ARREPENTÍOS! - LECTURA: Mt. 4:12-17

Transcripción

1 ARREPENTÍOS! - LECTURA: Mt. 4:12-17 Después de las tentaciones en el desierto, Jesús va a iniciar su ministerio público. Quizá, desde el punto de vista humano y contemplado como simple estrategia, tendría que haberlo comenzado en Jerusalén. Pero no lo hace, pues Jesús se atiene al principio de la prudencia y no adelanta los acontecimientos. Después del encarcelamiento de Juan y del ambiente hostil al mensaje de éste último, habría sido inapropiado presentarse en la Ciudad Santa con un mensaje tan radical que, muy probablemente habría precipitado un desenlace como el que ocurriría tres años después. Vemos como Jesús, con esa actitud, marca los tiempos, que son los de Dios y no los de los seres humanos. Tampoco se establece en su localidad de residencia habitual, Nazaret, consciente de que allí su mensaje no habría tenido la difusión y alcance que se proponía. Haciendo un poco de ficción, si Jesús se hubiera quedado en Nazaret su mensaje quizá no habría pasado de ser una anécdota local. En el mismo evangelio de Mateo, en el capítulo 13:54-58, se nos dice que sus vecinos estaban atónitos (RVA), sorprendidos, porque el hijo del carpintero y de María, cuyos hermanos estaban en el mismo pueblo, tenía una sabiduría fuera de lo común y hacía milagros. En vez de estar agradecidos y contentos, de aprovechar aquella bendición, se escandalizaron. Tampoco podía ser Nazaret el centro de sus actividades. Hasta tal punto era la dureza de corazón de aquellas gentes que el Señor dice: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra (Mt.13:57). Jesús elige Capernaúm (Cafarnaún), junto al mar de Galilea, una ciudad mixta en cuanto al origen de sus habitantes y en la que convivían judíos y gentiles de origen griego. El inicio de la predicación de Jesús no puede ser más directo, breve y contundente. De forma curiosa, comienza su ministerio público con el mismo llamamiento que hacía Juan el Bautista, con las mismas palabras, dando así continuidad a su mensaje y revistiéndolo de autoridad frente a los que le tenían preso y le llevarían a la muerte. Jesús introduce con esta frase un concepto fundamental para la economía de la salvación: arrepentimiento. Es un concepto que, naturalmente, proviene del Antiguo Testamento, habiendo sido usado de manera reiterada por los profetas. La palabra es interesante, porque va más allá en su significado que el que solemos darle habitualmente en nuestro idioma ( arrepentirse, pesarle a uno de haber hecho o haber dejado de hacer alguna cosa, DRAE), pues en hebreo existen dos palabras que solemos traducir en nuestro idioma de la misma manera. La primera, nahan, se refiere a Dios, cuando en algunos pasajes se nos dice que éste se lamenta, se duele de haber hecho algo o permitido algo a los seres humanos y estos respondemos de forma contraria a su voluntad. La segunda palabra es sûb, y está referida a los seres humanos y nos habla de volver a Dios, de regresar al Creador, manifestando así la dependencia que tenemos de Él.

2 El arrepentimiento implica de manera necesaria el tener concepto de pecado. No quisiera por medio de ésta reflexión ser exhaustivo al tratar el concepto pecado. Es inevitable hablar de él al hacerlo del arrepentimiento, pero dada la amplitud del término y la complejidad del mismo creo que deberíamos dejarlo para otra ocasión. Eso sí, vamos a tomarlo como referencia necesaria para poder definir el arrepentimiento desde una perspectiva bíblica. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo, así como la enseñanza de Jesucristo y de los apóstoles, nos hablan de la realidad del pecado. En el Antiguo Testamento nos encontramos con diferentes términos para definirlo (romper una relación, rebelarse, errar en el blanco,...). Todos ellos apuntan a una misma dirección: que el ser humano se encuentra, desde el punto de vista espiritual, en dos posiciones posibles: la de estar sometidos a la esclavitud que condiciona sus vidas y le aleja del Creador (alineación) y la de aquellos que, sometiéndose a la voluntad divina ven restaurada su comunión con Dios (salvación). La Biblia nos dice que el pecado es una situación universal, que afecta a todos los seres humanos sin excepción (Ro.3:10-12), salvo uno- Dios y hombre al tiempo-, Jesucristo (Hebr.4:15b), el cual lo supera y lo vence mediante su sacrificio en la cruz y confirma su victoria sobre él por medio de su resurrección. Pero para que los seres humanos seamos partícipes de esa bendición que es la salvación, es necesario que nos arrepintamos, que volvamos a Dios tal y como el hijo pródigo lo hizo, tal y como lo solicitaron los profetas divinamente inspirados, tal y como Jesús lo hace al iniciar su ministerio y al finalizar el mismo: Así está escrito y así fue necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicase el arrepentimiento y la remisión de los pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén (Lc.24:46,47; RVA). Jesús, al igual que antes lo habían hecho Juan el Bautista y los profetas del Antiguo Testamento, llama al arrepentimiento, a alejarse del pecado, a volverse a Dios y participar así en una nueva comunión con Él. El llamamiento de Jesús es universal, convoca a todos los seres humanos, pero solo aquellos que recapacitan y se vuelven a Dios, se arrepienten, pueden recibir la salvación de parte de Él. El profeta Isaías nos pone un ejemplo por medio del pueblo de Israel: Un remanente volverá; un remanente de Jacob volverá al Dios fuerte! Aunque tu pueblo, oh Israel, sea como la arena del mar, sólo un remanente volverá (Is.10:21,22). A través de diferentes personajes de los evangelios encontramos los cuatro pasos del arrepentimiento genuino: 1.- Entonces volviendo en sí, dijo: Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti (Lc.15:17,18; RVA) Creo que hemos identificado al personaje: se trata del hijo pródigo, del hijo perdido. Qué sucedió con aquel joven? Recapacitó, reflexionó, volvió en sí. El pecado se nos presenta aquí como una enajenación mental; lo hemos clasificado hace unos instantes como una

