Para Deb, por contar la anécdota justa en el momento preciso

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4 Para Deb, por contar la anécdota justa en el momento preciso Primera edición: febrero de 2011 Diseño de la portada y del interior: Lily Malcom Realización de la portada: Adriana M. Vila-Abadal Maquetación: Marquès, SL Título original inglés: Dragonbreath Edición: David Monserrat Coordinación editorial: Anna Pérez i Mir Dirección editorial: Iolanda Batallé Prats Ursula Vernon, 2009, del texto Bruno Díaz, 2011, de la traducción La Galera, SAU Editorial, 2011, de la edición en lengua castellana Novela Gráfica es un sello de la editorial La Galera. La Galera, SAU Editorial Josep Pla, Barcelona lagalera@grec.com Todos los derechos reservados. Esta edición ha sido publicada con permiso de Dial Books for Young Readers, una división de Penguin Young Readers Group, del Grupo Penguin (USA) Inc. Impreso en Tallers Gràfics Soler - Enric Morera, Esplugues de Llobregat Depósito Legal: B Impreso en la UE ISBN: Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra queda rigurosamente prohibida y estará sometida a las sanciones establecidas por la ley. El editor faculta a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, para que pueda autorizar la fotocopia o el escaneado de algún fragmento a las personas que estén interesadas en ello.

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6 el mar estaba en calma...

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8 Pero de pronto el silencio se rompió por el terrible estruendo de unos piratas.! Arr!! Arr!! Arr!! Maldición!

9 A bordo del Lobo aullador, la nave más temida de los mares sin ley... Capitán, gran barco mercante a estribor! Arr! Buen trabajo, primer oficial Vicente! Izad esa bandera de los huesos! Creo que os referís a la de la calavera. Huesos, calavera, qué más da. Izadla de una vez.

10 Sí, capitán... Arr! Que sepan que se han topado con el temible capitán Bocafuego! Arr! Por mi garfio! Era mucho mejor que el cole. Las únicas lecciones eran las que él daba a su tripulación. Seguía siendo el único dragón en una tripulación de ranas y largartos, pero ahora era el terror de los mares! A quien se atreviera a decirle que los dragones no existían, lo haría pasar por la quilla!

11 Sólo había un problema... Arr! Bip bip! Arr! De dónde diablos venía ese pitido?!! Agggh! Que me da el escorbuto!

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13 COSAS CALIENTES Dani Bocafuego se despertó con un gruñido y dio un manotazo al despertador. Falló. Volvió a fallar. Consiguió tirarlo al suelo, donde siguió sonando, pero de lado. Por fin, tuvo que aceptar que se había despertado. Unnnggghhh* dijo mientras buscaba a tientas el despertador, que seguía sonando sin piedad. * Traducción aproximada. 7

14 Al final lo localizó y lo apagó; después rebuscó a tientas por la habitación hasta que encontró una camiseta. Se la puso al revés, se preguntó por qué la etiqueta le rascaba la garganta y se la volvió a sacar. Las mañanas no eran la especialidad de Dani. Por fin consiguió ponerse la camiseta del derecho, aunque ahora con la parte de dentro hacia afuera, y bajó al trote las escaleras para desayunar. Sentía el maravilloso olor del beicon cocinándose. Su madre estaba sentada a la mesa de la cocina, con la vista perdida en una taza de café. Su padre estaba cocinando. Buenos días, Dani dijo el señor Bocafuego, que era de esas personas que se levantan felices. Mrrgg dijo la señora Bocafuego, que no lo era. Buenos días, papá. Em... buenos días, mamá... Dani se dejó caer en su silla de la mesa de la cocina. Los olores le estaban haciendo la boca agua. El señor Bocafuego sacó una tira de beicon de la sartén, la miró y sopló una pequeña llama por encima. El beicon se tostó. Dani lo miró con envidia. A pesar de lo mucho que lo intentaba, aún no sabía echar fuego. 8

15 Como si su padre pudiese oír los pensamientos de Dani, se dio la vuelta, poniendo los huevos y el bacón en un plato. Qué, Dani, cómo va lo de echar fuego? Quieres intentar cocinar tu desayuno? No, papá murmuró Dani. Se encogió un poco en su silla. Venga, tú puedes. Su padre sostuvo una tira de beicon delante de Dani. Piensa en cosas calientes. Dani se levantó, cogió aire e intentó pensar en cosas calientes, fuera lo que fuera: desiertos, petardos, chiles. Sopló con todas sus fuerzas, pero sólo consiguió un ligero sabor a ceniza en la boca. El señor Bocafuego frunció el ceño. Has practicado? Sí! Su padre suspiró. Huevos, querida? preguntó a la señora Bocafuego. La señora Bocafuego murmuró algo entre lo que quizás se encontraba la palabra «no». Cariño, sabes que el desayuno es la comida más importante del día... 9

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18 La señora Bocafuego levantó la vista de su café, enfocó la mirada con un poco de dificultad y siseó como una cobra. Las cobras tampoco acostumbran a despertarse contentas. El señor Bocafuego, que llevaba años felizmente casado con la madre de Dani, le sirvió cuidadosamente otra taza de café. No dijo nada más sobre la comida más importante del día. Volvió a dirigir su atención a Dani, que, junto con el desayuno, se llevó un discurso de ánimos de veinte minutos sobre cómo tenía que aplicarse, con historias intercaladas que se suponía debían ser inspiradoras sobre reptiles que habían decidido encarar la vida y llegar a ser alguien. El jefe del señor Bocafuego había organizado durante el último mes tres charlas de motivación para los empleados de la planta de embotellamiento de antiácidos, y a Dani le había tocado sufrir las consecuencias. La parte verdaderamente injusta de todo eso era que Dani sí se esforzaba todo lo que podía, al menos en lo de echar fuego. Practicaba cada tarde sin falta. Antes lo había hecho durante las clases de mates, pero lo dejó después de que la profesora llamara a una 12

19 ambulancia al creer que Dani se estaba ahogando. Fue una lástima, ya que, al menos para Dani, lo único para lo que servía la clase de mates era para intentar echar fuego. Pero no importaba cuánto o dónde practicara, Dani no le cogía el truco. Pensar en cosas calientes, imagi 13

20 narse su boca como un lanzallamas o hacer gárgaras con queroseno dos veces por semana; nada le servía. Era imposible explicarle eso a su padre, que creía que la clave del éxito eran más historias inspiradoras. Al final, Dani acabó cortándolo: Perdona, papá, pero voy a perder el autobús. Ah, es verdad. Que tengas un buen día en el cole! Su madre lanzó un beso más o menos en dirección a Dani y volvió a su café. «Suerte del autobús», pensó Dani mientras cogía la mochila y corría hasta la puerta. De no ser por él, seguramente seguiría atrapado en la mesa, oyendo otra historia de un dragón que había empezado con sólo dos fichas de póquer y una cucharilla doblada y había acabado construyéndose una cueva del tamaño de una ciudad. 14

21 Bueno, quizás mañana... 15