SOBRE LA ESPIRITUALIDAD DE SAN CAMILO DE LELIS

Transcripción

1 SOBRE LA ESPIRITUALIDAD DE SAN CAMILO DE LELIS P. Giuseppe Cinà, M.I.

2 SOBRE LA ESPIRITUALIDAD DE SAN CAMILO DE LELIS Pe. Giuseppe Cinà, M.I.

3 Sumario 1 La percepción de sí mismo en Camilo de Lelis 7 Las dos caras de Camilo de Lelis 7 La nueva identidad personal 9 Imagen servicial de sí mismo 10 2 La transfiguración de san Camilo de Lelis 13 Las fascinación del acontecimiento 13 La relación con los demás acontecimientos de la vida de Cristo 14 Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios 16 Las transfiguraciones de san Camilo 17 4 Marta y María en la espiritualidad de san Camilo 26 Cómo conjugar acción y contemplación? 26 La situación actual 27 El error de Marta 29 La justa relación entre la escucha de la palabra y la acción 30 5 Arte de vivir, arte de morir en san Camilo de Lelis 32 La muerte de Camilo según la pluma de su primer biógrafo 33 Qué rostro de la muerte se manifiesta aquí? De qué modo Camilo vive su muerte y su morir? 37 3 San Camilo y san Felipe: el sentido de un conflicto 20 El encuentro con san Felipe 21 El sentido de un conflicto 22 Todo encuentro es un choque

4 1 La percepción de sí mismo en Camilo de Lelis Releyendo las reglas para servir a los pobres enfermo P. Giuseppe Cinà,M.I. Las dos caras de Camilo de Lelis Uno de los aspectos más llamativos de Camilo de Lelis que nunca deja de sorprendernos es la transformación que se verificó en él después de su, así llamada, conversión religiosa. No solo cambia algo en su comportamiento, sino que cambia su actitud ante la vida. Hasta el punto de ser otro, y no solo para sus contemporáneos, sino también para quien vuelve a reflexionar sobre ello mucho tiempo después... El sentido de ese contraste se precisa y acrecienta si se leen las reglas que él redactó para servir con toda perfección a los pobres enfermos 1.Un código de comportamiento, diríamos hoy, que nació directamente de su experiencia y que en buena medida ofrece su identidad personal, su modo de ser y de obrar cuando estaba al lado del enfermo, como dicen los hagiógrafos. Es verdad que todos, unos más y otros menos, cambiamos a lo largo de la vida. Y esto es así especialmente si se considera la transformación que tiene lugar cuando se pasa de la juventud a la edad adulta. Es un cambio que tiende a pasar de un comportamiento centrado en la satisfacción inmediata del yo, a un modo de obrar que trata lograr una felicidad más amplia y más lejana en el tiempo, que tiene que ver de manera especial con los otros, con la familia, los amigos, los conocidos; en suma, todos los demás. Pero en Camilo el salto es espectacular, al menos en relación con lo que habitualmente acontece en la vida de un hombre. 6 1 Scritti di san Camillo, a c. di G.Sommaruga, Ed.Camilliane, Torino 1991, pp

5 Parece incluso que falta continuidad de fondo entre el antes y el después del suceso de San Giovanni Rotondo. En un primer tiempo, digámoslo así, está desconcertado e inquieto, totalmente centrado en si mismo, siempre desasosegado en busca de satisfacciones y placeres, solo preocupado por sí mismo y su ventaja personal, apasionado por el juego y la diversión. Es además iracundo y violento, agresivo y prepotente. Los otros cuentan muy poco para él, o mejor, cuentan en la medida que puede conseguir algo de ellos. En cambio, en la segunda fase es totalmente otro, especialmente por su conducta con los enfermos y los pobres. Es tan altruista y solícito que recuerda la actitud de una madre cariñosa y tierna, totalmente entregada al cuidado de su único hijo enfermo. En pocas palabras, no se ha transformado simplemente en un altruista. Se ha verificado en él una transformación radical de su personalidad, porque no solamente se pone a disposición y al servicio de los demás, sino que estos otros los enfermos, e incluso las más abyectos son cuidados como sus señores y dueños. De estos es de quien él se siente servidor. (Ez 36,26; Jer 31,33) que Dios, con la llegada del Mesías, introduciría en el hombre. El bautismo es el momento en que el creyente es generado a esta vida nueva, convirtiéndose así en partícipe de la vida divina (2 Pe 1,4). Camilo había sido bautizado cuando era niño, pero luego se había preocupado muy poco de lo que esto podía significar. Hasta este momento, el momento de su conversión. Solo entonces se dio cuenta de lo que Dios había hecho con él. Fue como un despertar del sueño, como adquirir conciencia de la verdad de su vida, de su existencia. Sintió estupor, porque finalmente se dio cuenta de la obra del Señor en él. Se sintió salvado de una vida insulsa y alocada. Se hizo sitio en Camilo una actitud de gratitud por haberse sentido objeto de un amor inmerecido y desproporcionado. Podía quedarse sin dar respuesta a un don tan grande? Qué cambió en Camilo? Quien conoce la vida de Camilo sabe muy bien cuál fue la razón de aquel cambio: Camilo se siente arrebatado por el amor de Cristo; más aún, de Cristo doliente que sufre en los enfermos. Tomó a la letra la palabra evangélica y la vivió con una coherencia absoluta: Lo que hicisteis a uno solo de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt 25,40). Enamorado de Cristo crucificado, al que luego ve, contempla y sirve en el enfermo, solo se puede comprender a Camilo en la relación con el Crucificado. Y este puede ser Jesús en la cruz o el enfermo crucificado en el lecho del dolor. Lo importante es entender adecuadamente cómo se produjo este cambio, de qué manera se realizó en Camilo aquella metamorfosis total. Conocemos la respuesta de la fe cristiana: un auténtico encuentro con Cristo, si se le acoge, equivale a un nuevo nacimiento. Quien es aprehendido por Cristo y se deja conquistar por su amor, comparte con Él su existencia. Se trata de un nacimiento que procede de lo alto (Jn 3,7), como Jesús trataba de explicar a Nicodemo. Este no lograba entrar en la perspectiva de Jesús, y Jesús se sorprendía de que Nicodemo, siendo maestro en Israel, no recordara las palabras de Jeremías y Ezequiel sobre el corazón nuevo y el espíritu nuevo Advirtió de manera imperiosa el sentido de la restitución, es decir, del deber de devolver de alguna manera aquella nueva vida que se le había donado tan maravillosamente. La nueva identidad personal Se puede describir esta experiencia también como la emergencia de una nueva identidad personal de Camilo. Comienza a cambiar la percepción que tiene de sí mismo, de la propia imagen, de su propia comprensión. Y aún más: es justamente de este nuevo concepto del yo de donde brota la actitud que a partir de ahora Camilo adoptará ante la vida y los demás. A partir de ahora se verá a sí mismo como alguien destinado únicamente al servicio caritativo de los enfermos, en los cuales ve al Señor crucificado, a quien en ellos servirá con un amor apasionado e inteligente. A qué se debe esta percepción? Al rostro de Cristo, por quien se ha sentido alcanzado (Fil 3,12), es decir, al Cristo crucificado que le ha abierto finalmente a la vida. En la contemplación de Cristo crucificado Camilo experimentó el servicio salvífico que el Señor iba realizando en él; sintió sobre él toda la fuerza transformadora de aquel amor sanador y misericordioso. Por lo demás, no es de la imagen del siervo la que usan los evangelios con insistencia 8 9

