UNIVERSIDADES CATÓLICAS AL SERVICIO DE LA TRANSMISIÓN DE LA FE

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1 UNIVERSIDADES CATÓLICAS AL SERVICIO DE LA INTRODUCCIÓN TRANSMISIÓN DE LA FE Cristian Roncagliolo Pacheco Chile Siempre resulta conveniente, para quienes servimos en las universidades católicas, reflexionar sobre las orientaciones que se siguen de su misión fundacional y que brotan desde su misma identidad. Esta tarea hemos de hacerla en diálogo con la creciente tensión que enfrentan nuestras universidades, en el ámbito de su vida interior, donde busca conjugar la excelencia académica con una cuidada identidad cristiana, especialmente entre sus docentes; y en el ámbito exterior, por cuanto han de revitalizar su identidad cristiana en un mundo plural, haciéndose cargo del creciente imperio de categorías e ideologías ajenas al Evangelio. A esto se agrega la complejidad que estriba la transmisión de la fe a los miembros de una comunidad de profesores, alumnos y personal administrativo naturalmente crítica y en constante búsqueda. Con estos presupuestos, el presente artículo expondrá brevemente algunos rasgos relevantes que identifican a una Universidad Católica, así como presentará aspectos esenciales a la hora de preguntarnos sobre las dimensiones que, a nuestro juicio, resulta prioritario fortalecer para favorecer una auténtica nueva evangelización desde las universidades católicas. Finalmente, se han subrayado tres aspectos, considerados de especial relevancia para la transmisión de la fe, reconociendo, por un lado, que ellos son solo algunos de entre varios tópicos; y por otro, que las dimensiones elegidas no tienen necesariamente una relación entre ellas, sino que son aspectos distintos, sobre los que hay que hacer un esfuerzo mayor, en atención a fortalecer la globalidad de la vida y misión de una Universidad Católica. IDENTIDAD Y MISIÓN Para aproximarnos al tema es pertinente hacernos una pregunta inicial: qué es una Universidad Católica? Una premisa basal es que la Universi magistrorum et scholarium se consagra a la investigación, a la enseñanza y a la formación de los estudiantes, libremente reunidos con sus maestros, animados todos por el mismo amor del saber. En

2 efecto, la Universidad Católica comparte con todas las demás Universidades, aquel gaudium de veritate, esto es, el gozo de buscar la verdad, de descubrirla y de comunicarla en todos los campos del conocimiento (ECE 1). Las universidades católicas tienen como una tarea prioritaria unificar existencialmente en el trabajo intelectual dos órdenes de realidades que muy a menudo se tienden a oponer, como si fuesen antitéticas: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer ya la fuente de la verdad.(ece 2) Talempeño exige una clara conciencia de que la universidad, por su naturaleza católica, tiene una mayor capacidad para la búsqueda desinteresada de la verdad; búsqueda, pues, que no está subordinada ni condicionada por intereses particulares de ningún género (ECE 7). Así, sin descuidar de modo alguno la adquisición de conocimientos útiles, las universidades católicas se distinguen por su libre búsqueda de toda la verdad acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios (ECE 4). Y esta tarea se da con clara conciencia de que buscamos la verdad que nos posee y que nos desborda, que es algo vivo, que ha venido a nosotros y nos impulsa. En efecto: somos servidores de una realidad objetiva que nos trasciende. Luminoso resulta Benedicto XVI, que en su último encuentro con sus ex alumnos, señaló que: es la verdad la que nos posee [ ] Debemos aprender de nuevo que no tenemos la verdad. [ ] No podemos decir tengo la verdad, sino que la verdad ha venido hacia nosotros y nos impulsa. Debemos aprender a dejarnos llevar por ella, a dejarnos conducir por ella.