,. vuestros destinos ya no dependen ni de los Ministros, ni de los Virreyes, ni de los Gobemadores,. están en vuestras manos". «Estas palabras, -decía el procurador Herrera en su vibrante representación al Cabildo de Santafé,-no pueden ser vacías de sentido, y la América las recibe como la prueba mènos equív()ca del amor y protección que nos dispensa el Consejo de Regencia. Si: a él debemos la justa declaratoria de hombres libres puestos al nivel dé los Españoles Europeos. No somos ya bestias de carga ni esclavos condenados al trabajo. La ilustración de nuestro siglo ha influido mucho más para que se haga todo el honor debido a la humanidad; y ella misma acabará de disipar las tinieblas en que hemos estado envueltos para que se lleve hasta su perfección una obra maestra digna de los grandes intentos de los Saavedras, de los Castaños, de los Escaños y de los Lardizával. Comencemos pues a poner en uso los sagrados derechos de hombees libres, imitemos al pueblo de Cádiz y tratemos de organizar a la

265 -248- mayor brevedad una junta SUpeIior de Gobierno, que nos sirva de fanal en nuestras deliberaciones». Santafé, mayo 28 de DR. IGNACIO HERRERA (Archivo municipal de Cali. Volumen: 1801 a Páginas ). El anunciado regreso a Popayán del gobernador Tacón, aureolado con el prestígio de la victoriosa campaña que habia realizado sobre los revolucionarías de Quito, obligó a los ediles de Cali, a anticiparse al previsto curso de los sucesos, con la aprobación del acta del 3 de julio, en que se manifestaba una identidad de ideas acerca de la emancipación del Virreynato y se pedía al cabildo de Santafé la inmediata instalación de una Junta Suprema de seguridad pública. Los sonoros pregones anunciaron en la maño. na del 3 de julio de 1810 la convocatoria de un cabildo extraordinario para deliberar sobre los importantes asuntos que venian agitando a las diversas cl::ses sociales. Una banda de músicos recorría las calles de la insurgente ciudad, que con valerosa resolución iba a anticiparse a proclamar su adhesión a la libertad de la nueva patria. La voluntad emancipada de este heroico pueblo que jamás ha temido afrontar las decisivas responsabilidades, había resuelto ocupar la vanguardia de la iniciada lucha por la independencia

266 caucana. La convocatoria extraordinaria se transformó en "cabildo abierto», según consta en las páginas del libra que conserva el indice cronológico de las trascendentales sesiones del cabildo caleña, que desde aquel glorioso día, se celebraron con asistencia del pueblo deliber;;nte. Desde aquella memoriosa fecha, el cabildo de la colonia, que habia sido una monopolizada corporación de castas privilegiadas, se con virtió en el libre estadio de la democracia alternativa y de la igualitaria ciudadanía de la República. Tal es el significado de las auroras libertarías del año de 1810, "en que el pueblo soberano, según las palabras inscritas en el acta del 20 de julio, manifestó su voluntad con el acto más solemne y augusto con que los pueblos libles usall de sus derechos, para depcsitarlos en aquellas personas que merezcan Sl:l confianza». En carla fechada el 14 de jullj de 1810, el doctor Cayzedo y Cuero comunica al señor Arroyo la aprobación del acta del 3 de julio, que como era de suponerse por las circunstancias ya apuntadas, no tuvo aceptación entre los incondicionales adeptos del gobernador Tacón. "Este cabildo dice en la referida carta el doctor Cayzedo, acordó lo mismo que anuncié a usted en mi antccedente,-fechada el 29 de junio.- He entendido quc por notícias sueltas y sin rectificar nuestros juicios con la vista del acta, e han pronunciado allí sentencias de proscripción contra nosotros. Yo me complazco que a listed pareciere bien mi

267 -250- plan, aunque discorde en el punto de que disuelto el Consejo de Regencia de Espwïa se disuelvan nuestras ohligaciol1es. A mi primo Lorenzo Camacho remito copia del acta, y con testimonio legaiizado hemos dado cuenta al Consejo de Regencia, al Gobierno de la Provincia, al Supremo del Reyno, al Comisionado Regio Villavicencio y al Cabildo de Santafé». "En Santafé aún no se ha erigido la Junta,-continúa el doctor Cayzedo,---pero no lo dude usted que se verifique luégo y cuando nó a la llegada de Villavicencio. El Virrey habia callado y el Concejo le instó sobre el particular. Nosotros tenemos el honor de auxiliar lâs benéficas ideas de la capital, ya que en Popayán por miedo o por una baja y servil adulación no se han atrevido a recljmar sus derechos». En la aludida carta del 29 de junio de 1810, es decir, cinco días antes de que el cabildo de Cali aprobara el acta del 3 de julio, el doctor Cayzedo participa al mismo señor Arroyo los puntos principales de la proyectada acta, "ceñida a las precisas capitulaciones siguientes: que disuelto el Concejo de Regencia no tenga derecho a establecerse en nuestro continente ni pueda reclamar posesión: que nosotros entonces seamos árbitros para elegir la forma de nuestro gobierno atemperándolo a nuestros usos, costumbres y carácter; y que luégo, sin pérdida de un momento,

268 -251- se organice en el Reyno una Junta Suprema de seguridad pública». N o obstante las reiteradas manifestaciones de lealtad a la persona de Fernando VII, las anteriores ideas no eran admitidas por el gobernador Tacón. El cabildo de Cali, colocado en el dilema de someterse cobardemente a los ambiciosos designios del infatuado jefe peninsular qu..: había cobrado mayor prestigio con sus victorias en el sur, o adherirse sin restricciones a los proyectados planes de emancipación, resolvió anticiparse a proclamar la instalación de tina Junta Suprema en la capital del minado Virreynato. Dos puntos se destacan en la mencionada acta, ctlyo original fue decomisado con otros documentos legajados en el volumen de 1810, por el brigadier Sámano en su entrada a esta c;udad, en Tales puntos son los siguientes: el reconocimiento condicional y transitorio del Consejo de Regencia y la proclamación de una Junta Suprema por el cabildo de Santa/é. Corno consecuencia del acta del 3 de julio, el cabildo de Cali pasó a desconocer la autoridad del gobernador TacÓn, ascendido por decreto de la Regencia, en premio de Stl afortunada campaña, al grado de Cor(,nel de los ejércitos del Rey. Al mismo tiempo el cabildo caleña dejó constancia de su protesta contra el rumboso titulo de Excelencia, conferido al cabildo de Popayán por sus sostenidos y eficaces servicios para combatir a

269 los patriotas de,da inmortal provincia de Quito, que según declarábalo el cabildo de Cali, habia sido la precursora de nuestra libertad e independencia. Y en prueba de un justo desagravio por las incomprensivas y hostiles manifestaciones en que se había incurrido ante los sucesos de Quito, en 1809, el mismo cabildo ordenó que "se cancelen y se b<)rren en los libros capitulares todas las actas en que se hubieren estampado expresiones infamantes del honor y estimación de esa ilustre provincia, que todas fueron producidas por la opresión del antiguo gobierno y por la bárbara crueldad con que se ocultaba a estos pueblos generosos el verdadero sistema, el origen y fundamento de aquella revolución". Los anteriores conceptos revelan los motivos por los cuales la revolucj(;n de Quito no tuvo una favorable repercusión en el Valle del Cauca, y especialmente en el cabildo de Cali, a pesar de la preponderante intervencihl, que en la gran emergencia había tenido el obispo José de Cuero, acatado tío del doctor Cayzedo y Cuero, presidente del cabildo de esta ciudad. Por los nuevos documentos que hemos encontrado, se comprueba que el advertido gobernador Tacón se propuso aislar a todo trance a la provincia de su mando, para que de ninguna manera se diese cuenta de la trascendental importancia del grito de Quito. El previsivo gobernante interceptó y retuvo la correspondencia y demás papeles dirigidos desde Quito a los cabildos del Valle. Y