3 alineación, una forma de demencia que nos lleva a rechazar la bondad, la belleza y el amor, que son parte de la esencia de Dios. Me levantaré, iré a mi padre y le diré:... Qué le ocurrió al personaje de la parábola? Que sintió dolor en su corazón por la ofensa que le había hecho a su padre. No era un dolor físico, sino un dolor espiritual y moral que le lleva a comparar su situación de miseria respecto a la que ocupaba antes de su desobediencia. Ese dolor no era coyuntural o interesado, sino verdadero, genuino, y es lo que le impulsa a regresar y pedir perdón por su pecado. 2.- Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: -He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado (Lc.19:8; RVA). Respecto a este personaje que encontramos en el evangelio de Lucas, todos sabemos quién era: publicano y rico. El sistema de recaudación de impuestos de los romanos estaba basado en no complicarse demasiado con la población local, por lo cual concedían a determinadas personas la recogida de los impuestos, los cuales subarrendaban a personas de rango inferior el aspecto práctico. Roma sólo quería el canon establecido, estando el negocio para los intermediarios en obtener todo lo que podían por encima de esa cifra. Ese es uno de los motivos de la animadversión que sufrían los cobradores de impuestos, llamados publicanos, a lo cual se añadía el trabajar para la potencia ocupante, que además era pagana. Zaqueo era uno de esos intermediarios entre Roma y el pueblo, del que nos dice el texto que era rico. El propio texto nos dice el origen de esas riquezas a través de la reacción de Zaqueo ante el mensaje de Cristo (Lc.19:8). Esa disposición sincera por parte del publicano nos habla de manera muy clara de la voluntad del mismo para apartarse del pecado, encontrando así el segundo paso para un verdadero arrepentimiento. Arrepentirse no es solo sentir dolor por el pecado, sino de tener el deseo y llevar a la práctica el alejarse del mismo. Habría sido una incongruencia que Zaqueo, después de haber recibido a Jesús en su casa, de haber compartido su mesa con él y oído su mensaje, hubiera seguido con sus prácticas abusivas y no hubiera repuesto aquello que había obtenido de forma deshonesta. El publicano Zaqueo nos presenta un modelo claro de lo que es el volverse a Dios, pues en él, como en todos los personajes que estamos viendo, nos encontramos todos los pasos necesarios para un genuino arrepentimiento. 3.- Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento;... (Mt.3:8.)Juan en Bautista, durante su ministerio, llama de manera insistente al arrepentimiento. El texto en el que está enmarcada esta frase es la presencia de muchos fariseos y saduceos que venían a recibir el bautismo de Juan, pero lo hacían de forma ritual, como un elemento externo que, pensaban, les limpiaría de manera formal de los pecados cometidos. Pero ese no era el sentido del llamamiento de Juan, pues lo que el está pidiendo no es un cambio exterior, sino un cambio de mente y disposición. Y la consecuencia lógica de ese

