Encuentro con jóvenes saharauis

Transcripción

1 Encuentro con jóvenes saharauis Magazine Reporting and Writing course Communication, New Media and Journalism CIEE Sevilla Otoño 2014 Cassandra Rodriguez y Kathleen Murray entrevistan a Mohamed Salem Abdi en CICUS

2 Mahayuba Mohamed El Ouali 24 años, a punto de graduarse en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad de Sevilla

3 Todos en una mesa Suparna Jasuja Yo amo mi tierra, pero también soy de aquí. Yo he crecido aquí. Mi ideología, mi filosofía de vida tiene mezcla de ambas zonas. Es una extraña en su propia casa. Maha se sienta sola en su cuarto en Bucrá durante la primera fase de su adolescencia, lleva ropa española, está acostumbrada a los lujos de su vida española y siente que su identidad es completamente española. Todo ha cambiado. Bucrá, el campamento de refugiados en Argelia donde vive su familia, ya no es su verdadera casa. Ha escogido. Es española. No quiere estar allí. Sus hermanas entran en el cuarto hablando entre risas y muy rápidamente en hasaniyya, el idioma nativo del Sahara Occidental. Maha inmediatamente se reacomoda en el asiento, las escucha cuidadosamente pero no entiende el idioma. Está fuera, desconectada de su sangre, su herencia, su cultura. Pero por el contrario, a las veinticuatro años, Maha vive hoy día una vida llena de conexiones con su familia saharaui y con su familia española, con sus amigos españoles, saharauis y marroquíes, y con toda la gente que encuentra cada día. Mientras charla con su amigo saharaui Mohammad, Maha está totalmente metida en la conversación y le toca el brazo cariñosamente mientras los dos ríen revoltosamente. Su sonrisa es sincera. Una expresión de entusiasmo y madurez se asoma por unos ojos marrones tras sus gafas de carey. El descubrimiento de cómo vivir sus dos culturas simultáneamente ha moldeado a la persona que hoy es. Cuando llegó por primera vez a España, a la edad de ocho años, Maha recuerda que, En el colegio era una compañera más, en mi familia era un miembro más. En todo era una más. Tenía todo lo que había soñado juguetes, ropa, aventuras. Asistía a clases de sevillanas y le encantaban los trajes de flamenca rojos y extravagantes. Pero mientras asimilaba la cultura española, perdió su identidad saharaui. Olvidé totalmente todo. Todo, todo, todo. No quería ir, no quería hablar con mi familia. Yo quería ser española, yo no quería que nadie me dijera que era saharaui, no quería nada. Años después de comenzar su vida nueva en España, vio a sus hermanas juntas en su casa en el Sahara Occidental, sin juguetes, sin necesidades básicas, y repentinamente se dio cuenta, Yo estaba muy bien y tenía muchas cosas pero mis hermanas no tenían nada. Fue un shock enorme. Me sentí muy culpable de haber olvidado mi idioma, de no poder comunicarme con ellas, de haberlas rechazado durante esos años. Desde ese momento Maha decidió cambiar su vida con el motivo de reintroducir la cultura saharaui en su vida otra vez. Volvió a España e inmediatamente empezó a juntarse con

4 saharauis y a aprender de nuevo hasaniyya para acercarse a su herencia. Los flashbacks de su infancia la ayudaban a conectar esta parte de su identidad perteneciente a un capítulo de su vida en el que estaba verdaderamente integrada en la comunidad saharaui. En los campamentos de refugiados, Maha y sus primos arrugaban las hojas de periódicos de los días anteriores para hacer pelotas de fútbol. Sacaban de nada juguetes hacían billetes con papeles de caramelo y muñecas con huesos, y dejaban el resto a su imaginación. Durante su niñez en el Sahara Occidental, la tensión del conflicto no estaba muy presente en su vida. Solo recuerdo que siempre existía la idea de que aquella tierra no era la nuestra. Pero a través de sus estudios árabes e islámicos en la Universidad, ha aprendido más detalles del conflicto, y con este conocimiento ha formado su propia opinión sobre el mismo. Como consecuencia de la Marcha Verde, que tuvo lugar entre 1975 y 1976, cuando trescientos cincuenta mil marroquíes invadieron el Sahara Occidental por mandato del rey Hasán II, algunos saharauis odian a todos los marroquíes. Sin embargo Maha no los odia a ellos porque se ha dado cuenta de que el conflicto es una cuestión política y no refleja el carácter de la gente marroquí. "Veo el mundo de una forma demasiado abierta para como se vive en el Sáhara. Para mí, resultaría muy complicado hacer una vida allí, dice Maha pensando en su futuro y el lugar donde le gustaría vivir. Mientras no está segura de sus deseos y metas profesionales, con su especialidad en Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Sevilla, le gustaría dedicarse a la traducción a corto plazo. Maha resopla, y dice, Tengo un sueño me gustaría traer a mi familia aquí, tener todos mis hermanos en una mesa.