6 para describir la identidad de Jesús? Él mismo, en los dos textos de Lucas en los que se autopresenta, recurre a esa imagen: al comienzo de su vida pública, en la sinagoga de Nazaret, donde se aplica a sí mismo el texto de Isaías que describe al consagrado del Señor, enviado a anunciar a los pobres la buena nueva, a anunciar a los presos la libertad, a dar la vista a los ciegos (Lc 4, 18-22); y luego cuando, a los mensajeros de Juan Batista que preguntan si es él el que ha de venir o deben esperar a otro, responde con otro texto del mismo profeta y nuevamente se expone su misión a favor de los pobres, de los enfermos, de los necesitados (Lc 7,19-23). El evangelio de Mateo ahonda más en la identidad de Jesús porque quiere aclarar de qué modo cura todo género de enfermedad. Lo hace aduciendo dos versículos del canto sobre el siervo doliente, también de Isaías: Él tomó nuestras flaquezas, y cargó con nuestras enfermedades (Mt 8,17 + Is 53,4). La figura del siervo en los evangelios llega al cenit en la hora de la pasión. Jesús declara de manera explícita su identidad: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc 22,24). A estas palabras del evangelio de Lucas, el evangelista Juan añadirá esta actitud explícita al comenzar a relatar la última cena con la escena de Jesús que, como servidor, lava los pies a sus discípulos. El episodio se inserta en el último cuadro del evangelio, cuando ha llegado la hora de la plena revelación de la gloria de Dios. Es el momento en que el amor de Cristo debe expresarse hasta el fin (Jn 13,1). En ese gesto de servicio, Jesús manifiesta la conciencia que tiene del Padre y por ello de sí mismo, de su amor y de la voluntad de expresarlo. Lavar los pies es la señal del servicio del amor. Es revelador de la humildad de Dios, que es el aspecto más profundo de Dios, que es el amor (Jn 4,8). Imagen servicial de sí mismo Llegados aquí, quizá podamos ver más claramente la identidad profunda de Camilo como se expresa y se manifiesta en su vida y en las reglas que dicta a quien quiere servir a los enfermos. Si pretende tanto de sí mismo y de sus compañeros es porque ha experimentado en sí mismo la solicitud amorosa de Cristo, lo que Cristo ha hecho por él. En esa experiencia, y aquí está la razón que determinó su radical transformación, Camilo entendió que no se puede amar y servir al prójimo si antes no se deja uno amar y servir por Cristo. La difícil lección del lavatorio de los pies que tanto le cuesta al discípulo aceptar, como demuestra la reacción de Pedro, el primero de los apóstoles, apenas ve ante sí al Maestro ceñido con una toalla y con un recipiente de agua El hombre, en efecto, ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Por eso, si Dios viene en el Hijo a servirnos y lavarnos los pies, también nosotros debemos adoptar esa actitud de servicio ante el hermano, especialmente si es un necesitado o sufre. Camilo asimiló esta lección. La imagen de Cristo siervo doliente de Yavé (Is 52,13-53,12) que sintió inclinarse hacia él definió su fisonomía psicológica y espiritual. Y con su enseñanza y sus reglas para servir a los pobres enfermos nos ayuda a nosotros a comprender que no se consigue una dedicación tan ejemplar a los enfermos si no se ha logrado una imagen de servicio de sí mismo modelada sobre Cristo cuando lava los pies a sus discípulos. Debe ponerse de relieve, no obstante, que en este contexto el término modelada no debe entenderse simplemente como un ejemplo exterior a ti que debes tratar de reproducir según su comportamiento, sino también, y en primer lugar, como la imagen que Dios ha esculpido en ti, esa con la que estás hecho, que es la del Hijo servidor. Esta es tu auténtica identidad personal. De modo que te realizarás a ti mismo solo y en la medida que la reproduzcas en tus actitudes de vida 10 11

7 2 La transfiguración de san Camilo de Lelis La transfiguración de Jesús de la que hablan los evangelios sinópticos ha fascinado siempre a los cristianos de todos los tiempos. Son incontables las representaciones pictóricas de este acontecimiento en la Iglesia latina y en la oriental. Pero son también incontables las descripciones de carácter lírico y literario en general, así como las interpretaciones musicales. Por otra parte, en la espiritualidad cristiana siempre se ha considerado una etapa esencial del camino del discípulo y ha constituido una experiencia de las almas místicas. Juan Pablo II, en la carta apostólica escrita como conclusión del Sínodo sobre la Vida Consagrada, la veía como el momento original de toda vocación a esta forma específica de vida. Las fascinación del acontecimiento Ciertamente, el poder de atracción de esta escena, que hace que Pedro se exprese con unos términos muy sencillos pero, precisamente por eso, cargados de misterio, qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas (Lc 9,33), tiene su origen en el deseo ancestral del hombre de ver a Dios. Una aspiración que recorre toda la Biblia y que es respondida en las profundidades secretas del corazón humano. Pero, por otra parte, no está la vida entera del hombre tejida de transformaciones? Todas las circunstancias y acontecimientos de la vida nos cambian, hasta el punto de que se podría decir que nada es tan natural en nuestra vida como cambiar. Los biólogos sostienen que todo el patrimonio celular de nuestro organismo es totalmente distinto en un periodo de cuatro o cinco años. Una metamorfosis que es puntualmente registrada en nuestro cuerpo, que cambia según el calendario y los acontecimientos. La enfermedad y el envejecimiento son su espejo más convincente. Con las transformaciones del cuerpo también el hombre percibe los cambios que se verifican en su psique. Toda persona humana, por consiguiente, está viva justamente porque continuamente se transforma. Pero qué tienen que ver estas transformaciones con el acontecimiento de Cristo que nos narran los evangelios? Hay alguna relación? 12 13