(benedicto XVI, Homilía, 2012) La certeza de esta verdad que nos trasciende, y nos posee, ha de provocar en nuestras comunidades académicas el deseo de dar un paso más allá: asumir la ineludible tarea de la búsqueda de significado del creciente desarrollo, en los diferentes ámbitos del saber, a fin de garantizar que los nuevos descubrimientos sean usados para el auténtico bien de cada persona y del conjunto de la sociedad humana. De hecho, la inspiración cristiana de nuestras instituciones nos permite incluir en su búsqueda, la dimensión moral, espiritual y religiosa, y valorar las conquistas de la ciencia y de la tecnología, en la perspectiva total de la persona humana, porque en todos estos progresos está en juego el significado de la investigación científica y de la tecnología, de la convivencia social, de la cultura, pero, más profundamente todavía, está en juego el significado mismo del hombre (ECE 7). En sintonía con lo precedente, Benedicto XVI, hablándole a una comunidad universitaria, señaló que

3 el hombre de nuestro tiempo, rico en medios, pero no igualmente en fines, a menudo vive condicionado por un reduccionismo y un relativismo que llevan a perder el significado de las cosas; casi deslumbrado por la eficacia técnica, olvida el horizonte fundamental de la demanda de sentido, relegando así a la irrelevancia la dimensión trascendente. En este trasfondo, el pensamiento resulta débil y gana terreno también un empobrecimiento ético, que oscurece las referencias normativas de valor.(benedicto XVI, Discurso, 2005) La afirmación de la verdad objetiva, y la búsqueda de sentido, nos sitúan en una dinámica que ha de continuar toda la vida porque es preciso que el espíritu humano desarrolle la capacidad de admiración, de intuición, de contemplación y llegue a ser capaz de formarse un juicio personal y de cultivar el sentido religioso, moral y social (GS 59). Así, la finalidad de la Universidad es infinitamente más que una mera escuela de capacitación o de acopio de conocimientos, sino que aspira a comprender el sentido de este conocimiento, así como sus relaciones mutuas, siendo un saber organizado y, por lo tanto, vivo, al servicio de una verdad que es objetiva y que la trasciende. La contribución de las universidades católicas, entonces, no solo se da en el ámbito de la investigación de excelencia, ni solamente en la docencia innovadora o en la producción de publicaciones que acrecientan el conocimiento, sino que, también y primeramente, se realiza a través de una producción intelectual llena de sentido que penetra la cultura, con las categorías del Evangelio, superando una visión sólo productivista y utilitarista de la existencia (CV 34). LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS NO SON ASÉPTICAS El desafío de la identidad y de la misión compromete a cada miembro de la comunidad universitaria para que contribuya, según su propia responsabilidad y capacidad, en las decisiones que tocan a la comunidad misma, así como a mantener y reforzar el carácter católico de la misma (ECE 21). En efecto, una Universidad Católica no es aséptica sino que tiene una identidad viva, que la configura como un aporte real a la cultura y le permite relacionarse verdaderamente con ella. Por esto, su misión va entrelazada con una reflexión continua a la luz de la fe católica, sobre el creciente tesoro del saber humano, al que trata de ofrecer una contribución con las propias investigaciones (ECE 13). Esta reflexión, sólidamente fundada e iluminada por la fe, resulta esencial en una comunidad que busca vivir de acuerdo a los criterios del Evangelio, contribuir a acrecentar el conocimiento, y ser libre en una sociedad compleja y plural.

