RAMIREZ y ARTIGAS ELEVACION y OCASO

Transcripción

1 Ana María Ried de Soza JOAQUIN PEREZ RAMIREZ y ARTIGAS ELEVACION y OCASO USO EXCLUSIVO VITANET BIBLIOTECA VIRTUAL 2003 LA PLATA (Rep. Argentina) 1949

2 RAMIREZ y ARTIGAS ELEVACION y OCASO Separata de "Trabajos y Comunicaciones", T.I, publicación del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata.

3 RAMIREZ y ARTIGAS. ELEV ACION y OCASO SUMARIO I. Panorama político-militar en las postrimerías de Triunfo federal en la batalla de Cepeda. II. Las respectivas jerarquías en el campo de los vencedores. Artigas, a la distancia, fué el Comandante supremo de la campaña. - III. El Tratado del Pilar y el desplazamiento político de Artigas. IV. Causas y explicación de este desplazamiento. No hubo traición. - V. El Tratado del Pilar y los portugueses. El Pacto secreto. --; VI. Ramírez descubre las entrelíneas del Tratado. - VII. La falsa doctrina de la Junta de Representantes en la interpretación del art. 3 del Tratado y el fracaso de la contrarrevolución de Balcarce. - VIII. Nuevos auxilios acordados a Ramírez por su participación en el sofocamiento de esta contrarrevolución. - IX. Ramírez espera el arribo de la escuadrilla porteña que conducía esos auxilios para enfrentarse con Artigas. - X. Salida de la escuadrilla Y' su significado. XI. Digresión sobre los caudillos Correa y Hereñú. - XII. Conducta de Sarratea, Monteverde, Ramírez y Ramos Mejía en el asunto de la escuadrilla y el destino que ésta tuvo. - XIII. La elevación de Ramírez y el ocaso militar de Artigas. Significado de Artigas, Ramírez y López en la historia política del Río de la Plata. Al asomar al mundo historiográfico que se ocupa, del pasado americano, lo hacemos con este pequeño estudio que hemos acuñado con nuestra probidad y que trata de uno de los temas más discutidos e importantes de aquel año de 1820, el año crítico de la historia de nuestra Revolución, en el que se condensan las ideas y se sufre la crisis de las instituciones y los valores inadecuados. En este trabajo trataremos de esclarecer debida-

4 mente todo lo que se escondía en la letra del Tratado del Pilar por lo que hace al desplazamiento político de Artigas y a su obligado corolario: la guerra entre éste y Ramírez. Tocamos un punto de la historia americana donde de uno y otro lado del Río de la Plata han convergido las encendidas pasiones de historiadores regionalistas que, careciendo de documentos fehacientes, sintiéronse proclives a dorar la realidad interpretándola en un enfoque acorde con sus deseos, pero reñido con los cánones de la ciencia histórica. Por nuestra parte, en posesión de elementos probatorios, afirmamos que los signatarios del Tratado del Pilar, a la par que consolidan definitivamente el triunfo del pensamiento de Artigas sobre la organización política de la nación, resuelven sustituir su influencia en el litoral y reemplazarla por la de Ramírez, a quien se le acuerdan las armas necesarias para imponerse en la guerra que se columbraba con el Supremo Protector. La extraña paradoja que configura el hecho que en el Tratado del Pilar se refirme el pensamiento político de Artigas al tiempo que se arbitren los medios para eliminarle, no es el fruto de un traición o una ingratitud sino que lo es del opuesto planteamiento que se hace del problema emergente de la ocupación portuguesa de la Banda Oriental, contra quienes los signatarios del Tratado no creyeron oportuna la guerra sin dilación que exigía Artigas. La certeza que se abrigaba sobre que la guerra con Artigas sobrevendría irremisiblemente, alumbra como un resplandor las entrelíneas del Tratado del Pilar, según va a verse. Para avalar debidamente estos asertos, desbrozaremos el campo de lo inédito con un manojo de documentos que nos sitúa categóricamente en el punto de vista expuesto. De él se destaca particularmente una sabrosa correspondencia epistolar entre Ramírez y el general Carrera, que nos ha permitido hilar el encadenamiento de los acontecimientos Y lograr una intelección del pensamiento de Ramírez, que es como decir del espíritu que vertebró el articulado del Tratado del Pilar.

5 I. apenas hubo tomado cuerpo la Revolución de Mayo, se insinuó con firmeza una resistencia de las provincias del interior a aceptar la preponderancia de Buenos Aires en la dirección política y militar. Sin embargo, las necesidades de la guerra de la independencia por el lado del Alto Perú y Chile, hicieron postergar el planteamiento de este problema en las provincias circunvecinas a aquellos teatros de lucha. No ocurrió lo mismo por el lado de la frontera con el Brasil y provincias del litoral, donde la resistencia a Buenos Aires fué encarnada en José Artigas, caudillo de una muy recia personalidad. Culpas de unos y otros fueron exacerbando esta lucha, que adquiriría los caracteres de irreductible, cuando el gobierno de Buenos Aires apoyó la ocupación portuguesa de la Banda Oriental y se dio en trabajar la instauración de una monarquía en el Río de la Plata. Entonces la guerra fué a muerte. El Directorio quería acabar con aquellos "anarquistas" y éstos con aquel gobierno "despótico y traidor". Después de' este planteamiento en el campo de las ideas, busquemos su reflejo en el terreno militar. Hacia fines de 1819, Artigas luchaba en un campo bifronte: contra los portugueses que habían invadido la Banda Oriental, y contra el Directorio de Buenos Aires que la había consentido y -se sabía- gestionaba la coronación de un monarca en el Plata. La estrategia de Artigas por esta época, consistía en la adopción de una política defensiva y de expectación con las fuerzas de Buenos Aires, mientras en el otro frente extremaba los esfuerzos para atacar a los portugueses en su propia casa. 1 Mientras Artigas abría esta atrevida campaña sobre el propio territorio portugués, Ramírez quedaba en Entre Ríos como comandante general y jefe de la recomendada estrategia defensiva y de expectación con los ejércitos del Directorio. La escuadrilla del Paraná, que capitaneaba Pedro Campbell, también la puso Artigas a las órdenes de Ramírez. Por su parte, el gobernador de Santa Fe, Estanislao López, se había sumado a esta cam- 1. Síntesis de su pensamiento en este sentido, es la comunicación que!" dirige al Cabildo de Santa Fe, el 24 de diciembre de (CERVERA, MANUEL M.: Historia de la Ciudad y Provincia de Santa Fe, 1907, Apéndice, Pág. 19).

