BIBLIOTECA Y DERECHOS HUMANOS

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1 BIBLIOTECA Y DERECHOS HUMANOS Pedro López López Universidad Complutense de Madrid Facultad de Ciencias de la Documentación 1 plopez@pdi.ucm.es De las diversas definiciones que uno puede encontrar de Derechos Humanos me inclino por resaltar aquellas que se alejan de una visión más académica y ponen énfasis en su vocación emancipatoria, más que en la conceptualización abstracta. Por eso me gusta ésta de Antonio Enrique Pérez Luño (1999): los derechos humanos son el conjunto de facultades e instituciones que, en cada momento histórico, concretan las exigencias de la dignidad y la igualdad humanas. El reconocimiento de la dignidad y de los derechos aparece en el preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos como base para la libertad, la justicia y la paz en el mundo. Además, el artículo 1 señala que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Otra definición que pone de relieve el carácter emancipatorio de los derechos humanos es la de Joaquín Herrera Flores (2000, p. IV), que dice que más allá del conjunto de declaraciones y pactos que conforman el entramado jurídico-institucional, los derechos humanos son el conjunto de procesos normativos, institucionales y sociales que abren y consolidan espacios de lucha. Y una tercera y última definición que citaré es la de José Justo Megías, que entiende los derechos humanos como cauces de libertad y mecanismos de exigencia ante el poder para que las personas podamos llevar a término nuestros proyectos personales de vida (Megías Quirós, 2006, p. 41). El derecho a la cultura es uno de los derechos sociales reconocidos también en la Declaración Universal, que en su artículo 22 señala que toda persona tiene derecho a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad, y a través de él las personas pueden construir mucho mejor sus proyectos personales de vida. El reciente libro de Ramón Salaberría, que lleva por título Autodidactas en bibliotecas, desarrolla esta idea mucho mejor de lo que podría hacerlo yo en este momento. Y en relación con la dignidad y los derechos sociales, el artículo 25 de la Declaración Universal destaca que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado. Este nivel de vida adecuado requiere unos servicios públicos que abarquen la sanidad, la educación y la cultura, y en estos dos últimos rótulos entran inevitablemente las bibliotecas. Evidentemente, una ciudadanía que no tiene acceso a la educación, a la información y a la cultura no puede ejercer plenamente su condición ciudadana, y una democracia sin ciudadanos es una contradicción en sus términos. Por eso, la IFLA, en su manifiesto a favor de la biblioteca pública destaca que la consolidación de la democracia depende de una buena educación y de un acceso libre e ilimitado al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la educación. 1 Comunicación presentada en el Instituto Cervantes le 16 de diciembre de 2010, en el marco de la III Jornada Profesional de la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes. 1

2 Lamentablemente, como ha señalado Armand Mattelart en algunos de sus trabajos, el escenario de debate de los temas educativos, informativos y culturales ha pasado en las últimas décadas de la UNESCO a la Organización Mundial del Comercio, que considera estos asuntos cuestión de negocios, incluyendo a las bibliotecas en uno de los apartados comerciales del Acuerdo General del Comercio de Servicios, un acuerdo previsto para privatizar los servicios públicos y convertir en negocio toda actividad humana y todos los recursos que nos da la naturaleza. La lógica neoliberal va arrinconando los espacios ciudadanos, como es el de la biblioteca, para convertirlos en espacios comerciales. La biblioteca tiene que seguir siendo un espacio de resistencia a esta lógica neoliberal que quiere mercantilizar hasta el aire que respiramos. La dinámica que va imprimiendo el neoliberalismo va en la dirección de acabar con los derechos sociales conquistados a lo largo de más de un siglo, que ahora se están convirtiendo en mercancías aptas para los negocios de unos pocos. Este proceso abarca desde los ferrocarriles hasta las pensiones, la sanidad y la educación. Como espacio público y como instrumento para el acceso a la información, al conocimiento y a la cultura, la biblioteca tiene una posición idónea para impulsar el fomento de los derechos humanos y los valores democráticos, tal y como lo señalan la UNESCO y la IFLA en diversos textos. La biblioteca tiene que ayudar a extender la cultura y los valores de los derechos humanos para que formen parte del bagaje cultural de los ciudadanos, que de esta manera pueden ser críticos con los poderes y exigir mejoras sociales. En este sentido, me parece de interés recordar la Declaración de Buenos Aires sobre Información, Documentación y Bibliotecas, proclamada en el marco del Primer Foro Social de Información, Documentación y Bibliotecas (Buenos Aires, 2004), que señala en diversos puntos el papel de las bibliotecas y demás centros de información en la promoción de los valores democráticos, el impulso de la práctica de la democracia, la contribución al desarrollo de los derechos humanos y el compromiso social de los bibliotecarios con la paz. En los últimos años, trabajos de diversos autores se han ocupado de impulsar estas ideas. Señalaré sólo un par de ellos que en su título son suficientemente expresivos: Biblioteconomía y Derechos Humanos, de la profesora canadiense Toni Samek, y Archivos y Derechos Humanos, del profesor español Ramón Alberch Como procedo del ámbito docente, de lo que me he ocupado en los últimos años es de intentar incorporar en mi contexto estas ideas, procurando que las enseñanzas de los futuros profesionales de las bibliotecas, los archivos y los centros de documentación abarquen aspectos de compromiso social, de manera que ni los estudiantes ni esos futuros profesionales se conviertan en meros pulsateclas eficientes en tareas técnicas que podrían realizar perfectamente aparatos tecnológicamente avanzados. Entiendo que un profesional que sale de la universidad debe ser consciente de los problemas sociales y debe preguntarse qué puede aportar desde su función profesional para la mejora de la sociedad. Y en todo caso, la democracia y los derechos humanos deben 2

