F I N A L I S T A Eduardo Camps Moreno CECyT 3 Estanislao Ramírez Ruíz. Introspección

Transcripción

1 Introspección Contar una historia es lo más difícil que puede haber, pero esa tarea se vuelve toda una odisea cuando se trata de la propia, especialmente porque nuestra historia es el conjunto de muchas más. La que quiero contar es particularmente difícil. No sé dónde comienza y no sé si ya terminó; espero que sí, espero que contar esta historia, sea darle un fin, en caso contrario. Violencia femenina Tengo conflictos con eso. En el pasado, el problema era realmente grave, pues no se trataba de lo que una mujer quería, no mientras una sociedad patriarcal nos consideraba poco más que animales. Sin embargo, ahora las cosas realmente han cambiado, ya no es sólo tener que aguantarse, ya no se trata solamente de decir algo y rezar por ser escuchadas. No, creo que no. Como humana ortodoxa, tal vez me equivoque perdí la cuenta de las veces que he fallado, pero realmente creo que ahora las cosas ya no son tan fáciles, y con fácil me refiero a la estructura: yo te pego tú hablas tú eres desterrada de todo tipo de sociedad. Tal vez al escucharme, muchas me dirían que soy una completa idiota. Tal vez lo sea pero por la manera en que viví y sentí las cosas, creo que tengo razón. Y aunque esto no es un predicamento ni nada por el estilo, creo fuertemente en lo que digo, por eso lo digo, no? Cultura y sociedad pueden ser palabras importantes pero también cadenas resistentes, especialmente porque a veces no sabemos dónde terminamos nosotros y dónde empieza eso. Ok tal vez tengas razón y me estoy desviando ya es sólo que de verdad no sé cómo empezar.

2 Mariana Cisneros es mi nombre, tengo 35 años y francamente no sé qué estoy haciendo, ja Supongo que mi risa nerviosa me delata, algo que últimamente me molesta: los actos que parecen naturales pero resultan ser expresiones inconscientes. Vengo de una familia típica. Mi padre era un hombre de clase media, en realidad noble pese a todo, trabajador pero con demasiados problemas en el alma como para poder ignorarlos toda la vida. Las constantes discusiones con mi madre fueron algo que me dejarían marcada, probablemente hasta la muerte. Pasé por todo tipo de reflexiones sobre esas peleas: tal vez fueran mi culpa, tal vez papá y mamá ya se odiaban, tal vez tal vez sólo eran idiotas y yo jamás sería como ellos. De eso me aseguré por tanto tiempo que supongo que al final terminé por creérmelo; el problema es que Cómo decir que no serás lo que ya eres? En realidad mi padre no era el estereotipo de macho golpeador, hasta eso mi madre corrió con suerte: madrizas psicológicas diría mi amiga Verónica. Las pocas veces que mi padre llegó a tocar a mi madre, terminaba lloriqueándole a las pocas horas y mi querida madre terminaba otorgándole una buena dosis de sexo como penitencia. Y a la mañana siguiente, la absolución era tan perfecta que todos salíamos a desayunar, habiendo olvidado todo. Mi hermano, primogénito, salió como una fotocopia de mi padre: desde la cara hasta lo marica. Me adora y jamás tuve demasiados problemas con él, pero adquirió los celos de mi padre y muchas veces terminó peleándose en la escuela por mí. En fin, típica familia de clase media con sus respectivos traumas. Y yo? Pues yo qué? Me considero una mujer inteligente -aunque creo que conforme avance esta breve historia ese concepto decaerá