6 paña el 29 de septiembre de aquel año, haciendo izar la bandera federalista en el Cabildo y rompiendo formalmente el armisticio acordado algunos meses antes con las fuerzas del Directorio. Sin embargo, esta política de expectativa militar ordenada por Artigas no había de hacerse necesaria mucho tiempo porque el gobierno directorial había caído en un descrédito absoluto. Al tiempo de asomar el nuevo año de 1820, los sucesos se precipitaron simultáneamente en todo el país y el sistema directorial se descompuso con una rapidez increíble. Pareció corno si el país, con la conciencia que el gran problema de la independencia se había asegurado para aquella fecha, hubiese vuelto la mirada sobre sí mismo, corno buscando nuevas formas de asociación acordes con su idiosincrasia. El primer síntoma fue la deposición de los gobernantes de Tucumán a consecuencia de la revolución estallada en esta provincia el 11 de noviembre de Enseguida, el Directorio perdió el control de sus ejércitos más poderosos: el de los Andes por la desobediencia de San Martín, que tenía planes más trascendentes, y el denominado del Alto Perú, que se sublevó el 9 de enero de 1820 en la posta de Arequito (Córdoba). Este mismo día, se amotinaba una fuerza de hombres del ejército de los Andes que se encontraba acantonada en San Juan. En todos estos casos, la autoridad del gobierno de Buenos Aires resultaba desconocida. Para colmo, las fuerzas de Ramírez y López hacían entradas cada vez más audaces en la campaña de Buenos Aires y parecían dispuestas a llevar el ataque hasta la propia capital, donde corría el miedo. Los hombres más serenos del partido directorial no podían menos que observar esta agonía del régimen, según lo dejaron escrito. Por eso, cuando el Director Supremo Rondeau salió a campaña con un ejército alistado apresuradamente en Buenos Aires, dejó en la capital la sensación de su próxima - derrota. Así se explica que en el momento de avistarse con las fuerzas de Ramírez y López en la cañada de Cepeda, en la madrugada del 1 de febrero, no fuera necesario librar una gran batalla, porque Rondeau estaba vencido

7 antes de empeñarla. Al primer ataque de las montoneras federales no hubo un conato de resistencia por parte de las fuerzas directoriales, cuya caballería se dio a una desordenada fuga arrastrando al propio Director Supremo. Fue suficiente esta singular derrota para que todo se diese por perdido en Buenos Aires y no puede dudarse que es una acabada muestra del estado espiritual que dominaba a los partidarios del Directorio. Bastó el momento histórico preciso, para que un tenue soplo, como fue la batalla de Cepeda militarmente considerada, desplomase estrepitosamente aquel castillo de ideas monárquico-centralistas. El triunfo de Cepeda ponía la capital porteña al alcance de los federales, que quedaban en condiciones de imponer una solución acorde con las instrucciones de Artigas, que, a la distancia, había sido el jefe y comandante supremo de aquella campaña. Cuáles eran estas instrucciones? Lo veremos enseguida. II. Este es un punto debatido por la susceptibilidad provinciana e íntimamente vinculado con la adjudicación de las jerarquías que respectivamente correspondían a Ramírez y Artigas en esta campaña que culminó con aquel fácil triunfo en la Cañada: de Cepeda. Debemos declarar firmemente, que aún cuando Artigas no tomara personalmente la dirección de la campaña sobre Buenos Aires, ocupado como estaba entonces en la jefatura de su invasión al propio territorio de los lusitanos -sobre quienes acababa de obtener el triunfo de Girapuitá-, no por eso dejaba de ser el Comandante supremo de la campaña. Ramírez, que actuaba en calidad de jefe militar de las fuerzas triunfantes en Cepeda, reconocía su dependencia de Artigas y seguía sus órdenes, según él mismo específicamente lo declaraba y lo hacía constar en diversos documentos. Así, en el cambio de oficios que precedió a la batalla, Ramírez y López expresaban al Director Rondeau el

8 13 de noviembre de 1819: "S. E. el general Artigas por el clamor de los pueblos nos manda exigir del Directorio, antes de entrar en avenimiento alguno, la declaratoria de guerra contra los portugueses que ocupan la Banda Oriental, y el establecimiento de un gobierno elegido por la voluntad de las provincias, que administre por base el sistema de la Federación, por el que han suspirado todos los pueblos desde el principio de la revolución" 2. A esta muestra de aquella subordinación a las órdenes de Artigas, podemos añadir otra más contundente. Refiriéndose a las tentativas de paz que propiciara Rondeau poco antes de Cepeda, le escribe Ramírez a Artigas, el 27 de diciembre de 1819: "Ciertamente que Rondeau solo quiso salir de los apuros en que lo ponía mi aproximación a Luján, cuando me propuso la entrevista que acepté porque estaba en nuestros intereses como insinué a V. E. en mis anteriores; entonces y siempre no admitiré otra paz que la que tenga por base la declaración de guerra contra el rey don Juan, como V. E. quiere y manifiesta en su oficio último" 3. Adelantándonos más en el tiempo, el 13 de enero de 1820, producida ya la sublevación de Arequito, el jefe entrerriano le escribe a Bustos: "Para que en lo relativo a la terminación de nuestras diferencias y conciliación de la paz que deseamos pueda yo arreglar mis pasos conforme a las instrucciones que tengo del Exmo. General Dn. José Artigas de que dependo...", decía Ramírez en este oficio, cuyos últimos conceptos hablaban de su responsabilidad "con el Jefe Protector que me sustituye inmediatamente" 4. López, que no era subordinado de Artigas, al sumarse a la campaña contra el Directorio, proclamaba de esta manera a los cordobeses: "Corred a reunir vuestros esfuerzos, que yo os garantiré los más felices resultados, y 2 CERVERA, op. cit. Ap., pág. 23. Este documento es una clara expresión de las ideas que sostenían los caudillos, en oposición a los objetivos de la política directorial, que ya hemos analizado. 3 MOLINARI, DIEGO Lut8: Viva Ramírez, Buenos Aires, Imprenta y Casa Editora Coni, 1938, p CELESIA, ERNESTO H.: Federalismo Argentino. Córdoba, Librería "Cervantes", Buenos Aires, 1932, t. II, pág. 125.