5 Mezcla de Identidades Karina Pepe Tambien soy de aquí Mahayuba Mohamed El Ouali, o Maha, como le llaman sus amigos, está sentada con todos sus hermanos en su casa familiar del campamento saharaui de Bucra, en Argelia. Tiene diez años pero no puede comunicarse con ellos. Hace más de dos años que se quedó en España gracias al programa "Vacaciones en Paz", y ha olvidado todo sobre la cultura y el idioma Saharaui, el hasaniyya. "Gracias a Dios", como dice Maha, hoy vive en Sevilla con uno de sus nueve hermanos. A pesar de su relación cercana con él, en su primeros años en España no quería saber nada del Sahara Occidental, de su familia allí ni del idioma. Pero cuando regresó para visitar a su familia por primera vez, el choque que sufrió le abrió los ojos a la importancia que su familia y su cultura de origen tenían para ella. El Sahara Occidental está reconocido como territorio independiente por Naciones Unidos pero la libertad de su pueblo se encuentra secuestrada. En 1975 Marruecos invadió su territorio aprovechando que España no protegía una región que había sido su colonia desde finales del siglo XIX. El gobierno de Marruecos defiende que se trataba de una región marroquí que España había ocupado. Aunque Naciones Unidas trata de prevenir que el gobierno marroquí ejerza la represión sobre el pueblo saharaui que vive en los territorios ocupados a la vez que intenta cumplir su mandato para que se celebre un referéndum de autodeterminación, no deja de existir violencia por parte del ejército y la policía marroquíes hacia los saharauis. Paralelamente, las condiciones de vida en los campamentos de refugiados, en los que muchos saharauis viven, no mejoran. Por contraste con todas las dificultades que los saharauis tienen, Maha solo tiene buenos recuerdos de su infancia en el campamento de Bucra. Ella y sus amigos jugaban haciendo dinero hecho con envoltorios de caramelos o, su pasatiempo favorito, al fútbol con pelotas hechas con el papel de los periódico usados. Lo único malo que puede contar de aquel lugar es que no era tierra de los saharauis, pero como Maha dice, "esas cuestiones políticas no eran preocupaciones típicas de una niña de menos de ocho años". Su punto de vista sobre el Sahara Occidental cambió muchísimo después de la primera visita que hizo tras su participación en el programa "Vacaciones en Paz".

6 Sufrí un choque enorme cuando fui y vi que mis hermanos estaban mal y que yo estaba muy bien, explica Maha sinceramente, Me sentí muy culpable. Las clases de árabe empezaron para ella inmediatamente después de volver a España tras ese viaje. También aprendió sobre el conflicto del Sahara Occidental desde España. A medida que aprendía sobre el conflicto, su esperanza innata iba desapareciendo rápidamente. Su postura recta cambia cuando empieza a hablar del conflicto y su confianza innata parece detenerse. Aunque Maha está en contacto con su familia y su cultura Saharaui, toda de su vida y sus estudios están en España. Acaba de terminar sus estudios, tiene un punto de vista muy liberal y se muestra confiada. Su aspecto y actitud parecen los de una europea. Amo mi tierra y amo a mi familia, pero si es cierto que también soy de aquí, confiesa Maha, Me resultaría muy complicado hacer una vida allí. Su deseo de continuar su vida en Europa no está en conflicto con la conexión redescubierta con su familia en el campamento de Bucra. Tras haber tomado conciencia de la situación en la que viven ellos y sus paisanos, ha enfocado sus estudios, y ahora su carrera, para ayudar económicamente a su familia, de manera que puedan mejorar sus condiciones de vida. Tengo un sueño, patético casi, que a mi me gustaría traer a mi familia aquí.