270 -253- con el estudiado fin de excitar a ]a opinión pública contra los patriotas de 1809, hizo creer que se trataba de un movimiento de alianza con los enemigos de la religion y de la vida del Rey, para entregarse en manos del detestado emperador Napole~)n. Si el hábil y sagaz político logd cerrar filas y compactar a los habitantes de toda su provincia contra la insurreccil~n de los meritorios p3triotas quiteños, no le fue posible prolongar el eng1ñoso aislamiente con Quito. ni mucho menos impedír las comunicaciones con la capital del Virreynato. La desafiadora actitud del cabildo de Cali cambió la faz política de la some:ida provincia y dymostró al gobernante peninsular la formidable reacción de patriotismo vallecilucano. La voz de sirena del sátrapa Tacón, al decir del ínclito prócer Frutos Joaquin Gutiérrez, si acaso pretendió perturbar la armonía de las ciudades libres del Cauca, no pudo oponerse a la revolucionaria influencia de la Junta Suprema Ce Santafé. En su célebre edicto de: 4 dé octubre de 1810, el gohernador Tacón increpa la sediciosa labcr del cabildo de Cali, que "con su mal ejemplo y recíprocas sugestiones»,--son sus palabras, -habia concitado a las ciudades del Valle "a romper la unidad con la capital de la provincia y a separarse de sus covasallrs los españoles, y de la valiente'y generosa península». El recursivo gobernador en su ohstinado empeño de neutralizar las iniciativas del cabildo de

271 -254- Cali, que consecuente en su enunciado l'jan de emancipación, ya había desconocido al Consejo de Regencia de España, c;cudió al medio de interponer ante la Junta Suprema de Santafé a la titulada «Junta de Seguridad Provincial», que él había convertido en una dúcil crc1ci'n de sus intereses personales y políticos. La Junta de Sant;.fé aprobb en cada una de sus partes la conducta politlca ad: ptada por el cabildu de Cali, que no en v:mo había asumido la responsabilídad de anticipar su decidida adhesion a los principias de la revolución cie 18J o. Antes de terminar esta lectura sobre los antecedentes y el significado de la rememorada acta del 3 de julio, nos permitimos insertar la contestaci()n de la Junta Suprema en que justifica el desconocimiento del Consejo de Regencia, verificado por el cabildo de esta ciudad. Es un documrnto inédito, que en parte completa la histórica nota de aquella Junta, en que amerita la trascendental significación del acta del 3 de julio de Dicho documento suscrito por el vicepresidente Pey está precedido de una nota firmada por el pr(;cer Acevedo y Gómez, el egregio tribuna del 20 de julio. «Esta Suprema Junta en vista de las comunicaciones oficiales de la Seguridad de Popayán, ha r('spondido a aquel Gobierno lo que constfl de la copia adjunta legalizada que dirijo a Usía para que la haga entender a Jas demás ilustres ciudades, que tan generosamente se' han declara-

272 do por la Santa Causa de la libertad de los Pueblos americanos, que no podrán re''-ocar en duda sino las personas en quienes el hábito de la esclavitud haya podido sofocar las impresiones innatas de la naturaleza. Santafé, seis de Noviembre de mil ochocien- diez. josé Acevedo Gómez Vocal-Secretario. tos -Dias güe. a Usia ms. as. Señores del Muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de la ciudad de Caly. Oficio de la junta Suprema a la junta de Popayán. Reconociendo como reconoce la Junta de Seguridad pública de esa ciudad, que la Suprema de esta capital ha tomado cuantas precauciones erân posibles para e'jitar la desunión àe los pueblos y la desmembraci( n de 13s provincias, debe confeséjr que si los sllcesos no han correspondido a Jus demás de este gobierno y del de Popayán, es por un efecto de la diversidad de opiniones, entre las cuales segu:-amente no sería justo se prefiriera la de los pueblos que doblar la cerviz bajo las cadenas de la esclavitud, a la de lus que en uso de Jas derechos incontestahks de su libertad, han querido voluntaria y generosamente s,;cudir el yugo que el consejo titulado de Regencia les había impuesto, cuando los hombres

273 de América tratados como manadas de an:males, no tenian ningún arbitrio de resistir. La doctrina a que se han acclmoclado esos Pueblos respecto de su antigua Matriz, no es méís que III conducta que guarda el gobierno de Popayán nara con el provincial e iniciativamcnte con la Suprema de Santafé. La máxili1a de haberse disuelto los vínculos por la cesación de los funcionarios antiguc's e instalaci(">n de una Junta Provincial con la iniciativa de Suprema, no es máxima del Gohierno de Santafé sino del de Popayán, y así nadie menos que esa Junta debe extrañar que los Pueblos del Norte, (1) viendo la capital de su provincia (I) Refiérese a las ciudades del Valle del Cauca situadas en la zona norte de la antigua provincia de Popayán. El doctor don jose Rajad Mosquera, testigo presencial de estos sucesos, en carta dirigida al general Santandc", con fecha 22 de mayo de )832, hace esta terminante déc1aración que comprueba el antagonismo de tendencias políticas que, en H110, se marcó entre las respectivas zonas sur y norle de la provincia colonial de Pop.iyán: «Desde el principio de /luestra revolució/l,-dice el citado doctor Mmquera,-Ia ma)'oria del puebla bajo de esta ciudad (Popayán), todo el d!l l1alle de Palía y Pasto se declararon por el partido realista " el del Val/e del Cauca, ma)' particularmente Cali, por la independencia. El rio de Ovejas vino a ser, pl/es, la linea divisaria de los dos partidos en que se dividió esta provi/lcia"..... (Archivo Santander. Vol. XIX. Pág. 303). (Véase: l Bolivarismo del Valle del Cauca, por D. García Vásquez. Cali-1926).

274 -257- adherida al hábito de la esclavitud, siguiesen la voz de la capital del Reyno que los llamaba al goce de su lihertad. Esta no puede con justicia retraer a los pueblos de unos sentimienlos que por ahora no se conforman con los del gobierno de Popayán, y que sin sugestión de parte de esta Suprema Junta han adoptado sus opiniones, prefiriendo la de su libertad a los horrores de la esclavitud. Entre tanto que esa Junta de Seguridad pública subsista ligada al consejo titulado de Regencia, y que muchos de los pueblos no se acomoden a este sistema, el gobierno de esta capital nada puede hacer en agravio de sus derechos ni ofrecerse a la reunión que en circunstancias tan contrapuestas les sería demasiado perjudicial. Santafé, Noviembre cinco de mil ochocien- diez. jasé Mi~llcl Pey, Vicepresidente. tos Dias güe. a Usia Muy Ilustre ms. as. Señores de la Junta de Seguridad pública de Popayán. -Es c~ipia. Santafé fecha ut supra. Acevedo, Secretario. Certificado. Caly, Noviembre veinte y siete de mil ochocientos diez. jasé Nicolás de Silva, Esno. de S. M. Pea. y de Cavdo. (Archivo municipal de Cartago).