9 a todos la protección invencible del inmortal Artigas, vencedor de riesgos y nimador de las bases de toda tiranía: él será el héroe que cual otro Hércules divida con la espada sus siete cabezas, horrendas" 5. Igualmente el irlandés Pedro Campbell, jefe de la escuadrilla antigüista que había colaborado directamente en aquella campaña atacando en Colastiné aja escuadrilla porteña, escribía al cabildo de Corrientes, a poco de Cepeda y refiriéndose a este triunfo : "Loor al inmortal Artigas, único autor de tan grande obra" 6.' Estas eran las palabras de los jefes militares de la campaña contra Buenos Aires, y ellas no dejan un asomo de duda sobre que Artigas era reconocido como el comandante supremo de la misma. III. Finalizada esta pequeña digresión, "vayamos al análisis del Tratado del Pilar. A pocos días del triunfo de Cepeda, el 23 del mismo mes de febrero, se firmaba en el pueblo de Pilar el tratado que lleva su nombre. Constaba de 12 artículos, en los que, sin rebozos, se dibujaba el acta de defunción de Artigas como primera figura política en el río de la Plata. Al formular esta aserción, somos concientes de la responsabilidad que ella comporta y de la necesidad su probanza. En primer lugar, digamos que el desplazamiento de la figura de Artigas está patente en la letra del articulado del Pilar. Veamos. De Artigas se hablaba en el artículo 109 en los siguientes términos: "Aunque las partes contratantes están convencidas de que todos los artículos arriba expresados son conformes con los sentimientos y deseos del Exmo. Sr. Capitán D. José Artigas según lo ha expuesto el Sr. Gobernador de' Entre Ríos que dice hallarse con instrucciones privadas de dicho Señor Exmo. para 5 El General L6pez a, los cordobeses, Imprenta Federal de la Provincia de Entre Ríos, 30, de octubre de 1819, en BILIOTECA PUBLICA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA, Arm. 5, Diario 37a 6 GÓMEZ, HERNÁN F.: Corrie7ttes y la. República. Entrerriana., , Imprenta del Estado, Corrientes, 1929, pág....

10 este caso: no teniendo suficientes poderes en forma se ha acordado remitirle copia de esta acta para que, siendo de su agrado, entable desde luego las relaciones que puedan convenir a los intereses de la provincia de su mando, cuya incorporación a las demás federadas se miraría como un dichoso acontecimiento" 7. Mal podía expresar Ramírez que estas estipulaciones serían conformes con los sentimientos y deseos de Artigas, ya que en el tratado se evitaba hacer la declaración de guerra a los portugueses, según había sido la exigencia ineludible de aquellas instrucciones, que el mismo Ramírez refirmaba, en documento que ya señalamos: "N o admitiré otra paz que la que tenga por base la declaración de guerra contra el Rey don Juan, como V. E. quiere y manifiesta en su oficio último.". Ahora, a pesar que el triunfo en Cepeda era completo, no se hablaba en el tratado de tal declaración de guerra. Excusado es decir que todos conocían que Artigas, no prestaría su asentimiento a tal tratado, que a esta falla, él podía acotar otras muchas y todas veladoras del pensamiento general que había privado en su redacción. En efecto, concomitante con esta omisión de una declaración de guerra a los portugueses, se hacía en el mismo tratado una nominación de jerarquías por demás sintomática. Es así como la persona política de Ramírez aparecía firmando el tratado con el título de "Gobernador de la provincia de Entre Ríos", 'sin que nunca hasta entonces, salvo en el armisticio celebrado con Soler algunos días antes, el 17, hubiera asumido Ramírez tal título y categoría. Siempre se le había conocido como "Comandante Genera] del Arroyo de la China" y subordinado de Artigas, como por otra parte él mismo lo declaraba hasta hacía pocos días. Desde Buenos Aires, en los documentos de la época, se le denominaba generalmente "Representante de S. E. el Jefe de los Orientales", o simplemente "General del Ejército Federal". Ahora aparecía en el tratado de Pilar arrogándose por sí y ante sí, el título y jerarquía de "Gobernador de la Provincia de Entre Ríos". 7 Incluimos el texto del Tratado del Pilar en el Apéndice, bajo el N 1.

11 Además de este nombramiento, se observa igualmente en el Tratado la notable y sugestiva disminución de categoría con que se designa a Artigas. Ya no es el Jefe o "Supremo Protector de los Pueblos Libres", como le llamaban sus adictos. Ahora simplemente se le confería el título de "Exmo. Sr. Capitán de la Banda Oriental", delimitando su gobierno y derecho sobre este territorio que ya sabían ocupado por los portugueses, de modo que lo colocaban en la innocua situación de no tener mando sobre nadie. Se le daba, eso sí, la oportunidad de ratificar el tratado, expresándose que la incorporación de la Banda Oriental a las demás provincias federadas "se miraría como un dichoso acontecimiento", pero si no lo ratificaba, las posiciones no cambiaban, desde que -repetimos-, no le reconocían mando efectivo sobre ninguna provincia. Los territorios de Corrientes y Misiones, al no figurar mencionados en--el tratado, ya entraban en los planes de Ramírez para incorporarlos al mecanismo de la República de Entre Ríos, que proyectaba erigir después de este su rápido encumbramiento. Se aprecia fácilmente pues, que Artigas, que había sido el organizador y jefe supremo de la guerra contra el Directorio, había sido relegado totalmente en la hora del triunfo, según lo denunciaban vivamente el salto de categoría de Ramírez, e incumplimiento de sus órdenes sobre la guerra a los portugueses, y depreciada jerarquía con que se lo designaba en el tratado. También es bueno recordar que el fácil triunfo de Cepeda no fue el único hecho de armas de aquella guerra, ya que declarada en noviembre de 1819, el primer choque de importancia había sido el combate naval de Colastiné, el 26 de diciembre, donde, a pesar de ser rechazado en sus repetidos ataques, Campbell había obligado a la escuadrilla porteña que mandaba Angel Hubac a levantar el bloqueo que mantenía sobre Santa Fe, haciéndole perder el dominio sobre buena parte del río. De manera que aún suponiendo independientes de Artigas a las fuerzas vencedoras en Cepeda, éste, a través de Campbell, había participado directamente en la campaña y era acreedor a. algo más que una simple invitación a ratificar el tratado.