7 Mohamed Salem Abdi 24 años, a punto de graduarse en Periodismo por la Universidad de Sevilla

8 Siempre Saharaui Cassandra Rodríguez Nuestro país es una casa que queremos construir pero el terreno donde queremos construir la casa está ocupado. Qué es lo que queremos nosotros? Empezar de nuevo y hacer la casa que queremos en un terreno que sea nuestro. Es mitad del verano en El Aaiún, uno de los campamentos de refugiados saharauis situados en la provincia argelina de Tindouf, el desierto dentro del desierto según lo conocen, en el que la temperatura puede llegar a los 60 grados. Los niños juegan fuera sin más cuidado mientras que los adultos continúan con su vida tranquila hablando en hasaní, esperando la llegada del día que han estado esperando desde hace 40 años. Hay un niño que este verano, en cambio, no juega allí con sus amigos. Me llamaba mucho la atención que abriera una cosa y que saliera agua que le diera a un botón y que saliera luz cuando vi el mando a distancia con que se cambiaba la tele y después vi a la familia hablando por el móvil pensaba que eran la misma cosa, recuerde Mohamed Salem Abdi con una sonrisa feliz de su primera llegada a Sevilla, en el verano de 1999, Me decía bueno, ésta gente lo hacen todo con el mismo aparato? Con solo ocho años, Abdi tenía mucho que asimilar, no solamente en este mundo completamente diferente en Sevilla, sino también en el mundo entero y sus problemas. Debido a su discapacidad visual, Abdi tuvo la oportunidad de su vida de venir a Sevilla y quedarse con una familia durante dos meses de verano gracias al proyecto "Vacaciones en Paz", que hacen lo mismo por otros jóvenes Saharauis para que puedan escapar del duro verano del Sahara Occidental. Abdi regresó dos veces más hasta que tuvo la oportunidad de quedarse de manera permanente y estudiar periodismo político en la Universidad de Sevilla. Ahora, siendo un hombre adulto de no más de 1'65 centímetros de altura, tiene una presencia que llena toda la habitación y habla de una manera muy elocuente. Detrás de sus ojos hay una sabiduría mucho mas allá de sus años, en parte debido a su pasado pero también, en parte, a la gran curiosidad que siente por todo lo que pasa a su alrededor. De ahí la idea de estudiar periodismo, aunque una causa todavía más grande alimenta sus deseos de terminar su carrera: trabajar en el Sáhara Occidental como corresponsal y enviado especial de alguna agencia de noticias o, si no, difundir su causa desde aquí o desde otro país.

9 En 1975 comenzó el conflicto entre el Reino de Marruecos, con la figura del rey Hassan II a la cabeza, y el pueblo saharaui, liderado por el Frente Polisario, provocado por la ocupación marroquí del territorio de la que hasta entonces había sido colonia española del Sáhara Occidental. Este conflicto aún pervive. Muchos saharauis fueron empujados hacia el interior del desierto, cruzando la frontera con Argelia y fundando improvisados campamentos de refugiados en la provincia de Tindouf, como aquel en el que nació Abdi y donde sus familiares aún viven como refugiados. Por eso Abdi es solicitante del estatus de apátrida que en otras palabras significa que es extranjero en cualquier parte del mundo, incluso en el la Sáhara Occidental. Hay una sociedad que intenta luchar por ser libre, que intenta luchar para una generación futura, dice Abdi mientras gesticula y se expresa con tanta rapidez como seriedad y pasión. Es muy probable que nosotros no veamos la independencia, pero estamos luchando para que nuestros hijos tengan la oportunidad de decidir y tengan la oportunidad de vivir en un país que consideren suyo. Abdi es uno de los 11 millones de personas en el mundo que se conocen como apátridas, esperando el día que pueden declarar su propia nacionalidad. Yo no quiero ser Español, Abdi se explica. Hay 42 millones de españoles, soy consiente de que con la nacionalidad española voy a tener muchas mas puertas abiertas pero también soy un hombre de retos y sé que lo que quiero va a costar muchísimo. Abdi cree que si se celebrara un referéndum para que la gente saharaui pudiera elegir su propio futuro, siendo o no un país independiente, el conflicto se resolvería. Pero siendo un hombre con muchísima experiencia en el tema, no cree que la solución esté cercana en el tiempo. Las dos partes del conflicto están muy enfrentadas y ninguna quiere escuchar a la otra. Es una cuestión de desgaste, la parte que se desgaste antes es la que va a perder. Hasta que llegue ese día tan esperado, Abdi, como el resto del pueblo saharaui, hará todo lo que puedan para acelerar el proceso. Él de todos modos estará siempre agradecido por lo lejos que ha llegado. El hecho de estar estudiando, ser independiente, estar a punto de acabar una carrera y poder ayudar a mi familia es un logro.