8 El sentido de la transfiguración Es evidente que el objetivo inmediato del relato evangélico tiene una finalidad específica: quiere fortalecer la fe de los discípulos ante el inminente escándalo de la cruz. El episodio está situado en un momento determinante del camino de fe de los discípulos. Poco antes los evangelios habían narrado la confesión de fe de Pedro, seguida por el primer anuncio, por parte de Jesús, de su próxima muerte y de su resurrección. Estas palabras les habían parecido inmediatamente escandalosas a los discípulos. No conseguían entrar en la perspectiva de Dios. Y más aún si se tiene en cuenta que Jesús hablaba incluso de la necesidad de su pasión, de su muerte y de su resurrección para poder entrar en su gloria (Lc 24,26). con toda su luz. Es como si por un momento se descorriera el telón para que los discípulos puedan ver quién es su joven maestro y se fíen de él, incluso cuando pase por la triste hora de la transfiguración dolorosa de Getsemaní y del Gólgota. Que sea este el primer significado que debe captarse en la transfiguración narrada por los tres evangelistas sinópticos, se deduce de la constatación de que el cuarto evangelio, el de Juan, no la incluya. Por qué? No la considera suficientemente importante para sus fines O no habla de ella porque ya ha sido expuesta por los otros? Todo lo contrario. Juan no cuenta este episodio porque todo su evangelio está configurado en la perspectiva de la transfiguración : Jesús mismo es luz que ilumina a todos los hombres (1,4) para que no caminen en las tinieblas (8,12). No en vano, dirá el apóstol Pablo, la cruz será siempre escándalo y locura (1 Cor 1,22) para quien no entre en el terreno de la fe. Por eso, ante una fe todavía muy inmadura, Jesús manifiesta en la montaña a Pedro, Santiago y Juan, las tres futuras columnas de la Iglesia (Gal 2,9), su verdadera identidad y su futuro glorioso: la gloria está ya presente en Jesús, pero está velada por su humanidad. Y es justamente a través del camino de humillación y de muerte como se prepara la plena revelación de Cristo. La relación con los demás acontecimientos de la vida de Cristo Sin embargo, para entender bien el sentido del episodio debemos leerlo teniendo en cuenta los demás hechos de la vida de Jesús. Porque, en último análisis, todo lo que los evangelios nos cuentan de Jesús, sus palabras y sus obras, quiere revelarnos su identidad. Es decir, son hechos de transfiguración. Se puede ver cierta semejanza con los milagros que Jesús realiza. En estos gestos extraordinarios Jesús descorre el velo que habitualmente esconde el continuo obrar de Dios por nosotros. De manera parecida, la transfiguración desvela la identidad del Hijo de Dios encarnado. Él es siempre él mismo, pero ahora se manifiesta En esta perspectiva Jesús es presentado ya en el prólogo (1,4-14) y luego a lo largo de la narración de los milagros de Jesús. Juan los llama signos porque manifiestan la identidad profunda de Jesús, o sea, su gloria, como en Caná (2,11), en la curación del ciego de nacimiento (9,5), en la resurrección de Lázaro (11,4.40), hasta en la pasión, leída como momento supremo de la glorificación del Padre como de Jesús mismo (12,23; 17) 2. Por eso el acontecimiento de la transfiguración quiere hacernos entender que todas las circunstancias de la vida de Jesús son ocasiones que tienden a estimular al discípulo a considerar más profundamente el misterio de Cristo para comprenderlo mejor y tratar de crecer en todas las cosas hacia él, que es la cabeza, Cristo (Ef 4,15, 3,18-19; Col 1,9; 3,10; Rm 12,2). 2 M. Hubaut, La trasfigurazione, Queriniana, Brescia 2005, pp

9 La transfiguración del discípulo Pero los mismos discípulos son de alguna manera transfigurados por la contemplación de Cristo glorioso. Y es que no se puede entender nada de la persona y de la misión de Jesús si no somos atraídos por el Padre (Jn 6,44). Lo demuestra, entre otras cosas, el hecho de que Pedro, en el momento en que confiesa su fe en Cristo, oye que le dice: Ni la carne ni la sangre te lo han revelado, sino mi Padre que está en el cielo (Mt 16,17). Es esta atracción la que, transformando al discípulo, le introduce en un conocimiento más profundo del misterio de Cristo. Pablo, en la segunda carta a los Corintios, dirá que los cristianos, en el acto en que están mirando el rostro del Señor, son gradualmente trasformados : y todos nosotros, con la cara descubierta, reflejando como en un espejo la gloria del Señor, nos transformamos en su misma imagen, resultando siempre más gloriosos, bajo el influjo del Espíritu del Señor (2 Cor 3,18). Este es el segundo mensaje que el misterio de la transfiguración de Cristo transmite a todos sus discípulos: contemplando a Cristo en su gloria, el discípulo aprende a comprender el sentido de los cambios que acontecen en él. Es decir, cuando participa en aquel acontecimiento donde se hace más madura su fe en Cristo, progresa también el conocimiento de sí mismo y de los acontecimientos de la vida. Se hace capaz de entender el sentido profundo, el propiamente teologal, de todos los acontecimientos que tienen lugar en la propia persona y en la propia vida. Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios Es verdad, no obstante, que mientras la vida sigue adelante, generalmente no nos percatamos de la fuerza transformadora latente en las circunstancias cotidianas. La dimensión cristiana de la existencia, en efecto, está escondida con Cristo en Dios (Col 3,3). De modo que se tiene la sensación de que solo se verifica un cambio de carácter biológico o psíquico, social, etc. Solamente mediante una lectura de fe de aquellos acontecimientos emerge la verdad de fondo que allí se esconde. Algo parecido había sucedido a los tres discípulos que habían participado en la transfiguración de Jesús. Parecía que aquel acontecimiento no se correspondía con el futuro inmediato. No comprendían que Jesús, por segunda y tercera vez, preanunciaba su muerte y resurrección, como tampoco cuando tuvo lugar la muerte de Cristo recordaron lo que había sucedido en el monte. Y sin embargo, pasado el tiempo y después de la resurrección, les vino a la memoria el sentido de lo que habían vivido, como el apóstol Pedro evoca en su carta (2 Pe 1,16-21). Es necesario, por consiguiente, aprender a mirar la realidad y los acontecimientos de la vida con ojos nuevos. De qué modo? Cómo educarse a interpretar la existencia en esta perspectiva de fe? Cómo aprender a leer en la perspectiva de la redención las transformaciones que acompañan nuestra existencia? Ir a la escuela de los santos y de las santas en general produce buenos frutos. Ellos supieron ver en todas las circunstancias de la vida la presencia providente y solícita de Dios. Y se dejaron transformar por aquellos acontecimientos. Recorramos un poco la vida de san Camilo. Las transfiguraciones de san Camilo Su historia se puede leer como un auténtico camino de transfiguración. Quizá se pueden también encontrar sus etapas determinantes, es decir, los momentos de los que una y otra vez sale transformado, es diferente a como era precedentemente. El primer punto es incluso fulgurante. Su llamada conversión, no fue una verdadera iluminación que le transformó radicalmente? Su primer biógrafo narra que improvisamente fue alcanzado desde el cielo por un rayo de luz interior que, como abatido por la divina luz, cayó a tierra 3. Las palabras que Cicatelli le atribuye expresan un cambio total en su modo de ver la vida, su pasado y sus deseos para el futuro. Siguió luego el largo y atormentado periodo de la búsqueda de su vocación, es decir, de su verdadera identidad, la que Dios había pensado y diseñado para él, o sea, el empeño por el cuidado de los pobres enfermos. Cuando intuyó su proyecto, en aquella noche de agosto 3 Cicatelli S., Vita del P. Camillo de Lellis, (a c. di Sannazzaro P.), Roma 1980, pp