12 IV. Y bien, cuál es la causa del eclipse político de -Artigas, decretado tan expresivamente en el articulado.del tratado del Pilar? Todos reconocían la figura de Artigas como la más representativa en el campo federal, y ahora, cuando sus ideas políticas, tan resueltamente sostenidas en tantos años, eran adoptadas hasta por las más lejanas provincias; cuando se desmoronaba irremisiblemente el gobierno directorial que tanto le había combatido y a quien su teniente Ramírez se aprestaba a darle el golpe de gracia; cuando los hechos señalaban su nombre como el del futuro rector de la política desde los Andes al Atlántico; cuando todo parecía al alcance de su mano, justamente entonces le abandonaron las complacencias de la suerte y uno de los tantos imponderables que frívolamente inciden en el acaecer histórico tronchando carreras y abriendo caminos nuevos, determinó un vuelco total en la posición y poderío militar de Artigas. Su campaña sobre el territorio portugués, que según recordamos había empezado a fines de 1819, se había inaugurado auspiciosamente con el triunfo de Guirapuitá. Pero este éxito fue solo un lampo de luz en su marcha, ya que el 20 de enero de 1820, en la batalla de Tacuarembó, sufrió una derrota de magnitud incontrastable a la que se añadió enseguida la defección de Fructuoso Rivera con la división de su mando, completándose de esta manera la pérdida total del ejército de Artigas. En este desastre de Tacuarembó se hunde la raíz y toma su fuerza el pensamiento de anular a Artigas. A la par de Cepeda, fueron dos batallas que en el breve transcurso de tiempo que las separa, 12 días, modificaron de cuajo el panorama político-militar en el Río e la Plata. El aniquilamiento de Artigas debió producir forzosamente un intenso efecto psicológico en la mente de Ramírez, que cuando supo lo de Tacuarembó, acababa de vencer en Cepeda y estaba en el desborde del triunfo, con su prestigio acrecentado y en la plenitud de sus fuerzas. No podía menos que compararse aureolado vencedor y poderoso, frente al desventurado Artigas, que abandonado por sus compañeros acababa de cruzar el Uruguay -buscando rehacer su poder maltrecho.

13 Entonces oyó Ramírez que sonaban para él los cuernos de oro de la gloria, sin que le faltaran para ello los consejos interesados en hacerle dejar las andaderas. Le arrullaban, Sarratea, viejo e irreconciliable enemigo de Artigas, que signaba el tratado como Gobernador de la provincia de Buenos Aires, y Carrera, a quien Artigas había rechazado anteriormente con aspereza y que ahora se desempeñaba como consejero político de Ramírez, sobre quien ejercía una influencia muchas veces decisiva, según lo veremos más adelante. Sin embargo de lo que llevamos dicho, no hay que olvidar que Ramírez no era un subordinado cualquiera de Artigas. Tenía por el contrario una personalidad fuerte y definida, y había adquirido un lugar especial entre los tenientes del Supremo Protector. Dígalo sino, el tono y las palabras de aquel oficio que en agosto de 1818 dirige a Artigas, expresando entre otras cosas de parecido vuelo: "A don Miguel Escobar lo comisiono para que reponga a Méndez en el gobierno y lo faculto para que fusile a los promotores de la revolución de Corrientes" 8. Este "yo comisiono", "yo faculto", etc., ya nos muestra la personalidad de Ramírez en los escarceos del poder absoluto y nos permiten vislumbrar la figura del futuro Supremo Entrerriano. Además, es de recordar su gesto para con Carrera, en 1819, _cuando este proscripto abandonó Montevideo donde dirigía la "Imprenta Federal" y tomó rumbo a Entre Ríos, después que hubieron tenido éxito las gestiones del gobierno de Buenos Aires ante los portugueses para que se le expulsase. En aquella oportunidad, Artigas le escribió a Ramírez para que le tomara preso 9, pero éste, por el contrario, tal vez seducido por la elocuencia de Carrera, le convirtió en su oráculo político, desoyendo la orden del Supremo Protector. Esta recia personalidad de Ramírez, que impetuosamente se tendía al predominio, encontró ambiente propi- 8 VEDIA y MITRE, MARIANO _: El manuscrito de Mitre sobre Artigas, Buenos Aires, Librería y Editorial "La Facultad", 1937, pág MARTÍNEZ. BENIGNO T.: Apuntes históricos sobre la provincia de Entre Ríos, Establecimiento Tipográfico de "El Nuevo Día". Uruguay, 1881, t. II, pág. 142.

14 cio para manifestarse con motivo de la derrota aniquila dora que sufrió Artigas en Tacuarembó. Pero además de este cúmulo de razones que obraban como acicates en el ánimo de Ramírez para inducirlo a sobreponerse a Artigas y que caen dentro de lo corriente y moliente de la gimnasia política, habíanse aunado otras razones mucho más ponderables en el juicio de los caudillos federales vencedores en Cepeda, para firmar el tratado del Pilar en la forma que lo conocemos. La clave de todo era el pensamiento de los signatarios del Pilar, sobre que en el momento era imposible una declaración de guerra a los portugueses, aún a riesgo de aceptar que ello importaba una guerra con Artigas, que jamás aceptaría un tratado en esas condiciones. Este pensamiento impregna la redacción del tratado, y explica que a la par que se dispusiera en el mismo la anulación de Artigas, se acordaran las armas para combatirlo. A juicio de los que intervinieron en la redacción del tratado, no era posible, después del desastre de Tacuarembó, cumplir con las instrucciones de Artigas referentes a una declaración de guerra a los portugueses, como obstinadamente continuaba exigiendo éste aún después de su derrota. Ya no estaban en los dorados tiempos del triunfo sobre los portugueses en Guirapuitá. Tampoco Buenos Aires tenía los recursos que se pensaban, ni era el estado del país el mismo y el más a propósito para una empresa de esa magnitud, según estaba a la vista de todos. En efecto, se analizaba que el ejército de los Andes se había esfumado del escenario argentino y se había volcado a Chile, destinado a la voz de su jefe, a ser el paladín de la libertad de media América. El otro gran ejército, el llamado del Alto Perú, que se había sublevado en la posta de Arequito y había sentado sus reales en Córdoba, formaba una entidad nueva con cuyos nuevos intereses había que contar desde ahora. También San Juan, Mendoza y San Luis, y cada una por su lado, habían derrocado los respectivos tenientes gobernadores que respondían a las directivas de San Martín y se presentaban ahora como nuevas estrellas en el cielo federal.