275 -258- El anterior documento es un valioso aporte para la crítica históric3 de nuestra revolución de independencia. Su sola lectura relieva la acerta da orientacir'm del cabildo de Cali, que en horas de peligrosa confusión para la causa de la patria, fijó la trayectoria del Cauca heroico. Las díanas del triunfo sonaron en la gloriosa jornada de Palacé en cuyo luminoso horizonte se abrió el ciclo épico de nuestra emancipación nacional. Señor alcalde de la ciudad, señores concejales: En nombre del Centro Vallecaucano de Historia, os presento una calurosa felicitación por el acto de justicia histórica que habéis cumplido al colocar en el salón de sesiones de esta digna corporación, el cuadro en que está inscrita la honrosisima nota, que en relación con el acta del 3 de julio, dirigió la Junta Suprema dé San:afé de Bogotá al cabildo de la ciudad de Santiago de Cali. Cada una de esas histàricas palabras es un justicíero elogio a la obra constructiva de los próceres caleños de N O TA de la Junta Suprema de Santafè al Cabildo de Cali La junta Suprema de Gobierno de este ReyrlO que ha recibido el acta de Usia de 3 de julio, cuando ya se habia instalado este centro de la común unión que era lino de los más vivos deseos de es'e ilustre Ayuntamiento, ha tenido la complaceneia de ver en ella tan perfecta unanimidad de

276 -259- sentimientos con los de esta capital. Coly tendrá el honor de decir ell la posteridad que se anticipó a manifestarias, y correr los riesgos a que la exponia su declaración, y la capital que ha contado erl el número de sus atletas más vigolosos en la terrible lucha que Iza tenido que sostener, a un l/ljo de esa ilustr e ciudad, regist! aró ell las primeras líneas de sus faustos el suelo que lo supo producir, y que manifiesta que existen todavía en él ot!os no menos robustos dc/ensores de la Pattia, con quienes ella siempre agradecida contará. Los esfuerzos de ese ilustre Ayuntamiento deben dirigirse, pues, ahora, a consolidar la obra de nucstw unión, y para ello la Suprema junta espera que Usia enterado de la convocatoria, que se le acaba de dirigir, poi medio del Cabildo de la capital de su provincia, concurra a que venga cuanto antes el diputado que la debe representar. Dias guarde a Usia muclzos años. Santa Fe, seis de agosto de mil ochocientos diez. DR. JOSE MIGUEL PEY, Vicepresidente. SeiÏores del nuy ilustre Cabildo, justicia y Regimiento de la ciudad de Coly. Es copia que certifico. Coly, agosto veintisiete de mil ochocicntos diez arios. JOSE NICOLAS DE SIL VA, Esno. de Smg. y de Cabdo. Legajo 57. Año (Archivo municipal de Cartago).

277 APENDICE DE DOCUMENTOS INEDlTOS

278 LA JUNTA SUPREMA DE SANT AFE COMUNICA SU INSTALACION AL CABILDO DE CALI «Están realizados los justos deséos de ese Ylustre Cabildo; y yá existe en la capital de Santa Fé la junta suprema de gobierno, por que tanto suspiraban los pueblos. El veinte y uno de julio fué el dia venturoso por su instalación, y por los grandes acontecimientos que la acompaí'iaron: en medio de las armas y del ardimiento con que toda clase de hombres reclamaban sus derechos, no se derramó una gota de sangre, ni se cometió lin suceso, que pudiera manchar la conducta de un Pueblo, que se manifestaba noble en su mayor revolución. La obra grande de nuestra libertad está comenzada, y para lievarla a su perfeccion, necesitamos del auxilio de las Provincias: que sus diputados vengan a reasumir el poder soberano, a dictar las leyes sabias que feliciten a todos, a proteger las artes, y a poner los cimientos de un gobierno paternal, que forme las delicias de nuestros hijos. Lejos de nosotros las discordias, y espíritu de celo, que sirven de tropiezo a las grandes empresas: la conservación de estos dominios para nuestro suspirado el señor Don Fernando Séptimo, y el amor a la patria serán la divisa que nos distinga entre todas las naciones del globo. La ilustre ciudad de Caly está empapada en estos sentimientos, y espera esta suprema junta, que con su adhesión a la causa justa nos dé un nuevo testimonio de los

279 -264- grandes talentos con que la naturaleza ha dotado a cada uno de los miembros de ese ayuntamiento. La capital del nuevo Reyno de Granada cuenta con éllos, y espera tenerlos a su lado para que ayuden a llevar el peso. Dios guarde a usia muchos años.--santa Fé y agosto tres de mil ochocientos diez.-dr: josef Miguel Pey, vice presidente.-d. Antonio Morales, vocal secretario. Sefiores del Muy Ylustre Cabildo justicia y regimiento de la ciudad de Cair. EL CABILDO DE CALI Y LOS DIPUTADOS DE LA JUNTA DE POPAYAN - EL CABILDO I~ATIFICA SU ADHESION A LA JUNTA SUPREMA DE SANTAFE y DESCONOCE AL CONSEJO DE REGENCIA «En la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de Caly de la Gobernación de Popayán en el Nuevo Reyno de Granada, a treinta y un dias del mes de agosto del año de mil ochocientos diez. Los señores de! Muy Ylustre cabildo de justicia y regimiento, en cabildo abierto convocado por acta de veinte y cinco del mismo, y con asistencia de los señores doctores Don Mariano del Campo y Valencia, y Don Antonio Tejada, (Diputados por la Junta Provincial establecida en Popayán para tratar con los Ylustres Cabildos de la Provincia sobre la estrecha unión y confraternidad, que en todos tiem-

280 -265- pos conviene, y más en los presentes, para organizar un plan de gobierno conveniente a las circunstancias locales y políticas de esta provincia), del señor vicario eclesiástico, de los reverendos prelados, de los empleados, jueces, abogados, y demás personas, que han tenido, y tienen representación en la república, acordaron en vista de la convocatoria circular, proclama, y bandos dirigidos por la junta suprema de gobierno establecida en aquella capital, de que resulta la deposición de los funcionarios del antiguo gobierno, y con presencia también del acta de instalación, y oficios de la junta provisional establecida en Popayán, que desde que se trató del reconocimiento del nuevo Consejo de Regencia instalado en media de las convulsiones más espantosas, sin libertad, ni facultades en la Junta Central de España para transmitirle la autoridad soberana, sin el consentimiento de las provincias de España, ni menos de las de América, a quienes en medio de la opresión se les hizo reconocer una autoridad ilegítima, deprimiendo la libertad, y los derechos más sagrados de estos pucblos, que han gemido bajo un gobierno el más opresor y tiránico, manifestó este Ylustre Ayuntamiento los deseos de que se erigiese en aquella capital una junta suprema depositaria de la soberanía, que. fuese el punto de reunión de las provincias y lugares de este Reyno, y el Tribunal que hiciese las delicias de los vasallos americanos, que aspiran a una voz por un gobierno equitativo, benéfico y

281 -266- sabio, que respete los derechos del hombre en sociedad; y que viendo realizados sus deséos a consecuencia de la santa re vol ución de Santa Fé, de ese pueblo fiel, noble, generoso, valiente, que supo organizar un proyecto tan desmedido por media de ilustres y robustos defensores de la patria, sin derramar una gota de sangre, reconoce desde luego este ilustre cabildo esa Junta Suprema de gobierno provisionalmente bajo esta calidad, hasta que reuniéndose los diputados, que la misma junta soberana convoca de todas las provincias del Reyno, se trate ell ese congreso general del gobierno permanente, que se ha de dar a cada una de ellas por sí, y con respecto a la suprema. Que en Popayán se exija, e instale una provincial de salud y seguridad pública compuesta de tantos vocales quantas ciudades y pueblos tiene toda la provincia: que entre tanto no reconoce este cabildo la provincial erigida en esa ciudad sin su acuerdo ni intervención de los otros cuerpos municipales. Que esta junta por ahora sea subalterna de la Santa Fé, hasta que en el congreso general celebrado en aquella capital con asistencia de Jas diputados de las provincias del Reyno se determine si ha de quedar bajo de esta calidad, o independiente y federativa de la suprema. Que los vocales que forman la provincia con arreglo a lo expuesto, elijan el diputado vocal representante de esta provincia en la suprema de Santa Fé. Que por aha ra la provincia! entienda en el gjbierno provisio-