3 considerablemente-, fuerte y me creía autosuficiente hasta hace apenas unas semanas. Jamás creí que los problemas con mis padres me hubieran marcado demasiado: tuve una buena infancia, mi padre me daba todo intentando disfrazar los demás problemas, mi madre siempre intentando mentirme sobre la verdadera situación y un hermano que siempre me molestaba pero en el fondo me amaba. Infancia típica. Mi adolescencia fue casi como la de cualquier otra mujer -en realidad, mi vida es tan vana y vulgar como cualquiera, que si esto fuera una novela la gente se aburriría de leerla-, pero supongo que es ahí donde comienzan los problemas. Siempre he tenido problemas con el amor. Si no era demasiado tímida, era demasiado dependiente o simplemente no me interesaba en lo más mínimo mi pareja. He pasado por todo tipo de relaciones y a mi parecer todas son igual de vanas y otras tantas muy estúpidas, y sin embargo sigo esperando a mi príncipe que venga a sacarme de mi agujero mal rellenado con trabajo. La primera vez que tuve un novio tenía quince años - novio en un sentido más formal, no bromitas de niña púber- y me enamoré a más no poder. Aunque en aquel entonces estaba más enfrascada en mi burbuja de yo no seré como aquellos idiotas que me criaron, francamente terminé peor que ellos, tal vez. Alfredo, mi primer amor, fue también el primer maldito que se me atravesó. Psicológica era principalmente el tipo de violencia que ejercía contra mí; era realmente celoso y obsesivo. Santo Dios! recuerdo la manera en que me decía cosas a veces muy vulgares al oído pero no podía ir ni tantito descubierta porque ya me revolcaba con todos. Zorra, Güila y otros tipos de adjetivos eran sus apodos más cariñosos, realmente enojado llegaba a llamarme puta. No sé, supongo que no me daba cuenta de lo realmente doloroso que

4 era aquello. O más bien, creía que estar sola sería más doloroso que eso. Incluso algunas veces en mi afán de justificarlo llegué a creer que de verdad era mi culpa y lo peor era que, aunque algunas veces llegó a violentarme como jalarme del cabello o pellizcarme, sus palabras dolían más. Por fin, cuando el maldito se atrevió a alzarme una mano decidí cortarlo, pero no por decisión propia, sino porque mi hermano estaba a punto de matarlo cuando los encontré afuera de la escuela. Me deprimí como nunca, incluso pensamientos estúpidos pasaron por mi cabeza, no entendía por qué dolía tanto, pero dolía y eso era lo más importante para mí en aquel entonces. Aunque no terminé la escuela, pasé por todo tipo de hombres y resultaba que en su mayoría todos eran así y, los que no, era porque yo no los había querido lo suficiente; entonces, a mis diecisiete años de edad mi concepto de hombre por fin ya se había forjado: todos eran unos malditos cuyo único pensamiento era el sexo, ninguno dispuesto a amar pero sí dispuestos a celar, llegando incluso a golpear. Creía que eso era una verdad absoluta y aunque en algunas partes lo creo, también reconozco que hay otras cosas que no son así de simples. Y eso también duele. Y pese a ese concepto, pese a toda mi visión andrógina, terminaba en brazos de ellos, no podía dejar de querer un novio, dejar de querer y tal vez dejar de buscar que me quisieran. Siempre buscando, siempre fallando en mi posible infructuosa batalla contra la realidad porque ésa no era la realidad. Y a mis dieciocho años conocí a un hombre diferente. Me enamoré como si fuera la primera vez, o al menos eso creí. Era caballeroso, muy cortés, siempre preocupándose por mí e intentando quedar bien con mi familia y mis amigos, Hasta mi hermano y mi padre lo quisieron! De verdad creí que era perfecto, creí que por fin, después de tanto dolor y tantas relaciones infructuosas, había llegado mi turno de ser feliz,

