ROMA: DEL IMPERIO A LAS INVASIONES UNED SENIOR AULA DE XÀTIVA MÓDULO DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

Transcripción

1 ROMA: DEL IMPERIO A LAS INVASIONES UNED SENIOR AULA DE XÀTIVA MÓDULO DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

2 TEMA 6: EL LEGADO POLÍTICO. La reflexión sobre qué partes de nuestra vida cotidiana actual se encuentran directamente vinculadas a la cultura romana, pasa de forma inexorable por las ideas políticas. No es casualidad que las estructuras políticas con que se organizan las democracias occidentales (y sus paralelos a través del planeta) se basen en una serie de instituciones muy similares a las romanas. De esta manera, palabras como senado, comicios o república, continúan usándose en la actualidad con un sentido si no similar, sí vinculado a sus significados originales en latín, lo que nos indica hasta que punto nuestra cultura política tiene una raíz romana. Esto es evidente, no es necesaria una búsqueda detallada para que comprendamos las raíces de la organización política de nuestras sociedades.

3 Ahora bien; Siempre ha sido así? Cuál ha sido el recorrido de los conceptos políticos romanos hasta llegar a nosotros? Cómo se ha transmitido esta cultura política hasta hoy? El año 856, en el contexto de la expansión de los reinos cristianos hacia el sur, los asturianos de Ordoño I toman la ciudad de León. La primera acción tras la conquista de la ciudad fue ocupar el edificio de la antigua prefectura del pretorio romana. La intencionalidad de los nuevos dueños de la ciudad y su territorio no pudo quedar más clara, se consideraban a si mismos los herederos de un determinado poder político y por ello, los edificios de la administración islámica no fueron objeto de su atención. Ésta actitud será una constante en la vida política medieval en todos los reinos peninsulares y europeos.

4 Por lo tanto, en los albores del feudalismo, la acción política de los reyes cristianos se basa en un soporte ideológico que deriva de un axioma muy claro: Roma somos nosotros. En el caso peninsular se tuvo en cuenta la fusión previa de visigodos e hispanoromanos, aunque el mayor éxito de un rey peninsular en la Alta Edad Media y hasta bien entrada la Baja, era acceder al título de Imperator. La figura de Emperador de Romanos, se mantuvo en el ideario político europeo de la Edad Media y fue literalmente, un asidero ideológico perfecto para superar la fase más oscura y compleja de las sociedades europeas: desde la desintegración del Imperio Romano Occidental hasta la primera expansión feudal, o lo que es lo mismo, desde el siglo V al X.

5 El primer intento claro de recuperación del ideario político romano se produjo con la formación del imperio Carolingio. La dinastía carolingia, de origen franco-occidental, se hizo con el trono de Francia y con Pipino el Breve estableció una vía de estrecha colaboración con el papado de Roma recuperó el exarcado de Rávena de manos ostrogodas y lo dio al Papa en lugar de devolverlo al emperador de Bizancio, además conquistó y regaló al Papa territorios en la península itálica que constituyeron desde entonces el patrimonium petri, base del poder feudal papal en Italia, que se sumó al poder espiritual. Esta alianza entre la monarquía franca y el Papa permitió a Pipino legitimar su poder y convertirlo en hereditario (Pipino había sido rey electo, dentro de la tradición política germánica). De esta forma, la política europea se impregnó de la idea del poder imperial romano a través del interés de una dinastía en convertirse en hereditaria.

6 Este interés, esencialmente personal, de Pipino, en favor de su descendencia, determinó en gran medida el futuro político de Europa y del mundo, ya que el medio para legitimarse por encima del resto de la sociedad fue conectar el poder carolingio con el pasado romano, un recuerdo de orden, efectividad y grandeza política, que la Iglesia se encargó de transmitir. En el año 800, esta estrecha unión permitió que Carlomagno, hijo de Pipino, fuera coronado nada menos que como emperador en Roma, directamente por el Papa Leon III. Carlomagno emprendió una política expansiva hacia el este y el sur de Europa, formando una unidad política el imperio- que fue dotada de capital: Aquisgrán. La sede central del gobierno carolingio se acondicionó con edificios que recuperaban el esplendor arquitectónico romano y que configuraron un nuevo estilo artístico; el Carolingio.

7 La coronación de Carlomagno fue una maniobra política en la que la dinastía obtenía una legitimidad hasta entonces desconocida y a la vez, el papado, ejercía su tan anhelado papel de árbitro de los poderes terrenales, favoreciendo al emperador occidental frente al verdadero emperador de los romanos, el Basileus bizantino, quien, como no podía ser de otra forma, protestó enérgicamente por la usurpación del título que se había consumado en Roma. La cuestión fundamental es que el imperio de Carlomagno se basó en un esquema de funcionamiento muy próximo al que había regido en el Bajo Imperio Romano. El Estado mantuvo una estructura administrativa en los diversos territorios mediante el sistema paralelo de militares y funcionarios (del fisco y de la justicia, básicamente), con lo que se logró reorganizar la vida política y económica en Europa Occidental durante esta etapa, sobre la base de la imitación de Roma.