4 En consonancia con el punto anterior, la Universidad Católica está llamada a garantizar, de forma institucional, una presencia cristiana en el mundo universitario frente a los grandes problemas de la sociedad y de la cultura (ECE 13). Por ello, nuestras universidades están firmemente llamadas a servir a la sociedad, difundiendo en sus aulas y en las demás actividades, la doctrina auténtica de la Iglesia en todas las materias transparentando que la fe es una y que debe ser confesada en toda su pureza e integridad (LF 48). Al unísono, esta misma doctrina debe ser comunicada con la caridad y la humildad propias de Nuestro Señor, buscando siempre los modos que resulten más comprensibles a los hombres y mujeres de hoy. Unido a lo anterior, hay otro aspecto central: en materia educativa, la neutralidad o asepsia no existe, pues todo proyecto académico trabaja a partir de una cosmovisión. Desde una perspectiva solidaria, se entiende que no podría ser de otra forma para una Universidad Católica pues callar, desde la sede académica, la verdad que la Iglesia comprende sobre el hombre y el mundo implicaría guardarse aquellos bienes que se consideran indispensables para la felicidad de la humanidad, actitud egoísta e incompatible con el llamado del Evangelio, que nos invita a trabajar para ser sal de la tierra y luz del mundo. Por ello, siendo universidad y católica, ella debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que representan diversos campos del saber humano, y una institución en la que el catolicismo esté presente de manera vital y coherente en todos los ámbitos de su quehacer (ECE 14). Finalmente, a diferencia de lo que muchas veces se dice, la clara identidad católica de una universidad no significa imponer una verdad o desacreditar la honesta búsqueda de la verdad que otros realizan, sino que implica proponerla nítidamente, con libertad, fundada en sólidos argumentos, procurando siempre un diálogo creciente entre la fe y la razón, sabiendo que la verdad naciendo del amor puede llegar al corazón, al centro personal de cada hombre (LF 34).Con audacia Francisco señala, en su reciente encíclica, que la luz del amor, propia de la fe, puede iluminar los interrogantes de nuestro tiempo en cuanto verdad (LF 34). La luz de la fe da más luz cuando se deja iluminar por el amor. En suma, la identidad católica de una universidad la proyecta hacia horizontes trascendentes y, al mismo tiempo, profundamente humanos, que hacen que su contribución a la sociedad sea insustituible.

5 LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS SON LIBRES La identidad católica va entrañablemente unida a la libertad. En efecto, una Universidad Católica se distingue, también, por su libre búsqueda de toda la verdad acerca de Dios, del hombre y de todo lo creado.precisamente esa libre búsqueda explica el especial valor que se le asigna a la autonomía universitaria, es decir, a la independencia que ella debe salvaguardar respecto de todo agente que busque instrumentalizarla para cualquier fin distinto al suyo. Las universidades católicas, así como sus autoridades, han de ser conscientes que esta libertad es condición de posibilidad para que su misión sea adecuadamente realizada y han de custodiarla con férrea convicción. Esta libertad no solo es respecto al Estado, en el cual ella está inserta, o a una ideología política de turno; también implica la capacidad de la institución para abordar las problemáticas que emergen en las diversas disciplinas desde una antropología acorde a su naturaleza y de proponerla a la sociedad con autonomía. Por ello, la libertad implica la capacidad de la institución para no ser presa de ideologías peregrinas o de contextos culturales poco favorables al cristianismo. Libertad, significa también ser la voz de la Iglesia en el ámbito de la cultura sin otro compromiso que la honesta búsqueda de la verdad. Esta autonomía universitaria, finalmente, también dice relación con las condiciones de ejercicio de la actividad de enseñanza, investigación y extensión, mas no indica, por sí sola, una finalidad. En efecto, en una Universidad Católica, todas estas dimensiones participan de la misión pastoral de la Iglesia en la cultura, lo que exige adhesión al Magisterio enseñado por el Santo Padre y los Obispos en comunión con él. Así, toda Universidad Católica tiene un marco de acción, principios y una orientación entrañablemente unidos a la Iglesia, de la que forma parte. Por lo mismo, su acción en la sociedad se valida en la coherencia con su naturaleza católica y, por el contrario, se invalida cuando su acción es contradictoria con su misma identidad. UNIVERSIDADES CATÓLICAS Y LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Benedicto XVI, al convocar el Año de la Fe, describe el contexto en el cual se desarrolla el devenir del cristianismo. Señaló que con frecuencia hoy los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe

6 como un presupuesto obvio de la vida común [ ]. De hecho este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. (PF 2) En pocas palabras, el Papa subraya que el vertiginoso cambio cultural en el que estamos insertos nos sitúa en un contexto con categorías no cristianas y presupuestos que, en otro tiempo, eran evidentes y que hoy, simplemente, no existen. En este contexto la Universidad, consagrada sin reserva a la causa de la verdad (ECE 4), adquiere un rol aún más gravitante para la misión de la Iglesia. En efecto, está llamada a ser un laboratorio en el cual la razón esté al servicio del hombre y, por lo mismo, abierta a la trascendencia; un espacio donde la irrenunciable búsqueda de la verdad esté acompañada por las categorías antropológicas cristianas que permiten ver al hombre en su integralidad; un lugar donde se reconcilie la razón y la luz divina, por cuanto la primera, para que pueda ejercer verdaderamente su magisterio debe ensanchar sus horizontes más allá del método puramente experimental, mirando más lejos de las realidades penúltimas, hacia aquellas últimas que son verdaderas.(brugues, 2010: 28) Considerando todos los presupuestos presentados en el presente artículo, a continuación sehan elegido tres aspectos que tienen una especial relevancia al momento de preguntarnos acerca de la Universidad, en cuanto sujeto transmisor de la fe. La academia Nuestras instituciones educativas, que son parte de la Iglesia, tienen la irrenunciable tarea de transmitir la fe. Y esta misión ha de llevarse a cabo, en primer lugar, en el ámbito que le resulta más propio, que es la academia. En ella se busca ensanchar los horizontes de la razón pero, al mismo tiempo, proporcionar categorías antropológicas, de naturaleza cristiana, como elementos insustituibles para el desarrollo de la tarea que le es propia. Los docentes católicos son, en este sentido, auténticos y primeros agentes evangelizadores en una Universidad Católica. Esta es una de las razones que explican que la constitución Ex Corde Ecclesiae sea normativa en cuanto a que, en la comunidad universitaria, una mayoría de los académicos deben ser católicos (ECE, Normas generales 4,4). Sin embargo, esto no es suficiente. En efecto, esta mayoría no sólo se ha de distinguir por un catolicismo de pertenencia bautismal y celebración dominical, algo evidente por cierto, sino que apunta a un catolicismo intelectual, es decir, que ellos posean una matriz de pensamiento acorde a los valores del Evangelio y a la sabiduría cristiana. Esto supone la integración de los criterios de juicio, de los valores del

7 Evangelio y de las categorías de pensamiento que distinguen y enriquecen a la razón desde la fe. También supone reconocer que el docente cristiano no se preocupa solo de la investigación y la enseñanza. Él es un educador que siente el deber de dar testimonio de Jesucristo que en su vida encarna la verdad de Dios Padre y la verdad sobre el hombre (Zani, 2012: 36). En armonía con lo anterior, la UniversidadCatólica desarrollará un rol evangelizador si busca la excelencia, testimoniando el rigor propio de una academia auténticamente consagrada a la verdad. Lejos de toda antítesis, la auténtica identidad católica reclama una creciente calidad docente y de investigación para servir al bien común; exige también demostrar que el recorrido hacia Dios no es irracional sino, por el contrario, profundamente racional, fuente de libertad y de alegría. Esto no es fácil porque supone un compromiso de fe no solo formal sino también académico, en el sentido de reflexionar y contribuir, desde una cultura intelectual católica, a los diversos campos del saber, exigiéndose una reflexión crítica y de nivel que logre profundizar en el creciente diálogo entre fe y razón, siendo validada en el contexto cultural en el que se desenvuelve. El valor de la Filosofía