5 porque todos lo tienen, no? F I N A L I S T A En fin, después de dos años de salir, por fin me pidió matrimonio. Cuando lo hizo, no sonreí ni me puse feliz, me pregunté por qué había tardado tanto. Acepté y nos casamos de manera divina, eso sí, una bella iglesia, yo vestida de blanco, mis padres llorando, mi hermano riendo conmigo, mi novio guapísimo Supongo que fue lo más emocionante de mi matrimonio, o al menos lo más estable, sólo después del sexo. Increíblemente, terminé con un hombre igual que mi padre: todo lo que le llegó hacer a mi madre, Alberto me lo hacía. Eran viles copias el uno del otro: las mismas reacciones, los mismos celos, las mismas palabras Y yo fingiendo no haber oído nunca antes todo eso! Las pocas veces que no peleábamos, estábamos peleando en la cama, pero porque ahí no teníamos que hablar y después de, dormíamos. Su trabajo le absorbía casi todo el tiempo, así que yo siempre estaba en casa prisionera. No me dejaba salir, no me dejaba tener amigas, no nada, no fuera a ser que me volviese lesbiana de pronto. Fueron cinco años terribles, tal vez los más amargos de toda mi vida. La verdad no sé de dónde me salieron las ganas para dejarlo, pero un día me golpeó y huí a casa de mis padres; cuando les conté todo lo que sucedía, en un minuto ya estaba firmando los papeles del divorcio, me pregunto por qué mi madre no se sintió identificada con su hija. En realidad, no nos divorciamos, huí y no supe más de él, sólo que fue a casa de mis padres a buscarme, pero convine en huir pronto de ahí porque sería el primer lugar en el que me buscaría. Y aun así, fue realmente difícil para mí ese rompimiento, pero supongo que la primera vez es la más dura. Pasaron seis años en los que me obsesioné con un trabajo que conseguí para sostenerme. No salía de allí, siempre trabajando, siempre

6 esforzándome de más Siempre ocultando lo que me ahogaba. Tuve un par de novios durante ese tiempo que fueron igual de cínicos que los anteriores, pero ahora les hacía unos berrinches enormes, temerosa de que me lastimaran. Ahora no terminaba, huía, pero irónicamente, mi búsqueda por el amor continuaba y una vez más la estúpida de mí creyó encontrarlo Alfonso, un hombre siete años mayor que yo. Me sentía protegida con él, empezamos como nada, tuvimos sexo un par de veces y en esas veces me sentía tan bien, tan escudada en sus poderosos brazos que realmente olvidaba lo demás. Por fin, anduvimos y al poco tiempo me volví a casar, pero sin darme cuenta de que la opresión que sentí al decir acepto era mi miedo. Normalmente la gente debería aprender de sus errores y haber sido feliz con él para siempre porque no permití que me hiciera nada. Pero en realidad, en mi afán de que no me hiciera nada, de que no se enojara, fui la mujer más sumisa y estúpida del mundo. Pero a él no le bastó y terminamos discutiendo, insultándonos y terminó dándome una fuerte cachetada, haciendo salir todos mis complejos de nuevo, pero lo que más me marcó fue la frase que me dijo: - Pues ponte a pensar que tú eres la que nos hace exasperar, estúpida! Todavía resuena en mi mente Me divorcié, sí, él tampoco puso muchos peros, pero aunque su frase no la tomé literal, sí me hizo reflexionar algo y supongo que es el inicio de la segunda parte de la historia. Tal vez no se trataba de ellos Sí, eran unos malditos y tal vez nunca cambiarían eso, no por mí, no porque se los pidiera, pero tal vez ése no era el problema, el problema era que yo había estado buscando hombres así. Dios, ya quiero llorar

7 El problema era que toda mi vida sin darme cuenta había querido a alguien violento, a alguien que me maltratara y, aunque dolía, seguía buscando eso. No se trataba de los hombres, se trataba de los hombres con los que yo me metía. Yo debía de buscar otra cosa, debía de prevenir debía de estar consciente de dónde me metía. La gente no cambia, no así, no de pronto, No por otros! Y eso no es algo de lo que me pueda quejar, yo misma no cambio, pero sí podemos decidir en dónde estar, con quién y por qué. Alfredo, Alberto y Alfonso tal vez nunca cambien, pero yo sí pude haber elegido mejor, yo sí pude haber evitado muchas cosas, de haberlo querido realmente. Y bajo ese pensamiento he funcionado los últimos años, esos últimos años en los que he venido con usted, mi querido loquero. Pero en esos años he tenido relaciones sanas que me aburren. Estoy tan preocupada por evitar de nuevo el dolor, que controlo tanto las cosas y no las disfruto. Ya no sé qué hacer! Vi como una esperanza el darme cuenta de que yo podía elegir con quién estar, pero ahora me siento vacía con mi actual novio, aunque es el hombre más tierno del mundo. No sé qué hacer, doc. Creo que ya hice hasta lo imposible por hacer lo correcto y aún no me gusta mi vida amorosa. Ya no creo poder hacer más.