10 vigilia de la Asunción de María Virgen de 1582, se sintió nuevamente transfigurado, hasta el punto de entregarse a aquel servicio en cuerpo y alma. Su fisonomía humana y espiritual progresa y madura lo largo de los años de la implantación de la nueva Orden religiosa por él fundada. Y aún más intenso y visible se hace el cambio interior cuando, renunciando a todo cargo institucional en el Instituto, pide poderse entregar únicamente y en primera persona al ejercicio del ministerio caritativo. Todo aparece entonces realmente transfigurado! Camilo debe ser contemplado cuando es raptado en éxtasis ante el Crucifijo, o en el momento en que el mismo rapto estático que le ilumina estando enteramente entregado al cuidado del enfermo. Se sintió tan deslumbrado por el esplendor de aquellos pobres, que en sus caras no veía otra cosa que no fuera el rostro del Señor 4. Este camino de transfiguración llega a realizarse en su vida en la hora de la muerte, que afectuosamente describe su biógrafo como sigue: Con rostro alegre y con los ojos elevados al cielo, sin ningún horror u otro gesto de la cara, se fue al cielo para regocijarse allí 5. Momento que precede a la plenitud de su transfiguración, cuando es glorificado porque se siente cubierto por la nube luminosa (Mt 17,5) de la presencia de Dios que le rodea y le acoge en su casa. 4 Ib., p Ib

11 3 San Camilo y san Felipe: el sentido de un conflicto Quien conoce la vida de san Camilo conoce también la tensión que a un cierto punto se suscitó entre él y el padre Felipe, su director espiritual. Sabe asimismo que ese conflicto se disipó posteriormente, hasta el punto de que los dos santos volvieron a entenderse de manera más intensa y madura. Dado que también a nosotros nos sucede ay, y a veces con harta frecuencia! vernos en una situación de contraste y resentimientos, y que no siempre los conflictos se solucionan de manera satisfactoria, queremos aprovechar, valga la expresión, la vicisitud de Camilo y Felipe para que nos ayude en nuestras tristes experiencias. Voy rápidamente a los hechos. Es Camilo quien toma la iniciativa en la relación con Felipe. Hacia algunos años que había llegado a Roma, todavía no plenamente pacificado en su conciencia a propósito del voto de hacerse capuchino. Después de la conversión del 2 de febrero de 1574, lo había intentado dos veces y las dos la dichosa y lacerante llaga de la pierna se lo había impedido. Se dio cuenta finalmente de que Dios no le quería como capuchino. Qué hacer? Lo supo cuando estaba enfermo en el hospital de Santiago de Roma: Dios le quería al servicio de aquellos pobrecitos. Y se dedicó a ello con tal generosidad que hasta llegó a ser muy estimado. Fue nombrado mayordomo, es decir, responsable de los servicios del hospital y del personal. Y ejercitó el cargo con tal diligencia y empeño que se distinguió por su extraordinaria ternura con los internos. Pero veía lo mal que eran atendidos los enfermos por los llamados sirvientes, gente desaprensiva que hacía su trabajo solamente por el sueldo. Después de repetidas tentativas por mejorar la situación, la noche del 14 de agosto de 1582 proyectó instituir una Compañía de hombres piadosos y buenos que no por dinero, sino voluntariamente y por amor de Dios sirvieran a los enfermos con el amor y los desvelos que suelen acompañar a las madres con sus hijos enfermos. La iniciativa, sin embargo, no agradó a los administradores del hospital, hasta el punto de que Camilo comenzó a perder la confianza y de considerarle un presuntuoso. Finalmente fue el Señor mismo quien le infundió ánimos. Primero en sueños y luego, ya despierto, fue el Crucifijo quien le animó, no sin cierto reproche: De qué te afliges, pusilánime? Sigue la empresa, que yo te ayudaré, que esta es una obra mía, no tuya. Animado de este modo, Camilo volvía con decisión a su proyecto. El encuentro con san Felipe Mientras tanto, aunque convertido a Dios, o mejor, justamente como consecuencia de aquel cambio, se había dado cuenta de que necesitaba un guía espiritual. Lo encontró en san Felipe Neri y en su Oratorio, donde había un ambiente muy vivo y cargado de espiritualidad. El padre Felipe, muy atento al mundo de los que sufrían y de los pobres, se sintió feliz acogiéndole y viéndole tan comprometido en el servicio de los enfermos. Lo que Camilo quería era presentarse a Felipe para que fuera su confesor y director espiritual cada sábado o vigilia de fiesta. Durante ocho años fue fiel a la promesa de hacerlo, con gran ventaja para él. Pero a un cierto punto se produjo la ruptura entre Camilo y Felipe. El acuerdo se mantuvo hasta cuando el proyecto que Camilo y sus compañeros estaban llevando adelante en el hospital de Santiago, no se puso en discusión por el padre Felipe. Qué había sucedido? Como ya se ha dicho, la iniciativa de Camilo no había agradado a los responsables de Santiago. Aun apreciando el compromiso de Camilo en favor de los enfermos, consideraban descabellada su idea de fundar una especie de asociación para renovar el modo de gestionar el hospital. Y como no conseguían quitarle de aquel terrible cerebro esta idea, y teniendo en cuenta el gran ascendiente que el padre Felipe tenía sobre él, informaron a este de lo que estaba sucediendo en el hospital de Santiago. Felipe estaba de acuerdo en que la empresa en la que se habían embarcado Camilo y sus compañeros era quimérica