Esto lleva a subrayar la importancia de la Teología y, particularmente, de la Filosofía en las universidades católicas, ambas comprendidas en diálogo con todas las disciplinas del saber. Siendo bastante obvia la centralidad de la Teología, nos detendremos en la importancia insustituible de la Filosofía. Esta tiene una misión del todo peculiar en una Universidad Católica, acogiendo el reto de ejercitar, desarrollar y defender la racionalidad del mundo, del hombre y de Dios en los amplios horizontes del diálogo con las culturas, en especial, con aquellos que no creen. Se espera que esta disciplina colabore en responder a la pregunta esencial formulada por el papa Benedicto XVI a los Obispos de todo Latinoamérica y el Caribe reunidos en Aparecida: Qué es lo real? (DI 3). Ciertamente, en nuestras universidades estamos convencidos de que es posible ensanchar los espacios de nuestra racionalidad y abrirnos a la irradiación del ser y la belleza. Los filósofos están invitados a recuperar con fuerza la vocación originaria de la

8 filosofía: la búsqueda de lo verdadero y su dimensión sapiencial y metafísica. Esto implica conjugar entre si la Teología y la Filosofía respetando la justa autonomía de ambas disciplinas pero, en la institucionalidad católica, buscando su retroalimentación en la búsqueda de la verdad grande a la que alude S.S. Francisco en su reciente encíclica (LF 3). Mediante la propuesta de una visión orgánica del saber, que no está separada del amor, la Iglesia, a través de sus universidades católicas, podrá entregar su específica contribución evangelizadora, siendo capaz de incidir eficazmente, desde su identidad, sobre los proyectos culturales y sociales (Congregación para la Educación Católica, 2011: 5-7). Cabe hacer presente que ese Documento, si bien está dirigido a facultades eclesiásticas de filosofía (o semejantes), sus primeros siete numerales son aplicables a la enseñanza filosófica de cualquier institución católica. Este largo preámbulo permite entender aún mejor que, a propósito de la integración del saber, la Constitución Ex Corde Ecclesiae afirma: Guiados por las aportaciones específicas de la filosofía y de la teología, los estudios universitarios se esforzarán constantemente en determinar el lugar correspondiente y el sentido de cada una de las diversas disciplinas en el marco de una visión de la persona humana y del mundo iluminada por el Evangelio y, consiguientemente, por la fe en Cristo-Logos, como centro de la creación y de la historia.(ece 16) Esta afirmación, por sí misma, y complementada por otros numerales (ECE 20, 33 y 44), deja en evidencia que la Filosofía, en una Universidad Católica, debe tener una clara identidad no solo en cuanto a las formas, sino en cuanto al fondo de su docencia, investigación y extensión. En consonancia con lo expuesto, toda Universidad Católica ha de cultivar un amor por la verdad y por la sabiduría que la lleve, en la necesaria apertura a la investigación y a la interdisciplinariedad, a brindar a los estudiantes una enseñanza y una formación que, apoyadas por la contribución de la Filosofía (y también de la Teología), los ayude a adquirir una visión orgánica de la realidad y a desarrollar un deseo incesante de progreso intelectual; y es que, en la comunicación del saber se hace resaltar cómo la razón humana, en su reflexión, se abre a cuestiones siempre más vastas, reconociendo que la respuesta completa a las mismas proviene de lo alto, a través de la fe (ECE 20). Comprendido así, quizás como nunca antes en la historia, hoy la Iglesia tiene tanta necesidad de las universidades católicas en general, y de la filosofía en particular. Ellas

9 le permitirán relacionarse adecuadamente, en las categorías seculares, con una cultura ajena a los códigos cristianos. La pastoral universitaria Como bien lo señala Ex Corde Ecclesiae la pastoral universitaria, concretiza la misión de la Iglesia en la universidad, ofreciendo a los miembros de la comunidad la ocasión de coordinar el estudio académico y las actividades para-académicas con los principios religiosos y morales, integrando de esta manera la vida con la fe (ECE 38). Si lo llevamos a un aspecto más específico, la pastoral universitaria está al servicio de encarnar la fe en las actividades diarias de nuestras universidades. El horizonte próximo de esta pastoral es la revitalización de la fe de los miembros