282 -267- nal de la municipalidad de toda la provincia, y todo lo correspondiente a la salud, seguridad y tranquilidad de la patria. Que entre tanto se establece la junta suprema de Santa Fé con los diputados de las provincias del Reino, se le consulte por la provincial de Popayán sobre las facultades, extensión de ellas, y objeto de su instituto. Que reunidos los diputados vocales de la junta provincial procedan en virtud de las facultades, que le han de ser privativas a la elección de presidente, vice presidente vocal, y secretario vocal, en cuyos términos después de haber manifestado los señores diputados de la junta de Popayán el plan, objeto y miras de su comisión, y precedido discusiones, y un examen el más detenido, convinieron con entera unanimidad de votos en los puntos expresados, disponiendo que se dé cuenta con esta y la antecedente aeta a la junta suprema de gobierno del Reyno, y con igual de la presente a la provincial de Popayán. Con lo que se concluyó este acuerdo que firman sus sefiarías por ante mí de que doy fé.-doctor Joaquín de Cayzedo y Cuero, Cayetano MaUna Rendón, Antonío Níeva, josef Felflández de Córdova, Ignacío Mateus Polanco, jasé María Mallarino, joaquín Micolta, Domingo Pérez de Montoya, doctor Antonio Camacho, Mariano del Campo, Antonio Gil de Tejada, doctor juan Ignacio Montalvo, Fray Ipólito Garzón, F1GY Pedra de Herrera, Guardián. Fray Manuel Palacio, Prior. Fray jacinto Ortiz, Comendador. Fray Ignacio MOllfoy, Fray

283 -268- joaquín del Sacramento, Fray josef Blanco, Fray josef Vargas, Francisco Molina Rendón, Docto! josef Cristóval Vernaza, Cristóval de Cayzedo, josef Borrero, Manuel de Herrera, Gerónimo de Escobar. Fray Eusebio Hernández, Prior. Doctor josef Antonio Borrero, DOctor josef Manuel de Escobar, Doctor don Luis de Vergara, Nicolás del Campo, josef oaquin de Val/ecil/a, Doctol josef Maria de Cuero y Cayzedo, Manuel Martines del Campo, Francisco Val/ceil/a, FIGncisco de MicoIta, Francisco Antonio García, Damián González de la Zierra, Francisco Paulina de Espinosa, josef Ramón Cabo, josef de Zeballos, josef Felipe Rivas, luan Francisco de Escobar, PedIa josef Ga/cio, juan Antonio de Cayzedo. joaquin Roberto Varona, Doct.or Vicente Borrero, Doctor Ignacio Vldelfonso Núñez, Lorenzo de la Puente, juan Antonio de DOIronsoro josef Maria Alornia, Martin Guerra, Francisco Antonio Fernández de Córdova, juan Antonio Rodriguez, Miguel de Barandica, Antonio Alonso de Velasco. Ante mí josef Nicolás de Silva, escribano de su magestad público y de Cabildo.-Entre Regs, fray Pedra de Herrera. guardián. -Fray Manuel Palacio.-Ve. testado de Santa Fé. Nove. Es copia de que certifico.- Caly septiembre cuatro de mi! ochocientos diez años.-josé Nicolás de Silva, Esno. de su magestad público y de Cabildo.

284 EL CABILDO DE CALI PROMUEVE LA CREA- ClaN DE UNA NUEVA PIWVINCIA - NOMBRA DELEGADOS ANTE LAS PROVINCIAS DEL CHOCO A LOS SEÑORES JOSE MARIA CABAL, JOSE MA- RIA CAYZEDO Y CUERO Y JOAQUIN MICOL TA- NIEGA EL TITULO DE EXCELENCIA Y USIA AL CABILDO TACONISTA DE POPAYAN «En la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de Caly, a veinte y dos días del mes de octubre, del año de mil ochocientos diez. Los señores del Muy Ylustre Cabildo, se congregaron en cumplimiento de lo acordado en acta diez y seis del corriente a tratar diferentes puntos, del interés general de la Patria, y del mejor gobierno en las tan críticas como peligrosas circunstancias del dia, asociados del señor vicario cura de esta ciudad, de los reverendos prelados, y ex-prelados, del señor cura del inmediato pueblo de Yumbo y de todos los demás señores eclesiásticos, empleados de rentas, en destinos de justicias, vecinos principales, y un numeroso pueblo que fue convocado con la debida anticipación, no sólo de esta c;udad, sino de los inmediatos partidos; y después de haberse manifestado con la debida extensión, y claridad por el señor teniente gobernador que preside este acto las intenciones del Ylustre Ayuntamiento, el plan, objeto, y miras en que están conformes los Muy Ylustres de Calota, Buga, Cartago, Anserma y Toro, según

285 -270- manifiestan sus respectivos acuerdos que se leyeron en voz alta e inteligibfe para la debida instrucción del numeroso concurso, no menos que los oficios dirigidos por el Muy Ylustre Ayuntamiento de Popayán con fechas veinte y veinte y siete del mes pasado, dirigidos el primero a que pasemos nuestras instrucciones al señor diputado electo por aquel Muy Ylustre Cabildo para las Cortes generales que en el antiguo gobierno se anunciaron, que sabian celebrarse en la isla de Mallorca, y el segundo sobre el tratamiento de Excelencia, concedido por el Consejo de Regencia el mismo Muy Ylustre Cabildo en cuerpo, y de Usia, a los individuos que lo componían el año pasado, según se expresa en el decreto inserto, «por la constante firmeza, y acrisolada lealtad acreditadas en las pasadas ocurrencias de Quito)). Visto todo, y examinado con la detención y madurez correspondientes a la gravedad de los puntos que se tratan, acordaron todos de unéínime consentimiento, y convint) el pueblo q~ e demostraba su satisfacción y contento en los siguientes puntos: Que se manifieste a los Ylustres Cabildos de Calota, Buga, Cartago, Anserma y Toro la alta consideración y aprecio con que este Cabildo ha visto, qlle suscribiendo todos las benéficas e interesantes ideas de esta ciudad, se estrechan de dia en día más y más con el vínculo sagrado de la amistad y de la unión: que en justa corres :ondencia ofrece no desmentir este ylustrc congreso, y antes acreditar con los

286 -271- hechos en cualquiera ocasión que se presente el aprecio y honor con que ha recibido estas públicas demostraciones de su fidelidad a la religión, al rey y a la patria. Que este Cabildo, reconociendo, como reconoce lo perjudicial que seria en estas circunstancias hacer una esencial novedad en el gobierno, y tomar providencias privativas a la soberanía, se ha conducido con el tino y prudencia que es constante a las ylustres ciudades comarcanas, y ofrece continuar el mismo sistema, hasta que organizado el cuerpo provincial, y reunidas las provincias en el gran congreso que se celebre en la ylustre capital de Santafé, derogue las leyes y ordenanzas pcriudiciales, y sancione las nuevas que se estimen convenientes, fijando el gobierno pe~manente de todas ellas igual, para evitar celos y desconfianzas, y bajo los términ' s que se instruirán al diputado que remita esta provincia. Que esta ciudad se ha conservado y conserva en la más perfecta tranquilidad, teniendo la gloria de que en medio de las pre~entes convulsiones generales no se haya experimentado el menor movimiento. Que este cuerpo tiene la más amplia satisfacción del generosa y valiente pueblo que gobierna, y del espíritu público que en él reina; pero sin embargo dedicará toda su vigilancia, lo mismo que las justicias de su majestad a conservar el mismo, orden, la misma unión y tranquilidad que hasta aquí. Que siendo el plan de gobierno manifestado por la ylustre ciudad de Papayán, opuesto