12 Le había expresado varias veces a Camilo por escrito su pensamiento de que abandonara cualquier idea de fundar una compañía; que se preocupara de él mismo, de su vida espiritual y de los enfermos, que ya era mucho. Hasta le había dicho en una ocasión de manera áspera que un hombre idiota y sin letras como él era, nunca sería apto para gobernar a gente congregada. Camilo acusó el golpe pero respondió que él no podía hacer otra cosa: la idea de la compañía no era suya, le había sido inculcada por Otro, y que ni él mismo podía quitársela de encima. Tampoco Felipe cedía, por lo que le intimó a abandonar aquel proyecto o que él y sus compañeros se buscaran otro confesor. Llegados a este punto, los dos santos no lograron entenderse. Fue un golpe muy doloroso para Camilo, que a pesar de ello no pudo renunciar a su proyecto, ya que estaba convencido de que era el mismo Jesucristo quien así lo quería. Aunque con el corazón roto, aceptó la realidad y se alejó de su amadísimo confesor y padre. El sentido de un conflicto Qué significado puede tener el contraste que tiene lugar entre Camilo y el padre Felipe? En cierto sentido, vista la diversidad de las dos personalidades confrontadas, se podría decir que antes o después la tensión debía estallar. No obstante, ambos se encontraron y entendieron años más tarde. Esta vez fue Felipe quien buscó a Camilo. Había continuado siguiendo a Camilo y su obra desde lejos. Se había sentido edificado al verla. Ya anciano, fue en busca de Camilo a su residencia junto a la iglesia de la Magdalena, en Roma, para decirle: Realmente el éxito de esta obra me parece milagroso, porque no es fruto de medios y ciencia humanos Qué hizo que Felipe cambiara de idea? Los biógrafos más recientes de los dos santos hacen notar cómo Felipe, en el momento de despedir a Camilo de su guía, le había sugerido un sucesor en la persona del oratoriano Antonio Talpa. Debía de haber intuido que, con toda probabilidad, la toma de posición de Camilo no era pura testarudez. Tal vez, dentro de aquella cabeza granítica, que tanto sabía de Maiella y del Gran Sasso, había algo que se le escapaba. Y si por una parte no se sentía a gusto para guiar a quien no estaba dispuesto a escucharle, por otra tenía motivos fundados para considerar que se necesitaba una persona más libre interiormente para valorar la posición de Camilo. Él se sentía demasiado implicado con los juicios de los señores guardianes del hospital de Santiago. Todo encuentro es un choque Y esta es la lección que podríamos sacar de aquel choque. En general se puede decir que somos fáciles a ser rígidos cuando se produce algún choque con los otros. Con excesiva ligereza se piensa que las posiciones son irreductibles. De ahí que, una vez producido el choque, se considera que no hay más remedio que alejarse olímpicamente uno de otro o unos de otros: Formamos otro partido, una nueva corriente, y no se hable más A veces, quizá, es exactamente así, y no queda más remedio que dejar que cada cual siga su camino Pero esto no siempre es verdad; más aún, la mayor parte de las veces es verdad justamente lo contrario. Es necesario volver a encontrarse, como Felipe y Camilo, porque en el fondo a esto tendía el conflicto: a hacer que de alguna manera se encontraran de modo más auténtico y profundo. La razón? No es otra que la de que los contrastes, los conflictos, las incomprensiones y las tensiones forman parte del juego de la vida. La Biblia, el Antiguo y el Nuevo Testamento, está llena de tensiones y luchas. Muchas figuras bíblicas eminentes, y lo mismo podría decirse de la historia de la Iglesia, solo después de choques, luchas, conflictos y tensiones consiguieron su verdad, es decir, fueron auténticamente ellas mismas, y por ello fecundas para sus comunidades o para la comunidad humana y eclesial en conjunto. Un ejemplo puede ser para todos la lucha misteriosa entre Jacob y el ángel en el torrente Jabbok, del que habla el libro del Génesis (32, 23-33). Es justamente a continuación de esa lucha, de la que Jacob sale herido en la articulación del fémur, cuando recibe su nuevo nombre, Israel, que expresa su verdadera identidad y su misión: padre de los doce hijos, es decir, de las doce tribus del pueblo de la alianza. También Camilo y Felipe salen de su choque heridos, pero justamente por esto regenerados 22 23

13 en pro de una verdad más profunda y madura: Felipe crece en la comprensión del designio de Dios en la medida que pudo ver a Dios presente en la obra de Camilo. Camilo, a su vez, se dio cuenta de que aquella obra era realmente fruto de la acción libre y soberana de Dios, porque él, hombre de muy terrible cerebro, idiota y sin letras, como lo había definido san Felipe, realmente no habría podido realizar una empresa como aquella

14 4 Marta y María en la espiritualidad de san Camilo Problema antiguo y constantemente repetido ha sido en la espiritualidad cristiana el del equilibrio entre acción y contemplación. Este binomio nace en el centro de la fe bíblica y cristiana: el amor a Dios y el amor al prójimo. El evangelio de Lucas combina el conocido texto del Deuteronomio que prescribe amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con el mandamiento del amor al prójimo. Y precisa el modo: como a ti mismo (Lc 10,27). Cómo conjugar acción y contemplación? En la tradición cristiana la expresión clásica que expresa la relación entre estos dos comportamientos fue formulada por san Benito en su fórmula ora et labora. Cuando en la época moderna, después del Concilio de Trento, nacieron órdenes y congregaciones religiosas dedicadas también al ministerio y las obras sociales, la cuestión se planteó de otro modo: De qué manera el religioso podía conjugar la intimidad de la relación con Dios con el servicio social y caritativo hacia el prójimo? Para Camilo y sus jóvenes religiosos el problema resultaba aún más complejo porque veían su misión como una entrega total y absoluta al cuidado y la asistencia de los enfermos. Pero llegó el momento en que el tema se le planteó al mismo Camilo y a sus hijos. Entre el 1590 y el 1591 Roma fue duramente probada por la carestía y la peste. La cruzada de caridad comprometió a la naciente congregación por encima de sus fuerzas. Camilo fue el primero que se abrió paso en todas partes, desde el hospital a las termas de Diocleciano, desde las grutas a los hornos del Coliseo, desde las cuadras al hospicio de San Sixto, desde la calles a las viviendas. Y detrás de él sus religiosos. Quince de ellos perdieron la vida y otros, comenzando por el Fundador, sobrevivieron a duras penas. Alguno se desanimó. Camilo, primero perplejo y luego angustiado por la suerte de los desanimados, temió que las fatigas sin proporción no fueran provechosas para el espíritu 6. Es de aquel año, en efecto, una carta escrita por san Camilo al padre Oppertis, superior de la comunidad de Nápoles, en la que, para obviar al daño que la excesiva actividad pudiera causar en provecho para el espíritu, dispone que se fuera a prestar servicio a los enfermos un día sí y otro no por cada uno de ellos Lo que no fue otra cosa comenta su primer biógrafo (Sanzio Cicatelli) que dedicar un día a Marta y otro a Magdalena, queriendo él que sus religiosos, el día que les tocaba quedarse en casa lo dedicaran por entero a sus santas lecciones, oraciones y meditaciones, adquiriendo fuerza y espíritu para dedicarse bien y con perfección el siguiente día a los hospitales 7 (Vms.,114). Camilo interpretaba el conocido texto evangélico de Marta y María conforme a la mentalidad de su tiempo, que veía una especie de contraste entre los dos comportamientos, y de este modo adoptó la drástica solución de un día a y otro a, que luego era puntualmente dado de lado cuando se presentaban exigencias especiales de los enfermos. La situación actual Sabemos que también hoy el binomio acción-contemplación es uno de los puntos candentes de la vida espiritual, no solamente de los religiosos y las religiosas, sino de todos los cristianos. Son incontables las intervenciones tanto del Magisterio de la Iglesia y los escritos de eminentes teólogos y gente experta en temas espirituales que se refieren a la necesidad urgente de que el creyente deje el sitio debido al encuentro íntimo profundo y prolongado con el Señor y con su palabra. Quizá hoy más que nunca, en una sociedad frenética y sin criterio, es urgente que se tenga en cuenta la dimensión contemplativa de la vida cristiana. Conocida es la afirmación de un renombrado teólogo de nuestro tiempo: El cristiano del 2000 será un místico o no será cristiano (K. Rahner). Pero quizá merece la pena volver a leer el texto evangélico del que procede esa formulación y hacer un breve comentario sobre ella: 7 Sanzio Cicatelli, Vita del P. Camillo de Lellis, dir. Por el P.Sannazzaro, Curia General, Roma 1980, p. 114). 6 M. Vanti, Scritti di San Camillo, Ed. Il Pio Samaritano, Milán-Roma 1965, p