3 formar parte del currículum universitario. Por supuesto, no son opiniones mías lo que estoy señalando. La Conferencia Mundial sobre la Educación Superior celebrada en París en julio de 2009 culminó con un comunicado que señalaba (punto 3) que "la educación superior debe no sólo proporcionar habilidades sino también promover el pensamiento crítico y la ciudadanía activa, y contribuir a la educación de un ciudadano comprometido con la construcción de la paz, la defensa de los derechos humanos y los valores de la democracia". Otra institución de relieve para estos temas es el Consejo de Europa, que en 2006 proclamó la declaración que lleva por título Responsabilidad de la Educación Superior para una cultura democrática: ciudadanía, derechos humanos y sostenibilidad ;en ella se dice que la enseñanza superior juega un papel esencial en la transmisión de la cultura democrática ; el Consejo de Europa entiende que un núcleo esencial de esta cultura democrática o ciudadana son los derechos humanos. El artículo 3 de los estatutos de mi universidad dice que una de sus funciones es la formación en valores ciudadanos de los miembros de la comunidad universitaria. Esta declaración se queda en un mero brindis al sol si no se incide en los curricula universitarios. Una buena parte del profesorado entiende que la enseñanza universitaria debe abarcar algo más que los procesos técnicos. En el área de Biblioteconomía y Documentación se fundó hace un par de años un colectivo con esta orientación: el Colectivo de Docentes de Información y Documentación por el Compromiso Social, que en su manifiesto fundacional se muestra preocupado por la escasa formación y sensibilidad predominante en los planes de estudio de materias que resalten el compromiso social de los futuros profesionales y apuesta por una formación integral que aporte sensibilidad y compromiso social de los profesionales. Compromiso con los derechos humanos y la democracia, naturalmente. De lo que se trata, en definitiva, es de incorporar en la docencia universitaria, en la preparación de los futuros bibliotecarios, archiveros y documentalistas, un enfoque de responsabilidad social de la profesión elegida. La profesión que elegimos constituye la principal responsabilidad y aportación del ciudadano a la comunidad (Cobo, 2003). En un acto de concesión de doctorado honoris causa en la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Madrid, la conocida profesora y activista Susan George comentó que una de las razones por las que elegimos una profesión es la ambición por cambiar la realidad social. Desde mi punto de vista, la profesión que uno ejerce debe servir para mejorar la sociedad. Algunas profesiones, como aquellas para las que preparamos en el ámbito de la Biblioteconomía, tienen el privilegio de poder permitirse ir más allá de la mejora de la gestión para aspirar a mejorar la sociedad. Es decir, bajo mi punto de vista, de lo que se trata es de pasar de un planteamiento gerencial a un planteamiento social, dejando atrás la visión miope de la mera cumplimentación correcta de las tareas técnicas y/o administrativas. Pues bien, el enfoque de derechos humanos es el que mejor plasma las ideas de responsabilidad y compromiso social, y por tanto es importante que la cultura de los derechos humanos forme parte del bagaje cultural de los universitarios, de los profesionales y de los ciudadanos en general. Cuando el manifiesto IFLA/UNESCO a 3