287 -272- enteramente al que ésta se ha propuesto de acuerdo con las ylustres ciudades de este Valle, amigas y confederadas: en hijas de la libertad declarada a todos los pueblos por el antiguo gobierno de la península, por el presente de Santafé, y por el mismo de Popayán, y de la independencia que les corresponde en circunstancias como Jas presentes; viéndose por otra parte sin cabeza de provincia por el choque de nuestras ideas con la actual, y sin tribunales a quienes dirigir sus inmediatos recursos: y que además está~ en el orden de la política y del sabio gobierno de cuya organización se trata, dividir las provincias que tienen como la de Popayán en su actual integridad un territorio desmedido que con el tiempo podría a la somhra de un gobierno benéfico, tener población, y riquezas tan excesivas, que naciendo algún ambicioso pensase deprimir, tiranizar, y conquistar las limitrofes, bien fuesen confederadas, bien dependientes, bien absolutamente independientes. Con otros mil fundamentos de política, y de utilidad común al Reyno, que se manifestarán a su debido tiempo a la Suprema junta :esidente en Santafé; viene desde luego esta ciudad cn la formación de una nueva provincia dividiendo la integridad de la actual; cuyo territorio sea el de las seis ciudades que se han declarado por este pensamiento, y que están conformes en todas sus ideas, y en el sistema de gobierno que se han propuesto. Y respecto a que reuniéndose las

288 -273- ylustres provincias del Citará, Nóvita y Raposo, sería la nueva dentro de pocos años de las más ricas y florecientes del Reyno, por haber derramado pródiga la naturalcza en el seno de estas tierras los tesoros de Sll fecundidad, acordaron con igllal conformidad, teniendo en consideración Jo ur ;ente de las presentes circunstancias, de día en día mils peligrosas, y que un solo diputado tardaría más de tres meses en recorrer dichas provincias diputar como por la presente diputan al doctor don José María Cabal para la del Citará, al ductor don.fosef María Cuero para Nóvita, y al señür regidor don joa(}uù/ Micolta para el Raposo, quienes bajo las correspondientes instrucciones Jélsa:-Ón a manifestar los fundamentos de conveniencia y recíproca utilidad a dichas ylustres provincias para que si lo estiman se sirvan reunirse con ésta y dcl11íls ciudades, y de todas formarse la liuev.:: provincia proyectada, fijándose la capital o lug; r donde resida la Junta provincial, en cualquiera de las ciudades o lugares confedend(\~ a c!eccit)n de ellus mismos reunidos en el sitio d~ f)u/1o,'.[rw/(jc que ha parecido el más proporcionado a las ciudades amigas, debiendo estar a 1" pluralidad, y caso de igual a la determinaci()n de lél Suprema Junta de Santafé que actualmente existe, sin arbitrio para reclamarla; pues conduciénuonos s( Jo por el interés general de la patria y no por nuestros individuales, es indiferente quc recaiga cn una () en otra la elecciún que debe Ilélcersc precedido juramento por los

289 -274- diputados de cumplir bien, y fielmente, y de no dejarse llevar de la inclinación y amor al lugar de su nacimiento, sino por el general interés de la nueva provincia: en inteligencia que los diputados electos lo han de ser para la Junta provincial, que a la mayor brevedad se instalará en el lugar que se elija, dando siempre y en todo caso cuenta a la Suprema junta de Santafé para que recaiga su soberana aprobación. Que si la ylustre ciudad de Popayán viene en conformarse enteramente con el plan e ideas manifestadas por ésta y demás ciudades del Valle, consecuentes a nuestras primeras actas, procederá este Cabildo a la elección del diputado que ofrecimos sin perjuicio de la división de la provincia en los términos propuestos, pues en ningún caso venimos en mantener su actual integridad por las razones de necesidad, conveniencia y utilidad que se han tenido presentes. Que para atender a nuestra seguridad territorial interior, y sostener con decoro el nuevo gobierno, sin pérdida de tiempo se levanten tropas, dejando al arbitrio de este Ylustre Cabildo, que lo tratará en una de sus primeras sesiones las que sean convenientes, y todo lo necesario para su organización. Y en vista de los oficios relacionados al principio con la misma entera uniformidad, acordaron que se conteste al muy Ylustre Cabildo de Popayán el de veinte de septiembre expresándole en orden a la instrucción que se exige para el vocal electo en las Cortes que se habían dispuesto celebrar en la

290 -2"/5- isla de Mallorca, que el Cabildo procederá consecuente a sus anteriores deliberaciones tomadas sobre el reconocimiento del Consejo de Regencia, y posteriormente sobre el prestado a la Suprema Junta establecida en la capital del Reyno, y por lo que respecta al de fecha veinte y siete, que siendo diferente el gobierno del día, no reconociéndose por estos pueblos el Tribunal de Regencia, y sí el de la Suprema Junta de Santafé, que manda en nombre del señor don Fernando Séptimo, y cuyas leyes no se pueden derogar, sino por el cuerpo reconocido que dignamente lo representa: y además debiendo causar la distinción del tratal.líento de Excelencia a ese cuerpo, y de Usia a los miembros de que se compuso en el año pasado, una eterna desunión con la ylustrc provincia de Quito, a quien por el mismo hecho se le marcaría con el sello de insurgente, y revolucionaria, por haber reclamado sus derechos, la libertad e independencia, que es lo mismo que ha hecho la ylustre capital d~ Santafé, las ylustres provincias de Cartagena, Socorro, Pamplona, y otras del Reyno, y estas pueblos de quienes se podría decir otro tanto, insuitándoios con agravios tan manifiestos, cuando sus ideas, y pensamientos no son otros que de conservar la pureza de nuestra sagrada religión, la más sumisa y rendida obediencia a Fernando Séptimo, a quien reconocemos y reconoceremos por nuestro. legitimo soberano, la integridad del Reyno, y el interés general de la patria; y que siendo todo

291 , esto perjudicial al honor de tántas ylustres ciudades y a la misma Popayán, qne usando de tal tratamiento seria el objeto de la desunión de tántos pueblos, acordaron con la misma uniformidad que se conteste con una sencilla relación de estos fundamentos, negándose esta ciudad al tratamiento concedido por un tribunal sin representación entre nosotros, y que en el presente sistema de gobierno causará celos, y desavenencias entre las provincias, que para establecer uno, sabio y feliz, y que nos asegure de los enemigos exteriores necesitan unirse por los más estrechos vínculos de amistad y fraternidad. Y últimamente, que en prueba del amor, aprecio y distinción, de la inmortal provincia de Quito, precursora de nuesta libertad e independencia, se cancelan, se borran en los libros capitulares todas las actas en que se hubieran estampado expresiones infamantes del honor y estimación de esa ylustre provincia, que todas fueron producidas por la opresión del antiguo gobierno, y por lil bárbara crueldad con que se. ocultaha a estos pueblos generosos el verdadero sistema, el origen, y fundamentos de aquella revolución, habiéndose negado con injuria de los ylustres Cabildos de este Valle, el acta constitucional de la Junta establecida en dicha ylustre ciudad, la arenga pronunciada por su digno presidente, las prollamas, y otros papeles interesantes, haciéndonos con esta falacia concebir la más detestable idea de sus pr0cedimientos, y habiendo llegado hasta d extremo de