15 En Tucumán se había proclamado igualmente la "República Tucumana", y nada digamos de Salta, que no sacaba su mirada de la frontera del norte, dura y sacrificadamente sostenida por los gauchos de Güemes contra los ejércitos realistas. En la misma Buenos Aires, recién caída la dictadura de la Logia, el partido federal, con Sarratea en el gobierno, no se había consolidado firmemente y sentía, por el contrario que sus bases eran trabajadas por los hombres del régimen depuesto, siempre en acecho. A esta situación en las provincias consideradas, cabía añadir el estado de la Banda Oriental. Después de Tacuarembó había tocado a su fin la heroica y desgraciada resistencia oriental, y el mismo Fructuoso Rivera no había titubeado en aceptar la ayuda extranjera con tal de ir echando las bases de una futura lucha. Afirmamos, que tanto Ramírez, como López y Rivera, coincidieron en el pensamiento de esperar otro momento más oportuno para luchar por la recuperación de la Banda Oriental. Ramírez lo expuso claramente en su respuesta a Artigas, cuando éste rechazó con airadas protestas el tratado del Pilar. " Por qué -decía Ramírez- extraña V. S. que no se declare la guerra a Portugal? O V. S. no conoce el estado actual de los pueblos, o traiciona sus propios sentimientos... Cuál es -aducía- la fuerza efectiva y disponible de, Buenos Aires y de las demás provincias, para emprender nuevas empresas, después de la aniquilación a que las condujo una facción horrorosa y atrevida? Qué interés hay en hacer esa guerra ahora mismo y en hacerla abiertamente? Cuáles sus fondos, cuáles sus recursos? Cuál es, en una palabra, su poder para repartir su atención y divertirla del primer objeto, que es asegurar el orden interior y consolidar la libertad? O cree Vuestra Señoría que por restituirle una provincia que ha perdido, han de exponerse todas las demás con inoportunidad? Aguarde Vuestra Señoría la reunión del Congreso, que ya se hubiera celebrado a no hallar entorpecimiento de su parte; y no quiera que una declaración formal de guerra con una nación limítrofe, que debe afectar los intereses generales y particulares de cada provincia, sea la obra de

16 dos o tres pueblos separados que no han debido arrogarse los derechos de la comunidad, ni representarlos sin poderes suficientes al efecto" 10. En pocas, frases, López sintetiza el mismo pensamiento, escribiéndole a Artigas: "Cuando he leído las reconvenciones que Usía me hace con referencia a los artículos de la convención firmados en el Pilar, no puedo formarme otra idea sino la que Usía no estará completamente impuesto del actual estado y circunstancias de las provincias de la unión" 11. Para Artigas, en cambio, la lucha con el portugués que ocupaba, militarmente su provincia natal había exacerbado tanto su patriotismo, que el logro de su derrota se presentaba como improrrogable, al punto que este propósito había terminado por consubstanciarse con su vida. Aferrado con mil almas a esta Idea, Artigas no admitía entreactos, ni concebía otro objetivo más inmediato. Empero, esta disensión no significaba que con la firma del tratado Ramírez renegara del ideario artiguista o lo hubiera mutilado en su aspecto doctrinario. Todo lo contrario. En el Pilar se afirmó la existencia de la nacionalidad y quedaron plasmados los principios de una organización institucional para el país, de forma Republicana- Federal, como inquebrantablemente lo había sostenido Artigas. Se preconizaba asimismo la reunión de un Congreso en San Lorenzo, con diputados de todas las provincias para tratar los problemas inherentes a la organización definitiva de la nación, como también había sido el pensamiento de Artigas. Por Poco parecía convertirse en realidad la quimera del Año XIII. Es cierto que no se estipulaba la declaración de guerra a los portugueses para conseguir la restitución de la Banda Oriental, pero tampoco se echaba al olvido este territorio. Se lo denominaba "provincia aliada", oprimida por una potencia extranjera (art. 3 ), Y desde que se invitaba a Artigas a suscribir el tratado, se le reconocía con derecho a nombrar un diputado al Congreso de San 10 LÓPEZ, VICENTE F.: Historia de la República Argentina y su desarrollo político hasta 1852, Buenos Aires, Librería "La Facultad", 1926, t. VIII, pág CERVERA, op. cit., pág. 510.

17 Lorenzo. Su incorporación a las demás provincias federadas, dice el artículo 10, "se miraría como un dichoso acontecimiento". De manera pues, que la solución del problema de la Banda Oriental ocupada por los portugueses se aplazaba para el tiempo de la reunión del Congreso, según expresaba Ramírez, o para mejor oportunidad, pero de ninguna manera se abdicaban los derechos, dejándose expreso por el contrario que este territorio formaba parte constitutiva del cuerpo de la nación. Entonces vése claramente que no existe un renunciamiento o una traición a Artigas, como se dejan decir algunos historiadores, sino que en la actitud de Ramírez hay una reafirmación y concretamiento del ideario artiguista. En lo que difirieron -y ello llevaba implícita la ruptura y la guerra entre ambos- fue en el planteamiento de la solución al problema emergente de la ocupación portuguesa de la Banda Oriental. Ahora bien, la posición de Artigas, era una incomprensión, una limitación de su pensamiento que malogró la captación de la perspectiva de aquel momento histórico y tenía razón en cambio Ramírez cuando pensaba que había que restañar las heridas del país, dándole cohesión y vigor antes de lanzarlo a una empresa de tanta magnitud? Se revela Ramírez y los que le acompañaron en la firma de aquel tratado con más visión de estadistas que Artigas? O había que arrostrar todas las consecuencias? Si tantos años había resistido Artigas con sólo sus fuerzas, no había de poder hacerlo la nación, bien o mal organizada? Acaso se tuvieron mayores elementos al empezar la guerra por la emancipación? No se cometió entonces el error que hubo que legalizar en 1828? Mejor será que dejemos este tembladeral de conjeturas y no pretendamos dar razones en un terreno tan resbaladizo y azaroso como el de la historia. Concretémonos a afirmar, como epílogo a este análisis del tratado del Pilar, que la disidencia en el planteamiento y la divergencia en la elección del camino para solucionar el problema de la ocupación portuguesa de la Banda Oriental, ocasionó la ruptura entre Artigas y Ramírez, ruptura que tenía su lógica consecuencia en la guerra entre ambos.