4 favor de la biblioteca pública (1994) afirma que el desarrollo de la sociedad y de la persona sólo podrán alcanzarse si ciudadanos bien informados pueden ejercer sus derechos democráticos y desempeñar un papel activo dentro de la sociedad, así como que la consolidación de la democracia depende de una buena educación y de un acceso libre e ilimitado al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la educación, es importante que los estudiantes, que serán futuros bibliotecarios, asimilen el papel fundamental que la biblioteca tiene precisamente en el logro de estos objetivos. Y es importante que comprendan en toda su amplitud el espíritu que anima las declaraciones de la IFLA o la UNESCO cuando se refieren a la biblioteca como promotora de los valores democráticos y de los derechos ciudadanos. La biblioteca está relacionada estrechamente con varios artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, como son: - el 19, que habla del derecho a la información, a la libertad de expresión y a la libertad de investigación; - el 26, que se refiere al derecho a la educación indudablemente, la biblioteca forma parte del sistema educativo, y más si consideramos la idea de la educación a lo largo de la vida-; - el 2, que se refiere a la no discriminación en el disfrute de los derechos por ninguna condición (raza, sexo, status económico, etc.) la biblioteca atiende a todos sus usuarios sin hacer ninguna distinción-; - el 12, que se refiere a la protección de la privacidad de los usuarios de la biblioteca. Estos artículos, citados explícita o implícitamente en los códigos deontológicos bibliotecarios, no agotan la relación de la biblioteca con los derechos humanos. Mediante la biblioteca los ciudadanos pueden ejercer su derecho de acceso a la información y a la cultura. Pero la biblioteca tiene un importante papel en la promoción de una cultura de derechos humanos. Cómo puede hacer esto la biblioteca? En primer lugar, manteniendo su condición de espacio público en el que el ciudadano puede ejercer sus derechos democráticos y participar de una vida comunitaria que se basa en la convivencia pacífica y en el reconocimiento del otro. Cuando el preámbulo de la Declaración Universal menciona la necesidad de promover mediante la educación el reconocimiento, el respeto y la aplicación de los derechos humanos, no tiene la biblioteca una posición idónea para desarrollar esta labor? La biblioteca puede ayudar a promover los derechos humanos con actividades tales como la celebración del Día Mundial de los Derechos Humanos (10 de diciembre) y de otros días internacionales relacionados, como el Día para los Derechos de la Mujer (8 de marzo), el Día para la Eliminación de la Discriminación Racial (21 de marzo), el Día de los Derechos del Niño (20 de noviembre), el Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio) y un largo etcétera. Estos días pueden ser motivos de realización de actividades de concienciación sobre multitud de problemas y de extensión del conocimiento de los derechos humanos y de los problemas sociales. Se trata de una tarea fundamental, ya que sólo un pueblo que conoce sus derechos puede prosperar. Además de actividades puntuales en torno a fechas significativas, encontramos en las bibliotecas de todo el mundo cientos y miles de experiencias con buenas prácticas en las que inspirarse. Un ejemplo lo tenemos en la experiencia de los parques bibliotecas de Medellín, a la que seguramente el ponente Sergio Fajardo se referirá. Estas 4

5 experiencias ilustran cómo fomentar la convivencia intercultural, la integración social de capas de la población en riesgo de exclusión social o propiamente excluidas, el aprendizaje infantil de la convivencia pacífica y del reconocimiento del otro, etc.. Clubes de lectura, cuentacuentos, coloquios y conferencias y multitud de otras actividades que sería prolijo enumerar ayudan a la construcción de una sociedad democrática y promotora de los derechos humanos. Para terminar mi intervención, les dejo con la consideración de que los derechos humanos constituyen una buena guía para orientar el trabajo cotidiano de las bibliotecas. Saber que las bibliotecas son un instrumento imprescindible para el acceso a la información, a la educación y a la cultura, y que sin el acceso a estos derechos se hace imposible la democracia, debe llenar de orgullo profesional a los bibliotecarios. Y también creo que es necesario reforzar el mensaje de que estos derechos solo pueden ser protegidos desde una concepción de servicio público incompatible con los intentos de hacer de estos derechos y servicios objeto de lucro a través de su privatización y mercantilización. Contra esta tendencia que marca el neoliberalismo, debemos seguir haciendo de la biblioteca un espacio público en el que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos y fortalecer la convivencia democrática. Referencias bibliográficas ALBERCH FUGUERAS, R. Archivos y derechos humanos. Gijón: Trea, COBO SUERO, Juan Manuel. Formación universitaria y educación para la ciudadanía. Revista de Educación, 2003, número extraordinario: Ciudadanía y Educación, pp HERRERA FLORES, Joaquín. El vuelo de Anteo: derechos humanos y crítica de la razón liberal. Bilbao: Desclée de Brouwer, MEGÍAS QUIRÓS, José Justo (coord.). Manual de Derechos Humanos. Elcano (Navarra): Aranzadi, PÉREZ LUÑO, Antonio Enrique. Los derechos humanos. Significación, estatuto jurídico y sistema. Sevilla: Universidad, SALABERRÍA, Ramón. Autodidactas en bibliotecas. Gijón: Trea, SAMEK, Toni. Biblioteconomía y Derechos Humanos. Gijón: Trea,