292 -277- interceptamos 1a correspondencia, dando con este hecho pruebas nada equívocas de la desconfianza de estos pueblos, que si tomaron medidas hostiles fue seducidos y engañados, y creyendo que aquej1a ciudad, digna de mejor fortuna era verdaderamente insurgente y revolucionaria e insultaba 105 sagrados derechos de la Religiàn, del Rey y la Patria. Con 10 que se concluyó el presente acuerdo por ante mí el presente Escribano que doy fe y certifico en debida forma haber concurrido un gran número del pueblo tanto de esta ciudad como de los partidos inmedíatos. Doctor joaquín de Cayzedo y Cuero, Cayetano de Molina Rendón, Antonío Níeva, Ignacío Matcus Polanco, josef Maria Mallarino, joaquín Aficolta, Domíngo Pérez de Montoya, Dr. Antonio Camac/lO, Dr. juan J ;nacio Montalvo, Fray Ipúlito Garzón, Prior. Fray Pedro de Herrera, Guardián. Fray Manuel Paladas, Prior. Fray jacinto Ortiz, ColIlcmJador. Fray Ignacio i:'1onrroy, Christoval de Cayzedo, Dr. josef Chris/oval Vernaza, Fray josef joaquin de Escobar, Fray joaquín del Sacramenta, Fray Eusebio Hernández, Fray josef Wanco, josef Antonio de Aragún, Francisco Anionia de Perea, Fray josef Vargas, Alexandra Antonio Tovar, juall Ignacio de Aragón, juun Antonio de Dorronsoro, Martín Guerra, josef joaquín Vélez, Francisco Antonio Fernández de Córdova, Frandsco Molina Rerdón, josef joaquín de Val/edf/a, jase! Ramón de Sárate, Carlos Calvo, Manuel de Herrera, {)amíân González, Manue! Martines del Campo, josef de Zeballos, jr/all Frallcísco Rojas, juan Antonio Rodríguez, CC!yetano Príncípe Quín/ero, Andrès O/es, josef María Garcés, josef joaquín de Sí/va, MíKuel Gerónimo de la Peña, I\'lallupl de SÚllchcz, Antonio Va/berdl', Manuel María Ramírez, Tomás DomillJ.[o Cal/azos y Cabo, Vicente Pe- /áez, Fral/cisco' Xavíer Perlaza, Manu:!! Flúrez, Gerónimo Zapata, jasef Mercado, Oerónimo Mercado, Baleria Garcés,

293 -278- losef Oregorio Alderete, josef María de Arcos, Dr. josef María de Cuero y Cayzedo, juan Antonío Tel/o de Meneses, Francisco Vallecílla, Francísco Antonío de Espínoza, josef María Alomia, Gerónimo de Escobar, joaquin Roberto Varona, Francisco Antonio García, josef Ramón Cobo, josef Felipe Rívas, Francisco javíer Ortiz, Anlonio Calero, josef Núñez Rodriguez, josef María Figueroa, Tomás Navarrete, Isidoro Lozano, Francisco Paulino de Espinosa, juan Francisco de Escobar, Agustin Calero, josef María Bermudes, Domín/?o Piedrahita, Andrés Redondo, Ramón del Campo, juan Antonío Urquijo, josef joaquín Baca, Luis Valencía, Francisco Ara/?ón, Bartolomé CoUazos, Francisco javier Payán, josef María Díaz, Juan Francisco Aragón, Francisco Antonio Varona, Sebastián Valencia, josef Ignacio Aquilón, Manuel josef NÚr1ez, Pedro josef Navarrete, Vicente Satizábal, josef joaquín Quintero, josef joaquín Polo, Santiago Moreno, josef María Ramírez, Josef joaquin Monlehermow, Bartolomé Quintero y Vivas, Pedro joaquin García, Antonio Alonso de Velasco,joseph Gregorio de Mondragón, Sanliago Fernández de Solo, Juan Francisco Falcon.-Ante mi Josef Nicolás de Silva, Escribano de Su Magestad PÚblico y de Cabildo. Es copia del acta inserta a que me remito, certifico y firmo en Caly a veinte y cualro de octubre de mil ochocientos diez años. jasé Nicolás de Silva, Esno de S. M. l'co. y Cabdo. (Archivo municipal de Cartago). EL BRIGADIER DON ANTONIO BARA YA IMPRUE- BA LA CONClLIACION QUE HABlA SOLICIT ADO EL CABILDO DE BUGA AL GOBERNADOR TACON «He leído con toda detención el oficio de V. S. M. Y. de 19 de éste, y los documentos que en I me anuncia, remitidõs a este Y. A. Veo en ellos los medios de conciliación que V. S. M. Y.

294 -279- ha tenido por conveniente solicitar, y aunque ésta fue el primer objeto que se propuso la Suprema Junta de la capital, y muy conforme a mis deseos, no puedo menos de manifestar a V. S. M. Y. que, en mi concepto, ha dado un paso que nos puede precipitar en un caos de confusiones. PermÍtame V. S. M. Y. este lenguaje, pues no sé otro que el de la verdad. Yo comprendo que aquel paso no debió darse sin anuencia de los demás Cabildos de la Confederación con quienes ese Cuerpo está comprometido a proceder acorde: los pactos celebrados no se han roto, y los demás ayuntamientos no han fallado. V. S. M. Y. los ha sorprendido ahora, y no sabemos si aprobarán su conducta. V. S. M. Y. promovió el establecimiento de una Junta compuesta de Diputados de las ciudades amigas: ya se hallan electos, y los más en esta ciudad, y yo creo que debio esperarse la reunión de este Congreso para que si él lo tuviera a bién, hubiera procedido a entablar la negociación que V. S. M. Y. solicita con Popayán. Por otra parte, yo no puedo combinar los resultados, pues hallo para todo un inconveniente de la mayor consideración. Tacón quiere perpetuarse en el mando, y bajo el reconocimiento del Consejo de Regencia: Popayán le sigue y sostiene, y esa ciudad y las amigas les desconocen, y asi no alcanzo qué tratados se podrán ajustar con el Plenipotenciario que se pide. Como el Cabildo de Popayán en el oficio que dirige a V. S. M. Y. con fecha 8 de enero,

295 -280- supone que yo le hice una intimacibn, me ha parecido debo insertar copias de los oficios que pasé a aquel Cuerpo, ya don Miguel Tacón, para que V. S. M. Y. no se persuada por aquella expresión, que yo me he excedido de los límites de la prudencia. Creo que no debemos descuidar, y suplico a V. S. M. Y, que active todas sus providencias, para que se apronten las tropas que he pedido, no para 11Ostilizé'f a Popayán, sino para mantenemos en estado de defensa y seguridad, y precaver él estos ilustres Cuerpos y generosos pueblos de esta sorpresa. Yo 11{1 descuidaré en tomar todas las medidas precautivas, antes bien, las activaré mucho más cn el día, como CJue considero más inmediato el peligro. Dias glie, a V. S. M. Y. 1m. as. Caly 22 de enero de ANT01\!D BARAY A» (Archivo de Buga, legajo número 1:3. Alios lhio-l '; I). EL GOBERNADOR TACON REQUIERE DEL CABIL- DO DE BUOA «LA MEDIAClON QL'E Ji ABIA OFRECIDO I, CliO CABILDO PARA L\1I'EDm LA AURESI01\ DE CAU» «Que en consecuencia de estos desgraciados antecedentes y de la premura de las actuales circunstancias, siendo muy necesario tomar medi-