10 Mohamed Salem Abdi Kathleen Murray Baja de la maquina del tiempo, que vas muy rápido....ocho, nueve, diez, listo o no, aquí vengo! grita un chico en lo que todos los niños se quedan escondidos entre pliegues y grietas de las tiendas de campaña. Corriendo por las calles del Xxxxx, uno de los campamentos de refugiados saharauis ubicados en la provincia argelina de Tindouf, Mohamed Salem Abdi se ríe en voz baja con todos sus amigos bajo la luna llena, mientras todos intentan permanecer callados. Aunque hace 13 años que Mohamed no vive en la Sahara, todavía recuerda con gozo aquellos momentos. Un lugar en que, aunque esté muy subdesarrollado, tiene un aire de felicidad. Allí la vida es mucho más lenta, el día parece que tiene 48 horas dice Mohamed, me encantan los campamentos, pero porque no vivo allí. Con solo 8 años Mohamed empezó a participar en "Vacaciones de Paz", un programa que desde el verano de 1976 lleva trayendo a niños saharauis que sobresalen en la escuela a pasar el verano en Europa, alejados del desierto, con temperaturas que a veces exceden los 60 grados. Cuando sabía que no iba volver, estuve un tiempo depresivo. En los campamentos, todos dejan sus puertas abiertas y la gente entra y sale. Al llegar a España, quedarme en un cuarto durante 5 ó 6 horas me parecía una cárcel. Pero como con todo, Mohamed se acostumbró. Echado hacia adelante en su silla, Mohamed agita las manos atrás y adelante mientras explica la situación en el Sahara Occidental. Su lenguaje es nítido y claro nunca adivinarías que el español no era su primera lengua. Después de todo el tiempo que llevo aquí, realmente no me siento español. Hay mucha gente que quiere tener documentación española, pero yo no. Yo soy saharaui, yo quiero ser reconocido como tal. Mohamed es un hombre de baja estatura, pero de ninguna manera es un hombre pequeño. Sus pasiones, guiadas por la curiosidad, le han facultado para obtener el título de Periodismo en la Universidad de Sevilla. Yo pienso que los periodistas nacen, no se hacen, dice Mohamed, desde chico sentí la necesidad de saber cosas. Hasta admite que la gente se enojaba con él por tratar de averiguarlo todo y pretender ser presentador de noticias. Ahora, quiere usar lo que ha estudiado para ayudar a su hogar: el Sáhara. Su batalla colectiva es que el mundo conozca donde está su país y que hay allí una sociedad que intenta ser libre, para que una generación futura tenga la oportunidad de vivir en un país que puedan considerar suyo. Que no tengan que permanecer expatriados. En Argelia son extranjeros, en España son extranjeros, en Marruecos son extranjeros, hasta en el

11 propio Sáhara Occidental son extranjeros, porque el país esta ocupado por Marruecos. Mi objetivo es que la gente sepa de donde vengo, dice Mohamed. En lo que Mohamed lucha por su patria, también lucha para que lo tomen a él mismo en serio. Mohamed tiene una discapacidad visual que ha dificultado el modo en el que la gente lo perciben. En los campamentos, es impensable que una persona que tiene cualquier tipo de dificultad o discapacidad puedan desempeñar un rol en la sociedad. Éramos vistos como un mal, recuerda Mohamed, la confianza en nosotros era mínima. El hecho de estudiar una carrera universitaria, el hecho de ser independiente, como ha logrado ser Mohamed, es un gran logro. Con una mente aguda, un fuerte sentido de sí mismo y el amor por su país, Mohamed luchará para el Sáhara hasta que se haya logrado su objetivo.