de la comunidad universitaria, proporcionando los medios necesarios para la consecución de dicho fin. En este entendido comprendemos también que la acción pastoral, en el ámbito universitario, ha de tener como horizonte remoto la formación cristiana de sus miembros, en relación con sus disciplinas, en vista a que esta relación posibilite la maduración cristiana integral de las personas. Pero esta misión es del todo compleja. La tarea evangelizadora en los ambientes universitarios ha adolecido, especialmente en los últimos decenios, de dificultades matriciales en casi todas las universidades católicas. Como señalan los obispos de Latinoamérica y el Caribe no se ve una presencia importante de la Iglesia en la generación de cultura, de modo especial en el ámbito universitario (DA 100d). Las dificultades son de diversa índole: metodológicas, en algunos casos; eclesiológicas en otros; o sociológico religiosas, debido a que son ideadas sin una correcta relación con la realidad en la que sirven. Ejemplos de esta debilidad de la pastoral universitaria se expresa en que, en muchos casos, ella está reducida al trabajo de capellanes, y/o a las celebraciones sacramentales, y/o a actividades esporádicas de servicio, habitualmente ejecutadas por grupos pequeños, poco incidentales en el quehacer de la polis universitaria, de formación exigua y sin capacidad de interpelar la vida misma de la comunidad universitaria. Mas que ir a las periferias existenciales, tan presentes en las polis universitarias, las pastorales, en su estado actual, parecieran buscar la atención de los más cercanos, con una calidad discutible y mostrándose sustancialmente débiles frente a la consistente masa crítica, propia de las casas de estudios. En suma, el trabajo pastoral es reconocido, pero no considerado sustancial en el quehacer universitario, sino

10 casi extra programático, paralelo, porque en sus expresiones no ha demostrado un nivel acorde a las exigencias del medio en el que se desenvuelve. Sin pretender proporcionar un análisis exhaustivo, quisiéramos poner de relieve algunas intuiciones para una renovada acción evangelizadora, en el contexto de la denominada conversión pastoral en la que está inserta la Iglesia peregrina en Latinoamérica. A nuestro parecer, la Universidad Católica es un lugar privilegiado para desarrollar una pastoral más carismática que institucional, más asimilable a la vitalidad de los movimientos y nuevas comunidades que a estructuras rígidas, propias de los ambiciosos planes pastorales. También la pastoral universitaria, dada la universalidad y pluralidad de sus miembros exige un modo evangelizador versátil, que integre las diferencias pero que, al mismo tiempo, las respete; que sea capaz de valorar a los distintos, con sus carismas y modos, buscando hacer un trabajo que tenga pocos pero sólidos elementos comunes, junto a una gran flexibilidad que haga posible y viable la integración de carismas, al servicio de la evangelización de las periferias existenciales. A este respecto, Ex Corde Ecclesiae dejó abierta una puerta, aunque todavía no bien explorada, al señalar que las diversas asociaciones o movimientos de vida espiritual y apostólica [ ] puede ser de gran ayuda para desarrollar los aspectos pastorales de la vida universitaria (ECE 42). Insertos en una sociedad cada vez más diversa, y con coordenadas distantes del cristianismo, el desafío de hacer confluir a los diversos movimientos, carismas, y experiencias de fe católica de carácter parroquial, al servicio de una evangelización común en cuanto a su ámbito, armónica pero no uniforme, que permita visibilizar la Iglesia en la polis universitaria, parece ser un camino necesario y viable. Esta propuesta, sin duda, exige un cambio de paradigmas o, al menos, la flexibilización de los mismos, en vista a una renovada comprensión de la acción pastoral universitaria, donde la comunión no está cifrada en el obsecuente seguimiento de un determinado plan o esquema pastoral, sino en los lugares de encuentro con Cristo (DA 246ss). Desde esa comunión fundamental cifrada en estos lugares, y fundada en Cristo, se ha de armonizar la diversidad de espiritualidades y carismas al servicio de la nueva evangelización de la Universidad. Acá queda enunciado, a modo genérico, un modo de comprensión de la acción pastoral universitaria que propone un nuevo paradigma, que busca el protagonismo de los agentes evangelizadores y que hace suyo el desafío de acoger las iniciativas diversas de los miembros de la comunidad universitaria para