296 das políticas, que junto con las militc;!"es que J a tomado y <:delantado el gubierno, fju~dcn contener la al'resión. v en caso de no ser bastantes para des~ngaîia'r á Jas que c:,t~1l fascinados, hagan y den ur; testimonio de los sentimientos de fraternidad con l~lie se ha querido sielll;jre preserv<.rlos en Jas grc;ndes riesgos g q\le se expo~ nen: con esta nol)lc y generosa idea, y tenienúo tambié,l ti la \lista 12s Últimas conlestaciones Y ofici(is de la ciuü2è de Bugél, precedida l'na larga J' reflexionada con:ercncia, convinieron les seiiores coi~voe; dos y congregados, presente y oido el sl'ñor PrOCUr; l;o,' Sinl1ico General, ~ue Sl' rl'quicr;! al muy ;!:Istr~ Cabildo (le la eiudad de Buga p,lr e:i doble e infiel procedimiento con que después de babérscle aceptado por el de esta célpital y ~;u gobierno lu IlledíacÙín que of cciá para impedir la a ::resirín de Cali, y al mismo tiempo que solicit:1ba ( ( ué! que le retiraran lin los destac; :nciltos de observación quc J;ay apostidos, esli1ba rcc1l1t~ildo gentes y tratar~du de remitir il1lll~diatélm~nte él Cali el auxilio Le líoscicntos humbres, apïovecl1á ~dose nra engancl ; r- Jus y seducirjos cl~ la tra ci,ín CUll que ci d:'ctor cion Antonio (Jil de Tejada se ha prest I.(10 (l servir contra su patria que vo!untarii1111cnte dcsert(í, y por cuyo feo y hoitibje Crim211 l1a siùo contra toda política permitir Ruga que un \!ecif1o depopay ;n coadyllve y fomente I"s disposicio!]es hostiles contra esta capiti!j, Y que no pudiendo disimular estos procedimientos a que han dado

297 lugar las consideraciones de prudencia, disimulo y moderación, se repita por la última vez el acordado requerimiento, para que aquella ciudad ~n donde existen muchos buenos y fieles vasallos oprimidos por los pocos que quieren corromper la opinión pública, sostenga la sinceridad y buena fe de los lratados que ella misma hizo y deben ceder en su propia utilidad y beneficio, para no verse infelizmente envuelta en los desastres a que la conduce la ciudad de Cali por miras personales que terminarán en la humillación de Buga; que se haga entender a dicha ciudad que esta fraternal y última insinuación se le hace por las consideraciones que en medio del desorden ha tenido ella en una y otra circunstancia, y por el conocimiento práctico de la buena y general disposición de aquel vecindario, con quien mantiene éste las más estrechas relaciones de amistad, parentesco e intereses que desea conservar con PRE- FERENCIA, dándole una verdadera idea de los riesgos a que se compromete por las falsas relaciones de su infiel aliada Cali, la cual ha añadido a sus repetidas hostiles agresiones la de proteger la traición con que algunos pocos vecinos de ésla fomentan LA GUERRA CIVIL contra su patria, pasándose algunos de ellos al campo enemigo, e inflamando otros desde esta ciudad a la rebelada contra ella, para empefiarlas en la efusión de sangre, ocultándole la superioridad del poder y fuerza; que habiéndose por esto mismo hecho indignas las últimas, señaladamente la de Cali

298 -283- de mantener comunicaciones con este cuerpo municipal, cuyos cortesanos atentos oficios ha contestado con intimaciones, insultos y desvergüenzas, se excuse repetirias; etc. etc...., " Con lo cual se concluyó esta Acta, que firman dichos señores ante mi el Escribano público del número, de que doy fe. MiKuel Tacón, Nicolas de Tejada y ArtiaKa, Manllel Olave, Manuel Antonio Tenorio y Carvajal, Manuel Josef de BOlja, José Solis, Felipe Gruesso, Antonio Bueno, doctor l[fnacio Alonso de Velasco, Francisco Antonio de Rebolledo, Joaquín Gutíérrez, Matías Cajiao, Fermin García de Rodayega, Martín Rafael Clavija, Josef Dupré, Antonio Mendizával de Irisarri, Gregorio de Angulo, Josef Nicolás de Uriguen, Antonio Garcia, Manuel del Campo y Larraondo, Francisco Diago, Josef Ignacio de Castro. Ante mí, Josef Vicente blico del número y rentas. Cabo, Escribano pú- Testado, que no vale. Es copia del Acta original que respectivo libra, de que certifico. queda en su tos Popayán once. cuatro de febrero de mil ochocien- Corregida. José Vicente Cabo, Escribano mero y rentas. pùblico del nú-

299 Se sacó veintiuno de /a antecedente Acta, como se manda por el M. I. C. Buga, febrcro 19 de 181l. (Es copia tomada dcl archivo municipal de Buga. Legajo nltmero 13, correspondiente al ai10 dc 1811). EL DOCTOR mutos JOAQL/l'\ GL'TIEI~lœZ A NOMBRE DE LA JCNT,\ SePI~l::MA DE SANTAFE, li\lprueha T Ai'M3IE!\ LOS Tf~AIDOI(ES PROPO- SITOS DE COl'\CILlACION QeE HABlA MA:-\IFES- TADO EL CABILDO DE BCGA AL GOBERl'\AD()[~ TACON, ENEMIGO lhrecol'\cillable DE LOS PA TI<IOTAS INSURGEl'\TES DE 1S 10 "No ha l1luchos dias que los pueblos de la Confederación del Cauca enviaron a Papayán sus Diputados, que TacÓn los despidiú ignominiosamente y que volvieron con el dojor de no haber podido hacer valer los derechos de sus comitentes. Buga experimentó a lél par de los otros pucblos el desaire, y los sucesos la deben persuadir de que TacÚn no es accesible y humano, sino cuando ve que se le acercan fucrzas superiores, y cuando por mcdio de una criminal simulaciún abusa del candor de hombres honrados para dar tiempo a las empresas que su bárbara

300 crueldad tiene meditadas. Es preciso que los pueblos americanos se aparten algun; vez de su carácter indulgente y compasivo y que los íunestes SLlcesos de la perlit ia no se borren an pronto de la memoria, sic ;ùo ciertll qlle el tirallo de PqpayÜn en nada 111U10S piensa 'lue en li, callsa de la nac;()j1, y q\:~ sus' ;rdr,!:; r o sc dirigcn a otra cosa (lue il la ah'mativa je pcrpctu;;rsc Cil el mando o seguir a tuúo tcílnc: la sllcrk del in!i\- me favorito quc le (~jo el sé;'_ No se deje Bugil seducir dd vano aparato de unas promesas ~ántas veces desmentidas, y oyendo el clamor de la sangre dc los l!1occnll's, persuádase a que no es menos funesta 1:[ suerte que prepara TacÓn a los pueblos ql,l por un solo instante hayan sacudido su yugo, La Junta Suprema de Santa;é, que no puùo mir:lr CUll indiferencia los intereses ue esa c ud \u, uue oy() sus clamores y que estllvo pronta a elwié1r fos socorros que se le exigieron, tampoco pucde ser indiferente a SllS compr\:metímientos, ni p~rmit!r Í que ll'l<l vez empel1 ~llo el honor de sus arlnéls se <lventnre el é;;ito de SitS empresas. Cierre la ciudad ùe Buga sus oíùi)s al cantu cngafioso de esa sirena, y sin apartarse de ;;u primer prop;' - sito, continúe su man.:lla pl;r ]a~; scndí1s de 1;1 glorij, que convicne il los derechos del pueblo n~~jo:- l'il si misn]o que en las manos de LIli!lombre ta;~ ind;:~no de SLI confiar.zi:, como digno de SLI derc:;tacil >l1. Es llq~ado el caso de que l~ls representaciones de los pueblos que fueron des-