12 Mohamed Abdalladhi Suaidat 25 años, licenciado en Recursos Humanos y Relaciones Laborales por la Universidad de Sevilla

13 El Esclavo Henry Bernstein Abdallahi Suaidat cuenta una historia fascinante y difícil. Con un bolígrafo en la mano, nos dibuja un mapa. En él, vemos el territorio de la antigua colonia española del Sáhara Occidental, los territorios ocupados al oeste en contacto con el Océano Atlántico, los territorios liberados metidos en el desierto, compartiendo una larga frontera con Marruecos, Mauritania, y Argelia, sus vecinos. Y en éste último, concentrados en la provincia de Tindouf, los campamentos de refugios saharauis. Hoy tiene sueño, así que se expresa de manera tranquila, tomándose el tiempo necesario para contar su historia. Mohamed se ve muy lejos de los estereotipos que proyecta el Sáhara Occidental. Allí no hay chilabas, ni las mujeres llevan la cabeza cubierta. Mohamed lleva un polo y unos pantalones caquis, que junto a su pelo negro bien peinado bien le dan un aire más bien formal. Mohamed viene de un lugar frecuentemente olvidado entre los muchos lugares de conflicto que hay en el mundo. Cuando él nació, en 1989, habían pasado 14 años desde que su familia tuviera que huir de su hogar. En aquel momento, como refugiados en el campamento de Dakhla, que es también el nombre de una de las ciudades en la parte ocupada por Marruecos del Sahara Occidental al igual que han hecho nombrando a todos los campamentos su familia celebraba el nacimiento de un niño sin saber si él un día conocería su verdadero hogar. Mohamed pasó sus primeros diez años de vida en aquel campamento, como uno de los saharauis sometidos a las malas condiciones de vida que proporciona el desierto en el que están los campamentos. El agua, para beber y para bañarse, tienen que venir de muy lejos. Las comidas les dejan con hambre. Mohamed muestra en un video de su móvil el aspecto desolado de los campamentos, donde solo hay arena y casas de una planta, hechas de adobe, a la vista. Después de una década en esas condiciones, Mohamed recibió una oportunidad para empezar de nuevo: estudiar en España durante un año. Sin embargo, cuando los ofíciales se dieron cuenta de que Mohamed estaba enfermo, surgieron problemas. Me dijeron que iba a quedarme, cuenta deteniendo su narración un momento, quizás considerando como hubiera sido su vida si aquel problema temporal le hubiera podido robar su educación. A pesar de eso, un mes más tarde Mohamed estaba en un avión camino de España. Al llegar a Sevilla, Mohamed no podía dejar de estar sorprendido. Una ciudad llena de gente, edificios de colores magníficos, plazas grandes y una catedral increíble. Le

14 preguntamos si estaba nervioso en aquella situación y él nos responder: Asustado no! Asustado no, repite. Pero el impacto fue enorme. Mohamed sabía que aquello sería el inicio de algo gigante. Después de aquel primer año en Sevilla, sus buenas notas le ofrecieron la oportunidad de quedare en Sevilla para completar su educación. Aunque la vida en los campamentos es dura, Mohamed todavía tiene la necesidad de regresar al lugar donde está su familia. Aunque su familia insista en que todo está bien, sus vecinos le informan de que todavía luchan contra la pobreza y la dureza del día a día en los campamentos. A pesar de saber que el agua potable y toda la comida que necesitara le esperaban en Sevilla, Mohamed ansiaba estar con su familia. En la tradición Saharaui la familia siempre permanece unida. Pasan el día juntos y sobreviven juntos. Una de las cosas que más hecha de menos es el ritual diario del té, que no solo les refresca sino que les proporciona un momento de unión familiar. El té es la bebida, explica con una sonrisa mientras rememora su niñez, y cada mañana está el abuelo, la abuela, los hijos, los nietos todos juntos toda la mañana. Mohamed regresa a Dakhla casi todos los veranos y le resulta difícil ver que las condiciones nunca mejoran. Cada año, su esperanza se disipa cuando se da cuenta de que su madre todavía tiene que andar kilómetros para obtener agua o que su padre no regresa de los territorios liberados. Su tío, que vive en la parte ocupada lleva cuarenta años sin ver a mi padre que es soldado en el ejército saharaui. Nunca puedes vivir tu vida aquí [en Sevilla] al cien por cien, cuenta. Si no, le harías a tu familia mucho mal muy mal. Cada trabajo que coges, los estudios que estás realizando, siempre tienes pensamientos allí. Este sería un buen sumario de todo lo que le acosa. Al menos, el futuro es prometedor para Mohamed. Dentro de un año recibirá su título en Recursos Humanos y Relaciones Laborales. Con mi educación, tengo un poder que la mayoría de los saharauis no tiene, explica. Tengo el poder de cambiar algo. Mi nombre significa Esclavo de la Paz, nos recuerda al inicio de la entrevista. Un día, dice señalando con su dedo al Sáhara que ha dibujado en el mapa, un día, viviremos nosotros juntos aquí. Hay optimismo en su voz.