8 A la muerte de Carlomagno se reprodujeron los problemas sucesorios típicos en las monarquías de origen germánico. El imperio territorial de Carlomagno se dividió y en su parte centro oriental nació, de la mano de la dinastía Sajona, otra unidad política que reivindicó el legado romano como la base teórica de su poder: el Imperio Romano Germánico. Esta vez, el esquema formal de gobierno, basado en un sistema fuertemente descentralizado en el que diversos notables (condes, duques, príncipes laicos y eclesiásticos) formaban un colegio electoral que designaba emperador, permitió una pervivencia del sistema excepcional. El Imperio se estableció como tal en 962 y finalizó su trayectoria como estructura política en 1802, por lo que se mantuvo por espacio de 840 años, un éxito para un experimento político basado en el equilibrio inestable de fuerzas en su interior.

9 En este difícil equilibrio entre los diversos territorios que componían el Imperio, el papel de los emperadores como elemento común destinado más al arbitraje que a la acción ejecutiva, fue esencial para mantener la idea de recuperación del poder romano. Los emperadores se autointitularon Romanorum imperator augustus y a pesar de sus enfrentamientos con el papado (querella de las investiduras, s. XII) mantuvieron su matizada autoridad durante los siglos de vigencia de esta unidad política. Desde el sigo XII y de forma progresiva, aparecerá una corriente de recuperación del edificio legal romano. Determinados textos legales (el Corpus Iuris Civilis y el Digesto) en poder de Bizancio, se difunden en Occidente a través de la acción de Bolonia, ciudad del norte italiano donde desde ese siglo existe una escuela de humanidades.

10 Si la casual intención de los primeros carolingios de consolidar la sucesión hereditaria del trono fue determinante para recuperar las señas de identidad romanas en la política europea, otra casualidad fue también esencial para acceder al derecho que constituía en Roma la base de la organización del Estado. En 533 dc. El emperador Justiniano mandó redactar un resumen de jurisprudencia general; el Digesto. Un ejemplar se conservó en una biblioteca de Pisa bajo el título de Codex secundus. Irnerio, un profesor de Bolonia, lo descubrió hacia 1115 y lo incorporó rápidamente al conjunto de enseñanzas jurídicas y políticas que se impartían en Bolonia. Desde ese momento, se comenzó realmente a recuperar el legado romano de forma efectiva, es decir, se pasó del imaginario político a la concreción de las leyes romanas.

11 Fue por lo tanto desde el siglo XIII cuando comenzó la difusión concreta de un ideario político e institucional que había permanecido en mayor o menor medida en la mente de los europeos durante siglos. El legado romano comenzó a materializarse en el ordenamiento político, salvando las distancias existentes respecto del sistema feudal, a través de una recuperación lenta pero inexorable del derecho. Los pensadores de la Baja Edad Media, entre los que debemos contar a Pere Albert, un jurista catalán formado en Bolonia al que debemos buena parte de los Furs valencianos, incorporaron a la estructura legal de sus diversos reinos una idea de raíz romana que permitió un avance hasta entonces desconocido en el poder monárquico: el concepto de res publica. Desde esta idea, los reyes argumentaron el interés general en su lucha por la preeminencia sobre el resto del cuerpo social.

12 Desde esta idea, concretada en leyes de origen romano (p. ej. en Valencia los Furs), las monarquías evolucionaron hacia un concepto más amplio, el de imperium. De esta forma, ya en la Edad Moderna, monarcas como Carlos V o incluso Felipe II, reivindicarán la monarquia universalis, como modelo de recuperación del poder imperial romano, esta vez a a escala en un mundo cada vez más grande, al estar en continua expansión gracias a los descubrimientos geográficos de la época. La Reforma luterana y la Contrarreforma romana condujeron a un reforzamiento de los argumentos que apoyaban e poder político de los principales gobernantes, lo que se convirtió en una extensión del argumentario ya conocido al que se sumaba el origen divino del poder.

13 Esta justificación del origen divino del poder político conectaba directamente con la concepción bajoimperial del poder de los emperadores cristianos, quienes afirmaban obtenerlo por cesión divina y no por otorgamiento de ningún senado o el acuerdo de un pueblo o asamblea de notables y ni tan solo a través de la filiación genética. Por ello, a finales del siglo XVI ya existía una idea clara y concretada en leyes sobre el poder real, idea que conectaba directamente a los gobernantes europeos con los emperadores romanos de la etapa bajoimperial y especialmente en su fase cristianizada. Todos los ingredientes necesarios para validar la condición de heredera de Roma en la teoría política europea se habían unido, configurando un panorama que pervive hoy en forma diferente pero con la base común romana de referencia.