- Bienvenidos a casa. Corto y cierro.

Transcripción

1 DAÑOS COLATERALES Esa no sería una tarde más, al menos para los niños que jugaban en el viejo parque destrozado y abandonado, ajenos al peligro de los socavones y de los restos de metralla que por allí había. Apenas si quedaba una barra de hierro de lo que un día fue un columpio. Ahora solo había tierra, agujeros, piedras, y bancos quemados. Tampoco quedaban ya las paredes donde antes golpeaban sus pelotas, simulando marcar los goles de sus ídolos europeos. La única pared que quedaba en pie estaba llena de agujeros y de pintadas extrañas con palabras más extrañas aún. Los niños no las entendían pero sus violentos trazos mostraban odio, sin duda alguna. No había perros hacía mucho que habían desaparecido ni gatos. Ni siquiera las molestas hormigas quedaban Los niños jugaban a lo único que sabían hacer porque era lo único que veían. Había pasado mucho tiempo ya desde que cerraron la escuela. No dijeron que fuera para siempre, pero a ellos sí que se lo parecía. Una vez más, jugaban a la guerra, ajenos a sus peligros. Para ellos todo era un juego, y se disparaban y gritaban, y el disparado imitaba muy bien la caída de los muertos porque era algo casi cotidiano. Tanto como imitar a un portero parando un balón. Tres de ellos, con los pantalones rotos, y armados con fusiles de asalto fabricados con los tallos de árboles quemados, se arrastraban por la tierra para evitar ser descubiertos por sus enemigos. Éstos, vigilaban la fuente, que, aunque llevaba ya más de un año sin surtir agua, era el objetivo a defender en su juego. Dos viejos les miraban sentados en un banco, quemado también. No saben si reír o llorar ante el inocente juego de los niños, que para ellos se convierte en algo macabro porque les hacía recordar la desaparición de algún familiar cercano De repente, los viejos se levantaron, sin importarles sus achaques con los que llegaron, y gritan a los niños, que no les hacen caso. Los viejos señalan al cielo y corren, olvidando incluso sus bastones. Los niños miran al cielo con una mezcla de emoción y sobrecogimiento, y no se atreven a correr.

2 El cielo ha dejado de ser azul. Muchas manchas negras se dibujan sobrevolando bajo las nubes, y el ruido se hace ensordecedor. Por fin suena la alarma del pueblo y todos corren. Ellos no. Ellos se quedan mirando esos aviones que ya están sobre ellos. De todos modos, ya es tarde para correr. Las sombras que caen del cielo ya están a punto de impactar sobre ellos. Cuando los pilotos del caza entraron en la base respiraron más tranquilos. Habían cumplido la misión, destruyendo su objetivo marcado, y aun así no las tenían todas consigo. A pesar de que estaban preparados para todo en eso de la guerra la misión no les gustó desde el mismo momento en que la estudiaron. Su ejemplar sentido del deber les hizo acatar órdenes y cumplir la misión tal y como había sido ordenada. Ese era su trabajo. - Buen trabajo, muchachos dijo el capitán, retumbando su voz por los altavoces de la cabina del caza. Un silencio extraño se apoderó de la cabina acristalada del caza. - Objetivo cumplido. Nave de armamento enemigo destruida. Aun así ninguno de los tres pilotos sonrió. Todos sabían que habían destruido algo más que simple armamento. El enemigo había colocado su objetivo muy cerca del núcleo urbano, y desde arriba le pareció ver gente corriendo por las calles. - Muertos civiles, mi capitán? preguntó el jefe de los pilotos, con la voz entrecortada - los inevitables respondió el capitán con su voz mecánica y fría - los inevitables? No se nos informó de que hubiera civiles en la zona no son civiles, mi sargento. Son daños colaterales - respondió el capitán - pero - Bienvenidos a casa. Corto y cierro.

3 Y aquí te dejo el porqué de esta historia, el cómo nació. Todo se debe a una fotografía que vi de un bombardeo. Los aviones, lanzando bombas sobre la población, me parecieron los ojos de un niño, y las bombas se convirtieron en lágrimas. En fin, un nuevo desvarío mental de esos que nacen por las noches A ver si te gusta

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