4 cambio es una alteración del curso de la vida. Ese es el tercer paso de un verdadero arrepentimiento. Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento. Es incoherente afirmar que se es cristiano y vivir de manera distinta a lo que supone eso. Cuando existe un verdadero arrepentimiento los valores cambian y se establece un orden de prioridades que afecta de manera necesaria el devenir de la existencia, no se puede seguir viviendo de la misma manera. 4.- El cuarto paso lo encontramos en la parábola del hijo pródigo (Lc.15). Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti (v.18);... Comamos y regocijémonos, porque este mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado (vv.23,24);... era necesario alegrarnos y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado (v.32). El hijo regresa a casa. El regreso ya es una manifestación de arrepentimiento genuino, la expresión del deseo de una reconciliación sincera, la expresión del dolor que siente, la voluntad de apartarse del pecado, el cambio de mentalidad y la confianza plena en la gracia de Dios. La respuesta divina, representada aquí por el padre de aquella familia no es, como cabría de esperar, la de pasar factura por los desgraciados acontecimientos pasados, sino la de perdonar y recibir....ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado. El personaje de esta historia regresó a casa sabedor que era el único responsable de sus actos, que necesitaba pedir perdón y reconciliarse con su padre, y que para ello era preciso arrepentirse. El arrepentimiento verdadero, efectuado por el Espíritu Santo (Lacueva), trae consigo perdón y éste es un don de Dios, pero es responsabilidad y deber de los humanos responder a la invitación que se le hace. A través de los personajes que nos han guiado para seguir los pasos de un verdadero arrepentimiento nos hemos encontrado con los tres elementos que intervienen en él: la mente, la emoción y la voluntad (Lacueva/ Woodbridge), o lo que es lo mismo, un cambio de pensamiento, el dolor por haber pecado y el propósito firme de cambio. Y todo ello está íntimamente ligado a la fe. Sin fe no hay arrepentimiento posible; sin arrepentimiento genuino no es posible la fe. Se podría llegar quizá a un tipo de vida en el que, de manera voluntariosa, se intenten mejorar cosas. Pero esa actitud, además de estar en disonancia con la voluntad divina, solo conduce al fracaso. Es común que se den dos errores respecto a lo que es el arrepentimiento. Por un lado nos solemos encontrar con aquellos que identifican arrepentimiento con penitencia. Esta se entiende en esos casos como el deseo de reconciliarse con Dios a través de las propias obras y cumpliendo con determinados rituales. Es una expresión de querer congraciarse con Dios a través del esfuerzo humano y la mortificación del cuerpo. El dolor de corazón por haber ofendido al Creador y la consecuente pena están determinados por aspectos externos dentro de una liturgia establecida, frenando una

5 auténtica reconciliación, que debe concretarse más allá de los aspectos formales. La ofensa a Dios, el pecado, suele estar enmarcado en lo cotidiano, en las relaciones que mantenemos los humanos los unos con los otros, y un verdadero arrepentimiento pasa necesariamente por la reconciliación. Santiago, el hermano del Señor, nos dice en su carta:...confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros de manera que seáis sanados (Stgo.5:16) Un verdadero arrepentimiento parte del corazón, supone un cambio interior y nos impulsa a encontrarnos con nuestros hermanos. El otro error que se suele dar es la de aquellos que, habiendo recibido la salvación, piensan que han entrado en un estado de perfección espiritual y moral que hace innecesario el arrepentimiento. Esa actitud es la manifestación de orgullo espiritual que niega que el cristiano tiene que arrepentirse y que ese arrepentimiento es innecesario. San Pablo, en su segunda carta a los Corintios, después de haber corregido la actitud de aquella iglesia hacia su persona y ministerio destaca el arrepentimiento práctico de los creyentes corintios: Ahora me gozo, no porque hayáis sentido tristeza, sino porque fuisteis entristecidos según Dios, para que ningún daño sufrierais de nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios genera arrepentimiento para salvación,... (2 Co.7:9,10) El creyente no está exento de cometer pecados, y así lo expresa el mismo apóstol en la carta citada respecto al comportamiento de algunos: Temo, que cuando vuelva, Dios me humille entre vosotros y yo tenga que llorar por muchos que antes han pecado y no se han arrepentido de los actos de impureza, inmoralidad sexual y libertinaje que han cometido (2 Co.12:21). Pero la frase más contundente a este respecto la encontramos en 1Jn.1:8,9: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Pero si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. El papel del arrepentimiento es vital para todos aquellos que buscan a Jesús y desean salvación, pero también lo es para los creyentes, porque solo a través de él se expresa de manera práctica la salvación recibida que es plenitud de vida en Cristo, liberación del pecado y perdón. Por qué nos llama Jesús al arrepentimiento? Porque el reino de los cielos (de Dios) se ha acercado. (Mt.4:17) Víctor J. Núñez IEB Sta. Cruz de Tenerife,