301 -286- pedidas de Popayán, se reúnan en olro punto para velar sobre sus intereses y proveer a sus necesidades comunes contra las tentativas del mayor enemigo de su libertad. Allí se podrá tomar una resolución, que no siendo de un solo pueblo, concite los derechos de la seguridad e independencia de todos los confederados, y cada cual tendrá en su favor los votos, la garantia y los respetos de los demás. Una misma causa, un mismo espiritu y una justicia comùn son el balu: rte más inexpugnable, y los tiranos tiemblan a la vista de los pueblos en masa, en quienes hallan la voz terrible que condena su ambición y la opinión que jamás cede a los esfuerzos de Sil despotismo. Estos son los sentimientos invariables de la Suprema Junta de Santafè y lo que ella en su poder ejecutivo me manda decir a V. S. en contestación a su oficio de )9 de enero último. Dios guarde a V. S. muchos años. San talé, 2 de febrero de 181 l. FRUTOS JOAQUIN GUTIERREZ S. S. del M. I. Cabildo de la ciudad de Buga». (Es copia tomada del archivo municipal de Buga. Legajo número 13, año de 1811.)

302 EL CABILDO DE CALI, EN SU SESION DEL 5 DE ENERO DE 1811, LLAMA A LAS ARMAS A LOS HABITANTES DE LA CIUDAD - FIRMA EL ACTA DON FRANCISCO CABAL, MIEMBRO DEL CABILDO DE CALI «En la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de Caly a once de enero de mil ochocientos once. Los señores del M. I. C. J. y R. dijeron: que de día en día prosigue el titulado Gobernador Dn. Miguel Tacón, tomando providencias hostiles y continuando los preparativos de guerra con el inicuo e infame designio de subyugar a esta ciudad y sus aliadas y amigas Calota, Buga, Cartago, Toro y Anserma, después de haber oprimido y tiranizado a la de Popayán, para erigirse en Virrey de la Provincia y después talvez en Soberano, con ultraje de la Religión y menosprecio del señor Dn. Fer~Jando Séptimo, a quien hemos jurado obediencia y fidelidad. Y debiendo en tales circunstancias hacer frente al tirano y unidos con los demás lugares de este Valle tomar las últimas disposiciones para nuestra defensa y tranquilidad bajo la direccibn y mando del señor Dn. Antonio Baraya, Comandante General de nuestras tropas y las auxiliares de la Ilustre Santafé, nuestra defensora, bien satisfecho este Cabildo, como lo está, del noble patriotismo de este pueblo, de su fidelidad al Soberano y de su acreditado valor que ha hecho célebre su

303 -288- nombrc en todo el Reyno, ha venido en acordar, disponer y mandar, que ningún vecino capaz de tomar utilmente las armas para el servicio y defensa de la p:ltria, se ausente de esta ciudad y su jurisdiccilín hajo la pcna de ser estimado y tratado como cncmigo de ella, dc su estimacit' y gloria inmort l que hi! l'ùljuirido cn los m<ís remotos lugar\:s del Reyno, por Sll conducta noble, lic! y valiente, Este Cabildo tienc constantcs prlll'l)as del espíritu y péltriotismo que reina en todos los hijos de esta ilustre ciudad, y espcra quc Il;; guno manche el nombre y la reputaci;;n,:\1'.' s.: In adquirido en csta época dcsgr?ciada; :;!I;"k.'ho como debe estar de los desvelos de cste C!C;:);) y de sus fatigas por la común fidelidad. Publíqucsc por bando para Sll má~, puntual cumplimïcnto y fijese cn los lugares acostumbrados para que ninguno aleguc ignorancia. Dr, JOWiuin de Cayzedù y CUt'1O -(Jerónimo de Es,'o{ ar - F1nz\ClSC() C;\JL\L- jos!'f FernlÍndez cf!' C(írdùba- (!;/Iacio Malt'lIs Pulanco- -Josef MolÍa Mal/aril;o - DOJl]in,!!.o Páez y /\'!oilloya JO(/(fliill Mico/i[]- -José Maria Alumia. Ante mí, JOS(; Nicolás de Sill'd. ESl1o. pllhco. y Je CavJo. En el 1l1i~!l1O dia se publicó cn la forma acostumbrada, doy fe, Silva. (Arch. munic. de Cali).

304 -289- EL CABILDO DE CALI ANUNCIA JUBILOSAMENTE LA INST ALACION EN ESTA CIUDAD DE LA JUNTA DE LAS CIUDADES CONFEDERADAS Y LIBRES DEL CAUCA «El Cabildo Justicia y Regimiento de esta muy noble y muy leal ciudad, con los mayores trasportes de gozo, tiene hoy el de anunciar a este pueblo dócil y generoso haber llegado el día tanto tiempo há y tan ardientemente deseado por el mismo, por todos los Cuerpos municipales felizmente unidos para la defensa de la causa más justa, y por todos los fieles vasallos y buenos patriotas: día procurado con los mayores esfuerzos y afanes, día temido por el tirano de esta Provincia y sus infames partidarios; y día en fin que será para siempre memorable, y tendrá un lugar distinguido en los hermosos fastos de nuestra libertad e independencia. Tal es sin duda el en que se va a instalar la Junta Superior Provisional que reasuma todo el poder y autoridad necesaria para la conservación del vasto territorio que comprenden las jurisdicciones de las ciudades aliadas a su legítimo Soberano el señor Dn Pernando Séptimo: para la seguridad y libertad de sus ilustres, leales y fidelísimos pueblos; y para mantener en ellos el orden, la tranquilidad y recta administración de justicia. Parece innecesario e inoportuno manifestar los motivos que estrechamente obligan a la insta-

305 -290- lación de esta Junta: nuestra necesidad es todavía más imperiosa que la que tuvieron los pueblos de la Península para la formación de las suyas: ellos tuvieron por objeto oponerse' a la usurpación y tiranía de Napoleón, nosotros tenemos a más' de éste que es general, frustrar los designios y miras ambiciosas de On. Miguel Tacón, titulado Gobernador de Popayán, oponemos a su despotismo y tiranía, y precaver nos entregue, y sacrifique como lo hizo con España Godoy, de cuya protección hacia aquél alarde antes de su caída; con quien son bien notorias las relaciones que tiene y que él mismo también publicaba; y de quien parece quiere ser un perfecto imitador. A este efecto ha procurado por todos los medios que le ha sugerido su traidora nada común política desacreditar el legítimo, sabio y liberal gobierno de la capital del Reyno, tanto más aborrecible para él, cuanto que habiendo cortado por el tronco el árbol de la tiranía, nada detesta tanto como a los tiranos. Sabemos muy bien, que Tacón no perdona arbitrio para' debilitamos y desunirnos: después de haber logrado seducir algunos vecinos de la ilustre ciudad de Popayán valiéndose de la ignorancia y debilídad de algunos; de la quiebra, pobreza y más circunstancias de otros y hasta del fanatismo de algunos religiosos: ha despachado emisarios a cada uno de estas lugares para que empleen las armas reprobadas de la seducçión y el en~año, porque no puede sostenerse de

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