15 El refugio Kyle Tizio La sociedad Saharaui es generosa...nunca te falta nada. La provincia de Tindouf, situada al oeste de Argelia, se conoce como el desierto dentro del desierto. Allí, una buena fuente de agua es rara y la comida que llega a través de la ayuda internacional es escasa. El clima no deja escapar a nadie es común que las temperaturas alcancen más de 50 C durante el día y menos de 0 por la noche y si miras a través de las dunas, hechas por las tormentas de arena, no verás nada, exceptuando la tierra desértica en la que tu pueblo vive. Desde 1975, así ha sido la vida para el pueblo saharaui, desplazado de su tierra original. Abandonado por el gobierno español, que había ejercido el poder colonial desde finales del siglo XIX, el Sahara Occidental fue ocupado tras la Marcha Verde por el ejército del reino de Marruecos que, en la figura de su rey Hassan II, se sentía atraído por la gran cantidad de recursos del Sahara uranio, petróleo, fósforo, pescado, vegetación y el pueblo saharaui pagó con su libertad, sus derechos y con su propia tierra, teniéndose que exiliar a campamentos de refugiados que ellos mismos crearon al otro lado de la frontera con Argelia. Entre las familias rotas y las luchas, no solo por la independencia sino por el derecho de vivir con seguridad y felicidad, se encuentra Mohamed Abdalladhi Suaidat, un chico saharaui nacido en el campamento de refugiados de Dakhla, que gracias al proyecto "Vacaciones en Paz", pudo mudarse a Sevilla cuando tenía diez años, en busca de estudios, seguridad y una vida mejor. Mohamed tiene 25 años y es una persona culta haber simultaneado los estudios en España con la vida en el campamento cada verano, cuando regresa para estar con su familia, dice que le ha permitido experimentar las dos maneras, completamente diferentes de una cultura a otra, de vivir. La sociedad saharaui es muy generosa, dice. Intenta evitar una sonrisa cuando piensa en su familia y en los amigos, que aún viven en los campamentos. Si te falta sal, vas a tu vecino. Si te faltan lentejas, vas a tu vecino. Si te falta arroz al vecino. Nunca te falta nada. Según sigue hablando, lo que dice va formando un retrato más claro de la zona en disputa que a pesar de que los derechos humanos sean violados a diario a gran escala, no mucha gente del mundo conoce. Mohamed marca, con una línea de su lápiz, donde están el muro de separación entre los territorios libres y los ocupados y donde las minas en el mapa que ha dibujado a mano en una hoja blanca. Describe el ambiente frio del área alrededor del

