Oración y Combate - Parte 2 COMBATE ESPIRITUAL

Transcripción

1 COMBATE ESPIRITUAL Un cristiano que no ha experimentado todavía el bautismo del Espíritu Santo es un tanto vago al referirse a la realidad del ámbito espiritual. Es como el siervo de Eliseo, cuyos ojos estaban cerrados en esa área. Puede que reciba instrucciones de la Biblia, pero su entendimiento está confinado a la mente, porque todavía no ha encontrado la revelación de su espíritu. Pero al experimentar el bautismo, su intuición se hace agudamente sensible y descubre en su espíritu un mundo espiritual que se abre ante él. Por medio de la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo no se limita tan sólo a descubrir el poder sobrenatural de Dios, sino que entra en contacto con la misma Persona de Dios. Y ahí es donde empieza el combate espiritual. Éste es el período cuando el poder de las tinieblas se disfraza como un ángel de luz, e incluso se atreve a falsificar y a suplantar la Persona y la obra del Espíritu Santo. 1 / 5

2 Éste es el momento en que también la intuición se da cuenta de la existencia de un terreno espiritual y de la realidad de Satanás y sus espíritus malignos. Los apóstoles fueron instruidos en las Sagradas Escrituras por el Señor después del Calvario, pero sólo se dieron cuenta de la verdadera existencia de un reino espiritual después de Pentecostés. El bautismo espiritual marca el punto de partida del combate espiritual. Una vez el creyente ha establecido contacto con la Persona de Dios por medio del bautismo en el Espíritu Santo, su espíritu es liberado. Ahora es capaz de sentir la realidad de las cosas y los seres en el dominio espiritual. Con este conocimiento (y recordemos que el conocimiento de un hombre espiritual no llega por completo de pronto; buena parte suele llegarle después de muchas pruebas) se encuentra con la realidad de Satanás. Sólo aquellos que son espirituales están capacitados para percibir la realidad del enemigo y entonces entrar en combate (Efesios 6,12) y descubren que esta guerra no se lucha con armas de la carne (2 Corintios 10,4), ya que como el conflicto es espiritual, también las armas deben serlo. Es una lucha entre el espíritu del hombre y el del enemigo: una lucha entre espíritu y espíritu. Antes de llegar a esta coyuntura en su trayectoria espiritual, el hijo de Dios no entiende ni puede tomar parte en la batalla de los espíritus. Sólo después que su hombre interior ha sido fortalecido por el Espíritu Santo, empieza a saber el modo en que ha de luchar contra el adversario en el espíritu. A medida que progresa espiritualmente, comienza a descubrir la realidad de Satanás y su reino, y es entonces que le es dada a conocer la manera en que ha de resistir y combatir al enemigo con su espíritu. A menos que los creyentes reconozcan su propia debilidad, es decir, lo incompetentes que son en sí mismos para enfrentarse con lo sobrenatural, van a ser engañados. Hay dos fuerzas que influyen en el espíritu del cristiano: el Espíritu Santo y el espíritu maligno. El que cree que su espíritu sólo puede ser controlado por el Espíritu Santo, comete una grave equivocación. Puede ser también controlado por el espíritu maligno. Dejemos bien sentado de modo definitivo que, aparte del Espíritu de Dios, existe adicionalmente el espíritu del mundo (1 Corintios 2,12), que es, de hecho, el enemigo espiritual de que se nos habla en Efesios 6,12. 2 / 5