11 armonizarlas y ofrecerlas a toda la universidad, teniendo como objetivo primero visibilizar la presencia y la acción de la Iglesia en el concierto universitario. Finalmente, resulta relevante que todo proceso de la pastoral universitaria vaya fuertemente fundado en una solida formación tanto teológica como religiosa, que proporcione a los participantes y, especialmente, a los líderes, a tener la seguridad de la fe que, lejos de toda intransigencia o intolerancia pone en camino al creyente con otros, haciendo posible el testimonio y el diálogo con todos (LF 34). La fe, en efecto, despierta el sentido crítico, agudiza la búsqueda de la verdad y posibilita que quien cree sólidamente pueda interactuar seguro con cualquier otro para mostrarle razonablemente la luminosidad de su fe. CONCLUSIÓN En un contexto de creciente complejidad y de mutación cultural, insertas en la intemperie de lo secular, las universidades católicas están llamadas a ser el lugar en el cual la Iglesia dialoga, con argumentos razonables, con excelencia y propositivamente, con la cultura. En las Universidades, en efecto, está transcurriendo lo que será el futuro de la sociedad, en tiempo real, proporcionando a la Iglesia una ventana para comprender la realidad y encontrar caminos nuevos para evangelizarla. De ahí que la Iglesia no solo espera de estas instituciones un testimonio de excelencia, que contribuya a la unidad del conocimiento frente a la fragmentación creciente del saber, sino que espera también que ellas conformen una auténtica comunidad universitaria guiada por los criterios del Evangelio; y espera que ellas sean un sujeto evangelizador, estimulando el diálogo creciente entre razón y fe, y buscando fecundar la cultura con la sabiduría cristiana. Nuestras universidades no solo han de ser reconocidas por la excelencia, requisito evidente de toda institución educativa, y en particular, de aquellas de inspiración católica; también han de ser reconocidas como los lugares donde la cultura no resulta enemiga de la fe, sino un desafío, especialmente asumido por los docentes, para descubrir de qué modo, en esa realidad, podemos generar una cultura intelectual de matriz cristiana. Para ello, el servicio de la filosofía resulta inestimable, porque ella permite la integración de los diversos saberes y proporciona una gramática común. De

12 ahí que consideramos como un aspecto ineludible fortalecer la formación filosófica cristiana en los diferentes ámbitos del conocimiento y de la docencia. Finalmente, un aspecto relevante, y quizás aún poco explorado, es la pastoral universitaria. Ella, que tiene como tarea ineludible influir en todas las actividades del ser y del quehacer universitario, hoy aparece como una actividad paralela, que no logra irrumpir, con una respetada carta de ciudadanía, en la vida misma de la polis universitaria. El contexto de la Nueva Evangelización, y de la Misión Continental pueden ser una oportunidad para revisar el quehacer pastoral en nuestras universidades católicas y abrirnos a la posibilidad de formular, desde la realidad universitaria, nuevos paradigmas. REFERENCIAS BenedictoXVI. (2005).Discurso en ocasión de la inauguración del año académico en la Universidad Católica del Sagrado Corazón, Milán. BenedictoXVI. (2007). Discurso inaugural en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.Aparecida Brasil. BenedictoXVI. (2009).Carta Encíclica Caritas in Veritate. Ciudad del Vaticano. BenedictoXVI. (2011). Carta Apostólica Porta Fidei. Ciudad del Vaticano. BenedictoXVI. (2012).Homilía durante la misa con sus ex alumnos.castengandolfo. Brugués, J. L. (2010).Futuro del cristianismo, en Universidad Católica y Sociedad. Santiago: Ediciones UCSH, Concilio Vaticano II. (1965).Constitución pastoralgaudium et spes. AAS 58, Congregaciónpara la EducaciónCatólica. (2011).Decreto de Reforma de los estudios eclesiásticos de filosofía. Ciudad del Vaticano Francisco (2013).Carta Encíclica Lumen Fidei. Ciudad del Vaticano. Juan Pablo II. (1990).Constitución Ex Corde Ecclesiae. Ciudad del Vaticano. V Conferencia Generaldel Episcopado Latinoamericanoy del Caribe, Aparecida. (2007). Documento Conclusivo. Bogotá: CELAM. Zani A. V. (2012).La educación hoy.buenos Aires:Ágape.