Prefiero las muñecas de trapo que hace mi abuela.

Transcripción

1 HISTORIAS VERDADERAS Por Juanita Conejero No me gustan mucho los juguetes plateados, dorados y fosforescentes que venden en las vidrieras de mi ciudad. Prefiero las muñecas de trapo que hace mi abuela.

2 Mi abuela tiene unas manos prodigiosas. Con muy pocas cosas es capaz de crear mis muñecas preferidas. Aquí tengo, por ejemplo, una muñeca negrita de pelo de estambre y otra blanca de ojos de botones, de los botones negros de un vestido viejo de mamá, que durmieron como dos años en el costurero de la abuela. Los ojos negros de mi muñeca brillan cuando la llamo para ir a jugar y se asombran cuando les cuento alguna historia fantástica, de esas que leo en la biblioteca de la escuela. Mi papá, al igual que mi abuela, también de cualquier cosa nos hace un juguete. Hace unos días, fue el cumpleaños de mi hermano.

3 No había mucho dinero para comprar juguetes y mi papá tomó una caja de madera, que le regaló Manuel, un amigo de la casa y le hizo a mi hermano una chivichana amarilla. La chivichana es amarilla porque cuando nuestro vecino José la vio, le gustó tanto que le trajo a mi papá un poco de pintura de ese color. Las ruedas de la chivichana las tenía mi papá guardadas hacía muchos años, pensando que algún día las podía utilizar. Mire usted, qué bien vinieron ahora!, porque si no, hubiera sido una chivichana sin ruedas y eso si que no estaría bien. Yo recuerdo, como si fuera hoy, aquella tarde de un mes de mayo. Era un domingo. Llovía a más no poder y toda la familia se quedó en la casa. Papá en un abrir y cerrar de ojos, como si fuera un mago, comenzó a construir aquella chivichana.

4 Abuela se animó, y cuando nos dimos cuenta, le estaba haciendo a mi hermano de unos retazos de tela una bolsa para los lápices de la escuela. En unos minutos mi hermano tenía dos regalos. Mamá no se quería quedar atrás y le hizo un pastel de chocolate, tan delicioso, que nos chupamos los dedos. Yo ayudé a mi mamá a adornarlo con merengue. Quizás no quedó tan perfecto como los del mercado, pero a pesar de los años, no he podido olvidar el exquisito sabor que tenía aquel dulce hecho por mi mamá. Porque los dulces hechos en casa no se olvidan nunca. Estábamos muy satisfechos. No tuvimos que salir a la calle a comprar nada.

5 Todo salió de nuestras manos, con nuestro esfuerzo y con nuestros propios recursos. Mi hermano estaba muy feliz. Fue un hermoso cumpleaños. Corría por toda la casa con la chivichana. Papá le prometió llevarlo al parque cuando no lloviera para que pudiera disfrutarla. Por la noche vinieron los tíos. Los que viven en la costa. Ellos tienen mucho dinero. Papá dice que tienen tanto dinero que no saben qué hacer con él. Sus hijos tienen un cuarto lleno de juguetes, de esos que se compran en las tiendas y que valen una fortuna. Pero mis primos no se encariñan con ellos. Al contrario, se aburren, a veces ni se acuerdan que los tienen y como pueden comprar muchos más, llega un momento que hasta los maltratan.

6 Sin embargo, yo desde que soy pequeña tengo entre mis juguetes un osito blanco. Mi osito parece de espuma. Me lo hizo mi abuela de unos recortes de tela que le dio una vecina de un vestido de novia de una prima, que se casó un día de San Miguel en la parroquia del pueblo. Yo duermo todos los días con mi osito y nunca lo maltrataría, al contrario, lo quiero mucho. Los ojos de mi osito son dos semillas doradas que mi abuela encontró en el camino una mañana cuando se dirigía a misa. Mi abuela las recogió pensando que en cualquier momento un osito blanco pudiera necesitarlas. Los tíos le habían traído a mi hermano un bello regalo. Me imagino lo que les debe haber costado. Pero sólo lo habían comprado. Qué más se podía decir?

7 Por supuesto que mi hermano lo agradeció, pero un día me confesó que para él, aquellos regalos que la abuela y papá le habían hecho tenían mayor valor. Sabía del amor con que lo habían realizado y el esfuerzo que les había costado. Yo siempre he dicho que los juguetes plateados, dorados y fosforescentes, aunque son hermosos, están un poco vacíos. No tienen para mí una historia verdadera como esta, para después, con mucho gusto, podérselas contar.