Segundo día de la novena a Nuestra Señora de los Ángeles, peregrinación diocesana a la Basílica de Cartago, viernes 24 de julio del 2015.

Transcripción

1 Segundo día de la novena a Nuestra Señora de los Ángeles, peregrinación diocesana a la Basílica de Cartago, viernes 24 de julio del Queridos hermanos y hermanas en el Señor: Como un verdadero regalo y don de Dios, con fe, amor y devoción, un año más hemos venido, como Iglesia diocesana de Ciudad Quesada, a la casa de nuestra Madre y Patrona Nuestra Señora de los Ángeles. Como Iglesia Particular, damos gracias a Dios, por medio de su Santísima Madre, por los 20 años que cumplirá la Diócesis, el día de mañana, de haber sido creada. También, en espíritu de comunión, nos unimos a las demás Diócesis de la Provincia Eclesiástica de Costa Rica que peregrinan hasta este santuario que es casa común de todos los costarricenses, y lo hacemos destacando el modelo de María esposa y madre que inspira y acompaña a la familia, tal y como la entiende la Iglesia desde el plan de Dios. Exaltar a María esposa y madre es manifestar las convicciones y principios que tenemos entorno a la familia, núcleo y célula de la sociedad y de la Iglesia. Con profesar lo que creemos, no estamos discriminando ni ofendiendo a nadie, máxime que estamos en un país de derecho, donde se reconoce la libertad de expresión y la libertad religiosa. El respeto y la tolerancia nos obliga a todos, no sólo se le puede exigir a la Iglesia. Nuestra gratitud para el P. José Francisco Arias y sus vicarios parroquiales por la amable invitación y por la fraterna acogida que nos han dispensado. Agradecimiento también a los sacerdotes y fieles de la Diócesis que han hecho un esfuerzo generoso y amoroso para peregrinar hasta acá desde nuestras tierras del norte. Se ha enmarcado esta novena 2015, con miras a la fiesta nacional del 2 de agosto, bajo el lema de María, madre de misericordia, pues nos encaminamos al jubileo de la misericordia proclamado por el Papa Francisco y que iniciaremos en diciembre próximo. Pero, en particular, para el día de hoy, contemplamos a María como la mujer nueva, 1

2 modelo de la mujer cristiana de hoy que se integra en los valores de la modernidad. María es la mujer siempre nueva por su relación especial con el misterio de Cristo, su Hijo. Nueva por haber sido la primera redimida, nueva por su testimonio de santidad, nueva por sus virtudes de perenne actualidad y trascendencia, nueva porque es inspiradora de todos los creyentes, especialmente de las mujeres de hoy. La novedad de vida no está simplemente en estar a la moda, sino en asumir y vivir aquellas actitudes que hacen crecer y madurar integralmente según el plan de amor y salvación que Dios nos ofrece. Este es el principal testimonio de novedad que nos ofrece María, mujer de fe. La Palabra de Dios, que se nos ha proclamado, destaca esta novedad de María que es modelo de la Iglesia y de cada uno de nosotros. La primera lectura del Apocalipsis nos presenta la visión de Juan del cielo nuevo y la tierra nueva, de la ciudad santa, de la Jerusalén celestial que aparece como una hermosa novia. Es, sin duda, modelo de la Iglesia, de la cual María figura y expresión. Es tierra nueva, nueva Jerusalén y morada de Dios porque en ella ya no hay luto, llanto ni dolor. Esta ciudad santa y nueva Jerusalén participa ya de la plenitud y perfección de Dios, por ello, el que está sentado en el trono ha dicho Todo lo hago nuevo. En efecto, Dios -con su plan de amor y salvación- quiere hacerlo todo nuevo, quiere renovarnos a todos por la muerte y resurrección de su Hijo, quiere renovar el mundo y la Iglesia superando el mal, el dolor, el sufrimiento y el pecado. La verdadera fuente de renovación está solamente en el amor de Dios, por ello, el Apocalipsis proclama el triunfo del bien sobre el mal, del poder de Dios sobre la injusticia y el pecado. En Dios todo es perfección, plenitud y novedad. A ello estamos llamados todos, especialmente la mujer de hoy que tiene como modelo e inspiración a María. Precisamente, el evangelio de Lucas, que nos narra la anunciación a María, nos presenta a la Virgen como mujer de fe: abierta, dócil, disponible y obediente al plan de Dios. Responde sí para ser madre de 2