18 Esta última afirmación, nos obliga a la probanza de nuestra tesis, o sea, que en el espíritu del tratado del Pilar, estaba rubricado que las armas acordadas en su artículo 3 para la defensa del litoral a un posible ataque portugués, fueran destinadas a servir en la lucha a empeñarse con Artigas, destino que tuvo su debido cumplimiento. V. Ahora bien. Si no le declaraban la guerra, cómo se ocupan del candente problema de los portugueses en el Tratado del Pilar y dónde consta que a Ramírez se le dieran armas para eliminar a Artigas? Empecemos por decir que con los portugueses se adopta una política de paz, según lo refiere concretamente el artículo 39 del tratado en los términos siguientes: "Los Gobiernos de Santa Fe y Entre Ríos por sí, y a nombre de sus provincias recuerdan a la heroica provincia de Buenos Aires, cuna de la libertad de la nación, el estado difícil y peligroso a que se ven reducidos aquellos pobres hermanos por la invasión con que los amenaza una potencia extranjera que con respetables fuerzas oprime la provincia aliada de la Banda Oriental. Dejan a la reflexión de unos ciudadanos tan interesados en la independencia y felicidad nacional el calcular los sacrificios que costará a los de aquellas provincias atacadas el resistir un ejército imponente careciendo de recursos, y aguardan de su generosidad y patriotismo auxilios proporcionados a lo arduo de la empresa, ciertos de alcanzar cuanto quepa en la esfera de lo posible". Según vemos, no se alude a una declaración de guerra a los portugueses para recuperar la Banda Oriental, sino que se piden auxilios para defenderse de una posible invasión de los mismos. Existía esta posibilidad? Por cierto que sí. Debemos recordar que la propia invasión a la Banda Oriental en 1816, había sido ordenada con la connivencia del gobierno directorial y en este mismo trabajo sería fácil hacer un esquema documental sobre el tema, hasta llegar al oficio del Director Rondeau dirigido a su representante en Río de Janeiro, con fecha 31 de octubre de

19 1819, ordenándole gestionar de esa corte la invasión y ocupación temporaria de1.territorio del país hasta la línea del Paraná, vale decir, que se pedía a los portugueses la ocupación temporaria de Entre Ríos, Corrientes y Misiones. Puede observarse que en nada se detenía el Directorio con tal de acabar con aquel azote bíblico, como llamaban a Artigas 12. Desde antiguo que los portugueses deseaban una oportunidad semejante a la que les brindaba esta invitación de Rondeau, y después de su victoria en Tacuarembó, las perspectivas se les presentaban por demás promisorias. Si se detuvieron en la línea del Uruguay sin pasar a Entre Ríos, fue porque conocieron la derrota de Rondeau en Cepeda y su enorme repercusión política, como que significó el triunfo de las ideas de Artigas en el Río de la Plata y la caída de todos los hombres que manejaron la política de contradanza de la Logia Lautaro. Cruzar en estas nuevas circunstancias el Uruguay hubiera significado una operación militar de resultados imprevisibles. Por ello prefirieron optar por una política de expectativa. No obstante, este peligro de la invasión de los portugueses seguía existiendo y latía en el ambiente. Ramírez no podía saber, al momento de la firma del tratado, la actitud que asumiría Lecor después de haber vencido a Artigas, y por eso este temor impregna, en parte, la redacción del artículo 3 por el que se pedía armas a Buenos Aires. Observemos que en el tratado no se exigen a Buenos Aires dichos auxilios, sino que -se expresa- "los aguardan de su generosidad y patriotismo" y en cantidad proporcionada a "lo arduo de la empresa". Es indudable que los caudillos federales estaban en aptitud como para exigir y especificar la cantidad y materia de los auxilios. Su victoria en Cepeda les daba derecho a ello. Pero en el tratado que se dio a publicidad, se habla únicamente en los términos generales e indiscriminatorios que hemos señalado. A esta cuestión se vincula el llamado "Tratado secreto del Pilar", del que se ocuparon frecuentemente la prensa y los decires de la época. 12 MOLINARI, op. cit., facsímil entre páginas 88 y 89.

20 Cuando en diferentes documentos de este año, Ramírez y López exigían el envío de los auxilios acordados en el tratado, hacían referencia a un tratado secreto, el que seguramente no era un producto de la imaginación de estos caudillos. Algo se estipuló y ya veremos enseguida la confirmación. Por otro lado, el 5 de mayo, Sarratea, ahora sin cargo oficial alguno, apremiada su contestación sobre esta cuestión, expresó no haber más tratados que el que públicamente se conocía, negando la existencia de alguno secreto 13. La Junta de Representantes por su parte, ya había expresado anteriormente, en un oficio dirigido al Cabildo con fecha 22 de marzo, que no había considerado ningún pacto secreto. Esta aparente contradicción en las distintas fuentes aparece explicada en el mismo oficio citado de la Junta, donde se declara que, por conversación privada con el gobernador sabían que los federales habían pedido se consignara en el artículo 3 las cantidades y calidad de los auxilios, pero que no se hizo esto por evitar un compromiso con el Brasil, acordándose se les daría lo que necesitasen, y "librados a la buena fe de esta promesa se concibió dicho artículo en los términos que se ve" 14. Esta declaración de la Junta de Representantes otorga fuerza moral a los caudillos federales cuando exigen auxilios de acuerdo al tratado secreto del Pilar, que fue un tratado de buena fe, y que no se suscribió para evitar un compromiso con el Brasil, nueva prueba de que en el Pilar se adoptó una política de paz con los portugueses,.. en abierta contradicción con las órdenes de Artigas. Levene, que ha tratado exhaustivamente este punto, enumera las siguientes conclusiones: la. La Junta de Representantes no trató ningún pacto secreto del Pilar; 2a. Pero sus miembros estaban informados por el Gober- 13 Asambleas Constituyentes Argentinas, cit., t. VI, 2' ' parte, pág LEVENE, RICARDO: La Anarquía de 1820 en Buenos Aires desde el punto de vista institucional, Introducción a los Acuerdos de la Honorable Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires ( ), La Plata, 1932, vol. l, pág. XXXVIII. Publicación del ARCHIVO HISTÓRICO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES.