16 muro junto la que separa a las dos Coreas, una de las dos únicas fronteras completamente cerradas del mundo y nos habla de las personas que conoció y que han muerto desde el inicio del conflicto entre marroquíes y saharauis, que ya dura casi cuarenta años. Indica con puntos donde viven su padre y su tío (miembros activo del Frente Polisario, que organiza el ejército saharaui y mantiene el poder ejecutivo tanto en los territorios libres como en los campamentos de refugiados). Así continúa, dibujando puntos que representan miembros de su familia y sus amigos, a ambos lados del muro de separación. Sus pensamientos sobre el conflicto quedan complejos en actualidad que si, la responsabilidad es de los Saharauis, hoy y mañana, para intentar conseguir este objetivo y cambiar la historia. Pero como? Una manera puede ser diplomática, otra es la vía armada, dice Mohamed. Hay muchísimos tipos de intervención Pero yo realmente considero que mi hogar es éste, dice Mohamed, dibujando un circulo alrededor de los territorios ocupados por Marruecos en el Sáhara Occidental en su mapa. Aunque no he vivido allí nunca, éste es mi hogar Piensa en esto España es donde has vivido muchos años, pero no es tu hogar; realmente, no eres español. Éste aquí es mi territorio, y algún día, viviremos [el pueblo saharaui] allí.

17 Dah Mohamed 24 años, graduado en Enfermería por la Universidad de Sevilla

18 Tu corazón siempre está dividido Anna Spack Lo que pensaba en esos momentos? Lo que me venía a la cabeza? Lo primero la playa. Es un día de principios de julio de Un niño nervioso de 13 años, la cara endurecida por el sol y las manos ásperas por la arena, mira en todas direcciones. Nunca ha visto tantos edificios, tantos coches, ni tanta gente. Todo esto es abrumador, pero también es maravilloso. Sus pulmones inspiran el aire fresco y sonríe cuando la brisa roza su piel. Es la primera vez en su vida que ve algo diferente al desierto. Dah Mohamed Abderrahman piensa que está en Sevilla solamente para el verano. Ha venido a España gracias a "Vacaciones en Paz", un programa que trae niños del Sáhara Occidental, que viven en los campamentos de refugiados situados en la provincia argelina de Tindouf, a ciudades de España para quedarse con familias españolas y escapar de las elevadas temperaturas del desierto. Dah pasará un gran verano en Sevilla con la intención de volver después con su familia en el campamento, pero ese no pasará. Hoy en día Dah es un chico guapo y alto que habla un español fluido. Su postura, su confianza y la seguridad de su voz son los rasgos de una rápida madurez. Sabe lo que quiere y en lo que cree y no tiene miedo de decirlo. Con 24 años, acaba de terminar la carrera de enfermería en la Universidad de Sevilla y, como tantos otros chicos de la ciudad en la que vive, busca un trabajo. Aquel verano de 2003 contrajo una enfermedad gastrointestinal seria y al acabar el período de vacaciones tuvo que quedarse en España para recibir tratamiento. No pudo volver a su hogar en Tindouf como los otros chicos del programa y siguió viviendo con la familia con la que había vivido durante el verano. Es la misma familia con la que él todavía vive hoy. La familia que lo ha tratado siempre como a un hijo más. Su madre en Tindouf decidió que lo mejor para él era quedarse en España para recibir buen tratamiento a su enfermedad y, junto con ella, una buena educación. Once años más tarde, Dah ya no está enfermo y tiene una vida buena. En España vive en Utrera, una ciudad de habitantes situada 20 kilómetros al sureste de Sevilla. Su familia tiene una casa grande de dos plantas con azotea, como una casa andaluza, en la que Dah tiene su propio cuarto. En Tinduof su familia vive en una casa de adobe, dentro de una campamento de refugiados situado en medio del desierto. Él es el único de cuatro hermanos que vive fuera del

19 campamento. Sus padres han vivido allí cuarenta años sin muchos derechos básicos. Aquel no es su hogar. Llegaron allí, desde el Sáhara Occidental en el año 1975, después de que el ejercito marroquí los expulsara. El Sáhara Occidental había sido una colonia española desde finales del siglo XIX pero en 1975 el rey de Marruecos Hassan II, aprovechando la debilidad española ante la muerte inminente del General Franco, organizó una marcha inicialmente pacífica del Sáhara Occidental, conocida como la Marcha Verde. Pero tras ella, y una vez que se produjo la salida del ejército español, el de Marruecos los invadió, dando así comienzo la ocupación del Sáhara por Marruecos. Vivir y estudiar en España es una oportunidad que hay que aprovechar, dice Dah. Es un tren que pasa y [hay que] coger. Aunque él sigue siendo fiel a su país de origen y vuelve cada verano. Nunca abandonaría mi patria, explica Dah. Siempre iré allí cuando me llamen. Siempre estaré preparado. Aunque según él el Sáhara cada vez es más Marruecos y menos Sáhara, también explica que los saharauis todavía luchan por el derecho a tener su tierra. Tenemos la esperanza y no vamos a abandonar la lucha, dice. Vamos a seguir allí, luchando por algo que nos pertenece. Dah describe la situación del Sáhara como una enfermedad crónica.un virus que entra y te quita la salud. Él tenía una enfermedad que superó y al final mejoró su vida. Le pasará lo mismo al Sáhara Occidental?