3 Dios, para acoger en sus entrañas purísimas al Mesías y salvador del mundo, para dar nuestra carne al Hijo del Altísimo. María aparece en el evangelio como mujer nueva porque es la llena de gracia, porque el Espíritu Santo ha venido sobre ella, porque la fuerza del Altísimo la ha cubierto con su sombra. Queda claro que María es la mujer nueva por su relación íntima y especial con Dios. Es nueva por su fe y confianza en el Señor. La fe y el amor de Dios nos convierten en personas nuevas, la fe y el amor de Dios dan sentido profundo, auténtico y sobrenatural a nuestra vida. La novedad de María radica en dejarse transformar por la gracia de Dios. Por eso es la llena de gracia, mujer bella y siempre nueva. En ella, Dios lo ha hecho todo nuevo, ella es una obra maestra de su gracia y de su amor. En cuanto creados a imagen y semejanza de Dios, nosotros estamos llamados a aspirar a las cosas del cielo y a los valores trascendentes, no sólo a las cosas pasajeras y perecederas de la tierra. María es clave y ejemplo vivo de que la experiencia de fe y nuestra relación con Dios es lo que nos da auténtica realización y plenitud. En otras palabras, pretender vivir sin fe, sin relación con Dios y sin valores trascendentes sería el sinsentido y la negación más absoluta para lo cual fuimos creados por Dios. Somos seres esencialmente espirituales y religiosos. En esta época, más que posmoderna, algunos sectores, grupos y personas de la sociedad creen que estar al día, que alcanzar la verdadera libertad y autonomía, que buscar la igualdad de condición y oportunidades supone una ruptura con la fe, con las cosas de Dios y de la Iglesia. No hay error más grande y terrible que ese. Bien decía el Papa emérito, Benedicto XVI, que la sociedad que pretenda sacar a Dios de su historia se está forjando su propia tragedia. Ya vamos viendo las consecuencias de vivir sin Dios y sin fe: relativismo, violencia, irrespeto de la vida y la dignidad humana, rechazo de la familia, injusticia, negación del plan de Dios, etc. No podemos negar 3

4 nuestra naturaleza esencialmente espiritual en cuanto hemos sido creados y llamados a vivir en comunión con Dios y los demás. Cuáles son los valores y las virtudes de María que la mujer de hoy puede integrar a su vida? 1. Ante todo, María es mujer de fe, esperanza y amor. Su relación con Dios, su experiencia teologal es lo que da sentido a su vida. La mujer de fe, ayer, hoy y siempre será garantía segura de valores morales y espirituales para la sociedad y la familia. 2. María es esposa y madre, mujer de familia, defensora de la vida y de la dignidad humana. Cuida de la familia, se entrega, está presente siempre en el hogar el Nazaret, es su centro, amor y motivación. La maternidad, la esponsalidad y la consagración a la familia es el mejor legado y fruto que la mujer puede transmitir. 3. María es servidora fiel, generosa y trabajadora, no es mujer que busca la comodidad y su propio interés, no piensa en sí misma, sino en los demás. Va en ayuda de Isabel, cuida del Niño y va a Egipto con José, intercede en las bodas de Caná, se ofrece a sí misma con su dolor al pie de la cruz, está presente y animando en los inicios de la Iglesia. 4. María encuentra su más plena y genuina libertad en Dios, en su amor y en su voluntad. No en lo que ella quiere o le parece, no en lo que sea más fácil o simplemente guste. La verdad los hará libres, nos decía Jesús, hijo de María. La libertad debe ser siempre con responsabilidad y en busca de una plena realización. 4

5 5. María se realiza plenamente en su obediencia a la voluntad de Dios, no en la ruptura o rebeldía con relación al orden moral o religioso. No podemos vivir separados de Dios, sería el descalabro y el absurdo de nuestra existencia. Dios nos quiere llevar a la plenitud de su amor y salvación. Hemos sido creados a imagen y semejanza suya, destinados a la eternidad. María, mujer fiel, siguió siempre el camino de Dios, por ello participa de la plenitud de su gloria. En esta Eucaristía, a Jesús, Hijo de María que se nos da en su cuerpo y sangre como pan vivo bajado del cielo, vamos a pedir, por intercesión de nuestra Madre y Patrona, la Reina de los Ángeles, por todos nosotros, pero especialmente por todas las mujeres del mundo, de nuestro país, de nuestra Diócesis y de nuestras familias, para que sean siempre nuevas en la fe y en el amor de Dios, para que se renueven y renueven a los suyos en los auténticos valores morales y espirituales Madre, mujer siempre nueva, Madre del amor y de la misericordia, cuida y guía siempre a nuestras mujeres y a todos nosotros por el camino de la verdad y de la fe! Amén. Mons. José Manuel Garita Herrera. Obispo de Ciudad Quesada. 5