15 Una mujer de nombre Marta le recibió en su casa. Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras. Marta, que andaba afanosa en los muchos quehaceres, se paró y dijo: Señor, te parece bien que mi hermana me deje sola con las faenas? Dile que me ayude. El Señor le contestó: Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras con muchas cosas, y solo es necesaria una. María ha escogido la parte mejor, y nadie se la quitará (Lc 10, 38-42). El episodio se encuentra en la sección central del evangelio de Lucas, que narra la subida de Jesús a Jerusalén. Camino adelante, hay quien acoge a Jesús y hay quien le rechaza, como sucedió en la primera aldea de los samaritanos que encontramos al comienzo de este viaje. En el contexto inmediato, este texto está colocado entre la parábola del buen samaritano y la enseñanza sobre la oración de los discípulos. Se comprende así que el evangelista quiera aclarar el sentido de la relación entre el hacer y la oración. Sin embargo, el tema principal del texto es la acogida: cómo acoger a Jesús. Tanto Marta como María acogen a Jesús, pero de manera diferente.. Marta desempeña una función que corresponde al de la dueña de la casa que se afana para que el huésped sea atendido debidamente y se encuentre a gusto; María, en cambio, no hace nada, se sienta a los pies de Jesús, lo que el evangelista describe con esta expresión: Escuchaba su palabra. Le acoge por tanto como discípula que escucha, medita y asimila el mensaje (Lc 2, 19.51). Además es Marta la que a un cierto punto provoca a Jesús porque considera que su hermana se está equivocando. Incluso pretende que sea Jesús mismo quien llame la atención a María por su pasividad, para que también ella se aplique en honrar al huésped. La reacción de Jesús debió de ser una ducha de agua fría para Marta. El Maestro la llama a revisar el sentido y el motivo de su comportamiento. Este, aunque realizado con la mejor de las intenciones, es equivocado. El error de Marta Por qué es equivocado? Qué quiere decir Jesús con sus palabras? Jesús repite dos veces el nombre de Marta: Marta, Marta.... Lo cual, según la tradición bíblica, es signo de una llamada urgente o de una nueva llamada porque el destinatario ya había sido llamado a ser profeta o discípulo, pero parece que lo había olvidado Efectivamente, Marta no se comporta como discípula, sino como ama de casa que quiere servir a Jesús El error, sin embargo, no está en servir, sino en el modo de acoger a Jesús. El Señor ha entrado aquí como Maestro. Pero ella, que anda afanosa en los muchos quehaceres, no recuerda que es primera y fundamentalmente discípula. Actúa como si a ella le correspondiera hacer algo por Jesús. No se da cuenta de que es Jesús quien ha venido para hacer algo por ella, de que tiene una necesidad absoluta de él, porque sin mí no podéis hacer nada (Jn 15,5). Ha perdido de vista lo que es esencial para la discípula/o: recibir el don gratuito de la presencia del Maestro y Salvador, acoger su palabra, su presencia. Es Jesús quien salva, no el discípulo, que es el salvado. Marta está enferma de protagonismo : cree que sirve a Jesús, mientras que lo que hace es satisfacerse a sí misma. Tiene una prepotente necesidad de hacer y hasta de hacer algo por el Señor... Con esto Jesús no quiere decir que el discípulo no debe hacer o servir : la parábola del buen samaritano, que precede inmediatamente a este relato, ha expuesto claramente el deber de servir al otro: Ve y haz tú lo mismo. Por consiguiente, el cristiano debe hacer, no debe amar solo de palabra sino con hechos y en verdad (1 Jn,18). No existe pues contraste alguno entre el hacer y el contemplar o escuchar la palabra. Las dos actitudes deben practicarse y vivirse

16 La justa relación entre la escucha de la palabra y la acción Pero existe una jerarquía, por la que es prioritario y fundamental la escucha, la comprensión de la palabra de Jesús y la contemplación de su rostro, el amor que se recibe y debe restituirse en la intimidad de una relación de oración. El hacer y el servir brotan de estar con Jesús, son su fruto. Escribía Balthasar hace algunos años: Todo lo que es fecundo socialmente brota en última instancia de la soledad de la persona en Dios y con el interés que Dios alimenta por el mundo. Solo sabiendo estar a los pies de Jesús se comprende el interés que Dios alimenta por el mundo, y és así como se puede servir al mundo animados por aquel interés divino y no por las múltiples motivaciones ambiguas que pululan en el fondo de sí mismos. Qué fácilmente llamamos obras de Dios u obras hechas para Dios las que son una manía de darnos satisfacción a nosotros mismos o de afirmarnos No es fácil discernir las obras que el cristiano está llamado a realizar, los servicios que debe hacer, especialmente a los necesitados. No es fácil porque es difícil escuchar. Especialmente escuchar la palabra de Dios. Y esto es paradójico, ya que a nosotros nos parece lo más sencillo de este mundo: escuchar, y tanto más para un creyente, escuchar a Dios que me habla. Sin embargo, debería hacernos reflexionar la insistencia con que Jesús, empalmando con la antigua tradición profética, lamenta nuestra pertinaz resistencia a escuchar y comprender su palabra. Deberíamos meditar de vez en cuando ciertos pasos del evangelio de Lucas. Por ejemplo, la palabra del sembrador, con la fuerza que imprime al dirigirse a sus discípulos: El que tenga oídos que oiga! (Lc 8,14). Por lo demás, para que Marta comprendiera bien el sentido de la relación entre acción y contemplación, Jesús añadió: María ha elegido la mejor parte y no le será quitada. Es decir, queda en segundo lugar la preocupación por las muchas cosas, que generan preocupación y agitación y hacen que se corra el riesgo de perder de vista lo esencial. Lo que queda y no será quitado es no simplemente el amor contemplativo de la vida eterna, sino este amor contemplativo como alma y criterio de discernimiento de todo el obrar, de todo el ministerio apostólico, sea del género que sea