20 La Playa de la esperanza Meaghan Walsh Es un tren que pasa, y hay que montarse. Es una oportunidad que coger y agarrarte ella y superarla, Dah Mohamed Abderrahman sobre el programa de apoyo a los niños saharauis "Vacaciones en Paz". Un día de Junio de 2003, Dah Mohamed Abderrahman está preparándose para su venida a Sevilla por primera vez. Está emocionado pero solamente puede pensar en una cosa: la playa. Dah solamente tiene una visión del mar refrescante y la arena cálida entre los dedos de sus pies. Un sueño que finalmente va a ser realidad. Para los jóvenes de Dajla, uno de los campamentos de refugiados del Sahara Occidental situado en la provincia argelina de Tindouf, la playa en España es como la olla de oro al final del arco iris. Dah está sentando honrado con las manos firmes. Tiene una forma de ser muy natural que mantiene a pesar de que esté hablando sobre algo de gran importancia en su vida. La historia del Sahara Occidental es frustrante y triste pero Dah habla despacio y con fluidez y es como si una historia de esperanza y posibilidades saliera de su voz. Enfatiza su historia con manos gesticulantes. Su presencia fuerte y segura no revelan la dureza de su vida pasada a lo largo de la conversación. En 2003, cuando tenía trece años, vino a Sevilla como otras veces con el grupo de "Vacaciones en Paz" para pasar el verano, pero esa vez cayó enfermo con un problema gastrointestinal. Su madre en la Sahara Occidental habló con su familia en Sevilla y juntos decidieron que era mejor que Dah se quedara en Sevilla para recibir un tratamiento adecuado. Ahora su vida y su futuro están en Sevilla. Desde su llegada, ha vivido con la misma familia en su casa. La considero como primera, segunda y tercera- toda la escala siempre. Ellos me han tratando como un hijo mas. dice Dah sobre su familia sevillana. Era muy común entre los niños saharauis como Dah participar en el programa "Vacaciones en Paz" porque es una oportunidad para obtener

21 libertad. Realmente no existían motivos personales para venir a Sevilla. Tú estás en una edad donde puedes ir, y tus padres te dicen que vayas para vivir en un lugar diferente, dice Dah. Y ahora el objetivo es encontrar trabajo, formar una familia y vivir en Sevilla si es posible. Porque se ha graduado como asistente sanitario y quiere volver a su país para ayudar a los enfermos. Para muchas personas vivir lejos de su familia produce miedo y es poco atractivo pero para Dah es una situación bastante mejor que la que tendría en los campamentos de refugiados saharauis. Por supuesto, su transición a la vida en España fue difícil. Él solamente era un niño inocente y tuvo que adaptarse a esta ciudad completamente diferente rápidamente. Dah habla del futuro de su país y de los saharauis que viven en los campamentos con cara desconfiada. Son ya cuarenta años, verdad? Son muchísimas generaciones que ya han pasado. En un futuro próximo, creo que no. Que no va a haber independencia, dice. En un futuro lejano, quizás pueda haber algún avance pero en los próximos años, de aquí a dos mil diecisiete, a dos mil veinte, yo no sé. Es muy difícil. Pero Dah siempre irradia fe sin darse cuenta: Tenemos la esperanza y no vamos a abandonar la lucha. Nunca abandonaría mi patria. La libertad de los saharauis es como la playa. Un sueño que eventualmente podría ser una realidad. Si ellos ganan esta lucha interminable, van a sentirse un día como aquel niño Dah que pisó por primera vez la playa: algo milagroso y maravilloso.