3 A no ser que el cristiano cierre su espíritu para resistir, puede encontrarse con que el maligno ha usurpado su espíritu a través del engaño y la falsedad. Cuando un hijo de Dios se vuelve espiritual, se halla sometido a la influencia del mundo sobrenatural. En este momento es vital que conozca la diferencia entre lo espiritual y lo sobrenatural, confusión que causa muchos engaños. Las experiencias espirituales son las que se originan en el espíritu del creyente, mientras que las sobrenaturales no tienen por qué provenir de allí. Pueden originarse en experiencias físicas o en la esfera anímica. El cristiano no debe interpretar una experiencia sobrenatural como idéntica a la espiritual. Debe examinar sus experiencias para discernir si proceden del exterior a través de sus sentidos o si realmente provienen de su hombre interior. Lo que emane del exterior, por sobrenatural que sea, nunca es espiritual. Los verdaderos creyentes no deben aceptar jamás todo lo sobrenatural sin examinarlo, puesto que Satanás puede realizar también actos sobrenaturales. No importa cual sea el sentimiento durante el momento de la experiencia, ni el aspecto del fenómeno o lo que dice que es, los creyentes deben investigar su origen. La exhortación de 1 Juan 4,1 debe observarse estrictamente: Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. Las falsificaciones del adversario a menudo superan las expectativas del creyente. Si el pueblo del Señor se humilla para admitir que es posible el engaño, serán defraudados con menos frecuencia. Un cristiano debe saber cómo luchar con su espíritu contra su asaltante. De otro modo no sabrá discernir el plan de ataque del enemigo y la táctica que Dios quiere que adopte. Pero si anda según el espíritu, aprende a orar constantemente contra los poderes del mal, y con cada batalla su hombre interior incrementa su poder. Empieza a entender que, aplicando la ley del espíritu, no sólo vence al pecado sino también a Satanás. En los pasajes de las Sagradas Escrituras en que el Apóstol Pablo trata sobre el combate espiritual podemos evaluar lo importante que es la fuerza en esa lucha. Antes de mencionar el problema del combate espiritual (Efesios 6,11-18), Pablo exhorta a sus lectores a que sean 3 / 5

4 fortalecidos en el Señor y en el poder de su fuerza (v. 10). Dónde estará, pues, esta fuerza de que habla? Pablo nos dice en el capítulo 3:... para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior (V.16). El Hombre interior es el centro del hombre, el espíritu del hombre. Y justamente allí es donde los poderes de la oscuridad atacan al hombre. Por lo tanto, si el hombre interior es débil, todo lo demás es débil también. Un espíritu enclenque provoca miedo en el corazón, lo que automáticamente debilita la posición del creyente cuando éste se enfrenta con el mal. A menos que se haya dado cuenta de la naturaleza del conflicto, el creyente no será capaz de resistir a las potestades y poderes con su espíritu. Muchos cristianos se sienten libres y ágiles en el espíritu cuando todo es dulzura y luminosidad, pero en el momento en que estalla un conflicto bélico su espíritu se acobarda, se perturba, tiene miedo, hasta que finalmente se hunde. No comprenden entonces cómo es posible que hayan sido vencidos. El objetivo de Satanás es la victoria, y con este objetivo delante, intentará alejar a los creyentes, atacando su posición espiritual de ascensión, para que al desfallecer ellos él pueda ascender. La posición es un factor elemental en la batalla. Cuando el espíritu de un santo se tambalea pierde su posición celestial. Los cristianos, por lo tanto, tienen que mantener un espíritu firme, sin ceder terreno al enemigo. Todo lo anterior nos indica que la oración es el medio para combatir las insidias del enemigo y que ante el combate que debemos librar cada día contra sus ataques, debemos abrirle nuestro corazón al Señor y pedirle que su Espíritu Santo more siempre en nosotros y nos de la luz, la sabiduría y la fuerza que necesitamos. Que al descubrir que tenemos un combate no con fuerzas materiales sino con fuerzas espirituales muy poderosas (Efesios 6,10-18), podamos hacer eco en nuestra vida espiritual las palabras que en el huerto de los olivos el Señor le expresó a sus Apóstoles cuando no habían sido capaces de velar en oración ni siquiera una hora con Él: Velad y orad, para que no 4 / 5

5 caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mateo 26,40-41). 5 / 5