17 5 Arte de vivir, arte de morir en san Camilo de Lelis Durante mucho tiempo no se ha querido volver a hablar de la muerte y el morir, quizá por haberlo hecho en demasía en tiempos precedente, quizá porque el progreso ha llevado a dejarse embriagar por el progreso técnico-científico de la sociedad post-industrial. Desde hace algún decenio, no obstante, se habla y se escribe mucho de este tema, tal vez debido al natural sentido de recuperación del movimiento pendular del pensamiento humano. Especialmente a partir de los años 70 del siglo XX se intensificó la producción literaria sobre el tema, provocando el interés que el argumento ha ido despertando en la sociedad y en la cultura contemporáneas. Si damos un vistazo a la reciente literatura, notaremos que lo que más ha despertado la atención de los estudiosos es la actitud ambivalente de nuestra sociedad en relación con la muerte: por una parte se la aleja del horizonte consciente del propio pensamiento y, por otra, la convierte en espectáculo. Teniendo en cuenta esta ambigüedad de la actitud del hombre contemporáneo ante un acontecimiento capital de nuestra vida, esta reflexión parte de que el convencimiento que se asume ante la muerte depende en buena medida, o del todo, de la actitud que se ha tenido ante la vida. Como clave de lectura me serviré de una observación avanzada hace algunos años por el biblista Heinz Schuermann: Queriendo describir el modo como Jesús de Nazaret vivió su muerte, dijo que cada hombre, al final de la vida, afronta su muerte y le resulta personal en la medida que su vida ha sido auténtica y rica. piensa en lo que fue su vida, no se puede dejar de pensar que Jesús afrontó la muerte que fue su destino, como lo es para cada hombre en actitud de autenticidad y autodonación, de manera única, es decir, de un modo personalísimo; de tal modo que su muerte nos ofrece el modelo más sublime que se pueda imaginar de una actitud humana abierta a la trascendencia personal de Dios 8. El autor ve pues un nexo intrínseco entre el modo de vivir y el modo de morir: cuanto más personal ha sido el vivir, más personal será el morir, hasta el punto de que en el morir se cumple y se revela plenamente el modo como se ha vivido. Pero también es verdad la afirmación antitética, es decir, que cuanto más personal es la muerte, más personal ha sido la vida. En esta perspectiva, el modo de morir se convierte muchas veces (si no siempre) en signo que manifiesta el modo como se ha vivido. Me sitúo en una perspectiva específica para arrojar luz sobre la actitud del hombre y la mujer de fe, que cree en Jesucristo y que de alguna manera se ha empeñado en vivir según las propias convicciones de fe. Tomo como ejemplo el vivir y el morir de san Camilo de Lelis. Está claro que la experiencia del santo tiene lugar en una época muy distante de la nuestra, culturalmente caracterizada por otros parámetros y valores. Pero quizá sea justamente esta distancia de tiempo y cultura la que nos ayude a descubrir, o consolidar, nuestro estilo de vivir y por consiguiente también de vivir responsablemente cuando venga la hora de nuestra muerte. El morir de Camilo está descrito con detalle por su contemporáneo y primer biógrafo, el padre Sanzio Cicatelli. La muerte de Camilo según la pluma de su primer biógrafo Había pasado ya una hora y cuarto de la noche cuando, habiéndole preguntado su enfermero si deseaba refrigerarse algo con un leve goteo, respondió: Espera otro cuarto de hora y luego me refrigeraré. Y fue así como sucedió, pues pasado no más de un cuarto de hora, extendiendo los brazos En este sentido, añadía este distinguido autor, se puede hablar sin ninguna duda de la 8 Schuermann H., Jesu ureigener Tod, Ed. St. Benno, Leipzig 1975, 17 (tr.it., Gesù e la sua morte, muerte de Jesús como de un acontecimiento absolutamente personal. Y es que, cuando se LDC, Torino 1978)

18 en cruz, teniendo siempre en la boca y en el corazón el santísimo nombre de María, bendiciendo también a la Santísima Trinidad y a san Miguel arcángel, mientras le leían las palabras: Mitis atque festivus Christi Iesu tibi aspectus appareat, dando los últimos suspiros, con rostro alegre y con los ojos hacia el cielo, sin ningún temor u otra cambio del rostro, que parecía más bien resplandeciente, fue a refrigerarse al cielo, entregando el alma a su creador, estando todos nosotros presentes, que llorando orábamos por su feliz tránsito. Ve pues en paz, alma bendita, así como aquí en la tierra hiciste tantas misericordias al prójimo, así también el Dios piadoso tenga misericordia de ti y te conceda en el cielo un lugar de refrigerio, de luz y de paz. Se fue el 14 de julio de Camilo se había preparado bien a la muerte. Conocía su fecha moriría el día de san Buenaventura, 14 de julio como dijo muchas veces en Roma y en otros lugares. Había estado en Bucchianico, su pueblo natal, donde abiertamente había declarado que moriría en Roma. Sus conciudadanos hubieran querido que su vida terminara en su tierra, junto a la tumba de su madre. Pero él declaró explícitamente: Patria mía, recuerda todo lo que te he enseñado, porque no nos volveremos a ver... Yo vuelvo a Roma, no me veréis más, porque moriré en esa santa ciudad... Yo espero morir en Roma y dejar mis huesos en aquella santa ciudad 10. También en Génova, una ciudad muy querida por él, a la que había visitado más de veinte veces, ciudad por él siempre amada y encomendada por la gran caridad y liberalidad de todos aquellos señores y señoras tanto con sus religiosos como con los pobres de los hospitales 11, trataron de retenerlo la última vez que estuvo allí (1613). Su salud, en efecto, 9 Sanzio Cicatelli, Via di P. Camillo de Lellis, Roma, dir. Por el P. Piero Sannazzaro, Roma 1980, llamada Vita manoscritta (que citaremos con la sigla Vms), Vms Ib., 445. Véase también C. Ghilardi, I Camilliani a Genova, Ed. Camilliane, Torino 1995, había empeorado grandemente, hasta el punto de que se redujo a grandísima flaqueza y debilidad. Muchos de aquellos señores le rogaban que se quedara en Génova, pero él respondió: Es necesario que vaya a morir a Roma, porque así es la voluntad de Dios 12. Cuando finalmente llegó a Roma el 13 de octubre de 1613, entrando en casa como presagio de que aquella sería su sepultura, con un gran contento dijo: Haec est requies mea. He venido a dejar mis huesos aquí 13. Muy pronto advirtió Camilo que empeoraba su salud: Reuniéndose como en colegio en su presencia, después de discurrir de muchas cosas, él finalmente concluyó así: Señores, yo he recibido muchos remedios tanto en Nápoles como en Génova y aquí en Roma, y con todo eso no se ve ninguna mejoría en mi enfermedad; por lo cual digo que no conocemos los secretos de Dios; quién sabe si el Señor querrá que sufra alguna cosa por su amor. Y cuándo haremos alguna cosa buena si no la hacemos ahora que estamos al final de la vida? Y como le habían dicho el día antes que los médicos aseguraban que su enfermedad podía ir para largo, pero que no se libraría de aquella enfermedad, Camilo se alegró y dijo: Laetatus sum in his quae dicta sunt mihi, in domum Domini ibimus. Y cuando entró a visitarle el superior de la casa, le preguntó cómo estaba, y respondió que estaba bien, alegremente, especialmente porque había tenido la noticia de que pronto caminaría y haría el viaje al paraíso, habiendo concluido los médicos que a la larga podría caminar, pero que no saldría de aquella; él decía esto con rostro tan alegre y sereno que bien se percibía en él la cierta y firme esperanza de ir a gozar de los bienes de la vida eterna 14. La enfermedad se agravó rápidamente. Todo se precipitó en el mes de julio de Narra Cicatelli: Conociendo Camilo que cada día estaba más grave de su enfermedad, comenzó a insistir en que se le administraran los últimos sacramentos... para, con la ayuda de estos, poder más confiadamente ponerse en camino y más valerosamente poder combatir contra todo insulto del común enemigo... El dos de julio de 1614,... el cardenal Ginnasi, habiendo primeramente celebrado la santa misa, presentó la santísima eucaristía a Camilo, el 12 Vms Ib., Ib.,

