PRIMERAS PÁGINAS.

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Salvador Villalobos Lozano
hace 6 años
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1 PRIMERAS PÁGINAS hacia el norte

1 LA VUELTA AL COLE Alvin observó la calle a través de la ventana enrejada. La acera todavía estaba vacía. Si se daba prisa, podía llegar al colegio antes que los demás.

Era más importante evitar encontrarse con los demás chicos. Y la abuela usaría de todos modos el agua caliente para prepararse el té, por lo que no habría desperdiciado el gas.

2 1 LA VUELTA AL COLE Alvin observó la calle a través de la ventana enrejada. La acera todavía estaba vacía. Si se daba prisa, podía llegar al colegio antes que los demás. Así no tendría que hablar con nadie sobre las Navidades. La tetera silbó. Alvin corrió a la cocina y apagó el fuego. Era capaz de pasar sin el chocolate caliente. Era más importante evitar encontrarse con los demás chicos. Y la abuela usaría de todos modos el agua caliente para prepararse el té, por lo que no habría desperdiciado el gas. Cogió su mochila nueva con una mano y el chaquetón con la otra, y corrió a la puerta. Ponte el chaquetón, Alvin dijo su madre desde el dormitorio. No podía verle. Cómo lo adivina siempre? murmuró Alvin. Mamá siempre lo sabe todo dijo la abuela. Estaba en el sofá, sentada en la habitación, a oscuras. Abuela, qué haces ahí? Estoy descansando. Ponte la chaqueta, o tu madre no estará contenta. 7

3 Descansando por la mañana? Cuánto tiempo hacía que la abuela estaba levantada? No me importa contestó Alvin, aunque se puso la chaqueta. Sí que te importa, niño. Si mamá no está contenta, no hay ná contento. La abuela se rió. Le encantaba decir eso: «Si mamá no está contenta, no hay ná contento». Le había regalado a la madre de Alvin una camiseta con ese lema en el cuarto día de kwanzaa, el festival cultural afroamericano que se celebra del 26 de diciembre al 1 de enero. A su madre no le había gustado tanto como a la abuela, sobre todo porque odiaba palabras del estilo de ná. Pero se la ponía para dormir, porque la abuela le había comprado la camiseta en una tienda de la calle Mount Pleasant que sólo vendía artículos producidos por empresas de afroamericanos. Por eso, la camiseta era un símbolo del principio del kwanzaa: tal como lo expresaba la abuela: «Tú me compras a mí y yo te compraré a ti». Su madre pensaba que el kwanzaa era una de las cosas buenas que les habían pasado a los negros a lo largo de su vida. A la abuela no le importaba el kwanzaa de un modo especial, pero siempre estaba dispuesta a sacarle partido a algo que le permitiese soltar una buena carcajada. Alvin se subió la cremallera del chaquetón, le dio un beso rápido en la mejilla a la abuela y salió de casa. El colegio Bancroft quedaba sólo a unas pocas manzanas. Hacía bastante frío esa mañana, pero no tanto como solía hacer en Washington, D.C. en enero. Los monos gibones del zoo, a unas seis manzanas de distancia, se daban los buenos días unos a otros con unos chillidos que resonaban por todo Mount Pleasant. A Alvin le encantaba el zoológico. Algún día viajaría 8

4 a las selvas de Asia, donde los gibones vivían en libertad. Y también iría al Amazonas y a África. Sí, sobre todo a África. Iría allí en primer lugar, porque el último libro sobre primates que había leído decía que los gorilas se encontraban en peligro de extinción. Los gorilas se acabarían. Unos animales amables e inteligentes dejarían de existir. Alvin se subió el cuello de la chaqueta y metió las manos en los bolsillos. Caminó con los ojos fijos en la acera. El perro tras la verja de madera de Park Road ladró con furia. Alvin salió corriendo y, hasta que se hubo alejado media manzana, el corazón no le volvió a latir con normalidad. Sabía que la verja era alta, pero eso no lo tranquilizaba demasiado. Les tenía miedo a los perros. Ninguno de sus amigos tenía uno. Eres tú, Alvin? gritó Shastri. Alvin siguió andando, sin volverse. Eh, Enano!, eres tú? Los pasos de Shastri se hicieron más audibles. Alvin se detuvo y lo esperó. A qué viene esa prisa? preguntó Shastri, alcanzándolo. Alvin necesitaba dar tres pasos por cada dos de Shastri. Miró a su mejor amigo, el amigo a quien había estado evitando desde el día de Navidad. Hola. Vamos a llegar pronto saliendo a esta hora. No me podía creer que eras tú, cuando te vi por la ventana. Tuve que meterme la tostada en la boca a toda prisa. Lo siento murmuró Alvin. No importa. No te lo vas a creer. La he conseguido. Me han regalado la bicicleta de montaña. 9

5 Alvin sabía que Shastri la conseguiría. Hizo un esfuerzo para sonreír. Es perfecta. Azul eléctrico. Puede ir a todas partes. Tienes que venir a verla. Ya dijo Alvin. Habían llegado a la puerta del colegio. Por suerte, ese año Alvin y Shastri no estaban en la misma clase; al menos, no tendría que oír hablar de la bicicleta todo el día. Ahora tengo que irme dijo Alvin. Tengo una cosa que hacer. Vale asintió Shastri con la cabeza. Después del colegio? Alvin se despidió y se fue a su aula, deseando que la envidia no pudiera con él. La cuestión era que Alvin necesitaba una bicicleta de montaña, la necesitaba de verdad. Tío Pete había prometido llevarlo a una excursión en bicicleta durante las vacaciones de primavera, si su madre le compraba una. Un viaje a través de Maryland, pasando por granjas y bosques. Acampando por el camino. Como los pioneros. Tío Pete solía llevar a Alvin de acampada cuando vivía allí. Pero dos años atrás había conseguido un empleo en Filadelfia y se había mudado. Volvía para pasar algún fin de semana de vez en cuando. Y Alvin había ido a verle en junio. Su madre lo había acompañado en el tren a la ida, y a la vuelta lo había hecho tío Pete. El chico y tío Pete habían estado hablando durante todo el trayecto sobre los planes para la excursión en bicicleta. Cuando Alvin le contó a Shastri que soñaba con una bicicleta de montaña, el amigo había empezado a soñar con ella también. Alvin no volvió a hablar del asunto, y la bicicleta y la 10

6 excursión se convirtieron en su anhelo secreto, casi sagrado. Pero Shastri pasó a desear tanto la bicicleta que apenas hablaba de otra cosa. Y he aquí lo que ocurrió: Shastri la había conseguido, y Alvin no. Y Shastri ni siquiera necesitaba su bici. Sus padres lo llevaban a conocer todo tipo de sitios. Una bicicleta. Con una bicicleta, a Alvin no le haría falta que nadie lo llevara a ninguna parte. Podría ir él solito. 11

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