21 nador que el contenido del artículo 3 del Tratado público votado por la Junta, obligaba a Buenos Aires a dar auxilios a Entre Ríos y Santa Fe, que no se especificaron, como lo pedían los jefes del Ejército federal, para evitar alarmas con el gobierno del Brasil, asegurándoseles a dichos jefes que se les daría lo que necesitasen; 3a Todo, quedó librado a la buena fe de la promesa, redactándose el artículo 39 del Tratado público en la forma conocida 15. VI. Hemos dicho que al peligro de la invasión portuguesa, se añadía la seguridad del estallido de una guerra con Artigas, y que los auxilios que se pedían a Buenos. Aires se calculaba que también servirían para combatir' a Artigas porque de antemano se conocía que este caudillo no aceptaría este tratado que menoscababa su jerarquía y terminaba desplazándolo de la liza política. A esta certeza que tenía Ramírez de lo que significaba la firma del tratado en sus relaciones con Artigas, y a mostrar el destino que tuvieron los auxilios enviados por Buenos Aires, problemas íntimamente vinculados, se refieren las piezas documentales que damos a conocer y que ensamblándose armónicamente dan asidero a nuestras aseveraciones liminares. Estos documentos que utilizaremos están escritos con una franqueza tal, que sin esfuerzo nos situamos en una contemporaneidad espiritual con el pensamiento de su autor, Ramírez, cuyos más recónditos secretos afloran a la superficie, mostrándose desnudos y nítidos. También radiografían el estado anímico del caudillo entrerriano en aquellos meses que siguen a la firma del tratado, meses de ansiedad ante la seguridad y la inminencia de su choque con Artigas, agravado todo, por el temor de una invasión portuguesa a su provincia y los peligros de un trastorno político desfavorable en Buenos Aires. A través de sus palabras en este tiempo, veremos su cerebro latiendo al compás de las alternativas de euforia y depresión, hasta ver finalmente llegar a Entre Ríos los auxilios estipulados con el gobierno de 15 LEVENE, op. cit. vol. 1, pág. XXXVIII.

22 Sarratea, que le sirvieron en su lucha con Artigas, según se había calculado. A los cuatro días de firmado el tratado del Pilar, Ramírez, al tiempo de remitirle el texto a Artigas, le decía: "Creo haber llenado completamente los encargos de V. E. concluyendo la campaña contra el Directorio de Buenos Aires con los honrosos y ventajosos tratados de Paz que tengo el honor de incluir a V. E. para su satisfacción, asegurándole que la alegría de este Pueblo, y su reconocimiento al autor de tantos bienes es inexplicable". Estos conceptos debieron saberle amargos y de una no muy sutil ironía a Artigas. Más adelante pone el dedo en la llaga y le agrega: "Luego que llegue al Paraná, mandaré una persona de toda mi confianza con instrucciones para informar a V. E. de asuntos del mayor interés, que de ningún modo deben fiarse a la pluma: entretanto tenga V. E. la bondad de no concluir juicio sobre ninguno de los particulares que contiene la Convención" 16. Este último párrafo nos está señalando que Ramírez conocía que el tratado sería rechazado por Artigas. Adelantándosele empezó a descubrir el velo de sus planes, tomando las primeras medidas para hacerle frente. En el oficio "reservado" que dos días después de firmado el anterior, el 29, dirigió a Ricardo López Jordán, su medio hermano que había quedado al mando de los pueblos de su provincia y a quien titulaba ahora: "Gobernador interino de la Provincia de Entre Ríos", le decía: "Vd. 'Conoce las aspiraciones del Gral. Artigas, y el partido que tiene en nuestra provincia: su presencia aún después de los continuos desgraciados sucesos de la Banda Oriental podría influir contra la tranquilidad, y traer al país la pasada opresión, si al pisar nuestro territorio no se le intimase como ordeno a V. de intimarle (en el caso de hacerlo con fuerza armada), que tiene órdenes terminantes mías para que no pase a la Provincia sin mi permiso, y V. las ejecutará rigurosamente usando de las armas si a ellas se opusiese. Pero si viniese solo como un refugiado, acuérdele V. toda su protección, siempre siguiendo 'sus pasos por si apelase a la intriga, y sin permitir que 16 Oficio de 27 de febrero en Apéndice, doc. Nc 2.

23 resida en ninguno de los pueblos hasta que llegando yo a ésa pueda dictar mis providencias". A continuación de estas palabras, añade: "No crea V. que el coronel Rivera abrace jamás el partido de los Portugueses; él quiere salir de las dificultades, y salvar su Provincia a costa de todo sacrificio: regle V. sus pasos a estos principios" 17. Este oficio es categórico y nos evidencia con franca agudeza lo que pensaba Ramírez de la reacción de Artigas y lo que pensaba de Rivera, en cuya altura de ideas creía, sin duda porque tuvo noticias del fondo que envolvía la actitud de éste, cuando se puso al servicio de los portugueses. Pasadas apenas 48 horas, volvía nuevamente la pluma de Ramírez a calcarnos su pensamiento. Había recibido noticias de su hermano sobre que Entre Ríos estaba muy agitado políticamente, tanto por la presencia de Artigas, como por el peligro de la invasión portuguesa y la acción del caudillo Gervasio Correa, adicto a los directoriales. Se dirigió entonces en forma "reservada" a Carrera, que estaba en Buenos Aires, haciéndole llegar una misiva que por su transparencia es concluyente en lo que hace a nuestra tesis, ya que se abre en confidencias que son toda una confesión paladina del espíritu con que se redactó el artículo 3 del tratado del Pilar. "En estos momentos -le expresaba- sin tener recursos ninguno, cómo quiere V. que yo me oponga al parecer de Artigas cuando soy solo, y que él ya debe haber ganado la Provincia de Corrientes como estoy cierto que la lleva adonde él quiere. Nada digo de Misiones porque son todos con él". "Yo muy anticipadamente hice presente el número de armas que necesitaba para el auxilio de aquella provincia, porque advertía todo lo que va a suceder. Yo a la vista del número tan ridículo de armas con que se auxilia a aquella provincia atacada por todos lados; cómo podré persuadir a los paisanos ni convencerlos en ninguna manera? Cuando los elementos precisos para la empresa, fuesen en algún tanto proporcionados al número que yo solicité, podría convencerlos; pero de lo contrario seré con 17 Oficio de 29 de febrero en Apéndice, doc. N 3.