19 cual, después de haber dicho tres veces las habituales palabras Domine non sum dignus, derramando muchas lágrimas, añadió: Señor mío, confieso no haber hecho nunca nada bueno y ser un miserable pecador, así que no me ha quedado nada más que la esperanza de vuestra divina misericordia y de vuestra sangre piadosa. Siendo luego alimentado con aquel suavísimo pan de los ángeles, oró algún tiempo en compañía de todos los padres y hermanos que, alrededor de su lecho, sufrían al ver a su amadísimo Padre ponerse en orden para alejarse de sus ojos Después de haber recibido el sacramento de la unción de los enfermos pidió permiso al padre general para poder dirigir algunas palabras a los hermanos 16, a los que exhortó a mantener vivo el fervor de la caridad con los enfermos y a vivir unidos entre ellos, que no decayera su ánimo ante las dificultades que siempre encontrarían en el ejercicio de su ministerio; a amar al propio Instituto, el cual, como pequeña plantita, a pesar de las persecuciones, crecería y se extendería por todo el mundo y que habrían de ingresar buenísimos sujetos. Él los seguiría desde el cielo. Y concluyó que, como padre suyo, daba a los presentes y a los futuros mil bendiciones. Várias vezes, durante esta última doença, que o havia enfraquecido muito, fez doces colóquios com o Senhor... 17, às vezes contemplando o Crucifixo e, outras vezes, olhando para a imagem de Nossa Senhora. Varias veces durante esta última enfermedad, que le había debilitado muchísimo, fue considerado por los nuestros que mantenía dulces coloquios con el Señor... 18, y ahora, mirando el cuadro del Crucifijo, volvía también los ojos a la imagen de la Virgen María. El último día de su vida, que fue el lunes 14, comenzó con la participación en la santa misa, que él mismo había solicitado porque aquella mañana se tardaba en comenzar la celebración: Al oír sonar el reloj preguntó qué hora era, le respondieron que las doce, y él añadió: Es tan tarde y no se habla de decir misa? Y sin embargo no me queda otra que esta; será la última que oiré 19. Al médico que venía a visitarle y le preguntó cómo estaba, le respondió: Yo estoy esperando la llamada del Señor dentro de poco 20. Cuando después sonó el Ave María del mediodía saludó a la Virgen : Oyendo sonar otra vez el reloj, volvió a preguntar qué hora era, y cuando le dijeron que eran las diecinueve, dijo: Qué largo es este día!, esperando con gran deseo la noche para verse libre de los lazos de la carne e irse a descansar al cielo con Cristo 21. Qué rostro de la muerte se manifiesta aquí? De qué modo Camilo vive su muerte y su morir? Llama la atención la serenidad que inspira el modo de morir de Camilo. Y esto sin quitar nada a la seriedad y dramatismo del acontecimiento. La muerte es comprendida como el paso más importante de la vida. De él depende el destino eterno de la persona que muere. En Camilo existe este total convencimiento. La dimensión dramática de la muerte emerge justamente de esta conciencia y se expresa como tensión entre el gozo intenso que Camilo prueba con el pensamiento de que pronto entrará en la vida eterna y la consideración de la propia indignidad por este don, por lo cual apela únicamente a la misericordia de su Señor. Otra tensión domina en la escena, y es el deseo intenso de estar para siempre con su Señor, al que ha servido en la tierra en los pobres enfermos. Desde cuando comprendió por los médicos que su enfermedad era irreversible, todo para él consistía en tender, y hasta en apresurarse, hacia la meta. Y no por miedo a los padecimientos que pueden acompañar su final, sino únicamente por el ansia de irse a descansar en el cielo con Cristo. Se advierte claramente en Camilo la certeza de la vida eterna, que consistirá en estar siempre con el Señor. Es muy 15 Ib., Ib Ib., Ib., Ib., Ib., Ib

20 consciente de que la muerte no es el final de la vida, solo introduce en su plenitud. El espacio intermedio entre la espera de la llamada y la realización de la misma está enteramente ocupado por los dulces coloquios que Camilo mantiene con Dios Padre, con su Hijo crucificado y con la Virgen María para que interceda por él ante su Hijo. No olvida o descuida llevar a cumplimiento la que fue su misión terrena: el servicio de los pobres enfermos a través de la institución de una Orden religiosa. De esa preocupación proceden las palabras esenciales que dirige a los hijos que se encuentran junto a su lecho; así como la carta testamento 22 que dirige a los hijos presentes y a los futuros, en la que, con la manifestación de sus últimas voluntades, se compendia su pensamiento, o mejor, algo de lo que le preocupó a lo largo de toda su vida; de igual modo el testamento espiritual 23, que revela las fibras íntimas de su espiritualidad y desea que se unan a su cuerpo cuando lo entierren. Pero quizá el aspecto que más llama la atención del observador de hoy ante este magnífico cuadro es la centralidad de la figura de Camilo moribundo: la atención se centra en el moribundo y solo de reflejo emergen los demás personajes y los demás acontecimientos. Efectivamente, solo él es el protagonista de todo el acontecimiento. Los demás personajes, con sus sentimientos, sus problemas, sus preocupaciones y tristezas, hacen de marco a Camilo, que domina de manera absoluta la escena; a Camilo que dispone todo y administra de manera absolutamente personal la propia muerte. Este es, a mi parecer, uno de los aspectos que distinguen el morir de Camilo en relación con la muerte y el morir del hombre de nuestro tiempo. La fuerte personalidad de Camilo, esculpida por el infatigable empeño de la realización de su misión, recibe en la muerte el toque definitivo, que la caracteriza ya para siempre o sea, para la eternidad y no solo para nuestro tiempo como alguien que se ha entregado totalmente a los pobres enfermos de nuestro Señor, o, lo que es lo mismo, entregado a servir al Señor Jesucristo en los pobres enfermos. 22 In: M. Vanti (a c.), Scritti di san Camillo de Lellis, Ed. Il Pio Samaritano, Roma 1965, (con introducción crítica y notas). 23 Ivi,