24 el voto general de aquellos que solo se conforman con la. declaratoria de guerra a los Portugueses" 18. Observemos que los términos de esta carta son tan acabadamente expresivos que no, admiten equívocos; su notable crudeza nos releva de comentarios, permitiéndonos ahondar en el pensamiento de Ramírez e interpretado cabalmente. Poco después, el 4 de marzo, escribió otra "reservada" a Carrera, exponiendo su intención de regresar a su provincia y señalando la prisa que le corría en ello. 19 VII. Este era el propósito de Ramírez; volver cuanto antes a su provincia, amenazada de varios peligros, pero precisamente entonces estaba cuajando en la capital porteña el primer golpe de reacción que intentaban los directoriales para apoderarse nuevamente del mando político en Buenos Aires. Esta reacción culminó el 6 de marzo con la revolución que encabezó el coronel Juan Ramón Balcarce, revolución que obligó a Ramírez a suspender su marcha a Entre Ríos para reponer a Sarratea en su cargo de gobernador de Buenos Aires. Esta contrarrevolución directorial se había trabajado desde el mismo día que se supo en Buenos Aires que la infantería a las órdenes de Balcarce se había salvado de la derrota de Cepeda. En su oportunidad Ramírez había intimado la rendición de la fuerza de Balcarce, so pena de pasarla a cuchillo, pero éste la había rechazado formando sus hombres en cuadro para resistir el ataque. Desistió Ramírez de su propósito al considerar que hubiera sido demasiado sangriento el choque y por lo demás inútil, ya que tenía el triunfo en sus manos, yesos brazos podían ser útiles para la lucha contra los portugueses, según era el pensamiento del momento. Así pues, en tanto Ramírez se dirigía sobre Buenos Aires para aprovechar los frutos de su victoria, Balcarce pudo retirarse a San Nicolás con su división intacta. Balcarce pertenecía en cuerpo y alma al partido di- 18 Oficio de 2 de marzo en Apéndice, doc. N Apéndice, doc. N 5.

25 rectorial, y en Satt Nicolás recibió avisos de sus amigos urgiéndole su regreso por el río para que les sirviera de apoyo en las decisiones del partido. A los pocos días, este jefe se embarcaba en San Nicolás con el objeto predicho, y a principios de marzo estaba en Los Olivos, haciendo públicas declaraciones en las que censuraba la conducta de los jefes federales, después de haber usado en el camino, y como seguro pasaporte, de un lenguaje lisonjero para los mismos caudillos. Aprovechando un pretexto, como fue una denuncia de Soler sobre que se había entregado una remesa de armamentos al ejército federal, y a pesar de que ello estaba expreso en el tratado del Pilar, la Junta de Representantes de la provincia, constituida por los directoriales de más alto coturno y contando ahora con el apoyo de Balcarce, conminó a Sarratea la suspensión de todo envío de auxilios. La remesa entregada consistía en 800 fusiles, 800 sables, 25 quintales de pólvora de fusil y 25 de plomo, según las órdenes originales que mostró Soler. Su oposición a la entrega de armamentos al ejército -federal en esta oportunidad, 5 de marzo, la fundamentaba aquel cuerpo en que ella no debía tener lugar "hasta que constituido ya en sus respectivos destinos, sea llegado el caso prevenido en el artículo 39 del tratado del Pilar, cuyo cumplimiento es conforme a principios se verifique con acuerdo de esta junta". 20. El que necesitara de su consentimiento para la entrega de armas; podía pasar, pero aquello de que había que esperar el ataque portugués como condición previa a la entrega de los auxilios de que hablaba el artículo 3, era una doctrina inconsistente, porque tal cosa no se refleja ni en la letra ni en el espíritu del tratado, y aún menos validez tiene este criterio, si pensamos que los federales triunfantes se avendrían a acordar que recién una vez atacados por los portugueses Buenos Aires le enviaría las armas. Por añadidura, no debemos olvidar, y ello es obvio después de los documentos emanados de Ramírez que hemos hecho conocer, que los auxilios pedidos en el tratado 20 Gaceta de Buenos Aires, años , reimpresión facsimilar de la JUNTA DE HISTORIA y NUMISMÁTICA AMERICANA, 1915, Gaceta del 7 de marzo.

26 tenían también otro destinatario, que era Artigas, con quien se descontaba un inmediato choque armado. Por otra parte, sabemos que la Junta conocía la existencia de un acuerdo secreto de buena fe. Por eso decimos que es inadmisible la doctrina que esgrime en esta oportunidad la Junta de Representantes, y que su actitud no pasó de ser un argumento político apropiado en las circunstancias para tocar la fibra del localismo porteño y tornar impopular el nombre de Sarratea. Al recibir esta conminación de la Junta y encontrándose sin apoyo militar, Sarratea no contestó y huyó a la campaña en busca de apoyo. Acompañado ahora de Soler, que había rectificado su posición al caer en cuenta de la filiación del movimiento de Balcarce, se entregó a la organización de las milicias de la campaña con el pleno apoyo de Ramírez. En la ciudad quedó el general Balcarce que al día siguiente era nombrado "Gobernador y Capitán General de la Provincia", con facultades omnímodas. Sin embargo no pudo afianzarse en el mando y su gobierno se debatió entre Bandos llamando al pueblo a las armas, y diputaciones conciliatorias que partían al campo federal y siempre regresaban con la misma respuesta negativa. Seis días duró aquel gobierno de Balcarce, que respondía a todo un movimiento de contrarrevolución directorial. Fracasó porque le faltó fe y el apoyo de las masas populares, dándose el insólito caso de que el día 11 terminara por desertársele su propio Estado Mayor. Esa misma noche, cuando ya estaban las partidas de Ramírez y Soler picando las calles de la ciudad, Balcarce se embarcó rumbo a Montevideo. El 13 entró Sarratea en la ciudad y reasumió el mando. VIII. Habíamos visto el apremio que manifestaba Ramírez por volver a su provincia hacia el 4 de marzo. Ahora, esta revolución de Balcarce le había demorado más de una semana en su proyecto, por lo que el mismo día 13 que Sarratea reasumió el mando, le dirigió un oficio que